A empezar la dieta… digital
Por Débora Slotnisky.
La hiperconectividad como marca de época cambia de signo: ahora, la gente busca estrategias para limitar el uso de la tecnología en su vida cotidiana.
Desborde, angustia, ansiedad. Eso sentía Pablo Endler, director de Yeah! Toys (una marca de juguetes tecnológicos) cada vez que se ponía a trabajar. Quería ser más productivo, pero no sabía cómo organizarse; si entraba a las redes sociales para actualizar su estado, se quedaba demasiado tiempo mirando los perfiles de otras personas y al final las horas pasaban sin los resultados que esperaba. La solución llegó de mano de la aplicación gratuita para teléfonos Android Quality Time, destinada a restringir el acceso a determinadas funciones del celular. En la computadora, además, instaló la herramienta SelfControl, y la configuró para que no lo dejara entrar a Facebook, Twitter, Instagram o YouTube, los sitios que más lo distraían. «Desde entonces, las horas de trabajo me rinden mucho más porque no tengo estímulos externos que molesten ni notificaciones que distraigan», explica.
Casos como el de Pablo empiezan a escucharse cada vez con más frecuencia. Y es que el furor de estar online todo el tiempo para responder cada mensaje que llega al WhatsApp, leer los mails o actualizar las redes sociales está mutando hacia una nueva modalidad que tiene que ver con un uso más moderado de los dispositivos tecnológicos. En sintonía con este fenómeno, muchos bares eliminan a drede el Wi -Fi con carteles del tipo «Hablen entre ustedes» o «Disfruten el momento», y hasta las mismas empresas de tecnología, como Apple, Google o Facebook, señalan la necesidad de que los usuarios controlen la cantidad de tiempo que pasan conectados. Por caso, la firma de la manzana mordida presentó el lunes último su reloj inteligente Apple Watch, que, entre otras funciones, le informa a su dueño cuando hace mucho tiempo que está sentado para que tome conciencia sobre su nivel de sedentarismo. «Este dispositivo busca promover la vida sana, por eso lanza este aviso para que su portador dé un paseo», había anticipado en febrero el CEO de la tecnológica, Tim Cook.
A principios de marzo, se realizó en la Argentina el evento Digital Marketing Conference (DMC), en el cual disertó Daniel Sieberg, director de Estrategias de Difusión de Google y autor de The Digital Diet: The 4-step plan to break your tech addiction and regain balance in your life (La dieta digital: el plan de 4 pasos para romper con su adicción a la tecnología y recuperar el equilibrio en su vida). Tras contar su propia experiencia con un uso intenso de los dispositivos tecnológicos, Sieberg resumió los cuatro pasos que deberían seguir los interesados en ponerle fin a este hábito.
Primero, dice el especialista, hay que identificar cuántas horas se está conectado al día y evaluar qué se está dejando de lado por esta realidad. En segundo lugar, hay que esconder todos los dispositivos. Durante el inicio de la dieta, sólo se puede chequear el correo electrónico una vez al día. Tras esta separación entre el usuario y la tecnología, viene la fase tres, en donde vuelven a utilizarse los equipos, pero con un límite en la cantidad de tiempo. Por último, el autor propone que las personas se encuentren con sus seres queridos para fortalecer la comunicación cara a cara y disminuir el contacto mediatizado.
«La tecnología tiene ventajas, pero también genera muchos desafíos, ya que abarca todos los ámbitos de nuestra vida», afirmó Randi Zuckerberg, la hermana del fundador de Facebook -que trabajó como responsable de marketing de Facebook entre 2005 y 2011-, al compartir el escenario con Sieberg en el evento que se desarrolló en el Centro de Convenciones Arturo Frondizi de Vicente López, la semana pasada.
Para Zuckerberg, existe una gran cantidad de ejemplos que indican que es necesario desenchufarse. «El 90% de la gente tiene el celular a un brazo de distancia durante el día. Yo quiero que mis hijos tengan conciencia de cómo la tecnología puede mejorarles la vida en vez de hacerlos sentir abrumados. Los chicos necesitan sol y tiempo al aire libre, por eso mi consejo es que usen tecnología, pero no demasiado«, sentenció.
La hiperconectividad
«Hasta hace unos meses, yo tenía varios cargadores de batería: uno en casa, otro en la oficina y un tercero en la mochila para que mi teléfono nunca se apagara. Siempre atendía las llamadas y los fines de semana, si sonaba alguna notificación, necesitaba ver cuanto antes de qué se trataba», relata Benjamín Buzzi, un consultor de prensa de 41 años. Sin embargo, al observar con hastío a otras personas que tenían las mismas costumbres, tomó la decisión de empezar a desconectarse: este verano se fue de vacaciones a Bariloche y sólo encendió su celular por las noches, mientras que años anteriores lo tenía en la mano todo el día para sacar fotos y subirlas al instante a las redes sociales. «No utilizar el smartphone durante esos días me provocó un placer absoluto y me ayudó a cortar con la rutina que mantengo el resto del año», se confiesa.
El perfil «hiperconectado» que lo identificaba en el pasado no es una excepción. De hecho, es frecuente que las personas acudan al médico por cuadros de ansiedad o estrés derivados del uso desmedido de la tecnología. Enrique Luis De Rosa, psiquiatra y psicoterapeuta cognitivo, especialista en adicciones comportamentales, comenta el caso de uno de sus pacientes: «Es un hombre de 45 años, que no puede evitar dejar de responder los mensajes que recibe. Sin embargo, no llegó a la consulta por esta cuestión, sino porque queda tapado por los rituales frente al teléfono de manera que chequea insistentemente todas las cuentas que tiene configuradas en su celular, y no puede priorizar cuál responder primero. Si por algún motivo no está conectado, experimenta la misma abstinencia hallada en cualquier cuadro de Trastorno Obsesivo Compulsivo [TOC]». De hecho, la patología puede definirse como el terror a quedarse fuera del mundo virtual y ya tiene un nombre concreto: FOMO (Fear of Missing Out).
De Rosa indica que la compulsión por estar conectado y pendiente de los mensajes es comparable con ciertas conductas que existían antes del advenimiento tecnológico: «En el pasado, las personas chequeaban el buzón de su casa para ver si les había llegado una carta o levantaban el tubo del teléfono fijo para ver si tenía tono», ejemplifica. En este sentido, lo novedoso tiene que ver con el nivel de expectativas: «Antes uno no estaba tan pendiente de la recepción de un correo postal porque se sabía que los tiempos de envío eran lentos. En cambio ahora, el flujo de intercambios es tal, que los mensajes van y vienen en cuestión de segundos», detalla el médico.
Daniel Chattás, que es director de la empresa de tecnología Mastesis, utiliza la función Modo de bloqueo que viene preinstalada en su teléfono con sistema operativo Android para no recibir ningún tipo de notificación o llamada fuera de su horario laboral. Sus colegas están de acuerdo con su decisión y muchos, incluso, decidieron imitarlo. «Yo configuré esta función para desconectarme automáticamente entre la medianoche y las 7 de la mañana, e incluso armé una lista de personas importantes, para que en caso de que una de ellas me llame, el teléfono suene y yo pueda atenderla -explica Daniel-. Esta herramienta me facilitó muchísimo la desconexión porque antes tenía que hacer este trámite manualmente y me pasaban dos cosas: por un lado, me olvidaba de desactivar alguna notificación y por eso el teléfono sonaba de noche. Por el otro, siempre me quedaba con el temor de que algún familiar me necesitara y no pudiese comunicarse conmigo.»
Existen muchas otras vías para controlar el tiempo que les dedicamos a los dispositivos tecnológicos. Por ejemplo, De Rosa sugiere establecer períodos de veda. «De esta manera, si el usuario experimenta ansiedad, podrá darse cuenta de que la situación lo está afectando, y éste es el primer paso para solucionar la situación.»
Valentín Muro, estudiante de filosofía que trabaja como director creativo en una empresa de animación digital, usa por su parte el método Pomodoro para organizar mejor sus horarios de conexión. Bajo este sistema, se usa un reloj físico o en forma de aplicación para dividir el tiempo (llamado «pomodoro») que se va a dedicar a la realización de una tarea sin interrupciones. «Como mis horas de trabajo son tan productivas, luego en casa no tengo necesidad de prender la computadora. Incluso el cuerpo me pide estar desconectado.» Muro también utiliza en su celular la app gratuita ClearFocus, que bloquea el acceso a Internet desde el celular. Según cuenta, la activa cuando tiene que estudiar o realizar alguna tarea que requiera concentración. «Gracias a ella, puedo organizarme mucho mejor, y luego disfrutar del tiempo libre sin remordimiento porque tengo el dato preciso de cuántos «pomodoros» productivos tengo a diario», reflexiona.
Cara a cara
Valentín señala que hay otro terreno donde la dieta digital es necesaria, casi indispensable: el terreno amoroso. Con su novia Lucía Manasliski, de 29 años, priorizan desde hace rato la conversación cara a cara y por eso no se intercambian mensajes a través de Facebook. «Si bien la tecnología sirve para comunicarse a la distancia, también puede provocar confusiones cuando sólo se utiliza el texto. Por ese motivo, nosotros nos tomamos el tiempo necesario para dialogar», explica junto con Lucía, en Florencio Bistro & Patisserie, que desde su apertura en Recoleta, hace ya 11 años, no cuenta con acceso a Wi-Fi por expresa decisión de su propietaria María Laura D’Aloisio.
«Aunque distintos proveedores vinieron muchísimas veces a ofrecer el servicio, yo estoy convencida de que las personas que vienen acá lo hacen para disfrutar del lugar, de una buena lectura o de una conversación. Por eso, aunque muchos se sorprenden al enterarse de que aquí no hay conexión a Internet, en general, expresan comentarios positivos, como que acá van a poder estar más tranquilos, sin interrupciones que llegan vía web».
Consultado por LA NACION, el norteamericano doctor John Grohol, que es investigador, experto en patologías mentales vinculadas al mundo online y autor del libro The Insider’s Guide to Mental Health Resources Online, menciona tres medidas que pueden implementar aquellas personas que desean poner un límite al nivel de conexión: «En primer lugar, se debe usar la regla de los tres segundos, o sea, que debemos tomar una decisión acerca de lo que haremos con cada mail en ese lapso de tiempo». Según el experto, hay personas que analizan cada mensaje pensando si lo responden o no, o qué escriben en él, y eso redunda en una situación estresante, ya que mientras transcurre ese lapso de tiempo la casilla de elementos recibidos sigue incrementando su volumen.
La segunda clave consiste en apagar las alarmas de notificación: «Las personas las activan para incrementar el flujo de comunicación y la productividad. Sin embargo, sucede lo contrario, ya que las alarmas distraen». En esta línea, Grohol explica: «Es importante avisar a amigos, colegas y familiares acerca de nuestro cambio de actitud frente a la comunicación, para que ellos no esperen una respuesta inmediata de nuestra parte».
Por último, aconseja a los usuarios desuscribirse de los mails de empresas, ya que, aunque sean eliminados sin ser leídos, estorban.
Las políticas de las compañías son cruciales en este sentido, ya que muchos empleados, al contar con teléfonos inteligentes y notebooks provistos por sus empleadores, experimentan larguísimas jornadas laborales, ya que siguen pendientes a toda hora de las comunicaciones que llegan a sus dispositivos. «En Mastesis, trabajamos siete personas y la configuración del correo electrónico en el teléfono es optativo. Además, consideramos que cuando uno se retira de la oficina no tiene por qué recibir ni responder cuestiones vinculadas al trabajo. Incluso tenemos un grupo en WhatsApp, pero lo usamos con mucha moderación. Por ejemplo, los fines de semana no lo utilizamos, excepto para saludar a alguien por su cumpleaños. Como somos pocos, cuando uno de nosotros está de vacaciones, no le enviamos ningún mail, a menos que ocurra un hecho excepcional», enfatiza Daniel Chattás, firme defensor de la libertad poslaboral.
Tal como sucede con aquellas personas que inician un régimen alimentario para combatir el sobrepeso y la obesidad, nunca es tarde para iniciar una dieta digital que permita estar más desenchufados de los dispositivos tecnológicos y más conectados con el entorno.
Fuente: La Nación, 14/03/15.
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