La Reserva Federal finaliza la expansión cuantitativa (QE3)

noviembre 5, 2014

Adiós al estímulo de la FED, una tarea monetaria bien lograda

federal-reserve-01La Reserva Federal la semana pasada puso fin a su tercera ronda de expansión cuantitativa (QE3), un experimento que atrajo advertencias de desastre para cuando fuera desactivada y suscitó críticas hasta por haber sido implementada.
El fuerte ablandamiento monetario de la Fed, y las medidas similares que tomó el Banco de Inglaterra» todavía no cuentan con una aceptación universal. En Tokio, el Banco de Japón el viernes anunció que, pese a la oposición interna, reforzará su propio programa de flexibilización cuantitativa. Pero en la eurozona, donde la semana pasada se supo que la inflación se ubicó por debajo de la meta durante 21 meses, el BCE todavía no lo hizo.
Si bien es imposible construir situaciones precisas contrafácticas, es altamente probable que la Fed y el Banco de Inglaterra tuvieran razón y que los escépticos del Banco Central Europeo y del Banco de Japón estuvieran equivocados. La compra de activos fue exactamente el programa correcto para tratar de revivir la economía estadounidense: de hecho, una escuela de críticos sugiere que la reactivación debería haber sido más rápida y que es prematuro retirar el QE ahora. Las tasas de desempleo en Estados Unidos ahora son menores que cuando la crisis financiera global estalló a fines de 2008: en el caso de la eurozona, es tres puntos porcentuales más alta.
Estados Unidos tuvo suerte que Ben Bernanke, un estudioso de la Gran Depresión, estuviera al mando de la Fed cuando se produjo la crisis. Si el Congreso norteamericano hubiera también aprendido las lecciones que dejaron los años treinta y mantenido una política monetaria blanda en vez de crear innecesarias crisis por el tope de la deuda, el banco central habría tenido una menor carga estimuladora. Errores similares se están cometiendo ahora con el contraproducente ajuste fiscal en la eurozona y el prematuro aumento del impuesto al consumo en Japón. Los fanáticos del dinero fuerte temían que el QE causara hiperinflación, pero quedó demostrado que estaban totalmente equivocados. El QE fue una respuesta a un momento de recesión, inquietud financiera y amenaza de deflación. Las reglas habituales de transmisión monetaria no aplicaban.
Hay, para ser justos, críticas más sofisticadas sobre el programa que el simple alarmismo inflacionario, y requieren de respuestas más completas. Una es que, al inflar los precios de las acciones y de otros activos de riesgo en manos de familias adineradas, aumentó la desigualdad. La otra es que, creando liquidez en los mercados financieros globales y conduciendo a los inversores a tomar activos de más riesgo, el QE fomentó los préstamos imprudentes y un apalancamiento peligrosamente elevado en las economías emergentes, que quedaron a la espera del caos cuando se cerrara la canilla.
La tesis de la desigualdad es creíble pero no está probada. Por ejemplo, Ben Broadbent, vicepresidente del Banco de Inglaterra, afirmó que los bancos centrales estaban simplemente ajustando la política a una tasa de interés natural más baja. En cualquier caso, si bien la mayor inequidad es una preocupación legítima, nivelando ingresos y riqueza no se enfrenta una recesión colosal.
En forma similar, el impacto sobre los mercados emergentes no debería descartarse. Pero si bien el QE provocó un mayor ingreso de capitales, esas economías tenían la facultad de apoyarse en el aluvión de dinero barato. Contaban con controles al ingreso de capitales, regulaciones para evitar los préstamos imprudentes, políticas fiscales ajustadas para restringir los déficits.
No es más trabajo para la Fed manejar el apalancamiento en las economías del exterior que abordar la inequidad en su país. La Fed hizo bien ampliando las líneas de swaps de dólares a otros países para mantener la liquidez en el sistema financiero global durante la crisis financiera. Pero no se puede esperar que ponga los intereses del resto del mundo por delante de los de EE.UU.
El programa QE de la Fed sirvió para garantizar que la crisis financiera global no se convirtiera en otra Gran Depresión. Los bancos centrales, en particular en la eurozona, deberían prestar especial atención.
Fuente: Financial Times, 03/11/14.

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