Historia de la Estrategia

octubre 22, 2014 · Imprimir este artículo

Décalogo de los mejores estrategas

Por Jorge Castro.

Lawrence Freedman. El analista británico sostiene en su libro que gana una guerra quien puede crear poder y sobrevivir en una situación desfavorable.

Lawrence Freedman, el más grande estratega británico contemporáneo, señala en su libro Strategy. A history que la clave de la concepción estratégica y de la teoría de la guerra de Clausewitz es su visión de la tríada constitutiva del fenómeno bélico: la violencia primordial, representativa del actor-pueblo; la creatividad del jefe militar, dotado de un criterio probabilístico y capacidad de decisión; por último, el predominio de la racionalidad del Estado, que es la inteligencia encarnada en la guerra.

Para Freedman, cada Estado, como expresión de un pueblo, tiene su propia e intransferible historia y por lo tanto su particular trinidad en la guerra.

Lo fundamental de la concepción de Clausewitz no es la idea de que la guerra es una continuación de la política por otros medios, sino que plantea la subordinación completa de la estrategia respecto de la política. O mejor, que transforma a la estrategia en una rama de la política como inteligencia encarnada del Estado.

Ocurre que, para Clausewitz, la estrategia adquiere un carácter decisivo cuando la política ingresa en la fase de ejecución, tanto en la paz como en la guerra.

Freedman agrega que la política, en su fase estratégica, “pura ejecución”, tiene necesariamente una dimensión espacial, por eso denominada geopolítica.

Clausewitz señaló que para Napoleón la estrategia es el arte de usar el tiempo y el espacio para “golpear con una fuerza superior en el momento decisivo”.

Pero lo fundamental es el tiempo, no el espacio. “El espacio que se pierde se puede recuperar. Pero el tiempo que se pierde, no se recupera jamás”, advirtió Bonaparte.

ajedrezPor eso la estrategia es actividad y energía. “Mi primera regla estratégica es que yo combato y después veo.” La empresa napoleónica concluyó en Rusia (1812), derrotada por la superior estrategia del ejército del zar (Kutúzov), que cedió el espacio para ganar tiempo.

La única batalla de la campaña rusa (Borodino), la ganó Napoleón, pero al sumergirse en las inmensidades rusas, perdió fue la guerra.

La cuestión fundamental para Freedman es que la estrategia es una rama de la política. De ahí que elogie a Winston Churchill, cuya estrategia durante la Segunda Guerra Mundial era esencialmente política, no operativa-militar.

Para Churchill, la estrategia no era un plano trazado con precisión y de antemano hacia la victoria. Era sí, una visión holística e instantánea, con un principio y un final, dotada de una nítida visión del conjunto y de cada una de las partes. Una estructura básica, de grandes y elementales trazos, apta para enfrentar los acontecimientos y advertir las nuevas posibilidades.

En esa estructura fundamental, el elemento primero y decisivo era la participación de EE.UU. en la guerra.

En la noche del 8 al 9 de diciembre de 1941, Churchill es despertado en la madrugada en su búnker de Londres. Es un joven ayudante naval, que le entrega tembloroso un telegrama proveniente de Washington. Informaba que la flota estadounidense del Pacífico había sido hundida. Dice Churchill en las Memorias de guerra : “Cerré la puerta y lloré de alegría: la guerra está ganada. EE.UU. ha ingresado en ella. Después de todo, no hemos sido barridos. Nuestra historia no llegará a su fin.” La teoría de la guerra irregular o guerrilla fue creación, tanto en pensamiento como en acto, de Lawrence de Arabia (T.E. Lawrence, Los siete pilares de la sabiduría ). Dice Lawrence: “La fuerza de la guerrilla reside en la profundidad, no en el enfrentamiento (…). Es una cosa intangible, invulnerable, sin frente ni retaguardia, evanescente como un gas”.

Por eso no hay nada más difícil que hacer frente a la guerra de guerrillas (contrainsurgencia). “Es una cosa sucia y lenta –señala Lawrence–, como comer sopa con un cuchillo.” La táctica de la guerrilla es golpear y correr. No debe tener nada que defender. Si tiene algo, está perdida. Para Lawrence, la estrategia es un ejercicio de inteligencia, sólo que difícil de realizar en el terreno de la acción.

Dice por eso: “La estrategia es el arte de descubrir la fuerza en la debilidad y la debilidad en la fuerza.” “En la guerrilla –agrega Lawrence–, los factores algebraicos son los decisivos: garantizar la movilidad y la seguridad, negando al enemigo blancos fijos; y disponer del tiempo, despreocupándose del espacio, con una doctrina común que asegure la unidad de acción. Frente a ellos, la potencia de los medios, e incluso el espíritu de lucha del adversario, resultan vanos e impotentes.” Para Mao Zedong, lo esencial fue comprender que el campesinado era la fuerza revolucionaria en China. “¿Cómo lo supo?”, le pregunta André Malraux. “Lo supe desde siempre”, contesta Mao, hijo de campesinos.

Luego advirtió que la guerra de guerrillas de base rural era el camino de sobrevivencia frente a las ofensivas de los ejércitos convencionales, tanto del Kuomintang como japoneses.

En tercer lugar, comprendió que el campo no sólo era la base desde donde atacar las ciudades, sino el espacio donde debía realizarse la misma revolución. La razón era que China, país agrario, estaba poblado en un 80% por campesinos.

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Por último, el éxito de la quinta ofensiva convencional del Kuomintang (1934) lo obliga a realizar la evacuación en masa de las zonas rojas, denominada la “Larga Marcha”, en la que consolida su liderazgo (reunión del Comité Central en Zunyi, 1935) e impone definitivamente su visión estratégica.

Dos años después, tras la invasión japonesa de julio de 1937, pasa de la concepción de la guerra civil a la visión de la unidad nacional frente a la ofensiva nipona.

La guerra contra Japón tenía para Mao tres etapas: defensiva, empate estratégico y ofensiva. En el paso de la segunda a la tercera, intervenía el factor internacional, sobre todo a partir del ingreso de EE.UU. al conflicto (1941).

La premisa de la teoría de la guerra antijaponesa para Mao es que Japón no podía ganar. Carecía de los recursos y de los hombres necesarios para imponerse en el inmenso territorio de un pueblo gigantesco; y afirmaba que el tiempo estaba a favor de la débil, pero enorme China.

Por eso, la guerra antijaponesa era necesariamente prolongada, pero iba a terminar con la victoria china.

Guerras asimétricas
La regla en las guerras asimétricas (la última, Israel-Hamas, 2014) es que el poder militar más fuerte prefiere las batallas decisivas, y el más débil evita sistemáticamente las batallas y opta por provocar dolor en la sociedad civil del adversario, seguro de que el tiempo juega a su favor.

EE.UU. ganó todas las batallas convencionales en Vietnam. Pero eso careció de importancia, porque perdió la guerra; y el factor decisivo de su derrota fue el vuelco de la opinión pública estadounidense en contra de la participación en el conflicto. El principal error estratégico que cometió EE.UU. tras vencer a Saddam Hussein en Irak fue de orden político: disolvió el régimen del Bath (partido nacionalista secular), que era el Estado iraquí en los hechos, y desbandó el ejército, aduciendo que era el del líder derrotado.

Al hacerlo, creó un inmenso vacío político, pronto ocupado por la convergencia de la insurgencia sunnita (en gran parte constituida por antiguos oficiales del ejército iraquí) y Al Qaeda.

“La estrategia –dice Freedman– es el arte de crear poder. Es la diferencia que surge entre el resultado de una relación de fuerzas prevaleciente y la que aparecería tras la aplicación de la estrategia. Ese nuevo resultado, es un plus de poder, creado por el ejercicio de inteligencia que es la estrategia, rama de la política.” Los problemas de la estrategia en el mundo contemporáneo, ante todo su irrelevancia frente a los acontecimientos y su banalidad conceptual, surgen de su origen iluminista.

Nacida en el siglo XVIII (“el siglo de las luces”), a través de la obra de Jomini y Clausewitz, fue la manifestación del apogeo del “yo autosuficiente” propio de la Modernidad, seguro de que puede controlar el resultado de los acontecimientos, y ante todo de los conflictos.

Para el Iluminismo, el poder es sinónimo de control, y por lo tanto, su dimensión esencial se manifiesta en la capacidad para controlar el devenir del movimiento de la historia.

“Pero nadie puede dominar al mundo –dice Mao–. Y sólo se puede armonizar con sus tendencias fundamentales”; y todo intento de hacerlo pronto revela su impotencia. Nada funciona, sobre todo en la guerra, como los protagonistas creen que debería ocurrir. El terreno de la acción es el de la fricción en gran escala y de forma creciente.

“Los planes de nada sirven, pero es mejor tener uno que ninguno –dice Freedman–. Es el papel limitado, pero esencial, de la deliberación previa. (…) Los planes fijos son contraproducentes, pero si se les agrega un grano de sal de flexibilidad e imaginación, sirven para evaluar la situación.” Son el punto fijo que permite responder a la pregunta de Foch: “¿De qué se trata? ¿Cuál es el problema?”, y de esa forma, percibir riesgos y advertir oportunidades.

“En la estrategia –agrega Freedman–, carecen de importancia los objetivos que se pretenden alcanzar. Eso es irrelevante. Lo que importa es una situación de conflicto que se ha establecido, en la que se trata de ver cómo crear más poder a partir de una relación de fuerzas desfavorable. Por eso, el primer requerimiento de la estrategia no es imponerse, sino sobrevivir.” Por definición, la estrategia enfrenta situaciones inciertas, inestables e impredecibles. Por eso es esencial el “golpe de vista” del estratega o ejecutor: que es la capacidad de ver en un instante todas las posibilidades de una situación, y no sólo las negativas.

Se consigue con una intuición educada, producto de una formación exhaustiva. Es la aptitud para captar el carácter intransferible de una situación, que es una combinación única de individuos particulares y de fuerzas impersonales. Es la suma del instinto, la experiencia y la sabiduría.

“La estrategia –concluye Freedman– es el arte político central. Se refiere a lograr más de una situación determinada de lo que ofrecía la relación de fuerzas iniciales. Es el arte de crear poder.”

Fuente: Ñ (Clarín), 18/09/14.

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