La inflación en Argentina

marzo 15, 2013 · Imprimir este artículo

Dinero
Por Enrique Szewach

Los episodios de fuerte aceleración inflacionaria, como los que ha vivido la economía argentina en numerosas ocasiones, se caracterizan por tres aspectos claves, dos de naturaleza económica, y vinculados entre sí, y uno de naturaleza política. En rigor de verdad, esta diferenciación es meramente analítica, porque detrás de los fenómenos económicos se esconde siempre una cuestión política central.

Me explico. El primer aspecto, se relaciona con lo que los economistas llamamos la “dominancia fiscal” de la política monetaria. En castellano básico, se trata de la maquinita del Banco Central (ahora ampliada por Ciccone), financiando el gasto público. En estas circunstancias la cantidad de dinero, la oferta monetaria, es función del déficit fiscal y no de decisiones de política del Banco Central. Obviamente, que con ciertos límites, y por un cierto plazo,  la autoridad monetaria podría “esterilizar”,  es decir colocar deuda para absorber los pesos sobrantes y hacer, de todas maneras, una política monetaria prudente, pero, como señalaba en un principio, la “dominancia fiscal” es, en realidad, la “dominancia” de un objetivo político, mantener elevado el nivel de actividad y contentos a cierta base de votantes.

Una política monetaria prudente, que compensara la expansión por gasto fiscal, implicaría presiones sobre las tasas de interés y el nivel de actividad, incompatibles con la meta política de mantener votantes contentos.

Sin embargo, un fuerte aumento de la oferta monetaria, no alcanza para acelerar bruscamente la tasa de inflación, es necesario, además, que la demanda de dinero, es decir, el deseo del público de mantener pesos en sus bolsillos se desplome.

Mientras la demanda de dinero “acompañe” de alguna manera a la oferta, la tasa de inflación puede permanecer relativamente estable, aún en valores elevados.

En ese sentido, el gobierno ha incorporado importantes restricciones para sostener artificialmente la demanda de dinero, por un lado, (cepos, AFIP, prohibiciones varias, etc. que afectan, fundamentalmente a las empresas.) y, por el otro, y esto tiene que ver con lo que sigue, presiones políticas sobre “formadores de precios y salarios”, para moderar los efectos que un exceso de pesos podría generar en el mercado de bienes, servicios y cambiario, en un marco de libertad.

Para completar, estas medidas, dadas las elecciones de octubre,  también  se intenta forzar un aumento del salario real, que ya la economía no puede dar, es decir a costa, exclusivamente, de la rentabilidad empresaria.

Y reemplazar la falta de creación de empleo privado, en una economía que no se expande, y que no tiene, como se mencionó,  el impulso de la rentabilidad, con empleo público, subsidios varios, “cooperativas” de punteros, y otros mecanismos. (Recuérdese la obviedad, hay más votantes “asalariados” que “empresarios”).

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Lo expuesto no pretende reducir la explicación de la inflación a una cuestión meramente monetaria, (en realidad se debería hablar en la Argentina, como en toda la región, de política monetaria-cambiaria, como una sola cosa, pero eso es tema para otra nota).

Ni ignorar otras cuestiones más estructurales que explican niveles de precios y, a veces, sus tasas de variación. Pero así como un incendio se origina, por ejemplo, por el desperfecto de un artefacto eléctrico o un escape de gas, sin oxígeno suficiente, el fuego no se expande.

Ahora bien, tanto el mantenimiento “artificial” o natural de la demanda de pesos, se relaciona con el tercer aspecto que tiene que considerarse, el “poder político”.

Dicho poder, por un lado, limita el déficit fiscal, al permitir cierto control sobre el crecimiento del gasto público y sobre la capacidad de recaudar impuestos, aún en niveles exagerados como los actuales, y además, el poder político torna parcialmente creíbles, las medidas de control y las restricciones sobre el uso alternativo de los pesos.

Veamos algunos números. Entre fines de febrero de 2012 y fines de febrero de 2013, los billetes y monedas en poder del público crecieron un 38%. Las cajas de ahorro sólo aumentaron un 27%, mientras los plazos fijos, lo hicieron un 29%.

Pero esta “brecha” está aumentando en los últimos meses  (es cierto que hay factores estacionales importantes), en dónde los billetes y monedas en poder del público crecen al triple que los plazos fijos. (Aumenta esta brecha y aumenta la otra “brecha”).

Por ahora, entonces, la demanda de dinero “acompaña”, aunque existe una incipiente tendencia a tener los fondos líquidos y fuera del sistema bancario. (¿Más economía en negro?, ¿Más “gatera” para buscar dólares?).

En síntesis, una eventual aceleración inflacionaria, por sobre los elevados valores actuales, depende básicamente de la capacidad del poder político para mantener el déficit fiscal a financiar por el Banco Central “estabilizado”, y de su capacidad para “disciplinar” a empresarios y sindicalistas, y “convencer”  a los tenedores de pesos que, pese a perder 27% anual en pesos, o –tomando el último año- 65% en dólares verdaderos, sigan demandando pesos, al ritmo de la emisión.

Hasta ahora se ha podido.

Fuente: Ámbito Financiero, 14/03/13.

Enrique Szewach

Enrique Szewach

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