En Argentina no faltan dólares, sobran malas políticas.

febrero 3, 2014 · Imprimir este artículo

Causas
Por Enrique Szewach

Hace unas semanas se había instalado la idea de que, por razones climáticas, podrían faltar tomates. Los productores aseguraron que, dados los stocks, y las previsiones sobre el estado del tiempo, la oferta de tomates sería normal.

Pero imaginemos, por un instante, que no hubiera habido stocks acumulados, que hubiera habido una sequía, y que, por lo que se tarda en armar la cadena logística para importar, por unos días, no hubiera habido tomates. En ese caso, cualquiera fuera el precio que alguien estuviera dispuesto a pagar, no hubiera conseguido tomates.

Se dice que, en la Argentina, faltan dólares. Sin embargo, también se dice que, desde hace años, los argentinos venimos cambiando pesos por dólares, es decir que hay stock acumulado de dólares, y que, además, exportamos más de lo importamos, de manera que no hay «sequía».

En este caso, al contrario del ejemplo de los tomates, si faltan dólares no es un problema «tecnológico» es, simplemente, un problema de precio.

A este precio los que tienen dólares ahorrados, o los que tienen bienes que pueden transformarse en dólares, no los quieren ofrecer.

Y este es el problema de hoy. «A este precio» la demanda de dólares supera la oferta.

Para el gobierno, esto es producto de la «avaricia» de los productores agrícolas y de los medios de comunicación y los analistas que crean una «psicosis» de demanda de dólares.

Sin embargo, el gobierno confunde, o quiere confundir, causas, con efectos.

Veamos. Durante los últimos años, la política cambiaria fue utilizada para moderar la inflación, derivada de un gasto público creciente financiado con emisión y una política de ingresos incompatible con la productividad media de la Argentina.

El precio del dólar evolucionaba por debajo de la tasa de inflación, y la tasa de interés en pesos, también evolucionaba por debajo de la tasa de inflación.

Por lo tanto, fue el propio gobierno, con su política, que incentivó la demanda de dólares, emitiendo pesos que perdían valor al ritmo del 25% anual.

En ese contexto, el gobierno decidió, en lugar de modificar el precio, racionar la cantidad.

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Terminando así, con veinte años de libre convertibilidad.

Al racionar,arbitrariamente un producto demandado, surgió el mercado informal.

Además, al suspender la libre convertibilidad entre pesos y dólares, se frenó el ingreso de dólares financieros, o para inversión, por la eventual imposibilidad de obtenerlos luego, para cancelar el préstamo o remitir utilidades.

Es decir, el cepo (que nunca existió), no redujo la demanda, pero sí redujo la oferta.

El resultado fue la creciente pérdida de reservas del Banco Central, dado el desequilibrio entre pesos emitidos, inflación, tasa de interés y precio del dólar.

En otras palabras, lo que se arreglaba, en su momento, con una devaluación moderada, un ajuste moderado del gasto público, para emitir menos, tasa de interés positiva, y, hay que decirlo, una recesión, también leve, al estilo del 2009, se agravó, por la decisión de «pesificar de prepo» y usar a la AFIP y a la Secretaría de Comercio, como sustitutos del Banco Central.

Lo que hemos visto, desde el cambio de gabinete, no ha sido un ataque conspirativo de especuladores y avaros.

Hemos asistido a la materialización de un fracaso del gobierno, en su intento por no reconocer el nuevo precio del dólar. (Toda devaluación es el reconocimiento de un fracaso).

Ahora, ha instrumentado el «dólar de convergencia» (Perdón ¿Convergencia a qué?), y ha permitido un ajuste todavía moderado de la tasa de interés y, simultáneamente, aflojó mínimamente, el racionamiento de dólares para operaciones pequeñas.

Pero sigue sin ajuste fiscal, y sigue usando a la Secretaría de Comercio y a la AFIP, como sustituto (ahora parcial), del Banco Central.

Es decir armó una «poción mágica» agregando a su mala política una dosis homeopática de buena política.

Por lo tanto, el problema continúa, dado que contra esa poción, el precio y, sobre todo, el temor a que el racionamiento vuelva, no calma expectativas.

La causa es el fracaso de la mala politica y la consecuencia es la «avaricia» la «especulación» y la «dolarización».

Mientras esto no se entienda, y este sea el «programa», lo más probable, aunque se calmen las reservas por un tiempo, es que sigamos en un escenario de alta inflación y ahora, con una caída mayor del nivel de actividad.

Recuerden no faltan dólares, sobran malas políticas.

Fuente: Perfil, 02/02/14.

Enrique Szewach

Enrique Szewach

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