La salud es en la actualidad un tema de “necesidad y urgencia”, como fue acertadamente definido en un artículo de Rubén Torres y Natalia Jorgensen. En esa misma línea un reciente editorial de La Nación expresaba: “Suenan sirenas en el área de salud”. A pesar de este contexto dramático, los artículos del DNU 70/2023 no abordaron el núcleo del problema. Solo se enfocaron en un subsistema que atiende al 13% de la población (medicina prepaga) desregulando sus cuotas. En un gobierno que tiene vocación de ser “refundacional” (y está en todo su derecho por el respaldo recibido en las urnas), se perdió esa gran primera oportunidad de definir el rumbo en cuanto a su política de salud.
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Es imprescindible que las autoridades incluyan este tema dentro de sus prioridades, y lo que la lógica indica es que, para abordarlo en forma sistémica, sería esencial convocar a una ronda de consultas con todas las partes involucradas (profesionales del equipo de salud, directivos de instituciones prestadoras privadas, directivos del ámbito académico y científico, directivos de las entidades de la seguridad social –obras sociales–, directivos de las instituciones públicas de salud, directivos de las instituciones formadoras del recurso humano –universidades– y entidades que nuclean a médicos sanitaristas y a economistas de la salud).
Es vital en temas técnicos consultar a los expertos y a quienes tienen una invalorable experiencia “de campo”. Hay que superar el eterno error de intentar resolver temas técnicos con una mirada exclusivamente política acorde con el color ideológico de la administración circunstancial.
Todos los expertos en temas de salud, ante esta falta de definiciones, se hacen varias preguntas básicas: ¿qué rol le asigna el Gobierno al Estado en el sistema de salud ? ¿Cuál será la columna vertebral de un hipotético nuevo sistema de salud? ¿Estará basado en un sistema de salud pública de calidad ? ¿Existirá un nuevo subsistema constituido por la confluencia de obras sociales sustentables y empresas de medicina prepaga compitiendo entre sí? ¿El sistema de salud será estructurado fundamentalmente con el subsistema privado dejando un subsistema estatal marginal? ¿Cómo se compensarán las inequidades que genera nuestra organización federal teniendo en cuenta las asimetrías entre las provincias?
Estas preguntas están íntimamente conectadas con la concepción que tenga el Gobierno respecto de la salud. ¿Es un bien transable pasible de ser manejado con las reglas del mercado o es un tema que deber ser manejado en el marco de un sistema basado en la solidaridad? Todos los expertos están de acuerdo en que, sea cual fuere el abordaje del tema salud, las dos objetivos básicos son la equidad y la eficiencia. El Gobierno tiene todo su derecho a elegir el camino. Pero lo que las circunstancias exigen es que este tema se defina y explicite urgentemente. “No hay viento favorable para el que no sabe adónde va” (Séneca).
La base debería ser un sistema público de calidadque garantice el cumplimiento del espíritu y la letra de la Constitución nacional al poner en cabeza del Estado garantizar el cuidado de la salud de toda la población. El concepto es que la salud es un derecho humano fundamental e indispensable para el ejercicio de los demás derechos. El destino de un paciente no puede estar condicionado por su área geográfica de residencia, su tipo de cobertura y/o su capacidad de pago. Actualmente el sistema público de salud, abrumado por la demanda y la falta de recursos humanos y de estructura, no está dando –salvo excepciones– una respuesta satisfactoria en términos de equidad y eficiencia, a pesar del heroísmo de muchos profesionales del equipo de salud.
Este sistema podría ampliar su base de sustentación con instituciones prestadoras más allá de las instituciones públicas. Una articulación público-privada sería una opción razonable si los pacientes pudieran acceder a un espectro ampliado al estar amparados por un seguro público con un nomenclador razonable que permita el uso de la capacidad instalada de instituciones prestadoras privadas. El subsistema de la seguridad social es muy heterogéneo en sus algo más de 300 obras sociales. Algunas dan un muy buen servicio a sus afiliados, pero un porcentaje importante no son viables por distintas razones.
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Nada se ha informado hasta ahora respecto del abordaje que harán las autoridades en relación con el PAMI. ¿Seguirá igual? ¿Se descentralizará en las diferentes jurisdicciones provinciales ? ¿Habrá libre elección del prestador, tanto en atención ambulatoria como en internación? ¿Podrán los jubilados continuar en su obra social si así lo desean ? ¿Sería posible la permanencia de los jubilados en su prepaga mediante algún aporte del Estado cuando el monto de la jubilación torne imposible la continuidad en un sistema al cual se aportó durante muchos años y con lo que implica interrumpir el vínculo con sus médicos de confianza en una edad de gran vulnerabilidad?
Hay dos aspectos centrales en el análisis de cualquier sistema de salud: cuál es su fuente de financiación y cuál es su estrategia de gestión. No alcanza con asegurar un presupuesto suficiente sino que, además, tan importante como eso es lograr un adecuado modelo de gestión. En esa línea el académico doctor Jorge Neira ha destacado la importancia de mejorar la calidad de las bases de datos del área salud, expresando que “sin datos confiables no hay gestión y sin gestión no hay calidad”. Es fundamental tener clara la estructura de costos, tema muchas veces ocultado. Todo el ecosistema de salud debe reconocer la importancia de “medir y evaluar la calidad de sus resultados y rendir cuentas de la inversión en recursos” (Amanda Rubilar). La transparencia es un “insumo” muy importante.
Un sistema de salud centrado en lo público no implica negar la importancia del sistema privado. La única diferencia es que si el sistema público es “competitivo” en el sentido de dar una respuesta equitativa y eficiente, la opción por un seguro privado de salud quedaría como una opción regida por un contrato entre privados, y no como una alternativa desesperada para “no caer” en el sistema público.
El “plan maestro” debería ser no modificar lo que funciona bien, corregir lo que no funciona y articular recursos para aprovechar la capacidad instalada disponible optimizando su eficiencia. Nuestro país –y más en las actuales circunstancias– es un escenario para poner el foco en lo posible (aunque no sea lo ideal).
Es prioritario reparar urgentemente la deuda económica y moral pendiente con los profesionales del equipode salud. Sería ideal lograr que el trabajo full time en las instituciones públicas de salud fuera una opción atractiva para los profesionales del equipo de salud. Esa modalidad laboral es un pilar fundamental para un funcionamiento eficiente de esas instituciones. Debería ser un objetivo deseable para nuestras futuras generaciones de médicos y no una “estación” de paso más dentro de agotadoras jornadas de pluriempleo. La financiación de la capacitación, como lo destaca Carlos Vasallo, es otro eje fundamental.
Ante tantas necesidades y urgencias en materia de salud, hacen falta definiciones del Gobierno para que el barco encuentre vientos favorables para llegar a un puerto acogedor, tanto para los pacientes como para los profesionales del equipo de salud.
─Roberto Borrone es Profesor consulto de la cátedra de Oftalmología de la Facultad de Medicina de la UBA; doctor en Medicina (UBA).
La crisis en el sector ha escalado a un nivel que no tiene antecedentes; se necesitan respuestas concretas, porque está en juego un bien esencial sin el cual no se puede cumplir un proyecto de vida pleno
Estamos transitando el tramo preelectoral de unos comicios que determinarán qué tipo de administración tendrá el país en múltiples aspectos que tienen una influencia directa en la vida de todos los argentinos. Si bien es cierto que la evolución de la economía prevalece claramente sobre otras preocupaciones, la crisis en el sector de la salud ha escalado en los últimos meses a un nivel que no tiene antecedentes por su magnitud. En ese marco, propongo una serie de preguntas que los candidatos presidenciales y sus respectivos equipos técnicos vinculados al tema salud deberían tener en cuenta.
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Los diagnósticos sobre nuestro sistema de salud han sido repetidos hasta el hartazgo. En virtud de la etapa decisiva que estamos viviendo en la vida política de nuestro país, necesitamos respuestas concretas. El “qué” se debe hacer debe estar indisolublemente ligado al “cómo” se planea hacerlo. Ya sabemos que nuestro sistema de salud presenta una fragmentación que no existe en otros países. Coexisten en él, sin ninguna integración ni articulación, tres subsistemas: el público, el de la seguridad social (obras sociales sindicales, provinciales y PAMI) y el de las empresas de medicina prepaga. Al funcionar como compartimentos estancos, la consecuencia es que, si bien la Argentina dedica globalmente un porcentaje importante de su PBI a la salud (10%), lo hace en forma ineficiente.
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Pero el problema más grave es que la calidad del servicio de salud que se recibe depende del área geográfica en la que resida el paciente y del tipo de cobertura que tenga. Es muy cruel traducir esto en palabras, pero existe una medicina de primera, otra de segunda y otra de tercera, sin que esos niveles necesariamente estén vinculados (y esto hay que destacarlo) a los diferentes subsistemas a los que puede pertenecer el paciente. No es infrecuente en nuestro país –dependiendo de las instituciones– recibir una excelente atención en el subsector público y una deficiente atención en el sector privado, aunque esto parezca un contrasentido
En síntesis, tenemos dos problemas básicos en el sistema de salud: inequidad e ineficiencia. Aquí, entonces, surgen las preguntas para los candidatos. ¿Qué plan tienen para resolver la inequidad e ineficiencia de nuestro sistema de salud? ¿Tienen pensado articular los tres subsistemas, descentralizar en las provincias la coordinación de la atención de la salud generando seguros de salud provinciales con integración público-privada? ¿Están de acuerdo con optimizar la gobernanza nacional a cargo del Ministerio de Salud de la Nación coordinado con los ministerios de Salud provinciales (Cofesa)? ¿Cuál es su posición respecto del subsidio a la oferta y el subsidio a la demanda ?
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Otra temática que deberían tener en cuenta los candidatos y sus equipos técnicos es la impactante crisis que están transitando los profesionales de la salud, específicamente la crisis generada por la escasa remuneración que perciben los que cuidan nuestra salud en los tres subsistemas. La consecuencia directa de este problema es que las nuevas generaciones de médicos están decidiendo no dedicarse a las especialidades clínicas, dado que la remuneración del trabajo intelectual médico que se despliega en la consulta médica está en su nivel histórico más bajo. Esto se traduce en que, en especialidades críticas, comienza a existir un grave déficit de profesionales. Este es el caso de la pediatría, la neonatología, la clínica médica, la medicina familiar, la terapia intensiva, la psiquiatría, entre otras. La segunda consecuencia de esta situación es que están emigrando muchos colegas jóvenes, en tanto que otros ejercen parte de su semana laboral en países vecinos, en los que cobran honorarios que triplican a los percibidos en nuestro país.
En este sentido, ¿qué plan tienen los candidatos y sus equipos para mejorar los sueldos y honorarios –según corresponda– de los profesionales de la salud? ¿Están pensando en nuevas formas de contratación? ¿Qué piensan hacer para estimular la dedicación a especialidades médicas críticas? Por otra parte, todos estamos de acuerdo en que el derecho a la salud tiene que convivir en un delicado equilibrio con la sustentabilidad del sistema. Entramos aquí en el escenario de los amparos de salud que los pacientes interponen ante la Justicia para acceder a prestaciones (por ejemplo, nuevas medicaciones y cirugías) que diferentes coberturas niegan a sus afiliados en forma reiterada por no estar contempladas en el Programa Médico Obligatorio (PMO). Surgen entonces más preguntas: ¿cómo planean implementar la Agencia de Evaluación de Tecnologías Sanitarias? ¿Consideran modificar el Programa Médico Obligatorio? ¿Cuál será la estrategia ante enfermedades de alto costo?
Un tema que merece especial consideración es el PAMI. Sus dos características principales consisten en que se trata de la obra social con mayor número de afiliados y, por obvias razones etarias, debe hacer frente a una alta demanda de prestaciones. Es un imperativo ético ofrecer a los pacientes del PAMI una óptima calidad prestacional. La libre elección del prestador por parte del paciente y la libre inscripción de prestadores debería ser la base de la organización, junto a rigurosas auditorías externas. Es inmoral que un PAMI centralizado sea una inmensa “caja” a disposición de la administración política. También son inmorales la sobreprestación o la subprestación como conductas “adaptativas” al pago por prestación o al pago capitado, respectivamente, cuando no existe el debido control. En este sentido, entonces: ¿hay algún plan para descentralizar el PAMI? ¿Se piensa en implantar la libre elección de prestadores por parte de los pacientes y la libre inscripción de prestadores? ¿Se implementará el pago por prestación o el sistema capitado?
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Por otra parte, deberían enfocarse con especial atención los temas vinculados a la salud mental. Es público y notorio que la ley de salud mental ha generado controversias. También son muy evidentes las dificultades que deben enfrentar pacientes y familiares involucrados en este tipo de patologías para hallar contención, tratamiento y rehabilitación adecuados. ¿Hay, entonces, planificada una revisión de la ley de salud mental?, ¿en qué aspectos?
Finalmente, una cuestión de gran importancia en relación con futuras inversiones en infraestructura en salud es la necesidad de jerarquizar el nivel primario de atención de la salud. Ese nivel, organizado en centros multidisciplinarios estratégicamente distribuidos, permite resolver un elevado porcentaje de consultas y cumplir un rol fundamental en la promoción de la salud y en la prevención. Descongestiona, además, la demanda de atención en los hospitales, optimizando así el funcionamiento de estos para la atención de mayor complejidad. A futuro, entonces, ¿se piensa en la necesidad de generar Centros de atención primaria multidisciplinarios adecuadamente equipados?
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Esperemos obtener respuestas concretas a estas preguntas, dado que está en juego un bien esencial (nuestra salud) sin el cual nadie puede cumplir en plenitud su proyecto de vida.
─Roberto Borrone es Profesor consulto de Oftalmología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Doctor en Medicina (UBA).
El deber ético de garantizar a la sociedad el cuidado de la salud
Se podría producir un decremento en la cantidad de médicos, porque la medicina comienza a no ser atractiva en términos económicos, de exigencia y calidad de vida para quienes egresan de la enseñanza media
Por Roberto Borrone.
Una serie de preguntas se repiten permanentemente en los diferentes ámbitos de la medicina argentina desde hace años: ¿hay déficit de médicos en el país?, ¿hay un exceso?, ¿todo se reduce a una mala distribución geográfica?, ¿la formación con la cual egresan de las facultades de medicina es la exigible para el ejercicio profesional?, ¿la residencia médica debería ser obligatoria y el único camino para acceder al título de especialista?, ¿hay un déficit de especialistas vinculados a la atención primaria de la salud ?, ¿debería ser obligatoria la recertificación periódica de la habilitación para seguir ejerciendo ?, ¿cómo debería ser el ingreso a las facultades de medicina públicas?, ¿cómo conjugar la cantidad de alumnos en las facultades de medicina con una adecuada calidad educativa?
Pongamos el foco en varios de estos interrogantes desde una perspectiva demográfica. La demografía (según definición de la Real Academia Española) es el “estudio estadístico de una colectividad humana, referido a un determinado momento o a su evolución”. Comencemos con algunos datos oficiales. La Argentina tiene una tasa de médicos en relación a la población de 3,8 por cada 1.000 habitantes. Esta tasa ubica a nuestro país –en el aspecto cuantitativo del tema–, en el nivel de los países más desarrollados: Suiza 4,3 / 1.000; Alemania 4,2; España 3,87; Francia 3,27 y EEUU 2,6.
Respecto de la región, la Argentina tiene la mayor tasa de médicos en relación a la población junto a Uruguay: Chile tiene 2,59 / 1.000; México 2,4; Brasil 2,3; Ecuador 2,04 ; Perú 1,67 y Paraguay 1,35. En la Argentina, considerando sus 183.475 médicos en actividad (al año 2020) el problema no parece ser, al menos por ahora, cuantitativo. Hay dos aspectos que resultan claramente alarmantes: la distribución geográfica de los médicos muestra importantes desequilibrios (cada año más concentrados en los grandes centros urbanos), la decisión de las últimas promociones de médicos jóvenes que optan, en un número creciente, no dedicarse a las especialidades englobadas dentro del concepto de atención primaria de la salud (APS).
Los datos oficiales nos indican que el 72 % de médicos de la Argentina está concentrado en 4 jurisdicciones: Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Provincia de Buenos Aires, Córdoba y Sta Fe. A mayor PBI jurisdiccional, mayor cantidad y densidad de profesionales. A ese desequilibrio geográfico se agrega otro dato preocupante desde la perspectiva de la salud pública: sólo el 27,6 % de los médicos de la Argentina ejerce alguna de las especialidades englobadas en la atención primaria de la salud (medicina general y/o medicina de familia; pediatría; clínica médica y toco-ginecología). Hay un indicador que refleja con contundencia una de las consecuencias de ese desequilibrio demográfico: a menor cantidad de médicos, principalmente de profesionales que se dedican a la atención primaria de la salud, se verifica una mayor tasa de mortalidad infantil. (Fuente: Silbermann P; Silbermann M. “¿ Cómo evolucionó la distribución de médicas y médicos especialistas en Argentina? Un análisis demográfico de la Profesión Médica al 2020″. Archivos de Medicina Familiar y General. Vol 19; N°3; 2022: 5-16.)
Entre 2014 y 2020 el porcentaje del total de médicos en la Argentina dedicados a la atención primaria de la salud muestra una disminución equivalente al 14,8 %. De los datos previamente analizados se desprenden dos conclusiones: una importante y constante “producción” de médicos no se traduce en una mejor distribución geográfica ni en un equilibrio racional entre los profesionales que se dedican a la atención primaria de la salud respecto al resto de las especialidades; por otra parte, el foco, como estrategia de Estado, debe estar puesto en generar las condiciones presupuestarias (un buen nivel de remuneraciones), aspectos estructurales (ámbitos de trabajo asistencial adecuados) y condiciones de calidad de vida para el núcleo familiar y de progreso profesional (posibilidad de perfeccionamiento continuo) que todo médico joven que se instale en el interior profundo de nuestro país merece. Es el Estado el que debe estimular la formación de los médicos recién egresados en las especialidades críticas mediante razonables incentivos económicos diferenciales tanto durante la residencia médica como luego en el ejercicio profesional.
Efectuando una proyección hacia el futuro, el problema que se puede agregar a este panorama es un decremento en la cantidad total de médicos debido a que la medicina comienza a no ser un objetivo atractivo (en términos económicos, de exigencia y de calidad de vida), para los jóvenes que egresan de la enseñanza media. El dato, por ahora sutil, es que la cantidad total de médicos en la Argentina creció entre 2014 y 2020 en un 9,25 % en tanto que la población en igual período lo hizo al 11,4 %. Una señal de alerta: la disminución de profesionales en especialidades clínicas críticas ya es claramente previsible en función de las vacantes de residencias médicas que están quedando sin cubrir en esas especialidades: clínica médica, medicina general y/o medicina de familia, pediatría, neonatología, terapia intensiva.
En un artículo publicado en estas páginas por quien suscribe, se propuso modificar el Plan de estudio de las carreras de medicina en nuestro país. El objetivo declarado (pero imperfectamente logrado) en los reglamentos de las facultades de medicina es generar el egreso de médicos generalistas. Para mejorar la formación de grado se propone incorporar en los últimos tres años de la carrera una modalidad de enseñanza y entrenamiento equivalente al de una residencia, en este caso, de médico generalista. Como un porcentaje importante de médicos que egresan de las facultades de Medicina está decidiendo, por múltiples motivos, no efectuar una residencia médica de posgrado, con esta propuesta lograríamos generar en nuestras facultades de Medicina médicos generalistas bien formados para cubrir las necesidades que reflejan los datos previamente detallados respecto a la atención primaria de la salud.
Las residencias médicas acreditadas articuladas con las carreras universitarias de médicos especialistas deberían ser el único camino para obtener el título habilitante para ejercer las diferentes especialidades médicas. La excepción sería el médico generalista que egresaría de las facultades de Medicina en caso de implementarse la modalidad propuesta de residencia de médico generalista durante los tres últimos años de los estudios de grado (u otra propuesta superadora). El título habilitante al egresar de la facultad sería sólo para ejercer como médico generalista.
Las universidades conjuntamente con las sociedades médicas científicas de las diferentes especialidades médicas –bajo la gobernanza del Ministerio de Salud de la Nación– son las instituciones idóneas para realizar las acreditaciones de las residencias médicas. Es inaceptable que existan residencias médicas sin acreditar (es decir, sin una auditoría de calidad).
Más allá de la discusión sobre el ingreso a las facultades de Medicina, sólo es admisible no poner el foco en el número de estudiantes si se aseguran los recursos docentes, presupuestarios y de estructura necesarios para garantizar la calidad de nuestros egresados. De lo contrario sólo seguiremos violando nuestro deber ético de ser garantes ante la sociedad respecto al nivel exigible en el cuidado de la salud.
-Roberto Borrone es Profesor adjunto de la cátedra de Oftalmología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA); doctor en Medicina (UBA).
“Persona o cosa injustamente postergada, despreciada”, es la definición del diccionario de la Real Academia Española respecto del término “cenicienta”. La consulta médica, verdadera cenicienta de la medicina, es la prestación de salud más desvalorizada tanto desde lo cultural como desde lo económico. Sin embargo, es imposible pensar en una medicina de calidad sin una consulta médica de calidad. La consulta médica es el escenario de la toma de decisiones y la instancia de mayor requerimiento intelectual para un correcto ejercicio de la medicina. Es, además, la oportunidad que tienen médico y paciente de forjar una relación, como lo expresara el maestro doctor Francisco Maglio, sustentada en el encuentro entre la confianza del paciente y la conciencia del médico. Escuchar al paciente, efectuar preguntas adecuadas (anamnesis), ejecutar un examen físico exhaustivo (semiología), inferir un diagnóstico de certeza o uno o más diagnósticos presuntivos, solicitar los estudios complementarios estrictamente necesarios para definir el diagnóstico, informar al paciente con un vocabulario comprensible, prescribir medicación si el cuadro clínico lo amerita y asentar todas estas acciones en una historia clínica minuciosa: estos son los componentes básicos de ese acto médico tan trascendente.
Es el momento del procesamiento intelectual de la información obtenida en la consulta y los eventuales estudios complementarios. Es la instancia en la que el criterio médico adquiere su máxima expresión. Sin embargo, otras prestaciones que requieren cierta aparatología médica son jerarquizadas cultural (y económicamente) claramente por encima de la consulta.
El tema que nos ocupa no es nuevo pero su agudización actual es alarmante. Karl Jaspers, médico psiquiatra y filósofo alemán, citado por el doctor José M. Ceriani Cernadas, expresó: “En la medicina moderna, todo parecería estar en el mejor de los órdenes, día a día se logran grandes resultados en muchos pacientes, pero lo asombroso es que, en los enfermos y en los médicos aumenta la insatisfacción”. Esto tiene una vigencia absoluta si observamos “el desencanto de la gente con una medicina que le ofrece una tecnología deslumbrante, pero que, al mismo tiempo se deshumaniza en proporción creciente”. (Ceriani Cernadas, J. M. “Los cambios en el ejercicio de la medicina” en ¿Por qué ser médico hoy? Libros del Zorzal, Buenos Aires 2009).
Con gran poder de síntesis, el doctor Carlos Gherardi, refiriéndose al escenario actual de la consulta médica, expresó: “En el mejor de los casos, la neutralidad afectiva cercana a la despersonalización y el automatismo suele ser lo habitual”.
Una consulta médica de calidad requiere por parte del médico cuatro condiciones básicas: conocimiento, “criterio médico”, empatía con el paciente y disponibilidad de tiempo. Ese tiempo sufre las consecuencias de la doble desvalorización previamente mencionada (cultural y económica). El reclamo más frecuente por parte de los pacientes es, precisamente, el escaso tiempo que le han dedicado, la escasa atención prestada a sus preocupaciones, el mínimo o nulo examen físico, la falta de contención y la limitada información que les han ofrecido. Definitivamente y, en general (siempre hay excepciones), es la era de los médicos sin tiempo para sus pacientes. Los consultorios se asimilan, cada vez más, a una cadena industrial de producción en serie. (Ver: https://www.intramed.net/contenidover.asp?contenidoID=85881&uid=520577&fuente=inews)
En este punto del planteo, la pregunta que nos debemos formular es: ¿por qué el trabajo intelectual del médico ocupa un lugar tan postergado entre las prestaciones médicas? ¿Es un tema estrictamente económico, impuesto por los financiadores de la salud? ¿Es un tema cultural sustentado en el culto a la tecnología por encima de la tarea intelectual? La explicación economicista no se advierte muy sólida. De consultas extremadamente breves surge, en general, la solicitud de múltiples estudios complementarios (aumento de costos), muchos de los cuales se podrían evitar con una consulta de calidad. Otra consecuencia son las consultas reiteradas para una segunda o tercera opinión ante las dudas que le genera al paciente el advertir que no ha sido satisfactoriamente atendido. La desvalorización de la consulta médica generó el concepto de “medicina supermercadista”, consistente en agregar cada vez más consultas en la agenda médica como un intento de compensar con “cantidad” el menor honorario de cada consulta. El tema es que, a diferencia de lo que ocurre en el supermercado, aquí la cantidad invariablemente atenta contra la calidad. Una consulta médica deficiente puede comprometer el destino de un paciente haciéndole perder la chance de un oportuno tratamiento o sumergirlo en un peregrinar de consultas contradictorias y prestaciones médicas no adecuadas a su caso.
El recordado maestro doctor Alberto Agrest describió magistralmente esta problemática: “Las armas de los médicos frente a sus pacientes han sido, desde siempre, su tiempo y los recursos. Sus proporciones, sin embargo, han cambiado radicalmente. Hasta hace pocas décadas su tiempo era casi todo y los recursos eran escasos. El crecimiento logarítmico de los recursos técnicos y farmacológicos ha alterado la relación y el médico se ha hecho austero hasta la avaricia con el tiempo que siente propio y que se cotiza a precio vil, y se ha hecho pródigo hasta el despilfarro con el uso de recursos que considera ajenos e infinitos”.
La siguiente pregunta a formular es: ¿por qué los médicos no han logrado revertir esta situación? Su calidad de vida, su satisfacción profesional y su propia salud psicofísica requieren otro escenario. Los doctores Hurtado Hoyo, Galmés y colaboradores describieron en un artículo sobre “remuneraciones profesionales médicas” las consecuencias de la desvalorización del trabajo médico expresando que “el mantener una remuneración médica no adecuada repercute como un gran riesgo para la salud pública de la población, pues lleva irremediablemente a la ruptura de la relación médico-paciente y de la relación médico-institución; el médico no dispone del tiempo necesario para descansar ni para capacitarse; aumenta el error médico; induce al ejercicio de una medicina defensiva e innecesaria y a la insatisfacción profesional. Estos hechos influyen sin duda en el comportamiento ético dando origen a la deshumanización del ejercicio de la medicina. El peligro de las malas remuneraciones son las salidas erróneas o desvíos como respuesta defensiva de sobrevivencia equivocada” (Hurtado Hoyo, E.; Galmés, M. y col. Revista de la Asociación Médica Argentina, 2009; 122 -2-: 6-15).
Advierto un serio riesgo: que las nuevas generaciones de médicos consideren definitivamente la consulta médica como algo marginal, reemplazable con una lista de estudios diagnósticos. Son tiempos en los que insistentemente se habla de reformular el sistema de salud en la Argentina. Al respecto haría una observación básica: no hay sistema de salud bueno si no es bueno para los pacientes y para los médicos (extensivo a todo el equipo de salud). Urge jerarquizar la consulta médica. Ella es el acto médico fundamental y reconocer la importancia que tiene es esencial para lograr un sistema de salud racional.
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Roberto Borrone es Profesor adjunto de la Cátedra de Oftalmología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA), doctor en Medicina (UBA).
Diversos estudios establecen el límite de vida natural del ser humano entre los 120 y 130 años. Entonces, ¿por qué hoy la esperanza de vida rara vez supera los 80 años en la mayor parte de países?
La salud es un fenómeno social: más del 70 % del proceso salud-enfermedad se puede explicar mediante determinantes sociales. Gracias a los cambios sociopolíticos y los avances científicos, países desarrollados han logrado duplicar su esperanza media de vida en el último siglo. Japón supera el 25 % de personas mayores de 65 años y se espera que en 2050 roce el 40 %. Junto a España, encabeza la clasificación de los países más envejecidos del mundo.
Esto puede considerarse un éxito, pero acarrea el reto de mantener la calidad de vida y la capacidad física y mental durante el mayor tiempo posible. La discapacidad tiene un elevado impacto sanitario y socioeconómico en la población general; prevenirla y postergarla es un desafío para la Salud Pública.
¿Qué es la discapacidad?
Existen diversas maneras de evaluar la discapacidad, pero el modelo aceptado hoy en todo el mundo es la Clasificación Internacional del Funcionamiento, de la Discapacidad y de la Salud (CIF) de la OMS, establecido en 2001.
Este modelo entiende la discapacidad como un término complejo que engloba las deficiencias (en estructuras y funciones corporales), las limitaciones de la actividad diaria y las restricciones de participación social. En este proceso de capacidad-discapacidad interactúan factores biológicos, psicológicos y sociales. En ellos intervienen, a su vez, determinantes individuales, como la edad y el sexo, y contextuales, como el medio ambiente, que pueden representar barreras o facilitadores.
En algunos países ha surgido el termino de “diversidad funcional” con el fin de evitar el carácter peyorativo que conlleva “discapacidad” en lenguas latinas. Se considera, por tanto, que no existen personas con menos capacidad sino con capacidades diferentes, según la actividad a la que nos refiramos.
¿A cuántas personas afecta la discapacidad?
Existen en el mundo más de mil millones de personas discapacitadas, lo que supone un 15 % de la población mundial.
En Europa, un estudio epidemiológico reciente indica que el 14 % de las personas mayores sufren discapacidad severa, ya que necesitan ayuda parcial o total para realizar sus actividades básicas de la vida diaria. Existen importantes diferencias entre regiones: la prevalencia es el doble en el este de Europa que en el norte.
Las desigualdades en salud son relevantes incluso en Europa, donde los discapacitados de las regiones sur y este presentan un perfil menos favorable (mayor inactividad física, obesidad, peor calidad de vida, más casos de depresión) comparado con sus vecinos del norte.
Sin embargo, el sur de Europa se caracteriza por un mayor soporte social familiar, lo cual explicaría la menor institucionalización de personas dependientes. En el caso de personas que viven en residencias geriátricas, la prevalencia de discapacidad supera el 70 %.
¿Cómo ocurre el declive funcional?
Se comienza a perder funcionalidad a partir de los 30 años de vida. Este tope y la posterior curva de declive dependen de varios factores, algunos de los cuales son modificables, como la dieta y el ejercicio físico. La capacidad cognitiva es fundamental para el mantenimiento de la funcionalidad, así como el soporte social y la participación en actividades].
Además, los problemas de salud física pueden predecir el declive funcional. Sería el caso, por ejemplo, de la hospitalización y la incontinencia urinaria.
En residencias geriátricas la probabilidad de sufrir pérdida funcional es superior al 50 % cada 2 años. El proceso no es siempre irreversible: diversos estudios muestran que entre el 10 y el 25 % de residentes mejora su capacidad funcional en algún momento, lo que indica que el proceso de discapacidad es dinámico y susceptible de mejora si se toman medidas.
El declive funcional suele ser progresivo: en primer lugar afecta a las actividades instrumentales de la vida diaria, aquellas que requieren doble tarea (dual task) y de mayor complejidad. Por ejemplo, realizar compras y llevar las cuentas de la casa.
Después siguen las actividades básicas de la vida, necesarias para la supervivencia del individuo. También existe un orden, establecido hace ya seis décadas y recientemente corroborado en otros estudios: primero se ven afectadas las actividades de movilidad como caminar, ir al baño y subir escaleras, seguidas de las actividades de autocuidado como ducharse y vestirse. La última tarea que suele perderse es la capacidad de alimentarse.
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Tendencia reciente y situación futura
En países desarrollados, los cambios socioculturales y políticos de la segunda mitad del siglo XX han favorecido el denominado “modelo de transición de la discapacidad”, caracterizado por una postergación de la discapacidad a edades más avanzadas. La discapacidad llega, pero lo hace más tarde y con más lentitud.
Sin embargo, todavía se desconoce si esta tendencia se mantendrá durante las próximas décadas. Es difícil determinar el impacto exacto de los muchos factores que intervienen en la salud poblacional, como la exposición a factores de riesgo (contaminación atmosférica, estrés psicosocial) o la crisis económica de 2008, entre otros.
Con tal de prepararse para el futuro y poder prevenir o atrasar el declive funcional, es fundamental la instauración de estrategias de Salud Comunitaria desde edades tempranas (recordemos que el concepto de envejecimiento saludable engloba todo el ciclo de vida). En este sentido, se recomienda implementar programas multicomponente que incluyan no solo ejercicio físico, sino también intervenciones nutricionales, cognitivas e incluso sociales.
Un desafío contemporáneo tiene especial relevancia. La nuestra es la primera generación que entiende el cambio climático como una amenaza a la vida en la Tierra y la última que está a tiempo de tomar medidas efectivas para combatir el problema.
El aumento global de la temperatura afecta a los ecosistemas, la disposición de alimentos y las enfermedades infecciosas. Esto puede aumentar la carga de morbilidad (años de vida perdidos ajustados por la discapacidad), sobre todo en países en vías de desarrollo. Una vez más el futuro dependerá del rumbo de la sociedad y las decisiones políticas que se tomen.
Javier Jerez-Roig, Professor of Physiotherapy; Research Delegate of the Faculty of Health Sciences and Welfare; Head of the Research Group on Methodology, Methods, Models and Outcomes of Health and Social Sciences (M3O), Universitat de Vic – Universitat Central de Catalunya
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
Los hospitales son demasiado ruidosos. Ahora, algunos pacientes reciben tratamiento en el hogar
Por Michelle Andrews (Especial para The Washington Post).
Phyllis Petruzzelli pasó la semana antes de Navidad con graves problemas para respirar. Cuando, el 26 de diciembre, acudió al servicio de urgencias, el médico del Hospital Faulkner Brigham Health, que queda cerca de su casa en Boston, dijo que tenía neumonía y que necesitaba hospitalización. Entonces, el doctor propuso algo que puso nerviosa a Petruzzelli. En lugar de ser admitida en el hospital, podría volver a casa y dejar que el hospital la tratara a domicilio.
Como paciente del «hospital en el hogar», Petruzzelli descubrió que los médicos y las enfermeras iban a su casa dos veces al día y realizaban las pruebas o los análisis de sangre necesarios.
Se colocaría un parche inalámbrico en su piel para rastrear sus signos vitales y así poder enviar un flujo constante de datos al hospital. Si tuviera alguna pregunta, podría hablar por videoconferencia, en cualquier momento, con una enfermera o un médico.
Los hospitales son lugares ruidosos y esa situación podría poner a los pacientes que están muy enfermos y frágiles en riesgo de infección, insomnio y delirio, entre otros problemas. «Tu resistencia es baja», recuerda Petruzzelli sobre lo que le dijo el médico. «Si vienes al hospital, no sabes lo que podría pasar. Eres una candidata perfecta para esto», le indicó.
Entonces, la mujer, que ahora tiene 71 años, estuvo de acuerdo en la recomendación que le hizo el doctor. Aquella tarde, ella llegó a casa en un vehículo hospitalario. Un médico y una enfermera la estaban esperando en la puerta principal. Se instaló en el sofá de la sala de estar, con su marido, Augie, y su perro, Max. El médico y la enfermera revisaron su vía intravenosa, le colocaron el parche de monitoreo en el pecho y se fueron.
Cuando David Levine, el médico, llegó a la mañana siguiente, le preguntó por qué había estado caminando durante la noche. Lejos de sentirse incómoda de que monitorearan sus trayectos nocturnos al baño, «me sentí muy segura». «¿Qué pasa si me caigo mientras mi marido está fuera comprando en el supermercado? Ellos lo sabrían», explica.
Después de tres días sin incidentes, fue «dada de alta» de su hospitalización en el hogar. «Lo haría de nuevo en un abrir y cerrar de ojos», comenta la mujer.
Brigham Health es uno de los centros de salud que alientan a los pacientes seleccionados del departamento de emergencias agudas a optar por la atención hospitalaria en el hogar.
En los años transcurridos desde que Brigham Health comenzó a probar este tipo de atención, el personal del hospital que inicialmente se mostró escéptico ahora está de acuerdo con esa medida. «Se dan cuenta rápidamente de que esto es realmente lo que quieren los pacientes, y es muy bueno», sostiene.
Este enfoque es bastante común en Australia, Gran Bretaña y Canadá, pero se ha enfrentado a una batalla cuesta arriba en Estados Unidos.
Un obstáculo clave, según los médicos y analistas de políticas, es que las aseguradoras de salud paguen por ello. En Brigham Health, el hospital puede cobrar a una aseguradora por una visita a domicilio de un médico, pero el resto de los servicios del hospital en el hogar están cubiertos por subvenciones y otros fondos.
Las aseguradoras no tienen una posición clara en los programas del hospital en el hogar, según cuenta Cathryn Donaldson, vocera de America’s Health Insurance Plans, un grupo comercial de la industria.
«En general, los proveedores de seguro de salud se comprometen a garantizar que los pacientes tengan acceso a la atención que necesitan, y existen planes de Medicare Advantage que cubren este tipo de atención en el hogar«, comentó Donaldson en un comunicado.
Levine, un investigador clínico del Hospital Brigham e instructor de la Facultad de Medicina de Harvard, fue el autor principal de un estudio de 2016 publicado recientemente que comparó pacientes que recibieron atención hospitalaria en el hogar y en el hospital.
Los 20 pacientes analizados en el ensayo tenían una de varias afecciones, que incluían la infección, la insuficiencia cardíaca, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica y el asma. El ensayo halló que, si bien no hubo eventos adversos en los pacientes de atención domiciliaria, los costos de su tratamiento fueron significativamente más bajos, aproximadamente la mitad que en los pacientes tratados en el hospital.
¿Por qué? Para empezar, los costos laborales para los pacientes en el hogar son más bajos que para los pacientes en un hospital, donde el personal debe estar disponible las 24 horas. Los pacientes de atención domiciliaria también tuvieron menos pruebas de laboratorio y visitas de especialistas.
El estudio encontró que ambos grupos de pacientes estaban igualmente satisfechos con su cuidado, pero el grupo de cuidado en el hogar era más activo físicamente.
Brigham Health está llevando a cabo más ensayos controlados aleatorios para probar el modelo en el hogar para una gama más amplia de diagnósticos.
Bruce Leff comenzó a explorar el concepto de hospital en el hogar hace más de 20 años, llevando a cabo estudios que encontraron menos complicaciones, mejores resultados y menores costos en los pacientes de atención domiciliaria.
Sin embargo, los hospitales, acostumbrados al modelo de negocio tradicional que enfatiza la presencia de camas en una instalación física, han tardado en adoptar la idea.
También hay obstáculos prácticos.
«Todavía es más fácil conseguir comida china en la ciudad de Nueva York que recibir oxígeno en casa«, dijo Leff, profesor de medicina y director del Centro de Investigación Geriátrica Transformadora de la Facultad de Medicina Johns Hopkins.
Desde que el sistema Mount Sinai, con siete hospitales en Nueva York, lanzó su programa de hospital en el hogar, más de 700 pacientes lo han escogido. Y les han ido bien.
El tiempo promedio de estadía para la atención aguda fue de 5.3 días en el hospital vs 3.1 días para los pacientes domiciliarios, mientras que las tasas de readmisión a 30 días para los pacientes domiciliarios fueron aproximadamente la mitad de los que habían sido hospitalizados: 7.8 por ciento vs 16.3 por ciento.
Comenzando con una subvención federal de USD 9.6 millones en 2014, el programa de Mount Sinai se centró, en un principio, en pacientes de Medicare con seis afecciones, que incluían insuficiencia cardíaca congestiva, neumonía y diabetes. Desde entonces, el programa se ha expandido para incluir docenas de afecciones, como el asma, la presión arterial alta y algunas infecciones graves y ahora está disponible para algunos pacientes con seguro privado y Medicaid.
Mount Sinai también se ha asociado con Contessa Health, una compañía con experiencia en atención domiciliaria, para negociar contratos con aseguradoras para pagar los servicios de hospital en el hogar.
Entre otras cosas, las aseguradoras están preocupadas por la pendiente resbaladiza de lo que significa ser hospitalizado, según cuenta Linda DeCherrie, directora clínica del equipo móvil de cuidados agudos en Mount Sinai.
Y es que, como señala DeCherrie, las aseguradores «no quieren pagar una admisión al hospital si el paciente, realmente, no ha sido hospitalizado«.
Estados Unidos: tres gigantes se unen para tener su propio sistema de Salud
Son Amazon, Berkshire Hathaway y JPMorgan Chase. Crearán una compañía sin fines de lucro que ofrecerá planes médicos a sus empleados.
Un depósito de Amazon, una de las tres empresas que se unieron para ofrecer planes de salud a sus empleados. .
Tres empresas clave de Estados Unidos en sus respectivos sectores, Amazon, Berkshire Hathaway y JPMorgan Chase, anunciaron este martes su intención de crear una compañía para atender las necesidades médicas de sus empleados en el país.
Warren Buffett (izquierda, Berkshire Hathaway), Jeff Bezos (centro, Amazon) y Jamie Dimon (, derecha, JPMorgan), los líderes de las tres empresas que se unieron para ofrecer cobertura de salud a sus empleados. .
Un comunicado conjunto de las tres empresas desde sus respectivas sedes indica que la «compañía independiente» que se creará buscará mejorar las necesidades de salud de sus empleados y reducir los costos de estos servicios.
«El sistema de salud es complejo, y asumimos este desafío con la mente abierta sobre el grado de dificultad«, sostiene el máximo directivo de Amazon Jeff Bezos, en una declaración que figura en el comunicado conjunto.
La compañía unirá al gigante mundial de comercio electrónico Amazon, al primer grupo bancario de Estados Unidos JPMorgan Chase, y al conglomerado financiero multinacional Berkshire Hathaway, dirigido por el multimillonario Warren Buffett.
«Los crecientes costos del cuidado de la salud actúan como una tenia hambrienta en la economía estadounidense», sostiene Buffett.
El máximo directivo de JPMorgan Chase, Jamie Dimon, señaló también que los empleados de las tres compañías «quieren transparencia, conocimiento y control en lo que se refiere a la gestión del cuidado de su salud».
No se ofrecieron muchos detalles sobre este esfuerzo conjunto, pero sí se confirmó que la compañía no tendrá fines de lucro y en una primera etapa estará enfocada en soluciones tecnológicas para prestar la asistencia médica a sus empleados estadounidenses.
En principio, cada empresa ha destinado a esta compañía a tres de sus directivos, Todd Combs (Berkshire), Marvelle Sullivan (JPMorgan Chase) y Beth Galetti (Amazon). Más adelante se informará de la sede que tendrá y sus detalles operativos.
Cómo eludir las demencias: las cinco claves para prevenirlas
Por Nora Bär.
Que el final de una larga vida sea el descenso a las tinieblas de la demencia no sólo es un horizonte desolador, sino un colosal desafío para los sistemas sanitarios de todo el mundo.
Se calcula que los costos derivados de este conjunto de patologías, cuyo rasgo saliente es la pérdida de la memoria, alcanzaron en 2010 los 604.000 millones de dólares. El 60% de los casos y el mayor aumento en las próximas décadas se registrarán en países de ingresos medios y bajos.
Pero aunque el riesgo no puede eliminarse por completo, crece el consenso científico de que sí es posible reducirlo sensiblemente. Y lo mejor de todo es que no se necesitan complejos tratamientos de última generación ni fármacos costosos. Basta con observar un puñado de reglas sencillas: alimentarse saludablemente, no fumar, caminar media hora por día, mantener a raya los niveles de colesterol, de glucemia y de presión sanguínea, «desafiar» al cerebro y preservar los lazos sociales.
«Estas recomendaciones que parecen tan inespecíficas explican, sin embargo, el 47% de los casos de demencia -afirma el doctor Fernando Taragano, profesor e investigador del Hospital Universitario Cemic-. Hace 10 años se viene diciendo que lo que le hace bien al corazón le hace bien al cerebro, pero nadie lo había probado. Lo que ahora se demostró es que los estilos de vida que ayudan a prevenir el infarto cardíaco también reducen las demencias.»
El doctor Daniel Seinhart, geriatra del Hospital Italiano, coincide: «Ésa es la enorme noticia, que las demencias hasta cierto punto son prevenibles con lo que uno hace cuando tiene 40 o 50 años».
«Las medidas sanitarias para reducir los factores de riesgo vascular han contribuido a una gran reducción en las muertes por enfermedad cardíaca y stroke en los últimos 50 años -dice el consenso Blackfriars, el documento emitido por una reunión de médicos, políticos, voluntarios e investigadores organizada por el UK Health Forum y Public Health London el 30 de enero de este año-. Ahora, hay evidencias de que el mismo enfoque podría conducir a una reducción en las demencias.»
Estas conclusiones surgen de estudios realizados a lo largo de las últimas décadas. Uno, del Consejo de Investigaciones Médicas británico publicado online el 17 de julio de 2013 en The Lancet, es particularmente optimista: compara la prevalencia de demencias en individuos de 65 años o más en seis localidades de Gran Bretaña y Gales desde 1989. Aunque las proyecciones que habían trazado anticipaban que habría 884.000 casos para 2011, tuvieron 670.000. Es decir, 214.000 menos de los previstos.
«Estos hallazgos son sin duda buenas noticias -escribe Sube Banerjee, de la Escuela de Medicina de Brighton y Sussex, en un comentario que acompaña el trabajo-. (…) Sugieren que hay cosas que hizo la población que disminuyeron la incidencia de demencia (…). Por lo tanto, es plausible pensar que modificaciones conductuales, como dejar de fumar, y el control de los factores de riesgo cardíaco, como la hipertensión, previnieron o postergaron la aparición de este cuadro en la población.»
El ya clásico «estudio de las monjas» que donaron su cerebro a la ciencia, realizado sobre 678 religiosas de la Escuela de las Hermanas de Notre Dame, en Mankato, Estados Unidos, muestra algo similar. Una investigación que las siguió durante más de treinta años descubrió que no siempre la presencia de las placas de amiloide características de la patología descripta por Alois Alzheimer en 1901 está asociada con la expresión de la enfermedad.
Según el doctor Augusto Vicario, cardiólogo de la Federación Argentina de Cardiología, el estudio de las monjas también mostró que las que tenían criterios de enfermedad de Alzheimer más enfermedad vascular (infartos cerebrales) estaban peor cognitivamente. «Esto habla del peso que la enfermedad vascular tiene como condicionante de una declinación más rápida -agrega-. Cuidar la salud cardiovascular es una forma de ir retrasando la demencia y evitar su progresión. Tiene lógica, esto ya pasó con otras enfermedades. Las mejoras sociales y comunitarias contribuyeron a disminuir fuertemente el impacto de la tuberculosis y el Chagas, por ejemplo. Creemos que con la demencia puede pasar lo mismo.»
«La herencia explica apenas el 10% de los casos -dice Taragano-. Y, sin embargo, el 85% de la investigación está orientada hacia la biología y la genética. Antes, los médicos nos encontrábamos en congresos y cuando se nos preguntaba si había algo para prevenir la demencia contestábamos que no. Ahora, estamos comprobando que los factores medioambientales combinados son responsables de la mitad del problema. Por ejemplo, recientemente se publicó que el 14% de la demencia en el mundo es atribuible al tabaquismo. Es una revolución que a los médicos nos cuesta aceptar.»
Taragano, Seinhart y Vicario, junto con un equipo de neurólogos, psiquiatras, cardiólogos, epidemiólogos, sociólogos y especialistas en comunicación, están poniendo a punto en colaboración con el Ministerio de Acción Social de la Nación un Plan Nacional de Alzheimer que lleve a la práctica las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y permita hacer un diagnóstico epidemiológico local.
«En 2012, la OMS emite su guía sobre la demencia y da diez recomendaciones, siete de las cuales son de acción comunitaria y tres de neto corte médico -detalla Taragano-. Fuimos al ministerio, les dijimos lo que se recomienda y la verdad es que mostraron una gran sensibilidad, se firmó el convenio el año pasado y desde entonces estamos trabajando juntos con todo el respaldo necesario. Hoy no hay una sola acción médica ni ninguna línea de investigación que supere el accionar comunitario. «
Entre las directivas de la OMS figuran reducir el aislamiento, apoyar y formar a cuidadores informales y profesionales rentados, y mejorar la formación de los médicos en atención primaria.
El Plan Nacional de Alzheimer tiene dos partes. Una es la educación en los centros de Integración Comunitaria en la población vulnerable. «Se sabe desde hace años que a mayor escolaridad, menor demencia», explica Taragano.
Entre sus tareas, los integrantes de este programa preparan a formadores, es decir, trabajan con operadores comunitarios o sanitarios para que promuevan conductas saludables. Pero también están desarrollando instrumentos que permitan detectar las demencias y puedan se utilizados por personal no especializado.
«Estamos viendo que el Alzheimer no es lo mismo en la Argentina, en Inglaterra, en Estados Unidos o en Paraguay -afirma el especialista-. Intentamos averiguar qué factores influyen en cada área del país para diseñar políticas de salud adaptadas a cada región. Por ejemplo, ya sabemos que la sal y la carne roja sobresalen entre los factores de riesgo en la Patagonia. En el Nordeste, la baja escolaridad.»
El 29 y 30 de agosto, durante la realización del programa de prevención cardiovascular «Corazón Sano», en Rancul, La Pampa, los científicos, junto con la doctora Mildren del Sueldo, secretaria de Salud de Villa María, Córdoba, aprovecharon para realizar una evaluación cognitiva a esta población de 3000 habitantes. «Se testearon en 48 horas 400 personas, a las que se les hicieron análisis de laboratorio, mediciones de presión arterial y de otros parámetros -cuenta Vicario-. Estamos tratando de desarrollar un instrumento validado, de aplicación rápida, para poder identificar a las personas que padecen demencia.»
«No existen en el país instrumentos que no dependan del médico -agrega Taragano-. Éste podrá ser aplicado por personas no expertas. Si lo logramos, será un legado enorme.»
Lo que hace bien al corazón, hace bien al cerebro
Los preceptos que están probando ser efectivos
Controlar los factores de riesgo cardíaco
No fumar, mantener los niveles de colesterol, glucemia y presión arterial dentro de límites saludables.
Practicar actividad física
Caminar media hora por día tiene múltiples beneficios; uno no menor es que contribuye a bajar la presión arterial.
Alimentarse bien
Previene la obesidad y la diabetes, dos reconocidos factores de riesgo cardíaco y accidente cerebrovascular.
Desafiar al cerebro
La educación es uno de los principales factores asociados con la salud cognitiva. Según los neurocientíficos, no hay razón para jubilar al cerebro.
Mantener los lazos sociales
Incluso en edades avanzadas, hay que seguir interactuando con otras personas, tanto en entornos familiares, como de aprendizaje, voluntariado o trabajo. El aislamiento conspira contra la preservación de nuestras capacidades.
Fuente: La Nación, 06/10/14.
Alzheimer: las nuevas «viejas» estrategias
Por Luciano Sposato.
Después de años de fracasos y frustración en la lucha contra la enfermedad de Alzheimer y otras demencias, se vislumbra un futuro mejor.
Un nuevo enfoque preventivo puede cambiar la historia de millones de personas en el mundo. En diciembre de 2013 tuvo lugar una reunión sin precedentes.
Los ministros de Salud del G-8 se congregaron en Londres en lo que denominaron la «Cumbre del G8 sobre Demencia». Los gobiernos saben que esta enfermedad tiene un impacto enorme en la calidad de la vida de la sociedad y en los costos del sistema de salud.
Por eso están tomando cartas en el asunto. La decisión política, en parte, se debe a que por primera vez hay evidencia científica acerca de cómo mitigar el avance de la epidemia.
Los resultados ya están a la vista. Las naciones europeas y de América del Norte colaboran en el diseño de estrategias y a principios de 2015 se harán los primeros anuncios.
Gran parte de estas estrategias se centra en el hecho de que la hipertensión arterial, el sedentarismo, la diabetes, la obesidad y el aumento del colesterol, conocidos como factores de riesgo vascular, pueden llevar a la demencia.
Esto se aplica también a la enfermedad de Alzheimer, un tipo de demencia que hasta hace poco se creía no relacionada con estos factores. Estudios recientes han demostrado que el cerebro tiende a conservar más neuronas a lo largo de la vida cuando se combaten los factores de riesgo vascular.
En países donde desde hace décadas se ha implementado el control estricto de factores de riesgo para disminuir infartos y accidentes cerebrovasculares, también se han reducido, sorpresivamente, los casos de demencia. La explicación es clara. Cuidando al corazón, cuidamos al cerebro.
¿Cómo podemos proteger nuestro cerebro para reducir el riesgo de padecer Alzheimer o demencia en general?
Manteniendo la presión arterial en valores normales, caminando 30 minutos por día, haciendo una dieta saludable con verduras y frutas, manteniendo el colesterol en valores adecuados y, en el caso de la diabetes, intentando controlar los niveles de glucosa lo más cerca de lo normal posible.
La interacción social y la educación también son importantes. ¿Cuándo comenzar? Ya mismo. Los beneficios son mayores empezando a los 30 o 40 años que a los 60 o 70.
– Luciano Sposato es Neurólogo del Departmento de Neurología Clínica, Universidad de Western Ontario London, Canadá.
Fuente: La Nación, 06/10/14.
Demencia
Demencia (del latín de: «alejado» + mens (genitivo mentis): «mente») es la pérdida progresiva de las funciones cognitivas debida a daños o desórdenes cerebrales. Característicamente, esta alteración cognitiva provoca incapacidad para la realización de las actividades de la vida diaria. Los déficits cognitivos pueden afectar a cualquiera de las funciones cerebrales, particularmente las áreas de la memoria, el lenguaje (afasia), la atención, las habilidades visuoconstructivas, las praxias y las funciones ejecutivas como la resolución de problemas o la inhibición de respuestas. Durante la evolución de la enfermedad se puede observar pérdida de orientación tanto espacio-temporal como de identidad. La demencia puede ser reversible o irreversible según el origen etiológico del desorden.
Las personas con demencia pueden mostrar también, según avanza la enfermedad, rasgos psicóticos, depresivos y delirios. Dentro de los síntomas conductuales, los primeros hallazgos consisten en cambios de personalidad o de conducta leves, que posteriormente se hacen más evidentes con cuadros de delirio o alucinaciones. Los dementes suelen experimentar cuadros de confusión al ser hospitalizados o secundarios a otras enfermedades como infecciones o alteraciones metabólicas.
La demencia puede afectar el lenguaje, la comprensión, habilidades motoras, memoria de corto plazo, la capacidad de identificar elementos de uso cotidiano, el tiempo de reacción, rasgos de la personalidad y funciones ejecutivas.
Aunque la alteración de la memoria puede, en una minoría de casos, no ser un síntoma inicialmente dominante, es la alteración típica de la actividad cognitiva en las demencias, sobre todo para la más frecuente que es la enfermedad de Alzheimer, y su presencia es condición esencial para considerar su diagnóstico.
Tipos de demencia
Los tipos más comunes son:
Degenerativas o Primarias:
Enfermedad de Alzheimer
Enfermedad de Pick y otras demencias frontotemporales
Demencia por Cuerpos de Lewy
Secundarias:
Demencia vascular o Demencia multiinfarto (antiguamente llamada demencia arteriosclerótica), incluyendo la enfermedad de Binswanger
Complejo de demencia del SIDA
Pseudodemencia depresiva
Hidrocefalia normotensiva
Estados de confusión aguda o delirio
Hipotiroidismo
Deficiencias de Vitamina B6 o B12
Tumores
Y en casos muy raros:
Trauma cráneo-encefálico
Enfermedad de Parkinson
Enfermedad de Huntington
Síndrome de Down
Enfermedad de Creutzfeldt-Jakob
La banca de inversión es un peligro para la salud.
Esa es la conclusión de una investigadora de la Universidad del Sur de California que encontró insomnio, alcoholismo, arritmia cardíaca, desórdenes alimenticios y temperamento explosivo en algunos de las casi dos decenas de banqueros recién egresados de la escuela de negocios que siguió durante más de una década.
Todos los participantes desarrollaron una dolencia, ya sea física o emocional, relacionada al estrés al cabo de varios años en sus trabajos, dice la investigadora sobre su estudio, que será publicado este mes. La investigación no revela las identidades de los banqueros.
La banca de inversión ha sido siempre una aspiración para aquellos hambrientos por competir, mucho dinero, cenas de lujo y servicio de auto puerta a puerta. Las semanas de 100 horas de trabajo, dicen estos hombres y mujeres de hierro, son apenas el primer pago para entrar en un juego con grandes recompensas.
Pero los banqueros de inversión, los agentes de ventas y corredores son sólo humanos. Bajo el inmenso estrés de sus trabajos, muchos sufren problemas personales y emocionales que degeneran en crisis mayores, y varios banqueros desarrollan males que permanecen con ellos mucho después de haber dejado la industria financiera.
Claro, nadie está obligando a nadie a meterse en finanzas. Los aspirantes a estrellas de Wall Street ingresan a ese mundo con los ojos bien abiertos. Además, la pequeña muestra del estudio y la falta de un grupo de comparación genera dudas sobre qué tanto se pueden extrapolar los hallazgos a la población mucho más extensa de 267.000 aspirantes a amos del universo.
Aun así, Lindley DeGarmo, ex directivo de la firma Salomon Brothers, que dejó la industria financiera en 1995 para convertirse en pastor, recuerda que los gerentes usualmente exprimían a los jóvenes recién llegados hasta el cansancio. John Chrin, un ex director gerente de J.P. Morgan Chase & Co. que dejó la firma en junio de 2009 por un puesto académico en la Universidad de Lehigh, en Pensilvania, recuerda haber visto al personal más joven ganar entre 14 y 18 kilos en apenas un par de años en el trabajo. Cuando trabajaba para Merrill Lynch & Co., hoy una división de Bank of America Corp., recuerda que un director gerente le ordenó a un chofer que prendiera el aire acondicionado aunque no funcionaba, lo que causó que el auto se incendiara. El ejecutivo luego amenazó con despedir al conductor. Bank of America no quiso comentar.
«Quizá el trabajo a veces amplifica algunas de las tendencias que ya tenemos», dice.
Alexandra Michel, profesora de la Escuela de Negocios Marshall de la Universidad del Sur de California, siguió a los banqueros en sus oficinas, se sentó junto a ellos, los acompañó a reuniones y permaneció a su lado durante sus largas horas de trabajo, incluso veladas completas, por más de 100 horas a la semana durante el primer año, unas 80 horas semanales durante el segundo año y luego con entrevistas en persona.
El estudio será publicado este mes en la revista Administrative Science Quarterly.
Durante sus primeros dos años de trabajo, los banqueros trabajaron entre 80 y 120 horas semanales en promedio, sin perder el ánimo y la energía, dice Michel. Usualmente llegaban a las 6 de la mañana y no partían hasta la medianoche.
Para el cuarto año, sin embargo, muchos banqueros eran un desastre, dice el estudio. Algunos sufrían de falta de sueño y culpaban a sus cuerpos de no dejarlos terminar su trabajo. Otros desarrollaron alergias y adicciones. Otros fueron diagnosticados con enfermedades de largo plazo, como la de Crohn, psoriasis, artritis reumatoidea y desórdenes de la tiroides.
Los privilegios que ofrecen las compañías a sus empleados, como comida gratis y servicio de chofer, han nublado la frontera en entre el trabajo y la vida personal.
Para el sexto año, los participantes, que para ese entonces rondaban los 35 años, se habían dividido en dos grupos. El 60% que seguía «en guerra» con sus cuerpos y el 40% que decidió priorizar su salud, prestándole más atención al sueño, el ejercicio y la dieta.
Alrededor de un quinto de los banqueros dejó la profesión, añade Michel. Fuente: The Wall Street Journal, 19/02/12.
El 1% no sólo tiene más dinero, sino más tiempo para disfrutarlo. Los hombres ricos viven por más tiempo que sus contrapartes con menores ingresos, principalmente porque los segundos tienen mayor predisposición a tener un estilo de vida menos saludable, según indica un nuevo estudio.
Hoy en día, los hombres más ricos viven en promedio 80,4 años, casi seis año más que un hombre en un grupo socioeconómico más bajo, según un estudio llevado a cabo por el Longevity Science Advisory Panel, un grupo sin ánimo de lucro con sede en el Reino Unido. El estudio indicó que la brecha de expectativa de vida entre los ricos y pobres se está ampliando: hace 20 años un hombre nacido en un grupo socioeconómico más alto tenía una expectativa de vida de 75,6 años, casi cinco años más que una persona en una clase social inferior.
La razón subyacente parece residir en la forma en la que la gente elige gastar su dinero, dice el estudio, el cual cita una amplia gama de investigaciones y concluye que los trabajadores con menores ingresos son más propensos a fumar, beber en exceso y tener altas tasas de obesidad. Como ejemplo se cita el caso de un estudio del gobierno británico publicado en 2011 que concluyó que en 2009 hubo más de 6.500 muertes en Inglaterra atribuidas directamente al alcohol. Las tasas más altas de mortalidad entre esa población correspondían a los pobres.
La brecha es similar a un creciente número de investigaciones que muestran una tendencia similar en Estados Unidos, según indican los expertos. Un estudio de 2010 de la Oficina de Seguridad Social de EE.UU. encontró que los hombres de 65 años afiliados a los programas de Seguridad Social en el cuarto más bajo de la distribución económica viven 2,3 años menos que aquellos en el primer cuarto. Monique Morrissey, una economista del Instituto de Política Económica, un centro de estudios sin ánimo de lucro, asegura que las tasas de obesidad y de consumo de cigarrillo sólo cuentan parte de la historia. «Estos factores de comportamiento aún no pueden explicar la creciente brecha en la expectativa de vida», dijo.
Morrissey dice que el acceso a un servicio de salud de calidad también es un factor importante. Ella indicó que elevar la edad de jubilación podría empeorar las cosas. «Esto afectaría desproporcionadamente los estándares de vida de lo jubilados de bajos recursos que dependen de estos programas». Fuente: The Wall Street Journal, 23/01/12.