Los sesgos cognitivos y la Inteligencia de Negocios

enero 26, 2022

Sesgos Cognitivos en la fase de obtención de Inteligencia

Por Cristina López Tarrida.
Analista e Investigadora especializada en Influencia, Desinformación y Propaganda.

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Desde que la tecnología ha irrumpido con fuerza en el ámbito de la Inteligencia, cada vez es más frecuente observar cómo existe cierta tendencia en algunos círculos a considerar, equivocadamente, que las herramientas de software constituyen los cimientos sobre los que se sustenta el análisis, relegando a la mente del analista a un mero complemento de dichas herramientas.

Esta fe ciega en el software y en los programas automatizados de obtención y análisis, no deja de ser consecuencia de algunos de los sesgos cognitivos de nuestra mente, donde el inesperado beneficiario del error de juicio ha cambiado de protagonista, mutando del humano a la máquina. Sin ir más lejos, el sesgo por exceso de confianza ha experimentado una metamorfosis, de modo que ese exceso de confianza no es ya en la propia capacidad de evaluación, como en el heurístico tradicional, sino en la capacidad de las herramientas. Pero no es éste el único caso. Si pensamos, por ejemplo, en el sesgo del intruso, referido a la tendencia a valorar la consulta realizada a terceros como más objetiva y confiable por el hecho de suponerla más imparcial y libre de intereses, nos daremos cuenta de que la máquina es ahora el tercero en “concordia”, de modo que no es de extrañar que, sumado al deslumbramiento que ya de por sí provocan las capacidades demostradas por los algoritmos, este sesgo nos impida evaluar con mejor criterio la fiabilidad de los resultados proporcionados por los mismos. No podemos obviar que esos algoritmos no dejan de ser cajas negras de las que ignoramos, entre otras cosas, sus reglas de filtrado y priorizado de información. ¿Cómo selecciona los datos uno de estos algoritmos? ¿Qué criterio hay detrás de la categorización de esta información?

No podemos obviar que esos algoritmos no dejan de ser cajas negras de las que ignoramos, entre otras cosas, sus reglas de filtrado y priorizado de información.

Si nos centramos en los motores de búsqueda de información, la cuestión se vuelve ya de por sí mucho más compleja. Hay quienes creen que realizar las búsquedas desde el anonimato o la privacidad que permite el llamado “modo incógnito” nos libra de obtener una información sesgada por nuestro perfil de intereses, por nuestro filtro burbuja. Puede que logremos evadir el cerco de nuestras propias preferencias, pero, ¿acaso el orden de los resultados de las búsquedas no sigue obedeciendo a criterios de preferencias o intereses de la mayoría, aunque estos sean más genéricos? ¿Acaso no responden a los resultados de búsqueda consultados con mayor frecuencia por los usuarios?

Y donde el analista ha de tener mayor cuidado, si cabe, es en los criterios de búsqueda. Es ahí donde aparece un sesgo que considero que ha de ser especialmente vigilado por parte de cualquier profesional que se dedique a la investigación o al análisis. He dado en bautizarlo como sesgo de proyección en la búsqueda o sesgo de búsqueda condicionada, y consiste en la proyección de la propia opinión, prejuicio o tendencia ideológica en los términos que se emplean para realizar las consultas, de modo que los resultados proporcionados por los motores de búsqueda responderán de acuerdo a este filtro. Un simple ejemplo de cómo funciona la activación de este sesgo podemos deducirlo pensando en la sustancial diferencia de resultados que podríamos obtener a partir de los términos de búsqueda “proceso secesionista” y “proceso independentista”. El analista ha de cuidarse de que sus búsquedas no supongan ya de antemano un filtro ideológico para el análisis. ¿Somos lo suficientemente pulcros a la hora de seleccionar los conceptos con los que abordamos la obtención de información? ¿Reflejan de alguna manera nuestra forma de pensar o creer?

El analista ha de cuidarse de que sus búsquedas no supongan ya de antemano un filtro ideológico para el análisis.

Después de todo, quizás debamos admitir que la obtención de inteligencia de fuentes abiertas (OSINT), especialmente cuando ésta se circunscribe a Internet, medios web y sociales es, de todas, la más sesgada, ya que, a los sesgos habituales del analista, se suman nuevos sesgos donde lo tecnológico implica un nuevo reto cognitivo. En cualquier caso, no deja de ser todo esto únicamente una primera aproximación a la cuestión, una breve reflexión «en voz alta»; un intento de que abordemos el uso de las herramientas con la cautela debida, con el sentido crítico exigible en el ámbito de la Inteligencia. Este asunto, sin duda, requiere de un debate profundo del que esta deliberación sólo pretende ser un preámbulo. Sin embargo, sirva de alegato final la defensa fehaciente de que las herramientas son un complemento del trabajo del analista, no el analista un complemento del software. Cuando el analista se convierte en un mero recolector de información, deja de ser analista. Que las herramientas no nos cieguen.

Fuente: opinionmakers.es, 09/12/21.


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julio 15, 2020

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Inteligencia económica y contrainteligencia empresarial, herramientas necesarias para competir

Por Fernando Montoya. 27/11/2019

“Si usted no sabe hacia dónde va, probablemente acabará llegando a cualquier otro lugar.”
Lawrence J. Peter

Entre las democracias desarrolladas y asentadas, como ya apuntaba Barry Buzan, los conflictos militares, sobre todo tras la caída del muro de Berlín, han dejado paso a otro tipo de enfrentamientos más sutiles, más líquidos, más volátiles, más transversales y con toda seguridad, menos visibles para la opinión pública, pero existentes. Nos referimos a amenazas con origen en los mercados en general, ya sean de materias primas, deuda pública, o bursátiles. Clausewitz consideraría a éste nuevo escenario como “la continuidad de la guerra por otros medios”.

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Fernando Montoya, vicepresidente de la Asociación Internacional
de Miembros de Cuerpos de Seguridad y Emergencias, AIMCSE

Por otra parte, tengamos en cuenta que la globalización de los mercados, la aparición de las economías emergentes y las crisis económicas soportadas, cada vez con más frecuencia, en mayor o menor medida por las economías más desarrolladas, son algunos de los vectores que vienen impulsando a esta disciplina, la Inteligencia Económica, que, sin ser nueva, está poco aplicada, y que nace como un medio más, como una herramienta ágil para asegurar, nuestras inversiones. En tiempos de crisis, la célebre frase de Winston Churchill, “Un optimista ve una oportunidad en toda calamidad y un pesimista ve una calamidad en toda oportunidad”, cobra toda su vigencia.

La Inteligencia económica, junto con la prospectiva estratégica aplicada y la tecnología, nos ayudarán a transformar la incertidumbre en certeza, transitando del campo virtual al real.

Tengamos en cuenta también que el espectacular desarrollo de los medios de comunicación nos garantiza el conocimiento de una gran cantidad de datos acumulados en amplísimas bases, de enorme capacidad, pero no su interpretación. La noticia está disponible a los ojos del lector o del espectador, pero son pocos los que entienden lo que está pasando.

El analista de inteligencia económica proporcionará datos precisos, en el momento adecuado, con el fin de favorecer la toma de decisión más adaptada a la necesidad de cada momento. Estudiará la hipótesis más probable y la más peligrosa y propondrá acciones a tomar en cada caso.

Una inversión en el exterior de dimensiones financieras de especial relevancia, requiere un estudio detallado en primer lugar de nuestras propias capacidades como empresa / país y en segundo lugar de nuestros posibles adversarios. Las primeras las conocemos porque es nuestro trabajo diario pero los segundos se resisten a los ojos del observador no especializado.

Sin embargo, la realidad es muy otra: cuántas empresas españolas, sobre todo de tamaño medio, han intentado desarrollarse en otro país y han tenido que abandonar el proyecto tras acumular millones de pérdidas. Desembarcar fuera de las fronteras sin un mínimo de conocimientos de sus factores político, social y económico, suele ser una pérdida de tiempo y de dinero. Conocer cómo es la idiosincrasia del país, actuaciones de su administración y de sus empresarios y la existencia o no de la necesaria seguridad jurídica, garantiza, al menos inicialmente, un buen puesto en la rampa de salida. Se precisa una herramienta, que tras acciones coordinadas de investigación, tratamiento y distribución de la información nos ayude en la toma de decisiones en el ámbito económico. Su conocimiento y perfecta utilización puede garantizarnos la consecución de un contrato y asegurar la vida de una empresa pública o privada; hablamos de la Inteligencia Económica, una disciplina que otros países de nuestro entorno prodigan su empleo desde hace mucho tiempo y al que los empresarios deben de incorporarse de pleno derecho, pero no solos. La cooperación con la Administración debe de conformar un vínculo tan estrecho que les acompañe en su aventura pues estamos hablando de abrir nuevos mercados, mantenerse en ellos y crear riqueza. En definitiva se trata de defender nuestro tejido industrial aunque su centro de gravedad haya sufrido un desplazamiento; defensa de nuestros intereses en el exterior. Desde la perspectiva del Estado podría considerarse a la Inteligencia Económica como una parte muy importante de la Seguridad Nacional y desde el punto de vista empresarial, la inteligencia competitiva, su homónima, como un factor primordial para su desarrollo ordenado y estructurado.

Pero si la información, que abarca desde la mensajería al historial de clientes y proveedores pasando por el elenco de productos y servicios, constituye uno de los mayores activos intangibles de las empresas, su consecuencia inmediata es la necesidad de su protección a ultranza. Sus fugas, en cualquiera de sus dimensiones, pueden acarrear unos problemas a la empresa de tales dimensiones que pueden llegar a denegar su continuidad en el mundo empresarial, con lo que ello significa tanto para la empresa como para sus empleados e incluso para el propio empresariado nacional. Estamos en la fase de la contrainteligencia empresarial.

Definiciones de contrainteligencia hay muchas, pero por adoptar una, la definiremos como: «todas aquellas medidas de carácter pasivo o activo que realiza una empresa pública o privada para evitar las acciones de inteligencia empresarial o del adversario en contra de ellas».

Quizás, a esta definición, habría que añadirle que esas medidas deben de estar enmarcadas en la ley, una ley restrictiva tanto respecto a sus empleados como al exterior. Las primeras se enfrentan al derecho a la intimidad del personal trabajador de la empresa y la exterior debe de estar regida por la ley, universalmente aceptada, aunque no definida en todos sus matices, de buenas prácticas, de la ética corporativa. Por tanto, ni la inteligencia, en cualquiera de sus acepciones, ni la contrainteligencia, deben, ni pueden, confundirse con el espionaje y/o contraespionaje. Eso sería hablar de otras cosas y aquí, en el marco legal vigente, no tienen cabida.

Pero adentrémonos un poco en las entrañas de la contrainteligencia; partamos de, por ejemplo, algunas de sus actividades que nos parecen relevantes:

  • De seguridad, que una empresa tratará de conseguir a través de diferentes contramedidas que taponen sus vulnerabilidades y / o debilidades (que previamente habrá tenido que definir) sin obviar el tan abrumador campo de las comunicaciones cuya fuga de información puede poner en serios apuros a la empresa. Así pues, la contrainteligencia deberá de fijar su atención sobre puntos tan claves que, ni son exclusivos ni excluyentes, como: el personal de la empresa, la propia infraestructura de la empresa y sobre su red informática y sus procesos de información (fuga de información sensible).
  • De contraespionaje, estudiar a los competidores, sus técnicas y sus medios.
  • Decepción, diseminación de noticias falsas y medidas de carácter análogo que lleven a la interpretación errónea de los verdaderos intereses de la empresa.

Si la empresa se mantiene firme en estos rasgos, marcará la diferencia y obtendrá ventaja frente a sus competidores.

Pero, como no puede ser de otra manera, la empresa, como la inteligencia en general, también tiene a su disposición su correspondiente ciclo de inteligencia empresarial que le ayudará a detectar, prevenir y actuar contra cualquier injerencia que pueda perturbar su normal desarrollo competitivo. Un ciclo de inteligencia que, contendrá como mínimo los siguientes pasos y en este orden:

  1. Definición de los requisitos de protección de la empresa.
  2. Evaluación de las posibles amenazas de la competencia.
  3. Evaluación de las propias vulnerabilidades.
  4. Desarrollo de contramedidas.
  5. Desarrollo y uso de protecciones.
  6. Procesar y analizar los datos disponibles.
  7. Difusión de los resultados a la dirección empresarial.

Lo que no cabe la menor duda es que si bien es cierto que, hoy día, la empresa, se siente amenazada ante agresiones tanto de mercados como desde dentro de su propio tejido empresarial, no lo es menos que también tiene a su disposición herramientas que le ayudan a enfrentarse a ese mundo tan diverso, globalizado, competitivo y cambiante; estamos en presencia de la inteligencia económica y de la contrainteligencia empresarial.

Fuente: interempresas.net

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