El mundo después del 2008

noviembre 16, 2014 · Imprimir este artículo

Cómo la crisis financiera modificó el sistema mundial

Por Jorge Castro.

El mundo después del 2008, según un flamante libro de Martin Wolf.

La causa fundamental de la crisis financiera internacional de 2007/2008 –señala Martin Wolf, probablemente el principal comentarista económico y financiero del mundo– fue el aumento excepcional del ahorro mundial; y su mayor consecuencia fue el boom de crédito en los países avanzados, ante todo EE.UU., que resultó la causa inmediata de la caída de Lehman Brothers, que desencadenó la crisis financiera internacional, y se convirtió en el nuevo punto de partida de la historia del mundo.

Este fenómeno central se reveló en los países avanzados a través de la caída vertical de las tasas de interés reales, que se derrumbaron a 0% casi de inmediato, mientras que las tasas activas alcanzaron un piso semejante en los siguientes 6 meses, nivel que mantuvieron en los siguientes 6 años.

De inmediato, el gasto público aumentó muy por encima del ahorro del sector, como forma de prevenir una situación de depresión generalizada en el mundo avanzado.

Las tres grandes transformaciones de la economía mundial que provocaron la crisis son las siguientes: la conversión del capitalismo en un sistema mundial unificado a partir del colapso de la Unión Soviética (1991), cuya consecuencia fue la desregulación generalizada del proceso económico y ante todo del sistema financiero; luego, la aceleración de la revolución tecnológica de la información, que intensificó la integración del sistema; por último, y como parte principal de lo anterior, la emergencia de China/Asia al primer plano de la economía internacional.

Esto implicó un cambio fundamental en el balance mundial entre el ahorro y la inversión, con la República Popular convirtiéndose en la primera exportadora global de capitales a partir de 2001.

Este fue el elemento que desencadenó la fenomenal caída de las tasas de interés reales; y que provocó, en el punto de crisis de septiembre de 2008 (caída de Lehman Brothers), el colapso de la demanda de ahorro en los países avanzados.

El superávit de cuenta corriente de China y el déficit de cuenta corriente de EE.UU. –ambos de carácter simétrico– crecieron cinco veces con relación al producto mundial entre 1996 y 2006. El primero ascendía a US$232.000 millones (11% del PBI) en 2006, y el segundo a -6% del producto (US$800.000 millones).

La salida de la crisis –lo que se denomina “solución” en términos individualistas y voluntarios– tiene las mismas características e igual naturaleza que la crisis que le dio origen.

Ha sido una crisis global, provocada por la integración del sistema, a su vez consecuencia de acontecimientos geopolíticos (caída de la Unión Soviética) e impulsada por la aceleración del cambio tecnológico.

El primero de esos cambios ha sido la completa integración y desregulación del sistema financiero internacional, fenómeno irreversible, tecnológicamente fundado.

Este sistema es un fenomenal creador de crédito, y por lo tanto de riesgo, con una magnitud y celeridad incomparables en términos históricos. Por eso, el sistema financiero global que ha surgido es intrínsecamente inestable, y los intentos de hiperregulación de un país determinado –EE.UU., por ejemplo– crean una falsa certidumbre y provocan futuras crisis, por definición globales.

La regla en el capitalismo es la siguiente: para que la economía crezca a una tasa elevada y sustentable, necesita disponer de un nivel de crédito que aumente a un ritmo sustancialmente mayor que el del PBI nominal. En caso contrario, el riesgo es enfrentarse a una situación de “estancamiento secular”, al menos en los países avanzados.

Lectura recomendada:  La concentración en la economía global es inexorable

Wolf advierte que la única manera de que la regulación financiera adquiera un carácter más global es que el sistema financiero internacional crezca mucho menos; y esto es imposible tecnológicamente.

De ahí que el intento de segmentar el sistema financiero internacional en diversas estructuras nacionales o regionales no sea una opción, sino una imposibilidad material de raíz tecnológica. Sostener que la segmentación financiera es una opción tiene el mismo significado que afirmar que la globalización es “una ideología entre otras”.

La cuestión es admitir que el sistema financiero global es inestable por naturaleza, dotado de una tendencia endógena a las crisis periódicas; y que la posibilidad de establecer un sistema global de supervisión que limite el número e intensidad de las crisis depende del surgimiento de una autoridad política mundial.

Esta necesidad surge en el momento en que el sistema mundial experimenta una transición histórica fundamental, entre una estructura de poder que queda atrás –hegemonía unipolar de EE.UU.– y un nuevo sistema de poder con actores y protagonistas del mundo emergente, China en primer lugar.

La idea de que el sistema tiende al equilibrio y que las crisis son episodios exógenos, previsibles y “solucionables”, tiene un carácter notoriamente ideológico.

El cambio del sistema mundial provocado por la crisis de 2008 ha modificado al mundo en una triple dimensión: ante todo, en la realidad del funcionamiento de la economía mundial; luego, en lo que se piensa sobre el mismo; y por último, en la línea de acción a desarrollar (estrategia de crecimiento económico).

Respecto a lo primero, hay que advertir que los países avanzados, con excepción de EE.UU. en los últimos dos trimestres, crecen ahora por debajo de su potencial.

En cambio, los países emergentes, encabezados por China, se expanden después de 2008 sobre la base de su demanda doméstica, pero no pueden repetir, en las condiciones del mundo actual, la estrategia de desarrollo económico que ejecutaron previamente sobre la base del aumento incesante de las exportaciones manufactureras.

Lo fundamental de la crisis financiera internacional 2007/2008 es que ha provocado el traslado del eje del proceso de acumulación global de los países avanzados a los emergentes.

Así, entre 2007 y 2012, el PBI de los países avanzados aumentó 2,4% en términos reales (EE.UU., 2,9%; Eurozona, -1,3%), mientras que los emergentes crecieron 31% y China 56%; y por eso la República Popular se ha convertido en la primera economía del mundo (PBI chino 2014: US$17,039 billones/PPP).

Lo esencial, dice Martin Wolf, es cambiar la forma de pensar frente a un mundo que se ha modificado irreversiblemente, lo que significa que las categorías “nacionales” han quedado atrás y también los paradigmas “occidentalistas”, basados en la primacía de EE.UU.

La clave de la nueva época histórica es que se ha ingresado en un tiempo dominado por la instantaneidad, en la que el futuro se ha tornado presente.

Fuente: Clarín, 16/11/14.

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