La hipocresía es moneda corriente y eso ya no es primicia. Esta inadecuada postura cívica aparece, también, en el terreno de la tan mentada «conciencia tributaria». Algunos han tenido hasta el atrevimiento de definirla con cierto sesgo académico, diciendo que es la «interiorización en los individuos de los deberes tributarios fijados por las leyes, para cumplirlos de una manera voluntaria, conociendo que su cumplimiento acarreará un beneficio común para la sociedad en la cual ellos están insertados».
Es un verdadero disparate igualar dos términos que claramente se contradicen. Abonar impuestos no es un acto voluntario, porque la palabra impuesto se refiere a lo forzado, a lo obligado. Si fuera un gesto auténtico, espontaneo, vinculado al deseo genuino, en todo caso, sería una donación.
Como suele pasar en diferentes órdenes de la vida cotidiana, este tipo de justificación retorcida no deja de ser un mero ardid, casi un consuelo, que intenta convertir en aceptable algo que es intrínsecamente malo. Existen, al menos, cuatro grupos bien definidos que utilizan este recurso argumental y pretenden transformarlo en un axioma indiscutible, en un mandato bíblico.
Por un lado están, los recaudadores, los que trabajando de esto preservan la gestión de los organismos de recolección compulsiva de gravámenes. La medida de su eficiencia está directamente relacionada con el monto percibido. Por eso, en las campañas de difusión masiva apelan a esta consigna por ser la menos antipática. «La gente debe pagar sus impuestos porque es el único modo de que el Estado funcione y cuantas más personas lo hagan mucho mejor será para la sociedad», sostienen. A veces inclusive recurren al ruin artilugio del «sorteo» como dispositivo para que unos ciudadanos sean delatores del resto, denunciando así a los que no cumplen.
Otro sector que opera en idéntica dirección es el de la parasitaria estructura estatal. Todos los que viven del Estado, saben que la sangre que fluye por esas venas se nutre de impuestos, emisión monetaria y endeudamiento. En tiempos en el que los dos últimos no son una posibilidad relevante, los impuestos, es decir el dinero detraído de la sociedad en forma coercitiva, posibilita la existencia del empleo estatal y de su cuantía depende, en buena medida, que sus remuneraciones puedan ser mejoradas.
Un tercer espacio lo ocupan los que no pagan casi ningún impuesto o, al menos, no perciben hacerlo. Son trabajadores, subsidiados o desocupados. Sus ingresos son bajos y no son alcanzados por algunos de los voraces impuestos diseñados especialmente para escarmentar a los segmentos más elevados. Ellos reclaman conciencia tributaria como fórmula para aliviar su rencor contra los que más producen. Pretenden igualdad y creen que un sistema tributario que les quita demasiado a los que más disponen, los nivela rápidamente. No saben como aumentar sus propios ingresos y se creen víctimas de este mundo cruel. Este perverso esquema es positivo porque les quita a los demás, a quienes culpan por tener más que ellos.
El último grupo está compuesto por los que pagan MUCHO en impuestos. No contribuyen por convicción, sino porque su actividad no les permite escapatoria. La administración ya ha encontrado el modo eficiente de tenerlos de rehenes. Como no pueden evadir, no admiten ser los únicos tontos y quieren compañía ante semejante abuso. Rendidos frente a la impotencia de estar atrapados por el régimen, apelan desesperadamente a este recurso dialéctico tan pobre como inmoral. En esto, se parecen al grupo anterior. Sus motivaciones surgen del resentimiento y eso no habla bien de ellos. Las garras del sistema los han cooptado y no desean sentirse tan estúpidos, por eso acusan al resto, para que reciban el mismo castigo.
Pagar impuestos no es un acto voluntario. El impuesto implica que el Estado detrae, por la fuerza, una parte demasiado relevante del esfuerzo personal. Nadie paga con satisfacción y alegría. En todo caso lo hace porque no puede evitarlo, porque el esquema se ha diseñado para que no se lleve el producto deseado sin ese «peaje» o bien porque no pagarlo implica un riesgo legal trascendente que se traduce en multas costosas o inclusive prisión.
Esta afirmación general puede verificarse empíricamente a diario. Quien intente refutarla puede dar testimonio personal de ello y hacer hoy mismo el ejercicio pidiendo que le aumenten el precio de un bien y le carguen impuestos no cobrados o hasta dejando un extra, ya no como propina para el individuo que le facilita el producto, sino directamente para el Estado.
Es más, si un individuo cree tan férreamente en la bondad de los impuestos podría pedir a los gobiernos, en cualquiera de sus jurisdicciones, que le facilite un número de cuenta bancaria para depositar allí dinero propio como donación para los «loables» fines para los cuales el Estado destina el dinero.
Después de todo este individuo que defiende la idea de «conciencia tributaria» cree que lo recaudado como tributo no termina en manos del aparato político, la corrupción o el despilfarro tradicional. El recita, a viva voz, que todo eso es para la salud, la educación y la seguridad. Pues bueno, que deposite masivamente sus recursos propios allí, en vez de utilizarlo para su entretenimiento o el consumo suntuario de innecesarios bienes. La inconsistencia ideológica es tan evidente que no admite casi ningún argumento serio que pueda ser tenido en cuenta con cierta sensatez.
Si finalmente se opta por pagar impuestos, asumiéndolo como el «mal menor», si se lo hace porque no se ha encontrado un mejor modo de financiar las «supuestas» necesidades que permiten vivir en comunidad, al menos sería saludable evitarse los retorcidos planteos intelectuales que pretenden justificarlo. No es razonable intentar convertir lo malvado en bondadoso. En todo caso, un poco de resignación ciudadana, puede servir como transición, pero solo para intentar ser más creativos y seguir buscando mecanismos que permitan sustituir este atropello cotidiano por algo superador. Mientras tanto, sería muy conveniente asumir que cuando se habla de impuestos no se dispone de buenas razones que lo respalden. El desafío es pensar como se abandona el pretexto de la conciencia tributaria.
El corredor acusado del ‘Flash Crash’ culpó a sus rivales de manipular el mercado
Por Aruna Viswanatha en Washington, Bradley Hope en Nueva York y Chiara Albanese en Londres.
La representación artística de la comparecencia de Navinder Singh Sarao a la corte de Londres el 29 de abril de 2014. Priscilla Coleman/Bloomberg News
Navinder Singh Sarao, el corredor bursátil arrestado el mes pasado por cargos de manipulación de los precios de futuros y por contribuir al “flash crash” de mayo de 2010, acusó a otros corredores de actos indebidos similares antes de su arresto.
Sarao se quejó con la Bolsa Mercantil de Chicago, en donde comerciaba con contratos de futuros, más de 100 veces a lo largo de los últimos años sobre corredores que él creía que estaban llevando a cabo manipulaciones del mercado, indicaron fuentes al tanto.
Su última queja se presentó semanas antes de ser arrestado, dijo una de las fuentes.
Documentos publicados anteriormente mostraron que Sarao le pidió a las bolsas que investigaran las prácticas de corretaje de alta frecuencia que él consideraba como manipuladoras, pero la frecuencia y extensión de sus quejas no se conocía. Sus querellas subrayan cómo Sarao veía sus propias transacciones como legítimas, en comparación a las de otros corredores de alta velocidad.
Sarao se describió en un email publicado en conexión con el caso como un “corredor a la antigua, que apunta y hace click” y que “cambia de parecer muy rápidamente”. Dijo que todas sus órdenes fueron legítimas, a diferencia de las de los corredores de alta frecuencia, a las que describió como “ni genuinas e incluso posiblemente imposibles de comerciar”.
En el correo electrónico, Sarao dijo que los “manipulativos” corredores de alta frecuencia podrían tomar ventaja de él al entrar y salir del mercado en los cuatro milisegundos que le tomaba modificar una orden.
El volumen de las quejas, que se presentaban cada pocas semanas e identifican momentos específicos en los que creía que los corredores habían infringido las reglas, sugiere que Sarao era un nombre conocido para los investigadores de la Bolsa Mercantil de Chicago, los cuales habían identificado sus transacciones como sospechosas desde 2008, según la acusación del Departamento de Justicia.
Aunque la Bolsa Mercantil de Chicago usualmente investiga las quejas de los participantes del mercado t la actividad que sus sistemas identifican como sospechosa, no se sabe si el mercado tomó medidas a causa de las quejas de Sarao.
El miércoles, Sarao hizo su cuarta aparición ante una corte de Londres, donde sus abogados dijeron que se le ha concedido ayuda legal financiada por el estado, ya que muchos de sus activos han sido congelados y no puede pagar sus deudas legales. Un juez estadounidense ordenó el congelamiento el mes pasado a petición de la Comisión de Corretaje de Futuros de Commodities, la cual presentó una demanda civil contra él. Sarao no ha podido pagar los 5 millones de libras esterlinas (US$7,8 millones) que se le exige de fianza.
El corredor, que lucha contra una orden de extradición a EE.UU., vestía una sudadera gris y parecía calmado en la corte, en comparación a la semana pasada, cuando gritó que “no había hecho nada malo”.
Las demandas criminales y civiles de EE.UU. aseguran que entre 2010 y 2014 Sarao usó una estrategia ilegal de corretaje conocida como spoofing y contribuyó al colapso del mercado en mayo de 2010, en el que el Promedio Industrial Dow Jones cayó 1.000 puntos y rápidamente se recuperó.
Fuente: The Wall Street Journal, 14/05/15.
Navinder Singh Sarao
Chicago Mercantile Exchange
El Chicago Mercantile Exchange (CME o simplemente «The Merc») (NYSE: CME) es un mercado financiero estadounidense con base en Chicago. El CME fue fundado en 1898 como el «Chicago Butter and Egg Board».
En marzo de 2008, el Chicago Mercantile Exchange compró el «New York Mercantile Exchange«, por USD 8.9 billones en efectivo y acciones. El acuerdo, que requería de la aprobación de al menos un 75% de las 816 acciones en poder de los miembros de la Bolsa Mercantil de Nueva York, solidificará la posición de CME Group, que opera el mercado de Chicago, como la mayor bolsa de derivados del mundo.
CME negocia diversos tipo de instrumentos financieros: tasas de interés, acciones, monedas, así como también productos primarios (commodities).
El 12 de julio de 2007, el CBOT se fusionó con el CME dejando ambos de existir como entidades independientes, y de la fusión nació el «CME Group», actualmente el mayor mercado de futuros y opciones del mundo.
Fuente: Wikipedia, 2015.
CME Group
En un mundo de creciente volatilidad, CME Group es el lugar al que todos recurren para administrar el riesgo en todas las clases de activos más importantes: tasas de interés, índices accionarios, divisas, energía, productos agropecuarios, metales y productos de inversión alternativos, tales como futuros climáticos e inmobiliarios. Sobre la base del legado de varias bolsas, CME Group es el mercado de instrumentos derivados más grande y más diverso del mundo, operando más de 3 mil millones de contratos por año, abarcando la más amplia variedad de productos de referencia disponibles.
CME Group reúne a compradores y vendedores en la plataforma de negociación electrónica CME Globex y en los pisos de operaciones de Chicagoy Nueva York. Proporciona a los participantes del mercado las herramientas que necesitan para lograr sus objetivos de negocios y alcanzar sus metas financieras. El servicio de compensación de CME equipara y liquida todas las operaciones, y garantiza la solvencia de cada transacción que se realiza en nuestros mercados.
Hoy, en el centro del CME Group están cuatro mercados principales de futuros – CME, CBOT, NYMEXy COMEX– y ofrece una combinación única de destacados índices de referencia globales y una gama creciente de productos regionales, que cubren todas las clases de activos. Cuenta con presencia en varias partes del mundo y con un equipo que sigue a los clientes en Latinoamérica desde Chicago.
También estás expandiendo su capacidad global a través de nuevos negocios y a través de nuestras asociaciones estratégicas con muchas otras bolsas, entre las cuales BM&BBOVESPA en Brasil y MexDER en México. Estos esfuerzos están respaldados por la credibilidad y el nivel de experiencia que ofrecemos como mercado líder de productos derivados del mundo.
El Grupo CME ofrece:
La más amplia gama de futuros, opciones y productos OTC autorizados globalmente
Operaciones en todo el mundo, a todas horas, seis días a la semana, en CME Globex, la plataforma líder de operaciones financieras electrónicas del mundo
Compensación de contratos OTC a través de CME ClearPort, un conjunto completo de servicios flexibles de liquidación
CME Clearing Europe, una cámara de compensación de clases de múltiples activos europeos que atiende las necesidades locales de clientes europeos e internacionales (no estadounidenses)
Soluciones de datos de mercado completas y autorizadas
Mejorarán la conexión entre Constitución y el centro; lo utilizarán 11 líneas de colectivos
Por Valeria Musse.
Los túneles de la avenida 9 de Julio, con los que se pretende agilizar la circulación de las líneas de colectivos que recorren el Metrobus y evitar congestionamientos, se ponen a punto para mejorar la conexión entre el centro porteño y la plaza Constitución, una zona con mucha concentración de transporte público. Los imponentes viaductos ubicados a la altura de la avenida San Juan quedarán inaugurados los primeros días de junio.
La mayor parte del trabajo ya está terminada. Resta finalizar los detalles de pintura e instalaciones eléctricas para que, en los próximos días, las once líneas que actualmente transitan por los carriles exclusivos de la 9 de Julio puedan sumergirse en el pavimento, hacia el norte o el sur de la ciudad.
La obra requirió una inversión de $ 127 millones. Se construyeron dos viaductos de sentido único y de un carril cada uno, se excavaron 36.000 m3 de tierra y se erigieron 590 pilotes de concreto. Las paredes fueron decoradas por el artista Martín Ron.
Por uno de los túneles circularán los colectivos hacia Retiro. Las líneas 9, 10, 17, 45, 59, 70, 91, 100 y 129 ingresarán en el viaducto desde Bernardo de Irigoyen y volverán a la superficie en la calzada central de la 9 de Julio, poco antes de la calle Carlos Calvo.
En el otro sentido, hacia plaza Constitución, los colectivos ingresarán en el viaducto a la altura de Carlos Calvo y saldrán en el cruce de Lima y Cochabamba. Para evitar cuellos de botella, se separarán dos carriles para el transporte público y uno para los particulares. En este caso, el ramal será utilizado por las líneas 9, 10, 17, 45, 59, 67, 70, 91, 98, 100 y 129.
Los viaductos permiten el sobrepaso entre vehículos ante la detención inesperada de alguno de los colectivos. Tienen una altura de poco más de cuatro metros y una longitud de casi 500. Los túneles se cruzan bajo tierra, a la altura de la avenida 9 de Julio, entre Humberto 1º y San Juan. En ese punto, se concentra el lugar con más profundidad: 6,5 metros.
Voceros del gobierno porteño aseguraron que el proyecto reducirá en un 15% el tiempo de viaje que insumen los colectivos para circular entre el último tramo de la 9 de Julio y Constitución, debido a que omitirán el paso por dos semáforos. Según informaron las empresas que utilizan el corredor ya ganaron un 50% de tiempo cuando se inauguraron los carriles exclusivos. Con este beneficio, los colectivos incrementaron la frecuencia de circulación: de 180 servicios por hora pasaron a 220 rodados cada 60 minutos. Con la construcción de los viaductos, los funcionarios esperan que las compañías puedan tener aún más coches en tránsito.
La obra principal se complementa con la instalación de luminarias LED, sistema contra incendios, turbinas para la ventilación, cámaras de monitoreo y tres bombas asistidas por un grupo electrógeno para la evacuación de agua de lluvia.
¿Por qué Dinamarca quiere acabar con las monedas y los billetes?
Por Jésus Moreno.
Pretende suprimir en 2016 el dinero en efectivo en tiendas de ropa, estaciones de servicio y restaurantes.
Cuando se acuñaron las primeras monedas en Asia Menor, una auténtica revolución se puso en marcha en la historia de la humanidad. Pudo pasarse del trueque a la expansión del comercio por todo el mundo. Pero, ¿tiene sentido mantener el dinero físico 2.600 años después? Cada vez más países y expertos se lo preguntan.
Esta semana el gobierno de Dinamarca sorprendió anunciando que pretende suprimir en 2016 el dinero en efectivo en tiendas de ropa, estaciones de servicio y restaurantes.
Su objetivo a largo plazo es convertirse en el primer país que acaba con las monedas y billetes en circulación.
La medida fue presentada como parte de un paquete de propuestas para fomentar la productividad en los negocios. «El objetivo es eliminar los considerables costes administrativos y financieros que implica el manejo del dinero en efectivo», explica el gobierno danés.
Comentario de EconomiaPersonal.com.ar: Es un enorme peligro eliminar el dinero en efectivo, podemos literalmente vernos inmersos en un mundo orwelliano donde los gobiernos puedan controlar literalmente cada compra, transacción, y movimiento económico, de cada persona.
¿Pero es esto posible? ¿Cuáles serían las ventajas de un mundo sin dinero en efectivo?
En el caso de Dinamarca, no sólo parece probable, sino que el gobierno va ya por detrás de las costumbres de la población.
Todos los adultos del país tienen una tarjeta de crédito, según la Comisión de Pagos Danesa.
Y no sólo eso: los pagos en efectivo han caído un 90% desde 1990. Sólo un cuarto de los pagos se siguen realizando con dinero físico.
Además, según una encuesta nacional, prácticamente todos los comercios minoristas aceptan pagos con tarjetas, e, incluso dos tercios aceptan tarjetas internacionales.
Cuando se plantea la posibilidad de no tener dinero en efectivo, la primera respuesta de la gente puede ser de extrañeza.
Sin embargo, unos momentos después muchos reflexionan: «La verdad. ¿cuánto hace que no llevo dinero en el monedero?». Esa respuesta espontánea de una periodista de BBC Mundo cuando se enteró de las intenciones de Dinamarca, resume bien el sentir de muchos.
«Cambiar los hábitos de pagos de las personas puede ser difícil» al principio, opina el organismo danés ante la posibilidad de implantar algo así en sociedades más habituadas al efectivo.
Sin embargo, los medios de pagos electrónicos cada vez son más habituales.
Algo de lo que es consciente el gobierno de Ecuador.
El sistema de Ecuador
En diciembre de 2014, el gobierno de Ecuador decidió que el país debía ser uno de los pioneros en poner en marcha un sistema de dinero electrónico. Una de sus principales motivos era tratar de paliar la exclusión financiera que sufre gran parte de la población.
Y pensaron que el teléfono móvil podía ser una poderosa herramienta.
En Ecuador «un 40% de la población activa no tiene acceso a una cuenta bancaria», según explica el economista Fausto Valencia, director del proyecto. Sin embargo, casi el 100% de los hogares tiene un teléfono móvil.
Esa iba a ser la correa de transmisión.
El sistema lo gestiona directamente el Banco Central de Ecuador y aseguran que permite que los ecuatorianos realicen transferencias de dinero a otro usuario, pagar en comercios o en los sistemas de transporte. Pronto podrán pagar también así sus trámites con las administraciones públicas.
El funcionamiento es sencillo. Se abre una cuenta desde el teléfono (no es necesario internet) marcando el *153#, se recarga en tiendas y las transacciones se realizan por mensajes.
Desde febrero, cuando las transferencias comenzaron a estar operativas, se han abierto 25.000 cuentas.
Razones para un «futuro seguro» sin dinero físico
Valencia tiene claro que en el futuro no existirá dinero físico en los países. «En países como Dinamarca o Suecia no se tardará mucho, pues no tienen los problemas de pobreza y exclusión que tenemos nosotros y que tratamos de paliar. Pero el dinero electrónico es el futuro, cercano además», sentencia.
Sin embargo, cree que en Ecuador también llegará en un plazo no tan largo: «Estoy seguro de que mis nietos vivirán en una sociedad sin dinero en efectivo».
Aun así reconoce que hay algunas barreras a superar. «En las zonas pobres de Ecuador, tenemos un problema de educación financiera que vamos a tratar de paliar con un proceso de formación para que aprendan a utilizar el sistema», dice Valencia.
Pero, ¿cuáles son las ventajas reales del dinero electrónico respecto al físico?
El efectivo es más caro. Cuesta producirlo, almacenarlo, hay gastos de transporte, existen comisiones por extraerlo del banco, etc.
¿Qué se podría hacer con todo el dinero que cuesta tener el propio dinero en nuestros bolsillos?
Por ejemplo, Ecuador tiene que reponer cada año 1.300 millones de dólares que se deterioran.
A México le costará casi un peso producir cada uno de los 1.320 millones de billetes que necesitará este año, según la revista Excelsior.
Y sus habitantes gastarán unos 2.300 millones de pesos en gastos varios relacionados con adquirir dinero en efectivo, según un estudio de la Universidad estadounidense de Tufts.
El efectivo se alimenta de tiempo. Según los profesores Bhaskkar Chakravorti y Benjamín Mazzota, de Tuffts, cada estadounidense pasa 28 minutos al mes acudiendo al cajero automático. Y el conjunto de los mexicanos pasan 48 millones de horas al año en esta actividad, según su estudio.
El efectivo provoca evasión fiscal. El gobierno estadounidense pierde 100.000 millones de dólares al año por pagos en efectivo que no se declaran, según Chakravorti y Mazzota.
El electrónico es más ecológico. Fausto Valencia, del Banco Central de Ecuador, advierte de los costes medioambientales del dinero físico, tales como contaminación por transporte y las talas de árboles para obtener papel no sólo para el dinero, sino para la burocracia de documentos que genera.
El efectivo es poco higiénico. Ésta es quizá la más sorprendente contraindicación. En 2011, unos investigadores británicos del instituto BioCote llegaron a la conclusión que sacar dinero en un cajero automático te dejaba tan expuesto a bacterias como usar el más horrendo de los baños públicos.
El narcotráfico hace tiempo que desembarcó en el mundo del arte. Pasando por Pablo Escobar, Van Gogh tiene el color de la cocaína. En Uruguay las autoridades siguen con atención este fenómeno.
Botero.
¿Se compra arte para lavar dinero? Sí. ¿Cómo hacen? Los galeristas inflan precios para lavar más dinero. ¿Eso ocurre en Uruguay? Las autoridades responden: “no estamos en el mercado de las grandes firmas y las grandes obras”. Los expertos en el control del lavado de dinero proveniente de actividades ilícitas igualmente tienen la mirada puesta en el mercado de las artes. “Lo tenemos como una zona de riesgo”, dicen desde la Secretaría Nacional de Antilavado de Activos. La Dirección General Impositiva ubicó su radar en esta zona. No hay mucha norma ni marco regulador. “Los galeristas y rematadores deben informar sobre las galerías pero nada más que eso”, explica una fuente del sector controlador de lavado.
Las autoridades saben que el mercado uruguayo es muy chico; está lejos de los mercados de los Van Gogh o de los Picasso. En general se admite que “es muy difícil establecer el valor” de una obra de arte. En esa hendija, sostienen, se puede “colar” el lavado. En Uruguay se ubican como tipologías destacadas para el lavado, el sector financiero, el inmobiliario, el fútbol y más abajo el comercio de obras de arte.
En 2010 hubo un episodio en España –el caso Malaya- que permitió detectar una organización que blanqueaba capitales, empleando entre otras artimañas, el comercio de obras de arte. El episodio repercutió en Uruguay porque un galerista fue acusado de vender obras de Torres García en esa operación. El uruguayo acusado en España declaró que les compraba las obras del maestro a sus herederos y las vendía sin facturas y sin declarar las ganancias ante el fisco español. Así vendió 67 obras por US$ 15 millones.
ESCOBAR, BOTERO Y LOS GALERISTAS
En los años ochenta hubo hasta 20 mil obras confiscadas por el Consejo Nacional de Estupefacientes en Colombia. Ahí se encontraban cuadros de Rubens, dos de ellos pertenecientes al conocido Rasguño (estaban en poder de Luis H. Gómez Bustamante), algunos de Picasso (adquiridos por el capo Pablo Escobar, a quien solían engañar con copias) y muchos boteros.
Virginia Vallejo, ex amante de Escobar, periodista de televisión que no obstante esa relación conservó la credibilidad profesional, publicó información delicada en una columna titulada “Las picardías de Fernando Botero y familia” (http://www.virginiavallejo.com/25.html). En abril de 2012 escribió: “Si hubo alguien que se benefició con el boom de los carteles fue la familia de Fernando Botero; y si hay algo que echó a perder la genialidad de uno de los artistas más importantes del siglo XX fueron, justamente, los millones de sus clientes narcos”. A Botero se le ha imputado vender obra al narco por medio de galeristas, pero él se desmarca rotundamente. Asegura Vallejo: “Luis Fernando Pradilla y Byron López, de la galería El Museo de Bogotá, se inventaron (…) venderles cuadros a los narcos a precios astronómicos. No sólo necesitaban deshacerse de toneladas de cash en Miami, Nueva York, Los Ángeles y Madrid, sino que sus mujeres (…) no podían distinguir entre un cuadro bueno y uno malo, y sólo habían oído hablar de dos pintores: Picasso y (…) Botero”. Un hijo de éste último, ex ministro de Defensa en problemas con la justicia, recibió presuntamente cantidades multimillonarias del crimen organizado en 1994. El pintor declaró haberse distanciado de su hijo cinco años y no tener la culpa de que su obra guste a los traficantes.
El crítico colombiano Oswaldo Agudelo aseguró que en Tijuana, México, el narcotráfico se ha encargado de “inflar” los precios de las obras de arte: “Manda construir mansiones desde Tijuana, Rosarito hasta la Paz… se detona un boom en la adquisición de supuestas obras de arte, (por lo que) los artistas locales han encontrado un nicho perfecto”.
En 2004 artista colombiano Gilberto Terrazas Gaxiola sostuvo que el dinero del narcotráfico provoca el crecimiento en el mercado del arte en Sinaloa y “puede llegar a venderse a precios exorbitantes”. Y se pregunta: “¿Podríamos en la actualidad hablar ya de un concepto llamado ‘narcoarte’?”
EN BRASIL
En 2006, la policía brasileña decide exponer al público 195 obras, decomisadas en 2003, de artistas del modernismo brasileño en el Museo de la República de Brasilia, inaugurado en 2006. Esas obras pertenecían a un grupo internacional de traficantes de droga. La decisión, explicó el perito criminal Sergio Alan López, surge al considerar que “si esas obras quedaran en custodia con la Policía Federal estarían tal vez décadas sin poder ser estudiadas por el público. Los que deben quedar presos son los criminales, nosotros queríamos que fueran expuestas”. Con el decomiso artistas brasileños como Cándido Portinari, Anita Malfatti y Milton Dacosta pueden ser expuestos. Su obra costó muchos millones más de su valor real.
Las principales lácteas del país acumulan pérdidas millonarias
Por Matías Longoni.
Caída de las exportaciones y control de precios. La Serenísima perdió $ 251 millones en el primer trimestre y Sancor, $ 367 millones en los últimos nueve meses.
Entre una caída del negocio de exportación y el estancamiento de las ventas en el mercado interno, la industria láctea pasa por un momento crítico. Buena prueba de ellos son los balances presentados por las dos principales firmas del sector, SanCor y Mastellone, que acumulan rojos millonarios.
Mastellone, que produce bajo la marca La Serenísima, informó que solamente en el primer trimestre de este año sus resultados “arrojan una pérdida antes de impuestos de 251,8 millones de pesos”. El balance de la cooperativa SanCor, en tanto, se refiere a los últimos nueve meses (es decir abarca tres cuartas partes del ejercicio 2014/15). En ese caso el rojo llegó a 367,3 millones.
Consultadas fuentes de ambas compañías, que en conjunto representan cerca del 60% de la industria láctea, surgieron explicaciones que coincidían. Por un lado se menciona la caída de los precios de los productos de exportación, y que llega al 50% respecto de los primeros meses de 2014. Pero un párrafo especial merece la política de control de precios domésticos ejercida por el Gobierno a través del programa Precios Cuidados. En ambas usinas se quejan de que las actualizaciones que les autoriza Comercio van muy por detrás de la suba de sus costos.
En el caso de SanCor, por otro lado, tuvieron un impacto especial las inundaciones registradas en la cuenca lechera ubicada entre Santa Fe y Córdoba. “La cooperativa se diferenció del resto de la industria al sostener el precio pagado a sus productores”, indicó una fuente de la láctea, donde no se muestran alarmados por sus resultados económicos. Por el contrario, destacan que el resultado operativo dio positivo, aunque no fue suficiente para compensar los costos del financiamiento.
En Mastellone, mientras tanto, dijeron que “esperamos para los próximos meses una gradual recuperación de las variables” que la llevaron a este mal resultado actual. Como en SanCor, que pese a las pérdidas ahora recibe la mayor cantidad de leche en cuatro años, los fabricantes de La Serenísima piensan escapar hacia adelante, con una ampliación de la producción. Hace poco se supo que buscaban un socio para “incrementar un 40% el nivel de procesamiento de leche en los próximos 5 años”.
Las elecciones presidenciales siempre enfrentan a los votantes ante el dilema de elegir entre aquéllos candidatos que representan mejor la continuidad de lo que se viene haciendo, o entre quienes son percibidos como mejores abanderados del cambio.
Simplificando, cuando las cuestiones generales del país, y aquéllas vinculadas a la situación económico social resultan positivas para una mayoría de los ciudadanos, triunfa la continuidad.
Cuando la situación general y la economía en particular se muestran negativas para un conjunto mayoritario de la sociedad, gana el cambio. Pero estas opciones difícilmente se presenten tan tajantes.
Muchas veces la sociedad demanda continuidad en algunos temas y cambio en otros, haciendo más compleja la elaboración de una propuesta por parte de los candidatos. De allí la necesidad, para cada uno de ellos, de encontrar la “mezcla” adecuada de continuidad o cambio.
La alquimia justa, la fórmula mágica que les termine generando los votos. Sin embargo, para poder votar entre continuidad, continuidad con cambios, o directamente cambio, resulta clave que el electorado pueda evaluar qué elementos de la continuidad pueden, efectivamente, continuar, y cuáles, más allá de los deseos o voluntades, no podrán seguir, por más promesas de campaña que se realicen. Dos ejemplos relativamente recientes, uno local y otro regional, ilustran el punto.
La elección del 99 en la Argentina enfrentó a dos candidatos que representaban la continuidad con cambios. Sin embargo, diferían entre aquello que proponían cambiar, y aquello que deseaban continuar.
Fernando de la Rúa (paradójicamente un candidato de la oposición) proponía cambiar el estilo y los temas institucionales que dejaba el ciclo peronista, pero insistía en continuar con la convertibilidad, en particular con el “1 a 1”.
Por el contrario, Duhalde representaba la continuidad del “estilo peronista de gobierno”, pero sugería que el 1 a 1 estaba agotado.
La mayoría de los votantes prefirió seguir con la continuidad de la convertibilidad, aunque esa política, como se probó después, ya era insostenible a partir de la devaluación brasileña de principios del 99, la fortaleza del dólar en el mundo y la baja de los precios de los commodities. Todo esto agravado por el fuerte incremento del gasto público, en particular en las provincias, que obligaba a una fuerte deflación de precios y salarios para sostener el 1 a 1. Aquí los electores se equivocaron al votar a favor de una continuidad imposible.
Otro ejemplo ha sido la reciente reelección de Dilma Rouseff en Brasil. La presidenta brasileña prometía, al menos en materia económica, la continuidad. Mientras, el candidato de la oposición, impulsaba el ajuste y el cambio.
Dilma resultó reelecta, pero ni bien reasumió, tuvo que reconocer que la continuidad no era posible, y adoptó, prácticamente, el programa fiscal de su oponente, defraudando a sus votantes y confirmando lo insostenible de sus políticas.
Por lo tanto, para poder votar continuidad, cambio, o continuidad con cambios, resulta fundamental que los ciudadanos puedan conocer que parte de lo que quieren continuar es sostenible o que parte de lo que quieren cambiar es posible.
De lo contrario, los políticos terminan defraudando a sus votantes, o bien con conocimiento de causa, porque mienten respecto de lo que se puede o no se puede continuar.
O bien porque, mal asesorados por sus técnicos, prometen cosas que, luego, resultan incumplibles. En ambos casos, pierden popularidad, legitimidad y capacidad para gobernar.
Es aquí donde conviene introducir el tema de “la trampa populista”.
En efecto, después de años de populismo, una parte importante de la sociedad argentina se ha acostumbrado a una política económica que, a estas alturas, resulta ya insostenible en el tiempo y que requiere de malabarismos de todo tipo para durar unos meses más.
Pero el relato oficial resalta como logros permanentes, beneficios que se están agotando y cuyos costos habrá que pagar, indefectiblemente, más temprano que tarde.
Lo que el gobierno llama “la reelección del proyecto”, al menos desde la economía, resulta, básicamente, una utopía irrealizable. No se puede, simultáneamente, seguir manteniendo precios artificiales para los servicios públicos, récord de gasto, récord de presión impositiva, financiamiento monetario del déficit fiscal, y un valor artificial del dólar sostenido por restricciones, cuotas, prohibiciones, endeudamiento voluntario u obligado, sin profundizar la recesión, el estancamiento del empleo privado, la pérdida de competitividad por deterioro de la infraestructura, el desplome del comercio exterior y de la inversión.
Mucho menos bajo un escenario global, que reintroduce la fortaleza del dólar y bajas en los precios de los commodities. Quienes quieran testear la “continuidad” de estas políticas, pueden ver en la Venezuela de hoy, la Argentina de mañana.
En este contexto, entonces, resultará imprescindible que quienes compitan por la presidencia en las próximas elecciones puedan debatir y aclarar a los votantes que cosas concretas pueden continuar y cuales tendrán que cambiar.
En el campo específico de la política económica no hay una elección entre continuidad o cambio. La elección es entre distintas alternativas de cambio y con distintos ritmos, costos y beneficios.
Si la continuidad ha tenido como resultado la situación actual, la continuidad es parte del problema, no de la solución.
Si queremos retomar, en serio, una senda de progreso, los argentinos, más allá del marketing político, tenemos que ir a votar, teniendo claro que cosas resultan imposibles de continuar, y qué cambios resultan imposibles de postergar. Y poder evaluar, en ese contexto, quienes están mejor capacitados para la tarea y qué mecanismos proponen para aliviar los costos para los sectores más débiles, del fin de las fantasías del “modelo”.
Después de un largo período de artificialidades y mentiras populistas, la Argentina necesita un debate serio y realista de lo que se deberá enfrentar, al menos en el corto plazo.
Las extraordinarias potencialidades que presenta el país, sólo podrán desarrollarse, una vez que se dejen atrás estos años de relato vacío.
Después de tanta estadística distorsionada y exóticas teorías conspirativas, resulta imprescindible que, frenado el viento de cola, empiece a soplar entre nosotros, un poco del aire fresco de la verdad.
Un médico, que había contraído la enfermedad en Sierra Leona, generó una severa inflamación en uno de sus ojos varios meses después de curado. Los doctores quedaron en shock al descubrir la causa.
El virus del ébola.
Por primera vez, se hallóébola en los ojos de un paciente meses después de que el virus fuera eliminado de su sangre.
Se trata de un médico estadounidense, Ian Crozier, de 43 años, quien fue diagnosticado con ébola en septiembre mientras trabajaba con la Organización Mundial de la Salud (OMS) en Sierra Leona.
Fue atendido en la unidad especial para pacientes con ébola en el Hospital de la Universidad Emory en Atlanta, y dado de alta en octubre, cuando el virus ya no era detectado en su sangre.
Dos meses después, Crozier empezó a tener problemas en un ojo. En el izquierdo. Le ardía, tenía sensibilidad a la luz, su visión había cambiado de 20/15 a 20/10, y tenía la sensación de tener algo adentro.
La presión ocular era tan alta que amenazaba su visión. Le diagnoticaron uveítis: una inflamación severa del ojo, pero cuando tomaron una muestra de fluidos oculares quedaron en shock al comprobar que la causa de la inflamación era un virus: el del ébola.
El líquido ocular contenía el virus, pero las lágrimas y el tejido exterior del ojo no.
Ello indica que el contacto casual con un sobreviviente del ébola no representa un riesgo para la salud, pero muestra que necesitan revisarse por problemas oculares, dijo el médico que lo atendió.
«Crozier todavía no recupera del todo la vista, pero sigue mejorando«, agregó el oftalmólogo.
El doctor Jay Varkey, especialista en enfermedades infecciosas en Emory, dijo que los que cuidaron de Crozier utilizaron equipo protector y durante semanas se revisaban ellos mismos en busca de síntomas de ébola, como medida de precaución.
Los médicos hablaron del caso en la conferencia de la Asociación de Investigación de la Visión y Oftalmología realizada el jueves en Denver, mientras que la revista médica New England Journal of Medicine lo publicó en internet.
Pero ¿por qué el virus se alojó allí? Los ojos son para el virus un reservorio donde esconderse, una parte del cuerpo que está bastante aislada del sistema inmunológico. Una vez allí, el virus se replica, pero no se expande al resto del cuerpo. Es como encontrar la única habitación tranquila en una fiesta, explicaron los médicos.
El ébola ha infectado a más de 26.000 personas desde diciembre de 2013 en el occidente de África. Algunos sobrevivientes han reportado problemas oculares, pero se desconoce qué tan frecuentemente ocurren. También se cree que el virus permanece en el semen durante varios meses.
A Fayt no se le mueve un pelo, son los viejos los ofendidos
Por Enrique Arenz.
Carlos Fayt
Cuando Alfonsín le ofreció a Fayt el cargo de ministro de la Corte Suprema de Justicia, el prestigioso jurista aceptó, le agradeció y antes de despedirse le pidió: “Por favor, doctor, borre mi teléfono de su agenda porque no lo voy a atender nunca”. Y así lo hizo con todos los presidentes que se sucedieron hasta ahora (si no me equivoco, nueve o diez, algunos transitorios como Rodríguez Saá, otros fugaces, como Caamaño).
Sus fallos fueron siempre justos, equilibrados, racionales y transparentes. Jamás se plegó a mayoría automática alguna y en el salón de acuerdos defendió apasionadamente y con argumentos jurídicos irrebatibles sus disidencias con aquellas mayorías. Nunca funcionario alguno pudo ni siquiera acercársele para presionarlo. Fue siempre independiente, libre e indómito. Y profundamente respetado por sus colegas, discípulos de la Universidad y hombres del Derecho.
Escribió treinta y cinco libros que han estudiado generaciones de abogados, fiscales y jueces. (Leer nota de La Nación del año pasado: “No le debo nada a ningún presidente”). Contó una vez: “Mi tesis doctoral en la Universidad de Buenos Aires criticaba la reforma constitucional que aprobó Perón en 1949. Los jurados no me quisieron tomar el examen y tuve que escribir otra tesis”.
Un juez así tenía que chocar tarde o temprano con algún presidente autoritario, ignorante y poco respetuoso de las instituciones republicanas, con lo ha sido Néstor Kirchner y lo es, y fue siempre, su viuda y actual presidente. Mientras no lo necesitaron, lo ignoraron, lo soportaron, se bancaron algunos fallos en disidencia, como en el caso de la ley de Medios, pero al irse Zaffaroni y con el fallecimiento de otros dos ministros, Fayt se les hizo imprescindible. Entonces decidieron golpearlo sin consideración ni respeto. “A este viejo lo soplamos un poco y se cae solo”, debieron de pensar los muy ingenuos.
Como no tenían nada de qué acusarlo, decidieron culparlo de ser un viejo. “Casi centenario”, dijo la doctora en un discurso por cadena nacional, “Una momia”, lo calificó Hebe de Bonafini; “Que demuestre su aptitud psicofísica”, lo desafió el ex prófugo del baúl Aníbal Fernández.
Pero de poco les sirvieron estas indignidades. Fayt es un hombre valiente, tenaz que tiene un notable sentido del humor y que luego de su larga vida de jurista y maestro del Derecho está de vuelta de los avatares de la pequeñez humana y la vileza política. Les mandó decir por su abogado, el doctor Rizzo: “Voy a hacer lo que yo quiera, no lo que quiere Aníbal. Si sigo con vida y estoy bien pienso quedarme en la Corte diez años más”. (Tomá pa’ vos, diría Johnny Allon).
Se cuenta además una anécdota genial (aunque su veracidad no está demostrada, pero los mitos también valen para enfrentar la ignominia): cuando Aníbal y otros sujetos de esa ralea que se llama “el proyecto” le sugirieron que saliera a la calle y se hiciera ver para demostrar su capacidad cognitiva, Fayt contestó: “No hay problema, pero con una condición, que la doctora Fernández me muestre primero su título de abogada”.
Él se mata de la risa. No lo van a ablandar ni a asustar con bravuconadas, escraches y otros recursos fascistoides de vuelo tan gallináceo, porque Fayt no tiene cola de paja, no esconde muertos en el placard, jamás tuvo una vida privada indecorosa, vive austeramente y nunca se dedicó a acumular una fortuna, si es que esto último fuera condenable, que no lo es, por supuesto.
No, no es al doctor Fayt a quien este gobierno ofende. Él está demasiado arriba, en la estratósfera moral, para que le lleguen los picotazos de estos pollos en furiosa retirada. A quienes este gobierno inepto y poco inteligente está lastimando injustamente es a todos los viejos de la Argentina, que son millones. ¡Son ellos, nuestros viejos, los que hoy acusan el golpe feroz de este inaudito ultraje a la ancianidad! Y también debiera sentirse lastimado el amigo de Cristina, el papa Francisco, que predica contra la cultura del descarte de los ancianos, y que suele repetir: “Tener un abuelo sabio en casa es lo mejor que le puede pasar a una familia. Aquí lo tenemos a Benedicto, nuestro anciano y sabio consejero que vive con nosotros”.
Si los ancianos de la Argentina tenían sobrados motivos para repudiar a este gobierno, ya sea por las jubilaciones que perciben la mayoría de ellos, inferiores a los salarios de un presidiario, o por los impuestos a las ganancias que les hacen pagar a otros, como si la jubilación fuera una ganancia y no el reintegro de aportes realizados durante una vida, o bien por la escandalosa atención del PAMI, más parecida a una tenebrosa metáfora de la eutanasia que a una institución de atención de la salud para la tercera edad; si ya tenían suficiente con todo eso, ahora han sumado una nueva causa de rechazo y abominación: este gobierno también desprecia a los viejos porque considera que no tienen aptitud psicofísica ni condiciones cognitivas, en una palabra, que no sirven para nada.
Pero esto demuestra que el gobierno no sólo es insensible ante el drama de la ancianidad en la Argentina, sino que ni siquiera tiene la inteligencia de no irritar a los viejos más de lo que ya están, porque su voto también vale, y no hay que olvidar que mientras muchos jóvenes dejan de cumplir su obligación cívica, ellos suelen ir a votar aunque sea con muletas y marcapasos.