Fue el año que no fue, y otra lección sobre las limitaciones de las proyecciones sobre el mercado.

En 2014, un grupo de expertos predijo que los precios de los bonos finalmente caerían, y que las tasas de interés en Estados Unidos repuntarían. Los precios del petróleo también ascenderían. Los bajones del mercado bursátil en septiembre y octubre se convertirían en un colapso total. Y los que seleccionan acciones y dirigen fondos de inversión activamente gestionados superarían el desempeño de los promedios del mercado.

Por ejemplo, en el sondeo de proyecciones económicas realizado en enero por The Wall Street Journal, 48 de los 49 economistas privados que participaron esperaban que el retorno del bono del Tesoro de EE.UU. a 10 años, que se ubicaba en 2,9% entonces, superaría 3% para fines de año, con un estimado promedio de 3,52%.

pronosticos-financieros-01Los economistas encuestados por el diario esperaban que el petróleo terminara el año entorno a los US$95 el barril, un alza frente a los US$92 por barril cuando se hizo el sondeo.

Y cuando los temores sobre el ébola, entre otros factores, ahuyentaron a los inversionistas que llevaron las acciones a la baja casi 10% entre septiembre y mediados de octubre, analistas y operadores se apresuraron a declarar que el declive apenas había empezado.

¿Y el año que realmente pasó?

Aparte de tres días en enero, el retorno del bono a 10 años pasó todo 2014 por debajo de 3% y para fines de diciembre se ubicaba en alrededor de 2,2%. Los inversionistas que ignoraron a los pesimistas e invirtieron en bonos soberanos estadounidenses a largo plazo, habrían ganado 26,8% hasta el 29 de diciembre, según el Índice de Bonos del Tesoro Estadounidenses 20+ Barclays, una referencia estándar para medir el desempeño de la deuda soberana de EE.UU. de vencimiento prolongado.

“Es difícil encontrar un consenso de 100% en algo”, dice James A. Bianco, presidente de Bianco Research, una firma de inversión en Chicago. “Pero no solo fueron todos los economistas quienes pensaron que las tasas de interés subirían. Los gestores de cartera, los comités de inversión, todos estaban tan seguros, tan radicales y tan arraigados en la idea de que los bonos serían una inversión desastrosa”.

El petróleo Brent, la referencia global, cerró el martes en US$57,90 el barril, y su colapso épico, proyectado por nadie, disparó la tasa de cambio del dólar y derrumbó el rublo ruso.

En cuanto al mercado de acciones, justo en el momento que los operadores se habían obsesionado con el hecho de que el S&P 500 se había hundido por debajo del promedio móvil de 200 días, un indicador técnico que supuestamente sugiere un descenso en el horizonte, las acciones se recuperaron y se dispararon a niveles récord los primeros días de diciembre. Incluso cuando las acciones tambalearon a mediados diciembre, el S&P 500 se encamina a cerrar con un alza de 14%, contando dividendos.

Y los gestores activos, cuyo trabajo es seleccionar acciones, fueron derrotados, con su peor desempeño en décadas en relación al mercado.

Sin embargo, las locuras de las predicciones siguen, a medida que economistas y estrategas realizan su última ronda de estimados sobre la dirección que tomarán los mercados.

Conforme el año se acaba, los inversionistas deben recordar que deben ignorar la mayoría, si no todas, las proyecciones y ajustarse en un plan de juego que tenga un desempeño razonablemente bueno sin importar lo que pase. También vale la pena reconocer que ninguna predicción merece ser seguida a menos de que sepa que el analista es confiable.

A diferencia, por ejemplo, de los meteorólogos, que predicen resultados específicos en tiempos exactos y usan porcentajes para indicar qué tan seguros están con sus proyecciones, los expertos financieros rara vez asignan probabilidades a sus estimados y hacen una variedad de deducciones que son difíciles de clasificar.

¿Por qué, entonces, tanta gente parece quejarse de que los reportes del tiempo no son correctos incluso cuando apuestan buena parte de sus ahorros en la predicción de algún experto en inversión cuyo historial ni siquiera se puede verificar?

Los humanos no quieren exactitud, quieren tranquilidad. Kenneth Arrow, premio Nobel y economista retirado de la Universidad de Stanford, trabajó como reportero del clima para las Fuerzas Armadas de EE.UU. durante la Segunda Guerra Mundial. Con la orden de evaluar modelos matemáticos para predecir el clima con un mes de anticipación, se dio cuenta de que eran inútiles. Al enterarse de esto, sus superiores enviaron otra orden: “El comandante general está al tanto de que las predicciones no son correctas. Sin embargo, las necesita para propósitos de planificación”.

Como lo muestra la historia de Arrow, la gente no acepta ignorar todas las predicciones. Admitir que el futuro es desconocido es demasiado aterrador. Aun así, los inversionistas se pueden convertir en consumidores más hábiles de proyecciones financieras.

Aprender de sus propios errores puede ayudarle a evitar caer en los errores de los expertos.

Fuente: The Wall Street Journal, 30/12/14.

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