La despedida a Fidel Castro

diciembre 3, 2016 · Imprimir este artículo

¡Señores, así no se despide a Fidel!

Por Carlos M. Reymundo Roberts.

fidel castroComo saben o se imaginan, no soy castrista, ni comunista, ni revolucionario. Pero una buena parte de América latina llevaba cinco décadas rendida a los pies de Fidel , y me parece que, si tanto lo amaba y veneraba, debería haberlo despedido de otra manera. Sospecho que él había soñado con unos funerales en los que estuviese, en cuanto a la región, más y mejor acompañado. No me refiero a las previsibles ausencias de Macri y de Michel Temer, dos ultraderechistas, neoliberales y progringos. El problema es que tampoco fue Bachelet, ocupada como está, en su segundo mandato, en tratar de que le funcione un sistema más socialista. Pobre: o no funciona ella o no funciona el sistema. Y un problema aun mayor es que el Triángulo de las Bermudas bolivariano -Maduro/Correa/Evo-, falla geológica en la que desaparecen las democracias, se presentó en la Plaza de la Revolución con sus dramas a cuestas. Como veremos, Correa y Evo están para atrás. No tan para atrás como Maduro, que aprovecha cada viaje para llenar la bodega del avión con un producto de máxima necesidad que en su Venezuela no se consigue: papel higiénico.

Cuando Maduro era joven, cuando todavía no había madurado, durante un año fue alumno en Cuba de la escuela de cuadros del Partido Comunista. Para él fue un año inolvidable, aunque se ve que no aprendió nada. Los buenos regímenes comunistas, como el de los Castro, persiguen a los opositores hasta hacerlos callar, exiliar, morir o desaparecer. En cambio, en Venezuela a Maduro la oposición lo persigue a él: le ganó el Congreso, le copó las calles y lo está tratando de destituir. Cuando llegó a La Habana para participar de las exequias, Raúl Castro le preguntó cómo estaba evolucionando la crisis. «Mal -se sinceró-. Como sabes, no tenemos comida ni remedios, faltan insumos básicos, tuvimos que recurrir a cortes de luz cada vez más amplios, el Estado está quebrado, aumenta la deuda, la inflación es astronómica, millones de personas viven en la pobreza y, lo peor, el pajarito de Chávez ya no me habla. Pero no vine a despedir al Comandante con malas noticias. No hemos perdido la dignidad y todavía nos queda el discurso.» A Raúl le supo a poco.

Aunque muy lejos de esa catástrofe, tampoco son buenos tiempos para Correa. La prosperidad y las altas tasas de crecimiento que tuvo Ecuador durante años estaban atadas al precio del petróleo, que representa el 50% de sus exportaciones. Con el crudo a 120 dólares el barril, hasta yo me animo a abrazar el populismo. Desde que se derrumbó a 40 o 45 dólares, las cuentas no cierran. El PBI lleva dos años sin crecer -en realidad, achicándose-, y el FMI ha pronosticado que no volverá a repuntar hasta 2020. Correa le contestó que son «astrólogos, no economistas». Muy gracioso. En cambio, se puso serio cuando el Indec ecuatoriano informó que en el último año se perdieron 340.000 empleos formales, una pésima señal. Amonestó a los técnicos y les dijo que estaban midiendo mal. En cualquier momento convoca a Guillermo Moreno. Del modelo kirchnerista/bolivariano ya ha seguido otras cuatro recetas: déficit creciente, endeudamiento a tasas altísimas (Ecuador coloca hoy sus bonos al 11%; sus vecinos Perú y Colombia, al 3%), persecución a la oposición y a la prensa, y grandes escándalos de corrupción que involucran a funcionarios muy cercanos al presidente. Uno de ellos había escondido 300.000 dólares no declarados en el cielo raso de su casa. Insólito, habiendo tantos conventos. Antes de que muriera Fidel, Correa le tributó un postrer homenaje. En febrero habrá elecciones y el candidato del oficialismo se llama Lenin Moreno.

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También Evo Morales llegó a Cuba tristón y contrariado, no sólo por la muerte del viejo líder. Es otra víctima del derrumbe del crudo, que arrastró al gas, principal producto de exportación del país (más del 50%). Con ingresos que cayeron 3000 millones de dólares, le está costando una enormidad sostener su revolución indigenista. En los tiempos de bonanza pagó doble aguinaldo. Este año se disculpó: dijo que la plata no le alcanza. Un ajuste, qué cosa fea. Evo alterna sinsabores económicos y políticos. Su popularidad está en baja, también acosado por casos de corrupción que lo tienen como principal protagonista. Y en febrero perdió el referéndum que le abría las puertas a una nueva reelección, en 2019. Pero Evo es Evo, y también es Kirchner, Chávez, Maduro y Correa: atribuyó ese traspié a una «conspiración de los medios», a los que llama «el cartel de la mentira». Diarios que mienten. La acusación me suena, y no sé de dónde. Lo cierto es que con ese argumento está intentando que la justicia le permita hacer un nuevo referéndum. Mientras, la oposición trata de sobrevivir. Sus principales candidatos sufren un acoso judicial jamás visto: cada uno de ellos acumula entre 20 y 30 juicios promovidos por el gobierno. «Hasta la victoria, siempre -proclamó Evo en La Habana-. Siempre que no haya opositores.»

Se sabe que Cristina no pudo ser de la partida. El malo de Bonadio la entretuvo en Buenos Aires. Sí fue a dejar sus condolencias a la embajada cubana, donde declaró que con Fidel se había ido «el último líder moderno». En la embajada estaban felices, y también sorprendidos: lo de «moderno» francamente no lo esperaban. «Nunca le hubiésemos pedido tanto», dijeron.

Fuente: La Nación, 03/12/16.

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