Diversas teorías científicas han planteado el origen del oro, llegando incluso a tomar fuerza versiones que aseguran sobre la procedencia “estelar” del preciado metal.
Su símbolo en la tabla periódica es Au (de ahí el término aurífero), puede encontrarse en prácticamente cualquier rincón del planeta en cantidades minúsculas, por ejemplo, en las hojas de algunos árboles.
Sin embargo, la formación del mayor yacimiento de este metal precioso hasta hace poco era un completo misterio. En 2015 un investigador planteó una nueva teoría, y está relacionada con los microbios.
Estamos hablando del filón de Witwatersrand en Sudáfrica, el cual cuenta con una extensión aproximada de 100 kilómetros de largo y una profundidad mayor a 3,6 kilómetros. La enorme cantidad de oro encontrado en este acopio lo ha llevado a ser conocido popularmente como El dorado Africano y se calcula que solo de esta veta ha salido el 40% del oro que circula en todo el mundo.
El yacimiento fue descubierto en 1886, y causó la fiebre del oro de donde surgió la ciudad de Johannesburgo. Aún hoy, a pesar de las más de 40 mil toneladas métricas de oro extraidas, Witwatersrand continúa siendo explotado mediante métodos de minería a profundidades extremas.
Se conoce que su formación se dio hace entre 2300 y 2800 millones de años en una región que para aquel entonces era un delta marino. La teoría más divulgada supone que el oro fue erosionándose desde unas montañas de granito que en aquella época existían hasta asentarse en el mar. Sin embargo, se trata solo de una teoría y no se sabe con certeza qué ocasionó una acumulación tan enorme del preciado metal en un mismo sitio.
El geólogo Christoph Heinrich, del Centro Tecnológico de Zurich, no comparte esta hipótesis. Por el contrario explica en un informe que el oro en esa región se produjo debido a la tarea de primitivos microorganismos que dividieron el elemento que allí se encontraba en compuestos de sulfuro desprendidos al aire por la actividad volcánica, y asentados en el agua a raíz de las lluvias ácidas.
Heinrich explicó a la revista New Scientist que hace 3 mil millones de años, el planeta Tierra no contaba con oxígeno en su atmósfera y, en caso de haberlo tenido, no habría sido posible que estas bacterias anaerobias hubiesen recopilado tanta cantidad de oro.
¿Nueva fiebre del oro?
La teoría del geólogo todavía no se ha probado al 100%, pero vislumbra un resultado acertado. De ser así, nuevos yacimientos de oro podrían ser descubiertos a partir de la presencia de carbono o de primitivas estructuras de vida. En otros términos, la hipótesis de Heinrich apunta a nuevas regiones que habían sido descartadas hasta hoy, las cuales podrían significar el hallazgo de gigantes tesoros escondidos.
Ante la posibilidad de una nueva fiebre del oro, los mercados alrededor del mundo que mueven las cotizaciones del metal han incrementado su atención hacia dichos descubrimientos, dado a que los precios pueden variar significativamente en el evento que se confirme la existencia de enormes vetas tan sorprendentes como la de Witwatersrand.
Fuente: Grandes Medios
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