En el futuro habrá menos diversidad de alimentos

abril 15, 2017

Roger Clemens: «En el futuro habrá menos diversidad de alimentos».

Por Nora Bär.

Lo acompañan una cordialidad y una disposición al diálogo que desconciertan. Y, sin embargo, en un tono perfectamente amistoso, el profesor Roger Clemens, nutricionista, toxicólogo y especialista en tecnología de alimentos de la Universidad de California del Sur avalado por más de cuarenta años de experiencia, no se priva de desafiar prejuicios muy difundidos. Invitado a Buenos Aires como orador de las jornadas Bioeconomía 2014, organizadas por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva en el Tattersall de Palermo, dijo, por ejemplo, que los alimentos orgánicos no son mejores que los producidos industrialmente, que los organismos modificados genéticamente están sometidos a los mismos sistemas de control que los medicamentos y que la humanidad deberá combinar mejores métodos de selección de cultivos, biotecnología, acuacultura y enfoques alternativos (como los cultivos subterráneos, la producción de carne en el laboratorio o la prolongación de la vida útil de los productos) para satisfacer la demanda de alimentos de una población que, según las proyecciones, superará los 9000 millones de personas en las próximas décadas.

«En los próximos veinte años debemos prepararnos para esto -dice Clemens-. No es una opción, es una obligación. Debemos analizar cómo administramos nuestro ambiente, cómo manejamos el agua, la tierra y la energía. Esos elementos son críticos. Necesitamos que personas con la experiencia necesaria se reúnan para resolver el problema global de producir alimentos saludables, accesibles y sostenibles.»

-¿Será por medio de la biotecnología? ¿Es segura?

-En los Estados Unidos, ya hay más de 200 medicamentos en el mercado producidos por ADN recombinante. Seguramente la más notoria es la insulina, que necesitan los diabéticos. Lo que poca gente sabe es que la seguridad de la biotecnología en la industria de los alimentos es la misma que se exige a los medicamentos. Por otra parte, la biotecnología nos ha dado un conocimiento de los genes de las plantas y de las personas. Estamos empezando a entender las variaciones de la genética vegetal. Entonces, la pregunta es: ¿podemos usar la tradicional selección de cultivos y no sólo biotecnología para asegurarnos de que estamos haciendo las plantas correctas, para obtener las características deseadas? Analizar la hibridación podría llevar años. Y no los tenemos. Así que si entendemos la genética de las plantas, cómo interactúan con el ambiente… creo que podemos hacer una gran diferencia. De modo que lo que va a hacer la diferencia es una combinación de ambos métodos.

-Mientras crece la producción de alimentos gracias a una variedad de nuevos métodos, también lo hacen los movimientos contra la manipulación de la naturaleza. ¿Cómo se explica?

-Personalmente, pienso que en parte esto ocurre por un miedo innato hacia lo desconocido. La gente se enfrenta a tanta incertidumbre, por ejemplo, a través de las redes sociales, que está temerosa. ¿No es interesante que el consumidor actual acepte avances en todas las tecnologías que afectan nuestra vida, desde mejores telas hasta mejores comunicaciones, transportes o fármacos, pero cuando se trata de los alimentos dice: «No te metas con mi comida»? Debemos comunicar lo que sabemos y lo que no sabemos de manera honesta.

-¿Es mejor la comida orgánica?

-La respuesta es: no. Escribí una presentación sobre esto no hace mucho. Si usted se fija en los datos, la respuesta es no. Ahora, si su pregunta fuera: ¿a veces es mejor? Le contestaría: «Sí, a veces es mejor». Pero depende de muchas variables: de la tierra, de los cultivos, de las condiciones climáticas, de las semillas… De modo que incluso en el mismo campo hay variaciones naturales. Pero en muchos casos una manzana convencional y otra orgánica son prácticamente indistinguibles. Sólo esa confusión sobre los beneficios de los alimentos orgánicos hizo sostenible ese mercado.

-Muchos están contra los alimentos genéticamente modificados porque se cultivan con pesticidas y éstos afectan a los pueblos cercanos. Incluso, pruebas en pobladores detectaron rastros de varios pesticidas en su sangre. ¿Es posible evitar esa contaminación?

-Esa preocupación se vincula tanto con la salud humana como con el ambiente. Volvamos a la granja orgánica: en nuestro programa nacional [de los Estados Unidos] está permitido usar pesticidas sintéticos y naturales. Bruce Ames, de la Universidad de California en Berkeley, el padre de la evaluación de pesticidas, decía que el 99% de los pesticidas vienen de la naturaleza. Probablemente el 1% procede de las probetas de los científicos, pero nadie habla del 99% restante. En el cultivo orgánico se permite usar ambos: pesticidas y herbicidas producidos por el ser humano y naturales. Si uno hiciera el mismo análisis en busca de pesticidas naturales, también los encontraría, porque las plantas los producen. El tema es que, como sucede en la nutrición, todo depende de la dosis. Tenemos que consumir cierta cantidad de hierro y de proteína para mantenernos saludables. Si no recibimos lo suficiente, estamos malnutridos, y si comemos de más, podemos enfermar. Hay una ventana estrecha que llamamos «salud». Lo mismo es cierto de los pesticidas. Hay una dosis que, si es muy alta, es dañina para nuestra salud y otra que no tiene ningún impacto. Tenemos que poner las cosas en una apropiada perspectiva.

-¿Cómo se imagina nuestro menú del futuro? ¿Serán nuestros alimentos muy diferentes de los actuales?

-Tendrán que serlo. En este momento estamos en un curso de colisión. Muchos quieren diferentes variedades de alimentos, pero no podemos cultivarlas. No habrá diez diferentes tipos de tomates, tal vez sólo tres: los más prolíficos, nutritivos y estables para el transporte. La ciencia ya ensaya nuevas tecnologías para producir carne en el laboratorio y vegetales por acuacultura. Además, tendremos que ser más responsables: hacer mejores elecciones para comer menos.

Fuente: La Nación, 11/06/14.


Esto nos recuerda a:

Soylent Green

Cuando el destino nos alcance (título original en inglés: Soylent Green) es una película estadounidense de 1973, dirigida por Richard Fleischer, protagonizada por Charlton Heston, Edward G. Robinson y Leigh Taylor-Young en los papeles principales y basada en la novela ¡Hagan sitio!, ¡hagan sitio! (1966), de Harry Harrison.

Trama

En el año 2022, en un futuro distópico, la ciudad de Nueva York está habitada por más de 40 millones de personas, físicamente separados en una pequeña élite que mantiene el control político y económico, con acceso a ciertos lujos como verduras y carne, y una mayoría hacinada en calles y edificios donde malvive con agua en garrafas, y dos variedades de un producto comestible: soylent rojo y soylent amarillo, que son la única fuente de alimentación, ya que la producción de alimentos naturales se ha extinguido por el efecto invernadero. La compañía Soylent es una empresa que fabrica y provee alimentos procesados de concentrados vegetales (cuya base principal es la Soja). Soylent verde es el nuevo producto alimenticio sacado al mercado, basado en plancton, según la publicidad de la empresa.

Robert Thorn (Charlton Heston) es un policía de la ciudad, vive con su amigo «Sol» Roth (Edward G. Robinson), un anciano ex profesor que sólo rememora el pasado, cuando el planeta era más habitable y existía suficiente alimento para todos. Sin embargo, Thorn, que ha vivido casi toda su vida en la catástrofe ecológica, no se muestra interesado en estas historias, las cuales encuentra difíciles de creer.

Thorn se ve involucrado en la investigación del asesinato de uno de los principales accionistas de la compañía Soylent, William R. Simonson (Joseph Cotten), que ha sido encontrado muerto en su departamento. Decide hacer una visita al lugar y encuentra el cadáver en un charco de sangre, con múltiples golpes en la cabeza. Recorre el lugar y se encuentra con cosas que nunca había visto antes, como un refrigerador con alimentos; licores, una ducha con agua caliente y jabón, y una biblioteca. Más tarde llegan la concubina de Simonson, Shirl (Leigh Taylor-Young), hermosa joven de 21 años, llamada eufemísticamente parte del mobiliario, y el guardaespaldas de Simonson, Tab Fielding (Chuck Connors). Al ser interrogado, Fielding dice que Simonson le había ordenado acompañar a Shirl de compras, y que por esa razón no estaba en el departamento en el momento del asesinato. Thorn los deja ir, para luego recoger algo de comida y un par de libros, antes de regresar a su propio departamento.

Sol Roth decide dar fin a su vida en un sitio llamado El Hogar, el cual recrea el mundo como era en su época de juventud, mientras agoniza, y sólo acierta a decirle a Thorn que siga su cuerpo como pista antes de desaparecer. El seguimiento de su cadáver ofrece a Thorn el destino real de todos los cuerpos humanos, que no es otro que acabar procesados como Soylent verde para ser parte de dicho preparado alimenticio. El final de la película sólo evidencia esa situación sin poder ofrecer ninguna solución a lo que ya se ha generado.

Contexto histórico

Durante la guerra fría y con el auge del comunismo en los países asiáticos, en la década de 1960 y hasta 1980 se extendió en Estados Unidos la obsesión por el peligro de un crecimiento amenazador de la población en esos países y en general la amenaza de la sobrepoblación. Tanto el libro Make Room! Make Room!, de Harry Harrison, como la película Soylent Green son creaciones de ficción construidas sobre este fenómeno.

Impacto en la cultura popular

El Soylent Green se menciona en varias series de televisión, tanto para conseguir un efecto dramático como cómico. Por ejemplo, en la serie de dibujos animados Futurama, ambientada en el año 3000, se hace referencia en varios capítulos a diversos productos alimenticios a base de «soylent», como la «soylent cola», (cuyo sabor, según Leela, «depende de la persona») y en el capítulo «Un cocinero con un 30% de hierro», en la competición entre Elzar y Bender, el Soylent Green es el alimento base para todos los platos. Según el locutor, el Soylent Green es «el alimento básico de la cocina de gourmet». También existen referencias a esta película en otra serie de Matt Groening, Los Simpson, como por ejemplo en el capítulo Bart to the Future, donde Homer ofrece a Bart un bocadillo Soylent Green y Ralph Wiggum pregunta «¿no están hechos con humanos?» o en el episodio Itchy & Scratchy: The Movie, en el cual Homer Simpson dice: «Mmmm… soylent green», además del episodio en el que el abuelo Simpson intenta suicidarse en el Die-Pod, donde se parodia la muerte del detective que descubre el secreto del Soylent. En uno de los capítulos de la serie Tropiezos estelares hay también una pequeña reseña sobre el Soylent green.

El Listo, personaje protagonista del cómic homónimo de Xavier Ágeda hace mención al soylent green en la viñeta 842 titulada «Cuando el destino nos alcance» publicada en http://listocomics.com/.

En el juego Xenogears, de PSX, se menciona el Soylent green.

La canción Soylent Green de Wumpscut (Music for a Slauthering Tribe 2) hace referencia al Soylent green como carne humana.

En la serie de tv Millennium, el personaje principal Frank Black, para acceder a su computadora, tiene que pronunciar la frase: «Las galletas verdes son de humano.»

En el videojuego Left 4 Dead 2, en la campaña «Defunción», al terminar la campaña y marcharse del lugar, en uno de los diálogos Zoey dice: «Adiós, el Soylent Verde está hecho de humanos.»

En el apocalíptico cortometraje español Fuego en los radios de Cinesín, el anunciante patrocinador es Soylent Green.

La canción ‘Chiron Beta Prime’ de Jonathan Coulton se hace referencia al Soylent verde, como ingrediente para una tarta.

La canción Soylent Green de Iced Earth.

En la película El Atlas de las Nubes, un personaje hace referencia a que el Soylent Green está hecho de humanos.

Fuente: Wikipedia, 2014.

Soylent Green, 1973 (INTRO)

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¡Hagan sitio!, ¡hagan sitio!

¡Hagan sitio!, ¡hagan sitio! (en inglés, Make Room! Make Room!) es una novela de ciencia ficción de 1966 escrita por Harry Harrison que explora las consecuencias sociales del crecimiento irrefrenado de la población1

Contexto histórico

En Estados Unidos durante la década de 1960 y hasta 1980 se extendió la obsesión -motivada por la guerra fría y el auge del comunismo en países asiáticos como China- por el peligro de un crecimiento amenazador de la población en esos países y en general la amenaza de la sobrepoblación. Tanto el libro Make Room! Make Room! de Harry Harrison como la película Soylent Green son creaciones de ficción construidas sobre este fenómeno. El libro de 1968 de entomólogo estadounidense Paul R. Ehrlich, The Population Bomb, también hay que situarla en ese contexto pero, a diferencia de las obras de ficción, el libro de Ehrlich La bomba poblacional aspiraba a ser una obra científica2

Película sobre la novela: Soylent Green

La novela fue la base del argumento de la película de ciencia ficción Cuando el destino nos alcance (1973), aunque la película cambió bastante la trama y el tema e introdujo el canibalismo como una solución para alimentar a la población.

Fuente: Wikipedia, 2014.


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Soylent: el alimento del futuro ya está aquí

octubre 26, 2014

Soylent: el alimento futurista que busca cambiar la forma de comer

Por Franco Varise.

Creado por un ingeniero informático de Silicon Valley, este producto en polvo para mezclar con agua -anticipado por la ciencia ficción- contiene los nutrientes que necesita una persona adulta; en la Argentina ya hay iniciativas para comercializarlo.

¿Llega el fin del asado con amigos, los ravioles del domingo y el flan con dulce de leche? No tanto, pero… La última revolución que surgió de Silicon Valley no es una nueva aplicación, una red social o un dispositivo tecnológico. Nada de eso: se llama Soylent y es una comida en polvo para mezclar con agua que pretende cambiar absolutamente la forma en que nos alimentamos.

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Este polvo con todas las vitaminas, proteínas, minerales, sales y nutrientes que nuestro cuerpo necesita ya tiene emprendedores en la Argentina, mientras que, en los Estados Unidos, crece el número de curiosos y exhibicionistas que recibieron su pedido para probarlo y mostrarlo en las redes sociales.

El ascenso de Soylent, un nombre que encierra suspicacias, comenzó a acelerarse a partir de que la Food and Drug Administration (FDA) le dio luz verde a este compuesto en calidad de «alimento» y no sólo como «suplemento» alimenticio. Este pequeño detalle le otorgó a Soylent un estatus de consumo diario y exclusivo que lo habilita para reemplazar al resto de los alimentos si es que el consumidor así lo decidiera.

Rob Rhinehart, un ingeniero informático de 25 años, se instaló en San Francisco como muchos otros jóvenes para encarar su proyecto tecnológico. La historia abreviada, contada por él en varios videos en YouTube, sostiene que mientras esperaba que sus proyectos crecieran tuvo que ahorrar y descubrió que alimentarse a diario costaba una fortuna. Así fue como se le ocurrió crear un alimento barato y nutritivo. Investigó las posibilidades hasta alcanzar una fórmula satisfactoria. Luego creó un evento por Internet (crowdfunding) para que los interesados aportaran dinero al proyecto. Recaudó tres millones de dólares antes de salir al mercado. Actualmente, su empresa de comida de «garaje» recibe pedidos por 10.000 dólares diarios.

 
Foto: LA NACION 

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«En polvo la comida es más estable, se puede conservar más tiempo, no hace falta ir tantas veces al supermercado ni cocinarla y no tenemos que preocuparnos de las bacterias que la estropean», dice Rhinehart sobre su invento. «Estoy muy ocupado durante la semana y prefiero alimentarme de Soylent. El fin de semana, si me apetece, puedo comer algo sólido y lo disfruto aún más», agregó en una entrevista.

La elección del nombre también es una gran curiosidad a contramano de cualquier manual de marketing. Sucede que a principios de los setenta se estrenó la película de ciencia ficción Soylent Green, protagonizada por Charlton Heston. El film, basado en una novela menor de Harry Harrison, plantea un perturbador y oscuro 2022 con un mundo superpoblado, jaqueado por la polución y sin comida. Sólo existe el Soylent Green, elaborado exclusivamente por una supercorporación sobre la base de plancton. Al final Heston descubre algo siniestro: «Soylent is people» («Soylent es gente»), dice moribundo al revelar que el alimento sintético utilizado en aquel mundo futurista estaba hecho de cadáveres humanos.

«Queremos ser transparentes en cuanto a que no utilizamos partes del cuerpo humano en la producción de Soylent», dijo en broma Rhinehart, un fanático de la literatura de ciencia ficción.

Yemel Jardi, de 25 años; Paula Montaldi, de 24, y Augusto Gesualdi, de 24, decidieron fundar Soylent Argentina. Los tres provienen del rubro del software, la química y la ingeniería industrial. «Para cualquier persona que tiene una vida agitada y que siente que hay comidas que no disfruta (por ejemplo, al mediodía en la oficina), Soylent es una solución, una alternativa para utilizar ese tiempo en otra cosa», sostiene Jardi.

El emprendimiento argentino no es una franquicia. Cuando Rhinehart fundó Soylent Corporation hizo otra cosa revolucionaria: publicó en su página la receta para que cualquiera pudiera hacer su propio Soylent e incluso cambiarle cosas y mejorarlo. Es una especie de alimento de «código abierto» como ocurre con el software libre. «Lo único que desalientan es la competencia en las mismas regiones, pero cualquier emprendedor puede usar el nombre. Nosotros somos Soylent Argentina», explica Yemel.

En casi todo el mundo, como aquí, hay personas experimentando recetas inspiradas en la original y con ligeras variantes. «Tenía mucha curiosidad y venía siguiendo el tema porque me parece una solución muy práctica para organizar los tiempos y diferenciar lo que es nutrirse del placer de comer. Esto me simplifica y no me consume tiempo buscando qué comer para tener una dieta balanceada. Muchas veces terminás comiendo cualquier cosa sin placer y gastás una fortuna», consideró Jardi.

Un paseo por el microcentro porteño confirmaría la visión de Jardi. En general el almuerzo del mediodía es costoso y no podría definirse exactamente como «nutritivo». En una nota sobre Soylent en la revista The New Yorker, la autora Lizzie Widdicombe consideró que en el futuro «veremos una separación entre las comidas utilitarias y funcionales y las comidas como experiencia y para socializar».

Este concepto plantea un futuro de la comida que parece hoy bastante remoto, pero a juzgar por la rapidez con la que Soylent comenzó a difundirse en los Estados Unidos, nadie está muy seguro de cuánto tiempo faltará para que este producto termine volviéndose masivo o popular.

Por ahora, en la página de Facebook de Soylent Argentina sólo invitan a quienes estén interesados a participar del testeo del producto. En el país, el producto aún no fue aprobado por el Instituto Nacional de Alimentos (INAL), pero, según Jardi, el año que viene estarán en condiciones de empezar a comercializar Soylent. «Desde el día en que todos nuestros amigos se enteraron de la idea no paran de pedirnos que los tengamos en cuenta para el testeo», dijo Yemel a LA NACION.

A todo esto, uno termina preguntándose algo fundamental sobre Soylent: ¿es rico? Al parecer, según los blogueros que ya lo probaron, el brebaje no es ni rico ni feo. Dicen que no tiene un sabor distintivo o particular.

Un tema recurrente de la ciencia ficción

Foto: LA NACION 

Este tipo de comida sintética ha sido uno de los grandes temas de las novelas de ciencia ficción y distópicas. Hagan Sitio (1966), una novela de Harry Harrison, sirvió de base para el film Soylent Green (1973), de allí toma su nombre la marca del nuevo producto. En Nosotros, de Yevgeny Zamyati (1923), precursora de 1984, de George Orwell, y de Un mundo feliz, de Aldous Huxley, también aparece un alimento sintético llamado Petroleum Food..

Del editor: qué significa. La evolución de la comida, tal como ocurrió con las comunicaciones y otros aspectos de la vida del hombre, todavía no se detuvo. Al contrario.

Fuente: La Nación, 26/10/14.

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