El futuro de Guyana

noviembre 4, 2019

Cuál es el pequeño país de América que crecerá 86 por ciento en 2020

Tiene 780 mil habitantes. La estimación fue hecha por el Fondo Monetario Internacional y se basa en el petróleo

Vista panorámica de Georgetown, capital de Guyana (Shutterstock)
Vista panorámica de Georgetown, capital de Guyana

Comparte fronteras con BrasilVenezuela Surinám. Es el único cuya población habla inglés y el más chico de América del Sur. Pero su proyección de crecimiento en 2020 alcanza el 86 por ciento de acuerdo a un estudio del Fondo Monetario Internacional (FMI). Se trata de Guyana, la pequeña nación en el norte del subcontinente que podría convertirse -en pocos años- en una potencia de la economía mundial, de acuerdo a diferentes análisis.

La explosiva expansión de su Producto Bruto Interno (PBI) para el año entrante fue reportado por el organismo internacional de crédito. Pero no es el único que hace futurología respecto al boom económico explicado gracias a un descubrimiento: el petróleo. Hace pocos meses el embajador de los Estados Unidos en Georgetown, Perry Holloway, señaló: “Muchas personas aún no entienden lo grande que es esto. En 2025, el PIB aumentará entre un 300% y un 1.000%. Esto es gigantesco. Será el país más rico del hemisferio y, potencialmente, el país más rico del mundo«.

Actualmente, Guyana es la economía número 161 por volumen de su producto bruto. Su deuda pública en 2018 fue de alrededor de 2 mil millones de dólares, con una deuda del 52,94% del PIB. Esos números podrían pronto quedar en el pasado.

Cataratas de Kaieteur en el Parque Nacional Potaro (Shutterstock)
Cataratas de Kaieteur en el Parque Nacional Potaro
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Cataratas de Kaieteur en el Parque Nacional Potaro (Shutterstock)
Cataratas de Kaieteur en el Parque Nacional Potaro

Su expansión económica sería 40 veces mayor que la que se espera de los Estados Unidos. “La razón por la que el FMI está proyectando (esos datos) es porque Guyana tiene la mayor cantidad de petróleo por persona individual de cualquier país del mundo”, dijo Natalia Hidalgo, analista independiente a la cadena de noticias CNBC. La especialista hace una comparación abrumadora: Arabia Saudita tiene una reserva de 1.900 barriles por cada habitante; Guyana, 3.900.

ExxonMobil -el principal operador petrolero del país- aseguró haber descubierto una reserva que equivale a más de 5.500 millones de barriles de petróleo bajo las aguas del país en el Océano Atlántico.

Pero no todo brilla. El mayor desafío de Guyana no es extraer el crudo de las profundidades del mar, sino combatir la corrupción que corroe sus instituciones. “Las dificultades económicas, las debilidades institucionales, las ineficiencias de la justicia penal, así como las fracturas raciales en la sociedad, proporcionan un terreno fértil para la corrupción”, indicó un informe de Transparencia Internacional.

Sin embargo, el FMI es optimista: “El comienzo de la producción de petróleo en 2020 presenta una oportunidad para aumentar el capital y el gasto actual a un ritmo medido a mediano plazo para abordar las brechas de infraestructura y las necesidades de desarrollo humano, al tiempo que atenúa las preocupaciones de sostenibilidad de la deuda al mismo tiempo”, señaló otro informe de mediados de año.

Vista panorámica del Palacio gubernamental en Georgetown, capital de Guyana (Shutterstock)
Vista panorámica del Palacio gubernamental en Georgetown, capital de Guyana

Otro de los riesgos que podría enfrentar Guyana es el reclamo que Venezuelahace de gran parte de su territorio, casi tres cuartas partes. Las hostilidades crecen. Surinam exige una “devolución” de otro tercio. Desde que se conoció la riqueza de sus aguas, la situación se ha acelerado. Actualmente, su principal actividad económica es la agricultura, que ocupa la mayor parte de la población activa.

Pero además de la corrupción y la amenaza chavista, los inversores deberán lidiar con otro problema: el bajo nivel de instrucción de la población. Para ello, las universidades están actualizando su currícula e incentivando a los estudiantes a volcarse a carreras que tengan que ver con el desarrollo futuro del país. A la escasez de ingenieros, algunos también agregan los bajos salarios en general.

Guyana bandera

Fuente: infobae, 04/11/19.

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La Argentina y el regreso del Peronismo

noviembre 4, 2019

Argentina no tiene solución

Por Lorenzo Bernaldo De Quirós.

Con una Argentina al borde del colapso financiero, el retorno al poder del peronismo kirchnerista es una verdadera tragedia para la república austral y para una Latinoamérica inmersa en una ola de revueltas desestabilizadoras contra las democracias de la región. Dicho esto, la derrota de Macri era la crónica de una muerte anunciada. Su estrategia gradualista, orientada a modernizar y reformar la economía, estaba condenada al desastre. Cuando un gobierno con vocación reformista se enfrenta a una montaña de problemas como los heredados de quienes ahora han vuelto a la Casa Rosada y en un país infectado desde hace décadas por el populismo, la única política con opciones de éxito es una terapia de choque, una radical ruptura con el statu quo, nunca el gradualismo.

Por añadidura, el Gabinete Macri tampoco instrumentó su programa gradualista. Ni aplicó una mínima disciplina presupuestaria ni introdujo reformas estructurales, y sucumbió a la tentación de todos sus predecesores: acumular un exceso de deuda externa para compensar la debilidad económica y financiera interna. En paralelo, la renuncia a recortar el gasto público exigió recurrir al Banco Central para financiarlo, desencadenando un vigoroso crecimiento de la inflación y destruyendo la credibilidad de la autoridad monetaria. En este contexto, la desaceleración económica global y la huida a la calidad de los inversores internacionales colocaron a Argentina en una posición de insolvencia. Macri se vio forzado a solicitar ayuda al FMI, la mayor concedida por esta institución en su historia, para evitar la bancarrota. Pero tampoco con la asistencia del FMI el Gabinete Macri hizo nada para reencauzar la situación y restaurar la confianza. La suerte estaba echada.

La nueva Administración se enfrenta a un escenario definido por la entrada en una aguda recesión, por una carrera alcista de la inflación con serias posibilidades de desembocar en una hiperinflación y, en consecuencia, con un seguro incremento de la pobreza. Esta coyuntura ha de ser abordada por un Ejecutivo cuyos instintos y cuya historia son los propios de un populismo radical en un país de tradición populista. El desengaño generado por el centroderecha se va a utilizar/interpretar como el fracaso de un liberalismo que jamás se aplicó. Esto abona la puesta en marcha de medidas que sin duda alguna tendrán un efecto demoledor sobre la economía y sobre la sociedad argentinas pero cuyo mensaje para la opinión pública es evidente: no hay alternativa al modelo colectivista. La única esperanza es que, como a Saulo camino de Damasco, Adam Smith se aparezca ante el nuevo presidente, este caiga del caballo populista y vea la luz.

El peronismo destruyó el sistema político y económico de un país que había sido libre y próspero

Joma
Joma (Joma)

La opción de convertir Argentina en una democracia similar a la existente en los estados occidentales se ha volatilizado y todo indica que por mucho tiempo. Si bien la responsabilidad de la frustración de esa expectativa tiene un responsable inmediato, el Gabinete Macri, su origen viene de mucho antes. Es la consecuencia de una acumulación de errores, de delitos y efímeras ilusiones, como señala Juan José Sebreli en su lúcido ensayo Crítica de las ideas políticas argentinas . ¿Qué sucedió para que una de las naciones más ricas del mundo a comienzos del siglo XX se embarcase cincuenta años después en una trayectoria de declive que jamás ha logrado superar? ¿Cómo es posible que una población culta y educada haya apoyado durante decenios y siga haciéndolo opciones que la acercan cada vez más a lo que fue el tercer mundo? La respuesta es clara y meridiana…

El peronismo destruyó un sistema político y económico que con sus virtudes y con sus defectos había hecho de Argentina uno de los países más libres y prósperos del planeta. Sin duda, era imperfecto y necesitaba ser reformado, pero fue sustituido por un esquema estatocorporativista, inspirado en el fascismo italiano, que agrupó a todas las corrientes antiliberales argentinas, desde la extrema derecha ­nacionalista hasta la izquierda radical. Desde el poder se construyó un modelo clientelar, autoritario y, por su propia naturaleza, corrupto que se ha mantenido incólume tanto con gobiernos dictatoriales como democráticos, convirtiéndose de facto en un componente del ADN argentino. Ni siquiera el PRI mexicano logró ese éxito. Se tuvo que ajustar a los tiempos. El peronismo no ha tenido necesidad de hacerlo.

Si bien es verdad que la decadencia de Argentina es una constante desde hace medio siglo, sus ciudadanos, contra toda evidencia empírica, se sienten diferentes y, en buena medida, superiores al resto de los latinoamericanos. Lo paradójico es que ese sentimiento sólo es explicable por la grandeza pasada del país, encarnada por una democracia liberal que el peronismo destruyó y de la que nadie se acuerda ni nadie reivindica. El justicialismo ha logrado compensar el potencial síndrome del gigante empequeñecido, típico de los grandes países en declive, con el nacionalismo y con la constante búsqueda de factores externos que explican el declive del país y liberan a los argentinos de cualquier responsabilidad sobre su suerte. Si a ello se une que casi la mitad del país, 21 millones de per­sonas, vive del Estado, el círculo se cierra y la ensoñación permanece.

Es impensable que el nuevo gobierno populista ponga en práctica las reformas necesarias

La tentación del presidente electo y de su Gabinete será emprender una fuga hacia delante. Es impensable que el matrimonio Fernández-Kirchner ponga en práctica el programa económico que Argentina precisa. Esta opción ha quedado desacreditada tras el fiasco de la Administración Macri, y más con la participación del FMI, institución odiada en la república austral. En este marco, el riesgo real es una acentuación de la estatización y del cierre al exterior de la economía, acompañada por una alianza con las fuerzas y estados que en la actualidad están involucrados en el proceso de desestabilización que azota a las frágiles democracias de la región.

Esa hipótesis es, por lo demás, muy atractiva para un país que siempre ha aspirado a desempeñar un papel relevante en la antigua América española. Sin base económica para hacerlo, lo hará enarbolando las banderas de la lucha contra el imperialismo capitalista. Esta será además su seña de identidad frente a su gran adversario histórico en el Cono Sur, Brasil, gobernado además por un enemigo ideológico, Bolsonaro, símbolo de la peor derecha capitalista. Cuando la casa se incendia y no se está dispuesto a apagar el fuego, sino a arrojar más gasolina sobre él, la opción racional es extender el incendio. Malos tiempos para Argentina y para toda Hispanoamérica.

Fuente: lavanguardia.com, 01/11/19.

CFK y AF caricatura

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¿Es posible una Convención de Ginebra digital?

noviembre 4, 2019

¿Se puede regular la ciberguerra?

La negociación de tratados de control de ciberarmas es problemática, pero eso no impide la diplomacia.

Por Joseph S. Nye.

Que un conflicto se salga o no de control depende de la capacidad para comprender la escala de las hostilidades y comunicarse en relación con ella. Por desgracia, cuando se trata de conflictos cibernéticos, no hay un acuerdo respecto de su escala o de cómo se relacionan con las medidas militares tradicionales. Lo que algunos consideran un juego o batalla aceptables de común acuerdo puede no parecerle lo mismo al otro lado.

Hace un decenio, Estados Unidos usó acciones de cibersabotaje en vez de bombas para destruir instalaciones iraníes de enriquecimiento de uranio. Irán respondió con ciberataques que destruyeron 30.000 computadoras de Saudi Aramco y afectaron a bancos estadounidenses.

Ejército   nuevo rifle que dispara como un tanque nuevo rifle capaz de disparar con la presion equivalente a un tanque de guerra armas armamento

En junio de este año, tras la imposición de paralizantes sanciones por parte del gobierno del presidente estadounidense Donald Trump, Irán derribó un vehículo aéreo no tripulado (dron) estadounidense de vigilancia; la acción no provocó bajas.

Al principio Trump planeó responder con un ataque misilístico, pero lo canceló a último momento y optó por un ciberataque que destruyó una base de datos clave que usa el ejército iraní en sus acciones contra buques petroleros. Una vez más, hubo costos, pero no bajas. A continuación Irán ejecutó (en forma directa o indirecta) un elaborado ataque con drones y misiles crucero contra dos importantes instalaciones petroleras sauditas. Si bien parece que no hubo víctimas mortales, el ataque supone un considerable aumento de los costos y los riesgos.

El problema de las percepciones y del control de una escalada no es nuevo. Desde 1945, las armas nucleares han servido como una bola de cristal en la que los líderes pueden tener un atisbo de la catástrofe implícita en una guerra a gran escala. Tras la crisis de los misiles cubanos en 1962, los líderes aprendieron la importancia de la desescalada, de la comunicación en el contexto del control de armas y de los protocolos para el manejo de conflictos.

Pero la tecnología cibernética no tiene los efectos claramente devastadores de las armas nucleares, y eso plantea un conjunto diferente de problemas, porque no hay aquí una bola de cristal. Durante la Guerra Fría, las grandes potencias evitaron enfrentamientos directos, pero en la ciberguerra no ocurre lo mismo. Aun así, la amenaza de un Pearl Harbor cibernético ha sido exagerada.

Estados Unidos reveló el sofisticado sistema de defensa para sus satélites

La mayoría de los ciberconflictos se dan por debajo del umbral establecido por las reglas del conflicto armado. No tienen consecuencias letales, sino económicas y políticas. No es creíble amenazar con una respuesta nuclear al robo chino de propiedad intelectual o a la interferencia rusa en elecciones.

Según la doctrina estadounidense, la disuasión puede (o no) ir más allá de una respuesta cibernética. Estados Unidos responderá a ciberataques con medidas en una variedad de ámbitos o sectores, con cualquier arma que elija, en proporción al daño hecho. Esto puede ir desde la denuncia pública, pasando por las sanciones económicas, hasta las armas cinéticas. Hace unos meses, se habló de una nueva doctrina de “combate permanente” (persistent engagement) como algo dirigido no sólo a impedir ataques, sino también a reforzar la disuasión. Pero en general, el solapamiento técnico entre piratear una red para reunir datos de inteligencia o impedir un ataque y hacerlo para ejecutar operaciones ofensivas hace difícil distinguir entre escalada y desescalada. En vez de confiar en la negociación tácita (como insisten a veces los proponentes del “combate permanente”), la limitación de la escalada puede demandar vías de comunicación explícita.

Al fin y al cabo, no podemos dar por sentado que tenemos experiencia suficiente para comprender lo que es una conducta competitiva aceptable de común acuerdo (agreed competition) en el ciberespacio o que podemos estar seguros del modo en que se interpretarán acciones ejecutadas en las redes de otros países. Por ejemplo, la ciberinterferencia rusa en las elecciones estadounidenses no fue una conducta competitiva aceptable. Con un dominio tan novedoso como el cibernético, la comunicación abierta en vez de meramente tácita puede ampliar nuestra limitada comprensión de los límites.

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La negociación de tratados de control de ciberarmas es problemática, pero eso no impide la diplomacia. En el dominio cibernético, la diferencia entre un arma y algo que no lo es puede reducirse a una sola línea de código; o el mismo programa puede usarse para fines legítimos o maliciosos, según la intención del usuario. Pero aunque eso impida la verificación de tratados de control de armas en un sentido tradicional, aun así debería ser posible fijar límites al empleo de ciberarmas contra ciertos tipos de blancos civiles (más que a las armas en sí) y negociar protocolos que limiten el conflicto. En cualquier caso, mantener la estabilidad estratégica en el ciberespacio será difícil. Como la innovación tecnológica allí es más rápida que en el ámbito nuclear, la ciberguerra se caracteriza por un mayor temor recíproco a sorpresas.

Pero con el tiempo, una mejora de la atribución forense puede reforzar el papel del castigo; y una mejora de la defensa por medio de la encriptación o el aprendizaje automático puede reforzar el papel de la prevención y la denegación de ataque. Además, conforme estados y organizaciones lleguen a comprender mejor las limitaciones e incertidumbres de los ciberataques y la creciente importancia del vínculo entre Internet y su bienestar económico, los cálculos de costo‑beneficio respecto de la utilidad de la ciberguerra pueden cambiar.

Pero por ahora, la clave para la disuasión, la gestión de conflictos y la desescalada en el dominio cibernético es reconocer que todos todavía tenemos mucho que aprender.

Fuente: Clarín, 04/11/19.

Más información:

La amenaza de las ciberguerras

ciberguerra

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