Los argentinos leen mucho. En la encuesta de consumos culturales y entorno digital realizada por la Secretaría de Cultura de la Nación, se dio a conocer que las tasas de lectura en la Argentina están entre las más altas de Latinoamérica. El 73% de la población lee diarios y el 57% lee al menos un libro por año, según datos del informe publicado en el 2013. Y, sin embargo, no es suficiente.
Leer, y leer mucho, es imperativo. Hay que aumentar el nivel de lectura per cápita aún más. «La educación protege el cerebro», explicó el neurocientífico Facundo Manes, autor del libro El cerebro argentino. «Tenemos que protegerlo con alimentos, con vivienda pero también con estímulos, con un contexto positivo de aprendizaje». ¿Y qué mejor herramienta para el aprendizaje que los libros?
La lectura es un ejercicio para la mente, así como una bicicleta lo es para el cuerpo. Es un «superalimento» para el cerebro. Para leer, se necesitan aplicar, aunque uno no se dé cuenta, varios procesos mentales: el razonamiento, la memoria y la percepción juegan un rol fundamental. Según comprobó la ciencia hace años, al leer se activa el hemisferio izquierdo del cerebro, el sector que se encarga del razonamiento lógico y de las capacidades analíticas del individuo.
También, al decodificar las letras, las palabras, las frases y las oraciones que conforman un todo, se activan zonas de la corteza del cerebro, que reconocen el valor semántico, el significado, de las palabras. De esto se encargan las cortezas occipital y temporal. La frontal motora se enciende al evocar sonidos, mientras que los recuerdos activan el hipocampo y el lóbulo temporal medial. La cadena es infinita. Con la lectura se lee una frase, se la interpreta, y ésta evoca recuerdos, aromas, colores y sonidos, memorias de nuestra mente.
Los científicos están cada vez más interesados en estudiar la relación entre la lectura y el cerebro, y cómo la ficción puede llegar a mejorar la salud mental de una persona. Hace unos años, investigadores de la New School for Social Research descubrieron una conexión entre la Teoría de la Mente -la habilidad de una persona de saber lo que está pensando otro-, y la lectura de un pasaje de ficción literaria.
En septiembre, otro grupo de científicos replicó el estudio y obtuvo resultados diferentes: la conexión, a diferencia del estudio anterior, fue entre la Teoría de la Mente y una relación de toda la vida con la lectura. Básicamente, leer unas hojas de un libro no convierte a la persona en más empática, pero sí ser un lector devoto.
María Eugenia Panero, de la Boston College, explicó a Time que «es difícil saber si leer ficción literaria aumenta la Teoría de la Mente, o si las personas que naturalmente poseen un alto nivel de esta habilidad se sienten atraídas por este tipo de lectura». También es posible que un mayor grado de empatía y un gran interés en la literatura se alimenten uno del otro.
El novelista y psicólogo Keith Oatley, de la Universidad de Toronto, publicó recientemente en la revista científica CellPress un estudio titulado «Ficción: Simulación de mundos sociales». En éste destaca que la literatura de ficción, al explorar las mentes y personalidades ajenas, aumenta la empatía de una persona.
Un estudio reciente de la Universidad de Münster, en Alemania, identificó otro aspecto que se desarrolla a partir de la lectura: «Los grandes lectores -aquellos que leen más de 18 libros por año- alardean de sus libros en público o los muestran en estantes como una manera de comunicar una característica de sí mismos para formar su identidad y expresarse».
En la School of Life de Londres, Inglaterra, un grupo de biblioterapeutas quieren ayudar a que las personas utilicen la ficción para cambiar sus vidas a un nivel más profundo. La biblioterapia implica la prescripción de novelas para «curar los males de la vida», según aseguraron desde la institución.
En definitiva, la lectura refuerza al cerebro: lo hace más potente, más activo. También ayuda a elevar el razonamiento y los procesos lógicos del individuo, fomenta sus relaciones sociales y cura los males emocionales. ¿Y qué mejor que terminar un duro día de trabajo y acurrucarse con un buen libro?
Fuente: infobae.com
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