Danske Bank: un caso de Lavado de Dinero monumental
octubre 10, 2018
Danske Bank: el elevado costo de juntar un mal cumplimiento, una gerencia desidiosa y unos auditores complacientes
Por Juan Alejandro Baptista.
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Miles de millones de dólares en multa, un gran daño reputacional, 8 empleados procesados penalmente y una enorme cantidad de dinero ilícito siendo aprovechado por criminales son algunas de las consecuencias del escándalo de Lavado de dinero que protagoniza el banco danés Danske Bank A/S, acusado de permitir el lavado de más de US$ 234.000 millones a través de su sucursal en Estonia.
El dinero ilícito procedente de Rusia y de otras naciones de la ex Unión Soviética fue procesado entre 2007 y 2015 por la sucursal del banco. Durante ese período, diversos indicadores mostraban el movimiento irregular de fondos, sin embargo la directiva de la entidad, con sede en Dinamarca, decidió ignorarlos.
El banco especificó que unos 15.000 clientes no residentes de Estonia realizaron 9,5 millones de transacciones de pago con un valor total de US$ 234.000 millones, una cantidad que es 10 veces superior a la economía total del pequeño país balcánico. Unos 6.200 fueron considerados por los investigadores como clientes que reúnen los “indicadores más altos de riesgo”.
Los reguladores de Dinamarca, Reino Unido, Estados Unidos y de algunas naciones europeas están adelantando las investigaciones y, según algunas estimaciones preliminares emitidas por The Wall Street Journal, las multas combinadas que enfrenta el banco pudieran estar sobre los US$ 4.600 millones.
Limitado presupuesto para ALD
En el año 2008, el banco ejecutó un proceso de modernización tecnológica a nivel global, pero la directiva decidió no realizar la adaptación en la sucursal de Estonia, alegando que “era muy costosa y requería de muchos recursos”, según indicaron voceros de la entidad.
Las investigaciones realizadas por el mismo banco develaron que gran parte de las fallas en el programa de cumplimiento fueron ocasionadas porque la sucursal de Estonia no contaba con sistemas tecnológicos adecuados, que permitieran implementar un adecuado manejo de información, un registro efectivo de clientes, una gestión de riesgos eficiente y un monitoreo transaccional con los mismos estándares que la matriz de la entidad.
Ignorar al corresponsal
Otra enorme falla de la directiva del banco fue ignorar la preocupación del JP Morgan Chase, su banco corresponsal hasta el año 2013. El gigante estadounidense decidió cortar la relación comercial por las deficiencias mostradas por la entidad danesa en su portafolio de clientes no residentes de Estonia. Lejos de ordenar una auditoría de cumplimiento que le permitiera identificar las fallas e iniciar los correctivos necesarios, los líderes de la entidad prefirieron ignorar la situación.
Auditorías complacientes
Los reguladores también están analizando el papel desempeñado por las firmas responsables de hacer auditorías (de cumplimiento y financiera) a la entidad durante el período cuestionado. En 2013, cuando el flujo de dinero sospechoso alcanzó su punto máximo, la sucursal de Estonia obtuvo un rendimiento del 402% sobre el capital asignado, mientras que todo el grupo obtuvo un 6,9%.
En mayo, la Autoridad de Supervisión Financiera (FSA por sus iniciales en inglés) emitió una fuerte crítica contra los directivos del banco por no haber reaccionado adecuadamente y a tiempo ante las distintas señales de alerta. Sin embargo, el mismo argumento está siendo utilizado ahora por las autoridades europeas para investigar el desempeño de la agencia danesa FSA en materia de supervisión.
Según una investigación del diario The Irish Times, entre 2010 y 2014 el Danske Bank alternó entre diversas firmas: Grant Thornton, PwC, KPMG, Deloitte y EY. (Durante este tiempo, las unidades danesas de KPMG y EY se fusionaron, al igual que Grant Thornton y PwC). En los informes anuales del banco, todos los auditores aprobaron sistemáticamente sus números, sin plantear ninguna preocupación por las operaciones de la entidad.
Fuente: lavadodinero.com, 05/10/18.
Danske Bank y el techo de vidrio muy grande del continente europeo
Por Álvaro Tomas.
Resulta raro que los grupos periodísticos, como el Consorcio de Periodistas Investigativos Internacionales (ICIJ), no hayan hecho sus navidades con el escándalo de Danske Bank de Dinamarca. Hubiera sido un banco en Panamá o en el Caribe y estuvieran celebrando con champaña. Resulta aún más raro que los franceses no se hayan montado en su pedestal y hayan criticado la falta de controles en Dinamarca y Estonia (miembros de la Unión Europea y de la OCDE), en lo que la “Comisión Europea ha descrito el caso de lavado de dinero del banco más grande en Dinamarca como el mayor escándalo en Europa” (The Guardian, 20/09/2018). The Financial Times, del 3 de octubre pasado, lo llama como “el escándalo de lavado de dinero más grande en la historia del mundo”. A pesar de la magnitud del escándalo, Verá Jeurová, comisionada europea de justicia, expresó: “Este es el mayor escándalo que tenemos en Europa y que también sirve como una lección no agradable de que debemos ser más vigilantes y mucho más prudentes revisando las actividades bancarias”. Esa declaración es tan, pero tan cínica, que es brillante. Aplausos de pie.
Las personas que les encanta achicopalarse ante las exigencias de organismos y países que –sin tener ni jurisdicción ni autoridad moral discriminan a Panamá– no se han dado cuenta de las dimensiones de esta operación de lavado. El entramado de blanqueo de Odebrecht, comparado con esto, es un juego de Lego. Y así tienen el tupé los europeos de llamarnos delincuentes y lavadores. Será que no han leído la nota de Bloomberg, con fecha 3 de octubre escrita por Ott Ummelas, que dice “Danske Bank se ha convertido en un sinónimo en Dinamarca de lavado. Pero hay señales crecientes de que este solo representa una parte pequeña de la máquina europea de plata sucia”. “Solo representa una pequeña parte…”, me parece que viene material para escribir por un par de años más. Y esperemos que se metan los gringos a investigar si usaron su sistema bancario para lavar plata rusa. ¡Uff! Pobres europeos.
Recapitulemos. La única sucursal de Danske Bank en Estonia (1.3 millones de habitantes) fue utilizada por delincuentes desde el año 2007 para blanquear la suma de 234 mil millones de dólares o el equivalente a 10 veces el tamaño de la economía de ese país. Esa pequeña sucursal de Danske Bank en Estonia representaba, únicamente, el 0.5% de los activos del banco danés, pero 8% de las utilidades antes de impuestos del banco. Nadie vio, ni pensó, nada raro. Para entender estas dimensiones, digamos que es el equivalente a que un banco panameño en su sucursal de Chitré haya hecho operaciones bancarias a la vista de reguladores, corresponsales bancarios, comerciantes, autoridades policiales y judiciales y periodistas por 550 mil millones de dólares. Los daneses tampoco discriminaron de a dónde provenían los fondos: Estonia, Rusia, Reino Unido, Chipre y más de 130 países. Ya en el año 2013 -no por decisión de GAFI, de la Unión Europa o porque estaban en una lista de esas que les encantan a los gabachos- perdieron sus dos bancos corresponsales de sus cuentas en dólares. Aun así, los reguladores no se imaginaron nada. Debió ser el frío que producen los hielos marinos del mar Báltico que les congeló el cerebro.
A finales de ese mismo año, un empleado denunciante ( whistleblower) llamado Howard Wilkinson informó en un correo electrónico a sus superiores en Danske Bank, Estonia, sobre el “fallo casi completo de los procesos” al referirse a una sociedad constituida en el Reino Unido (otro miembro de la OCDE) que estaba “inactiva” con un balance de 965 mil dólares y de la cual el banco, cito a The Financial Times, “no sabía quién era su beneficiario final” (las palabras más temidas en los bancos y bufetes de abogados panameños). Ante la insistencia del señor Wilkinson en que se corrigieran las fallas de cumplimiento, un ejecutivo del banco le dijo, según The Financial Times, que “Danske Bank no tiene la obligación de reportar cuentas de clientes falsos a las autoridades”. ¿Me estás vacilando Álvaro? No, no lo estoy vacilando. A nuestra Superintendencia de Bancos le da un derrame cerebral colectivo si se entera de que un ejecutivo de un banco local piensa así.
Danièle Nouy, el regulador principal de la Unión Europea, ha dicho que Europa debe ir más allá y crear un organismo centralizado para manejar el tema de lavado de dinero. Por ahora no existe la voluntad política por lo que cada país miembro se encarga de vigilar su sistema financiero. Mientras tanto, los billones en plata ilícita seguirán su fácil camino a través del sistema financiero europeo. Los del Viejo Continente tienen un techo de vidrio muy grande para andar tirando tantas piedras.
—El autor es abogado.
Fuente: prensa.com, 08/10/18.
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Estonia, un país digital
junio 24, 2018
Estonia, el primer país digital
Modelo global en innovación, es la primera nación en declarar Internet un derecho humano. El 99% de los trámites oficiales se hacen online, en las escuelas enseñan robótica, se crean compañías en tres horas y ya cuenta con residentes digitales de todo el mundo.
TALLIN, ESTONIA
El edificio de llegada del aeropuerto tiene paredes vestidas de madera que huelen húmedas a pesar del calor de un hogar encendido. El viaje hasta el centro de la ciudad se hace a través de la app Taxify, la Uber estonia que funciona en 40 ciudades de toda Europa y África: desde el comienzo se anticipa una ciudad de contrastes. Camino al centro, las construcciones están nevadas y en su mayoría transmiten una atmósfera gris y despojada que aún permiten adivinar la Cortina de Hierro en Europa del Este, aunque cada tanto son desafiadas por edificios nuevos, de colores vibrantes y diseño nórdico, donde asoma una impronta digital.
En el centro histórico de esta capital que alberga a un tercio de la población total de Estonia (400.000 de 1,3 millones) es fácil sentirse en el medioevo, con calles con castillos y adoquinadas, en las que las gaitas empiezan a sonar desde lo bares y esquinas apenas se apaga el día. Son las mismas calles en las que en 2003 nació Skype, la compañía que revolucionó las comunicaciones y que años más tarde fue adquirida por Microsoft por 8.500 millones de dólares, y que sigue siendo inspiración para el creciente ecosistema emprendedor estonio. Hoy, el 70% del PBI se nutre del sector servicios, y aquellos relacionados con las tecnologías de la información y la comunicación son los que más aportaron al crecimiento de la riqueza nacional en 2016. Estonia se presenta ante el mundo como el primer país 100% digital, un camino que empezó en 1991.
La independencia estonia de la Unión Soviética tiene sólo 27 años. El país se encontraba debilitado en todos sus frentes: una infraestructura caduca, la inflación altísima y una nueva democracia con sus respectivas instituciones por crearse, fueron el escenario para que la idea de un Estado Digital se hiciera bandera de esta reconstrucción. «Cuando Estonia recuperó su independencia éramos un país pobre. La pregunta que teníamos frente a nosotros era cómo nos sobreponíamos al legado de la ocupación soviética. Nuestra respuesta fue construir un Estado democrático, moderno y eficiente. La idea de futuro fue aprovechar el potencial innovador de las TICs, pero nadie sabía hace 25 años qué tan importante sería Internet en la organización del Estado y la sociedad. Me enorgullece ser la presidente del único estado con una sociedad digital», dice a LA NACION revista Kersti Kaljulaid, presidenta de Estonia, en una entrevista exclusiva realizada vía e-mail. Según la primera mandataria, con esta impronta digital, Estonia logra un balance entre seguridad y libertad que dota a los ciudadanos de una red pública y privada de servicios digitales basada en una identidad online segura.
Así, la apuesta a la innovación digital fue por supervivencia más que por convicción. La administración y la burocracia tradicional eran demasiado caras y lentas como opción para un país que veía a su PBI estancado y que necesitaba una estructura más eficiente y ágil.
VIDA DIGITALIZADA
Kaljulaid remarca que en el gobierno digital el fin no es la tecnología, sino usarla como herramienta para un cambio en la manera de gobernar hacia un Estado más transparente, centrado en el ciudadano y menos corrupto. Las interacciones con el Estado casi no requieren esfuerzos y burocracias. «Para los ciudadanos, ser el centro del sistema no sólo significa buena calidad de servicios públicos. También significa tener voz en lo que respecta a lo que esperan de sus representantes», describe.
La primera mandataria explica el camino hacia este presente: «La elección que hicimos a favor de la tecnología no fue fácil. La decisión de invertir los escasos recursos de un Estado recientemente restaurado no consistió en reparar baches en rutas o edificios escolares desmoronados, sino en equipar esos edificios con computadoras y conexión a Internet. En retrospectiva, el programa le dio a toda la sociedad estonia el impulso para dar un salto digital. Los chicos, que se habían alfabetizado en computadoras, trajeron sus habilidades recién adquiridas a casa y también contagiaron a sus padres y abuelos con el gen digital. Las prioridades cambiaron para las familias: en lugar de una heladera nueva, a menudo se decidió invertir en una computadora y una conexión a Internet», describe así el cambio de paradigma.
En 2002, tras una capacitación masiva de la población, se entregó a los ciudadanos un documento de identidad con chip electrónico con el que acceden a todos los sistemas del Estado: exactamente, a 1789 trámites online, que equivalen al 99% de los trámites oficiales que existen en el país báltico. El portal gubernamental funciona 24×7 y soporta el 99% de las interacciones entre los ciudadanos y el gobierno. Sólo los divorcios, casamientos y algunas operaciones inmobiliarias precisan la presencia física. Con una conexión a internet, los estonios sacan turno en el hospital, pagan una multa de tránsito, registran empresas, conversan con los maestros de sus hijos, renuevan su cédula de conducir. Votan. Opinan sobre los temas que se tratan en el Congreso, compran y venden, registran una nueva empresa en tres horas. En los despachos estatales no se usa papel desde el año 2000 y las firmas de todo son digitales. ¿Cómo es en concreto una interacción de un ciudadano con un servicio estatal digitalizado? Por ejemplo, desde 2015, en varios hospitales públicos la priorización de urgencias corre sobre un sistema digital. Cuando el paciente ingresa, se escanea su documento con chip y se accede a su historia médica encriptada, como también a los datos de sus familiares y médico de cabecera, información vital para tomar decisiones rápidas. El estado de salud del paciente se refleja en una pantalla central del piso de cirugía que administra la capacidad de 18 quirófanos y de los profesionales disponibles para atender las urgencias. El cirujano carga en el sistema todo lo que necesita: personal, instrumental, tiempo y hasta los antibióticos necesarios post operación. Una vez terminada la intervención, se hace la encriptación de la información del paciente y ésta pasa a ser parte de su historia médica digital. Luego, el paciente podrá decidir si quiere compartir y hacer accesible esa información a otros médicos o si prefiere tenerla cerrada.
«Me enorgullece ser la presidenta del único Estado con una sociedad digital.»
Kersti Kaljulaid, primera mandataria
Los ciudadanos son los únicos propietarios de sus datos. Por ejemplo, si alguien perteneciente a un organismo del Estado accede a ellos (servicio de transporte, policía, rentas), esto queda registrado con una marca imborrable en el sistema con tecnología blockchain y, si esta intromisión se prueba injustificada, el ciudadano puede presentar una denuncia, ya que esto representa un delito para el código estonio.
Aquí se habla de e-gobierno y e-Estado: la tecnología está completamente entrelazada en el tejido de la vida cotidiana. Hay e-escuela, e-salud, e-voto, incluso e-policía. De hecho, en Estonia ya nacen como e-ciudadanos. Los datos de un bebé recién nacido se ingresan en el Registro de Población dotándolo de una identidad digital, cuya integridad y seguridad están garantizadas por el Estado. En realidad, es un proceso automático: mientras un médico en el hospital ingresa datos sobre el bebé en el registro, se genera automáticamente una identidad digital. Los padres pueden etiquetar a esta identidad con el nombre desde su computadora portátil usando sus propias tarjetas de identificación y sin ir a ninguna oficina.
En educación, enseñar desde las habilidades digitales está naturalizado. Se estudia programación desde primer grado, luego ciberseguridad y robótica. Hay talleres de drones y realidad virtual y aumentada. Los pilares, aseguran, son también el arte, los deportes y la autodisciplina. No hay timbres en los recreos, los alumnos saben cuándo es momento de retornar al aula.
Inspiración hacia el mundo Sobre las posibilidades de replicar el modelo, la presidenta Kaljulaid advierte que un Estado digital no puede ser «importado» por otro país y que «cada nación debe construir su impronta. Después de todo, un Estado es también una tradición, y las nuevas tecnologías deben contemplar eso y no reemplazarlo. Podemos ayudar transfiriendo conocimiento y experiencia en cómo construir un sistema de e-gobierno», explica Kaljulaid, la primera mujer y la persona más joven en ejercer este rol.
La posibilidad de una «libertad geográfica» es otro de los conceptos singulares que ofrece Estonia. Libertad para que sus ciudadanos operen con el Estado y empresas desde donde quieran y cuando quieran; y que cualquier ciudadano del mundo pueda ser «ciudadano digital» de Estonia. La idea surgió en 2014, con la idea de ser una sociedad sin fronteras y permitir a cualquier persona ser residente virtual del país más digital del mundo. Aunque ya han expedido 30.000 identidades digitales, están lejos de los 10 millones que esperan para 2025. El documento, que emite el Estado estonio y cuesta 100 euros, es un instrumento creado para gestionar un negocio internacional de forma sencilla sin necesidad de pisar Estonia. No es un pasaporte, pero sirve para «hacer negocios» con menos trabas. Los solicitantes proceden mayormente de Europa, pero también hay muchos latinoamericanos y, claro, argentinos. Carlos Miceli, fundador de la Escuela de Nuevos Aliados, fue uno de los primeros argentinos en sacar su documento digital estonio. Como emprendedor, trabaja con startups en el país nórdico y con su documento digital ha abierto una empresa online o una cuenta bancaria desde su móvil en bancos sin sucursales físicas (ninguna) o, trabajando desde un bar, pudo firmar de manera digital contratos en las plataformas que provee el gobierno.
Viljar Lubi, viceministro de desarrollo económico del país, explica el impacto económico. «Nuestro objetivo fue que nuestro tamaño y ubicación no sean limitantes, sino nuestra ventaja. Al ser un pequeño estado de la Unión Europea en una ubicación periférica, decidimos centrarnos en las TIC y ahora se ha convertido en nuestra fortaleza. Buscamos que el tiempo que le dedican las empresas y los ciudadanos a comunicarse con las instituciones del gobierno sea sólo el necesario y no más», describe sobre un modelo en el que el 88% de los estonios navega por Internet a diario y el 87% de la población entre los 16 y 74 años, se conecta al portal gubernamental.
En las próximas semanas, en la Argentina el gobierno lanzará un decreto en el que se establece que a partir del 1° de enero del próximo año el 100% de los trámites con el Estado serán digitales. Una disposición que seguramente encontrará grandes desafíos en provincias y municipios donde la infraestructura de conectividad, la alfabetización digital y la unificación de plataformas no están aún maduras. Para Julia Pomares, directora ejecutiva del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec), el caso estonio es único porque desde hace años están vislumbrando lo que será el futuro de la política. «Es llamativo que nos preguntemos mucho por el futuro del trabajo, pero muy poco por cómo va a impactar la digitalización en la política, cómo va a transformar el gobierno de lo público. Los estonios lo están diseñando desde hace rato y son un excelente caso para mirarnos en el espejo y pensar cómo serán los gobiernos en las próximas décadas. Cuando empezaron a implementar voto por internet, se pensó que era algo aislado, pero es parte de una estrategia más amplia de utilización de tecnologías digitales. Si queremos saber más del futuro de la política hay que analizar su caso y entender su implementación, más allá de las distancias con estas latitudes», opina.
Que un país confíe el 100% de su funcionamiento y la información de sus ciudadanos a sistemas digitales supone riesgos ante ataques informáticos que pueda recibir. Uno de los puestos de mayor relevancia en el Estado estonio es el de Siim Sikkut, Jefe de Información y Tecnología (CIO, por siglas en inglés) de Estonia. Para él, con cada innovación surgen nuevos riesgos y desafíos, pero los gobiernos deben tomar en serio los riesgos que la vida digital puede representar, pero no convertirlos en barreras. «Desde nuestro punto de vista y experiencia, la privacidad y la ciberseguridad pueden ser habilitadoras en cambio, si los gobiernos trabajan en ellas de manera exhaustiva y proactiva, ya que, en primer lugar, hacen posible el progreso de la sociedad digital», explica.
La seguridad cibernética se ha convertido en una función esencial del Estado ya que dependen de la tecnología digital en gran medida. «Trabajamos en ciberseguridad en tres niveles -continúa Sikkut-. En primer lugar, diseñamos sistemas y servicios teniendo en cuenta la seguridad desde el principio, utilizando también tecnología de última generación (por ejemplo, cifrado o encriptación). Segundo, nos preocupamos de estar en alerta y defender nuestros sistemas. Practicamos mucho para esto, dedicamos un esfuerzo diario en este sentido, junto con el sector privado y otros países también (a través de la información y el intercambio de recursos). Tercero, construimos alianzas, de modo que cuando las cosas sucedan, tengamos amigos y aliados que puedan ayudarnos, como ayudamos a otros». Todo está protegido por una red descentralizada muy difícil de hackear y fácilmente verificable y una arquitectura descentralizada para las comunicaciones llamada X-road, que evita que se realicen robos masivos de datos. De esta manera, los criminales como máximo pueden a bloquear el acceso a determinados servicios, pero esto se descubre y arregla. «Tenemos la ciberseguridad más transparente y efectiva del mundo», asegura.
«Teóricamente todo podría ser hackeado, pero como algunos de estos ataques tardarían cientos de años en computar o millones de euros por solo piratear una pequeña parte del sistema, no todo es hackeable en la práctica. En Estonia, hemos construido todos nuestros sistemas de forma segura desde el diseño, incluida la votación. Significa que la forma en que se utilizan y crean los servicios garantiza un alto nivel de confianza y seguridad. Pero también gastamos mucho tiempo y dinero en monitorear constantemente la situación con nuestros sistemas. Siempre tenemos que estar listos para reaccionar si ocurre un incidente. Hemos aprendido cómo administrar dichos riesgos a un nivel de probabilidad muy muy bajo», describe el CIO de Estonia.
El 88% de los estonios navega por Internet a diario y el 87% de la población entre los 16 y 74 años se conecta al portal gubernamental.
Además de ser el primer país digital, Estonia se jacta de ser la nación con más experiencia en ciberseguridad, y esto también se explica como una innovación por necesidad. En 2007, el país recibió un ciberataque casi letal, presuntamente perpetuado por Rusia por desacuerdos políticos (aunque nunca reconocido) que lo dejó fuera de buena parte del mundo digital. De un día para el otro, los estonios no tuvieron acceso a los principales diarios, trámites, universidades ni bancos del país. Se formó entonces un comité plagado de ingenieros y científicos que logró sacar al país airoso de ese apagón digital. A partir de ese incidente, se inauguró al año siguiente el Centro de Excelencia de Cooperación en Ciberdefensa de la OTAN en Tallin y desde 2017, Estonia cuenta además con una «copia de seguridad» en Luxenburgo, algo así como un país digital clonado a donde recurrir en caso de ataque.
A 13.000 kilómetros de Buenos Aires y a orillas del mar báltico, la temperatura media anual de Estonia es de 5°C. En otoño oscurece pasadas las cuatro de la tarde y la nevada con una sensación térmica de -3°C sólo se mitiga con un vino caliente con canela que se ofrece a dos euros en los puestos callejeros. Detrás de las ventanas empañadas de las oficinas se toma café y se trabaja en las computadoras, en la Ciudad Vieja se encienden las velas en los bares y comienzan a sonar las gaitas. Decenas de trabajadores se amontonan envueltos en abrigos, gorros y guantes oscuros y esquivan la nieve derretida que heló el piso de la parada de colectivos. Allí, una mujer de unos 60 años se quita un guante y desbloquea su teléfono. El próximo tranvía llega en 7 minutos.
Argentina hacia la digitalización
Texto de Andrés Ibarra*
Según la Organización de las Naciones Unidas, Corea del Sur es el país mejor ranqueado en términos de gobierno electrónico: cuenta con más de 1100 sistemas de información interconectados que garantizan la provisión de casi 1200 servicios digitales las 24 horas del día. Un poco más cerca, en México, la administración del presidente Peña Nieto lanzó una plataforma que nuclea la información antes distribuida en más de 5000 sitios, simplificando trámites con el objetivo de reducir su costo económico en un 25%. En el país vecino, de los 1400 trámites del Estado uruguayo, 600 pueden iniciarse vía web y 400 realizarse de manera 100% digital.
En el último tiempo hubo un fenómeno de extensión de la oferta e impacto que las políticas públicas tienen sobre la vida de la gente y un gobierno en línea, eficiente y presente, pasó a ser una demanda ciudadana innegociable. En paralelo, los desarrollos tecnológicos irrumpieron rápidamente en la vida cotidiana, posicionándose como una herramienta esencial para disponibilizar los servicios digitales de este nuevo modelo de gobierno.
La única forma de evitar que las personas tengan que ir a una dependencia para realizar un trámite es que viajen los datos, no los ciudadanos. Para eso, la tecnología debe tomar la forma de sistemas a través de los cuales se pueda interactuar con el Estado de modo simple, remoto y seguro. Estonia es un caso destacable, fue la primera Nación en declarar internet como un derecho humano básico.
Sin embargo, lo importante de los ejemplos internacionales no es la copia de un modelo exitoso, sino la reflexión crítica acerca de los elementos que pueden adaptarse a la singular realidad de nuestro país. En la Argentina, tenemos el desafío de migrar los servicios a la web al mismo tiempo que erradicar la brecha digital, para que nadie se quede afuera de este nuevo paradigma.
Hoy, en nuestro país, más de 900 trámites se hacen por internet: desde crear una empresa o exportar productos al exterior hasta patentar una idea o inscribirse en cualquier registro. Estamos desterrando el papel del Estado, ahorrando más del 60% de tiempo y un 10% de costos. Si un ciudadano puede constituir su emprendimiento en un día, desde su casa, en lugar de pasar meses llevando papeles a oficinas públicas ¿no es eso calidad de vida y desarrollo económico? Ya más de 3000 proyectos argentinos se concretaron más rápido, más simple y a un menor costo. A su vez, en las próximas semanas se lanzará un decreto que establece que a partir de enero de 2019 todos los trámites en el Estado Nacional serán 100% digitales.
La innovación, el uso eficiente de las herramientas y los recursos, la transparencia y la inclusión digital son las bases fundamentales y necesarias para construir una Argentina que no deje de innovar.
*Ministro de Modernización de la Nación.
Fuente: La Nación, 24/06/18.
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