El impacto global de la baja de las tasas de interés
febrero 28, 2016 · Imprimir este artículo
El costo del capital hunde las tasas
Robots baratos. Los bienes de capital son cada vez más económicos.
El Banco de Inglaterra (BoE) muestra que el promedio mundial de las tasas de interés era 4,3% por año entre 1985 y 1989, y que cayó a 1,8% anual en el período 2005-2009, lo que implica una tendencia declinante, antes incluso de desatarse la crisis financiera internacional 2008-2009.
El colapso de la caída de Lehman Brothers profundizó la caída y el promedio mundial es 0,6% anual desde entonces. En los últimos 30 años, las tasas globales de interés han disminuido 4,5 puntos porcentuales y son las más bajas de la historia.
Es un fenómeno vinculado a la reducción de la fuerza de trabajo en el mundo avanzado por la disminución en términos absolutos de la población y el envejecimiento generalizado. Esto provoca un descenso de la capacidad de crecimiento potencial de largo plazo, que en Japón es 0,5% anual, en Alemania 1,1% y 1,5% en EE.UU.
Un factor de creciente importancia es el auge de la desigualdad social en los países avanzados. El ingreso de las familias norteamericanas del 5% más rico de la población fue 9 veces superior al 20% más pobre en 2013. Es la mayor brecha desde que se llevan estadísticas (1967).
Las ganancias reales de las compañías S&P500 aumentaron 94% respecto a junio de 2009. En este período, el ingreso del 60% de la población estadounidense está todavía 8% por debajo del nivel previo a la crisis.
El consumo privado representa 75% del PBI norteamericano; y los salarios reales ahora no crecen o incluso retroceden, mientras que el virtual pleno empleo (6,3% de desocupación) es acompañado por una caída de 10 puntos en la participación laboral, en relación con el promedio de los últimos 20 años. Por eso, hay un debilitamiento de la demanda efectiva y una reducción del PBI potencial.
La desigualdad social en alza disminuye la propensión a consumir, porque los dos tercios de abajo de la sociedad norteamericana disponen de menor capacidad de compra y el tercio de arriba orienta sus enormes recursos al ahorro antes que al consumo. Aun así, el 1% de arriba consume más de 35% del total.
El aporte de los países emergentes (China / Asia en primer lugar) a la baja de las tasas de interés proviene de los gigantescos superávits de cuenta corriente experimentados entre 2001 y 2010.
En ese período, el superávit de cuenta corriente de la República Popular ascendió a 11% del PBI y trepó a 14% si se le suma el ingreso neto de inversión extranjera directa (IED). Esa inmensa masa de capitales –US$ 2,5 billones por año– se dirigió primordialmente al mundo avanzado, y en especial a EE.UU., que atrajo 75% del total.
Esto provocó un aumento del ahorro mundial y una baja estructural de las tasas de interés de largo plazo, las menores de la historia; y se transformó en la causa fundamental del boom de crédito en el mundo avanzado, antecedente directo de la crisis financiera internacional 2008-2009.
La causa de fondo de la baja de las tasas de interés es la reducción sistemática de los precios relativos de los bienes de capital (-1,5% por año en las últimas 3 décadas), que ha provocado la revolución tecnológica del procesamiento de la información. Es obra directa de la “Ley de Moore”, que establece que la capacidad de procesamiento de la información se duplica cada 18 meses, mientras que el precio cae a la mitad. De ahí que se requiera ahora menor inversión por unidad de producto, lo que reduce el nivel de ahorro y fija tasas de interés más reducidas. El costo del capital es cada vez menor.
Se cierra el círculo del shock de oferta laboral que desató la caída de la Unión Soviética en 1991, que duplicó en tres años la fuerza de trabajo mundial (pasó de 1.500 a 3.500 millones de trabajadores), y aumentó en 50% el rendimiento del capital y redujo en igual proporción el de la fuerza de trabajo.
Esto no deja más alternativa para crecer que el alza de la productividad de todos los factores a escala global, sinónimo de reformas estructurales.
Fuente: Clarín, 28/02/16.
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