Polémica por un video del hijo de Maduro bailando bajo una lluvia de dólares
En momentos de una profunda crisis en Venezuela. Las imágenes de Nicolás Maduro Guerra, hijo del presidente venezolano, bailando en una lujosa boda árabe mientras arrojan dólares al aire se viralizó en Youtube y causó indignación entre los venezolanos que enfrentan a diario múltiples problemas sociales y económicos.
Hijo de Nicolás Maduro bailando en medio de lluvia de dólares
La aparición del hijo del presidente Nicolás Maduro en un video bailando bajo una lluvia de dólares generó polémica e indignación entre los venezolanos que enfrentan a diario múltiples problemas sociales y económicos.
El video difundido por el grupo «VVperiodistas» y desde esta semana en YouTube, muestra a Nicolás Maduro Guerra, hijo del presidente venezolano, bailando en una lujosa boda árabe. Las imágenes que se volvieron virales y tienen ya 600 mil reproducciones, deberá ahora ser retirada en un plazo de 48 horas a pedido de Youtube.
«Para ellos, los árabes, tendrá alguna simbología lanzar el dinero, pero para nosotros, los venezolanos, que estamos en estos momentos viviendo la peor crisis económica y social, es un acto que a todas luces es incompatible con la realidad venezolana«, dijo Johan Perozo, analista político en diálogo con la agencia de noticias Ansa.
Perozo sostuvo que «el acto de lanzar dólares en este momento es una bofetada para todos los que luchan por obtener divisas y no las consiguen sino en el mercado negro».
«Mientras en esa fiesta, que por cierto todo el mundo sabe lo costosas que son en el Hotel Meliá Caracas, derrochan dólares que el sector privado necesita para comprar materia prima, y los venezolanos andan desesperados haciendo interminables filas para comprar alimentos, productos básicos y medicinas«, expresó.
La polémica se desató tanto en las redes sociales como en las calles ante el estricto control cambiario que desde hace años rige en Venezuela y por las críticas constantes que el mandatario venezolano hace contra el gobierno de Estados Unidos. Y sobre todo tras el decreto ejecutivo del presidente Barack Obama de declarar a Venezuela como una amenaza para Estados Unidos y sancionar a siete funcionarios de Caracas.
Ir a la cárcel es un riesgo ocupacional para los comerciantes en Venezuela
Por Ezequiel Minaya y Sara Schaeffer Muñoz.
La gente hace fila frente a un supermercado Día Día para comprar productos básicos, a comienzos de febrero. Reuters
CARACAS — El comercio minorista parece ser un negocio cada vez más riesgoso en Venezuela, un país que lucha contra la escasez de bienes básicos, precios altos y largas horas de espera para los consumidores.
En la última semana, el director general de la cadena de supermercados Día Día quedó bajo arresto después de una reunión en el palacio presidencial, dos docenas de sus gerentes de tiendas fueron sometidos a interrogatorio y el control de los 35 locales de la firma fue asumido por el Estado.
Detrás de las medidas del gobierno está la acusación de que Día Día y otros minoristas están acaparando alimentos en un intento por sembrar la inestabilidad y derrocar al gobierno, un cargo que las empresas rechazan.
“Si quieres la cooperación de la empresa privada, la mejor forma de obtenerla probablemente no sea arrestando a las personas cuando salen del palacio presidencial”, dijo José Aguerrevere, fundador y copropietario de Día Día.
No fue la primera confrontación del gobierno con los grandes distribuidores minoristas. En los últimos días los funcionarios detuvieron a varios directivos de Farmatodo, una importante cadena de farmacias. El gobierno dijo que este año ha detenido a más de 20 empresarios y directivos de firmas de distribución de alimentos y otros bienes básicos.
El ejecutivo de Día Día Manuel Morales fue acusado de sabotaje y desestabilización de la economía. Enfrenta hasta 10 años de prisión.
Venezuela está en medio de una profunda crisis económica. Los consumidores enfrentan una escasez generalizada de productos con precios controlados que van del desodorante a la leche. Los controles de precios y las nacionalizaciones han perjudicado a la producción local, y los controles de divisas han privado a la economía de los dólares necesarios para pagar las importaciones, dice la mayoría de los economistas.
El gobierno, sin embargo, culpa al sector privado de la escasez, diciendo que las empresas están acumulando a propósito productos para enfurecer a los venezolanos y desestabilizar al gobierno. El presidente Nicolás Maduro, al anunciar la toma de control de Día Día, dijo que la cadena libraba “una guerra contra el pueblo” y que sus supermercados serían incorporados al sistema de distribución de alimentos del Estado.
El temor se está apoderando de los 800 empleados de la cadena luego de que agentes del gobierno descendieran a las tiendas tras el anuncio del viernes. El gobierno ya ha sacado cerca de un cuarto de los alimentos del inventario, dijeron representantes de la empresa.
Inspectores estatales y fuerzas de seguridad empezaron a quitar el control de las operaciones de los gerentes de los locales, dijo Yohana Carrillo, de 23 años, encargada de uno de los supermercados en el centro de la capital. “Han venido acá, nos han insultado, diciendo que están a cargo. ¿Qué va a pasar con nosotros?”, preguntó.
Los empresarios en Venezuela, a menudo considerados por el gobierno villanos o directamente traidores, temen hablar en público. Pero Aguerrevere dijo que hablaba con la prensa con la esperanza de lograr la liberación de Morales.
Aguerrevere, que estudió en la Universidad de Harvard, dijo que también buscaba defender su compañía. Antes de que se instalara Día Día, que tiene 35 supermercados en los barrios pobres, la mayoría de los residentes de estas localidades compraban sus productos de primera necesidad en tiendas de abarrotes familiares que cobran casi 30% más que los grandes distribuidores, según el sitio web de la empresa. La idea de la cadena era dar a los pobres los mismos precios bajos que disfrutaban los ricos.
Aguerrevere dijo estaban intentando resolver la presente crisis alimentaria, pero que era difícil lograrlo cuando el gobierno encarcelaba personas.
La semana pasada, un grupo de funcionarios y soldados del ejército ocupó el almacén principal de la cadena en un acto que fue transmitido en vivo por televisión. Cuando las cámaras enfocaron las existencias de productos tales como harina de trigo, Diosdado Cabello, el presidente de la Asamblea Nacional, acusó a la empresa de privar a la gente de comida. El líder del Congreso añadió que era sorprendente ver tantos productos allí.
El mismo día, Morales y Luis Rodríguez, presidente ejecutivo de la Asociación Nacional de Supermercados y Autoservicios (ANSA), fueron convocados al palacio presidencial para reunirse con Carlos Osorio, vicepresidente de Soberanía y Seguridad Alimentaria y actual ministro del Despacho de la Presidencia, dijo Aguerrevere.
La reunión fue cordial, manifestó. Le mostraron al ministro documentos para explicar que Día Día mantenía en su almacén central un inventario equivalente a tres días de ventas, desde donde era distribuido a las tiendas de la firma, que son pequeñas y no están diseñadas para guardar inventarios.
Al salir del palacio presidencial, Morales fue rodeado por miembros del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin). Le informaron que estaba arrestado. Al preguntarles bajo qué órdenes, los oficiales respondieron “Sr. Osorio”, según Aguerrevere. Llamadas a la oficina de Osorio en busca de comentarios no tuvieron respuesta.
Antes de la reciente campaña del gobierno, hacer negocios en Venezuela no era nada fácil, dijeron ejecutivos de Día Día. Luchaban con límites estrictos de precios y ganancias, soportaban inspecciones semanales de agentes del gobierno que llevaban cuenta de su inventario y aguantaban la respiración cada vez que Maduro arremetía contra el capitalismo.
Los bienes regulados se transforman en pérdidas para la cadena, dijo Edith Mijares, una gerente de 37 años de una tienda de Día Día en Caracas. El costo de vender estos productos ni siquiera cubre el precio de las bolsas de plástico en que se colocan los artículos, agregó.
Además del cargo de Osorio, así como el Ministerio del Poder Popular para la Alimentación, el gobierno también ha abierto una nueva agencia, la Superintendencia para la Defensa de Derechos Socioeconómicos, para contabilizar los inventarios de las empresas. La nueva dependencia fue añadida a las varias agencias que ya existen para rastrear alimentos en su recorrido desde los puertos hasta las estanterías de las tiendas.
Luis Viloria, un profesor de economía de la Universidad de Zulia, en la ciudad de Maracaibo, dijo que no había un escenario en el que Día Día pudiera acaparar inventario. Los alimentos, señaló, son monitoreados paso a paso por el gobierno. A su juicio, la campaña contra la cadena es simplemente una manera de distraer la atención de la gente de los problemas del país.
Las tensiones han ido en aumento por meses a medida que los venezolanos pierden cada vez más la paciencia, lo que ha desplomado la tasa de aprobación de Maduro a menos de 25%. En diciembre, se celebrarán elecciones parlamentarias. Es habitual que los soldados escolten los camiones de suministros para prevenir que multitudes impacientes causen disturbios en los supermercados.
Herminia Salazar, de 28 años y quien trabaja en una tienda de Día Día, dijo que hace más o menos un mes se encontró entre un camión y una multitud cada vez más enardecida. Un inspector del gobierno estaba presente, pero en vez de intentar calmar a la multitud la instigó a que expresaran su ira, dice y agrega que salió a tratar de explicar la situación, pero que la gente los acusaba de esconder productos, cuando en la tienda no había acaparamiento, asegura.
MIAMI – La historia reciente de Venezuela debería ser de enseñanza obligatoria en todas las universidades del mundo, como ejemplo de un milagro económico al revés: a pesar de haberse beneficiado del boom petrolero más grande de su historia, el país hoy en día tiene más altos niveles de pobreza que antes.
Un nuevo estudio realizado en conjunto por tres importantes universidades venezolanas -la Universidad Católica Andrés Bello, la Universidad Central de Venezuela y la Universidad Simón Bolívar- muestra que, en 2014, el 48,4% de los hogares venezolanos se encontraba por debajo de la línea de pobreza, frente al 45% de los hogares en 1998, antes de que el difunto presidente Hugo Chávez asumiera el poder y el país se beneficiara de casi una década de aumento en los precios del petróleo.
Luis Pedro España, profesor de la Universidad Católica Andrés Bello y coautor del estudio, me dijo en una entrevista telefónica que la encuesta nacional de 5400 personas fue realizada en octubre de 2014, y utilizó la misma metodología que un estudio similar realizado en 1998 por la oficina de estadísticas del gobierno de entonces.
El nuevo estudio de la pobreza contrasta con las cifras del gobierno del presidente Nicolás Maduro, según las cuales la pobreza ha disminuid o bajo la «revolución socialista» de Chávez.
Según el Instituto Nacional de Estadística (INE) del gobierno de Venezuela, la tasa de pobreza ha caído del 44% de los hogares, en 1998, al 27,3% de los hogares en 2013. Sin embargo, el INE no ha publicado las cifras de 2014.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe de las Naciones Unidas (Cepal), que utiliza cifras oficiales de Venezuela, informó recientemente que la pobreza en aquel país -incluyendo la pobreza extrema- se incrementó casi 10 puntos porcentuales durante 2013. Sin embargo, la Cepal tampoco proporcionó cifras para 2014.
Cuando le pregunté a España por la disparidad entre su estudio y las estadísticas oficiales de pobreza, dijo que se ha producido una «brutal caída del poder adquisitivo de los venezolanos en 2014», y que la disparidad radica en gran medida en que las cifras del INE y la Cepal no reflejan las cifras de 2014.
Venezuela, que tras la destrucción de gran parte de su sector privado depende de las exportaciones de petróleo para el 96% de sus ingresos externos, es uno de los países más afectados por el colapso de los precios mundiales del petróleo. Después de pasar de 9 dólares por barril, en 1998, cuando Chávez fue elegido, a un récord de 145 dólares por barril en 2008, los precios del petróleo han caído a cerca de 45 por barril actualmente.
La gestión de Chávez y su sucesor, Maduro, espantó a la inversión nacional y extranjera y dio lugar a una escasez generalizada de leche, papel higiénico y otros productos básicos, junto con una tasa de inflación anual de 64%, la más alta del mundo.
Maduro culpa a una supuesta «guerra económica» de la oligarquía y el imperialismo, y cita como ejemplo las recientes sanciones anunciadas por Washington. Sin embargo, Estados Unidos dice que las sanciones se limitan exclusivamente a la revocación de visas de entrada para funcionarios venezolanos acusados de corrupción o violación de los derechos humanos.
Mi opinión: es difícil recordar otro caso de un país que haya recibido tanto dinero en los últimos años y haya terminado más pobre que antes. Según el Banco Central de Venezuela, el gobierno obtuvo 325.000 millones de dólares de exportaciones de petróleo entre 1998 y 2008, más que el PBI de varios países latinoamericanos juntos.
Pero en lugar de aprovechar los buenos tiempos para invertir en educación, ciencia, tecnología e innovación, o por lo menos crear un colchón financiero para los años de las vacas flacas, Venezuela se embarcó en una fiesta populista de subsidios, corrupción y expropiaciones sin sentido. Es una película que hemos visto una y otra vez en América latina, y que invariablemente termina mal.
Ahora, se ha caído el último argumento del mal llamado «Socialismo del siglo XXI», que es el de haber reducido la pobreza. Como lo muestra el nuevo estudio de las tres universidades, el petropopulismo de Venezuela sólo dio lugar a una ilusión pasajera de justicia social, y dejó al país con más pobres que antes.
Los venezolanos podrán ir al supermercado según su número de documento
Escasez de productos básicos.El gobierno impuso un sistema para evitar las largas colas, en medio del creciente desabastecimiento.
Filas. Una imagen cada vez más habitual en Caracas, ante la dificultad de conseguir productos básicos. /AFP
Los anuncios del presidente Nicolás Maduro preocupan mucho a los venezolanos, que en estas semanas sufren el fuerte desabastecimiento de productos básicos en los supermercados. Mientras las colas en las puertas de los comercios se extienden a cada vez más ciudades, el mandatario informaba ayer que, producto de un acuerdo con el emir de Qatar, pretende vender a ese país de Oriente Medio precisamente alimentos.
Maduro acaba de regresar de una larga gira por esa región, con el objetivo de atraer fuertes inversiones y de lograr que los principales productores de petróleo reduzcan la producción para poder equilibrar la caída del precio del crudo, que provocó un fuerte cimbronazo a la economía venezolana. Como los resultados no fueron los esperados, desde Doha –tras un acuerdo con el emir de Qatar, Tamim bin Hamad Al Thani– Maduro intentó provocar un nuevo golpe de efecto al anunciar que Venezuela exportará alimentos.
“Llevamos tecnología, llevamos capital, producimos alimentos para el mercado venezolano y además vamos construyendo la ruta de exportación con alimentos de calidad hacia esta región”, dijo el presidente al canal Telesur.
Es tan grave la crisis que el gobierno puso en marcha ayer un sistema para restringir el acceso de consumidores a los supermercados estatales. La cadena Bicentenario solo atendió ayer a los compradores cuyos números de cédula de identidad terminaban en cero y uno. Paralelamente, la Defensoría del Pueblo puso en marcha un “plan de atención a ciudadanos en la adquisición de productos de primera necesidad de manera regular”.
El desabastecimiento de productos básicos y las colas provocan enojos y tensión, a tal punto que el jueves pasado el gobierno también desplegó operativos de seguridad en los alrededores de supermercados y autoservicios y detuvo a personas que sacaban fotos de las colas –entre ellos un reportero gráfico– para difundirlas en Internet. Con todo, las imágenes de góndolas vacías y la gente agolpada se difundieron masivamente.
El líder opositor Henrique Capriles, que prepara nuevas protestas callejeras, afirmó que “el problema es que no hay suficiente comida”, responsabilizó por ello a “los que están en el gobierno” y llamó a “la unión de todos los factores” porque “la racionalidad está por encima de todo”.
Desde que en 2003 se instauró el régimen de control de cambios, Venezuela comenzó a registrar niveles crecientes de escasez de productos básicos, pues su industria nacional sólo puede satisfacer 40% de la demanda, según reconoció el vicepresidente Jorge Arreaza en marzo pasado. El otro 60% necesario es importado y quien más le vende a Caracas es nada menos que Estados Unidos.
Mientras Maduro busca ayuda, los venezolanos sufren más escasez
Por Kejal Vyas.
Compradores venezolanos luchan por conseguir productos básicos de gran escasez. Kejal Vyas/The Wall Street Journal
CARACAS—El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, está acumulando millas por estos días con visitas a países aliados como China e Irán en una búsqueda frenética de ayuda para su gobierno, que tiene serios problemas de efectivo.
Para un presidente cuya popularidad se está derrumbando a mínimos récord, la decisión de emprender una gira mundial para visitar a líderes aliados podría parecer un error. Pero una visita a cualquiera de los supermercados de la capital venezolana puede explicar la urgencia.
Las filas interminables de cientos de personas esperando enfrente de las tiendas por productos básicos de precio controlado como leche, jabón y papel higiénico nuevamente se han vuelto comunes. A través de redes sociales, los locales publican fotos de líneas de espera de horas. Incluso existe un hashtag en Twitter, #AnaquelesVaciosEnVenezuela, dedicado a avisar cuando los estantes de un supermercado han quedado vacíos.
Mientras el mandatario izquierdista viaja, sus lugartenientes tratan de mantener la calma en casa, con la esperanza de prevenir un nuevo brote de protestas callejeras como las que registró el país hace casi un año.
Ernesto Villegas, jefe de gobierno del Distrito Capital, recurrió a una táctica familiar en una reciente transmisión de televisión: culpar a los “enemigos” del gobierno venezolano. “Están infiltrando” a la población nuevamente para desestabilizar y generar violencia, dijo, e hizo un llamado a sus seguidores para que detengan a los “infiltrados” que ven en las filas.
Carlos Osorio, a quien Maduro nombró el mes pasado como su “Vicepresidente para la Seguridad y Soberanía Alimentaria”, adoptó una posición similar: “Existe una campaña desestabilizadora”, dijo en una de sus apariciones recientes. “Algunos se han dado a la tarea por las diferentes redes sociales a quererle mandarle al pueblo inestabilidad, intranquilidad, mandando Twitter que en Venezuela no hay comida”, agregó.
Pero en el supermercado Excelsior Gama, en el barrio de estrato alto Santa Eduvigis, los residentes dijeron que los problemas eran más profundos que los detractores del gobierno.
Miembros de la Guardia Nacional con equipo antidisturbios monitoreaban a empleados el jueves mientras distribuían rollos de toallas de papel y paquetes de papel higiénico a clientes que sólo podían comprar uno de cada uno. Las personas empezaron a empujar cuando llegó un cargamento de jabón al supermercado.
“Esta es la Venezuela de Maduro”, gritó Wilson Oviedo, un anciano que sarcásticamente aplaudió la muestra de desesperación antes de meterse dentro de la multitud para comprar cuatro barras de jabón.
La espera de horas para adquirir bienes básicos no es nada nuevo para los venezolanos que viven en uno de los pocos países que raciona las compras para sus ciudadanos. Pero la escasez está golpeando a los residentes más duro que en meses previos debido a una economía que sufre de una inflación que ronda 64%, el colapso de la producción interna y controles estatales.
El colapso reciente de los precios del crudo (que contribuye con 96% de los ingresos en dólares del país) se sumó a los problemas económicos de Venezuela.
Una muestra de lo mal que se han puesto las cosas es que recientemente Maduro se ha referido públicamente a los problemas financieros del país y espera recibir asistencia de China, Rusia e Irán. Después de reunirse el miércoles con su homólogo chino, Xi Jinping, el mandatario venezolano dijo que las dos partes habían acordado inversiones chinas por el orden de los US$20.000 millones en el país latinoamericano.
Pero Maduro ofreció pocos datos específicos y no mencionó ningún préstamo nuevo, lo cual habría dado el muy necesitado efectivo a las arcas del gobierno. Sus asesores dijeron a la agencia de noticias oficial, AVN, que el presidente daría más detalles de su gira al regresar a Venezuela.
El costo del viaje, aunque no está claro ya que los detalles no se hicieron públicos, también ha provocado la ira de los críticos que dicen que Maduro está despilfarrando recursos escasos y endeudándose más con China, que ya es el principal acreedor de Venezuela. Carlos Berrizbeitia, un legislador en Caracas que se enfoca en finanzas estatales, estima que el viaje ha costado US$1,3 millones, contabilizando la tarifa por hora del jet cubano que transporta al presidente y otros 60 funcionarios. “No hay justificación para un viaje tan costoso en momentos como este”, afirmó.
El fin de semana, el mandatario venezolano visitó Irán y Arabia Saudita y el lunes llegará a Argelia, todos miembros de la OPEP, con la esperanza de discutir formas de detener el desplome de más de 50% del precio del petróleo desde mediados de 2014.
En noviembre, Venezuela no logró convencer a sus colegas exportadores de que redujeran la producción en una apuesta por revivir los precios. El petróleo venezolano se vende ahora por alrededor de US$47 el barril, frente a los US$117 por barril que Deutsche Bank estima necesita Venezuela para equilibrar su presupuesto.
Independientemente de si Maduro tiene suerte en asegurar ayuda, los venezolanos anticipan que las condiciones empeorarán ya que se espera una devaluación del bolívar en los próximos meses, lo que encarecerá inevitablemente los bienes de consumo, incluso los básicos que están sujetos a controles de precios.
“No quiero correr riesgos”, dijo Rosaly Núñez, una ama de casa de 46 años, que llevaba esperando dos horas en una fila frente al supermercado Excelsior Gama con cuatro miembros de su familia. Núñez añadió que como todos estaban en vacaciones esa semana aprovecharon para comprar todo lo que pudieran ya que tienen que ser precavidos.
No es difícil ver la desigualdad de la economía venezolana dentro de un supermercado. Los compradores se pelean por conseguir los bienes baratos, como detergente y aceite de cocina, pero ignoran los estantes y neveras llenos de yogures, queso importado y bienes cuyos precios no están controlados y son muy costosos para la mayoría de los habitantes que ganan alrededor de US$2 al día a la tasa de cambio del mercado negro.
Para aquellos venezolanos que pueden costearlos, hay una forma fácil de evitar las largas filas. Simplemente le pagan a alguien que la haga por ellos y compren lo que puedan.
El dólar paralelo no encuentra su techo en Venezuela: llegó a 150 bolívares
Por Daniel Lozano.
La decisión de la OPEP de no frenar la caída del precio del crudo empujó al dólar libre.
CARACAS.- El dólar paralelo en Venezuela subió ayer hasta más allá de las nubes, destrozando todas las previsiones del gobierno de Nicolás Maduro. Cuando hace menos de dos meses superó la barrera psicológica de los 100 bolívares por billete norteamericano, parecía tocar su techo. Pero nada más lejos de la cruda realidad económica del país: ayer llegó a los 150, empujado por la decisión de la OPEP de no intervenir en la caída del precio del petróleo.
El oro negro a la baja y el dólar blue subiendo a toda velocidad (el cambio oficial está establecido en 6,30 bolívares): sin duda, una pesadilla para el equipo económico del chavismo, empeñado en mantener su «modelo exitoso», pero incapaz de combatir el mercado paralelo más allá de las amenazas de Maduro y sus ministros.
El «hijo de Chávez» vaticinó en 2013 que le iban a «torcer el brazo al paralelo». Rafael Ramírez, que fuera zar económico y ahora canciller, fue incluso más taxativo: «Lo vamos a pulverizar». Hasta el más comedido Jorge Arreaza, vicepresidente y casado con la hija mayor de Hugo Chávez, tampoco acertó en sus predicciones: «Será un mal recuerdo».
La realidad es muy distinta: el dólar negro aceleró su alza semana a semana, cuando antes había necesitado casi todo el año para duplicar su valor. Su influencia en la vida de los venezolanos es más contundente que la de un martillo económico, disparando la inflación (por encima del 70%, la mayor del planeta).
Todos los días, sin descanso, alcanzando cotas impensables para los venezolanos, a los que no sólo les cuesta muchos sacrificios comprar alimentos y productos básicos en colas interminables por culpa de la escasez y el desabastecimiento. Cuando los encuentran, son disparatadamente caros.
En paralelo, el mercado negro se convirtió en un termómetro económico que refleja la incertidumbre que vive el país en medio de una crisis galopante, que el gobierno achaca a la «guerra económica de la burguesía parasitaria». Acusación que el 70% de la población «no cree nada en absoluto», según una encuesta reciente de Datanálisis.
«Frente a la conspiración permanente de la oligarquía y la derecha, sigamos consolidando el poder verdadero que ama nuestra patria», arengó ayer Maduro. En ese mismo momento se registraba el desplome del barril petrolero de Texas, del más del 10% en un solo día.
El precio del barril venezolano, antes de esa dramática caída, se había situado en 68,08 dólares. La explicación oficial, suministrada por el Ministerio de Petróleo y Energía, confirmó que el precio terminó a la baja «presionado por el incremento mayor al esperado de los inventarios comerciales de crudo en Estados Unidos» y por la decisión de la OPEP de «mantener sin cambio su techo de producción», en torno a los actuales 30 millones de barriles diarios.
La mezcla de la escalada de uno y de la caída del otro también obligó a analistas y a bancos a cambiar sus estimaciones, todas ellas negativas para el chavismo, que vive su peor momento tras 16 años de revolución.
Según Asdrúbal Oliveros, director de Ecoanalítica, Barclays informó a sus clientes que el promedio del barril de petróleo local en 2015 girará en torno a los 64 dólares, lo que supondría una caída de 15.000 millones de dólares para las arcas del Estado. Muy lejos quedan los 100 dólares por barril que disfrutó Chávez durante años.
«Es evidente que se aproxima una crisis mayor y es obvio, para la mayoría, que lo que se está haciendo para contrarrestarla no funciona», resumió Luis Vicente León, presidente de Datanálisis.
Las redes sociales repetían ayer insaciables las viejas declaraciones de los funcionarios contra el dólar blue, mientras que la oposición, tan dividida, se alineaba con frases muy duras. Entre ellas se destacó la de Henry Ramos, líder de Acción Democrática: «Propongo que se quite el nombre de bolívar a la moneda-basura que difama el nombre del libertador, y que se le ponga el nombre del bicho que la destruyó».
Hugo Chávez impuso el control cambiario hace 11 años. Actualmente rigen en Venezuela distintos tipos de cambio: el fijo oficial (6,30 bolívares por dólar); el Sicad 1 (un sistema de subasta de divisas, controlado por el Estado, que lleva un mes paralizado y que oscila entre 10 y 12 bolívares); el dólar para los viajeros (12), y el Sicad 2 (a 49,98). A ellos se suma el dólar paralelo.
«Las distorsiones cambiarias hacen inmanejable y absurda la economía venezolana. Los resultados están a la vista», sentenció León.
Distorsiones cambiarias
2281% deBrecha
Con el dólar oficial a 6,30 bolívares, y el paralelo a 150, la brecha cambiaria alcanzó un nivel insólito
5 Tipos de cambio
El gobierno venezolano vende dólares con cuatro cotizaciones: el oficial (6,30 bolívares); el sistema Sicad 1 (entre 10 y 12); el dólar para viajeros (12), y el Sicad 2 (49,98); se suma el dólar paralelo (150).
El racionamiento de productos básicos amarga el día a día de los venezolanos
Por Sara Schaefer Muñoz.
Como parte del racionamiento, un consumidor caraqueño usa un escáner de huellas al pagar en un supermercado. TK
MARACAIBO, Venezuela — En medio de una escasez cada vez más aguda, Venezuela alcanzó hace poco un hito de dudosa distinción: al igual que Corea del Norte y Cuba, ahora raciona los alimentos de sus ciudadanos.
En una reciente y sofocante mañana, María Varge hacía fila afuera del supermercado Centro 99, lista para entrar a la caza de productos escasos como aceite de cocina y leche. Antes, tuvo que escanear su huella digital para garantizar que no fuera a comprar más de lo que le correspondía.
A pesar del giro tecnológico que supone el uso de la huella frente a la libreta de raciones cubana, el nuevo programa está enfureciendo a los consumidores, quienes dicen que crea esperas tediosas, no alivia la escasez y pasa por alto las reformas económicas que el país necesita para resolver el problema.
“Estas máquinas hacen las filas más largas”, dijo Varge, de 50 años, mientras otros compradores la empujaban. “Entras y aun así puede que no tengan lo que quieres”.
El gobierno lanzó el sistema el mes pasado en 36 supermercados del estado fronterizo de Zulia, cuya capital es Maracaibo, y hace poco lo extendió a un selecto número de mercados estatales en Caracas.
Venezuela ha recurrido al racionamiento debido a la escasez causada por lo que los economistas llaman una combinación tóxica de una industria paralizada por nacionalizaciones y la intervención del gobierno, y un complejo régimen de divisas que priva a los importadores de los dólares que necesitan para pagar por bienes básicas.
El desplome del precio del petróleo de Venezuela, que ha caído casi US$15 por barril desde septiembre para cotizar a US$77,65 la semana pasada, producirá incluso más escasez en un país ya corto de efectivo, dicen los economistas.
Según un sondeo reciente de la encuestadora Datanálisis, sólo 30% del nivel normal de bienes básicos estaba disponible, y bajo controles de precios, en un selecto grupo de supermercados de Caracas.
“El gobierno es el que deja que los problemas crezcan”, dijo Eliseo Fermín, miembro de la oposición en el congreso estatal de Zulia. “Ahora, el ciudadano promedio lleva la carga”.
Los artículos básicos con precios controlados —incluyendo leche, arroz, café, pasta dental, pollo y detergente— son racionados con la ayuda de máquinas lectoras de huellas digitales, que se usan para asegurar que el comprador no vuelva una y otra vez para reabastecerse. Los consumidores están limitados a comprar cada semana hasta un kilo de leche en polvo, llamada “oro” por su rareza.
Las autoridades culpan a contrabandistas que presuntamente compran productos controlados aquí para venderlos por una jugosa ganancia en la vecina Colombia.
Aunque los economistas estiman que cerca de 10% de la mercadería para el consumidor venezolano termina en Colombia, el presidente Nicolás Maduro ha dicho que esa cifra es de 40%. Maduro ha cerrado puntos de control a lo largo de toda la frontera de 1.374 kilómetros durante la noche para reducir el tráfico, y una ofensiva contra los traficantes ha conducido a arrestos de compradores que las autoridades creen que estaban planeando vender en Colombia los artículos adquiridos en Venezuela.
Hace poco, Francisco Arias, gobernador del estado de Zulia y miembro del Partido Socialista de Maduro, dijo en televisión que era responsabilidad de todos unirse contra el contrabando. Arias y otras autoridades dicen que las huellas dactilares son más efectivas para prevenir las compras en masa que las tarjetas de identificación nacional, un método que se usa para rastrear y limitar compras en algunas tiendas de Caracas.
Muchos economistas aseguran que deshacerse de los controles de moneda y precios, así como relajar las restricciones a los productores locales, aliviaría la escasez.
Aquí, en los supermercados de Maracaibo, consumidores acalorados e irritados que esperaban en fila hace unos días resaltaron la ironía de que Venezuela, un país con ventas de US$114.000 millones en crudo el año pasado, deba racionar el papel higiénico. “Es casi para reírse, pero no puedo”, dijo Nayibi Pineda, una mucama de hotel. “¿Cómo es posible que hayamos llegado a este extremo?”
Los compradores dicen que el tiempo de espera en filas se puede extender por horas debido a escáneres defectuosos. “Estuve cinco horas parado en línea, sufriendo bajo el sol”, relató Luzmaría Vargas al borde del llanto.
Salvador González, secretario de Administración y Finanzas de Zulia, que supervisa las máquinas, dijo que las autoridades requieren que haya escáneres en cada caja registradora para acortar las filas. Los supermercados deben asumir el costo de las máquinas, de alrededor de US$150 cada una. “Nuestro objetivo es garantizar comida barata”, dijo en una entrevista.
Aquí no sólo se raciona la comida. Las autoridades han cortado el agua a los hogares por hasta 108 horas a la semana, dicen los ciudadanos, por problemas como el sistema de distribución.
En la cuna de la industria petrolera de Venezuela, donde el primer pozo fue perforado en 1914, la venta de gasolina también es severamente controlada. Los escáneres leen los códigos de barra que se exigen que estén pegados al parabrisas para prevenir que los conductores llenen sus tanques más de dos veces por semana. La medida está diseñada para evitar que la gasolina altamente subsidiada de Venezuela —donde cuesta menos de un centavo de dólar por litro— se venda en la vecina Colombia, donde el precio del litro es de aproximadamente US$1,15.
“Este país se está cayendo a pedazos”, dijo el chofer Darwin Padilla, mientras se secaba el sudor del rostro en una fila de autos parados en la que llevaba ya una hora. “Como puede ver, tampoco puedo conseguir piezas para reemplazar el aire acondicionado de mi auto”.
“Si no puedo encontrar pañales desechables, uso de tela”, dice Rosa Fernández, madre de un bebé, que señaló que para comprar pañales debe enseñar el certificado de nacimiento de su hijo. “Luego no encuentro detergente. Y si encuentro detergente, no hay agua”.
Algunos artículos que no están bajo los controles de precios, como el desodorante, también son difíciles de encontrar. “¡Miren lo que encontré!”, exclamó una mujer agitando una loción para el cuerpo ante otros compradores al salir de una farmacia. “Pero ya se acabó”.
Este domingo 14 de septiembre, Día de Barquisimeto, marca un hito muy triste en la centenaria historia de EL IMPULSO.
Irónicamente, al unirnos a la ciudad en la celebración de su fecha fundacional, estaremos disponiéndonos, a la vez, al amargo trance de hacer un alto en la circulación de este diario. A partir del lunes 15, y por un tiempo que ansiosamente esperamos sea el más breve posible, las páginas de este vocero del sentir de los larenses no acompañarán el cafecito de las mañanas, conforme al decir popular.
Las circunstancias así lo imponen. Los obstáculos que hemos afrontado para el suministro del papel, cuyas reservas se nos agotan, representan apenas un eslabón en una pesada cadena de adversidades inherentes a la grave situación económica del país, al heroísmo que supone sostener, en esta hora plagada de incertidumbres, una empresa privada en Venezuela, y, particularmente, un medio de comunicación social independiente.
Nuestros amables y fieles lectores están conscientes de que hemos expuesto con claridad, responsabilidad, y de manera oportuna, los antecedentes de esta situación. Desde finales del año 2012 procedimos a alertar a través de notas informativas, editoriales y en las páginas de Opinión, en torno a la aguda carencia de insumos o materia prima y los obstáculos para la asignación de divisas.
Logramos asegurar la continuidad del periódico mediante una drástica reducción del consumo de papel y otras medidas de austeridad. Muy a nuestro pesar, disminuimos progresiva y dolorosamente tanto el número de cuerpos y la paginación, como secciones importantes, que nos proporcionaban identidad. Fue cuando la Asociación Colombiana de Editores de Diarios y Medios Informativos (Andiarios), nos sorprendió con un desprendido gesto de solidaridad que jamás nos cansaremos de agradecer.
Asimismo, y en aras de la transparencia a la cual nos obliga el peso moral de este diario, su tradición, su bien labrada credibilidad y el señero ejemplo de los fundadores y continuadores de esta gesta periodística, registramos en su oportunidad los dos despachos de bobinas de papel autorizados por la Corporación Maneiro, ente gubernamental encargado de la importación y distribución del papel periódico en el mercado nacional.
Ahora bien, el papel, como queda dicho, y subrayamos, es un factor, ciertamente clave cuando se trata de un medio impreso, pero hay otros rubros igual de esenciales: Repuestos, equipos, licencias, programas, tecnología. Estamos, pues, en presencia de un cuadro mucho más amplio y complejo, que abarca, asimismo, la merma de la pauta publicitaria, en buena parte en razón de la recesión económica por la cual atraviesa la nación; la sistemática devaluación de la moneda, los coletazos de la espiral inflacionaria, las obligaciones derivadas de la nueva Ley Orgánica del Trabajo, etcétera.
Lo cierto es que en el curso de sus 110 años de historia, EL IMPULSO ha encarado adversidades duras y complejas. Y siempre ha acopiado la entereza suficiente para superar cada prueba, sin alterar un sólo ápice el carácter insobornable de su línea editorial, sus deberes para con la democracia y el brillo de las libertades ciudadanas.
Esta vez, damos nuestra palabra, no será la excepción. Nos hemos trazado el propósito de proceder sobre la marcha a los ajustes necesarios, a fin de reanudar operaciones cuanto antes. Contamos con la fraterna comprensión de nuestros trabajadores y con el voto de confianza del público: los lectores, anunciantes, relacionados, colaboradores y amigos.
Ningún esfuerzo válido, procedente y a nuestro alcance, se dejará de intentar. Es nuestra promesa formal. No pecaremos por indolencia. No seremos hallados en falta en cuanto respecta a la honradez, y a la salvaguarda del buen nombre, que la sagrada memoria de nuestros fundadores impone con su admirable sello de compromiso.
La otra cara de la crisis: por la escasez, la obesidad es un flagelo en Venezuela
Se complica el acceso a alimentos saludables por los controles de precios
Por Joshua Goodman| Agencia AP
CARACAS – El gobierno de Nicolás Maduro prendió las alarmas para librar una batalla inesperada: combatir el aumento del tamaño de las barrigas de los venezolanos. Esta verdadera epidemia de obesidad es una consecuencia directa de la escasez de alimentos que hace cada vez más difícil llevar a la mesa platos saludables y que empuja, en cambio, al consumo de comida chatarra, bastante más accesible al bolsillo.
Con una campaña nacional que lanzó la semana pasada, el gobierno espera reducir a la mitad, en los próximos cinco años, la tasa oficial de casi el 40% de obesidad entre los venezolanos.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), 67,5% de los venezolanos mayores de 20 años tienen sobrepeso, la cifra más alta de América latina y muy cercana a la tasa de 69% de Estados Unidos.
La guerra contra las panzas infladas coincide con un momento en que la mayoría de los venezolanos se queja por no encontrar suficientes alimentos. Los rígidos controles de precios y las trabas para conseguir dólares por el estricto control de cambios dificultan la compra de comida a la gran mayoría de las empresas de alimentos, incluso al líder del sector, Empresas Polar, que no tiene cómo importar los insumos a un precio accesible.
Como consecuencia de estas políticas, todo, desde la harina de maíz hasta la leche, escasea en esta nación rica en petróleo y de unos 30 millones de habitantes. Y cuando artículos de primera necesidad aparecen repentinamente en los anaqueles de los supermercados, inmediatamente se forman largas filas.
Para combatir la escasez, el gobierno anunció un plan la semana pasada, que consiste en instalar lectores de huellas digitales en todos los supermercados del país. La oposición criticó el plan al decir que era una especie de racionamiento al mejor estilo cubano, pero el gobierno dice que son necesarios controles adicionales para evitar que ciertas personas acaparen los alimentos y se aumente el contrabando.
«El «capta huella» es un sistema liberador… vamos a detectar dónde están las contrabandistas y los vamos a capturar», dijo Maduro al justificar el nuevo sistema de control electrónico de compras.
Allí también reveló la dieta y los alimentos que su familia compraban cuando el mandatario era un niño -dos cartones de leche, tres paquetes de harina de maíz- como un ejemplo de lo que debería ser el consumo racional de un hogar venezolano.
Para proteger los alimentos producidos en el país, el gobierno anunció esta semana la prohibición de exportar de 21 de ellos, incluyendo el azúcar, el atún y el arroz.
Una dieta generalmente se basa en limitar la ingesta de calorías, pero la principal responsable de la creciente gordura en el país no es otra que la escasez de algunos alimentos, según los nutricionistas.
Conseguir una dieta equilibrada en calorías es más difícil aún si la inflación, del 60% anual, hace mella en los bolsillos de los venezolanos, por lo que muchos terminan comiendo un exceso de comidas ricas en harinas y productos fritos para calmar el hambre. No se trata de ceder a la tentación de comerse un chicharrón o una arepa de maíz rellena de queso grasoso, delicias venezolanas, sino de consumir comida rápida como la que ofrece McDonald’s, muy popular últimamente, lo que contradice las críticas que el gobierno hace al «imperio» de Estados Unidos.
«La gente está comiendo, pero no están recibiendo nutrientes», dice Nixa Martínez, presidente de la Asociación Nacional de Nutricionistas y Dietistas. «Usted come lo que puede encontrar y lo que se encuentra no es saludable», agrega Martínez sobre las causas de la obesidad, una afección que aumenta el riesgo de contraer enfermedades cardiovasculares y diabetes.
Datos viejos
El gobierno argumenta que la nutrición del país mejoró en los últimos 15 años, que la pobreza se redujo y que los controles de precios permitieron que más venezolanos puedan pagar tres comidas al día.
De hecho, el año pasado la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) elogio a Venezuela por reducir a la mitad el número de personas que padecen de hambre y desnutrición. Pero la mayoría de los datos de la FAO se basan en un estudio del Instituto Nacional de Nutrición de 2008, dijo Martínez.
«La dieta de los venezolanos se modificó drásticamente desde entonces», dijo la nutricionista.
Si la campaña de Maduro tiene éxito, lo mejor sería que empiece desde los hábitos de la clase dirigente. Maduro insta frecuentemente a los venezolanos a hacer ejercicio, diciendo que el amor por la comida rápida es una de las pocas cosas en las que partidarios del gobierno y los opositores tienen en común en un país profundamente polarizado. Pero no aplica lo que predica.
Su mentor y predecesor, el difunto Hugo Chávez, usualmente se burlaba en público de la gruesa complexión del ex sindicalista, y decía que era el resultado de comer muchos submarinos, sándwiches populares en Venezuela.