El rescate no es el fin de la historia griega

febrero 21, 2012 · Imprimir este artículo

El rescate no es el fin de la historia griega

Por Simon Nixon

 

Tras semanas de llevar la situación al borde del precipicio, mucha animosidad y el incumplimiento de fecha límite tras fecha límite, un acuerdo de deuda griega finalmente podría estar al alcance de la mano. Los ministros de Finanzas europeos se reunirán el lunes para decidir si aprobar un paquete de rescate de 130.000 millones de euros (US$170.900 millones) diseñado para reducir las deudas de Grecia a 120% de su PIB para 2020.

En los últimos días, un acuerdo había parecido imposible, tomando en cuenta el colapso casi total de la confianza de la euro zona en la clase política griega en general y en el líder de la oposición —y probable próximo primer ministro— Antonis Samaras. Incluso ahora, un acuerdo depende de que Grecia acceda a realizar sacrificios aún más humillantes en cuanto a la soberanía del dinero de rescate para priorizar el pago de intereses de deuda, y donde la zona euro tenga poderes extra en el escrutinio de los asuntos griegos.

Pero un acuerdo será un alivio para Grecia, la zona euro y los mercados: una cesación de pagos grave casi sin dudas llevaría a Grecia a abandonar la zona euro en circunstancias desconocidas pero potencialmente catastróficas. Por supuesto, Grecia aún deberá sortear muchos más obstáculos antes de recibir el dinero. El rescate depende de que Atenas logre asegurarse 100.000 millones de euros en alivio de deuda por parte de bonistas del sector privado, ya sea un acuerdo voluntario o al poner en marcha cláusulas de acción colectiva que deberán ser agregadas a los bonos en retrospectiva. Además, Grecia aún tiene que cumplir con más de 20 condiciones pendientes impuestas en su rescate previo de 110.000 millones de euros.

En tanto, el rescate deberá ser ratificado por buena parte de los parlamentos nacionales de la zona euro, incluidos los de Alemania, Finlandia y Holanda, países que tienen reservas sobre el acuerdo.

El que alivio proporcionado por el acuerdo sea de corto plazo o más duradero depende de lo que suceda a continuación. El segundo rescate griego sólo contribuirá a una resolución de la crisis del euro si las autoridades europeas reconocen que es sólo un paso en lo que seguramente sea un largo proceso para solucionar las fallas en la unión monetaria europea y no el último paso de ese proceso.

La racha favorable en los mercados desde diciembre le debe mucho al optimismo cauto de que la euro zona finalmente esté desarrollando una respuesta política coherente a la crisis del euro como a las medidas decisivas tomadas por el Banco Central. Los inversionistas apuestan a que los cambios de gobierno en Italia y España, y la creación de un pacto fiscal han generado el espacio político para la integración política y fiscal más profunda que se necesita para terminar con la crisis. Los mercados considerarán el acuerdo griego como una confirmación más de que existe la voluntad política para salvar al euro. Si los líderes, en cambio, interpretan este alivio como evidencia de que su trabajo está hecho y no realizan reformas más profundas, los mercados se tomarán una venganza terrible.

Eso es así porque pocos creen que un rescate que deja a Grecia con una carga de deuda equivalente a 120% de su PIB tenga posibilidades de funcionar. Cierto, cualquier evaluación de la sustentabilidad de la deuda griega posterior al rescate dependerá en parte de la tasa de interés y el perfil de vencimiento de la nueva deuda de país, incluyendo cualquier cambio a los términos de préstamos del sector oficial. La proporción deuda-PIB incluso podría caer por debajo de 120% antes de 2020 si la aceptación del canje de bonos por parte del sector privado es de 100% y el BCE accede a renunciar a las ganancias sobre su propia exposición de 45.000 millones de euros, según Credit Suisse. Pero esto depende en gran medida de lo que suceda con la economía griega. Muchos temen que tras cinco años de recesión durante los cuales el PIB cayó 14%, Grecia esté experimentando una fatiga ante la austeridad y que ya no hay apoyo político para implementar las reformas estructurales vitales para impulsar el crecimiento. Además, luego de dos años de objetivos no conseguidos, la confianza en los pronósticos oficiales es comprensiblemente muy baja.

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La percepción de que este rescate no funcionará es tóxica ya que significa que la membresía de Grecia en la zona euro sigue en entredicho. Luego del acuerdo más reciente, el sector privado quedará con apenas un 30% de la deuda soberana griega, la cual se encontrará amparada por las leyes británicas, limitando las posibilidades de una nueva reducción de deuda en el futuro. Eso sugiere que cualquier pérdida futura quedará en manos de los contribuyentes griegos, algo que lo hace más difícil de vender políticamente y que podría alimentar las demandas de que Grecia sea expulsada de la unión. ¿Quién comerciará con Grecia si pende esa amenaza sobre ella? ¿Quién proveerá las inversiones vitales para crear nuevos empleos y crecimiento?

Por lo tanto, los líderes deben usar cualquier respiro que les de el rescate para profundizar la integración europea. Los inversionistas necesitan convencerse de que existe la voluntad política para salvar al euro, los votantes en Grecia necesitan convencerse de que vale la pena salvarlo.

La crisis ha desatado fuerzas poderosas y poderosamente repelentes a lo largo del continente, lo cual se refleja en el creciente apoyo a los partidos extremistas. Al mismo tiempo, la creciente aversión al riesgo entre los bancos, inversionistas y empresas amenaza con resquebrajar silenciosamente a la euro zona, a medida que los flujos de capital trasnacionales y el comercio se congelan. El BCE ha contribuido a esta balcanización del sistema financiero al permitir que los bancos centrales nacionales fijen reglas de colateral individuales.

Sólo una poderosa demostración de acción política colectiva puede revertir estas tendencias. Aliviar los términos del rescate de Portugal e Irlanda, reconociendo el cumplimiento de sus programas de austeridad, enviaría una señal de que la euro zona entiende la importancia de la zanahoria tanto como del garrote. La Unión Europea también debe profundizar urgentemente el mercado común, incluyendo el continuar con las medidas para liberalizar los sectores de energía y servicios y reformar la política agrícola común. También debería expandir el Banco de Inversión Europeo e impulsar los fondos estructurales para financiar un Plan Marshall genuino para Grecia y otros países periféricos.

Finalmente, la euro zona necesita reconocer que no habrá una solución a la crisis hasta que el destino de su sistema bancario se separe del de sus bonos soberanos. Eso requerirá la creación de un seguro de depósitos pan europeo y finalmente los euro bonos para darle a los bancos un activo alterno sin riesgos.

A menos que esto es lo que tengan en mente los ministros de finanzas de la euro zona cuando se sienten el lunes, no tienen por qué estar firmando el acuerdo. Para continuar con un rescate imperfecto, sin un plan para acelerar la integración de la euro zona y crear una unión monetaria funcional sería un acto de cinismo calculado que simplemente profundizaría la agonía griega, y la europea.
Fuente: The Wall Street Journal, 20/02/12.

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