La credibilidad define el resultado de la política económica
julio 6, 2014 · Imprimir este artículo
La credibilidad define el resultado de la política económica.
Por Juan Carlos de Pablo.
Una misma medida de política económica genera resultados muy diferentes dependiendo de si la población le cree al gobierno o no, afirma el economista argentino Guillermo Antonio Roberto Calvo. A partir de las fallidas experiencias de liberalización comercial y financiera de fines de la década de 1970, modeló las denominadas reformas increíbles, análisis que lamentablemente sigue siendo relevante.
Al respecto entrevisté al norteamericano Alvin Harvey Hansen (1887-1975), un raro contraejemplo de que resulta muy difícil cambiar de opinión a los 50 años de edad. Durante la década de 1930, pasó de deflacionista a entusiasta divulgador de La teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, que John Maynard Keynes publicó en 1936. El seminario que dictó en Harvard, junto con John Henry Williams, entrenó a una generación de economistas norteamericanos dedicados a las políticas públicas. Su Guía de Keynes fue muy leída en su época. Las matemáticas no eran su fuerte, pero suya fue la idea de analizar de manera conjunta el multiplicador y el acelerador, que Paul Anthony Samuelson planteó en 1939.
Las expectativas y la credibilidad no parecen estar en el núcleo de La teoría general.
-Según la versión que se popularizó a través de mi libro o el comentario bibliográfico de John Richard Hicks. Pero para George Lennox Sharman Shackle, la clave del mensaje keynesiano está en la toma de decisiones bajo fuerte incertidumbre. Ahora bien, tampoco exageremos para el otro lado, como sugiere Roger Edward Alfred Farmer, quien en 1993 publicó La macroeconomía de las expectativas autocumplidas.
-Desde la década de 1980 las cuestiones de credibilidad y reputación ocupan un lugar importante en el análisis económico.
-En dos contextos diferentes. En los países desarrollados, cuando a partir de 1979 se decidió darle un corte a la tasa de inflación, se planteó la cuestión de cómo hacer creíble que el gobierno en general, y el Banco Central en particular, no se dejarán tentar por alguna ventaja de corto plazo, arriesgando su recuperada reputación. En 1983, Robert Joseph Barro y David B. Gordon plantearon la interacción entre el Banco Central y la población como un «juego» en el sentido técnico de la expresión, mostrando el costo de implementar una política monetaria dura cuando la población no le cree. Algo así como un modelo de dinero pasivo, planteado por Julio Hipólito Guillermo Olivera, en versión patrón inflación esperada.
-¿El otro contexto?
-El de las reformas estructurales, analizadas por Calvo. La desregulación laboral crea empleo en un país cuyo gobierno es creíble, y desocupación en otro donde los empresarios, si esperan que la reforma no perdure, se apresuran a despedir a los asalariados que les sobran o que les generan más conflictos. En los países desarrollados, la cuestión es cómo no perder la reputación, en países como la Argentina consiste en cómo recuperarla.
-¿Por qué es tan difícil recuperar la credibilidad?
-Porque como bien explicó Nissan Leviatan, existe la «trampa de la incredibilidad». El marido que engañó y fue descubierto está en período de prueba. Su presente es impecable, pero como su pasado no, la esposa sigue sin creerle. ¿Para qué me voy a portar bien si igual no voy a conseguir nada?, piensa el marido. ¡Y la esposa sabe que lo está pensando! El problema difícilmente tenga solución.
-¿Puede cambiar esto con el próximo gobierno?
-Nadie es ingenuo, pero a todo gobierno nuevo inicialmente se le da el beneficio de la duda. Cómo sigue depende del arranque de las nuevas autoridades. Al respecto es importante saber que, dependiendo de la variable, la falta de credibilidad se puede ubicar en un ministro de economía, en un gobierno en general o en el país, más allá de quién gobierne. Quien duda del ministro pero confía en el resto cambia su conducta cuando reemplazan al titular del equipo económico. En el otro extremo, quien duda del país migra o tiene sus ahorros fuera del sistema económico formal (en el colchón o en un paraíso fiscal, es lo mismo).
-Don Alvin, muchas gracias.
Fuente: La Nación, 06/07/14.
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