Un shock es el mejor remedio para luchar contra la inflación

febrero 24, 2014 · Imprimir este artículo

Un shock es el mejor remedio para luchar contra la inflación
Por Juan Carlos de Pablo

La Argentina padece inflación desde fines de la década de 1940 y en múltiples oportunidades intentó eliminarla. El actual ritmo al cual aumentan los precios está generando preguntas como las siguientes: ¿conviene implementar un programa antiinflacionario de shock o gradualista? ¿Cuál genera menos costos sociales y políticos? Si resulta exitoso, ¿cuál tiene más chances de perdurar en el tiempo?

Al respecto entrevisté al alemán Horace Greeley Hjalmar Schacht (1877-1970), quien a mediados de noviembre de 1923, literalmente de la noche a la mañana, eliminó una hiperinflación que rondaba el 20% por día (en el pico de la hiperinflación argentina de 1989, los precios subieron 4% por día). Ministro de Economía entre 1934 y 1937, perdió el cargo cuando se opuso a la aceleración del rearme (en 1936, en Japón, el ministro de economía Korekiyo Takahashi se opuso a lo mismo, pero no sólo perdió el cargo, sino también la vida). Terminó internado en un campo de concentración. Juzgado en Nuremberg, fue absuelto.

-¿Qué produjo la hiperinflación alemana de 1923?

-La causa nunca es única, pero Rudolf Havenstein, presidente del Reichsbank, colaboró con entusiasmo porque creía firmemente que ni la suba de precios ni la devaluación de la moneda tenían algo que ver con la emisión monetaria, y actuó en consecuencia, con la eficiencia que nos caracteriza a los alemanes. Para colmo, era inamovible porque había sido nombrado por los aliados. Dios se apiadó: falleció el 20 de noviembre de 1923.

-¿Qué puesto ocupaba usted y qué hizo?

-El 13 de noviembre de 1923 me nombraron Comisario para la moneda nacional. El Rentenbank había sido creado un mes antes, para emitir moneda con respaldo, lo cual implicó cortar de raíz el financiamiento del déficit fiscal. En cuanto comenzó a funcionar, la gente confió, de manera que aumentó la demanda de dinero y paró la inflación. Sin anuncios, como señaló Rudiger Wilhem Dornbusch luego de leer los diarios del 16 de noviembre, la población advirtió que cambiaba el régimen económico y actuó en consecuencia.

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-¿Cuál es la experiencia argentina en materia antiinflacionaria?

-La Argentina ensayó programas antiinflacionarios a partir de 1952, 1959, 1967, 1973, 1976, 1979, 1985 y 1991. Salvo los de 1976 y 1979, fueron todos de shock. Lo cual no sorprende porque en la Argentina todo es de shock. El único programa abiertamente recesivo fue el de 1959, cuando el producto bruto interno (PBI) real cayó 6,5%. Por el contrario, los implementados por Adalbert Krieger Vasena, José Ber Gelbard, Juan Vital Sourrouille y Domingo Felipe Cavallo no sólo no fueron recesivos, sino que (particularmente los dos últimos) eliminaron la recesión anterior al lanzamiento del programa.

-Entonces usted es partidario del shock.

-Sí, porque plantearles a los argentinos un programa a tres años, para disminuir paulatinamente la tasa de inflación, es inviable técnica y políticamente. Pero más que shock o gradualismo, hay que prestarles atención a otras consideraciones.

-¿Cuáles?

-Que el gobierno que ataque la inflación tiene que ser creíble ante la población. Raúl Ricardo Alfonsín lo era en 1985, como Carlos Saúl Menem también lo era en 1991. Como bien enfatiza Guillermo Antonio Roberto Calvo, las mismas medidas de política económica pueden generar resultados bien diferentes, dependiendo de la credibilidad que la población tiene en sus autoridades.

-¿Qué más?

-Que el debate de las causas de la inflación se vuelve irrelevante, cuando se diseña un programa antiinflacionario, porque éste tiene que atacar simultáneamente todas las causas (tiene que ser «global y simultáneo», solía decir Krieger Vasena). Dejé para el final la consideración más importante. En la Argentina, la historia de la lucha contra la inflación muestra que, si bien la duración de la estabilidad de precios no fue igual en todos los programas, los éxitos iniciales nunca se pudieron sostener de manera permanente. Ésta es la principal asignatura pendiente, verdadero desafío profesional que debería ser investigado y comunicado sin tapujos al gobierno que implemente el programa.

-Don Horacio, muchas gracias.

Fuente: La Nación, 23/02/14.

Juan Carlos de Pablo

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