Trump: Los republicanos ya no saben qué hacer
mayo 5, 2016 · Imprimir este artículo
Quebrados y rendidos, los republicanos ya no saben qué hacer
NUEVA YORK – Desde el inicio de las primarias, la interna de los republicanos se planteó como una lucha por el alma del partido, una búsqueda de identidad que dirimiera la interna entre conservadores y moderados que se abrió, por última vez, en 2009, con la irrupción del Tea Party.
El alma del partido quedó en manos de Donald Trump, un hombre repudiado por el ala tradicional del partido, que ha donado millones de dólares a campañas demócratas y recién se registró como republicano en 2012.
«Es el partido de Trump ahora», tituló un editorial de The New York Times. «El día que el Partido Republicano murió», fue un poco más allá la revista The Atlantic. «QEPD, GOP», abrió una columna en el Boston Globe.
«Si nominamos a Trump, vamos a ser destruidos… Y lo mereceremos», reconoció el senador Lindsey Graham, de Carolina del Sur, uno de los senadores más respetados del partido y una de las figuras más influyentes del ala tradicional del partido.
Quebrados, rendidos ante una irrupción política que muchos todavía intentan terminar de entender, cada uno de los integrantes del partido de Abraham Lincoln quedó ante un dilema fatídico: respaldar a Trump, a riesgo de hundirse con él, o darle la espalda y facilitar el triunfo de Hillary Clinton, para muchos una figura todavía mucho más indigerible que el magnate inmobiliario. O, incluso, hasta votar por ella, o terminar de fracturar el partido impulsando un tercer candidato.
El triunfo de Trump no sólo dejó en evidencia la ceguera de la cúpula del partido en Washington, incapaz de «leer» a su base; también su falta de reflejos para torcer la historia y, cuando ya era evidente que Trump podía ganar, su incapacidad para enarbolar una estrategia ganadora.
Al final, sólo quedó un derroche de frustración. Apenas se conocieron los primeros resultados de la primaria de Indiana que selló la suerte del partido, y Ted Cruz, el senador ultraconservador de Texas, tan odiado en Washington que casi nadie lo acompañó en su cruzada contra Trump, puso fin a su campaña, despuntó en Twitter una rebelión contra el desenlace de las primarias.
«Más republicanos votaron por otros candidatos que por Trump, así que estoy con el resto», agregó Stuart Stevens, el estratega de Mitt Romney en la campaña de 2012. «Estoy con ella», escribió, más categórico, Mark Salter, uno de los asesores de John McCain durante su campaña presidencial de 2008, en referencia a Hillary Clinton.
Leon H. Wolf, uno de los impulsores del movimiento #NeverTrump, editor jefe del sitio Red State, muy popular entre los conservadores, reafirmó su rechazo al magnate. «Cada persona lidiará con eso de manera diferente, algunos votarán por un tercer partido, otros no votarán. Algunos votarán por Hillary», escribió.
Pero mientras el repudio a Trump se hacía sentir en los medios y las redes sociales, otras figuras republicanas aceptaban la voluntad expresada por la base del partido y prometían su apoyo a Trump. En esa lista aparecen el gobernador de Nueva Jersey, Chris Christie, la primera figura del «establishment» en respaldar a Trump meses atrás, o el ex gobernador de Virginia y ex candidato presidencial Bobby Jindal, quien rápidamente se olvidó de sus críticas al magnate.
John McCain, quien fue insultado por Trump y este año busca una nueva reelección como senador por Arizona, reiteró que respaldará al candidato del partido. Las dos figuras republicanas de mayor peso en el Congreso -el presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, y el presidente de la bancada republicana en el Senado, Mitch McConnell- ya habían anticipado que respaldarían a quienquiera que fuera el candidato. Eso, aun a sabiendas de que el ascenso de Trump les costará butacas en ambas cámaras del Congreso.
Tras festejar su victoria total, Trump, quien se pasó toda la campaña criticando al partido y a los políticos de Washington, ofreció su ramo de olivo: «Queremos traer unidad al Partido Republicano. Tenemos que traer unidad. Es mucho más fácil si la tenemos».
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Los rivales que se quedaron en el camino
10/2 Chris Christie. Gobernador de Nueva Jersey
Tras la derrota de Mitt Romney en las elecciones de 2012, su nombre comenzó a sonar como la nueva cara del Partido Republicano. Pero a poco de andar la campaña fue uno de los primeros en tirar la toalla
20/2 Jeb Bush. Ex gobernador de Florida
Del ala moderada, representa a una dinastía que inició su padre George Bush (1988-1992) y siguió su hermano George W. Bush (2000-2008). Tras malos resultados, renunció al sueño presidencial
15/3 Marco Rubio. Senador por Florida
El joven político del Tea Party de origen cubano era una de las estrellas republicanas en ascenso. Sin embargo, jamás pudo despegar del todo en una campaña que lo tuvo corriendo muy atrás de Trump
3/5 Ted Cruz. Senador por Texas
Ultraconservador de origen cubano, igual que Rubio, batalló sin tregua hasta que la derrota de anteayer en Indiana derrumbó su última oportunidad de torcer la suerte y llegar a una convención abierta
4/5 John Kasich. Gobernador de Ohio
Buscó presentarse como una voz racional y como un candidato en el centro del espectro político. Su estrategia era no posibilitarle la mayoría a ningún rival para luego imponerse como candidato consensuado
Fuente: La Nación, 05/05/16.
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