Los ricos de Brasil se mudan a Miami

febrero 9, 2015

Por la política y la inseguridad, los ricos de Brasil se mudan a Miami

domingo, 8 de febrero de 2015 19:34 EDT

Giovanni Caloretti, ejecutivo de ventas de Douglas Elliman, explica cómo será el complejo de Park Grove en Miami, Florida, a José Parada (izq.) y su agente de propiedades, Sergio Cesario (centro). Josh Ritchie for The Wall Street Journal

miami 02MIAMI—Pregúntele a los brasileños acaudalados por qué se están mudando al sur de Florida y mencionarán las altas tasas de criminalidad y la moribunda economía de su país.

Sin embargo, hay otra explicación que Alyce M. Robertson, directora de la Autoridad de Desarrollo del Centro de Miami, escuchó con frecuencia en sus recientes viajes de negocios a Brasil: “Dilma”.

Se refieren a Dilma Rousseff, la presidenta de centroizquierda reelecta en octubre, en general resistida por las élites brasileñas.

“Después de la última elección, hablábamos con mucha gente preocupada por sacar su capital de Brasil”, contó Robertson hace poco en Miami. Estas preocupaciones, tanto en Rio de Janeiro como en São Paulo, eran “en mayor parte sobre la política”.

Los ricos y poderosos de Brasil llevan décadas adquiriendo apartamentos de lujo en Miami y yendo de compras al centro comercial de Bal Harbour. En los últimos meses, no obstante, tras la reelección de Rousseff los brasileños han reaccionado buscando echar raíces a largo plazo en el área metropolitana de Miami y, en menor medida, Orlando, Nueva York/Nueva Jersey y Boston.

Si bien no hay cifras exactas disponibles, los desarrolladores y agentes inmobiliarios de Miami, así como banqueros, minoristas y abogados de inmigración, dicen que cada vez más brasileños acaudalados intentan mudarse al sur de la Florida, establecer empresas y obtener la residencia o la ciudadanía estadounidense para ellos y sus familias.

“Están preocupados principalmente por la inestabilidad del entorno político de Brasil; no quieren ser los últimos en irse”, afirma Genilde Guerra, abogada del bufete Kravitz & Guerra, en Miami.

Dice que la cantidad de llamadas que recibe su oficina de brasileños que buscan obtener visas para Estados Unidos, comprar viviendas o abrir negocios en el país se ha multiplicado por 10 desde las elecciones. Además, los e-mails que recibe de consultas sobre cómo conseguir una tarjeta de residencia, o green card, aumentaron de tres o cuatro al día a entre 25 y 30. “Quieren tener una segunda nacionalidad, un segundo lugar adonde ir, y EE.UU. es el mejor lugar para eso”, señala Guerra.

Una típica exiliada de clase alta es Regina Sposito Pires, un ama de casa de São Paulo de 45 años que hace poco buscaba con su familia una casa en Miami. Después de considerar por un tiempo una mudanza, tomó la decisión definitiva el 26 de octubre, cuando Rousseff ganó su segundo mandato de cuatro años en una reñida contienda.

“Fue como si alguien hubiera muerto”, dijo Pires y mencionó su frustración con las altas tasas de criminalidad y la corrupción del gobierno brasileño. “Le dije a mi esposo que el poco deseo que tenía de quedarme en Brasil había desaparecido”.

José Antonio Parada también se ha unido al éxodo. El día después de la reelección de Rousseff, decidió cumplir su vieja promesa de llevar a vivir a su familia a Florida, donde ya tiene varias propiedades de inversión, citando la falta de seguridad y la situación política.

“Estoy muy preocupado por la proximidad del gobierno (brasileño) a otros gobiernos como Venezuela, Cuba”, explica el operador cambiario de 48 años de São Paulo. Cuenta que su hogar en Brasil fue asaltado dos veces, una vez cuando se encontraba allí.

Casi tres millones de los 200 millones de brasileños viven fuera de su país, según datos de 2013 del Ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil, un tercio de ellos en EE.UU. Firmas que monitorean los negocios de los brasileños en Florida estiman que hay entre 250.000 y 300.000 brasileños viviendo allí.

Los brasileños también conforman la mayoría de los turistas de Miami, 51% en 2013, indican estadísticas de Miami.

La reciente ola de migrantes brasileños difiere de las anteriores. Durante los años 80 y 90, el desempleo y la alta inflación en Brasil llevaron a miles de brasileños a radicarse en EE.UU. Muchos conseguían trabajos no calificados y enviaban todo el dinero que podían a su país.

Los migrantes brasileños de hoy, en cambio, suelen traer su patrimonio consigo. Al igual que otros latinoamericanos, incluidos cubanos, colombianos y venezolanos, los brasileños desde hace mucho han considerado Miami como un lugar seguro para guardar su dinero durante períodos de agitación política y económica en casa.

Los brasileños están entre los tres mayores compradores extranjeros de bienes raíces caros de Miami, junto con los argentinos y los venezolanos, otras dos economías atribuladas. Esto ha ocurrido pese a —o, según algunos, debido a— el marcado debilitamiento de la economía brasileña.

En el último año, el real ha perdido cerca de un quinto de su valor frente al dólar. La tasa de inflación de Brasil está cerca del límite de la meta de 6,5% fijada por el gobierno y los economistas proyectan que el Producto Interno Bruto apenas crecerá este año.

Es un gran giro frente a la década previa, cuando el auge de los commodities alimentó un fuerte crecimiento y Brasil pasó a ser una de las estrellas de los mercados emergentes.

Alicia Cervera Lamadrid, cuya familia posee una empresa inmobiliaria en Miami, dice que empresarios brasileños comenzaron a comprar apartamentos de lujo en una torre residencial en la zona de la Avenida Brickell a principios de los años 80, una época de alta inflación y estancamiento económico en Brasil. “Las personas que se mudaron a ese edificio eran tan poderosas que empezaron a referirse a ese edificio como el Congreso brasileño”, cuenta Cervera.

Cristiano Piquet, un ex campeón de automovilismo que ahora vende bienes raíces de lujo en Florida, dice que en 2014 “no podíamos responder al ritmo de la demanda” de los clientes brasileños, quienes están redoblando sus inversiones en EE.UU. “Han estado ganando dinero durante los últimos 12 años, así que tienen sus bolsillos llenos de efectivo”, señala Piquet.

“Edificios de oficinas, depósitos, hospitales. Acabamos de vender un L.A. Fitness (en Miami) a un brasileño”, dice Piquet en referencia a la cadena de gimnasios. “Un brasileño compró un concesionario de autos. Y también están comprando tierra y planeando desarrollarla”.

Los brasileños que llegan a Miami encuentran cada vez más aspectos de sus vidas que dejaron atrás: no sólo playas y un clima tropical, sino también un creciente número de restaurantes, clubes nocturnos y tiendas minoristas que apuntan a ellos.

“No extraño tanto”, expresa Marco Fonseca, de 47 años, un agente inmobiliario de Rio de Janeiro que obtuvo la ciudadanía estadounidense en 2001. Calcula que 65% de sus clientes son brasileños.

“Aquí tenemos todo lo que necesitamos: películas, tenemos los canales brasileños, los supermercados brasileños, puede comprarse una picanha”, dice Fonseca sobre el famoso corte de carne que se sirve en Brasil. “Miami es la mayor ciudad brasileña fuera de Brasil en este momento”.

Fuente: The Wall Street Journal, 08/02/15.

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Craig Robins revitaliza Miami

diciembre 9, 2014

Un día con Craig Robins

Robins inspecciona la instalación de la cúpula Fly’s Eye (Ojo de mosca) de Buckminster Fuller frente a una nueva construcción diseñada por el arquitecto Sou Fujimoto en el Distrito del Diseño de Miami. Photography by Audra Melton

Por más que la complejidad de cualquier metrópolis moderna resista la influencia de un solo individuo, Craig Robins, de 51 años y fundador de la empresa de desarrollo inmobiliario Dacra, está haciendo mucho para que se le considere el autor del futuro de Miami, su ciudad natal. Tras ayudar en los años 80 y 90 a transformar la moribunda zona de South Beach en un glamuroso distrito de hoteles Art Deco meticulosamente restaurados, concibió el lanzamiento de Art Basel-Miami Beach y cocreó la feria de diseño Design Miami. Ahora, Robins está por ver los frutos de más de una década de planes y construcciones: otra de las áreas revitalizadas por él, el otrora abandonado Distrito del Diseño, se está llenando de tiendas de lujo como Louis Vuitton, Tom Ford y Dolce & Gabbana, con la apertura de 50 locales el próximo año.

miami-01Esta profesión le llegó a Robins, en parte, por herencia. Su padre, Gerry, fue un exitoso agente inmobiliario en la ciudad de Nueva York que se mudó a Miami en los años 50. Su paso por la universidad en Barcelona despertó en el joven Robins el interés por las artes y la idea de conservar la historia cultural. Esto modeló su interés en renovar hoteles icónicos en el Ocean Drive de Miami Beach junto a sus mentores, el fundador de Island Records, Chris Blackwell, y el promotor inmobiliario Tony Goldman.

Su visión para el Distrito del Diseño, que abarca unas doce manzanas, es aún más ambiciosa: quiere un diseño urbano peatonal enmarcado con obras de arte de Marc Newson y John Baldessari y arquitectura elegante de nombres como el del japonés Sou Fujimoto.

Como buen negociante, Robins es enérgico y directo. Hace la mayor parte de sus acuerdos por teléfono, y si durante una reunión se entera de un retraso operacional, suele llamar al responsable en el momento. Los aspectos personales y profesionales de su vida están elaboradamente entrelazados; con frecuencia invita a luminarias a su casa y su vestimenta —zapatos Louboutin, pantalones Berluti, cinturón Hermès— refleja su relación con el Distrito del Diseño. Como podría esperarse de un hombre que tiene en su escritorio una copia de la Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano, de Gibbon, Robins apuesta por su ciudad. “Somos libres de ser una ciudad del futuro”, dice.

8:29 a.m.

Photography by Audra Melton

Desayuno en casa: fruta, salmón y omelette de claras de huevo.

10:18 a.m.

Photography by Audra Melton

Oficina de Dacra. Reunión con el director ejecutivo de Design Miami, Rodman Primack, para hablar sobre la organización de la feria de diseño.

12:21 p.m.

Photography by Audra Melton

Visita al Distrito del Diseño para evaluar el progreso de las obras.

3:29 p.m.

Photography by Audra Melton

Estaciona su auto antes de una reunión en un local de arte contemporáneo en el Distrito del Diseño. Robins maneja un Tesla S85.

4:00 p.m.

Photography by Audra Melton

Reunión con Ibett Yáñez (izq.), directora del Espacio de Arte Contemporáneo Colección de la Cruz, y Suzanne Weaver, directora interina del Instituto de Arte Contemporáneo de Miami, para hablar sobre nuevas colaboraciones.

6:07 p.m.

Gimnasio privado

Photography by Audra Melton

Rutina con su entrenador personal, Matt Roy, con intervalos de flexiones, sentadillas con una pierna y tiros de polea.

Los numeros de Robins

1.000

obras de arte en la colección privada de Robins, incluidas piezas de John Baldessari, Mike Kelley, Richard Tuttle y Paul McCarthy.

US$12,6 millones

el precio de un avión privado que está en el centro del juicio entre Robins y otros dos promotores. Una de las personas que le interpuso la demanda, Jackie Soffer, es ahora su novia.

1

perro, Laz, un boxer marrón que ha sido entrenado para entrar y salir de la casa de Robins apretando un botón.

92.900

metros cuadrados de espacio comercial en el Distrito del Diseño permiten que las marcas abran grandes tiendas, algunas de ellas de más de 900 metros cuadrados.

0

el número de empalmes visibles en los pisos, paredes, ducha y lavabos, hechos a medida para el baño que Zaha Hadid diseñó para Robins.

24

años, la edad de Robins cuando fundó Dacra.

US$100

precio del mejor regalo que le ha hecho su novia, según ella: un Kindle. Robins es un lector compulsivo.

40,5 millones

Pasajeros que llegaron o salieron del aeropuerto de Miami el año pasado, un récord.

Fuente: The Wall Street Journal, 09/12/14.

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Miami: El boom de compras también alcanza a las propiedades

marzo 14, 2012

Miami: El boom de compras también alcanza a las propiedades

 

MIAMI – Es la oportunidad a escala mayor. Así como hay una corriente que llega para llenar valijas, otra -también en aumento- sueña con una inversión en ladrillos que le permita escapar al recalentamiento inmobiliario en nuestro país.

La estadística confirma el dato. «Los argentinos ocupan hoy el tercer lugar entre quienes compran propiedades en esta ciudad», dice Mark Fawndard, de HouseRich Realtors.

El fenómeno se empezó a hacer más fuerte hace un par de años; junto con un tibio reverdecimiento del alicaído mercado inmobiliario local. «En realidad, mucho de lo que se está moviendo se debe al público hispano, con brasileños y venezolanos a la cabeza. Los norteamericanos se animan mucho menos que antes porque aún les dura el susto de la burbuja inmobiliaria», explica.

Una vez más es la comparación de precios la que da la razón. Quienes hacen el cálculo comparan los 3.000 dólares el metro cuadrado que pueden pagar por una buena ubicación en Buenos Aires con los 2.000 que pagarían en Miami, sobre todo, si se animan con proyectos «en pozo», es decir, por construirse.

«Es un escenario interesante, porque los precios aquí están, todavía, deprimidos, mientras que en Buenos Aires se han recalentado mucho», dicen en la inmobiliaria argentina Escalante, que, como muchas otras del ramo, promociona inversiones en estas latitudes.

Pero la advertencia es que no se trata de una opción simple. «La gente se vuelve loca con los precios, pero eso es sólo una parte del asunto. También están los impuestos anuales por la propiedad, los servicios, las tasas por la operación y luego, alquilar los departamentos no siempre es algo fluido, fácil», previene Fawndard.

Sí es verdad que el escenario parece haberse dado vuelta. «Hace pocos años, el precio del metro cuadrado en las mejores zonas de Buenos Aires o San Pablo rondaba los 2.500 dólares, pero hoy no baja de los 4.000. La situación que se dio en Miami es exactamente la inversa: si hace tres años estábamos en 4.000 dólares, hoy estamos en 2.500», apuntó.

Buena parte de la venta se apoya en emprendimientos por desarrollarse; esto es, departamentos en vías de ser construidos. Es en ese rubro donde se consiguen las mejores diferencias de precio, pero donde también se suma la incertidumbre por los 18 o 24 meses que transcurren hasta que la obra está lista.

Pero aun con todas las dudas y miedos, ya se empieza a identificar a los argentinos como posibles clientes de un mercado que está renaciendo.
Fuente: La Nación, 11/03/12.