La Corte Suprema preocupa a Cristina Kirchner

abril 16, 2015

La Corte desvela a la Presidenta

Por Carlos Pagni.

CFK presaHay un rasgo constitutivo del kirchnerismo: su relación con el tiempo. Como toda variante populista, sacraliza el presente e ignora lo que está por venir. La predilección por el consumo en detrimento del ahorro, o el menosprecio por la inversión en favor del gasto, son sólo algunas manifestaciones de esa escala de valores. Hay un campo, sin embargo, en el que esta regla no se verifica: la política judicial. La prevención frente a lo que pueda ocurrir en los tribunales inspira en Cristina Kirchner una inesperada obsesión frente al mañana. Es una inquietud que desborda la función pública y se infiltra en el terreno familiar. Ella teme que Máximo, su hijo, atraviese alguna desagradable peripecia por las investigaciones sobre la desprolija economía familiar. Es imposible entender la conducta del Gobierno si se deja de lado esta preocupación: su hiperactividad institucional es un intento desesperado por modelar el futuro.

En esta batalla por la seguridad jurídica del propio clan, la Presidenta sufrió anteayer una derrota. En cinco líneas, los ministros de la Corte Suprema de Justicia Ricardo Lorenzetti, Elena Highton de Nolasco y Juan Carlos Maqueda, rechazaron el recurso extraordinario que había planteado el ex juez Juan José Galeano para que no se reabriera una causa en la que había sido sobreseído por el ex juez Gabriel Cavallo. A Galeano se lo había acusado de pagar 400.000 dólares a Carlos Telleldín, para que modifique una declaración sobre el destino de la camioneta que se habría utilizado para la voladura de la AMIA. Galeano será juzgado de nuevo.

Con su pronunciamiento, la Corte tomó posición en un debate con consecuencias inquietantes. Convalidó la doctrina de la cosa juzgada fraudulenta o írrita. Esa teoría sostiene que los procesos penales que se declararon concluidos pueden reabrirse si se demuestra que el juez no tuvo voluntad o fue impedido de investigar. En el contexto actual, la discusión abre interrogantes muy concretos. Por ejemplo, ¿la señora de Kirchner podría ser enjuiciada de nuevo por enriquecimiento ilícito? Ella, igual que su esposo, fue absuelta por Norberto Oyarbide de ese delito. Ambos habían sido acusados porque, entre 2003 y 2009, multiplicaron su patrimonio en un 572 por ciento. Sin embargo, Oyarbide cerró la causa con extraordinaria rapidez, considerando la opinión del cuerpo contable de la Corte y de un perito ofrecido por los Kirchner: su propio contador.

El juez Julián Ercolini también había sobreseído a los Kirchner por la misma falta. El fiscal, Eduardo Taiano, no apeló el pronunciamiento porque, según trascendió, habrían secuestrado a su hijo para que no lo hiciera. Hay más ejemplos: Claudio Bonadio sobreseyó a los secretarios privados de la Presidenta, que se enriquecieron más de 60 veces en sólo cinco años. Y el fiscal Guillermo Marijuan no pidió que se revise la sentencia.

Es comprensible que alguien tan acostumbrado a la clemencia como Cristina Kirchner, ante la primera pregunta incómoda, denuncie la formación de un partido judicial. Ayer, los camaristas Martín Irurzun, Horacio Cattani y Eduardo Farah confirmaron el procesamiento de los fiscales Carlos Gonella y Omar Orsi, acusados de proteger a Lázaro Báez, presunto testaferro de la familia presidencial a quien se investiga por la sospecha de lavado de dinero. Gonella y Orsi pertenecen a Justicia Legítima, la agrupación de miembros del Poder Judicial adictos al Poder Ejecutivo.

El cambio de vida de los funcionarios ha sido tan asombroso que modificó su noción de precios y valores. Sin ir más lejos, la señora de Kirchner se vanaglorió anteayer de que la tarjeta Argenta, con la que su gobierno subsidia el consumo popular, incluya a una de las peleterías más lujosas de Buenos Aires, Charles Calfún, de la que ella misma es desde hace años apreciadísima clienta. Estos desatinos estimulan a quienes pretenden que se revisen las fuentes de tanta prosperidad individual. Pero esa aspiración opaca causas más relevantes: ¿podría revertirse en el futuro la decisión del juez Daniel Rafecas, convalidada por los camaristas Eduardo Freiler y Jorge Ballestero, de no investigar la denuncia por encubrimiento de los criminales de la AMIA, que formuló contra Cristina Kirchner el fiscal Alberto Nisman? Es una incógnita prematura. Hay que esperar a que se pronuncie el fiscal de Casación Javier de Luca, a quien llegará la apelación de su colega Germán Moldes. Según Moldes, la Cámara demoró el envío para que el caso le tocara a De Luca, otro militante de Justicia Legítima. Moldes, y tal vez los camaristas, presumen que De Luca es otro Gonella.

La doctrina de la cosa juzgada írrita ha sido muy debatida en los últimos meses. Una de las razones fue la publicación del libro del penalista Federico Morgenstern, Cosa juzgada fraudulenta. Morgenstern defiende la posibilidad de que se vuelva a tratar un expediente cuando se demuestra que fue cerrado al cabo de un «juicio farsesco».

La sanción del nuevo Código de Procedimientos agitó más la discusión. El kirchnerismo logró que se establezca, en el artículo 5, que sólo se puede revisar una sentencia definitiva si es a favor del condenado. Durante el tratamiento parlamentario de la reforma, Juan Martín Mena, entonces subsecretario de Política Criminal y ahora de la ex SIDE, defendió la cláusula porque «es muy peligroso que los procesos terminados puedan reabrirse». En cambio, el camarista de Casación Mariano Borinsky apuntó que la advertencia es redundante, porque el Código actual ya la garantiza. Según Borinsky, el artículo induce a una mala interpretación: que no pueda juzgarse por segunda vez un caso que fue saldado mediante un fraude. El senador Ernesto Sanz y las diputadas Patricia Bullrich y Laura Alonso se alinearon con esta posición.

Los juristas cercanos al Gobierno creen que sólo debería aceptarse el criterio de la cosa juzgada fraudulenta en causas de derechos humanos. Morgenstern los objeta recordando que la Corte Interamericana ordenó que se vuelva a investigar el asesinato del policía Jorge Gutiérrez, que perseguía a los delincuentes de la «aduana paralela». El CELS, una organización kirchnerista, abogó por reabrir la causa, basándose, entre otras razones, en un peritaje de Alejandro Rua, entusiasta defensor de funcionarios.

De cinco a nueve

El riesgo que supone la tesis habilitada por la Corte agrega urgencia a la principal gestión que Carlos Zannini lleva a cabo en estos días: la ampliación del número de miembros de la Corte, de cinco a nueve. Aníbal Fernández dijo que no se estaba considerando esa posibilidad. Hizo bien. La divulgación prematura frustraría la iniciativa.

Zannini pretende abrir la discusión después de octubre, cuando se sepa quién será el próximo presidente. Presume que el nuevo mandatario estará interesado en contar con juristas de confianza en el máximo tribunal. Por lo tanto, convalidaría una ley para cambiar la composición. El segundo paso sería pactar la designación de los nuevos magistrados. Zannini calcula que, presionando más a Carlos Fayt, se podrían poner sobre la mesa seis butacas.

El modo de repartirlas es todavía brumoso. El kirchnerismo pretende dos lugares. El peronismo federal, otros dos. Es un actor clave: Zannini negocia que ese bloque habilite los dos tercios necesarios para las designaciones. Cree que una forma de sumarlo es garantizar a Adolfo Rodríguez Saá una sentencia favorable a San Luis en la querella por la coparticipación. Las otras dos posiciones serían ofrecidas a quien gane las elecciones.

El kirchnerismo no consiguió ayer el número para designar a Roberto Carlés en la Corte. Pero tampoco retiró el pliego. Tal vez pretenda relanzarlo en octubre. Carlés sigue siendo promovido como «el juez del Papa». La caracterización se debe a un malentendido. Este abogado se acercó a Jorge Bergoglio de la mano de una amiga común, la fallecida Alicia Oliveira. Francisco vio con buenos ojos a Carlés. Pero todo cambió cuando advirtió que, como buen discípulo de Raúl Zaffaroni, el abogado estaba a favor de la despenalización del aborto. Pícaros, los kirchneristas insisten: «A Carlés lo mandaron desde Roma».

El verdadero candidato de la Casa Rosada para ocupar la Corte es otro: el propio Zannini. Originalidad cero. En Santa Cruz, este cordobés empezó siendo ministro de Kirchner y, en 1999, fue transferido al Superior Tribunal, donde ejerció la presidencia.

El Gobierno espera que la jugada de Zannini, hoy observada como un asalto a la Justicia para garantizar la impunidad de la Presidenta y su familia, sea vista en octubre como un pacto de gobernabilidad con el luminoso líder que emerja de las urnas.

Siempre habrá otro modo de analizar los hechos. Por ejemplo, el 22 de noviembre de 2006, la entonces senadora Cristina Kirchner se quejó de que el Poder Judicial se hubiera administrado siempre «con un toma y daca». Estaba defendiendo en el recinto de la Cámara alta su proyecto de reducción del número de miembros de la Corte, de 9 a 5. Esa noche prometió: «Se cierra un ciclo para este gobierno y para los que vengan, de cómo se deben manejar las instituciones». En esa época todavía no pensaba en el futuro.

Fuente: La Nación, 16/04/15.

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Cosa juzgada írrita

abril 16, 2015

Cosa juzgada írrita o fraudulenta

justicia corruptaSe llama cosa juzgada a la sentencia insusceptible de ser revisada por adquirir firmeza en virtud de no haberse sometido a ésta, a instancias superiores que la revisen en cuanto a su acierto o error. Sin embargo, suelen presentarse situaciones, donde, en el proceso civil de cognición, las partes conciertan un proceso que en su origen, es inexistente, con el supuesto objeto o fin de perjudicar a terceros, o hacer brillar un determinada posición jurídica y, las impensables formas en la que las partes involucradas en un juicio, aparente, pero no real, conciertan en virtud de otros intereses, un litigio falso. Otras veces una de las partes engaña a la otra, mediante ardid procesal, por ejemplo, acompañando prueba documental falsa, la que, procesalmente, es admitida como verdadera, en virtud de un resto de pruebas adicionales, como testimonios e informes, que llevan a la falsa convicción a un juez, de tener que sentenciar en un sentido injusto.

La doctrina de los autores que han admitido a la acción autónoma de nulidad como Morello y Berizonce, ponen de relieve la cuestión de la justicia de la decisión.

El problema se centra en un proceso viciado, por algún tipo de falsedad en la realidad de los hechos materia de investigación y, posterior de decisión judicial. El tema se cierne entonces en una sentencia que, por no cumplir una labor de pacificación social, no hizo a la justicia. La mayor parte de los procesalitas ponen condicionamientos a la revisión de la sentencia pasada en autoridad de cosa juzgada.

Ver: La acción de nulidad por cosa juzgada írrita


Cosa juzgada

cosa juzgadaLa cosa juzgada (del latín «res iudicata») es el efecto impeditivo que, en un proceso judicial, ocasiona la preexistencia de una sentencia judicial firme dictada sobre el mismo objeto. Es firme una sentencia judicial cuando en derecho no caben contra ella medios de impugnación que permitan modificarla. Este efecto impeditivo se traduce en el respeto y subordinación a lo decidido sobre lo mismo, en un juicio anterior. Por ello también se le define como la fuerza que atribuye el derecho a los resultados del proceso. Habitualmente se utiliza como un medio de defensa frente a una nueva demanda planteada sobre idéntico objeto que lo fue de otra controversia ya sentenciada, y que le cierra el paso..

Recursos contra la res iudicata

Si bien se ha planteado que la autoridad de cosa juzgada mantiene la permanencia de las relaciones jurídicas, lo cierto es que, como diría Carnelutti, los errores son posibles y hasta inevitables, por lo que resulta bastante posible que haya errores o vicios en la totalidad de la actuación procesal lo que abre la posibilidad de una sentencia jurídicamente injusta. Ante ello, y en concordancia con Prieto Castro Ferrandiz, podemos utilizar análogamente la figura de la acción pauliana o revocatoria para «destruir» la cosa juzgada cuando haya vicios procesales que rayen en la ilicitud de índole penal.


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La revisibilidad de la cosa juzgada írrita proviene de nuestra Cosntitución Nacional, que ya es su Preámbulo habla de «afianzar la justicia». En concordancia con esto, Germán Bidart Campos sostiene: «Sería ritualismo fatuo, exceso procesal manifiesto, vicio instrumental y negatorio del derecho fondal —sobre todo constitucional—, apegarse y aferrarse a la formalidadvacía de la autoridad de la cosa juzgada en una sentenciaviciada de nulidad. ¿Para qué es la sentencia? Para administrar justicia. La justicia como valor, como servicio, comofunción del poder, no es cosa de meras formas, de apariencias. Ontológicamente la iusfilosofía puede decirnos qué hacefalta para que lo que tiene apariencia formal de sentencialo sea ontológicamente, de verdad. Esa verdad la exige la Constitución … Destronar a la cosa juzgada nula o írritaes una de las batallas constitucionales y procesales máselocuentes y necesarias para dar prioridad a la verdad objetiva, y, con ella, a la justicia, cuyo afianzamiento ordena imperativamente el preámbulo».

Bidart Campos, Germán J. La raíz constitucional de la nulidad de la cosa juzgada.

COSA JUZGADA FRAUDULENTA (EBOOK)

DOS ENSAYOS SOBRE LA LLAMADA COSA JUZGADA ÍRRITA

Autores: Guillermo Orce, Federico Morgenstern
ISBN: 978-950-20-2636-7
Editorial: Abeledo Perrot
Edición: 2014
Versión: e-Book
Idioma: Español
País origen: Argentina
cosa juzgada fraudulenta

Debaten la posibilidad de reabrir las causas «fraudulentas» por delitos de corrupción

Varios juristas analizaron los casos en que el juez no trabaja para encontrar la verdad

Los juristas Federico Morgenstern y Guillermo Orce presentaron este lunes por la noche su libro Cosa juzgada fraudulenta. Dos ensayos sobre la llamada cosa juzgada írrita. En una conferencia junto a varios invitados analizaron la posibilidad de reabrir causas judiciales que cerraron de forma fraudulenta, tema sobre el que hay posiciones dispares.

Cuando una causa está cerrada, se la considera «cosa juzgada», lo que implica que no se puede volver a debatir en sede judicial, salvo en determinados casos muy puntuales. No obstante, existe lo que se conoce como «cosa juzgada írrita», que se produce cuando se arriba a una decisión de manera fraudulenta, por ejemplo, cuando el juez no busca la verdad.

Morgenstern, investigador adjunto de la Universidad de San Andrés, está a favor de reabrir este tipo de causas, sobre todo en casos de corrupción, en los que consideró que sería «más probable que prospere».

«Creo que a diferencia de otras iniciativas como la Conadep contra la corrupción, la cosa juzgada fraudulenta, cuando corresponde, no alegremente, es algo concreto y correcto, que no implica juguetear con las instituciones, ni requiere cambiar leyes, remover a nadie de su función ni armar una comisión de notables. La cosa juzgada írrita puede también aplicarse en casos de violaciones y crímenes de lesa humanidad. Creo que hay un terreno fértil, no es tan solo para un delito», sostuvo.

«Me preguntaron si escribí este libro especialmente para rever el sobreseimiento de la Presidenta (Cristina Kirchner) dictado por (el juez federal, Norberto) Oyarbide en el tema del enriquecimiento ilícito. No conozco la causa, no estoy en condiciones de contestar sobre eso y tampoco me corresponde. Ojalá el tema tenga repercusiones judiciales o al menos pasen cosas«, advirtió. Y aventuró que el tema «se va a debatir en serio este año o el que viene».

En la otra vereda, Orce dijo que tiene «un concepto más restrictivo a la hora de rever la cosa juzgada». Y explicó: «Si existe esta concepción significa que en algún momento hay que dejar de discutir un tema. La cosa juzgada debe subsistir con independencia de su correspondencia con la verdad y una sentencia puede ser justa aunque no sea en un sentido relevante verdadera«.

«En algún momento debemos aplicar la cosa juzgada y terminar de discutir el tema. De lo contrario, nunca dejamos de molestar a una persona que estuvo imputada. Hay que aceptar que si existe un valor de la discusión es que puede terminar mal desde nuestro punto de vista y el de nuestros intereses», insistió.

La conferencia «Herramientas contra la corrupción» fue realizada a anoche en el British Arts Centre (BAC), en el centro porteño, y hubo otros expositores además de los autores del libro.

El director del Departamento de Derecho de San Andrés, Lucas Grosman, apoyó la posición de Morgenstern. «Que un juicio no haya encontrado la verdad no basta para poder reabrirlo, pero el problema es cuando el juez nunca trabajó para encontrar la verdad. Este el caso que nos debería preocupar», sostuvo. Y evaluó: «Existe el riesgo de que los actos de corrupción realizados por quienes, en el momento que sea, se encuentran en el poder sean jugados de una manera que no se procure analizar realmente si cometieron un delito, sino que el juicio sea una puesta en escena para tener una sentencia absolutoria que blinde al acusado frente a futuras investigaciones«.

En sintonía, el profesor de la Universidad de Buenos Aires Agustín Zbar reforzó ese argumento. «Hay derecho a ser eximido de culpa, pero no en una pantomima orquestada para beneficiar a un imputado que eligió la partitura que van a tocar en ese proceso, burlándose de todos los que respetan la Justicia», observó.

Fuente: Infobae, 30/09/14.


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