¿Por qué gastamos de más?

diciembre 15, 2015 · Imprimir este artículo

Los motivos ocultos que nos hacen gastar más de la cuenta

Por Charlie Wells.

¿Qué puede hacer la gente para controlar sus gastos? Si uno hace esa pregunta, en la mayoría de casos, las respuestas se repiten. Hacer un presupuesto y respetarlo, reducir el gasto para que no exceda los ingresos y monitorear las compras para no salirse de los límites.

Muy a menudo, sin embargo, cuando las familias tratan de seguir tales pasos, fallan. ¿Por qué?

Los investigadores recién empiezan a comprenderlo y las respuestas parecen tener más que ver con los impulsos psicológicos y con defectos que nos cuesta reconocer y superar en nuestras vidas.

La configuración mental de las personas, por ejemplo, es excelente para pronosticar los ingresos, pero terrible a la hora de imaginar los gastos futuros, lo que nos lleva a hacer presupuestos irrealistas. La forma en que pensamos acerca de nuestros recursos emocionales también importa. Si las personas consideran que la fuerza de voluntad es limitada, sienten que necesitan recompensarse con cosas como compras por impulso cada vez que cumplen un objetivo. En ocasiones, la gente asigna en forma inconsciente un valor tan alto a parecer responsable que terminan tomando decisiones que les cuestan caro, como hacer grandes compras con tarjetas de crédito, en lugar de recurrir a los ahorros. A continuación presentamos un vistazo a los hallazgos científicos sobre nuestros impulsos ocultos relacionados al gasto y el ahorro y cómo podemos corregir algunos de nuestros errores más graves.

Los gastos futuros

Las personas son terribles a la hora de calcular sus egresos. Según un estudio publicado en 2008 en la revista especializada Organizational Behavior and Human Resources Processes, los seres humanos utilizan un razonamiento excesivamente simplista que se concentra demasiado en los ingresos para estimar desde la cantidad de agua en una tina hasta los gases de efecto invernadero en la atmósfera.

Eso tiene grandes repercusiones sobre la forma en que trazamos nuestros planes financieros, señala John Lynch, director del Centro de Estudios de Toma de Decisiones Financieras de la Universidad de Colorado, en Boulder, cuyo equipo estudió el fenómeno en un estudio próximo a publicarse en la revista Journal of Marketing Research.

La investigación encontró que a la hora de planificar sus finanzas, la gente piensa en sus ingresos, pero no se concentra en el aumento de sus gastos (egresos) y esto los hace pensar que pueden costear gastos que en la práctica son impagables. “Así es como las personas terminan comprando una casa o un auto que, en última instancia, no pueden pagar”, dice Lynch.

Lynch y su equipo buscan soluciones de comportamiento para este dilema, pero cree que un componente fundamental es hacer un presupuesto. Cuando las personas dependen de impresiones subjetivas sobre sus finanzas y parece posible que pueden pagar todo, entonces gastan. Cuando elaboran un presupuesto, es mucho más probable que decidan recortar gastos deseables, pero prohibitivos.

El costo de sentirse bien

Para muchas personas, un plan financiero significa concentrarse en lograr un objetivo: mantener, y aumentar, una cierta cantidad de ahorros. Es un propósito loable. Pero algunos estudios recientes sugieren que puede ser contraproducente y hacer que la gente gaste más de lo debido.

Abigail Sussman, profesora asistente de marketing de la Escuela de Negocios Booth de la Universidad de Chicago, tiene una teoría: ahorrar genera una sensación de responsabilidad financiera. No obstante, ese deseo podría hacer que la gente se endeude a tasas altas de interés para seguir ahorrando y sintiéndose bien.

Para probar su hipótesis, Sussman y un coautor hicieron encuestas en Internet. En una de ellas, reclutó a 185 personas para que respondieran preguntas sobre cómo financiarían un gasto de emergencia de US$1.000. Se les consultó si sacarían esos fondos de sus ahorros o utilizarían una tarjeta de crédito a diez tasas de interés, de 0% a 30%.

Sussman halló que a pesar de que las personas estaban, en teoría, acumulando un interés de 1% en sus ahorros, estaban dispuestas a endeudarse a tasas mucho más altas para mantener sus ahorros a un determinado nivel.

Sussman recomienda que los consumidores se fijen en el cuadro general, en lugar de considerar cada decisión desde la óptica de preservar sus ahorros.

No gaste como recompensa

compradora compulsivaMuchas personas gastan más de lo que ganan por la forma en que perciben la fuerza de voluntad.

Los estudios han hallado que algunas personas imaginan la fuerza de voluntad como un recurso limitado que se agota con facilidad, mientras que otros lo ven como algo abundante que no se acaba. Eso produce comportamientos muy distintos durante los momentos difíciles. Quienes piensan que la fuerza de voluntad es limitada creen que merecen una recompensa por exhibirlo, mientras que quienes lo consideran un recurso inagotable no sienten tal necesidad.

Quienes están en la primera categoría tienden a recurrir a premios que no son saludables, como consumir comida chatarra, dilatar las decisiones y gastar más de la cuenta. Esos son los resultados de una investigación realizada en 2015 por un equipo de las universidades de Stanford y Zúrich.

El estudio sondeó a 176 alumnos de pregrado de la Universidad de Stanford y los dividió en dos grupos: los que opinaban que la fuerza de voluntad era finita y los que pensaban que era abundante. Durante los períodos de estrés, el primer grupo registró conductas más impulsivas, como gastar más de lo debido.

El estado anímico

Cuando la gente está triste, sus hábitos financieros se deterioran. Cuando están felices, mejoran. Según un estudio realizado entre 4.500 consumidores holandeses y publicado en 2012 por el Journal of Economic Psychology, las personas que no son felices ahorran menos, gastan más y tienen una mayor propensión al consumo. Tienen menos control sobre sus gastos y prevén una inflación más alta. Quienes están felices, en cambio, están más orientados al futuro y persiguen metas que los beneficiarán a largo plazo.

El valor de la vivienda

Finalmente, muchas personas sienten una debilidad cuando se trata de sus viviendas. Por cada incremento de US$1 en el valor de una casa en el mercado, algunas familias elevan su consumo en entre seis y 18 centavos de dólar, según un estudio de 2013 publicado por la Review of Economics and Statistics.

Los investigadores han indicado desde hace tiempo que mientras mayor es la apreciación de una vivienda, mayor es la sensación de los propietarios de que cuentan con dinero adicional para gastar. Luego, mientras más vale un hogar, mayor es la cantidad en la que su propietario puede endeudarse contra la propiedad. Cooper explica que para hacer efectivo un aumento en el valor de una propiedad tendría que venderla. Una vivienda comparable en el mismo mercado probablemente costaría lo mismo, de modo que tal persona no tendría tanto dinero adicional para gastar salvo que esté dispuesto a moderar significativamente sus expectativas.

—Wells es editor de The Wall Street Journal en Londres.

Fuente: The Wall Street Journal, 08/11/15.

 

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