Pagarse primero a uno mismo, el hábito de los triunfadores

julio 4, 2025

Por Gustavo Ibáñez Padilla.

Hay una verdad incómoda en el mundo de las finanzas personales que muchos prefieren esquivar como el humo de un cigarro en una habitación cerrada: si esperás a ahorrar después de gastar, nunca vas a ahorrar. Así de simple. Así de brutal. Así de real.

“Pagarse primero a uno mismo” no es un mantra vacío ni una frase de autoayuda. Es, posiblemente, la piedra angular de una economía personal sana. No se trata de egoísmo financiero, sino de orden, de visión, de respeto por uno mismo. Porque si no te priorizás vos, ¿quién lo va a hacer?

El humo que no deja ver

Imaginemos una escena cotidiana. Cobrás tu sueldo, pagás el alquiler, las expensas, la tarjeta de crédito, hacés las compras del mes, algún gustito merecido y… cuando vas a mirar tu cuenta, no queda nada. Tal vez unos pesos. ¿Ahorro? Bien, gracias.

Ese humo mental -ese autoengaño de que más adelante ahorrarás, de que cuando ganes más recién entonces vas a empezar- es el que impide que veas con claridad lo que realmente está pasando: estás trabajando para todos menos para vos.

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¿De qué se trata, realmente?

Pagarse primero es tomar una decisión consciente y práctica: antes de cubrir gastos, destinar un porcentaje fijo de tus ingresos al ahorro o la inversión. Antes de que el dinero se te escape como agua entre los dedos. Es asegurarte que parte de lo que ganás trabaje para vos en el futuro, y no para apagar fuegos en el presente.

No es nuevo. El empresario estadounidense Warren Buffett lo resumió así: “No ahorres lo que queda después de gastar. Gastá lo que queda después de ahorrar”. No es poesía, es estrategia.

Un ejemplo que habla

Supongamos que ganás el equivalente a mil dólares al mes. Decidís pagarte primero un 15%: U$S 150 van directo a una cuenta separada, intocable. Lo hacés ni bien cobrás. Luego, pagás tus cuentas, comprás lo necesario, incluso te das algún gusto. Pero ya sembraste la primera semilla.

Ese dinero -que no está al alcance de tus tentaciones cotidianas- puede crecer en una inversión conservadora y también alimentar un fondo de emergencia. A fin de año, sin contar intereses, habrás ahorrado 1.800 dólares. Con intereses compuestos, la historia se pone mucho más interesante.

¿Por qué funciona?

Porque convierte el ahorro en un hábito, no en una ilusión. Porque te saca del modo supervivencia. Porque transforma tu relación con el dinero. Y, sobre todo, porque te da opciones, grados de libertad.

Cuando tenés un fondo de emergencia, no dependés de la tarjeta de crédito. Cuando invertís desde temprano, el tiempo juega a tu favor. Cuando te protegés con un seguro de vida, cuidás a los tuyos con visión y responsabilidad. Es una cadena de decisiones que se activa con un solo gesto: priorizarte.

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El humo de las excusas

Claro que surgen objeciones: “no me alcanza”, “es imposible ahorrar con lo que gano”, “cuando mejore mi situación, empiezo”. Pero la realidad es que la mayoría de las personas no tiene un problema de ingresos, sino de prioridades.

Una buena meta para empezar es fijar como mínimo un 15% de los ingresos como meta de ahorro e inversión. Si podés incrementar el porcentaje resulta aún mejor. Una austeridad razonable hoy te permitirá disfrutar de tranquilidad en el futuro.

Automatizar para no tentarse

Un paso clave para cumplir con este principio es automatizar el proceso. Configurá una transferencia automática desde tu cuenta principal hacia una cuenta separada -puede ser una caja de ahorro, el pago de la prima de un seguro de vida universal, un fondo común de inversión o una billetera virtual (que no uses para gastos diarios)- apenas recibís el ingreso. Si no lo ves, no lo gastás. Es una forma de protegerte de vos mismo.

La protección también es pagarte primero

Pagarte primero no solo significa ahorrar e invertir. También implica proteger tu futuro y el de tu familia. Una cobertura de vida no es un gasto, es una inversión en tranquilidad. Es el acto maduro de considerar que si vos faltás, tu familia no debería caer en la ruina financiera. Es, otra vez, priorizar. Recuerda: el seguro de vida es uno de los pilares fundamentales de tus finanzas personales y de tu patrimonio familiar. No lo postergues, conseguilo hoy mismo, te resultará más accesible y acumularás un capital mayor.

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No todo es dinero: también es libertad

Al final del día, no se trata de acumular millones. Se trata de comprar tiempo. De no depender de un jefe tóxico. De no tener que elegir entre pagar un medicamento o un alquiler. De jubilarse sin miedo, o emprender sin cadenas.

Eso es la verdadera libertad financiera. No tener millones, sino tener margen. Y ese margen se construye con constancia, no con milagros. Vale la pena recalcar que la libertad financiera es un camino no un destino. Debes persistir en ella toda la vida.

La decisión es ahora, no mañana

La diferencia entre quienes logran estabilidad financiera y quienes viven al borde del abismo no siempre está en el ingreso, sino en el comportamiento. Pagarse primero es un acto de rebeldía lúcida contra un sistema que nos empuja a consumir antes de pensar. Es elegir sembrar antes que derrochar. Es entender que el primer peso ganado no se gasta: se guarda, se invierte, se protege.

En palabras del economista y matemático Nassim Taleb: “Robustez financiera no es tener mucho dinero, sino no depender del flujo constante de ingresos para sobrevivir”. Y eso, justamente, empieza cuando te pagás primero.

No esperes a ganar más. No esperes a tener “espacio”. No esperes al momento ideal, porque ese momento es ahora.

Ahorrá, invertí, protegé tu patrimonio desde el primer billete que llegue a tus manos. Porque si no te pagás primero vos, el mundo encontrará mil formas de quedarse con tu esfuerzo.

Y eso, amigo lector, sería el verdadero desperdicio.

Fuente: Ediciones EP, 04/07/25.

Información sobre Gustavo Ibáñez Padilla


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