La ruptura de la euro zona no es la solución

abril 6, 2012 · Imprimir este artículo

La ruptura de la euro zona no es la solución

Por Richard Barley

 

La búsqueda del Santo Grial sigue su curso. Hay cinco candidatos preseleccionados para hacerse con las 250.000 libras del Wolfson Economics Prize, que pide a los economistas que preparen un plan de contingencia para una ruptura de la eurozona. Pero las propuestas no parecen sino confirmar que a la eurozona le interesa lo contrario: una mayor integración política y fiscal.

Algunas de las propuestas contemplan una salida limitada de uno o varios países, como el plan de la inversora privada Catherine Dobbs de redenominar todos los euros existentes en una cesta de dos nuevas divisas para intentar evitar la fuga de capitales. Pero es probable que los mercados financieros se cuestionen instantáneamente la credibilidad de los restantes miembros del bloque, lo que podría llevar a más salidas y desestabilizaría el proceso. Neil Record, de Record Currency Management, argumenta, por el contrario, que la única opción es un plan secreto para el total desmantelamiento de la eurozona, al tiempo que se mantiene un mercado único de la Unión Europea.

Los términos del premio generan una tendencia inherente a argumentar que la ruptura puede ser un proceso manejable que no tiene por qué estar abocado al desastre. Jonathan Tepper, de la firma de análisis Variant Perception, sostiene que la historia contiene ejemplos de rupturas de divisas, como en el imperio austro-húngaro en 1919 o en la antigua Checoslovaquia en 1992-93, que causaron turbulencias macroeconómicas sorprendentemente leves. Pero el euro es una divisa de reserva mundial. Ha generado una profunda integración financiera en un mundo mucho más interconectado que en el pasado.

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El mayor problema, en cualquier caso, no es qué hacer con la divisa, sino qué hacer con la deuda que se ha generado. Capital Economics señala que cualquier país que saliera de la divisa buscaría redenominar y suspender pagos de su deuda. La quiebra de Grecia era de hecho manejable, pero se tardó 18 meses en preparar a la opinión pública, un lujo del que no es probable que goce el euro en caso de ruptura. Y los economistas de Nomura señalan que el total de instrumentos denominados en euros y que se rigen por leyes extranjeras, que no podrían redenominarse, podría superar los 30 billones de euros (millones de millones).

Además, hasta los votantes griegos quieren mantener el euro. Los países europeos pequeños corren el riesgo de volverse irrelevantes sin él. Los problemas de la moneda son innegables. Pero intentar arreglarlos parece preferible a arriesgarse al caos en la que es, en conjunto, la segunda mayor economía del mundo.
Fuente: The Wall Street Journal, 04/04/12.

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