Las Tarifas en Argentina

agosto 22, 2016 · Imprimir este artículo

Tarifas

Por Enrique Szewach.

Enrique Szewach

La discusión en torno a la reducción de subsidios a los precios de los servicios públicos de provisión de energía eléctrica y gas que pagan los consumidores argentinos, su judicialización y, en paralelo, las acciones legales contra protagonistas de la administración kirchnerista por actos de supuesto enriquecimiento ilícito, han puesto de manifiesto la fuerte correlación entre populismo, corrupción y descalabro energético y macroeconómico que ha caracterizado al período 2003-2015.

Repasemos. El populismo económico pone énfasis en la “distribución” de fondos hacia una mayoría de votantes. Pero distribución mal hecha y en contra del progreso nos ha llevado a duplicar el porcentaje de pobres, más o menos cada 15 años.

Exacerbando esa tradición populista, y aprovechando la herencia y el contexto internacional,   el populismo kirchnerista decidió subsidiar fuertemente el consumo, manteniendo precios artificiales para un conjunto de bienes y servicios.

En principio, se pretendió que esos precios artificiales se construyeran con subsidios de los productores a los consumidores. Mecanismo que se vio claro en el caso de los alimentos, con prohibiciones de exportar, cuotas, impuestos a la exportación, y lo mismo en el caso del petróleo y el gas. Pero la “falla” de este mecanismo surgió ante la capacidad de los productores de eludir esta carga.

En el caso de los alimentos, sustituyendo producción de carne, o trigo, por la producción de soja (con impuestos altos, pero sin restricciones a la exportación, en un contexto de elevados precios internacionales y tipo de cambio alto). En el petróleo y el gas, con el freno a la inversión en exploración y producción local, por parte de los productores globales.

En el caso de la energía, un esquema de precios artificialmente bajos, en un contexto de desaliento de la oferta, generó despilfarro en la demanda y la necesidad de importar el faltante de oferta. Allí apareció el “negocio”.

Ya que había que importar petróleo y gas, por qué no hacer lo mismo que con la obra pública. Importaciones manejadas desde el Estado, acuerdos con el hermano bolivariano, para “trueque” de petróleo por productos locales, con sobreprecios, comisiones, triangulaciones, etc. Y en el gas, con contratos poco transparentes. (El presunto intento de sumar en el negocio del “trueque” a Irán, cambiando petróleo, por impunidad o material nuclear triangulado, es algo que tendrá que investigar la justicia, en serio).

Pero la brecha entre costos de producción y precios subsidiados fue creciendo de la mano del incremento del precio de la energía en el mundo, y de la mano del aumento de los costos internos (la fiesta de la típica asociación entre empresarios y sindicalistas, cuando paga un tercero) y entonces también crecieron los subsidios en pesos pagados por el presupuesto nacional, para cubrir dicha brecha. Subsidios que pasaron del 0,5% del PBI en el 2005/6 al 5% del PBI en el 2014/15.

Lectura recomendada:  Argentina: Repercusiones del 9N

Pero esta historia populista estaría incompleta, sin sumar la estatización parcial de YPF, a manos de un grupo “experto en regulaciones locales” del que ahora nadie habla, quién para pagar su parte, en complicidad con las autoridades argentinas, vació a YPF, distribuyendo dividendos.

Pero la ambición K., como ahora empieza a trascender en las obscenas escenas televisivas que se difundieron estos meses, no tenía límite. Y surgió entonces el proyecto Vaca Muerta. Lo que llevó a la estatización completa de YPF y también a poco transparentes acuerdos con inversores extranjeros.

Pero el paradójico giro de la historia “nos salvó”.

Las “Vaca Muerta” de Estados Unidos y la guerra dentro del mundo árabe, desplomaron los precios del petróleo y postergaron las fantasías locales en torno al boom de la producción no convencional de petróleo y gas.

 Imaginemos, sólo por un momento, qué hubiera pasado con el populismo vernáculo si, en lugar de entrar en bancarrota por falta de dólares, hubiera tenido la “lluvia de inversiones petroleras” que calculaban muchos economistas locales.

Sin los dólares de Vaca Muerta, y sin haber salido del default, la alternativa para “durar” fueron el cepo, el swap chino, el compañero Puttin, y la maquinita del Banco Central.

La pintura ahora está completa.

Subsidios para alentar la demanda y desaliento de la oferta, llevaron al descalabro fiscal y de las cuentas externas. La “solución importadora” se sumó a la corrupción por la obra pública, en este caso con socios extranjeros. Y el “número del billete de lotería de Vaca Muerta” que iba a proveer los dólares necesarios para continuar la fiesta populista de “Cristina eterna”, afortunadamente no salió. Precios artificiales, déficit fiscal, déficit comercial, cepo, inflación, estancamiento.

Revertir el estancamiento, implica un giro de 180 grados en la política económica arriba definida. No hay medias tintas en eso. Siempre protegiendo, inteligentemente, a los sectores más vulnerables.

El gradualismo puede ser instrumental, pero no conceptual. El discurso oportunista e hipócrita de algunos políticos esconde la trampa de evitar el cambio y alentar el fracaso.

El proyecto de una Argentina democrática, moderna, progresista en serio, no populista, con igualdad de oportunidades y en dónde la “movilidad social ascendente” sea para muchos y no para ladrones amigos del poder es un proyecto colectivo.

Sólo será posible si los liderazgos políticos y empresarios y la justicia cumplen adecuadamente su papel, en el cambio que se requiere.

Este “retroceso parcial” en el tema tarifario, tiene que servir para tomar impulso e insistir, como corresponde, en abandonar definitivamente el populismo decadente.

Fuente: El Cronista, 22/08/16.

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