Los clásicos dominan las clases de Economía

noviembre 18, 2012 · Imprimir este artículo

Pese a la crisis, los clásicos dominan las clases de economía
Por Juan Carlos de Pablo

La Asociación Argentina de Economía Política, reunida esta semana en Trelew, organizó una mesa redonda sobre qué y cómo hay que enseñar en las escuelas de economía, para tratar interrogantes como los siguientes: ¿quedó el análisis económico invalidado por la crisis internacional desatada a partir de 2007?; ¿cómo se incorpora la realidad a la universidad?

Al respecto entrevisté al irlandés Francis Hutcheson (1694-1746), quien según Lionel Robbins fue un innovador profesor de filosofía moral en Glasgow; entre otras cosas porque dictaba sus clases en inglés, y no en latín. Lo entrevisté porque lo rescató del anonimato haber tenido entre sus alumnos nada menos que a Adam Smith.

-Calificándolo de inolvidable, Smith siempre reconoció la gran influencia que usted tuvo sobre su obra. ¿Cómo era don Adam como alumno?

-No me gusta hablar en público de cómo eran mis alumnos, aunque lógicamente me llena de orgullo que uno de ellos se haya destacado como él. ¿Quién hablaría hoy de mí de no haber sido por esta circunstancia?

-¿Qué y cómo debemos enseñar en las escuelas de economía?

-Comencemos por los contenidos. En la formación del economista, hay un núcleo integrado por micro y macroeconomía; moneda, finanzas públicas, comercio internacional y desarrollo económico; historia económica y del pensamiento económico; matemáticas y estadística. Junto a los principios básicos de otras disciplinas y a los seminarios de especialización. Un economista que no domina la microeconomía es como un médico que no sabe para qué tiene corazón el cuerpo humano.

-¿Cómo debe enseñarse economía?

-Respetando la idiosincrasia de cada profesor [no solamente a los locos hay que correrlos para el lado que disparan], quien tiene un curso a cargo debe saber que sus alumnos son jóvenes y heterogéneos, tiene que hablar de lo que verdaderamente piensa y de lo que entiende (ningún alumno le presta atención al profesor que no cree lo que dice, o que habla de lo que no sabe). Hay que centrar la actividad en el alumno y no en la clase magistral, ser exigente, nunca confundir la realidad con los textos (la realidad no son los textos, sino aquello a lo que se refieren los textos) y también tener en cuenta que cuando la cafetería es más grande que la biblioteca el lugar puede ser muy entretenido, pero no es una universidad.

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-¿Qué queda de la teoría económica, luego de la crisis que comenzó en 2007?

-Para el cine, nada. Sólo a un director cinematográfico se le puede ocurrir que la teoría de la negociación planteada por John Forbes Nash destrozó un siglo y medio de análisis económico. Los cursos de medio ambiente no serán revisados, los de microeconomía algo, los de macroeconomía y finanzas privadas bastante más. Pero mañana, cuando vuelvan a sus aulas, mejor que los alumnos sigan estudiando con ganas a los clásicos, a John Maynard Keynes y a Joseph Allois Schumpeter, entre otros.

-¿Cómo se incorpora la realidad a la vida universitaria?

-De manera inmediata, en los seminarios, las mesas redondas, así como vía la interacción informal que se desarrolla en la cafetería, los pasillos y las oficinas de los profesores. A medida que pasa el tiempo, surgen las monografías y eventualmente los libros que, superando la espectacularidad propia de los pronunciamientos grandilocuentes, describen los hechos de manera sistemática, los ponen en perspectiva histórica, los explican causalmente (lo más difícil) y proponen las correspondientes modificaciones a las teorías existentes. En el verdadero ámbito académico, esto se hace con firmeza, pero sin entrar en el plano personal, como predicaron con el ejemplo David Ricardo y Thomas Robert Malthus, grandes amigos que en 1815 discreparon sobre la derogación de las leyes de granos.

-¿Y qué tienen que hacer los alumnos, finalmente, para saber?

-Después de leer y escuchar, pensar. Pensar es central. Por eso, el mejor homenaje que un profesor pudo recibir de un alumno se lo hizo el comunista Paul Marlor Sweezy al conservador Schumpeter, cuando dijo: «A Schumpeter no le importaba lo que pensáramos, mientras pensáramos».

-Don Francis, muchas gracias. .

Fuente: La Nación, 18/11/12.

Juan Carlos de Pablo

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