La medicina amarga para la crisis griega

junio 1, 2012 · Imprimir este artículo

Los argentinos tienen la medicina amarga para la crisis griega

Por Michael J. Casey

 

Ahora que una salida de Grecia de la eurozona es ampliamente considerada inevitable, vale la pena reflexionar en lo siguiente:

–Las encuestas muestran que más del 70% de los griegos no quieren abandonar el euro.

–Angela Merkel y la mayoría de los demás líderes de la eurozona, si bien lamentan el día que permitieron el ingreso de Grecia a su club, están aterrados del contagio financiero que podría causar su salida.

–Ninguno de los tres principales partidos que se disputan el control del gobierno griego son partidarios de salir del euro.

.–El Instituto Internacional de Finanzas, que representa a los mayores bancos del mundo, está librando una intensa campaña para que Grecia permanezca en la unión monetaria.

–Las cuentas de Grecia no están sujetas a la presión del mercado de la misma manera en que lo están las de España porque sus necesidades de refinanciación de deuda actualmente están cubiertas por el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera y el Fondo Monetario Internacional.

Para que ocurra lo «inevitable», en otras palabras, un grupo de personas debe conscientemente tomar decisiones que sabe que producirán un resultado que ninguno quiere. De hecho, hace falta que tomen medidas que podrían desencadenar un caos financiero de tal magnitud que terminará sus carreras políticas.

Aun cuando suene irracional, la historia de las crisis financieras nos dice que las fuerzas económicas y políticas con frecuencia pueden obligar a los gobiernos a cometer suicido político. Con esa historia en mente, los inversionistas han concluido que los políticos en Grecia y Alemania no salvarán la brecha entre un público griego cansado de la austeridad y un electorado alemán que no quiere entregar más dinero sin que haya un mayor ajuste.

El precedente más importante para esto fue la crisis de Argentina de 2001, que culminó con un final igualmente impopular de la paridad del peso argentino con el dólar y un estallido de caos financiero y político.

Entonces, igual que ahora, un organismo externo de acreedores del sector público (el FMI) y el mayor gobierno que lo respalda (Estados Unidos) estaban bajo presión política para abstenerse de prestar dinero a un país con reputación de mala disciplina. (Recuerde la advertencia del secretario del Tesoro de Estados Unidos Paul O’Neill en contra de que Argentina consuma el dinero de «plomeros y carpinteros estadounidenses»). También había resistencia política entre los argentinos al programa de austeridad del FMI, incluida una rebelión abierta contra el recorte de un 13% en las pensiones y los salarios del sector público, que obligó al gobierno a anular la medida.

Finalmente, las decisiones del gobierno argentino -en particular, el muy impopular «corralito», que limitaba los retiros desde los bancos locales- y del FMI, que se negó a aprobar el desembolso de US$1.300 millones a comienzos de diciembre de 2001, puso al país en la senda autocumplida del impago y la devaluación. Pocos argentinos querían terminar el plan de «convertibilidad» de la moneda, y aun así en el plazo de un mes, tras un colapso político que consumió a cinco presidentes en dos semanas, eso es lo que ocurrió.

Pedí a los dos encargados de política argentinos más directamente involucrados en el intento de salvar Argentina de ese desenlace que reflexionaran sobre aquellos momentos y ofrecieran consejo a los griegos. Sorprendentemente, sus recetas difirieron, lo cual pareció corresponderse con el grado en que cada uno de ellos estaba políticamente comprometido en proteger el plan de convertibilidad hace 10 años.

«Para mí es una barbaridad que muchos recomienden una salida del euro», dijo Domingo Cavallo, quien fue ministro de economía hasta la caída del presidente Fernando de la Rúa el 21 de diciembre de 2001. «Cuanto más lo recomienden, más se agravará la crisis de Grecia». Dice que Grecia debería aferrarse al euro porque una salida solo suscitará hiperinflación y convertirá al país en el «paria de Europa», de manera muy semejante a como Argentina se volvió un renegado internacional por sus acciones.

Cavallo era conocido como el padre del plan de convertibilidad, al haber introducido la paridad con el dólar durante su primer periodo como ministro en 1991, la cual inmediatamente puso fin a la pesadilla hiperinflacionaria. Diez años después, De la Rúa lo trajo nuevamente para tratar de salvar el sistema. Toda su reputación estaba comprometida en ello. Cavallo, quien en estos días da clases en Yale, rechaza la opinión generalizada de que la paridad debía acabar. Para él, su término reflejó «un fracaso de la dirigencia».

Pero -le pregunté- cómo debería haber lidiado el gobierno con la feroz resistencia de la sociedad a la austeridad. Cavallo respondió que, «Eso es lo que significa gobernar. Tener que tomar decisiones difíciles». De manera similar, dijo, el FMI y los acreedores de Argentina carecieron de liderazgo al no reconocer las ramificaciones internacionales de sus acciones. Al cerrar el grifo para Argentina, dijo Cavallo, atizaron las llamas del sentimiento antimercado y antiestadounidense en Latinoamérica, lo cual llevó a Hugo Chávez al poder en Venezuela y causó el fracaso del Acuerdo de Libre Comercio de las Américas, respaldado por Washington. Debería ser una advertencia para Alemania, dijo.

Daniel Marx, quien era secretario de finanzas bajo Cavallo hasta que renunció abruptamente el 15 de diciembre de 2001, tiene una perspectiva diferente. Dijo que las medidas más importantes eran «crear consenso político» dentro de la sociedad griega y establecer políticas que «distribuyen las pérdidas equitativamente» y protegen «el tejido social», incluso una devaluación si fuera necesario.

No está claro que el consejo de alguno sea de mucha utilidad para Grecia en esta etapa tardía. Pero a su manera, cada uno se concentra en lo que es necesario: líderes que ven más allá de los costos políticos de corto plazo y deciden lo que es verdaderamente lo mejor para la sociedad. Salga o no Grecia del euro, si la decisión se toma bajo estas condiciones, será para mejor.
Fuente: The Wall Street Journal, 01/06/12.

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