Aristóteles Onassis: Lecciones de un millonario

octubre 15, 2018 · Imprimir este artículo

Aprende a vivir como Onassis

El magnate griego llegó a ser el hombre más rico de su época. Todo lo que dijo e hizo le da mil vueltas a cualquier coaching empresarial.

Por José Manuel Ruiz.

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Aristóteles Onassis resumió brillantemente su personal receta para triunfar en la vida. Atiende: “Para tener éxito, mantén un aspecto bronceado, vive en un edificio elegante aunque sea en un sótano, déjate ver en los restaurantes de moda aunque sólo te tomes una copa y, si vas a pedir dinero prestado, pide mucho”. Así, el rico armador griego supo sintetizar en una fórmula tangible todo a lo que aspira sin conseguirlo la jerga abstracta del coaching empresarial.

Nos referimos a esa monserga gris del éxito que incluye cosas del tipo: “El cambio es lo único que tenemos para ser diferentes”. “El fracaso no es el punto final; es el punto de partida del camino correcto”. “Nada grande se ha conseguido jamás sin entusiasmo”. “Tu mejor maestro es tu último error”. Escucha, si lo prefieres, a Elon Musk: “El fracaso es una opción. Si no fallas es que no estás innovando lo suficiente”. El presidente de Tesla Motors ha dicho también que “emprender es como comer vidrio y mirar hacia el abismo de la muerte”. ¿Cómo trasladar este insípido batiburrillo de mantras a nuestras vidas?

Visualizarte comiendo vidrio y mirando al abismo no te llevará muy lejos. Quizá los multimillonarios de hoy no estén siendo de mucha ayuda. Me explico: ¿en qué puede ayudarnos saber que a Warren Buffett le gustan las hamburguesas baratas y que sigue viviendo en la misma casa que compró hace sesenta años? ¿De qué te sirve fijarte en alguien como Mark Zuckerberg, con vaqueros y perpetua sudadera gris, al volante de un fiable pero nada lujoso utilitario? ¿Puede aportarnos algo saber que Jeff Bezos, dueño de Amazon y quinto hombre más rico del mundo, friega los platos de la cena en su casa, tal y como presume de hacer? ¿O que él y su mujer apenas tienen vida social? Imagina el anodino decálogo de sumarios consejos de vida que se desprendería de ellos: almuerza en una cadena de restaurantes de comida rápida, viste camiseta gris todos los días del año, empuña el estropajo antes de irte a la cama y… mastica vidrio.

El mayor defecto del discurso del éxito es la nula concreción del mito emprendedor. La retórica de los negocios se ha vulgarizado hasta extremos de taza de Mr. Wonderful. “El mayor riesgo es no correr ningún riesgo”, te dirán. Parece que baste con repetir eso frente al espejo para desembocar en una espiral de éxito. Pero la realidad es siniestra. Nueve de cada diez startups sucumben antes del cuarto año de vida. El 75% de las pymes no alcanza los dos. Sólo una porción exigua llega a cumplir una década. Con el entusiasmo no llega.

onassisToda la retórica charlatanesca del coaching contrasta con el asequible manual de vida de Onassis, el magnate griego que llegó a ser el hombre más rico de su época. Nació en Esmirna en 1906, ciudad que tras la guerra greco-turca pasó a dominio de Turquía, lo que obligó al padre de Aristóteles, tras perderlo todo, a instalarse en Grecia, donde recompuso la fortuna familiar a través del comercio. Su hijo se fue a Argentina, donde vivió en la buhardilla de un hotel mientras estudiaba finanzas por las noches. Y es que dormir está sobrevalorado: el propio Onassis recomendaba dormir tres horas menos cada noche durante un año y, así, obtener un mes y medio de tiempo extra para perseguir el éxito.

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Dotado para la persuasión y un fino olfato para conseguir la mejor información, no tardó en labrarse buenos contactos para iniciarse en el negocio del tabaco. De ahí saltó al mundo del transporte marítimo, con osadas inversiones y un matrimonio de interés con la heredera de una de las familias más importantes del sector, Athina Livanos, hija del magnate naviero Stavros Livanos y gran socialité griega del momento. Después vendrían líneas aéreas, bienes inmuebles y un voraz coleccionismo que incluía yates, hoteles, islas, casinos y mujeres (incluyendo a Maria Callas y a Jackie Kennedy). Era el propietario de más de la mitad del Principado de Mónaco, fue dueño del yate más caro y lujoso del mundo (el ‘Christina’, arrendable hoy por 65.000 euros al día) y tuvo su propia isla, Skorpios, en el mar Jónico, donde está enterrado.

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Imitarlo es imposible, claro, pero dejó un puñado de interesantes consejos, como los mencionados más arriba, de gran sencillez y válidos hasta para la más miserable de las vidas. ¿Por qué no hacerle caso?

El mejor maquillaje es un ligero bronceado. Onassis lo sabía y para adquirirlo animaba incluso a usar una lámpara. Porque en invierno el bronceado significa sol, y el sol en invierno significa dinero. Y porque quedan muy lejos en el tiempo las sociedades agrarias y el vínculo entre la piel tostada y el trabajo al aire libre, mientras la pálida aristocracia jugaba en los palacios a resguardo del sol. Hoy las clases adineradas y ociosas se broncean, mientras que los empleados de oficina se marchitan bajo tubos de luz fluorescente de oficina.

Poco hay que añadir a la premisa de vivir en un edificio bonito, pese a que hoy se privilegia el chalet en las afueras. Bueno, aquí la cosa está más difícil, con la epidemia de los pisos turísticos y ese montón de buitres (perdón: Sociedades Anónimas Cotizadas de Inversión Inmobiliaria) comprando pisos para arrendarlos de forma usuraria, pero quizá haya todavía algún altillo o palomar reacondicionado o chiscón de portero rehabilitado en alguna finca señorial con portón de carruajes. Todo consiste en una ladina proyección de la propia imagen, en automárketing. Y en rodearse de vecinos potentados.

Ve a sitios de moda, déjate caer por la barra, aunque sólo te alcance para la consumición más barata y la bebas a pequeños sorbos. Allí harás amistades con gente importante, porque la gente con dinero suele estar muy sola. Frecuenta el hábitat de tu clase aspiracional. Por una especie de ósmosis social, nos convertimos en aquellos con quienes pasamos nuestro tiempo. Los ricos se relacionan con otros ricos porque están más cerca.

Y, bueno, si pides dinero prestado, pide mucho. Claro que sí. Ya sabes que si debes al banco cien euros, tienes un problema. Pero si le debes cien millones, el problema lo tiene el banco.

Escucha a Onassis. Era lo contrario de un dios griego, pero no iba sollozando por los rincones, ni lamentando su fealdad y su poca estatura. Nadie es tan feo como piensa, solía decir. No te enganches a los hipopresivos ni consumas botes gigantes de proteína. Haz algo de yoga para no oxidarte y come austeramente en días de trabajo, sin vino ni licores. Espera al final del día para disfrutar de la cena con amigos o con tu pareja. No gastes tu tiempo leyendo sobre vidas ajenas. Es mejor vivir nuestra propia vida y no prestar atención a lo que hacen los demás. Y guarda tus pesares para ti mismo, haz creer a los demás que te lo pasas bien todo el tiempo. Ya lo dijo el actor Antonio Gamero: “Si tienes penas, no se las cuentes a nadie, que les divierta su p…a madre”. Onassis le habría dado la razón.

Fuente: revistagq.com


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