Argentina y la Deuda Externa

agosto 6, 2012

Deudas

Por Enrique Szewach

 

Mucho han dicho la Presidenta y el resto de su gobierno en torno al pago final del BODEN 2012. Mucho han omitido. Mucho también se ha dicho desde la oposición y desde los medios. También mucho se ha omitido.

No es mi intención aquí, resaltar mucho de lo omitido, u omitir mucho de lo dicho.

De lo omitido, sólo recordar que el 30% de la emisión del BODEN 2012, tiene poco que ver con los ahorristas y la pesificación asimétrica de principios del 2002, y se vincula, en cambio,  con una colocación de deuda del gobierno de Néstor Kirchner, que compró su entonces amigo Chávez, para «reventar» en el mercado, tiempo después, explicitando el verdadero riesgo argentino, e impidiendo nuevas colocaciones de deuda externa desde entonces.

Si algunos «hicieron negocio con la gilada», fueron, precisamente, los que compraron parte de esa colocación del  Presidente venezolano, en otro oscuro episodio de nuestra particular asociación con el populismo caribeño.

Pero aquélla colocación me da pie para plantear lo que creo que, humildemente, es el verdadero  «bosque» que el  «árbol» del BODEN 2012 no nos deja ver. ¿Por qué fue «bueno» ese endeudamiento de Néstor?. ¿Por qué es bueno este desendeudamiento de Cristina?. 

¿Cuándo conviene tomar crédito público, y cuándo no?. ¿Con quién endeudarse y con quién no?, ¿Qué implicancias de política económica tiene la decisión de desendeudarse? ¿Qué requisitos?, etc.

Quizás, algunos piensen que, en este momento, ese debate resulta inconducente, simplemente porque la Argentina, a partir del «default implícito» de los bonos ajustables por CER, y con los temas pendientes con el CIADI, Club de París, Bonistas, etc. tiene cerrado el acceso al mercado de capitales internacional a tasas razonables.

Por el contrario, este es justo el momento.

Porque de la respuesta a esas preguntas surgen caminos de política macro de corto y de largo plazo.

En otras palabras, si existe la decisión que, dada la historia de la Argentina, es mejor seguir aislado del sistema financiero internacional y no aprovechar esta coyuntura de tasas bajísimas de largo plazo para financiar inversión, tanto pública como privada, entonces, tendremos que seguir como hasta ahora, cancelando no sólo intereses sino amortizando capital.

Pero esto implica, por un lado, un esfuerzo fiscal adicional, que no puede seguir haciéndose con el actual abuso del impuesto inflacionario, y las reservas del Banco Central, ni incrementando el presente récord de presión fiscal, lo que obliga a mirar por el lado del gasto.

Y, por el otro, en este contexto, significa que la inversión en infraestructura también estará limitada, o se financia con «adelantos del sector privado» (como el «nuevo» ensanche de la Gral. Paz); o con lo que «sobre» de las buenas cosechas.

Pero este aislamiento, también influye sobre las decisiones de inversión privada.

Sin crédito externo y con las actuales restricciones al movimiento de capitales, la inversión privada sólo puede financiarse con ahorro interno. Pero a tasas de interés negativas, el ahorro interno privado a largo plazo no existe y el sector público está en déficit, de manera que sólo quedan, la reinversión de utilidades y el limitado crédito subsidiado para los amigos, con stocks acumulados en el ANSES.

Por lo tanto,  la decisión de permanecer aislados de la comunidad financiera internacional obliga a replantear toda la política económica actual.

Si el gobierno privilegia el desendeudamiento, para mantener la «soberanía» (es decir para hacer «lo que se le cante»), entonces, o bien se resigna a una baja tasa de crecimiento por límites a la inversión privada y por  deterioro creciente de la infraestructura pública, o bien reformula la política de movimiento de capitales, para permitir que el ahorro externo local, financie el crecimiento.

Pero, para permitir nuevamente el libre movimiento de capitales, hace falta otra política fiscal, que permita ir reduciendo paulatinamente el financiamiento desde el Banco Central y se pueda, entonces, encarar una política monetaria antiinflacionaria, para recuperar competitividad cambiaria y sistémica.

En síntesis, si se quiere seguir por el camino del aislamiento internacional, o nos resignamos a bajo crecimiento y deterioro creciente de la infraestructura pública, o modificamos toda la política macro, lo que, de paso, permitiría pasar de tener deudas a tener crédito.
Fuente: Perfil, 05/08/12.
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Los cambios del modelo K

julio 30, 2012

Cambios

Por Enrique Szewach

 

El primer semestre del año transcurrió, en la economía argentina, con más “cambio” que “sintonía fina”.

Al parecer, el modelo necesitaba una revisión tan importante, que la Presidenta prefirió abandonarlo, antes de pagar los costos de corto plazo de volver al camino del tipo de cambio real alto y superávit fiscal, que caracterizaron los momentos de esplendor económico de estos años.

Así, en materia cambiaria, se prefirió terminar con veinte años de convertibilidad del peso, racionar la venta de dólares de las reservas, y pesificar obligatoriamente las operaciones financieras e inmobiliarias, y prohibir el flujo de atesoramiento en moneda extranjera, aunque no los stocks acumulados, dando lugar a un doble  mercado de facto. La alternativa hubiera sido pasar a una política monetaria independiente de las necesidades fiscales, establecer metas de inflación decrecientes y permitir un ajuste más rápido del valor del dólar.

Ligado a lo anterior, se optó por una política fiscal “discriminatoria”. Ajustando sólo contra los enemigos políticos o los potenciales “no votantes” del oficialismo (básicamente retiro de subsidios o racionamiento de transferencias a provincias, y presionando para más suba de impuestos provinciales), mientras que, para el resto, se usa una política expansiva financiada por el Banco Central. La alternativa hubiera sido una política de ajuste fiscal más “general” y concentrar el gasto público en los servicios básicos y en los sectores más necesitados, actualizando precios de energía y transporte gradualmente y suavizando, en todo caso, el ajuste, con una normalización financiera internacional.

Finalmente, en sectores “sensibles” de energía e infraestructura, que requieren inversión urgente, se está pasando, del “capitalismo de amigos”, al “capitalismo de Estado”. La alternativa, hubiera sido abandonar el capitalismo de amigos y pasar a un capitalismo competitivo, bien regulado.

Todo esto, en un entorno internacional, dominado por la crisis de la Europa Mediterránea, un lento crecimiento norteamericano, una cuasi recesión en Brasil y una China desacelerando.

El resultado de todo este cocktail, hasta aquí, ha sido una moderada recesión en la Industria. Una caída de la masa salarial real (influida por el sector asalariado informal, con aumento del desempleo, y una inflación bien instalada en el 2% mensual promedio); una cuasi parálisis de todas las actividades inmobiliarias que involucran transacciones en dólares; y graves dificultades para exportar e importar. Mientras el gobierno intenta, con crédito dirigido, compensar las consecuencias de este menor crecimiento.

La pregunta clave es si el segundo semestre será igual, mejor o peor al primero.

Ante todo, está claro, a estas alturas, que gran parte de lo arriba descripto está aquí para quedarse, dado que forma parte de una decisión de política central del gobierno.

Obviamente, algunas cuestiones serán corregidas (como los plazos para exportar, o las trabas para importar insumos críticos) y, en ese sentido, puede esperarse, en esas actividades, una mayor fluidez. También es probable que mejore la demanda brasileña en algunos sectores, aunque ello implica un menor saldo comercial neto.

Y es probable, también, algún repunte en los sectores relacionados con el crédito dirigido, aunque en el caso del sector construcción el freno de la obra pública juega en contra.

Pero también es probable que se “inventen” más restricciones, prohibiciones, limitaciones, y se profundice el capitalismo de estado, expropiador.

Si Europa no empeora, el segundo semestre dependerá del “neto” entre el ajuste de la economía a esta nueva normalidad pesificada y trabada, y los efectos negativos de los nuevos inventos. En principio, podríamos seguir con esta recesión moderada en la industria y con un repunte modesto en el resto. Pero el tema clave, es que este nuevo modelo es, por definición, un esquema, como máximo, de bajo crecimiento. Y es un esquema de bajo crecimiento porque no modifica el problema central, un clima anti inversión privada, (solo se invierte con anabólicos, precios relativos fuera del equilibrio, alta inflación y asilamiento internacional. Todo “mechado” con falta de justicia, y deterioro institucional.

En síntesis, quizás un segundo semestre algo mejor, en un camino de largo plazo, claramente peor.
Fuente: Perfil, 29/07/12.
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El origen de la crisis Argentina

julio 16, 2012

Viento

Por Enrique Szewach

 

En las últimas semanas, y a partir de declaraciones de la Presidenta Cristina Kirchner atribuyendo los actuales problemas económicos de la Argentina y, en especial, los futuros, a que “el mundo se nos cayó encima”, los economistas cercanos al gobierno (si tal especie existe), argumentaron, que  “si cuando nos iba bien decían que era viento de cola, ahora que nos va mal, no pueden decir que no es el mundo”.

Con el mismo criterio, podría responderles que “Si cuando nos iba bien no era el viento de cola, si no el modelo, ahora que nos va mal, también es el modelo”.

La verdad, como casi siempre, camina por el medio.

La Argentina del 2003, partió de un escenario de default de la deuda pública; bajísimos salarios; alto desempleo; gran capacidad ociosa; tipo de cambio recontra alto. Es decir, condiciones y precios relativos extraordinariamente favorables para la producción de exportables y de sustitutos de importaciones.

Estas condiciones se insertaron en un mundo que había descubierto la “cadena de la felicidad”, de la mano de un inédito populismo financiero en los países centrales (mezcla letal entre innovación financiera e irresponsabilidad política) y de gobiernos de la Europa mediterránea, endeudándose sin límites, gracias a la baja de tasas y la ampliación del crédito, consecuencia de la desaparición de sus “malas monedas” y su reemplazo por el Euro.

Todo esto acompañado de la particular inserción de China e India al circuito de producción y consumo global.

Mientras esas condiciones se mantuvieron,  el mundo emergente creció con cierta fuerza, gracias a la suba de los precios de los productos que vendemos.

Sin embargo, debido al populismo vernáculo, los precios relativos a favor de los exportables y sustitutos de importaciones se fueron deteriorando. (Y ya desde Néstor Kirchner).

Se intervino en el mercado energético, desalentando la inversión, y la oferta con precios artificialmente bajos.

Se subsidiaron los consumos de servicios públicos, financiando la fiesta con aumento de la presión impositiva y luego con emisión e inflación.

Se destruyó el mercado agropecuario, induciendo a una mayor  sojización, al intervenir en los mercados de carne, maíz y trigo, entre otras cosas. 

Se alentó un crecimiento artificial del salario real, bien por encima de las mejoras de productividad.

Se regalaron millones de jubilaciones a quienes no las necesitaban y se incrementaron fuertemente las jubilaciones mínimas, agravando la crisis financiera del ANSES que no fue mayor, porque no se ajustaron las jubilaciones de monto superior. Aumentó el empleo público.

Se destruyó el INDEC, y sus estadísticas, impidiendo, de esta forma,  una pesificación de los ahorros con indexación, y cerrando el acceso a nuevo financiamiento público (lo que obliga a cancelar no sólo intereses, si no capital).

Cuando la crisis internacional y/o el clima desplomaron los precios de la soja o las cantidades producidas, se inventaron “fondos anticíclicos” de urgencia, expropiando los fondos de pensión (destruyendo aún más el ahorro en pesos de largo plazo) y tomando por asalto las reservas del Banco Central y la máquina de imprimir. (Siempre con los votos de muchos “opositores”).

 

La inflación se aceleró, y la caída del tipo de cambio real se vio compensada, en principio,  por la devaluación del dólar y la apreciación de las monedas de los socios comerciales.

Pero el desorden macroeconómico, finalmente, pasó la cuenta.

Faltan dólares, porque la destrucción de oferta exportable redujo la posibilidad de financiar el crecimiento de las importaciones, y porque la política económica expuesta dejó como única alternativa de ahorro líquido, la dolarización de portafolios.

El mundo está cambiando, es cierto, porque el dólar ha frenado transitoriamente su devaluación, para dar espacio a la más necesaria del euro, obligando a todas las monedas regionales a devaluarse, lo que frena el flujo de capitales a la región.

Porque China está intentando también cambiar su modelo.

Porque Europa está en recesión.

Pero nada de lo que se está haciendo localmente es solución: todo se reduce a cerrar la economía y a impedir la dolarización de los ahorros (pero esto no genera más dólares), y a redistribuir los costos del ajuste con la lógica de “amigo/enemigo”. “Votante/no votante”.

En síntesis, el mundo hace lo suyo, pero nosotros hemos hecho mucho más.

La buena noticia es que lo nuestro es reversible.
Fuente: Perfil, 12/07/12.
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Argentina: Malas decisiciones económicas

julio 9, 2012

Créditos

Por Enrique Szewach

 

El gobierno sigue insistiendo con el diagnóstico de que “el mundo se nos cayó encima” e impulsa el crédito “barato” como mecanismo para revertir la clara desaceleración que presenta la economía argentina de estos meses. (“Desaceleración” es un promedio, pero ya hay algunos sectores, como la industria y la construcción con variación negativa respecto del mismo período del año anterior).

Pero este intento de impulsar el crédito, primero para la construcción de viviendas, y ahora para proyectos de inversión de las pymes, tendrá escasos efectos, (a menos que se obligue  a las empresas a tomar crédito para comprar bienes de capital nacional, en los próximos seis meses, bajo severas penas), dado que el problema es otro.

En efecto, el menor nivel de actividad, como le vengo contando, tiene su origen en factores climáticos que afectaron la cosecha de este año; en la desaceleración brasileña (allí sí, el mundo se les vino encima, más allá de que se le fue la mano al Banco Central de los vecinos, en el apriete de finales del año pasado); y en decisiones de política económica del propio gobierno. Decisiones que, por un lado, redujeron la oferta de exportables por la nefasta política de precios y restricciones a la exportación en energía y otros productos y, por el otro, llevaron a una intensa dolarización de portafolios en el período 2007/2011, de la mano de la aceleración de la tasa de inflación, respecto de la evolución del tipo de cambio, (caída del tipo de cambio real) y de la ausencia de instrumentos de ahorro en pesos que mantuvieran el poder de compra, al menos en moneda local. Ahora faltan dólares para seguir creciendo.

Pero, reitero, en la Argentina de hoy, la falta de dólares, es consecuencia de la política económica, y algo del clima, y no del panorama internacional.

Ahora bien, esta falta de divisas se puede enfrentar encareciendo el tipo de cambio, (devaluando por encima de la inflación) o utilizando las reservas del Banco Central con restricciones. Cualquiera de los dos caminos hace caer el nivel de actividad.

El primero, por el menor poder de compra en moneda extranjera de los ingresos en pesos, y el segundo por la limitación de las importaciones y su efecto sobre la producción y el comercio.

Cualquiera de los dos caminos provoca una desaceleración de la recaudación impositiva y cualquiera de los dos caminos, si no se ajusta el gasto público, lleva a un aumento del déficit fiscal nacional y provincial.

La diferencia es que el primero, al modificar el tipo de cambio real, mejora la competitividad de las exportaciones o alienta genuinamente la sustitución de importaciones, a costa de una caída mayor del salario real; mientras el segundo, al mantener o agravar el problema del tipo de cambio real, empeora la competitividad de las exportaciones y obliga a forzar la sustitución de importaciones –dónde se pueda- con cuotas, prohibiciones, controles, etc, creando un “coto de caza” para los protegidos y el riesgo de represalias comerciales de los países afectados. En este entorno, el salario real cae menos, pero se afecta más el empleo privado.

Los dos caminos son recesivos, pero el primero “gana tiempo” al empezar a modificar el tipo de cambio real, (si hay programa monetario y fiscal creíble), mientras el segundo “pierde tiempo”, porque no cambia las condiciones de fondo. Y al no cambiar la situación de fondo, se obliga a mantener y/o profundizar los controles, y las prohibiciones.

Obviamente, el incremento del déficit fiscal, con presión tributaria récord, sin fondos ahorrados y sin acceso al mercado de capitales, lleva a la Nación a recurrir a la caja del Banco Central en pesos y en dólares para financiarse, y a las provincias a pedirle plata a la Nación, y/o a ajustar el gasto con proveedores, o empleados.

Pero el uso del Banco Central obliga a la pesificación forzada, para que no espiralice la inflación, pero al impedir el ahorro y el desahorro en dólares, termina siendo también recesivo, sin que baje la tasa de inflación.

En síntesis, tenemos un tipo de cambio real que, dado el mundo, ya no genera rentabilidad, ni empleo. Y precios relativos fuera de la realidad de largo plazo.

La apuesta de seguir por el camino de “perder el tiempo”, a la espera de que el “lotosoja” y el “quiniBrasil” resuelvan el problema de fondo, luce demasiado arriesgada, aún si Dios fuera argentino.
Fuente: Perfil, 08/07/12.
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La trampa de precios relativos

junio 25, 2012

Trampas

Por Enrique Szewach

 

Los datos de la economía global volvieron a mostrar que la medicina aplicada para superar definitivamente la crisis de sobreendeudamiento surgida en el 2007, está resultando equivocada o insuficiente.

Los datos de la economía local, también están mostrando que la medicina aplicada para evitar la desaceleración y, la casi segura recesión, también está resultando o equivocada o insuficiente.

Pero, claramente, los problemas locales son bien diferentes a los globales, más allá de su influencia, por lo que copiar “recetas” es un sinsentido.

En Estados Unidos y en Europa, se presenta, como mencionara, una situación de sobreendeudamiento privado y público de la que no se sale rápidamente. La respuesta de política  ha generado una gigantesca “trampa de liquidez”.

Los Bancos Centrales inyectan fondos y realizan todo tipo de operaciones financieras para mantener bajas las tasas de interés, alejar el fantasma de quiebras bancarias e incitar a que se vuelva a consumir e invertir, mientras consumidores e inversores se han vuelto, a la fuerza, conservadores y desconfiados, reduciendo su demanda a la  mínima posible, tratando de cancelar deuda, y esperando a ver si mañana compran más barato, o de dónde les viene el “golpe” por el lado de un default, de una reforma monetaria (en el caso de una salida del Euro de algunos países), de un despido, o de una mayor presión impositiva o rebaja salarial o de beneficios sociales, (en los intentos de algunos gobiernos de “ajustar” en el corto plazo, sin programas integrales para el largo).

Es decir Europa, y en menor medida Estados Unidos, enfrentan una insuficiencia de demanda privada. La respuesta “keynesiana” no está disponible.

Porque la receta de los 30 era reemplazar la reticencia privada a gastar e invertir con gasto público, hasta que la máquina se pusiera a funcionar de nuevo. Pero ese gasto era financiado con emisión de deuda pública, de Estados solventes, relativamente pequeños, y con un sector privado que no quería gastar, ni invertir, pero que estaba dispuesto a comprar deuda pública a bajas tasas.

Ahora, los Estados (en particular los europeos mediterráneos) son grandes monstruos con pies de barros, están más que endeudados, y nadie les quiere prestar lo que necesitan a tasas pagables. Entonces, tenemos privados reticentes a gastar y Estados que no tienen como financiar una eventual expansión de la demanda, porque no tienen fondos ahorrados, ni posibilidad de colocar deuda. La salida es que esa deuda la “compre” Alemania, disfrazada de “Europa”, o que el Banco Central Europeo se la rescate a los bancos comerciales que hoy la tienen en su cartera con riesgo de quebrar y provocando una fuerte corrida de depósitos y la parálisis de crédito, aún con muchos fondos.

Pero Alemania, no quiere prestar sin “ajuste” (cuando lo que debería pedir son reformas de productividad); mientras el Banco Central Europeo tiene limitaciones regulatorias y de otra índole. Resultado, Europa está paralizada y con rumbo sinuoso hacia  un “desdoblamiento cambiario”.

En la Argentina, por el contrario, lo que hay es una “trampa de precios relativos” que desalentó y desalienta la oferta y alentó una fuerte salida de capitales. Por defender “la mesa y los consumos de los argentinos”, (léase ganar elecciones con fiesta populista) se mantuvieron algunos precios clave artificialmente bajos, alentando demanda y desalentando oferta. Mientras, el clima antinegocios y la caída del tipo de cambio real, estimularon la dolarización de los portafolios. Hoy, hay que realinear precios relativos para volver a atraer inversión productiva y revertir la dolarización.

En lugar de ello, el gobierno insiste en mantener el desbarajuste de precios relativos, subsidios cruzados, entramados de créditos y débitos, todo financiado con alta inflación, mientras controla la demanda para que alcancen los dólares y redistribuye la carga del ajuste fiscal pasando sin escalas del “capitalismo de amigos” al “socialismo de enemigos”.

Pero controlar la demanda implica menos nivel de actividad, por menor consumo, y mantener estos precios relativos implica desaliento a la inversión productiva.

En síntesis, Europa sin saber cómo salir de su trampa de deuda y falta de competitividad mediterránea. La Argentina sin saber cómo salir de su trampa de desbarajuste de precios relativos, subsidios cruzados, y clima anti inversión.
Fuente: Perfil, 24/06/12.
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Argentina: El Plan Económico Bobo

junio 20, 2012

Mirmecoleón

Por Enrique Szewach

 

Creo que ya le conté que, en su Libro de los seres imaginarios, Jorge Luis Borges cita al “mirmecoleón”, un animal hijo de padre león y madre hormiga, cuya parte delantera tiene forma de león y la trasera de hormiga. No puede comer carne, como el padre, ni hierbas, como la madre; por consiguiente nace y muere.

Creo que se lo mencioné más de una vez, porque la política económica argentina engendra recurrentemente “mirmecoleones”, cuando fija objetivos contradictorios y simultáneos y utiliza, por consiguiente instrumentos equivocados.

Hoy estamos, nuevamente, frente a esa situación.

A la economía argentina le llegó, otra vez,  el momento de pagar una fiesta populista.

Es cierto que la factura esta vez es menos costosa porque la fiesta no se financió con endeudamiento, sino con los extraordinarios precios de nuestros productos de exportación y por el efecto que ese mismo “mundo” tuvo sobre nuestros vecinos, en especial Brasil.

Pero no es menos cierto que, hacer crecer desmedidamente el gasto público (mediante récord de presión tributaria, expropiaciones varias y alta inflación) y el consumo privado con aumentos salariales bien por encima de la productividad, y subsidios otorgados por productores privados y por el sector público, ha creado una tensión tal en el superávit comercial, que ahora ya no hay dólares suficientes para importar ese exceso de consumo.

Insuficiencia de dólares generada, en realidad, no sólo por las mayores importaciones de energía (como sostiene el gobierno, culpando exclusivamente a Repsol y no a su política energética) si no, básicamente, por la intensa dolarización de los ahorros de estos años, inducida por tasas negativas, alta inflación y el clima expropiador, insultante y sin reglas que predominó en la política argentina, incluyendo no sólo al kirchner-cristinismo, si no a muchos de sus socios políticos y hasta sus supuestamente opositores.

Sin dólares, con los precios relativos desbocados, sin margen para subir más impuestos, la economía se tiene que ajustar.

Y allí es dónde el Cristinismo en el poder construye su mirmecoléon. La economía exige ajuste, y la política exige que siga la fiesta. Y para conjugar ambas cosas se hace el peor de los ajustes y los intentos de seguir la fiesta, agravan el problema.

Me explico. Para seguir la fiesta política, (la búsqueda del cristinismo eterno), el gobierno intenta pasarle el costo del ajuste al sector público de las provincias y a los “capitalistas amigos y no tan amigos” que “la juntaron con pala”.

Pero eso impide que se generen más dólares, dado que los que se fueron por dolarización de portafolios no vuelven (pusieron el “corral” cuando ya quedaban pocas vacas adentro), y el sector productor de dólares, fuera del agro, se encuentra, a estos precios relativos y dado el mundo, con fuertes pérdidas de competitividad. 

Como el sector público no produce dólares –el intento por lograr que los imprimiera Ciccone, parece haber fracasado- sólo queda el control de importaciones.

Pero el control de importaciones, y el intento de pesificar por las malas, pega directamente sobre el nivel de actividad, “ajustando” al sector privado y reduciendo la recaudación de impuestos, dando lugar a otra ronda de ajuste desordenado.

Para tratar de compensar ese ajuste desordenado (ese círculo vicioso, como reconoció el “fallido” del Viceministro de Economía, el otro día), se anuncian aumentos de gasto, que termina siempre, al final del día, en mayor demanda de dólares, (energía para producir, o ahorro de los “ganadores”, con el mayor consumo).

El mirmecoléon a pleno. Ajustar y simultáneamente alentar el consumo.

Redistribuir ingresos en contra de los productores de dólares, y simultáneamente, exigir que se generen más dólares.

Trabar las operaciones inmobiliarias con la pesificación forzada, y simultáneamente, alentar la construcción de algunas casas en terrenos fiscales sin infraestructura alguna y con empresas de servicios públicos quebradas.

En síntesis,  el gobierno se niega a un ajuste ordenado y por las buenas, e intenta que el ajuste, entonces, se concentre en los sectores que no lo votaron, ni lo votarán.

Pero esos sectores son los productores de los dólares que faltan y los creadores de empleos genuinos. Sin dólares suficientes y sin querer modificar precios relativos, el ajuste se hace igual pero desordenado y mucho más costoso.
Fuente: Perfil, 17/06/12.
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La Estafa a los Jubilados Argentinos

junio 18, 2012

Garantía

Por Enrique Szewach

 

Cuando la mayoría de la clase política argentina acompañó la idea del Ministro Amado Boudou de terminar con la parte de ahorro y capitalización del sistema jubilatorio argentino (AFJPs), para pasar a un sistema de reparto puro, los fondos acumulados hasta ese momento por los aportantes, que administraban por cuenta y orden entidades públicas y privadas, pasaron al ANSES con el rimbombante nombre de “Fondo de Garantía de Sustentabilidad”.

El objetivo explícito de dicho fondo era “constituir un fondo de reservas anticíclicas”, …pero “garantizando su carácter previsional”.

En otras palabras, dicho fondo podía invertirse en diversos instrumentos, pero siempre en la medida que se mantuviera el valor de largo plazo del mismo.

El FGS es, por lo tanto, la “herencia” dejada por los futuros jubilados en las arcas del Estado, para servir, eventualmente, de reserva, en la medida que algún problema cíclico impidiera el pago correspondiente de las jubilaciones en su momento.

Pero queda claro que el sistema jubilatorio es ahora un sistema de reparto que “paga” en función de lo que recauda, no sólo de los aportes previsionales, si no de un conjunto de impuestos varios creados para cubrir el bache entre lo que hay que pagar y los aportes genuinos al sistema (Bache que ronda el 45- 50%  del gasto previsional nacional).

En otras palabras, el sistema de reparto no tiene recursos suficientes y se nutre, más o menos por el 50% del gasto, de otros impuestos, y paga también otros gastos no previsionales como la Asignación Universal por Hijo, las computadoras para las escuelas, etc.; complementariamente existe un supuesto Fondo de Garantía para el futuro, que se compone de lo recibido del sistema de capitalización anterior, y de las utilidades de lo invertido y a invertir por dicho Fondo.

Pero, ¿Cuánto tiene y que hay en ese Fondo? A fines del primer trimestre de 2012 (último dato publicado), el fondo era de 209.000 millones de pesos.(más o menos equivalente a lo que hoy se paga anualmente de jubilaciones y pensiones, mal liquidadas y con juicios pendientes).

En ese Fondo, el 60% son Títulos Públicos. A su vez, casi el 40% de dichos títulos, 43.000 millones de pesos, están colocados en un Bono en pesos al 2045. También hay 15.000 millones en un bono en dólares al 2033, y el resto son bonos al 2018, 2016 y 2014. (Suponiendo que los títulos están valuados a valor de mercado).

Obviamente, estos títulos no sirven como instrumentos contracíclicos, dado que si en algún momento hubiera problemas para pagar las jubilaciones, también habría problemas para pagar deuda.

Y liquidar estos bonos en el mercado secundario, en un momento negativo, haría que el precio de los mismos se derrumbara.

De manera que de los 209.000 millones, ya nos quedan, para uso y abuso unos 86.000. De esos 86.000 millones, casi 29.000 millones ya están “invertidos” en proyectos productivos y de infraestructura, que incluyen desde préstamos al sector automotriz (que ya se están devolviendo), hasta pagarés de AySA con vencimiento en el 2018 y 2019, programas de vivienda en Buenos Aires, Mendoza, La Rioja, Entre Ríos. Préstamo a la Municipalidad de Río Cuarto, y  obras viales y financiamiento de centrales de energía, que más que inversiones a recuperar, son gasto público (seguramente muy necesario), disfrazado de fideicomisos y documentos varios.

Estas inversiones tienen muy poca capacidad de recuperación, sobre todo en momentos cíclicamente negativos.

Como no se detalla el cronograma de recupero de estos fondos, supongamos que de los mismos son líquidos el 10%,  unos 3.000 millones de pesos.

Luego queda la inversión en acciones de empresas privadas, unos 17.000 millones de pesos, obviamente líquidas, pero en la medida que la eventual venta de estas acciones se haga muy lentamente en el mercado o en bloque a los accionistas mayoritarios. (Sólo de Telecom y Siderar hay cerca de 7.000 millones de pesos).

Quedan finalmente “líquidos” unos 25.000 millones de pesos en plazos fijos, y otros fondos, de los cuales casi la mitad están en el Banco Nación y el Banco Provincia).

Los fondos a plazo fijo están depositados a tasa negativa, y se van licuando con el tiempo, al ritmo del diferencial con la tasa de inflación real.

En síntesis, lo único verdaderamente líquido son plazos fijos y fondos comunes de inversión (que tampoco se pueden retirar rápidamente, sin generarle un problema, en particular a la Banca Oficial) y las acciones de empresas privadas, que deberían venderse en bloque, o muy lentamente. (Aquí se supone que los bonos y acciones están contabilizados a valor de mercado).

Dichos fondos líquidos si se usaran, en su totalidad, para el Plan de Viviendas creado por el PRO, perdón, para el plan PRO CREAR, alcanzarían, a un promedio de 150.000 pesos por crédito, a cubrir el 60% del programa anunciado. Pero de esa manera el Fondo se quedaría sin ninguna liquidez y se iría licuando, porque los préstamos son, en promedio, a tasas negativas.

En síntesis, por todo lo expuesto, el objetivo de un fondo anticíclico previsional no se cumple, ni se cumplirá.

No se hagan los rulos, el Fondo de Garantía de Sustentabilidad no existe y Papá Noel tampoco, y de lo segundo no estoy tan seguro.
Fuente: Ámbito Financiero, 15/06/12.
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La absurda pesificación

junio 11, 2012

Pesificados

Por Enrique Szewach

 

Un señor se acerca al rabino del pueblo con “la solución para el problema de la pobreza”: “Que los hijos de los ricos se casen con las hijas de los pobres y que las hijos de los pobres se casen con las hijas de los ricos”. ¡Excelente idea!- responde el Rabino- “Yo me encargo de convencer a los pobres, usted vaya, y convenza a los ricos”.

No sé por qué, el tema de la pesificación de las operaciones de compra venta de bienes muebles e inmuebles, que intentan imponer algunos legisladores, me recordó esa vieja historia.

Aquéllos que quieren comprar un bien, no tienen problema en pagarlo en pesos, una vez acordado precio y condiciones. El problema es de aquéllos que venden y sólo desean recibir dólares, dada la dificultad que existe hoy para cambiar pesos por dólares, sin infringir, supuestamente, la ley, además de la volatilidad en torno a la cotización del dólar no oficial.

En otras palabras, las operaciones de compra venta de inmuebles y otros bienes están dolarizadas, porque quién vende quiere recibir dólares, y no porque el que compra quiere pagar con dólares. Pero como el que vende no tiene acceso libremente a esos dólares, si recibe pesos, vende en dólares, o no vende. De manera que las operaciones de compra venta de inmuebles han caído drásticamente, porque no existe un mercado libre de compra venta de dólares. Cualquier ley de pesificación, no modifica este escenario, al contrario, al obligar a cancelar en pesos, cierra la única posibilidad que aún existe para realizar este tipo de operaciones: que un tenedor de dólares, en un Banco, en una caja de seguridad, o en su casa, pueda pagar con esos dólares a  quien desea vender. (Y aquí no existe la “excusa” de combatir dinero ilegal, dado que se trata de bienes registrables, en dónde intervienen profesionales obligados a denunciar cualquier anomalía).

En cuanto a los contratos de alquiler o de otro tipo, están estipulados en dólares, porque, prohibida la indexación, y siendo de relativo largo plazo, es una manera que tienen los firmantes de “simular” una indexación, aunque el precio del dólar no haya evolucionado al ritmo de la inflación interna.

De manera que, pesificar esos contratos, en la práctica, implica obligar a las partes a “adivinar” la evolución futura de la inflación o de la cotización del dólar, y siempre y cuando se esté dispuesto a recibir pesos. Entonces, lejos de pesificar ciertas  transacciones, se trata casi de impedirlas.

La economía argentina ya está bastante trabada por las restricciones a exportar e importar, y por los controles sobre el mercado de cambios, como para frenarla aún más, con intentos de convencer a los ahorristas de que ahorren en pesos perdiendo valor (por la tasa negativa) o que demanden pesos con una inflación superior al 20% anual. O que reciban pesos y no dólares.

Y una economía trabada implica menor nivel de actividad, menor recaudación, mayor déficit fiscal, menor empleo, etc. etc.

Ninguna de las restricciones que hoy rigen en torno a la economía argentina soluciona el problema de fondo, el desaliento a la producción local de energía, lo que obliga a importar más.

La pérdida de competitividad de las exportaciones, o el aislamiento del mercado de capitales global.

Los controles, y asustar a la gente con la pesificación forzada,  no aumentan la oferta de dólares (por el contrario, incitan a la caída de los depósitos en moneda extranjera en el sistema financiero local) y reducen aún más el nivel de actividad, porque una parte del consumo y la inversión se hacía “desahorrando” dólares y ahora no se desahorra por miedo a no poder recomponer ese ahorro en dólares en el futuro, o por miedo a que esa recomposición cueste mucho más caro.

Es  por eso, que el escenario de desaceleración que se preveía hace unos meses, se está transformando, sin prisa pero sin pausa, en un escenario moderadamente recesivo.

En síntesis, contrariamente a lo que piensan sus entusiastas, la pesificación “por las malas” es recesiva.

Los gruesos errores de política económica de los últimos años, exacerbados en los últimos meses, sumados a un escenario internacional menos favorable, se están haciendo notar.

Todavía se está a tiempo de revertir la tendencia, sin medidas “heroicas”.

Pero la solución pasa muy lejos de imponer un peso inflacionario, o de fusionar todos los ministerios en el Ministerio del Interior.
Fuente: Perfil, 10/06/12.
Más información: www.szewachnomics.com.ar

El Gobierno Argentino y el dólar

junio 4, 2012

Máquinas

Por Enrique Szewach

 

Mientras el gobierno plantea una “batalla cultural” para que abandonemos el dólar como reserva de valor. Y mientras el Senador (Aníbal) Fernández reconoce que ahorra en dólares, “porque se le antoja” y que no los piensa vender, pese a que “los necesitamos, porque no tenemos la máquina de fabricar dólares”, los problemas que originaron el actual control de cambios, empeoran.

Me explico. Es cierto, como dice el amigo Aníbal, que no tenemos la máquina de fabricar dólares, pero no es menos cierto que tampoco la teníamos hace tres, o seis años y, sin embargo, se permitía comprar y vender dólares libremente.

Es cierto también, que la situación internacional se está complicando.

Pero no es menos cierto que no está peor que en el 2008 y, sin embargo, en ese momento, tampoco hubo necesidad de prohibir la libre compra venta de moneda extranjera.

Lo que en verdad sucede es que  el modelo de “matriz productiva diversificada con inclusión social” está agotado.

Porque la verdadera máquina de hacer dólares es el saldo del balance comercial; es la inversión extranjera directa; es la venta voluntaria de dólares para comprar pesos, como alternativa de ahorro; o es el endeudamiento.

El gobierno ha descartado, quizás sanamente, el endeudamiento como fuente de dólares. (Aunque aquí también el problema es propio, porque hoy la Argentina tendría que pagar una tasa de interés de más del doble de lo que paga cualquier país de la región, y porque en lugar de cancelar intereses y renovar el capital, como hace cualquier país normal, por nuestro enfrentamiento con el mundo, tenemos que, además, cancelar el principal, obligando a una necesidad de dólares aún mayor).

Decía, el gobierno ha descartado el endeudamiento. Ha espantado a la inversión extranjera directa. Se han destruido los instrumentos indexados y la tasa de interés pasiva es negativa, de manera que, como insistiría el amigo Aníbal, hay que ser “tarado” para vender los dólares y ahorrar en pesos.

Por lo tanto, la única fuente de dólares que quedan son el aumento de las exportaciones o la caída de las importaciones.

Pero el modelo de matriz diversificada no ha logrado un salto exportador del sector industrial, es más, la industria hoy es más deficitaria (impo -expo)  que en la década del 90, y el aumento de los costos en pesos, por encima del ritmo de devaluación, sigue deteriorando la competitividad de los integrados al mundo. Entonces, la oferta de dólares depende, casi exclusivamente, de las exportaciones agropecuarias y sus derivados, y de las mineras. (Dado que el modelo de matriz diversificada también destruyó el mercado de la energía y ahora hay que importar lo que antes se exportaba).

Por lo tanto, lo que se hace es controlar las importaciones y racionar la venta de las reservas acumuladas en el Banco Central.

Pero si se quieren reducir las importaciones, hay que ajustar el consumo interno por un monto equivalente, dado que la industria local producía al máximo y no era «desplazada» por las importaciones, sino complementada, completando líneas de productos y proveyendo insumos y máquinas.

Ese menor consumo, afecta la recaudación impositiva, obligando a más presión impositiva, dado que se quiere seguir con este nivel de gasto y subsidios y a usar más la “máquina de hacer pesos”.

Menor consumo y menor rentabilidad reducen el incentivo para invertir (la inversión en equipos importados cayó más del 35% y en nacionales un 15%).

En síntesis, vedado el endeudamiento. Reducida la inversión extranjera directa. Desalentado el ahorro en pesos, con la industria exportadora limitada por el aumento de costos internos y con la inversión cayendo, en el corto plazo, sólo nos queda apostar a dos “milagros”.

Uno, que el precio de la soja  “vuele”, y dos,  que la producción local de petróleo y gas crezca tanto, que se pueda dejar de importar ya.

No parece ser este el escenario más probable.

Pero si eso no es lo más probable, lo que hay que hacer es agradecerle los servicios prestados al modelo de matriz diversificada, antes que aumente la “exclusión” social, y empezar a trabajar, en serio, en un ajuste macroeconómico ordenado (y no este ajuste amateur y desordenado), y rearmar un escenario creíble de precios relativos pro inversión.

Es decir, reconstruir la verdadera máquina de hacer dólares, en lugar de intentar que los fabrique Ciccone, en forma de pesos de circulación forzada.
Fuente: Perfil, 03/06/12.
Más información: www.szewachnomics.com.ar

 

El peso y el dólar

mayo 28, 2012

Pesos

Por Enrique Szewach

 

Suponga que deja olvidado un billete de 100 pesos en algún bolsillo  y que lo encuentra dentro de un año. Ese billete se habrá transformado, como máximo, en un billete de 80 pesos, por la magia de la inflación.

Suponga, ahora, que deposita 100 pesos en un plazo fijo a un año en una entidad financiera. Cuando venza, el dinero que recibirá tendrá un poder de compra de, como máximo, 88-90 pesos.

Está claro, entonces,  que el que apuesta al peso pierde.

Obviamente, como usted necesita pesos para sus gastos de todos los días y tiene excedentes por períodos cortos, sigue demandando pesos y sigue depositando fondos en pesos en el sistema financiero, lo mismo que las empresas.

Pero, usted no es tonto/a, y sabe que ese “impuesto” que paga, es el costo por tener dinero para las transacciones diarias, y ahorro de corto plazo.

Pero si tiene excedentes de fondos que van más allá del muy corto plazo, usted trata de conservarlos. Comprando un bien, o buscando activos que, según su expectativa, lo “protegen” de alguna manera, contra la inflación. Puede ser un inmueble, un bono, una acción, o… dólares. El problema con los inmuebles es que existe lo que los economistas llamamos, “indivisibilidad del capital”. Es decir, se necesita mucho dinero para entrar y no se puede salir “parcialmente”. El problema con los bonos o las acciones, es que se necesita información, asesoramiento especializado, y cumplir con cierta burocracia operativa.

Con los dólares, en cambio, los montos mínimos de entrada y salida son muy bajos, y salvo el costo del spread comprador/vendedor,  los trámites son sencillos, o al menos, lo eran hasta hace no mucho tiempo.

Por supuesto que las acciones, los bonos, los inmuebles y hasta el dólar pueden bajar de precio y, luego de un año, se puede perder más que con la inflación.

Pero no es menos cierto, que también pueden subir de precio y mucho, cosa que con el peso, seguro, no va a pasar.

En otras palabras, el que  ahorra en pesos tiene una pérdida asegurada, mientras que el que ahorra en dólares, puede perder, pero también puede ganar.

En condiciones “normales”, siempre existe un precio esperado del dólar, y una tasa de interés en pesos, que termina igualando el rendimiento de los ahorros en pesos o en dólares, al menos, a priori.

Es decir, si alguien espera una devaluación del peso contra el dólar del, por ejemplo, 20%, en un año, si el banco le paga por un plazo fijo en pesos a un año, 20% de interés, comprar 100 dólares hoy, o depositar 100 pesos a plazo fijo hoy, y comprar 100 dólares dentro de un año, resultan equivalentes. (Por supuesto que en clima de “fin del mundo”, esta relación se rompe).

Pero sucede que, el gobierno decidió, en octubre del año pasado, después de destruir el mercado de la carne, el mercado de la energía, el del trigo, y otros mercados, destruir también el mercado de dólares y pesos, rompiendo la relación entre ambos al limitar la compra de dólares en el mercado en dónde el Banco Central es oferente, obligando a una pesificación forzada de los ahorros.

Pero la relación entre pesos y dólares, no se puede borrar con un simple “de eso no se habla”, y cuando las expectativas de una mayor devaluación, derivadas de la revaluación del dólar en el mundo, contra el resto de las monedas, en especial el Real brasileño, se empezaron a generalizar, mientras que las tasas de interés en pesos siguieron bajando.

Mientras los aumentos salariales ya acordados o por acordar, junto a las necesidades de más maquinita de Ciccone/Banco Central, para cubrir el bache fiscal de Nación y Provincias, dieron la señal de que la inflación, en los próximos meses, no bajará, la demanda de dólares por ahorro se incrementó. En el mercado “anterior”, esta mayor demanda la frenaba la suba de la tasa de interés, y/o la venta de reservas del Banco Central. Ahora, la mayor demanda sólo la frena el precio del dólar libre.

Es decir, lo que antes se reflejaba en la tasa de interés, ahora lo mide la brecha.

El problema es que el precio del dólar libre, está, además, distorsionado por los controles, las prohibiciones y el riesgo de operar bajo la ley K.

Por eso, el precio combina expectativas de todo tipo y no sólo las de devaluación.

Paradójicamente, entonces, Moreno fija las cantidades de dólares que quiere tener, pero la diferencia entre el dólar oficial y el dólar libre, y el número al que habrá que converger cuando se junten ambos valores, lo termina fijando el mercado. ¡Después de todo, mi amigo Guillermo resultó un neoliberal!: Él fija las cantidades y el mercado pone el precio.
Fuente: Perfil, 27/05/12.
Más información: www.szewachnomics.com.ar

 

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