¿Nivelar hacia arriba o hacia abajo?
octubre 3, 2016
Moral
Por Enrique Szewach.
La incapacidad manifiesta de una parte de la sociedad argentina, para asociar causas con efectos, se ha presentado, nuevamente, en torno a la difusión de la tasa de pobreza de la Argentina por parte del INDEC.
Está claro que estamos ante un “escándalo moral”. Lo que no está claro para los “escandalizados” es que gran parte de ese escándalo se explica por las políticas que han votado, instrumentado y siguen defendiendo.
Me explico.
Primero una perogrullada. La metodología que utiliza el INDEC para la medición de pobreza compara los ingresos de las familias en los estratos más bajos de la distribución con el costo de una canasta de consumo.
En la medida que la evolución del costo de dicha canasta supera la evolución de los ingresos, una familia pasa a ser pobre, por no poder acceder a los bienes y servicios de dicha canasta.
Por lo tanto, en alta inflación, si los ingresos de los “pobres” no se indexan al ritmo de “su” canasta, la pobreza aumenta.
Muchos diputados y senadores y ex funcionarios “escandalizados” han votado y defendido presupuestos deficitarios financiados por el Banco Central (inflación).
Es decir, los mismos que votaron el “impuesto inflacionario” que perjudicó a los pobres, en estas décadas, se sorprenden por al aumento de la pobreza.
En segundo lugar, la Argentina tiene una estructura impositiva nacional y provincial en dónde predominan los impuestos indirectos al consumo.
Como del lado del gasto existen subsidios a los precios de los servicios públicos que reciben la clase media y alta, (energía y transporte aéreo, son los más importantes), además del impuesto inflacionario, los pobres pagan impuestos al consumo para subsidiar a dichos sectores.
Y los sindicatos, en lugar de bregar por una baja de los impuestos indirectos que pagan los pobres en los precios, o de los impuestos al trabajo que condenan a los pobres de baja productividad a la informalidad, piden una reducción del impuesto a las ganancias.
El reciente intento del gobierno nacional por avanzar más rápido en la disminución de esta inequidad, acelerando la baja de subsidios a los ricos, ha chocado con la resistencia de varios sectores, incluyendo el fallo de la Corte Suprema de Justicia.
¿Puede la misma persona que se opuso a un ritmo más acelerado de aumentos tarifarios, es decir que se opuso a terminar más rápido con un régimen en que los pobres subsidian a los ricos, considerar un “escándalo moral” a la tasa de pobreza en la Argentina, sin ser acusado de hipócrita?
Déjenme pasar ahora a temas un poco más técnicos.
Desde el año 2000, el precio mundial de los alimentos, según el Índice que elabora la FAO, casi se duplicó. (Pasando por momentos en que el aumento fue mucho mayor).
La Argentina, como productor y exportador de alimentos se ha beneficiado de este “shock externo positivo”.
Sin embargo, esta suba de los precios de los alimentos afecta los precios internos y, por lo tanto, el consumo de los pobres, intensivo en alimentos.
En otros países de la región estos shocks se han suavizado de dos maneras, una con políticas que alentaron un aumento de la oferta interna de estos bienes y, desde el punto de vista macro, instrumentando políticas de metas de inflación y flotación cambiaria, de manera de adoptar una moneda que fluctúa al ritmo del ciclo comercial.
Es decir que, para ejemplificar, cuando los precios internacionales de las exportaciones suben, aumenta la oferta de dólares en la economía, y el tipo de cambio flotante baja, moderando el costo inflacionario interno de dicho aumento.
Eso pasó en Brasil o en Uruguay o en Chile, exportadores agroindustriales y de commodities, como nosotros, que, pese a recibir el mismo shock externo favorable, no tuvieron el impacto inflacionario de la magnitud que tuvimos nosotros.
En la Argentina, en cambio, nuestra política se dedicó a desalentar la oferta, prohibiendo exportaciones, con impuestos (retenciones), introduciendo controles de precios y “precios cuidados”.
Dos muestras, la carne y el trigo. En el caso de la carne, el mundo demanda lomo y la demanda local asado. Como las vacas “producen”, simultáneamente, lomos y asados, una buena idea, como la que instrumentó el Uruguay, o el Paraguay, es permitir que el aumento de la demanda internacional funcione a pleno alentando la oferta local.
Se producen más lomos para exportar y más asado para el consumo interno. El lomo es caro, y el asado es barato.
La Argentina, al prohibir la exportación de lomo, dejó de producir lomo y asado. El lomo es caro, el asado también.
Lo mismo sucedió con el trigo, se pusieron tantas trabas a su producción y exportación, alentando la producción de otros cultivos no alcanzados por el consumo interno que, al final del día, se terminó importando trigo y con alimentos caros.
Otra vez, los mismos que alentaron y aplaudieron estas políticas ahora se “escandalizan”.
Respecto de la política cambiaria, dado que la Argentina destruyó, vía inflación y expropiaciones varias, su moneda y su sistema financiero, el déficit fiscal necesita ser financiado o bien con inflación (reitero, impuesto a los pobres) o bien con endeudamiento externo.
Pero aun cuando se recurra al endeudamiento externo para bajar el impuesto a los pobres, ello implica, si se adopta un régimen de metas de inflación y tipo de cambio flotante, que el tipo de cambio no flota con el ciclo comercial, como en el resto de los países que adoptaron este esquema, si no que flota con las necesidades financieras del Estado.
Por lo tanto, el instrumento “tipo de cambio flotante” para suavizar shocks externos de precios de los commodities, no puede ser plenamente utilizado.
Esto impide que la flotación del tipo de cambio, compense en el corto plazo, desajustes de productividad, afectando el empleo en los sectores productores de exportaciones o competitivos de importaciones. Y, por lo tanto, afecta, con el menor empleo, indirectamente la pobreza. (De ahí la necesidad, simultánea, de alentar el crecimiento del mercado de capitales interno con tasas de interés positivas para los ahorristas y de reducir el déficit fiscal, para independizar la “flotación” del financiamiento al gobierno).
Otra vez, los escandalizados, son los mismos a los que les parece bien cerrar la economía “para no pagar los precios internacionales” desalentando la oferta, o protestan contra el “ajuste fiscal” o consideran “inconveniente” la tasa de interés positiva para desarrollar el mercado de capitales.
Para “disimular” estas barbaridades de política económica, los escandalizados recurren al asistencialismo sin estímulo a la educación y a la capacitación, de manera de mantener “cautivo” su negocio político con los pobres. Y discursean con lugares comunes y vacíos.
Está claro que todo lo comentado desde la economía, requiere un complemento fuerte desde la educación y desde políticas sociales focalizadas y bien diseñadas y mejor aplicadas.
Pero lo que tiene que quedar claro es que el objetivo de “pobreza cero” que persigue el gobierno del Presidente Macri, implica abandonar la visión tradicional del combate a la pobreza y reemplazarlo por políticas a favor de la creación de riqueza.
Desde la macro esto es desinflación, convergencia al déficit cero. Desarrollo del mercado de capitales local. Aliento a la oferta de bienes. Reforma impositiva y del gasto público, eliminando los subsidios a los ricos, replanteando el asistencialismo y con obras públicas que complementen la inversión privada, con mejoras de productividad.
La mejor manera de combatir la pobreza es con crecimiento económico sustentable.
Es hora de dejar de “escandalizarse” y ayudar al gobierno a trabajar en este sentido.
Fuente: Ámbito Financiero, 03/10/16.
Más información: www.szewachnomics.com.ar
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Las Tarifas en Argentina
agosto 22, 2016
Tarifas
Por Enrique Szewach.
La discusión en torno a la reducción de subsidios a los precios de los servicios públicos de provisión de energía eléctrica y gas que pagan los consumidores argentinos, su judicialización y, en paralelo, las acciones legales contra protagonistas de la administración kirchnerista por actos de supuesto enriquecimiento ilícito, han puesto de manifiesto la fuerte correlación entre populismo, corrupción y descalabro energético y macroeconómico que ha caracterizado al período 2003-2015.
Repasemos. El populismo económico pone énfasis en la “distribución” de fondos hacia una mayoría de votantes. Pero distribución mal hecha y en contra del progreso nos ha llevado a duplicar el porcentaje de pobres, más o menos cada 15 años.
Exacerbando esa tradición populista, y aprovechando la herencia y el contexto internacional, el populismo kirchnerista decidió subsidiar fuertemente el consumo, manteniendo precios artificiales para un conjunto de bienes y servicios.
En principio, se pretendió que esos precios artificiales se construyeran con subsidios de los productores a los consumidores. Mecanismo que se vio claro en el caso de los alimentos, con prohibiciones de exportar, cuotas, impuestos a la exportación, y lo mismo en el caso del petróleo y el gas. Pero la “falla” de este mecanismo surgió ante la capacidad de los productores de eludir esta carga.
En el caso de los alimentos, sustituyendo producción de carne, o trigo, por la producción de soja (con impuestos altos, pero sin restricciones a la exportación, en un contexto de elevados precios internacionales y tipo de cambio alto). En el petróleo y el gas, con el freno a la inversión en exploración y producción local, por parte de los productores globales.
En el caso de la energía, un esquema de precios artificialmente bajos, en un contexto de desaliento de la oferta, generó despilfarro en la demanda y la necesidad de importar el faltante de oferta. Allí apareció el “negocio”.
Ya que había que importar petróleo y gas, por qué no hacer lo mismo que con la obra pública. Importaciones manejadas desde el Estado, acuerdos con el hermano bolivariano, para “trueque” de petróleo por productos locales, con sobreprecios, comisiones, triangulaciones, etc. Y en el gas, con contratos poco transparentes. (El presunto intento de sumar en el negocio del “trueque” a Irán, cambiando petróleo, por impunidad o material nuclear triangulado, es algo que tendrá que investigar la justicia, en serio).
Pero la brecha entre costos de producción y precios subsidiados fue creciendo de la mano del incremento del precio de la energía en el mundo, y de la mano del aumento de los costos internos (la fiesta de la típica asociación entre empresarios y sindicalistas, cuando paga un tercero) y entonces también crecieron los subsidios en pesos pagados por el presupuesto nacional, para cubrir dicha brecha. Subsidios que pasaron del 0,5% del PBI en el 2005/6 al 5% del PBI en el 2014/15.
Pero esta historia populista estaría incompleta, sin sumar la estatización parcial de YPF, a manos de un grupo “experto en regulaciones locales” del que ahora nadie habla, quién para pagar su parte, en complicidad con las autoridades argentinas, vació a YPF, distribuyendo dividendos.
Pero la ambición K., como ahora empieza a trascender en las obscenas escenas televisivas que se difundieron estos meses, no tenía límite. Y surgió entonces el proyecto Vaca Muerta. Lo que llevó a la estatización completa de YPF y también a poco transparentes acuerdos con inversores extranjeros.
Pero el paradójico giro de la historia “nos salvó”.
Las “Vaca Muerta” de Estados Unidos y la guerra dentro del mundo árabe, desplomaron los precios del petróleo y postergaron las fantasías locales en torno al boom de la producción no convencional de petróleo y gas.
Imaginemos, sólo por un momento, qué hubiera pasado con el populismo vernáculo si, en lugar de entrar en bancarrota por falta de dólares, hubiera tenido la “lluvia de inversiones petroleras” que calculaban muchos economistas locales.
Sin los dólares de Vaca Muerta, y sin haber salido del default, la alternativa para “durar” fueron el cepo, el swap chino, el compañero Puttin, y la maquinita del Banco Central.
La pintura ahora está completa.
Subsidios para alentar la demanda y desaliento de la oferta, llevaron al descalabro fiscal y de las cuentas externas. La “solución importadora” se sumó a la corrupción por la obra pública, en este caso con socios extranjeros. Y el “número del billete de lotería de Vaca Muerta” que iba a proveer los dólares necesarios para continuar la fiesta populista de “Cristina eterna”, afortunadamente no salió. Precios artificiales, déficit fiscal, déficit comercial, cepo, inflación, estancamiento.
Revertir el estancamiento, implica un giro de 180 grados en la política económica arriba definida. No hay medias tintas en eso. Siempre protegiendo, inteligentemente, a los sectores más vulnerables.
El gradualismo puede ser instrumental, pero no conceptual. El discurso oportunista e hipócrita de algunos políticos esconde la trampa de evitar el cambio y alentar el fracaso.
El proyecto de una Argentina democrática, moderna, progresista en serio, no populista, con igualdad de oportunidades y en dónde la “movilidad social ascendente” sea para muchos y no para ladrones amigos del poder es un proyecto colectivo.
Sólo será posible si los liderazgos políticos y empresarios y la justicia cumplen adecuadamente su papel, en el cambio que se requiere.
Este “retroceso parcial” en el tema tarifario, tiene que servir para tomar impulso e insistir, como corresponde, en abandonar definitivamente el populismo decadente.
Fuente: El Cronista, 22/08/16.
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El regreso de Argentina al mundo
abril 20, 2016
Vueltas
Por Enrique Szewach.
“La Argentina está de vuelta” fue la frase más escuchada en las reuniones del BID y del FMI en Bahamas y Washington respectivamente.
El entusiasmo y hasta la admiración que despierta la Argentina en el escenario de los organismos financieros multilaterales y en el mercado de capitales se verificó, en dichas reuniones desde dos planos, el absoluto, por lo demostrado en los primeros meses de gestión del Presidente Macri y su equipo de gobierno. Y el relativo, por el fuerte contraste entre la gestión anterior y su particular “estilo” y la gestión actual, caracterizada por gente “normal” y altamente profesional.
Lo logrado en materia de reinserción financiera internacional no es menor.
Es cierto que dejar atrás en forma definitiva el default permitirá que se restablezcan líneas de crédito tanto para el sector público, como para el sector privado argentino, en volúmenes y tasas razonables.
Pero no es menos cierto que recuperar la extraordinaria demanda de instrumentos de deuda argentinos nos obliga a una gran responsabilidad para, paradójicamente, “no estar de vuelta”, es decir para no repetir el pasado, sino para crear un nuevo futuro.
No es la primera vez que la Argentina recibe el beneplácito de la comunidad financiera internacional. Y no es la primera vez, que esa misma comunidad termina equivocándose con nosotros.
Por lo tanto, que la Argentina esté de vuelta en los mercados de crédito es una potencial gran noticia.
Transformar dicho potencial en una verdadera buena noticia nos obliga a un cambio fundamental en la relación capital trabajo.
La Argentina, por definición y decisión política, y por contexto social, es un país de costos laborales altos. Hay algún espacio para reducirlos, pero no demasiado.
En el mundo global, o se compite con costos laborales bajos, o se compite con gran oferta de capital a bajo costo, o se compite compensando los costos elevados del trabajo, con una gran productividad y con innovación y creatividad.
O combinando, salarios altos, bajos costos de capital y fuertes incrementos de productividad.
Sólo un trabajador altamente productivo, asociado a mucho capital, puede conseguir ingresos elevados de manera constante y acceso al crédito de largo plazo.
Lejos de ese contexto, el gobierno anterior se dedicó a espantar a la inversión, con un marco de precios artificiales, mientras se creaba un bienestar ficticio con una fiesta de consumo y gasto público insostenibles.
El final ha sido de libro de texto.
Estancamiento, bienes públicos de pésima calidad. Infraestructura destruida. Más de 30% de pobreza.
Por lo tanto, el objetivo de pobreza cero de la administración Macri requiere que la Argentina pase a ser un país en dónde competitividad no sea sinónimo exclusivo de “devaluación” y en dónde productividad, innovación, y eficiencia, sean mucho más que palabras políticamente correctas.
Para ello, gran parte de los fondos que llegarán de aquí en más a la Argentina, sea en forma de préstamos, sea en forma de repatriación de capitales, sea en forma de inversión extranjera directa, tienen que ser destinados a financiar inversión.
Pero conseguir la inversión requerida obliga a recomponer precios relativos, y pagar los costos de corto plazo que ello implica.
Moderando dichos costos para los sectores más vulnerables.
La Argentina necesita, además, que podamos pasar de un Estado mal empleador, peor pagador, y una cueva de corrupción en la obra pública, a un Estado que logre una sana administración y que protagonice una nueva relación público privada para la inversión en infraestructura necesaria.
La reinserción financiera, y las señales correctas de precios relativos, permiten que el crecimiento económico que vendrá, luego de esta etapa de transición, haga más fácil la tarea de introducir una reforma tributaria que recaude sin distorsiones insostenibles para la producción y redefinir el gasto público para tener un “buen Estado”.
Pero hacer la tarea más fácil, no significa no hacerla. Por el contrario, el gran desafío es tener éxito, en dónde hasta ahora, todos fracasaron.
Recordemos que detrás de nuestras crisis, estuvo siempre la incapacidad manifiesta de la sociedad argentina de construir un Estado moderno eficiente e inclusivo.
La otra tarea no menor es pasar de un sector privado de baja productividad, poco competitivo, acostumbrado a lidiar con funcionarios y no con clientes, cerrado a los mercados del mundo, a un sector privado de alta productividad, dispuesto a mostrar que es capaz de enfrentar los desafíos globales, menos dependiente de los favores de los funcionarios y más necesitado de los favores de los consumidores.
Está claro que estas dos transformaciones interactúan entre sí y se necesitan mutuamente.
Está claro también que la responsabilidad de dejar atrás el populismo destructivo de décadas, es de la clase dirigente.
Son las elites las que han fracasado en la Argentina del pasado, no “el pueblo”.
Y son las elites las que tenemos, ahora, la obligación de lograr que la Argentina de dentro de unos años “no esté de vuelta”.
Que sea, en cambio, una Argentina republicana, democrática, inclusiva, y próspera.
Fuente: El Cronista, 20/04/16.
Se acabó el cepo
diciembre 22, 2015
Cepo
Por Enrique Szewach.
Aunque el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner finalizó oficialmente el 9 de diciembre pasado a las 12 de la noche, es decir, 12 horas antes de lo previsto. (Otro gobierno que termina antes de tiempo que en la Argentina, y este no era radical). En materia de economía, finalizó en la semana que acaba de pasar.
En efecto, el restablecimiento del mercado único y libre de cambios y el levantamiento del cepo es el resultado del desastre de política económica de los últimos cuatro años y no el corolario de la política económica de los primeros cuatro días del nuevo gobierno.
En otras palabras, las restricciones cambiarias establecidas a lo largo de estos años para poder emitir sin control, vaciar el Banco Central y quebrar las finanzas públicas, para financiar la fiesta populista y la fallida aventura del “vamos por todo”, sólo podía terminar de esta manera.
Haciendo un poco de economía ficción, un gobierno de Scioli, sólo hubiera estirado la agonía, usando las últimas reservas que quedaban en el Banco Central, o expropiando los dólares de los particulares depositados en los bancos, y los stocks de soja acumulados en los silo bolsas. Pero una vez agotados los stocks, y dado que no se hubieran generado nuevos flujos de dólares bajo esas condiciones de tipo de cambio atrasado, y restricciones y expropiaciones varias, no hubieran tenido más remedio que sincerar el precio del dólar llevándolo al precio del dólar informal (que hubiera sido mucho mayor como pasa hoy en Venezuela) y liberando el mercado de cambios para que la economía volviera a funcionar.
Es decir, lo que hizo el gobierno de Macri, voluntariamente, esta semana, era lo que, de todas maneras, hubiera tenido que hacer por la fuerza de las circunstancias un eventual gobierno de Scioli, más tarde o más temprano.
El levantamiento del cepo y el sinceramiento del valor del dólar es, entonces, la natural consecuencia de la instauración del cepo y del intento de hacer política antiinflacionaria para dar idea de bienestar, con un tipo de cambio artificial, que se hizo más artificial aún, en el contexto de un escenario internacional de dólar fuerte, Real débil, Brasil recesivo, y precio de nuestras exportaciones en baja.
Entiendo que muchos argumentarán que lo mío es contrafáctico, pero nadie explicó, como se podía volver a crecer manteniendo el cepo y el atraso cambiario. A menos que “bajar los costos de logística” de Scioli haya sido una explicación.
Si en la semana que pasó terminó, en términos económicos, el gobierno de Cristina, ahora hace falta que empiece el gobierno de Mauricio.
La política cambiaria y la desregulación de la tasa de interés en pesos, es un buen punto de partida.
Pero después de apagar los incendios de fin de año, el gabinete económico deberá abocarse a rearmar la política fiscal para reducir el déficit y poder, entonces sí, tener un Banco Central autónomo, con capacidad de hacer política monetaria que, gradualmente, vaya reduciendo la tasa de inflación, el verdadero problema.
Para ello, dado el nivel de la presión impositiva, hay que reducir el aumento del gasto. El principal candidato, y no sólo por razones fiscales, como explicó el Ministro de Energía, son los subsidios a la energía que reciben sectores que no los necesitan. Ahora que sabemos en qué entorno se mueve el nuevo tipo de cambio, se puede determinar los nuevos costos de producción de energía. Hay que recordar que los precios de los combustibles en la Argentina están dolarizados.
Conocidos los costos de producir o importar combustibles, la materia prima de la electricidad, al nuevo tipo de cambio, se puede determinar cuántos de esos costos pagarán los consumidores directamente, y cuánto pagarán a través del gasto público. Determinados los nuevos subsidios se puede saber el nuevo déficit fiscal.
Con el nuevo déficit se puede programar cuánto se financia con deuda y cuánto con emisión.
Y con el programa fiscal, el de deuda, el monetario, y el nuevo tipo de cambio, están todos los datos disponibles para encarar una negociación de precios y salarios que “coordine expectativas” de inflación, por un tiempo, hasta que el programa muestre que funciona.
En síntesis, la liberación del cepo y el sinceramiento del tipo de cambio, era la respuesta natural, al desastre heredado. Ahora falta el resto de las respuestas. Ahora empieza el gobierno de Macri.
Fuente: Perfil, 20/12/15.
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El regreso del patrimonio privado argentino
diciembre 14, 2015
Patrimonios
Por Enrique Szewach.
La larga etapa populista que terminó esta semana nació, en materia económica, heredando la destrucción de los patrimonios privados, que significó la brusca salida de la convertibilidad en el 2001/2002.
En efecto, en ese momento, el reconocimiento del verdadero valor del dólar y su descontrol posterior implicó una explosión en el valor en pesos de las deudas en dólares, frente a activos devengados en dólares, pero que no podían realizarse en dicha moneda.
En ese contexto, se vivió la lucha de ahorristas por salvar sus depósitos del incendio y deudores desesperados por el brusco incremento de sus pasivos.
La pesificación asimétrica y la emisión de bonos de largo plazo en dólares, fue una solución que se encontró para un problema, cuya magnitud y complejidad impedía encontrar “la solución”.
Paradójicamente, el sector público resolvió su propio problema patrimonial, declarando el default y luego la quita sobre sus deudas, y conservando sus activos físicos, infraestructura de todo tipo, producto de la sobreinversión previa.
Estábamos, entonces, con una argentina con un Estado patrimonialmente “sano” a costa del default. Y con un sector privado que debía reconstruir su patrimonio.
Afortunadamente, el shock externo de los precios de los commodities y del crecimiento de la región, permitió una recomposición patrimonial del sector privado, en base a flujos positivos de ingresos provenientes de un nuevo mapa rentabilidad..
Del otro lado, el populismo, aprovechó el ciclo positivo para aumentar el gasto público corriente y crear subsidios económicos orientados a favorecer el consumo y en contra de la inversión. Lo que fue descapitalizando la infraestructura del país, deteriorando el patrimonio heredado.
El cambio de ciclo internacional de los últimos años profundizó el problema.
El sector público aceleró su descapitalización, en un vano intento por prolongarle la vida a un modelo agotado, e intentó, además, controlar y financiarse con más presión fiscal sobre la rentabilidad y la formación de loa patrimonios privados.
En respuesta, los patrimonios privados que siguieron creciendo, aunque un ritmo menor, también víctimas del cambio de ciclo internacional y de la política de precios relativos local, se “escaparon” del sistema económico argentino, en diversas formas.
Para hacer el cuento corto, la herencia de este ciclo postpopulista encuentra a un sector público descapitalizado y quebrado (en dónde generalizar el default no es solución, dado que el grueso del déficit público proviene de gasto corriente y no del pago de intereses) y con un sector privado, patrimonialmente sano, pero con gran parte de esa “sanidad” fuera del circuito económico local.
El desafío, mirando hacia adelante es doble.
Por un lado, se trata de recapitalizar al Estado, tanto en materia de infraestructura física, como en materia de activos líquidos para recuperar la capacidad de hacer política económica. (Balance del Banco Central).
Por el otro, para que la economía recupere dinamismo, hay que modificar los precios relativos para devolverle rentabilidad a los sectores productivos, y cambiar el marco institucional para que, al menos parte de los patrimonios, vuelvan al circuito económico local.
Pero recapitalizar al Estado no resulta sencillo cuando se está ante un récord de presión tributaria y cuando parte de la potencial capacidad de endeudamiento del sector público habrá que utilizarla para pagar gasto corriente, de manera de reducir la participación del Banco Central en la financiación del déficit y poder hacer política antiinflacionaria.
Y cuando otra parte del endeudamiento habrá que utilizarla para regularizar la deuda impaga con distintos acreedores.
Sin tanta capacidad de endeudamiento para canalizarla hacia la inversión estatal, adquiere mucha más importancia el papel del sector privado tanto en el desarrollo de sus propias inversiones, como en su participación en la reconstrucción y ampliación de la infraestructura pública.
De allí la necesidad de combinar ortodoxia y heterodoxia, en un programa fiscal, monetario y cambiario y en un acuerdo de precios y salarios que generen rápidamente confianza y expectativas favorables. En ese sentido, el regreso del patrimonio privado salvado de las garras populistas será clave en el éxito de este nuevo ciclo republicano.
Fuente: Perfil, 13/12/15 – www.szewachnomics.com.ar
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Productividad argentina
diciembre 9, 2015
Productividad
Por Enrique Szewach.
El traspaso del poder entre gobernantes del FPV y gobernantes de Cambiemos ha sacado de debajo de la alfombra, lo que el relato estuvo barriendo en los últimos años, tanto a nivel nacional, como provincial.
En efecto, más allá de lo conocido por los economistas profesionales que, con serias dificultades en los últimos años, seguimos los números fiscales, monetarios, de reservas, de deuda, empleo, etc. la población en general, no tenía conocimiento amplio, sobre el hecho que, por ejemplo, la Provincia de Buenos Aires carece de fondos para pagar sueldos y aguinaldos de fin de año a los empleados públicos, o que el Banco Central había sido vaciado por una irresponsable política de emisión presente y compromisos de emisión futura, de pesos, su pasivo, con reservas de divisas, en su activo, mayoritariamente adeudadas a terceros.
O que los bancos oficiales prácticamente habían agotado su límite de préstamos al sector público.
O que los récords nominales de recaudación de la AFIP esconden deudas de reembolsos y reintegros a los exportadores.
O que la ANSES no se financiaba exclusivamente con los aportes vinculados al salario formal de los trabajadores en actividad, sino que, además, necesita de una parte de los impuestos nacionales que no se coparticipan a las provincias, y del producido de otros impuestos.
O que el empleo público está explotando, y no sólo con los típicos pases “a planta permanente” de contratados, al punto que, en ciertos organismos, si todos los que cobran sueldo se presentaran a trabajar, no habría lugar para albergarlos.
O que el precio del transporte público en el AMBA apenas cubre menos del 20% de los costos.
Sólo por nombrar algunos de los temas que saltaron en los diferentes “encuentros de transición” que se produjeron durante la semana que pasó.
O que se explicitaron por medidas tomadas por el gobierno que se va, desde el decreto que extiende la restitución de fondos de la coparticipación, determinada por la Corte Suprema para Santa Fe, Córdoba y San Luis, al resto de las provincias, hasta la profundización de las cuotas y restricciones de venta de divisas al precio oficial por parte del Banco Central.
Pero más allá de estos temas macro, han quedado debajo de la alfombra problemas mucho más estructurales que serán difíciles de solucionar en el corto plazo.
Los más evidentes responden al deterioro de la infraestructura en general, tanto en energía, transporte, u obras públicas de todo tipo.
Los menos evidentes, pero tan o más importantes se vinculan con la cantidad y calidad de la educación, o los problemas de pobreza estructural denunciados por distintos informes no oficiales.
O la escasa inversión neta que se ha producido en los últimos años, tanto pública, de la mano de un gasto público concentrado en populismo. Como privada, de la mano de señales de precios relativos totalmente distorsionadas para el sector privado.
Y toda esta herencia estructural se resume en un solo concepto, la baja productividad que caracteriza a la economía argentina.
Baja productividad que, en épocas de vacas gordas se compensa con precios extraordinarios de lo que poco que le vendemos al mundo, o con endeudamiento.
Y en épocas de viento en contra, primero se posterga el ajuste con déficit e inflación, y luego se termina reconociendo la inflación en el precio del dólar oficial, para restaurar, transitoriamente, la rentabilidad de los productores de bienes, compensando con tipo de cambio esa baja productividad.
Con baja productividad, en un mundo altamente globalizado y competitivo, no se pueden pagar buenos salarios en forma sustentable.
Porque los buenos salarios están siempre ligados a buenas instituciones que favorezcan la incorporación de tecnología, inversión de calidad y buena educación. Con un sector público proveyendo, además, buenos servicios, oferta de energía e infraestructura pública abundante, y ayudando, en general, a la innovación y a la búsqueda y mantenimiento de mercados.
Empleo y riqueza, como contraparte de desempleo y pobreza, exigen una sociedad altamente productiva.
En ese sentido, la peor herencia que dejan tantos años de populismo, exacerbados en esta última gestión, es nuestra cadena de baja productividad actual, como conjunto, más allá de algunos eslabones de calidad global.
De eso no se habla, aunque volvernos una sociedad de alta productividad es nuestro desafío más importante.
Fuente: Perfil, 08/12/15.
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Fin del cepo
noviembre 30, 2015
Fin del cepo y pesificación voluntaria
La discusión en torno al levantamiento de las actuales restricciones a las transacciones en el mercado de cambios giró, en estos días, alrededor de la falta de reservas líquidas en el Banco Central, y al eventual precio que alcanzaría el dólar, ante la reposición de un verdadero mercado único y libre de cambios.
Sin embargo, esa forma de encarar el tema esconde la verdadera razón por la cual hay que levantar el cepo, y las verdaderas dificultades que ese levantamiento implica.
En efecto, debemos recordar que el cepo no fue sólo una manera de administrar las reservas del Banco Central para que “duraran” sin tener que reconocer, en el precio del dólar oficial, el cambio adverso en los precios de las commodities y la suba del dólar en el mundo. Como sí hicieron todos nuestros vecinos que devaluaron sus monedas al ritmo de la caída de sus precios de exportación e hicieron el “ajuste” para que el aumento del dólar no se trasladara a sus precios internos.
El cepo fue, además, el instrumento para emitir pesos irresponsablemente, financiando la campaña electoral por la reelección en 2013 y luego por la “continuidad”.
Sin el cepo, toda esa emisión descontrolada de pesos para financiar los subsidios a los precios de la energía y el transporte, el aumento del empleo público y de todo el aparato oficial de despilfarro y corrupción hubiera presionado sobre el mercado de cambios, agotando las reservas mucho antes, y haciendo explotar el precio del dólar y la tasa de inflación.
El cepo fue una pesificación forzada. Forzada con la AFIP, las DJAI, la policía en las cuevas, la prohibición a las empresas de transferir dividendos. La obligación de compañías de seguros, fondos comunes de inversión y bancos de vender sus activos dolarizados, etc. El cepo no sólo fue “una jaula para que los canarios no se vuelen” (como diría el amigo Longobardi). Sino que, además, fue una jaula para que “los gatos no se coman a los canarios”.
En síntesis, el cepo fue la manera de hacer durar el populismo, emitiendo pesos, sin generar un fin de fiesta hiperinflacionario. Por supuesto que si la policía fuera eficiente para manejar la economía, el Muro de Berlín no hubiera caído. Las reservas se fueron perdiendo porque había que ofrecer lo mínimo necesario para que la actividad económica no se paralizara totalmente, y porque había que satisfacer parcialmente la demanda de dólares para ahorro, para que el precio en el mercado del dólar relativamente libre no explotara.
Igual, la economía se estancó, porque quien no pudo acceder a todos los dólares que quería con los pesos sobrantes demandó o acumuló bienes dolarizados. Desde soja en las silobolsas hasta autos en los concesionarios. Desde artículos para el hogar en cuotas hasta turismo.
De manera que levantar el cepo implica “retirar a la policía” y lograr una pesificación “voluntaria” a un precio razonable del dólar, que reconozca la nueva realidad global, y la devaluación irresponsable del peso de estos años.
Sólo una pesificación voluntaria pone en marcha nuevamente la economía, haciendo que los que están sentados sobre bienes dolarizados estén dispuestos a venderlos. Que quienes tienen la capacidad de producir bienes dolarizados tengan la rentabilidad para producirlos. Y que quienes tienen dólares fuera del sistema económico estén dispuestos a transformarlos en pesos dentro del sistema económico. Sólo una pesificación voluntaria recupera el empleo privado y el crecimiento.
Por supuesto, una pesificación voluntaria no surgirá exclusivamente de la “confianza” (aunque sea condición necesaria). Surgirá de un programa integral que ponga en reversa el desmanejo populista.
Ese programa, obviamente, incluye reducir el déficit fiscal y reducir su financiamiento monetario. Incluye modificar precios relativos a favor de los productores de dólares y de los proveedores de energía. Aquí la modificación racional y focalizada de los subsidios económicos mata dos pájaros de un tiro, porque da la señal correcta de precios a la oferta y a la demanda y, simultáneamente, baja gasto público.
Incluye un programa de reinserción internacional, incentivos a la repatriación de capitales y endeudamiento responsable.
La clave, entonces, es que cuando se retire la policía del mercado de pesos haya un programa creíble que genere crecimiento.
Sí se puede. Es aquí, es ahora.
Fuente: Perfil, 29/11/15.
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El Desafío para la Argentina
noviembre 23, 2015
Desafío
Por Enrique Szewach.
El dato es obvio, a partir del 10 de diciembre el populismo económico entrará en una etapa de repliegue. Y entrará en una etapa de repliegue, porque por las condiciones internacionales –baja de los precios de nuestras exportaciones, fortaleza del dólar y devaluaciones compensatorias en la región-.
Y por graves errores de política interna –explosión del gasto público corriente, financiado en su mayor parte con emisión monetaria, política cambiaria “negadora” de la realidad global, y política tributaria y de precios relativos antiinversión- el populismo se ha quedado sin nada para repartir.
Y como el populismo económico consiste en repartir las ganancias de “los otros”, sin ganancias, y sin posibilidad de endeudamiento externo, entró en crisis.
Sin embargo, dado que una parte importante de nuestra sociedad lleva el populismo en su ADN, estaremos ante un repliegue táctico, una tregua, y no una rendición.
Es cierto que el populismo económico se ha encargado de mejorar las condiciones de vida de mucha gente “de su casa para adentro”.
Pero, para ello, ha renunciado a solucionar los problemas de la puerta para afuera. Seguridad, salud, educación, infraestructura en general. Basta con ver cuánto de su presupuesto asignan a inversión gran parte de las provincias argentinas para confirmar esta afirmación.
El desafío de Cambiemos resulta, entonces, bien complejo. Porque tiene que aprovechar la tregua populista para lograr ganar la guerra contra el populismo. Materia en la que, al menos hasta ahora, las experiencias previas, si realmente lo intentaron, fracasaron.
Y fracasaron porque no lograron nunca convencer a una parte importante de la sociedad, sobre todo a sus élites político empresarias, que les va ir mejor en una sociedad abierta de capitalismo para todos, que en una sociedad cerrada de capitalismo de amigos.
Y capitalismo para todos, no es el “capitalismo salvaje” que inventa el relato. Si no que es la capacidad de crear un Estado capaz de desarrollar el marco institucional y la provisión de bienes públicos, que le permita al sector privado, entrar en serio la siglo XXI, produciendo, innovando, creando, creciendo y no buscando “favores”, o pidiendo “patentes de corso”.
La gran ventaja, ahora, es que una parte importante de la sociedad lo ha entendido y se siente capaz de aceptar este reto.
Al ver el mapa electoral, está claro que la revolución productiva en el agro, junto a los sectores más “modernos” de los grandes centros urbanos, han apostado por el cambio.
Paradójicamente, el porcentaje de “globalizados” ha estado creciendo en estos años, pese al aislamiento al que nos sometió el kirchnerismo.
La “campaña del miedo”, sólo terminó siendo exitosa en la típica alianza conservadora del populismo vernáculo. Es decir, entre sectores dependientes de la ayuda estatal, la nueva casta joven de administradores de esa ayuda desde el Estado, que no conocen otra alternativa política.
Los “intelectuales” y “artistas” que creen que sólo pueden progresar con dineros públicos y sin rendir cuentas, y los pocos empresarios beneficiados, precisamente, por un capitalismo de amigos basado en la generación de rentas extraordinarias a costa de todos los demás.
Sin poder apropiarse de más rentas ajenas, el capitalismo de amigos, como se mencionara, se agota.
No por casualidad los últimos casos de quiebra empresaria, han surgido del incumplimiento de la “pata oficial” en el negocio de estos amigos.
El “secreto” del éxito del nuevo gobierno, pasará por rescatar de la alianza conservadora a los dependientes del gasto público, lo más rápido posible, con un drástico cambio en la provisión de servicios públicos y en el diseño de subsidios sociales para incluir mejor educación y salud.
Desde la macro, se requiere un programa de política económica bien armado, bien coordinado y bien ejecutado. Respaldado y complementado con un acuerdo político social que suavice los costos.
En síntesis, el desafío para Cambiemos y para la sociedad en general, será lograr convertir a la Argentina en un país próspero para todos, de manera de alejar al populismo para siempre.
Fuente: szewachnomics.com.ar, 23/11/15.
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El dólar y los precios relativos en Argentina
noviembre 9, 2015
Adelantos
Por Enrique Szewach.
Si hoy se realizara una encuesta nacional preguntando a los argentinos si el precio del dólar oficial es alto o es bajo, estoy seguro que la mayoría votaría por el concepto de dólar barato.
De hecho, cada vez que se abre la ventana del dólar ahorro, más allá de los que hacen un negocito vendiendo en el mercado informal, se baten récords de venta.
Por otra parte, la cotización del dólar implícito en los bonos y acciones que se transan en pesos y en dólares, es claramente superior al precio oficial.
Sin embargo, si se le preguntara a la misma muestra si considera que su salario medido en dólares oficiales debe bajar. O si sus precios de venta, siempre medidos en dólares oficiales, deben bajar, allí, seguramente, la respuesta no sería tan unánime ni categórica.
El problema es que estamos ante las dos caras de la misma moneda. Si el precio del dólar está atrasado, lo está respecto del resto de los precios de la economía, incluyendo el costo laboral. Un precio del dólar atrasado, significa que el resto de los precios de la economía están “adelantados”.
Dicho de manera más técnica. La Argentina tiene hoy un problema de precios relativos. Y el problema no es sólo el precio relativo del dólar oficial respecto del resto de los precios. También hay un problema de precios relativos, entre el precio de la energía y el transporte que paga la demanda, y el resto de los precios.
Dado, que el precio que paga la demanda no cubre el costo de producir energía o, en el caso del transporte, brindar el servicio.
En el caso del dólar, el gobierno ya no puede barrer debajo de la alfombra la distorsión. El Banco Central está agotando las pocas reservas líquidas que quedan. El balance comercial se vuelve negativo. Todos los sectores exportadores están en problemas. Y nadie ingresa dólares para invertir, a través del mercado oficial.
En el caso de la energía, el gobierno ha recurrido a una enorme maraña de subsidios, importaciones caras de gas, deudas no pagadas, e irregularidades varias que, al final del día, se traducen en una explosión de gasto público, también uso de reservas, déficit fiscal y emisión de pesos. Pesos que, luego, se destinan a presionar sobre la tasa de inflación, y sobre la demanda de dólares sea en el mercado formal, agotando las reservas, sea en el informal aumentando el precio y la brecha.
Dicho de otra manera, el tema de los precios relativos está en el corazón de la crisis argentina.
Un dólar barato paraliza la actividad exportadora y obliga a racionar las importaciones. Energía barata, obliga a subsidiar a los productores y oferentes en general, y a emitir pesos para cubrir el gasto.Y ese exceso de pesos, genera inflación y busca dólares, lo que atrasa aún más el precio del dólar oficial.
Dicho esto, quien proponga “solucionar” los problemas de la economía argentina tiene que romper este círculo vicioso. Tiene que reconocer que hace falta otro precio del dólar oficial y otros precios de los servicios públicos.
Pero, otra vez, se necesita otro precio del dólar oficial que cambie el precio relativo del dólar frente al resto de los precios.
Todos los precios de la economía, incluyendo el salario, tienen que bajar medidos en dólares oficiales.
El precio del dólar que se le reconoce a exportadores y que compran importadores tiene que aumentar por encima del resto de los precios.
Pero para que esto pase ordenadamente, en simultáneo, hay que reducir el ritmo de la emisión de pesos.
Y para ello, hace falta modificar los precios de la energía, reduciendo lo que se paga con gasto público.
Obviamente, este proceso es dinámico. Estamos ante un blanco móvil. La suba del tipo de cambio no puede trasladarse enteramente a los precios y salarios, porque si no, no habría cambio de precios relativos.
Lo mismo sucede con las tarifas públicas que tienen que recuperar su atraso, respecto del resto de los precios.
Por lo tanto, estamos frente a la necesidad de un programa integral, bien pensado y bien ejecutado. Y ante la necesidad de manejar las expectativas, quizás complementando el programa con un acuerdo, con empresas y sindicatos.
El endeudamiento ayuda, pero no cambia precios relativos, que es lo que hace falta.
Por último, cualquiera que diga que puede sacar a la economía argentina del estancamiento, sin devaluar y sin corregir los precios de la energía, o es mago o miente.
Fuente: Perfil, 08/11/15.
Más información: www.szewachnomics.com.ar
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Cristina Kirchner hipoteca el futuro para pagar su relato
noviembre 2, 2015
Patios
Por Enrique Szewach.
Puede ser que los resultados de las elecciones del domingo pasado, en particular los correspondientes a la Provincia de Buenos Aires, no hayan sido los previstos para muchos. Sin embargo, las acciones y las palabras del gobierno nacional durante la semana que pasó, ratifican algo que sí estaba previsto para muchos, no habrá transición. En efecto, el Banco Central, por ejemplo, se ha empecinado en regalarle pesos a quienes apuestan a la suba del dólar oficial en el mercado de futuros.
Confieso que me cuesta entender cuál es la razón que lleva a las autoridades monetarias a organizar este extraño juego en dónde todos los que intervienen ganan y el único que pone es el Banco Central.
Y me cuesta entenderlo porque, a estas alturas, está claro que el único que supone que el dólar oficial valdrá, en marzo del 2016, apenas 12% más que hoy es el amigo Vanoli.
Pero más que un “supuesto” se trata de una fantasía. Dadas las reservas del Banco Central, dado el atraso del tipo de cambio acumulado, con el consiguiente parate de la actividad de los sectores exportadores. Dada la fortaleza del dólar en el mundo.
Dadas las devaluaciones de Brasil y el resto de la región. Y, sobre todo, dada la cantidad de pesos que se van a emitir para cubrir el déficit en lo que resta del año.
Tanto es una fantasía, que el propio Banco Central se ha visto obligado a racionar aún más los pocos dólares líquidos que quedan, profundizando el cepo y cerrando más la venta de dólares a importadores y a empresas vinculadas al turismo, para no seguir perdiendo reservas al actual precio del dólar oficial.
Estamos ante un extraño caso de “populismo monetario” en dónde el Banco Central ha decidido regalarle pesos a sectores que no son precisamente pobres, ni siquiera asalariados. Y no son pocos pesos. Podrían llegar a ser cerca de 100.000 millones. Millones que serán parte de la emisión del año que viene.
Es decir, parte de la herencia de descontrol monetario y cambiario que tendrá que enfrentar el que venga. Obviamente, siempre existe la alternativa de que se pretenda destruir también el mercado de futuros, con alguna maniobra.
Pero lo cierto es que, mientras tanto, todas estas “medidas”, sumadas a la descapitalización de las Compañías de Seguros, obligándolas a vender bonos dolarizados y otras barbaridades por el estilo en el mercado de capitales, apenas han servido para que la brecha cambiaria no se estirara aún más. En cualquier otro país del mundo esto sería un escándalo digno de las páginas político-policiales. Aquí, por ahora, no ha abandonado el rincón de los analistas especializados.
Otra área en dónde claramente no habrá transición, es en los aspectos fiscales. El oficialismo votó otro presupuesto falso. Y el gobierno hace rato que abandonó la política de reducción paulatina de los subsidios económicos que mantienen artificialmente bajos los precios de la electricidad y el gas, en el marco del “populismo tarifario”.
Sólo los precios del petróleo, y por ende el de los combustibles, han sido actualizados, no tanto como parte de una nueva política energética integral, si no para evitar una crisis preelectoral en las provincias petroleras.
Está claro, entonces, que tampoco en el área fiscal y de política de precios de la energía y el transporte habrá transición. Lo mismo sucede con la política comercial externa.
A fin de año, la Argentina debería presentar, conforme al fallo de la Organización Mundial de Comercio, su nuevo esquema de manejo administrativo de las importaciones, en reemplazo de la discrecionalidad y arbitrariedad actual.
Esta es una cuestión que combina política con técnica. Bien podría el equipo saliente haber invitado a delegados técnicos de los candidatos que participan del ballotage para discutir, desde la técnica, las opciones disponibles.
Sin transición y con pura herencia, los problemas que dejan la Presidenta y su gobierno para el futuro, se irán agravando. Y, por lo tanto, las cuestiones que deberán resolver el próximo Presidente y su equipo, sea éste el “innombrable” o sea Macri, serán mucho más complicadas que lo que lucían algunos meses atrás.
Sin transición, el gobierno hará todos los esfuerzos necesarios para priorizar el relato y que no se note la crisis. Hubiera sido mejor canalizar dichos esfuerzos para lograr hacer más fácil la vida futura de los argentinos. Pero está claro que hoy la Presidenta está más para los patios que para la Patria.
Fuente: Perfil, 01/11/15.
Más información: www.szewachnomics.com.ar
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