El legado de Bernanke

enero 29, 2014 · Imprimir este artículo

El legado de Bernanke

En momentos en que el presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos se prepara para dejar su cargo, han aparecido los elogios. «El mandato más exitoso en la historia de la Fed», afirmó un economista de S&P. Un ex gobernador de la Fed agregó: «Lo llamaron, y creo que con justificación, el mejor banquero central de la historia». Fue el hombre que salvó el mundo, un genio, el maestro.

Todos esos elogios se escucharon hace ocho años sobre Alan Greenspan, cuando se preparaba para dar un paso al costado tras 20 años de encabezar la Fed. Sólo dos años más tarde, las opiniones sobre la era monetaria de Greenspan eran muy distintas, ya que el auge del crédito que orquestó se convirtió en una manía, que a su vez se transformó en pánico y terminó convertido en una profunda recesión.

Hay que recordar ese cambio de percepción ahora que Ben Bernanke está recibiendo el mismo tipo de elogios extravagantes en momentos en que dirige su última reunión del Comité Federal de Mercados Abiertos de EE.UU., que empezó el martes. No hay duda de que Bernanke ha sido uno de los presidentes de la Fed más consecuentes de la historia, pero su legado aún está lejos de ser claro y como mucho es más variado de lo que sugieren los elogios efusivos.

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Una forma de ver a la era Bernanke es dividirla en tres partes: antes, durante y después del pánico financiero. Su desempeño antes de la crisis fue un claro fracaso. Merece buenas calificaciones por sus acciones durante el ojo de la tormenta. En cuanto a sus extraordinarios esfuerzos monetarios desde que comenzó la recuperación el legado dependerá de cómo resulte todo.

La mayoría de las evaluaciones sobre Bernanke se centran en la crisis de 2008 y sus consecuencias, pero recuerde que estuvo presente en la creación del pánico. Su rol data de 2002, cuando como gobernador de la Fed pronunció un famoso discurso en el que advertía sobre la deflación que no existía. Junto a Greenspan, sin embargo, siguieron el consejo de Paul Krugman de promover una burbuja inmobiliaria para compensar el fracaso de las empresas puntocom.

Según muestran transcripciones de la Fed, Bernanke fue el líder intelectual de la junta en su decisión de recortar la tasa de fondos federales a 1% en junio de 2003 y sostenerla en ese nivel durante un año. Fue así a pesar de una economía que se desaceleraba rápidamente (3,8% de crecimiento en 2004) y precios en aumento para commodities y bienes raíces. La política multianual de tasas de interés reales negativas de la Fed produjo una manía por el crédito que llevó a la burbuja inmobiliaria y a su estallido.

Las transcripciones de la Fed también dejan en claro que Bernanke subestimó el grado de la crisis inmobiliaria y el contagio financiero, pero también lo hizo la mayoría. Es menos perdonable la negativa de Bernanke a admitir que la Fed cometió error alguno en los años de frenesí.

Una vez que la crisis se materializó, Bernanke y la Fed merecen el beneficio de la duda. Desde la distancia segura de la perspectiva, es fácil olvidar lo rápido y amplio que fue el pánico financiero. La Fed debió compensar el colapso en la velocidad del dinero con un aumento en su oferta, y lo hizo con fuerza y celeridad. Uno puede estar en desacuerdo con los programas especiales de garantía de la Fed, pero no estábamos sentados en el vórtice polar financiero en ese momento. Es difícil ver cómo otras personas hubieran tenido un desempeño mucho mejor.

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Lo cual nos lleva al desempeño de la Fed desde que terminó el pánico y comenzó la «recuperación» a mediados de 2009. Esto incluye la compra de bonos sin precedente de Bernanke, la enorme expansión del balance de la Fed, y la política de tasas de interés cercana a cero que ya lleva 62 meses.

Todo eso fluyó desde la creencia de Bernanke, como estudiante de la Gran Depresión, en que la primera meta de la Fed era evitar cualquier contracción prematura tras una crisis financiera. Sus defensores afirman que lo hizo sin la inflación que algunos de sus críticos predijeron, lo cual lo convierte en un héroe. Austan Goolsbee, ex economista jefe del presidente estadounidense Barack Obama, hace poco argumentó en ese sentido en este diario.

Sin embargo, a pesar de que la Fed pasó por alto todas las restricciones monetarias previas, la recuperación se ha mantenido históricamente débil. Durante cinco años, la Fed de Bernanke ha predicho consistentemente un crecimiento más robusto, sólo para revisar a la baja sus pronósticos una y otra vez.

La Fed culpa a la política fiscal y los problemas económicos en otros países del crecimiento lento, pero un imponderable es cuánto han contribuido las propias acciones de la Fed a la incertidumbre sobre políticas que socavó la inversión empresarial. Los préstamos bancarios siguen siendo débiles, un motivo para que la velocidad del dinero no haya revivido lo suficiente como para reavivar el riesgo de inflación. En algún momento, el presidente de la Fed debe asumir cierta responsabilidad por el crecimiento mediocre —y la falta de crecimiento real del ingreso— durante su mandato.

La mayor prueba será lo que pase cuando los sucesores de Bernanke estén obligados a desmantelar sus políticas. Si la Fed puede terminar con sus compras de bonos y regresar a un régimen normal de tasas de interés al mismo tiempo que mantiene la recuperación, su gran experimento monetario habrá sido un éxito. Pero si termina mal, con crecimiento débil continuo, un estallido de burbujas de activos, o una incipiente inflación que requiere un aumento rápido en las tasas de interés, la Fed de Bernanke no podrá adjudicarle la responsabilidad a otro.

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El otro gran costo de estas políticas post-crisis es la intrusión de la Fed en la política y el delineamiento de la estrategia fiscal. Bernanke ayudó a financiar un frenesí histórico de préstamos federales mientras se ocultan sus costos futuros. La cuenta de esos préstamos sólo será clara para los contribuyentes cuando suban las tasas de interés. Bernanke también convirtió a la Fed en un adjunto político del Tesoro sobre regulación e incluso sobre impuestos y gasto, lo cual comprometió su independencia.

Esto quizás sea el mayor riesgo para el futuro, en especial cuando al Fed deba aumentar las tasas de interés. Los políticos —e incluso algunos expertos conservadores— adoptaron el estándar de Bernanke de que el deber de la Fed es reducir el desempleo y administrar el ciclo de negocios. Su sucesora, Janet Yellen, lo cree fervientemente y tendrá su oportunidad de probarlo. Lo importante del legado Bernanke-Yellen es que la verdadera prueba de cualquier ciclo monetario no es cómo comienza, sino cómo termina.

Fuente: The Wall Street Journal, 29/01/14.

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