Caminar: Uno de los medicamentos más efectivos

febrero 5, 2020

Uno de los medicamentos más efectivos

Por Daniel López Rosetti.

Ya no hay duda. Caminar hace bien. En realidad, caminar hace muy bien. Esto es debido a que se trata de un ejercicio físico de orden aeróbico por excelencia. Otros ejercicios aeróbicos son andar en bicicleta sea ésta fija o móvil, hacer natación, remar, y todos aquellos ejercicios en los cuales el movimiento de las masas musculares de nuestro cuerpo es continua de manera tal que el consumo de oxígeno por parte de los músculos es asimismo continuo. Esto excluye otras actividades físicas, que también son muy buenas como para nombrar tan solo una de ellas digamos por ejemplo el fútbol. Claro está que incluimos dentro de los ejercicios aeróbicos las variables de la caminata tal es así el trote o el running.

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Esta actividad física aeróbica beneficia por distintos procedimientos y mecanismos de orden biológico a todas las arterias y vasos sanguíneos de nuestro cuerpo. Sería difícil enumerar los múltiples beneficios ya que como resulta evidente el beneficio de las arterias garantiza una buena irrigación sanguínea a todos los órganos sobre todo aquellos que podemos considerar órganos nobles, tales como el cerebro, el corazón, los pulmones, etcétera. Es decir, ninguna parte del cuerpo escapa a los beneficios que presupone tener arterias en muy buen estado y con bajo nivel de aterosclerosis. La actividad física en general y la aeróbica en particular ayuda notablemente a controlar el peso corporal, mantener la flexibilidad de las articulaciones, mejora el estado anímico general, mejora claramente el humor, disminuye los efectos negativos de la depresión y podríamos seguir con una serie verdaderamente larga de beneficios. Así como hemos dicho que es particularmente beneficioso para los órganos nobles resulta evidente que esos órganos funcionarán mejor. Por tanto y si consideramos por caso nuestro cerebro es obvio que este funcionará mejor expandiendo lo más posible sus actividades de orden cognitivo tales como la capacidad de concentración, atención, memoria, facilidad en la toma de decisiones, y como ya hemos dicho tendrá repercusión en la mejoría del estado anímico. El corazón es otro órgano muy beneficiado por la actividad física aeróbica. El mantenimiento y buen funcionamiento de las arterias coronarias tendrá como repercusión directa una buena irrigación del músculo cardíaco y en tanto ello de sus funciones. Disminuirá en consecuencia la posibilidad de angina de pecho, infarto agudo de miocardio, arritmias cardíacas, muerte súbita, etcétera. La actividad física aeróbica disminuirá también la presión arterial manteniéndola en niveles adecuados. Ayudará a controlar el metabolismo y con ello el peso corporal disminuyendo la posibilidad de sobrepeso y obesidad. Es particularmente útil también para evitar y/o tratar la diabetes. Mejorará asimismo el proceso respiratorio y la salud de las vías aéreas. Lo propio sucede con nuestro sistema digestivo. Nuevamente, como verá, sería difícil y largo enumerar la infinidad de beneficios que la actividad física aeróbica ejerce sobre nuestro cuerpo.

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¿Cúanto hay que caminar para que sea beneficioso?

La pregunta que seguramente nos haremos a esta altura es sobre la dosis con la que debiéramos administrar este medicamento por excelencia. Ante todo y como siempre es conveniente realizar un control médico adecuado para saber cuál es nuestro estado general y si podemos realizar actividad física y en qué medida. Más allá de ello la inmensa mayoría de las personas pueden realizar una caminata aún dentro de sus posibilidades. Cabe señalar en este sentido que «lo perfecto es enemigo de lo bueno» y que para una persona sedentaria, con el solo hecho de que camine un poco sin duda su estado general va a mejorar. Esta recomendación la realizo tanto para aquellas personas que resultan ser sedentarias como para aquellas que ya realizan actividades físicas tales como el trote o la carrera: «lo perfecto es enemigo de lo bueno».

Aclarado estos conceptos, diría que lo importante es iniciar una caminata a paso normal y durante 30 o 45 minutos diarios, día por medio.Sugiero iniciar la actividad con una caminata de paso normal, para paulatinamente ir aumentando la velocidad. La recomendación final sería realizar una caminata a paso rápido esos 30 o 45 minutos día por medio. Tomando siempre la precaución de utilizar calzado cómodo, tomar un vaso de agua antes de iniciar la actividad, realizar un ejercicio de elongación, y luego comenzar a caminar a paso normal durante unos 50 o 100 m y aumentar posteriormente la velocidad. Esa velocidad no debe llegar al trote, en realidad no es necesario. Simplemente se trata de caminar con rapidez pero sin llegar al trote. Un secreto para saber si la velocidad a la cual caminamos es adecuada para nuestra condición física es cantar algún tema que le guste durante la caminata.

Siempre me gusta mencionar un hecho que notó el médico del correo de Londres hace cientos de años. Él observó que los carteros iban al velorio de los administrativos. Esta observación no puede ser más concluyente, quien camina en términos generales vive más tiempo. Pero la verdad, y lo más importante es que aquel que camina con regularidad simplemente se va sentir mejor mientras la vida continúe. Nunca debemos olvidar que la adecuada gestión de la vida, es la gestión de cada uno de sus momentos, diría que la adecuada gestión de la vida es la gestión del «mientras tanto».

—Daniel López Rosetti es médico clínico, cardiólogo universitario, especialista en medicina del estrés, docente, investigador y divulgador científico.

Fuente: La Nación, 29/11/17.

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