Suecia al límite: el precio de una utopía migratoria

junio 30, 2025

Por Gustavo Ibáñez Padilla.

Por años, Suecia fue el ejemplo más nítido del modelo socialdemócrata nórdico: seguridad, cohesión social, excelencia educativa, salud pública universal y una economía sólida. Pero en menos de dos décadas, esta imagen se resquebrajó. La nación que otrora lideraba en calidad de vida hoy encabeza rankings de tiroteos, violencia sexual y explosiones. ¿Qué pasó? La respuesta, aunque políticamente incómoda, se encuentra en la política inmigratoria impulsada desde el 2010 en nombre de la solidaridad y la inclusión.

Un experimento ideológico que se volvió contra su creador

El punto de inflexión fue liderado por el Partido Socialdemócrata bajo el gobierno de Stefan Löfven, quien abrazó con entusiasmo las directrices migratorias de la Unión Europea. Con un discurso cargado de altruismo, afirmó: “No podemos construir muros a nuestro alrededor mientras millones sufren”, insistiendo en que Suecia tenía recursos y capacidad para recibir a quienes huían de conflictos armados, persecuciones religiosas o crisis económicas.

Y lo hizo. Entre 2010 y 2020, ingresaron al país más de 1,2 millones de inmigrantes, provenientes mayoritariamente de Siria, Afganistán, Somalia e Irak. En un país de poco más de diez millones de habitantes, esto implicó un aumento poblacional del 12% en solo una década. La acogida masiva no fue acompañada de políticas eficientes de integración ni de mecanismos de control cultural o legal.

Kjell Stefan Löfven (Estocolmo, 1957) político y sindicalista sueco. Presidente del Partido Socialdemócrata Sueco (2012-2021). Primer ministro de Suecia (2014-2021). Presidente del Partido Socialista Europeo (PSE) desde el 14 de octubre de 2022.

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Del paraíso escandinavo al caos urbano

Los datos no admiten eufemismos. En 2024, Suecia registró 262 tiroteos con 40 muertos. En 2023, fueron 300 incidentes con 44 víctimas fatales. Según datos de la televisión pública SVT, el 85% de estos delitos fueron cometidos por personas de origen extranjero. La violencia se concentra en barrios marginales con fuerte presencia de inmigrantes, como Rinkeby (Estocolmo), Rosengård (Malmö) o Biskopsgården (Gotemburgo), zonas donde la policía directamente evita ingresar. Las autoridades los llaman eufemísticamente áreas vulnerables; la realidad los clasifica como no-go zones.

El entonces jefe de la Policía Nacional, Anders Thornberg, reconoció en 2023 que “Suecia se enfrenta a una situación de violencia sin precedentes. Nunca habíamos tenido que lidiar con este nivel de criminalidad armada en zonas residenciales”.

El tabú del vínculo entre inmigración y delincuencia

Hablar de la relación entre inmigración y aumento del crimen ha sido un tema vedado en los medios y la política sueca. La corrección política llevó incluso a que se ocultaran datos por miedo a acusaciones de racismo. En palabras de la diputada liberal Ann-Sofie Alm: “Aquí, el peor insulto no es que te llamen violador, es que te llamen racista”.

Pero la correlación existe. En 2023 se registraron 135 explosiones con artefactos explosivos, muchas de ellas vinculadas a ajustes de cuentas entre bandas integradas por jóvenes de origen inmigrante. En enero de 2025, ya iban 30. Nunca, ni en los años más tensos de la Guerra Fría, Suecia había vivido semejante nivel de violencia interna.

La violencia sexual también alcanzó niveles alarmantes. Con 6.549 denuncias por violación solo en 2022 (18 por día), Suecia figura entre los países con mayor tasa de agresiones sexuales de Europa. Una investigación de la Agencia de los Derechos Fundamentales de la UE señaló que el 41% de las mujeres suecas ha sufrido algún tipo de violencia sexual. Las víctimas denuncian temor a represalias y la indiferencia de las autoridades.

El caso del sirio Damir Al-Ali, que secuestró y abusó durante 17 horas de una joven sueca, evidencia el colapso judicial. Fue condenado, pero apeló con el argumento de no haber podido demostrarse su mayoría de edad, ya que había destruido sus documentos. No solo fue liberado, sino que recibió una indemnización del Estado.

Islamismo, guetos y sociedades paralelas

La raíz del problema no es únicamente la inmigración en sí, sino el choque cultural y religioso que ella supone cuando no hay voluntad de integración ni adaptación a las normas del país anfitrión. El islam, practicado por buena parte de los nuevos inmigrantes, no es solo una religión, sino un sistema jurídico, político y social completo que entra en conflicto con los valores occidentales del modelo sueco.

Los crímenes de honor, los matrimonios forzados, la poligamia encubierta y el desprecio hacia la cultura local son parte de una dinámica cotidiana en barrios donde el Estado ha perdido soberanía. En 2022, la policía investigó más de 300 casos de violencia de honor. Aun así, las cifras reales podrían ser mucho mayores.

El caso de Mohamedamin Abdirisek Ibrahim, quien asesinó a su novia sueca embarazada porque «su hijo no debía provenir de una mujer cristiana», fue silenciado en buena parte de la prensa por temor a “estigmatizar comunidades”.

Suecia colapsa ante el islamismo.

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La bomba demográfica y el colapso del Estado de Bienestar

De ocho millones de habitantes en los años noventa, Suecia saltó a más de diez millones. Este crecimiento repentino ha presionado hasta el límite al sistema educativo, sanitario y de vivienda. Más del 50% de los inmigrantes vive del Estado. En el caso de las mujeres, solo el 23% trabaja. Se forman comunidades dependientes, sin incentivo para integrarse, ni desarrollar vínculos con la cultura sueca.

El desempleo entre los inmigrantes islámicos supera el 21%, mientras que entre los suecos es apenas del 3,6%. Las diferencias culturales, el idioma, la falta de formación y la marginación autoimpuesta son obstáculos estructurales que ninguna ayuda económica resuelve.

La escuela pública, símbolo del modelo sueco, colapsa en las zonas más afectadas. Profesores agredidos, niños que no terminan la secundaria, segregación étnica y abandono educativo son la norma en estos entornos. Un informe de Sveriges Radio reveló que menos del 50% de los estudiantes de zonas “vulnerables” logran terminar el colegio con éxito.

Estado de excepción y respuesta tardía

En 2023, el Primer Ministro Ulf Kristersson tomó una decisión sin precedentes: anunció que el ejército patrullaría las calles para apoyar a la policía desbordada por la guerra de pandillas. Fue un giro drástico que reconocía, de facto, la pérdida del monopolio estatal del uso de la fuerza.

Simultáneamente, el gobierno ofreció hasta 34.000 dólares a inmigrantes para que regresaran voluntariamente a sus países. La medida fue un fracaso. La mayoría se negó a regresar, consolidando su presencia en un país donde los beneficios estatales siguen siendo sustanciales.

¿Quién protege a Suecia?

Suecia apostó por una política migratoria sin filtros, sin exigencias y sin límites. Lo hizo por convicción ideológica, más que por estrategia. No fue solidaridad: fue ingenuidad con consecuencias devastadoras. Abrió sus puertas a culturas profundamente diferentes, sin pedir reciprocidad ni respeto a sus valores fundacionales.

La multiculturalidad forzada, lejos de enriquecer, fragmentó a la sociedad. Cuando la diversidad no va acompañada de integración ni respeto a la legalidad común, se transforma en disgregación. Como advirtió el filósofo francés Alain Finkielkraut: “La identidad es como el oxígeno: uno no lo nota, hasta que le falta”.

Suecia aún tiene la oportunidad de revertir esta situación, pero requiere valentía política, honestidad intelectual y decisiones firmes. Es imprescindible reforzar el control fronterizo, reformular el sistema de asilo, y condicionar la permanencia al cumplimiento estricto de las leyes, la adopción del idioma y la participación productiva en la sociedad.

Porque si un Estado no protege sus fronteras, su cultura y a sus ciudadanos, pierde el derecho de llamarse Estado. La historia sueca es una advertencia para el resto de Europa y del mundo: no hay sociedad fuerte sin cohesión, ni progreso sin orden.

La estabilidad social y cultural no es un regalo eterno. Es una construcción frágil que debe protegerse, o desaparece.

Fuente: Ediciones EP, 30/06/25.

Información sobre Gustavo Ibáñez Padilla


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El genocidio cristiano que Occidente ignora: la masacre yihadista en Siria y Nigeria

marzo 11, 2025

Por Redacción Adelante España.

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La persecución contra los cristianos no es un hecho aislado, ni un problema local. Se trata de una masacre sistemática que, a estas alturas, tiene todas las características de un genocidio. Desde Siria hasta Nigeria, los grupos islamistas yihadistas han convertido la fe cristiana en su objetivo, dejando a su paso miles de muertos. Lo peor de todo es la indiferencia de Occidente, que no solo mira hacia otro lado, sino que en algunos casos justifica o minimiza la barbarie.

Siria: un régimen yihadista con sed de sangre cristiana

En Siria, la situación es aterradora. La llegada de los islamistas yihadistas al gobierno ha supuesto el inicio de una espiral de terror contra los cristianos. Según los testimonios que llegan desde el país, ya hay más de 3.000 asesinados por su fe en tan solo 3 días. Las matanzas de cristianos son habituales. No se trata de una «persecución religiosa» aislada. Es un genocidio.

El ascenso de los islamistas al poder en diciembre ya anunciaba lo que vendría: cruces arrancadas, iglesias incendiadas, amenazas constantes y asesinatos a sangre fría. Era solo cuestión de tiempo para que el gobierno islamista yihadista, una vez consolidado, diese el siguiente paso y comenzara la matanza. Ahora, los cristianos están viviendo una verdadera pesadilla, mientras el mundo sigue en silencio: Sacerdotes asesinados a sangre fría; familias enteras -abuelos, padres, hijos- masacrada dentro de su casa; centenares de hombres, ancianos, mujeres e incluso menores víctimas de verdaderas ejecuciones por el mero hecho de ser cristianos

Lo peor no es solo la inacción internacional, sino que en muchos casos se está justificando la barbarie. La complicidad de algunos sectores políticos y mediáticos es evidente, y esto solo contribuye a que la masacre continúe sin consecuencias para los verdugos.

Siria

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Nigeria: 50.000 cristianos asesinados en dos décadas

Si la situación en Siria es alarmante, en Nigeria el panorama no es mejor. Según International Christian Concern (ICC), al menos 50.000 cristianos han sido asesinados en el país en las últimas dos décadas. Además, cientos de miles han sido desplazados de sus hogares mientras el gobierno nigeriano sigue sin tomar medidas efectivas para frenar la violencia.

Boko Haram, la facción del Estado Islámico en la Provincia de África Occidental (ISWAP) y las milicias fulani son los principales responsables de estos ataques. La brutalidad de estos grupos no conoce límites: asesinatos, secuestros, violaciones y ataques a comunidades cristianas forman parte de su «modus operandi».

La organización Global Christian Relief ha catalogado a Nigeria como el país más peligroso del mundo para los cristianos. La escalada de violencia en los últimos meses ha alcanzado niveles críticos, sin que la comunidad internacional muestre el menor interés en intervenir.

Nigeria

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«Nos están matando porque somos cristianos»

Jeff King, presidente de ICC, ha sido tajante en su denuncia sobre la situación de los cristianos en Nigeria:

«Cada día, militantes islámicos irrumpen en comunidades cristianas, saquean, matan, violan y secuestran a civiles, mientras el gobierno se limita a lamentar la situación sin actuar».

El testimonio de las víctimas es devastador. Un testigo de la violencia en Nigeria declaró:

«Nos están matando porque somos cristianos».

Es una afirmación que resume el horror que viven a diario miles de familias, mientras el resto del mundo ignora su sufrimiento.

El silencio cómplice de Occidente

Es imposible no preguntarse por qué Occidente sigue sin reaccionar ante este genocidio. Las organizaciones de derechos humanos no dudan en levantar la voz cuando se trata de otras causas, pero cuando los cristianos son las víctimas, el silencio es sepulcral.

No se trata solo de falta de interés. En muchos casos, hay una clara voluntad de no intervenir, ya sea por intereses políticos o económicos. La complicidad de ciertos gobiernos y medios de comunicación ha permitido que este genocidio continúe impune.

Mientras tanto, en Siria y Nigeria, miles de cristianos siguen siendo masacrados por el simple hecho de profesar su fe. Es un genocidio silenciado. Es una masacre que nadie quiere detener. Pero la realidad es clara: el odio islamista yihadista sigue cobrándose vidas de cristianos, y Occidente, con su indiferencia, es también responsable.

Fuente: adelanteespana.com, 11/03/25


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Geoplítica y Religión

febrero 28, 2019

Geopolítica, diplomacia y religión

Hoy el mayor peligro es el terrorismo con el uso de la violencia con fines políticos. El fundamentalismo islámico es el mayor desafío no solo para las sociedades musulmanas sino para todas las culturas y religiones. Geopolítica, diplomacia y religión presentan una trilogía indisoluble

Por Julio César Pineda. [email protected]

La geopolítica se ha convertido en un instrumento de la disciplina fundamental de las relaciones internacionales, estudia las relaciones entre el espacio geográfico con sus proyecciones y la política. Trata de comprender y explicar el complejo y dinámico mundo de la diplomacia en función de la paz y del conflicto. Hoy, problemas como los de Siria y su guerra interminable, la confrontación no terminada entre las dos Coreas y el diferendo palestino-israelí, la percepción del desafío nuclear iraní, la crisis de la Unión Europea, los desafíos de la democracia latinoamericana y tantas otras cuestiones, ya no son enfocadas en la visión maniquea del mundo bipolar con dos bloques rivales bajo la hegemonía del capitalismo y el comunismo. El imperativo de la diplomacia, por la existencia del arma nuclear, es el de la solución pacífica de las controversias internacionales por el diálogo y la negociación. Esto exige la comprensión de cada pueblo, nación y civilización, pero también el conocimiento y el acercamiento al Estado extranjero, pero también a su pueblo y a su cultura. De allí la tridimensionalidad de la diplomacia actual y de la geopolítica, en la expresión de normas y derecho, tanto nacional como internacional, para poder dar respuesta a lo fenomenológico del hecho social, bajo criterios de valores y de ética.

Un nuevo modelo

Los hombres y los pueblos continúan organizándose en un territorio con fronteras y formas estatales y regímenes políticos diferentes. Todos se reclaman democráticos y sujetos a la defensa de los Derechos Humanos. Con el ejemplo de la Unión Europea (UE) se ha venido conformando un nuevo modelo de Estado regional o una nueva geopolítica, bajo el principio de la supranacionalidad y en la búsqueda de mayores espacios geopolíticos y geoeconómicos. En América Latina el Mercosur, la Comunidad Andina, el Caricom, el Sistema de Integración Centroamericano y la Alianza del Pacífico están en esta dirección y han privilegiado lo ecológico y el pluralismo, mientras que sistemas continentales como el ALBA y Unasur tienden a desaparecer por la politización e ideologización de los mismos.

El hecho nuclear también es parte de la nueva geopolítica y la diplomacia. El reciente debate atómico impulsado por el presidente Trump con Corea del Norte y con Irán, abre una nueva amenaza heredada de la Guerra Fría como es la proliferación nuclear donde el binomio de las bombas atómicas con los sistemas de misiles pueden terminar con nuestra historia y cultura. Ya no son solo los cinco Estados del Consejo Seguridad los que posean esta arma de destrucción masiva, sino también Israel en el Medio Oriente, India y Pakistán en el Lejano Oriente y en la península coreana el régimen de Pyongyang.

Factor esencial

En la nueva geopolítica mundial y dentro de los espacios de las civilizaciones con su territorio, población, idioma y su sistema cultural que implica valores espirituales, intelectuales e ideológicos; las religiones constituyen un factor esencial para la guerra o para la paz, especialmente las grandes religiones monoteístas: el cristianismo, el judaísmo y el Islam. Pero también otras religiones como el hinduismo, el budismo, el taoísmo y el confusionismo. La Iglesia católica con sus últimos Papas ha reconocido la importancia esencial en la geopolítica y la diplomacia moderna del fenómeno religioso. Se ha pronunciado por ecumenismo y por el diálogo interreligioso, incluyendo la posibilidad de un futuro Parlamento Mundial de las Religiones, más allá del compromiso político y diplomático de la Organización de las Naciones Unidas y su carácter intergubernamental. Toda religión implica creencias y prácticas culturales, individuales y colectivas dentro de la comunicación del hombre con lo sagrado o lo divino. El sistema comunista proclamó el ateísmo como parte de la revolución social, pero con la caída del Muro de Berlín y el fin de la Cortina de Hierro desde 1991 en lo que era la Unión Soviética y sus áreas de influencia, hay un renacimiento espiritual. Las tres grandes religiones monoteístas cubren casi todo el planeta, mientras que las demás están circunscritas a regiones determinadas. El cristianismo ha logrado superar el binomio religión-política y ha influenciado con su filosofía humanista el ideal democrático de la sociedad. El Islam, que también es una religión de vocación universal, no ha logrado resolver este dilema tanto en la versión chiíta propia de Irán como de la sunita de Arabia Saudita.

Precisamente, hoy el mayor peligro es el terrorismo con el uso de la violencia con fines políticos. El fundamentalismo islámico es el mayor desafío no solo para las sociedades musulmanas sino para todas las culturas y religiones. Geopolítica, diplomacia y religión presentan una trilogía indisoluble en función de la seguridad nacional e internacional; y el terrorismo y la proliferación nuclear, una amenaza constante contra la cual debemos actuar. 

Fuente: eluniversal.com, 10/05/18.

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