La moneda está en el aire
octubre 11, 2015 · Imprimir este artículo
Todo se decidirá en los últimos días
Daniel Scioli tiene un problema electoral con Cristina Kirchner, y Mauricio Macri tiene un conflicto, también electoral, con la pertinacia política de Sergio Massa. Cristina le edificó un techo a Scioli que ya nadie sabe si está en el 40% de los votos. La desafiante, y a veces provocadora, campaña de Massa estorba el potencial crecimiento de Macri. Cuando faltan dos semanas para las elecciones presidenciales, éstas se han convertido ya en las más imprevisibles desde las de 2003. Lo único cierto es que se está comprobando la vieja afirmación de casi todos los encuestadores: un 60% de la sociedad exhibe una definitiva fatiga del kirchnerismo.
El límite de Scioli, hasta ahora inexpugnable, es el que le impide acceder a los votantes independientes de los sectores medios de la sociedad. Scioli viene buscando sin suerte a esos votantes desde la misma noche de las primarias de agosto. Sabe que nunca tendrá asegurado el triunfo en primera vuelta sin tres o cuatro puntos porcentuales provenientes de esos segmentos sociales.
El gobernador no encontró la forma de distanciarse de Cristina (o no la quiere buscar), y ésta no hizo nada para ayudar a su candidato a liberarse de su tutela. Al contrario, es evidente que la Presidenta saborea los actos ostensibles de dependencia política por parte de Scioli. Vale la pena tener en cuenta un dato esencial: el 60 por ciento de los que dicen que nunca votarían a Scioli aseguran que gobernaría Cristina si el candidato de su partido ganara la presidencia. Scioli tiene dos semanas para demostrar que no será así o, al menos, para señalar las diferencias que existen entre él y Cristina.
La mayoría de los encuestadores (incluida la medición de Poliarquía que hoy publica LA NACION) indican que Scioli corre el riesgo de no llegar al 40 por ciento de los votos. No llegó a esa cifra en las primarias de agosto, en las que obtuvo el 38,7 por ciento de los votos nacionales. El margen de ese riesgo puede ser pequeño, pero cualquier margen es grande para semejante riesgo. Si ningún candidato sacara el 40 por ciento de los votos, los dos más votados deberían ir a segunda vuelta sin importar la diferencia que hubiera entre ellos. Desde ya, no se trataría sólo del drama político y personal de uno o dos candidatos, sino de un problema sustancial para la política por venir. Terminarían compitiendo en el ballottage dos candidatos muy debilitados.
Macri no logra tampoco superar el caudal de votos que consiguió en las primarias. El jefe porteño modificó en los últimos días una campaña que estuvo signada más que nada por la rutina y la grisura. El contraste con la campaña de Massa resultaba perdidoso para él, sobre todo porque Massa se desprendió de las inhibiciones desde que salió tercero en las primarias. Promete meter presos a los corruptos (sin aclarar que los jueces son los únicos que pueden disponer de la libertad de las personas) o que llevará a las Fuerzas Armadas a los barrios pobres para combatir el narcotráfico (sin tener en cuenta que la Armada no puede a veces mantener los barcos flotando en el agua y que la Fuerza Aérea carece de aviones hasta para entrenamiento). Sólo interpreta la melodía que vastos sectores sociales quieren escuchar. Sea como fuere, Massa logró torcer una idea histórica según la cual las sociedades no votan a quienes salieron terceros en elecciones primarias o en las encuestas.
Es cierto, de todos modos, que en las últimas 72 horas las mediciones telefónicas comenzaron a registrar un crecimiento de Macri, que las encuestas presenciales no pudieron verificar por su propia y lenta dinámica. De hecho, la encuesta de Poliarquía se cerró el martes pasado y las novedades telefónicas comenzaron a producirse en la tarde del miércoles. Es habitual que un porcentaje de la sociedad decida su voto (o lo cambie) durante la última semana previa a las elecciones. Dramático proceso en situaciones como la actual, cuando uno o dos puntos pueden decidir muchas cosas. Es demasiado pronto para establecer si comenzó a funcionar el voto útil. ¿Qué es (o qué significa) el voto útil del que tanto se habla? Significa que un sector del electorado, que vacila entre Macri y Massa, se volcaría por el candidato con más posibilidades de acorralar al oficialismo, aunque no sea el que más le guste. Macri es, por razones obvias, el profeta más interesado en propagar la necesidad del voto útil.
Macri no ha perdido la seguridad de que será presidente; Scioli tampoco. Cualquiera de los dos se encontrará con el país de Cristina. Un país con una economía que sobrevive con respirador artificial, pero, al mismo tiempo, habitado por una sociedad que no percibe una crisis económica. La fórmula (una sociedad inconsciente de la crisis) es la peor para administrar la política, porque las necesarias decisiones que deberán tomar serán siempre incomprendidas. Aun los críticos del cristinismo se han acostumbrado a las ventajas efímeras del populismo.
Un debate que rodea ese futuro próximo sucedió en los últimos días cuando políticos y economistas discutieron sobre qué harán con los holdouts (o fondos buitre). Todos los economistas razonables saben ya que no habrá posibilidad de diseñar un futuro sin un acuerdo con esos fondos. Dos voces inconfundiblemente sciolistas (el gobernador Juan Manuel Urtubey y el economista Mario Blejer) señalaron que sin ese acuerdo será imposible acceder a los mercados financieros internacionales. Es decir, al crédito externo que, según Blejer, amortiguaría los efectos del impostergable ajuste de la economía.
El infaltable Aníbal Fernández comparó en el acto a Urtubey con Macri, lo que, según la teología del cristinismo, significa un flagrante acto de apostasía. Aníbal es un político que cuenta con buena información; sabe, por lo tanto, que Urtubey representa las ideas de Scioli y que el gobernador salteño estaba hablando en nombre del candidato presidencial de su partido. Tampoco es Aníbal un político con ganas de pelearse con Scioli; de hecho, Aníbal fue un sciolista furtivo, casi clandestino, cuando todavía la candidatura presidencial del oficialismo no se había resuelto. No demos más vueltas: Aníbal salió a descalificar los anuncios de acuerdos con los holdouts por orden de Cristina y no por vocación propia.
Scioli escapó de esa ratonera por un camino lleno de incomprensibles imprecisiones. «Mi prioridad no son los fondos buitre, sino el empleo de los argentinos», dijo. Nada. Ni desmintió a sus portavoces ni los respaldó. A su lado, se pavonearon luego asegurando que acordarán con los fondos buitre después de desplumarlos con una quita de entre el 30 y el 40 por ciento de la deuda. Pero ¿será posible hacer semejante poda? Esos fondos recibieron el viejo apelativo de buitre por lo que son y por lo que hacen, pero tienen en sus manos una sentencia firme de la justicia norteamericana. Se podrán negociar con ellos los plazos y las tasas de interés, pero no el capital de la deuda, resuelto ya por los tribunales norteamericanos. El discurso que no contempla esa realidad, tan antipática como inmodificable, expresa sólo el teatro y la distracción.
Tanto Blejer como el macrista Federico Sturzenegger tienen razón cuando anuncian que podría llegar mucho dinero del exterior en créditos. La razón se torna relativa cuando no cuentan toda la historia. No habrá lluvia de dólares sin un acuerdo con los holdouts, sin una política de reducción del monumental déficit fiscal, sin una modificación del tipo de cambio, sin una política seria para combatir la inflación y sin la reconstrucción de las destruidas estadísticas nacionales.
La deducción es muy sencilla. ¿Quién le prestaría dólares a un gastador compulsivo? Cristina Kirchner heredó un Estado con un superávit del 4% sobre el PBI y entregará uno con un déficit que podría llegar al 8%, según los últimos cálculos. Con palabras más directas: Cristina aumentó el gasto fiscal en un 12% del PBI. Además, la Argentina registra un crecimiento cero desde 2012. Lord Keynes escribió la teoría de que el Estado debe intervenir en los momentos de crisis para ayudar a la economía a levantarse de sus parálisis, pero nunca dijo que debía tirar el dinero por la ventana, sin ton ni son.
La película sobre la política argentina no concluirá el 25 de octubre ni el 22 de noviembre, el domingo de una posible segunda vuelta. La parte más crucial y conflictiva (y, por eso, más fascinante) comenzará el día después.
Fuente: La Nación, 11/10/15.
Scioli mantiene una amplia ventaja pero no lograría evitar el ballottage
Obtendría el 37,1%, aunque con la proyección de indecisos orilla el 40% que necesita para ganar en primera vuelta; Macri queda a más de 10 puntos y Massa mejora levemente.
Un escenario con escasas modificaciones respecto de los resultados de las PASO del 9 de agosto es lo que permite concluir una encuesta de Poliarquía Consultores realizada para LA NACION, cuando faltan dos semanas para las elecciones generales del 25 de octubre. El triunfo de Daniel Scioli se repetiría, así como el segundo puesto de Cambiemos, y el tercero de UNA. Sin embargo, la victoria no le alcanzaría al gobernador bonaerense para ganar en primera vuelta. Los tres principales espacios políticos registran variaciones leves en sus números, que quedan relativizadas si se analizan los rangos de proyección del voto de los indecisos.
Según el sondeo, realizado entre el 2 y el 7 de octubre entre 1838 casos, la fórmula Scioli-Carlos Zannini (FPV) alcanza un 37,1% de intención de voto; Mauricio Macri-Gabriela Michetti (Cambiemos), un 26,2%, y Sergio Massa-Gustavo Sáenz (UNA), un 20,1%. El escenario no es muy distinto a lo que ocurrió en las primarias del 9 de agosto, en las que el FPV se alzó con el 38,6%, Cambiemos (que tenía tres precandidatos presidenciales), con el 30,1%, y UNA (que contaba con dos precandidatos), con el 20,5 por ciento. El rango de proyección de los votantes indecisos que incluye el trabajo de la consultora permite observar tendencias en los principales candidatos presidenciales. Para Scioli, este intervalo abarca del 38,5 al 41%; para Macri, del 27,5 al 30%, y para Massa, del 21 al 23,5 por ciento.
«Scioli está cerca del objetivo de 40 puntos, pero no se puede afirmar que vaya a lograrlo. La encuesta muestra variaciones menores respecto de las PASO, con una leve tendencia al crecimiento de Massay una leve declinación de Macri, pero en un marco de estabilidad en la tendencia del voto», evaluó Eduardo Fidanza, director de Poliarquía.
Alejandro Catterberg, otro de los directores de Poliarquía, especificó: «Mauricio Macri debe recuperar dos o tres puntos del voto de Sergio Massa y uno de Stolbizer de forma de poder forzar un ballottage sin tener que depender de si Scioli supera el 40%. Aunque hay un leve crecimiento de Massa, no pareciera ser suficiente para poner en riesgo el segundo lugar de Mauricio Macri».
La comparación con el resultado de las PASO muestra la escasa variación en el escenario electoral. Según el escrutinio definitivo, Scioli logró el 38,6% en las primarias, es decir, un 1,5% menos que lo que le otorga la encuesta, pero dentro del rango de proyección que prevé.
Macri tiene el descenso más pronunciado con respecto a los comicios de agosto, en los que Cambiemos, incluyendo los votos obtenidos por Ernesto Sanz y Elisa Carrió (3,3 y 2,2%, respectivamente), llegó al 30,1%. La encuesta establece que el jefe de gobierno porteño se ubica un 3,9% por debajo de ese porcentaje, aunque su máximo valor de proyección le permitiría repetir lo logrado en las PASO.
El caso de Massa muestra un 0,4% menos de intención de voto que lo obtenido por UNA en las PASO, en las que compitió también José Manuel de la Sota, quien obtuvo un 6,2%. En el primer turno electoral nacional, UNA llegó al 20,5%. La proyección que demarca la encuesta de Poliarquía para la candidatura del tigrense se ubica en un piso del 21% y un techo del 23,5%, un leve ascenso con respecto a las primarias.
Fidanza explicó cómo se está moviendo el voto no kirchnerista, según la encuesta. Señaló que «hay evidencias para pensar que el voto opositor está oscilando entre Macri y Massa, con una tendencia a perderlo por parte del candidato de Cambiemos, y a ganarlo por parte del postulante de UNA». El sondeo de Poliarquía Consultores tampoco trae diferencias significativas para Margarita Stolbizer (Progresistas), a la que ubica con 3,8%, ni para Nicolás del Caño (Frente de Izquierda y de los Trabajadores), a quien le adjudica un 3,3%, ni para Adolfo Rodríguez Saá (Compromiso Federal), quien llegaría al 1,9%. Un 2% de los encuestados respondió que votará en blanco, y un 5,6% se mostró indeciso, o no contestó.
Para Fidanza, el rol de los indecisos no aparece, en principio, como determinante a la hora de definir el resultado electoral.«No hay pruebas para plantear que los indecisos vayan a votar muy diferente de los que ya decidieron», dijo Fidanza a LA NACION.
El desempeño de los candidatos en el Gran Buenos Aires trae un dato importante. La encuesta marca que Massa, con un 23%, le arrebata el segundo lugar a Macri en esa región, en la que el líder de Pro llega al 19%. Scioli gana en el conurbano con el 38%. «Se observa un crecimiento de Massa en la provincia de Buenos Aires. En el GBA donde UNA salió tercero en las PASO, hoy aparece por encima de Pro», analizó Catterberg.
«La polarización que se esperaba todavía no ocurrió, pero no puede descartarse que se dé en estas dos semanas», advirtió Fidanza. El trabajo de la consultora permite analizar este punto, ya que evalúa la intensidad de la decisión de cada votante.
El 65% de los que eligen a Scioli afirma estar «muy decidido», y sólo un 9% cambiaría su voto. En el caso de Macri, el 55% asegura tener «muy decidido» su voto por el candidato de Cambiemos, y un 12% admite que podría cambiar. El votante de Massa aparece como el menos seguro entre los tres principales postulantes. Un 45% de los que eligen al candidato de UNA afirma estar «muy decidido», mientras que el 19% podría modificar el voto.
Del editor: qué significa. Las últimas dos semanas serán decisivas para saber si Scioli supera el 40% y si Macri revierte la caída para ponerse a menos de 10 puntos.
Fuente: La Nación, 11/10/15.
La opinión sobre el Gobierno incide directamente en el perfil del votante
Scioli suma adherentes en el núcleo kirchnerista, Massa en el medio y Macri con los opositores.
Una de las determinantes más importantes para definir el voto es la evaluación de la gestión del Gobierno y el nivel de identificación con el kirchnerismo. Esa variable es la que en general incide en la vocación de continuidad o cambio del electorado.
En la encuesta realizada por Poliarquía para LA NACION, sólo el 13 por ciento aseguró sentirse identificado con el kirchnerismo y a favor de que sus políticas sean mantenidas.
Es más alta la cifra de los consultados que avaló la idea de que «el kirchnerismo hizo en general una buena gestión, aunque cometió algunos errores», ya que sumó el 32 por ciento. Esto quiere decir que hay un 45 por ciento que tiene una valoración total o parcialmente positiva de la gestión kirchnerista.
Sobre ese núcleo duro se sustenta la mayor parte del electorado de Daniel Scioli, que justifica su mensaje habitualmente apegado al del Gobierno.
El otro segmento es más importante. Hay un 34 por ciento de consultados en el sondeo que dice no sentirse identificado con el kirchnerismo y que se deberían cambiar la mayoría de sus políticas. Es un votante que se mantiene fuertemente anti-K.
A ellos se suma un 19 por ciento que evalúa que el oficialismo «hizo en general una mala gestión, aunque consiguió algunos logros». En total integran un 53 por ciento con un visión negativa del Gobierno, la mayor parte de los cuales son decididamente reactivos al kirchnerismo (hay un 2 por ciento en el rubro «no sabe/no contesta).
El perfil del votante
Cuando se hace el cruzamiento del perfil de los consultados con la intención de voto, surge claramente el sesgo de cada grupo.
Entre los que se sienten muy identificados con el kirchnerismo el 94 por ciento dijo que votaría a Daniel Scioli, mientras que sólo el 2 por ciento lo haría por Macri y el 3 por ciento por Massa.
En el casillero de los que evalúan como buena la tarea del Gobierno, aunque marcan errores, los votos se dispersan más. El 64 por ciento va a Scioli, pero Massa araña el 19 por ciento de ese sector. Macri sólo toma el 8 por ciento.
Cuando se pasa al cuadrante siguiente, donde están los que piensan que Cristina Kirchner hizo una mala gestión, aunque con algunos logros, Macri se impone con el 38 por ciento de adhesiones, contra Massa, que tiene el 28 por ciento, y Scioli, con sólo el 16 por ciento.
Finalmente, entre los «nada identificados» con el kirchnerismo, Macri domina ampliamente, con el 46 por ciento, secundado de lejos por Massa, con el 24 por ciento. Scioli sólo recoge en ese segmento el 3 por ciento de sus votos.
La escala permite comprobar no sólo la fortaleza de Scioli entre los adherentes al kirchnerismo, sino cómo Macri sigue teniendo su núcleo más fiel entre quienes tienen una opinión más negativa del Gobierno.
Pese a ello, el líder de Pro ha dado gestos en las últimas semanas en el sentido de mantener algunas políticas oficiales para ampliar su terreno electoral.
Massa, por su parte, tiene un electorado acorde con lo que en su discurso -ahora algo dejado de lado- era resumido como la «ancha avenida del medio». Parece ser un votante entre parcial y totalmente crítico del Gobierno.
Algo similar, aunque con matices, pasa con los votantes de Margarita Stolbizer, Nicolás del Caño y Adolfo Rodríguez Saá.
Fuente: La Nación, 11/10/15.
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