El mundo emergente crece en otra dirección

agosto 4, 2013 · Imprimir este artículo

El mundo emergente crece en otra dirección
Por Jorge Castro

La desaceleración de los países emergentes es un hecho. China creció 14,2% en 2007, y se expandiría 7,8% este año. India, 10,1% en 2007, y 5,6% en 2013; y Brasil, tras crecer 7,8% hace 5 años, ahora lo hace a una tasa de 2% anual o menos. La importancia global de este fenómeno se advierte al comprobar que entre 1992 y 2012, la economía mundial se duplicó y 3/4 partes de su crecimiento fue obra de los países emergentes.

El mundo emergente no solo se está desacelerando. Algo más importante está ocurriendo, y es que la naturaleza de su crecimiento se está modificando en sus raíces.

En China -eje del sistema emergente-  la convergencia estructural (aumento de la productividad por encima de los niveles norteamericanos), que caracterizó su expansión en los últimos 33 años, ha culminado; y ahora se ve obligada a pasar, a través de un proceso históricamente comprimido en los próximos 5/10 años, de la convergencia (catch up) a la innovación. Su punto de referencia ya no es el promedio de productividad de la economía norteamericana, sino la explosión de creatividad de Silicon Valley.

El capitalismo es un proceso de desarrollo combinado y desigual, donde lo decisivo es lo que sucede con su segmento más avanzado (ahora, el vínculo EE.UU.-China). Por eso, EE.UU., y sobre todo su vanguardia científica y tecnológica,  se convierte en el espejo que revela el futuro del mundo (en productividad e innovación), y en especial el de los países emergentes, sobre todo China.

La globalización, en un sentido espacial, comenzó en 1991, cuando el colapso de la Unión Soviética y la unificación del sistema duplicó la fuerza de trabajo del mercado mundial (pasó de 1.500 millones de trabajadores a 3.000 millones en 5 años). Esto ocurrió en el momento en el que las empresas transnacionales (ETN’s), convertidas en firmas globales por la revolución tecnológica, pudieron aprovechar de inmediato y en gran escala -a través de la inversión directa/IED- las enormes cantidades de fuerza de trabajo prácticamente sin costo que hasta ese momento habían permanecido ajenas a la demanda capitalista.

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El catch up de los países emergentes, sobre todo en China,  es obra directa de la inversión de las ETN’s, que desató un proceso de incremento de la productividad, en especial en el sector exportador, de nivel global y no meramente doméstico. La clave de la IED en China, sobre todo a partir de 2001 (ingreso en la OMC) es su condición “vertical”, que integra su economía a las cadenas globales de producción, responsables de 2/3 del comercio internacional.

La presencia de la IED en China se puede resumir en los siguientes términos: representa 28% del PBI industrial y 60% de sus exportaciones, que trepan a 70%/80%/90% del total, a medida que aumentan en la escala del valor agregado y la complejidad tecnológica; y más de 80% de la IED se ha dirigido a la industria manufacturera, y un porcentaje superior es de tipo “vertical”.

El eje de la globalización es el sistema integrado transnacional de producción, constituido por 88.000 firmas globales (42% norteamericanas/20% europeas). Frente a este fenómeno central de la época, el mérito histórico de los países emergentes, y en primer lugar el de China, ha consistido en abrir sus mercados y su fuerza de trabajo a la inversión de las empresas transnacionales.

¿Qué viene después del catch up?

La necesidad de innovar; y esto en China significa dar un salto cualitativo en su relación con EE.UU., a través de la drástica reforma del sistema financiero (convertibilidad del renminbi); y como en el capitalismo todo cambio estructural se manifiesta en términos espaciales, llegar a un acuerdo de integración con la potencia norteamericana en la región Asia-Pacífico. La globalización es la integración mundial del capitalismo, y la desaceleración de los países emergentes es una fase decisiva de este proceso de convergencia y unidad del sistema.

Fuente: Clarín, 04/08/13.

Jorge Castro

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