Cómo prevenir las demencias

octubre 8, 2014

Cómo eludir las demencias: las cinco claves para prevenirlas

Por Nora Bär.

Que el final de una larga vida sea el descenso a las tinieblas de la demencia no sólo es un horizonte desolador, sino un colosal desafío para los sistemas sanitarios de todo el mundo.

demencia senil 01Se calcula que los costos derivados de este conjunto de patologías, cuyo rasgo saliente es la pérdida de la memoria, alcanzaron en 2010 los 604.000 millones de dólares. El 60% de los casos y el mayor aumento en las próximas décadas se registrarán en países de ingresos medios y bajos.

Pero aunque el riesgo no puede eliminarse por completo, crece el consenso científico de que sí es posible reducirlo sensiblemente. Y lo mejor de todo es que no se necesitan complejos tratamientos de última generación ni fármacos costosos. Basta con observar un puñado de reglas sencillas: alimentarse saludablemente, no fumar, caminar media hora por día, mantener a raya los niveles de colesterol, de glucemia y de presión sanguínea, «desafiar» al cerebro y preservar los lazos sociales.

«Estas recomendaciones que parecen tan inespecíficas explican, sin embargo, el 47% de los casos de demencia -afirma el doctor Fernando Taragano, profesor e investigador del Hospital Universitario Cemic-. Hace 10 años se viene diciendo que lo que le hace bien al corazón le hace bien al cerebro, pero nadie lo había probado. Lo que ahora se demostró es que los estilos de vida que ayudan a prevenir el infarto cardíaco también reducen las demencias.»

El doctor Daniel Seinhart, geriatra del Hospital Italiano, coincide: «Ésa es la enorme noticia, que las demencias hasta cierto punto son prevenibles con lo que uno hace cuando tiene 40 o 50 años».

«Las medidas sanitarias para reducir los factores de riesgo vascular han contribuido a una gran reducción en las muertes por enfermedad cardíaca y stroke en los últimos 50 años -dice el consenso Blackfriars, el documento emitido por una reunión de médicos, políticos, voluntarios e investigadores organizada por el UK Health Forum y Public Health London el 30 de enero de este año-. Ahora, hay evidencias de que el mismo enfoque podría conducir a una reducción en las demencias.»

Estas conclusiones surgen de estudios realizados a lo largo de las últimas décadas. Uno, del Consejo de Investigaciones Médicas británico publicado online el 17 de julio de 2013 en The Lancet, es particularmente optimista: compara la prevalencia de demencias en individuos de 65 años o más en seis localidades de Gran Bretaña y Gales desde 1989. Aunque las proyecciones que habían trazado anticipaban que habría 884.000 casos para 2011, tuvieron 670.000. Es decir, 214.000 menos de los previstos.

«Estos hallazgos son sin duda buenas noticias -escribe Sube Banerjee, de la Escuela de Medicina de Brighton y Sussex, en un comentario que acompaña el trabajo-. (…) Sugieren que hay cosas que hizo la población que disminuyeron la incidencia de demencia (…). Por lo tanto, es plausible pensar que modificaciones conductuales, como dejar de fumar, y el control de los factores de riesgo cardíaco, como la hipertensión, previnieron o postergaron la aparición de este cuadro en la población.»

El ya clásico «estudio de las monjas» que donaron su cerebro a la ciencia, realizado sobre 678 religiosas de la Escuela de las Hermanas de Notre Dame, en Mankato, Estados Unidos, muestra algo similar. Una investigación que las siguió durante más de treinta años descubrió que no siempre la presencia de las placas de amiloide características de la patología descripta por Alois Alzheimer en 1901 está asociada con la expresión de la enfermedad.

gorra salud mental 01 walkSegún el doctor Augusto Vicario, cardiólogo de la Federación Argentina de Cardiología, el estudio de las monjas también mostró que las que tenían criterios de enfermedad de Alzheimer más enfermedad vascular (infartos cerebrales) estaban peor cognitivamente. «Esto habla del peso que la enfermedad vascular tiene como condicionante de una declinación más rápida -agrega-. Cuidar la salud cardiovascular es una forma de ir retrasando la demencia y evitar su progresión. Tiene lógica, esto ya pasó con otras enfermedades. Las mejoras sociales y comunitarias contribuyeron a disminuir fuertemente el impacto de la tuberculosis y el Chagas, por ejemplo. Creemos que con la demencia puede pasar lo mismo.»

«La herencia explica apenas el 10% de los casos -dice Taragano-. Y, sin embargo, el 85% de la investigación está orientada hacia la biología y la genética. Antes, los médicos nos encontrábamos en congresos y cuando se nos preguntaba si había algo para prevenir la demencia contestábamos que no. Ahora, estamos comprobando que los factores medioambientales combinados son responsables de la mitad del problema. Por ejemplo, recientemente se publicó que el 14% de la demencia en el mundo es atribuible al tabaquismo. Es una revolución que a los médicos nos cuesta aceptar.»

Taragano, Seinhart y Vicario, junto con un equipo de neurólogos, psiquiatras, cardiólogos, epidemiólogos, sociólogos y especialistas en comunicación, están poniendo a punto en colaboración con el Ministerio de Acción Social de la Nación un Plan Nacional de Alzheimer que lleve a la práctica las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y permita hacer un diagnóstico epidemiológico local.

«En 2012, la OMS emite su guía sobre la demencia y da diez recomendaciones, siete de las cuales son de acción comunitaria y tres de neto corte médico -detalla Taragano-. Fuimos al ministerio, les dijimos lo que se recomienda y la verdad es que mostraron una gran sensibilidad, se firmó el convenio el año pasado y desde entonces estamos trabajando juntos con todo el respaldo necesario. Hoy no hay una sola acción médica ni ninguna línea de investigación que supere el accionar comunitario. «

Entre las directivas de la OMS figuran reducir el aislamiento, apoyar y formar a cuidadores informales y profesionales rentados, y mejorar la formación de los médicos en atención primaria.

El Plan Nacional de Alzheimer tiene dos partes. Una es la educación en los centros de Integración Comunitaria en la población vulnerable. «Se sabe desde hace años que a mayor escolaridad, menor demencia», explica Taragano.

Entre sus tareas, los integrantes de este programa preparan a formadores, es decir, trabajan con operadores comunitarios o sanitarios para que promuevan conductas saludables. Pero también están desarrollando instrumentos que permitan detectar las demencias y puedan se utilizados por personal no especializado.

«Estamos viendo que el Alzheimer no es lo mismo en la Argentina, en Inglaterra, en Estados Unidos o en Paraguay -afirma el especialista-. Intentamos averiguar qué factores influyen en cada área del país para diseñar políticas de salud adaptadas a cada región. Por ejemplo, ya sabemos que la sal y la carne roja sobresalen entre los factores de riesgo en la Patagonia. En el Nordeste, la baja escolaridad.»

El 29 y 30 de agosto, durante la realización del programa de prevención cardiovascular «Corazón Sano», en Rancul, La Pampa, los científicos, junto con la doctora Mildren del Sueldo, secretaria de Salud de Villa María, Córdoba, aprovecharon para realizar una evaluación cognitiva a esta población de 3000 habitantes. «Se testearon en 48 horas 400 personas, a las que se les hicieron análisis de laboratorio, mediciones de presión arterial y de otros parámetros -cuenta Vicario-. Estamos tratando de desarrollar un instrumento validado, de aplicación rápida, para poder identificar a las personas que padecen demencia.»

«No existen en el país instrumentos que no dependan del médico -agrega Taragano-. Éste podrá ser aplicado por personas no expertas. Si lo logramos, será un legado enorme.»

Lo que hace bien al corazón, hace bien al cerebro

Los preceptos que están probando ser efectivos

Controlar los factores de riesgo cardíaco

No fumar, mantener los niveles de colesterol, glucemia y presión arterial dentro de límites saludables.

Practicar actividad física

Caminar media hora por día tiene múltiples beneficios; uno no menor es que contribuye a bajar la presión arterial.

Alimentarse bien

Previene la obesidad y la diabetes, dos reconocidos factores de riesgo cardíaco y accidente cerebrovascular.

Desafiar al cerebro

La educación es uno de los principales factores asociados con la salud cognitiva. Según los neurocientíficos, no hay razón para jubilar al cerebro.

Mantener los lazos sociales

Incluso en edades avanzadas, hay que seguir interactuando con otras personas, tanto en entornos familiares, como de aprendizaje, voluntariado o trabajo. El aislamiento conspira contra la preservación de nuestras capacidades.

Fuente: La Nación, 06/10/14.

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Alzheimer: las nuevas «viejas» estrategias

Por Luciano Sposato.

Después de años de fracasos y frustración en la lucha contra la enfermedad de Alzheimer y otras demencias, se vislumbra un futuro mejor.

Un nuevo enfoque preventivo puede cambiar la historia de millones de personas en el mundo. En diciembre de 2013 tuvo lugar una reunión sin precedentes.

Los ministros de Salud del G-8 se congregaron en Londres en lo que denominaron la «Cumbre del G8 sobre Demencia». Los gobiernos saben que esta enfermedad tiene un impacto enorme en la calidad de la vida de la sociedad y en los costos del sistema de salud.

Por eso están tomando cartas en el asunto. La decisión política, en parte, se debe a que por primera vez hay evidencia científica acerca de cómo mitigar el avance de la epidemia.

Los resultados ya están a la vista. Las naciones europeas y de América del Norte colaboran en el diseño de estrategias y a principios de 2015 se harán los primeros anuncios.

Gran parte de estas estrategias se centra en el hecho de que la hipertensión arterial, el sedentarismo, la diabetes, la obesidad y el aumento del colesterol, conocidos como factores de riesgo vascular, pueden llevar a la demencia.

Esto se aplica también a la enfermedad de Alzheimer, un tipo de demencia que hasta hace poco se creía no relacionada con estos factores. Estudios recientes han demostrado que el cerebro tiende a conservar más neuronas a lo largo de la vida cuando se combaten los factores de riesgo vascular.

En países donde desde hace décadas se ha implementado el control estricto de factores de riesgo para disminuir infartos y accidentes cerebrovasculares, también se han reducido, sorpresivamente, los casos de demencia. La explicación es clara. Cuidando al corazón, cuidamos al cerebro.

¿Cómo podemos proteger nuestro cerebro para reducir el riesgo de padecer Alzheimer o demencia en general?

Manteniendo la presión arterial en valores normales, caminando 30 minutos por día, haciendo una dieta saludable con verduras y frutas, manteniendo el colesterol en valores adecuados y, en el caso de la diabetes, intentando controlar los niveles de glucosa lo más cerca de lo normal posible.

La interacción social y la educación también son importantes. ¿Cuándo comenzar? Ya mismo. Los beneficios son mayores empezando a los 30 o 40 años que a los 60 o 70.

– Luciano Sposato es Neurólogo del Departmento de Neurología Clínica, Universidad de Western Ontario London, Canadá.

Fuente: La Nación, 06/10/14.

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Demencia

Demencia (del latín de: «alejado» + mens (genitivo mentis): «mente») es la pérdida progresiva de las funciones cognitivas debida a daños o desórdenes cerebrales. Característicamente, esta alteración cognitiva provoca incapacidad para la realización de las actividades de la vida diaria. Los déficits cognitivos pueden afectar a cualquiera de las funciones cerebrales, particularmente las áreas de la memoria, el lenguaje (afasia), la atención, las habilidades visuoconstructivas, las praxias y las funciones ejecutivas como la resolución de problemas o la inhibición de respuestas. Durante la evolución de la enfermedad se puede observar pérdida de orientación tanto espacio-temporal como de identidad. La demencia puede ser reversible o irreversible según el origen etiológico del desorden.

Las personas con demencia pueden mostrar también, según avanza la enfermedad, rasgos psicóticos, depresivos y delirios. Dentro de los síntomas conductuales, los primeros hallazgos consisten en cambios de personalidad o de conducta leves, que posteriormente se hacen más evidentes con cuadros de delirio o alucinaciones. Los dementes suelen experimentar cuadros de confusión al ser hospitalizados o secundarios a otras enfermedades como infecciones o alteraciones metabólicas.

La demencia puede afectar el lenguaje, la comprensión, habilidades motoras, memoria de corto plazo, la capacidad de identificar elementos de uso cotidiano, el tiempo de reacción, rasgos de la personalidad y funciones ejecutivas.

Aunque la alteración de la memoria puede, en una minoría de casos, no ser un síntoma inicialmente dominante, es la alteración típica de la actividad cognitiva en las demencias, sobre todo para la más frecuente que es la enfermedad de Alzheimer, y su presencia es condición esencial para considerar su diagnóstico.

Tipos de demencia

Los tipos más comunes son:

Degenerativas o Primarias:
Enfermedad de Alzheimer
Enfermedad de Pick y otras demencias frontotemporales
Demencia por Cuerpos de Lewy

Secundarias:
Demencia vascular o Demencia multiinfarto (antiguamente llamada demencia arteriosclerótica), incluyendo la enfermedad de Binswanger
Complejo de demencia del SIDA
Pseudodemencia depresiva
Hidrocefalia normotensiva
Estados de confusión aguda o delirio
Hipotiroidismo
Deficiencias de Vitamina B6 o B12
Tumores
Y en casos muy raros:
Trauma cráneo-encefálico
Enfermedad de Parkinson
Enfermedad de Huntington
Síndrome de Down
Enfermedad de Creutzfeldt-Jakob

Fuente: Wikipedia, 2014.

Mala salud, un gaje del oficio para los banqueros

febrero 23, 2012

Mala salud: un gaje del oficio para los banqueros

Por Leslie Kwoh

 

La banca de inversión es un peligro para la salud.

Esa es la conclusión de una investigadora de la Universidad del Sur de California que encontró insomnio, alcoholismo, arritmia cardíaca, desórdenes alimenticios y temperamento explosivo en algunos de las casi dos decenas de banqueros recién egresados de la escuela de negocios que siguió durante más de una década.

Todos los participantes desarrollaron una dolencia, ya sea física o emocional, relacionada al estrés al cabo de varios años en sus trabajos, dice la investigadora sobre su estudio, que será publicado este mes. La investigación no revela las identidades de los banqueros.

La banca de inversión ha sido siempre una aspiración para aquellos hambrientos por competir, mucho dinero, cenas de lujo y servicio de auto puerta a puerta. Las semanas de 100 horas de trabajo, dicen estos hombres y mujeres de hierro, son apenas el primer pago para entrar en un juego con grandes recompensas.

Pero los banqueros de inversión, los agentes de ventas y corredores son sólo humanos. Bajo el inmenso estrés de sus trabajos, muchos sufren problemas personales y emocionales que degeneran en crisis mayores, y varios banqueros desarrollan males que permanecen con ellos mucho después de haber dejado la industria financiera.

Claro, nadie está obligando a nadie a meterse en finanzas. Los aspirantes a estrellas de Wall Street ingresan a ese mundo con los ojos bien abiertos. Además, la pequeña muestra del estudio y la falta de un grupo de comparación genera dudas sobre qué tanto se pueden extrapolar los hallazgos a la población mucho más extensa de 267.000 aspirantes a amos del universo.

Aun así, Lindley DeGarmo, ex directivo de la firma Salomon Brothers, que dejó la industria financiera en 1995 para convertirse en pastor, recuerda que los gerentes usualmente exprimían a los jóvenes recién llegados hasta el cansancio. John Chrin, un ex director gerente de J.P. Morgan Chase & Co. que dejó la firma en junio de 2009 por un puesto académico en la Universidad de Lehigh, en Pensilvania, recuerda haber visto al personal más joven ganar entre 14 y 18 kilos en apenas un par de años en el trabajo. Cuando trabajaba para Merrill Lynch & Co., hoy una división de Bank of America Corp., recuerda que un director gerente le ordenó a un chofer que prendiera el aire acondicionado aunque no funcionaba, lo que causó que el auto se incendiara. El ejecutivo luego amenazó con despedir al conductor. Bank of America no quiso comentar.

«Quizá el trabajo a veces amplifica algunas de las tendencias que ya tenemos», dice.

Alexandra Michel, profesora de la Escuela de Negocios Marshall de la Universidad del Sur de California, siguió a los banqueros en sus oficinas, se sentó junto a ellos, los acompañó a reuniones y permaneció a su lado durante sus largas horas de trabajo, incluso veladas completas, por más de 100 horas a la semana durante el primer año, unas 80 horas semanales durante el segundo año y luego con entrevistas en persona.

El estudio será publicado este mes en la revista Administrative Science Quarterly.

Durante sus primeros dos años de trabajo, los banqueros trabajaron entre 80 y 120 horas semanales en promedio, sin perder el ánimo y la energía, dice Michel. Usualmente llegaban a las 6 de la mañana y no partían hasta la medianoche.

Para el cuarto año, sin embargo, muchos banqueros eran un desastre, dice el estudio. Algunos sufrían de falta de sueño y culpaban a sus cuerpos de no dejarlos terminar su trabajo. Otros desarrollaron alergias y adicciones. Otros fueron diagnosticados con enfermedades de largo plazo, como la de Crohn, psoriasis, artritis reumatoidea y desórdenes de la tiroides.

Los privilegios que ofrecen las compañías a sus empleados, como comida gratis y servicio de chofer, han nublado la frontera en entre el trabajo y la vida personal.

Para el sexto año, los participantes, que para ese entonces rondaban los 35 años, se habían dividido en dos grupos. El 60% que seguía «en guerra» con sus cuerpos y el 40% que decidió priorizar su salud, prestándole más atención al sueño, el ejercicio y la dieta.

Alrededor de un quinto de los banqueros dejó la profesión, añade Michel.
Fuente: The Wall Street Journal, 19/02/12.

Por qué los ricos viven más

enero 23, 2012

Por qué los ricos viven más

Por Quentin Fottrell

 

El 1% no sólo tiene más dinero, sino más tiempo para disfrutarlo. Los hombres ricos viven por más tiempo que sus contrapartes con menores ingresos, principalmente porque los segundos tienen mayor predisposición a tener un estilo de vida menos saludable, según indica un nuevo estudio.

Hoy en día, los hombres más ricos viven en promedio 80,4 años, casi seis año más que un hombre en un grupo socioeconómico más bajo, según un estudio llevado a cabo por el Longevity Science Advisory Panel, un grupo sin ánimo de lucro con sede en el Reino Unido. El estudio indicó que la brecha de expectativa de vida entre los ricos y pobres se está ampliando: hace 20 años un hombre nacido en un grupo socioeconómico más alto tenía una expectativa de vida de 75,6 años, casi cinco años más que una persona en una clase social inferior.

La razón subyacente parece residir en la forma en la que la gente elige gastar su dinero, dice el estudio, el cual cita una amplia gama de investigaciones y concluye que los trabajadores con menores ingresos son más propensos a fumar, beber en exceso y tener altas tasas de obesidad. Como ejemplo se cita el caso de un estudio del gobierno británico publicado en 2011 que concluyó que en 2009 hubo más de 6.500 muertes en Inglaterra atribuidas directamente al alcohol. Las tasas más altas de mortalidad entre esa población correspondían a los pobres.

La brecha es similar a un creciente número de investigaciones que muestran una tendencia similar en Estados Unidos, según indican los expertos. Un estudio de 2010 de la Oficina de Seguridad Social de EE.UU. encontró que los hombres de 65 años afiliados a los programas de Seguridad Social en el cuarto más bajo de la distribución económica viven 2,3 años menos que aquellos en el primer cuarto. Monique Morrissey, una economista del Instituto de Política Económica, un centro de estudios sin ánimo de lucro, asegura que las tasas de obesidad y de consumo de cigarrillo sólo cuentan parte de la historia. «Estos factores de comportamiento aún no pueden explicar la creciente brecha en la expectativa de vida», dijo.

Morrissey dice que el acceso a un servicio de salud de calidad también es un factor importante. Ella indicó que elevar la edad de jubilación podría empeorar las cosas. «Esto afectaría desproporcionadamente los estándares de vida de lo jubilados de bajos recursos que dependen de estos programas».
Fuente: The Wall Street Journal, 23/01/12.

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