El triunfo de Merkel profundiza los cambios

septiembre 29, 2013 · Imprimir este artículo

El triunfo de Merkel profundiza los cambios
Por Jorge Castro

El triunfo de Angela Merkel y de la coalición social-cristiana (UDC/USC) consolida el proceso de reestructuración de los países europeos, con epicentro en España e Italia; y abre una nueva etapa de reformas e integración al sistema mundial, vinculada a uno de los acontecimientos más decisivos de la segunda década del siglo XXI, que es el Tratado de libre comercio que negocian desde julio Europa y EE.UU., a concluir en un plazo máximo de 24 meses. En los últimos tres años se han incorporado a la fuerza de trabajo alemana más de 600.000 trabajadores de Europa Oriental; y son 150.000 los profesionales y técnicos provenientes de la Eurozona en crisis que se desempeñan en la República Federal.

La industria automotriz alemana – la primera del mundo por su capacidad exportadora- se ha volcado a la innovación y la alta tecnología, encabezando la producción de vehículos eléctricos y modelos híbridos, con la expectativa de devenir en líder mundial de la movilidad eléctrica en los próximos tres años.

El cálculo es que 3 de cada 10 automotores vendidos en los próximos 10 años serán eléctricos o híbridos, y esa proporción se duplicará en la siguiente década. Esta previsión vale no sólo para Europa, sino también en Asia, donde las firmas alemanas despliegan ya la mayor parte de su producción (Volkswagen vende en China el doble de vehículos que en Alemania).

Las automotrices son la avanzada de la transformación que experimenta la industria manufacturera alemana. Ésta encabeza -con la de EE.UU.- la “nueva revolución industrial”, la cuarta en la historia del capitalismo. Se caracteriza por convertir la producción especializada de partes y componentes (incluyendo motores) en nichos específicos de alcance mundial, que se integran en cadenas globales de ensamblaje virtual. En ellas, la fragmentación extrema de la producción se funde con un proceso igualmente intensivo, pero de signo inverso, de integración.

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A través de la “nueva revolución industrial”, Alemania ratifica su condición de mayor potencia exportadora del mundo avanzado, por encima de EE.UU., sobre todo en bienes y equipos de capital. Lo previsible es que sus ventas externas aumenten 80% en los próximos 10 años y que el PBI industrial se eleve 18 puntos (50% del PBI en 2012/ 68% en 2025). Correlativamente, el superávit de cuenta corriente – el primero del mundo – se expandiría 30%, hasta alcanzar, quizás, US$ 325.000 millones (246.000 millones de euros).

El fenómeno alemán no es cultural, ni resultado de disponer de un código genético especialmente dotado para la actividad manufacturera.

Responde al cambio de las condiciones mundiales (traslado del eje del proceso de acumulación a China/Asia), sumado a las drásticas reformas realizadas por el socialdemócrata Gerhard Schröder (1998-2005), en especial a partir de 2003.

Alemania amplió en US$ 18.000 millones el gasto público en investigación y desarrollo (I&D) científico y tecnológico, hasta alcanzar 2,8% del PBI. Esto ocurrió mientras se profundizaba el ajuste fiscal, con un recorte de US$ 88.000 millones, realizado a contracorriente del aumento del producto (2,8% anual) y el desplome de la desocupación (5,8%), que hace que hoy, virtualmente, haya pleno empleo.

La Eurozona en crisis muestra una disminución a la mitad del déficit fiscal y una reducción de 30%/40% en los costos laborales (ante todo en España); y su competitividad/ productividad converge con los valores alemanes. Probablemente como consecuencia de lo anterior, la recesión en la Zona Euro cesó en el segundo trimestre de 2013.

“No hay nada particular fuera de lo general” en el capitalismo globalizado; y hoy lo general está fuera de Europa. Son las reglas de productividad que imponen las industrias ultra-competitivas de China y EE.UU. Sumadas, ellas constituyen el momento de la verdad en el crecimiento económico del siglo XXI.

Fuente: Clarín, 29/09/13.

Jorge Castro

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