La pesadilla de los impuestos

mayo 17, 2014 · Imprimir este artículo

Contribuciones no muy voluntarias

Por Alejandro Schang Viton

Si hay algo en lo que los hombres creen, más allá de las fronteras geográficas, ideológicas, históricas, es la permanencia impositiva. Los indiscutibles, justos e injustos, simples y complejos impuestos. Hay que hurgar en la historia para entender su origen entrelazado entre lo terráqueo y lo humano, dioses y césares.

Conocido ya en tiempo de los antiguos judíos, el diezmo fue, sin embargo, establecido por primera vez en el siglo IV por las autoridades cristianas y se convirtió en obligatorio en la Inglaterra del siglo IX. Los gravámenes de la época guardaban relación con la tierra y adoptaban tres maneras: los prediales, que aceptaban como pago cereales, lúpulo y madera; los personales, relacionados con las utilidades de las industrias y la mano de obra, y por último los mixtos, que era una combinación de ambos. Había que pagar una décima parte de las utilidades netas. Los diezmos pertenecían al rector de una parroquia. Y con el tiempo, el diezmo se transformó en un progresivo denme más en otros estilos y características que, de una u otra manera, sufren todos los contribuyentes del planeta.

En la Inglaterra anglosajona existía el hidage, un impuesto sobre la tierra establecido con fines bélicos durante el gobierno de Ethelred (978-1016). Cada 8 hides, especie de chacras de entre 16 y 48 hectáreas, según la región, el hogar campesino instalado debía aportar un hombre de armas y, cada 300 hides, un barco. Contemporáneo también, el folkland era un sistema impositivo que aportaban los campesinos en tierras por las cuales se debían al rey rentas alimentarias. También allí se creó un impuesto sobre las ciudades portuarias en sustitución del suministro de barcos para la armada real. Otro impuesto de la Inglaterra medieval, el escudage, de los siglos XI y XII, era un simple pago en efectivo cobrado por los señores feudales a sus vasallos, que así se libraban de ofrecer su servicio militar personal. Fue limitado por la Carta Magna y -según los historiadores- difícil de recaudar por lo complicado de las tarifas y la última vez que se cobró fue en 1327.

Siglos después, en 1635, el rey Carlos I lo resucitó y amplió a las ciudades del interior del país con el fin de obtener ingresos para la protección contra los piratas argelinos y la agresión holandesa, pero el Parlamento lo abolió en 1641.

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En otras latitudes

Hasta 1467 existieron en España los diezmos de la mar, que se aplicaban sobre las importaciones y exportaciones de Galicia y Asturias, y también el diezmo de la plata, sobre los metales preciosos extraídos de las Indias. Durante siglos fueron los diezmos fuente de controversias, especialmente entre 1640 y 1650 hasta que quedaron abolidos en 1936 por la ley de diezmos.

En la Península Ibérica el pago de diezmos a las parroquias aparece en Castilla y León en el siglo X. Pese a ser cristiano, también lo pagaban mahometanos y judíos.

Los franceses también tenían sus impuestos: el francfief fue establecido por Luis IX de Francia en 1260 y debía ser pagado por los plebeyos que tenían un feudo. La gabelle era un impuesto sobre la sal establecido en el siglo XIV, del que estaban exentos la nobleza, el clero y determinadas ciudades y provincias. El resto del país debió pagarlo hasta su extinción, en 1791. Otro tributo fue el corvée, que se aplicaba al trabajo regular de los libertos y de los siervos a sus señores feudales. Las obligaciones feudales desaparecieron en Francia en los siglos XV y XVI, y entonces el corvée pasó a ser sinónimo de trabajo forzado en las obras públicas, utilizado habitualmente cuando el Estado no encontraba suficiente mano de obra como en 1726, cuando recurrió a él para la construcción de caminos. Finalmente fue dejado sin efecto por los líderes de la Revolución Francesa.

En 1448 Carlos VII de Francia creó los Francs Archers, una milicia en la que sus miembros estaban exentos de pagar impuestos a cambio del servicio militar, y eran equipados uno por parroquia.

Privilegiados

Otro sistema impositivo de origen francés lo realizaban los Fermiers Généraux. Establecido por Francisco I, determinadas personas, favoritos de la realeza francesa, obtenían el derecho a recaudar impuestos a cambio del pago de una suma fija. El sistema dejó de funcionar también a partir de la Revolución Francesa.

Gran número de los impuestos que se pagan en la actualidad tuvieron origen en estas históricas contribuciones, tema de discusión de los indignados de varios países y causa de insatisfacción, desconfianza y bronca.
Fuente: La Nación, 14/07/12.

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