¿Por qué insistir que el liberalismo fracasó igual que el marxismo?

julio 14, 2019

Muchos indicadores demuestran que estamos mejor hoy en los países en desarrollo de lo que estaban los países ricos hace 75 años. ¿Por qué ha sucedido esto? Es el resultado de que algunas cosas que solían ser propiedad exclusiva de ciertos países occidentales se han empezado a difundir por el mundo, ideas como el capitalismo, la economía de mercado, la producción libre y el libre intercambio.

Por Eleonora Urrutia.

Está de moda criticar y culpar de todos los males a un supuesto “modelo” de sociedad al que se califica de “neoliberal”. Sus críticos cobijan solapadamente el renacimiento de un leninismo arcaico, una rabia bolchevique absolutamente paradójica en pleno siglo XXI y pretenden vivir en función de supuestos beneficios delirantes, más propios de egoísmos infantiles que de análisis serenos de convivencia.

Así, lo que llaman “el modelo neoliberal” responde a un error de análisis de los socialistas, incluido el nacionalsocialismo nazi, que los lleva a estar convencidos de la viabilidad de sistemas centralizados, liberticidas, planificadores de la realidad -como si ésta no dependiese del libre albedrío de los hombres- y confiar en artificiales operativos de felicidad programada que solo han sido capaces de distribuir miseria y terror en partes iguales. Esta es “la” diferencia con los liberales, que creemos en acuerdos institucionales tendientes al establecimiento de unas pocas reglas generales que sujeten las propensiones menos estimables de los seres humanos, pero que dejen un amplio ámbito a la exteriorización espontánea de las que contribuyen al bienestar general, donde la tradición opere como la transmisora de las experiencias vividas y de los conocimientos acumulados por generaciones anteriores sin que nadie se arrogue la idea de un modelo especial.

Una sociedad liberal puede ser muy colectiva o muy individualista, justamente porque el resultado de las reglas depende de la voluntad de las personas. Pero si opta por ser colectiva es voluntaria y no impuesta por una minoría iluminada en busca del mejor “modelo” para el resto. Efectivamente, las sociedades que han seguido principios liberales, como todas las cosas, están llenas de defectos y problemas; pero en la medida en que se avanza se van creando instituciones que cada vez funcionan mejor. El punto es que todos los otros sistemas colectivos que han pretendido construir una sociedad en base a un modelo determinado por unos pocos han sido mucho peores. Aparentemente el odio contra estas sociedades responde a que no les es permitido imponer su criterio de lo que es bueno o beneficioso, y con ello no tienen el poder del creador, sino que deben convencerlas en el día a día y en las decisiones que toma cada uno.

Los resultados de la libertad

La evidencia muestra que hace más de 10.000 años había menos de 10 millones de personas en el planeta. Hoy en día hay más de 6 mil millones [en realidad: 7550 millones de personas según la ONU], 99% de los cuales están mejor alimentados, mejor refugiados, mejor entretenidos y mejor protegidos contra las enfermedades que sus ancestros de la Edad de Piedra. La disponibilidad de casi todo lo que una persona podría querer o necesitar ha ido aumentando de forma errática durante 10.000 años y se ha acelerado rápidamente en los últimos 200: calorías; vitaminas; agua limpia; máquinas; intimidad; medios para viajar más rápido de lo que podemos correr, y la capacidad de comunicarnos a través de distancias más largas de las que podemos gritar. Durante las últimas dos décadas, la proporción de la pobreza absoluta -las personas con un ingreso inferior al dólar/día- se ha reducido del 31 al 20 por ciento; incluso, a pesar de que la población total aumentó en 1.500 millones, también se ha reducido en números absolutos por primera vez en alrededor de 200 millones. En los últimos 30 años, la renta media en los países en desarrollo se ha duplicado y las situaciones de hambre permanente se han reducido del 37 al 18%. Durante los últimos 50 años, la pobreza global se ha reducido más que en los 500 años anteriores juntos, el analfabetismo ha hecho lo propio del 70 al 25%, la mortalidad infantil del 18 al 8% y la esperanza de vida ha crecido de 46 a 64 años. La mejora es una aspiración legítima de la humanidad y el progreso material no sólo es bueno por sí, sino que está asociado a otros bienes morales también valiosos.

En otras palabras, estos indicadores están mejor hoy en los países en desarrollo de lo que estaban en los países ricos hace 75 años. ¿Por qué ha sucedido esto? Es el resultado de que algunas cosas que solían ser propiedad exclusiva de ciertos países occidentales se han empezado a difundir por el mundo, ideas como el capitalismo, la economía de mercado, la producción libre y el libre intercambio. Los progresistas se quejan de que este mundo más libre crea pobreza y desigualdad. Eso es una verdad a medias. Si se considera la pobreza están completamente equivocados; la pobreza ha disminuido en las décadas de globalización. Pero están en lo cierto cuando dicen que este es un mundo desigual. El factor que más determina el nivel de vida de un individuo y sus oportunidades de prosperar es la latitud en la que ha nacido; quienes nacen en el hemisferio norte tienen mayor libertad de emplear la inteligencia en lo que consideran adecuado y tiene la libertad de trabajar en su beneficio, libertades éstas que en el sur se tienen en mucho menor grado. Hay un dato que lo dice todo: la gente en los países más libres vive de media 24 años más que la gente en los países menos libres. Sí, la distribución de la riqueza en el mundo es desigual, pero debido a la desigual distribución de la libertad, lo que a su turno da origen entre otras cosas a la acumulación de capital. Si destruyéramos esta acumulación de capital y las causas que le dan origen, todos seríamos pobres, pero, eso sí, iguales. Y además no se trata de un juego suma cero: el norte no le saca al sur sino que produce más que el segundo. Pero lo mismo podría ocurrir invirtiendo los hemisferios.

Pero todos estos datos no parecen calar en la cabeza de algunos. Sucede que muchas veces creemos que para triunfar en la lucha por la libertad basta con la abrumadora evidencia de los hechos cuando en cambio ellos resultan insuficientes para causar la convicción necesaria en el debate ideológico. Como decía von Mises: “facts per se can neither prove nor refute anything. Everything is decided by the interpretation and explanation of the facts, by the ideas and theories”. [Los hechos per se no pueden probar ni refutar nada. Todo se decide por la interpretación y explicación de los hechos, por las ideas y teorías .”]

Quizás sea por ello que, aunque la izquierda pierde las elecciones, conserva su pretendida superioridad moral. Ella establece las pautas de correcta conducta. No admite debate. ¿Constituyen ciertas regulaciones de la llamada “Memoria Histórica” en distintas circunstancias una conculcación de la libertad de expresión? Ciertamente, es evidente. Pero ahí no se admite debate. La pereza de muchos intelectuales conservadores, la cobardía –le llaman prudencia– de no significarse en defensa de la libertad para no ser tildado de fascista y la renuncia de los partidos más afines a las ideas de la libertad para defender filosóficamente un ideario liberal hacen que el púlpito de los dictámenes éticos y las costumbres esté ocupado por el autodenominado progresismo.

Un pie de página sobre neoliberalismo

El término “neoliberalismo” es confuso y de origen reciente. Prácticamente desconocido en Estados Unidos, tiene alguna utilización en Europa, especialmente en los países del este. Está ampliamente difundido en América Latina, África y Asia. Sin embargo, esta difusión tiene poco que ver con su origen histórico. Forma parte del debate público que se produce en tales regiones, en el que la retórica tiene un rol protagónico para darle o quitarle sentido a las palabras. Así, “neoliberalismo” es utilizado para caracterizar cualquier propuesta, política o gobierno que, alejándose del socialismo más convencional, propenda al equilibrio presupuestal, combata la inflación, privatice empresas estatales y, en general, reduzca la intervención estatal en la economía. Sucede que aisladamente un gobierno socialista puede tomar medidas liberales y un gobierno liberal puede tomar medidas socialistas. Ejemplos hay muchos en la historia, desde los laboristas neozelandeses hasta los conservadores británicos. Pero ello no hace a los socialistas liberales, ni a estos, aquéllos.

Hayek advirtió contra la perversión del lenguaje y denunció la existencia de lo que llamaba palabras-comadreja. Inspirado en un viejo mito nórdico que le atribuye a la comadreja la capacidad de succionar el contenido de un huevo sin quebrar su cáscara, sostuvo que existían palabras capaces de succionar a otras por completo su significado. Denunció entre otras a la palabra social. Así explicó que esta palabra agregada a otra la convertía en su contrario. Por ejemplo, la justicia social no es justicia; la democracia social, no es democracia; el constitucionalismo social, no es constitucionalismo; el estado social de derecho, no es estado de derecho, etc.  En el caso del “neoliberalismo”, lo que sucede es que se quiere asimilar con el liberalismo algunas políticas o ideas en particular que aisladamente podrían ser compatibles con él, pero también con cualquier otra cosa, sugiriendo una identidad inexistente. Se trataría de lo que en teoría se denomina una sinécdoque particularizante: se quiere presentar partes del liberalismo como si fuera el todo.

Desde el punto de vista lógico, estas figuras retóricas son consideradas falacias. Pero en el debate político la verdad no resulta de un razonamiento lógico, en el sentido de una inferencia deductiva, sino de un procedimiento dialéctico, en el sentido socrático del término. La verdad política no es deductiva ni lógica, sino expositiva y retórica. Tiene la razón quien mejor la expone. Ser liberal no significa lo mismo en todos los países. Algunos de los conceptos más preciados por los liberales, como justicia, estado de derecho o propiedad, han sido tergiversados por adjetivos semánticamente predatorios. Y, en el colmo de la paradoja, quieren sus enemigos asociar el liberalismo con ideas, políticas o gobiernos que le resultan ajenos y nada tienen que ver con las ideas de la libertad. Lo que demuestra, como tantas otras cosas, que cada vez nos alejamos más de la realidad de las cosas, para introducirnos gozosamente en un mundo idiota, donde de la obviedad hacemos una noticia y además discutimos sobre ella.

Fuente: ellibero.cl, 14/07/19.

Pilares del Liberalismo

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Más información:

Friedrich von Hayek: Camino de Servidumbre

La llamada de la tribu, por Mario Vargas Llosa

Nazismo y Socialismo

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La Teoría del ciclo, el Value investing y la Escuela Austríaca

noviembre 21, 2018

Escuela Austríaca, teoría del ciclo y value investing

Por Mauricio Ríos García.

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El vínculo entre la Escuela Austríaca de Economía y el Value Investing, o el método de inversión en valor, que les ha permitido a inversores como Peter Lynch lograr rentabilidades anuales promedio de hasta el 29% durante 13 años continuos, o como Warren Buffett, que ha alcanzado rentabilidades anuales promedio del 21% desde 1965 hasta hoy, no es antojadizo. Se ha ido haciendo cada vez más popular con, por ejemplo, la explicación que los austriacos tienen sobre las causas de la Gran Recesión de 2008, la peor crisis económica internacional desde la Gran Depresión, o el hecho de que Buffett haya llegado a ser el hombre más rico del mundo justamente en esa misma época tan adversa.

Esta escuela de pensamiento económico tan poco convencional y la metodología de inversión en valor son complementarias porque la primera se dedica al análisis de fenómenos económicos, al análisis de los procesos y las instituciones que permiten a los individuos convivir en sociedad, mientras la segunda se dedica al análisis del resultado práctico de la manera en que los individuos actúan e interactúan en busca de mutuo beneficio en ese contexto, es decir, de las empresas que se han constituido y se desempeñan en esos entornos mencionados.

No son pocos los autores que han tratado de explicar dicho vínculo,[1] pero los aportes de ambas disciplinas son tan extensas y profundas, que una nueva manera de explicarlo no puede dejar de constituir un aporte igualmente válido.

De los métodos más adecuados y sus aportes más importantes

Entre otros aspectos, algunos de los primeros vínculos entre austriacos y value investors es que ambos asumen el hecho de que el futuro no es predecible y que, por tanto, la incertidumbre que de él deriva es mejor asumida con métodos de análisis cualitativos y de largo plazo, antes que cuantitativos y de corto plazo; identifican ciertos patrones de conducta pautada en los individuos y las empresas que conducen y en las que se desempeñan; saben diferenciar el precio de mercado de las acciones de una empresa y el valor de la misma; e invierten únicamente a largo plazo, dado que las circunstancias que determinan la generación de valor de mercado en una empresa no cambian de la noche a la mañana, ya sea porque el precio de las acciones de la empresa se ha disparado o se ha desplomado.

Por ejemplo, uno de los aciertos y aportes científicos más importantes de la Escuela Austríaca de Economía es el análisis de los fenómenos sociales con la metodología adecuada, es decir, sin caer en los vicios del utilitarismo extremo de la metodología de las ciencias naturales, aquellos a los que F.A. Hayek, uno de los máximos exponentes de esta tradición de pensamiento, calificó como “cientismo”;[2]los fenómenos sociales son, pues, comparativamente hablando, mucho más complejos que los naturales. La Escuela Austriaca ha señalado que, como diría Ludwig von Mises, probablemente el mayor exponente de la mencionada Escuela, que, contrariamente a lo que de manera común se presupone, “la teoría económica no trata sobre cosas y objetos materiales; trata sobre los hombres, sus apreciaciones y, consecuentemente, las acciones humanas que de aquellas derivan. Los bienes, mercancías, la riqueza y todas las demás nociones de la conducta, no son elementos de la naturaleza, sino elementos de la mente y de la conducta humana.”[3]

En este sentido, en su libre y permanente actuar e interactuar, los hombres han dado lugar a la existencia de una serie de instituciones como el lenguaje, el derecho o la familia, que permiten la convivencia en sociedad, pero que no han sido creadas de manera deliberada, sino que han surgido de manera espontánea y evolutiva a lo largo de períodos muy dilatados de tiempo, que son de origen consuetudinario. Por tanto, es comprensible, claro, que toda vez que, por cualquier motivo, se pretende bloquear el funcionamiento natural de estas instituciones, por complejas e imperfectas que sean, o se impide a los individuos actuar e interactuar libre y voluntariamente, se deteriora o lesiona la función dinámica y espontánea de la sociedad.

Pero este comportamiento pautado de los individuos es mucho mejor entendido, a los efectos de este artículo, cuando se lo interpreta desde una perspectiva empresarial. Cuando decimos que cada individuo que actúa lo hace para modificar el presente y conseguir sus objetivos en el futuro, se infiere que esto tiene un componente eminentemente especulativo y empresarial, en el sentido de que está alerta sobre su entorno, se da cuenta antes que nadie sobre una oportunidad para solucionar problemas de personas que ni siquiera conoce a cambio de un legítimo beneficio, y que hasta entonces había pasado desapercibida. Por esto, toda vez que se impide el libre ejercicio de la función empresarial, se diluye la posibilidad de solucionar problemas en la economía de la manera más eficiente posible, y, por tanto, de incrementar la capacidad de generación de riqueza de la sociedad.

La Teoría Austriaca de los Ciclos Económicos

De la misma forma, uno de los desarrollos teóricos más sólidos e importantes que la Escuela Austriaca ha desarrollado a lo largo de su extensa historia de pensamiento, es la Teoría Austríaca de los Ciclos Económicos. Entre otros aspectos esta teoría permite identificar en la manipulación deliberada de una institución de origen espontaneo y evolutivo tan importante como la moneda, la causa detrás de los períodos recurrentes de auge y recesión al menos desde la era de la Revolución Industrial.

De manera más precisa, cuando las tasas de interés crediticio son fijadas arbitrariamente por debajo de los niveles a los que el mercado las establecería en condiciones de libre competencia, se les dice a los empresarios que la cantidad de ahorro previo disponible para la inversión es mayor a la que realmente existe, y que, por tanto, pueden aventurarse a realizar una serie de proyectos de inversión que de otra manera no serían posibles, y que el riesgo y la incertidumbre respecto de la rentabilidad futura de esos proyectos son asumibles. Sin embargo, a pesar de que en el inicio de ese proceso las cifras de crecimiento pueden ser exorbitantes, más temprano que tarde el mercado termina detectando el hecho de que la gran mayoría de estos proyectos no pueden terminarse y que inevitablemente deben ser corregidos y liquidados en forma de recesión económica.

Value investing: ¿plazos mayores al período del ciclo económico?

El conocimiento sobre la causa de las crisis económicas generalizadas no suele ser considerado como determinante para la toma de decisiones de inversión, ni siquiera para los inversores en valor, e indistintamente de si se trata de estrategias de corto plazo o largo plazo. Esto es así porque, por lo general, se piensa que las crisis económicas suceden por un simple devenir de la naturaleza, que pueden suceder prácticamente en cualquier momento, o, peor aún, que el siquiera ponerse a pensar a qué se han debido exactamente suele ser una pérdida de tiempo para evitar que la economía se siga hundiendo, como afirma la gran generalidad de economistas convencionales.

No obstante, aunque ese conocimiento austriaco general sobre el origen de las crisis económicas valide y además refuercen la inversión en valor, tampoco quiere decir que haya quienes sí sean capaces de hacer predicciones en términos de tiempo, espacio y materia, es decir, de afirmar cómo, cuándo, dónde y qué forma exacta tendría una eventual crisis económica generalizada. A lo mucho que un economista o un inversor puede aspirar con una metodología de investigación y análisis adecuada es a hacer predicciones en términos de causa y efecto, que ya es bastante.

Por muy simplista que esto parezca inicialmente, termina siendo mucho más útil, comparativamente hablando, que cualquier otra metodología enfocada únicamente en la cuantificación del riesgo, que además está sesgada justamente por aquel error previamente mencionado de presuponer que las distorsiones del mercado y eventuales crisis económicas tienen causa en un simple devenir de la naturaleza, como la ya clásica Efficient Market Hypothesis de Eugene Fama, el modelo CAPM de Robert Shiller que tradicionalmente se utiliza en Wall Street, incluso la teoría tradicional de Markowitz, por más ajustada que sea, o la Sharpe ratio, por muy bien calculada que esté; miden lo medible y no lo que realmente importa, que es el poder bregar con la incertidumbre inerradicable respecto de lo que depara el futuro.

La idea de invertir a largo plazo no tiene que ver únicamente con, como apuntamos, el hecho de que las circunstancias que determinan la capacidad de generar valor de mercado en una empresa no cambian de la noche a la mañana, sino con que, además, el empresario e inversor debe saber identificar el período de auge artificial, y además ser capaz de abstenerse y no ceder a la tentación de la expansión crediticia o el crédito artificialmente barato, o debe, al menos, ser lo suficientemente perspicaz para abandonar determinada posición de desventaja inmediatamente anterior al inicio de la crisis.

De esta manera se podría decir que la metodología value puede ser considerada como la manera en que un empresario inversor asume los desafíos del entorno económico, tanto durante la etapa de auge ficticio como durante la etapa de liquidación y ajuste en el ciclo económico. Como dice esta frase de Warren Buffett, “be fearful when others are greedy, and be greedy when others are fearful.”[4]

 Malinvestment y mala asignación de recursos

Lo que hace la metodología de la inversión en valor o el Value Investing, con principios muy semejantes a los de la Escuela Austriaca, e imbuida de aspectos muchos más cualitativos para bregar con la incertidumbre en términos empresariales, que cuantitativos para hacerlo casi exclusivamente respecto del riesgo, es identificar también la distorsión que una cantidad artificial excesiva de dinero genera en el mercado, particularmente entre el precio y el valor de los activos.

Cuando una crisis económica generalizada se inicia, el diagnóstico es casi siempre el de la falta de demanda agregada en la economía. Sin embargo, sabiendo que el crecimiento sano y sostenido de cualquier economía está determinado por el ahorro correctamente capitalizado por el mercado en forma de inversión, y no por el consumo, gasto y sobreendeudamiento, se infiere que la demanda de un individuo está directamente limitada por su capacidad para producir bienes, porque cuantos más bienes puede producir un individuo, más bienes puede recién demandar y adquirir al intercambiarlos. Es por esto que la caída sostenida de la capacidad de producir y generar riqueza de un país está directamente relacionada con la caída de su demanda, aunque la Ciencia Económica predominante lo entienda y explique exactamente al revés.

Cuando en una economía se genera inflación de manera deliberada y típicamente a través de la creación de crédito artificialmente barato y la expansión de la base monetaria para estimular la demanda, se distorsionan los precios relativos de los bienes y servicios, alejándolos, ya sea al alza o la baja, de su valor real efectivo de mercado. A este fenómeno los austriacos le llaman malinvestment o mala asignación de recursos, un fenómeno económico eminentemente cualitativo que observa cómo los recursos en determinado sector económico sobreabundan, y cómo en otro son artificialmente escasos al mismo tiempo.

Una empresa que es capaz de mantenerse en el mercado a largo plazo no sólo significa que es capaz de generar valor satisfaciendo una demanda natural y no estimulada, sino que, además, es capaz de atravesar y superar crisis económicas generalizadas, absteniéndose de cometer los mismos errores cualitativos de inversión que la gran generalidad de empresarios ha cometido sobre endeudándose y adquiriendo una serie de activos durante la etapa de la euforia y el auge artificial aparentemente útiles para el negocio, pero que luego inevitablemente deben liquidar. Es cierto, ir a contracorriente del pensamiento común dominante es doloroso incluso físicamente, pero hay que pensar en frío y tener los pies sobre la tierra para no caer en la tentación del dinero fácil.

Es por esto que inversores como Jim Rogers afirman que “if there’s a huge drop, it’s probably a good time to buy. In terms of panic buying or crisis situations, that’s normally the way to play”; o como Sir John Templeton, sosteniendo que “the time of maximum pessimism is the best time to buy, and the time of maximum optimism is the best time to sell.” Ahora bien, ya dependerá de cada inversor si decide tomar posiciones de inversión en condiciones más extremas y con enfoques más agresivos, con la idea de esperar el peor momento económico posible para quedarse con el último centavo que quede en el mercado, como Baron Rothschild cuando dice “the time to buy is when there’s blood in the streets, even if that blood is your own.”

Burbujas de activos, valor subjetivo y utilidad marginal decreciente

Así como sostiene Philip Fisher, “the stock market is filled with individuals who know the price of everything, but the value of nothing.” Para asumir la etapa del ciclo económico en que se depuran errores cometidos durante la etapa del auge insostenible, y se debe enfrentar la liquidación de una serie de activos que no eran necesariamente indispensables, es como si se estuviera preparando para empezar todo nuevo, y en este mismo sentido también es necesario volver a las raíces también de la teoría.

La Teoría Subjetiva del Valor de Carl Menger sostiene que el valor de un bien no está determinado por ninguna propiedad inherente, ni por la cantidad de trabajo requerido para producirlo, sino por la importancia que un individuo le otorga para lograr sus fines. Más aún, en términos más ajustados de inversión, esos fines tienen una limitante sustancialmente económica. También de acuerdo con Menger, la liquidez se explica por la capacidad que tiene una mercancía o un activo de no perder valor conforme se incrementa su cantidad vendida, o todo activo será relativamente más valioso y líquido dónde y cuándo sea escaso que dónde y cuándo sea abundante.

Esto quiere decir que si durante el auge insostenible la gran generalidad del público ha adquirido una cantidad innecesaria de activos de muy mala calidad o con muy poca capacidad de retener valor conforme pasa el tiempo, y de los que en una nueva etapa de ajuste serán muy difíciles de desecharse o de liquidar a precios aún inflados o de burbuja, entonces cuanto más tarde un empresario inversor en limpiar su balance liquidando malos activos, menores oportunidades encontrará para sostener la solvencia de la empresa misma.

Es importante, sin embargo, tener cuidado al momento de hacer valoraciones. Aquella frase atribuida a Henry Ford, que dice que “una empresa que sólo genera dinero es un negocio pobre,” es muy pertinente en este punto, pues no todo activo cuya cotización haya experimentado un comportamiento histórico al alza de manera extraordinaria es sujeto de una burbuja especulativa necesariamente, así como no todo activo relativamente barato es sujeto de compra.

Asimismo, también es muy importante saber si uno ha sido víctima de la inducción al malinvestmentcomo empresario. Por ejemplo, una grúa, un departamento de una o cuatro habitaciones, un centro comercial o una red de tiendas propia, suelen estar caracterizados por contar con una utilidad muy específica o por ser muy indivisibles y específicos, más aún si la actividad o sector económico al que pertenecen fue particularmente solventada con subsidios o políticas de crédito fácil orientadas al estímulo de la demanda, sin responder necesariamente a una demanda real efectiva de mercado. Así como el mismo Buffett sostiene, “only when the tide goes out you know who’s been swimming naked.”

Timing y volatilidad

Entonces llegamos al punto de preguntarse, con todo este conocimiento articulado entre Escuela Austriaca y Value Investing, cuál es el momento más adecuado para entrar en el mercado, o cuando típicamente surge la coloquial pregunta del millón: “entonces, ¿cómo y cuándo puedo forrarme?”

Las crisis económicas suelen empezar primero en el sector bancario financiero, donde el riesgo, la volatilidad y las decisiones apresuradas terminan consolidando el problema generalizado de cometer errores de juicio de inversión. Sin embargo, invertir a largo plazo no sólo que es menos difícil que hacerlo a corto plazo y guiado por las emociones, sino que al evitar toda decisión impulsiva que provoque que los inversores en general abandonen el mercado ante caídas violentas o ante un incremento de la volatilidad inmediata, vendiendo participaciones por su precio o por lo que cotizan, y no por lo que realmente valen, permite identificar este, precisamente, como el momento ideal en que los inversores de largo plazo las compren si ven que generan valor de mercado de largo plazo, y no si existen simplemente como fruto de un estímulo antojadizo y pasajero de la demanda.

Finalmente, sólo así se entiende que esto no se trata ser optimistas o pesimistas respecto del futuro. Con una actitud y mentalidad correcta para asumir los desafíos de una crisis generalizada se puede perder poco, pero con el conocimiento adecuado y la suficiente perspicacia empresarial e inversora para identificar oportunidades extraordinarias de beneficio en el mercado realmente se puede lograr tanto como los mejores inversores de todos los tiempos. Identificar el problema a tiempo y corregir antes que nadie es impagable.

escuela austríaca

[1] Ver Álvaro Guzmán de Lázaro, Value Investing y Escuela Austriaca de Economía, Rankia, 22/08/2009; Fernando Bernad, Bestinver, Value Investing y Escuela Austriaca de Economía, Bestinver Asset Management, Valencia, 27/11/2010; Juan Ramón Rallo, La Escuela Austriaca y el Value Investing: una hoja de ruta, Instituto Juan de Mariana, 17/11/2010; Diego E. Quijano Durán, Vínculos entre la Escuela Austriaca de Economía y el Método de la Inversión en Valor, Procesos de Mercado, Vol IX, N°1, 2012; Francisco García Paramés, La Escuela Austriaca de Economía: un marco conceptual sólido de base, Value School, 02/02/2018. Ver también Mauricio Ríos García, Literatura austríaca para el inversor, riosmauricio.com, 28/12/2016.

[2] Ver F.A. von Hayek, The Pretence of Knowledge, Lecture to the memory of Alfred Nobel, 11/12/1974.

[3] Ludwig von Mises, La Acción Humana, pp.111-112, Unión Editorial, 2010.

[4] Berkshire Hathaway 2004 Annual Shareholder Letter.

Escuela Austríaca, Teoría del Ciclo y Value Investing: Presentación en el VII Congreso Internacional «La Escuela Austríaca de Economía en el Siglo XXI»

@riosmauricio

https://riosmauricio.com

Fuente: independent.typepad.com, 21/11/18.


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invertir no es un juego de azar

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La Escuela Austríaca de Economía

julio 25, 2018

Escuela austríaca

La Escuela austríaca, o Escuela de Viena, es una escuela de pensamiento económico que defiende un enfoque individualista metodológico para la economía denominado praxeología.

escuela austríaca

Fuente original: Enrique Fonseca @Sr_Fonseca Co-fundador de @VisualPolitik. Suscríbete al Canal de VisualPolitik: http://bit.ly/1Wl5TDd ……………………………………………..

Fuente: Academia Play http://academiaplay.es/
Canal: https://www.youtube.com/channel/UCv05…
Web: http://academiaplay.es/


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Cómo lograr su Libertad Financiera

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El socialismo es un error sostenido en la mentira

marzo 9, 2018

El socialismo es la fanática insistencia en el error sostenido en la mentira

Hay dos tipos de socialismo, los que han colapsado y los que colapsarán.

Por 

Lenin definió el paso del capitalismo al socialismo por el momento en que el Estado toma los “centros de comando” de la economía.
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El socialismo se pudiera definir como la terca insistencia en el error. Se ha intentado de una u otra forma desde mucho antes de lo que a sus partidarios les gusta admitir, siempre contra viento y marea, para siempre fracasar, dejando montañas de cadáveres entre la inconmensurable destrucción material y moral de las sociedades sobre cuyas ruinas se enseñoreó.

Sus partidarios siempre dirán que lo que ya colapsó “no era socialismo”. Y que sí lo es, lo que todavía no ha colapsado. Eso dirán, hasta que colapse finalmente sin remedio. Entonces insistirán con la misma acomodaticia convicción en que “no era socialismo”. Como para sostenerse tercamente en su error deben insistir recurrentemente en la mentira, su socialismo será el error sostenido en la mentira.

¿Pudiera ser cuestión de grados? Hay sociedades en que la idea socialista se aplica parcialmente, causando daño limitado. De restar suficientes elementos capitalistas para diluir el veneno socialista  en un sistema mixto, aparentarán –por algún tiempo– algo tan mítico como un “socialismo exitoso”. Pero siempre habrá dos mentiras en eso:

  • No son socialismos plenos –como aquellos en los que el socialismo prevalezca clara e indiscutiblemente sobre lo poco de capitalista que pudiera subsistir sojuzgado– sino sistemas mixtos con mucho y muy importante contenido capitalista. Su parte socialista es únicamente un lastre que desacelera y entorpece la productividad de la parte capitalista.
  • No se puede sostener por demasiado tiempo un contenido importante de socialismo en un sistema mixto, sin que la distorsión de los incentivos termine por debilitar severamente la parte capitalista remanente, al punto que no pueda producir más de los que la parte socialista destruye. Todo supuesto “socialismo exitoso” eventualmente dejará de ser socialista, o de ser exitoso.

La idea socialista

Pero ¿Cuál es la idea central del socialismo? ¿La que sería indiscutiblemente común a todas sus variopintas versiones? En eso ha sido útil la definición del revolucionario aristócrata que impuso el primer socialismo que retuvo el poder por décadas: Vladimir Uliánov (Lenin). Poco conocido, y algo que fue secreto de Estado soviético, es que los Uliánov eran miembros de la baja nobleza; como poco conocido es que Lenin al tomar el poder en Petrogrado se propuso apenas mantenerlo más tiempo que la efímera Comuna de París.

Muy conocido es que definió el paso del capitalismo al socialismo por el momento en que el Estado toma los “centros de comando” de la economía. Es discutible que sería, o dejaría de ser, un “centro de comando” de la economía. Pero establece el primer punto en el que el control de medios de producción por el Estado hace a una economía socialista.

La inviabilidad del socialismo

Ludwig von Mises

Ludwig von Mises, el primer economista que explicó la radical e irresoluble inviabilidad económica del socialismo como sistema económico, consideraba que: “El socialismo es el paso de los medios de producción de la propiedad privada a la propiedad de la sociedad organizada, el Estado”,  aclarando que “si el Estado se asegura una influencia cada vez más importante sobre el objeto y los métodos de la producción, si exige una parte cada vez mayor del beneficio […] al propietario […] sólo le queda […] la palabra propiedad, vacía de sentido, pues la propiedad misma ha pasado enteramente a manos del Estado.” Son similares las definiciones de socialismo de Mises y Lenin.

Friedrich von Hayek

El economista Friedrich von Hayek profundizó esa teoría de la inviabilidad del socialismo de Mises –concentrada en la imposibilidad del cálculo económico en un sistema que impide la formación de precios– llegando al problema general de la imposibilidad de transmitir conocimiento disperso por un sistema que al intentar centralizarlo impide su formación misma. En La fatal Arrogancia, explicó al socialismo como error de hecho.

Resultó inmediatamente obvio que tal error es común a todo socialismo: de utopías filosóficas de la antigüedad, y variantes religiosas en diferentes civilizaciones, a  milenarismos comunistas medievales y renacentistas, socialismos cristianos y socialismos ateos, apoyados en totalitarios dogmas de fe para autodenominarse científicos. Con socialismos voluntarios, de falansterios de Fourier a Kibutz israelíes. O totalitarias y brutales variantes neopaganas del siglo pasado –como el nacional-socialismo alemán. Hasta la parte folclórica y malcriada del socialismo occidental contemporáneo. Y el casi infinito etcétera.

Hayek abrió –y recorrió– camino a las raíces de la maligna idea socialista.  Estableció algo común a todas sus variopintas versiones: La pretensión –imposible– de reconstrucción voluntariosa e integral del orden social completo. En sus propias palabras, los partidarios de la idea socialista: “perciben la realidad de manera distinta […] y erran en cuestiones de hecho” debido a que simplemente tienen “una falsa apreciación […] de cómo la información requerida surge y es utilizada por la sociedad.”

Desconocer, negar o pretender superar, que la naturaleza dispersa, circunstancial y subjetiva de la información exige la decisión descentralizada para la armonía del orden evolutivo de la sociedad compleja, es lo que él bien llamó la fatal arrogancia del socialismo.

Hayek también nos reveló que ese error de hecho socialista partía de la atávica aspiración de imponer al complejo y descentralizado orden espontaneo de la sociedad civilizada, el simple orden centralizado del igualitarismo primitivo. Cómo Schoeck reveló que es la envidia, el ancestral  elemento instintivo que está en la raíz de esas erróneas creencias y primitivas pretensiones socialistas. Entenderlos es vital para comprender cómo y por qué ese error sostenido en la mentira, depende de la fanática –y radicalmente falsa– creencia en el bien transcendente y total de la idea socialista. Porque así justifican los socialistas, sus pequeñas miserias a sus grandes crimines, fracasos y mentiras.

 es investigador del Centro de Economía Política Juan de Mariana y profesor de Economía Política del Instituto Universitario de Profesiones Gerenciales IUPG, de Caracas, Venezuela. Síguelo en @grgdesdevzla

Fuente: es.panampost.com

Más información:

El libro negro del comunismo


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¿Qué es el neoliberalismo?

septiembre 30, 2017

La versión exitosa del «neoliberalismo»

Por Adrián Ravier.

Una comparación de la evolución de las economías que mantuvieron un modelo de economía abierta y aquellos que adoptaron uno de políticas estatistas.

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Nadie sabe bien qué es el neoliberalismo, pero lo que parece estar claro en la opinión pública argentina es que ha fracasado. Se lo identifica generalmente con el “Consenso de Washington” o con algunos autores de la Escuela Austriaca y la Escuela de Chicago, especialmente Ludwig von MisesFriedrich Hayek o Milton Friedman. Pero lo cierto es que las ideas que estos autores defendieron tienen poca o nula relación con la política económica de aquellos países que toman como ejemplo, especialmente la Argentina noventista. De hecho, la corrupción, el excesivo gasto público, los recurrentes déficits fiscales, el endeudamiento, la falta de federalismo, el mercantilismo del Mercosur, el atraso cambiario y la falta de un sistema republicano de gobierno con respeto por las instituciones y la división de poderes, no parece ser consistente con la ortodoxia del “liberalismo”.

En lo que sigue, no intentaré volver sobre la disputa comentada, sino señalar que varios países latinoamericanos, a pesar de sufrir el impacto de la Crisis del Tequila de 1995, la crisis asiática de 1997, el default ruso de 1998, la devaluación de Brasil en 1999 y las depresiones norteamericana y argentina de 2001, aun así continuaron por el mismo camino “neoliberal” y los resultados fueron positivos.

Dos caminos alternativos

Tras la década perdida de 1980, los países de Latinoamérica emprendieron un camino de cierta apertura económica y privatización de sus empresas públicas deficitarias. El Estado había resultado ineficaz en gestionar los servicios públicos como la luz, el agua, el gas o las telecomunicaciones, y en algunos países la monetización del déficit fiscal que precisamente provocaban esas empresas en manos estatales terminó con una acelerada inflación.

Las reformas implementadas en la década del 90 permitieron a los países latinoamericanos modernizar sus economías. La inversión extranjera directa estaba representada en grandes flujos de dinero, pero también en know how, sobre cómo gestionar las inversiones en ciertos campos clave que permitieran a la economía tecnificarse. En prácticamente todos los países latinoamericanos se observó una extensión de los servicios públicos en toda la amplitud de sus territorios nacionales, cuando antes eran negados a una gran parte de la población, al mismo tiempo que se construyeron autopistas y rutas que hicieron más eficiente la comunicación entre los estados provinciales, extendiendo la frontera de posibilidades de la producción.

En algunos países, como Argentina, Bolivia, Venezuela o Ecuador, —y por diferentes causas— el modelo hoy calificado como “neoliberal” no terminó bien, y la opinión pública decidió apoyar otros modelos que cambiaran el rumbo. Es así que en la última década estos cuatro países decidieron apoyar un modelo de desarrollo interno, privilegiaron las relaciones dentro del grupo, avanzaron en un modelo de sustitución de importaciones —y planificaron un entramado de subsidios y regulaciones que escaseaban en la década anterior.

Otros países, sin embargo, continuaron con aquel modelo “neoliberal”. ChileColombiaPerúUruguay México evitaron cerrar sus economías y doblaron esfuerzos en intentar atraer capitales como base de su desarrollo productivo, al tiempo que mantuvieron las privatizaciones de los servicios públicos como un factor acertado de los gobiernos previos.

¿Resultados similares?

En el período 2003-2008 las estadísticas muestran que ambos modelos fueron exitosos en términos de aumentar la inversión, reducir la pobreza, crear empleo, alcanzar un crecimiento económico acelerado e incluso reducir la carga de la deuda en relación con el PIB.

La similitud, sin embargo, es sólo aparente. Y no me refiero únicamente a lo engañosas que pueden resultar las estadísticas en el primer grupo —especialmente Argentina y Venezuela—, sino a otras cuestiones de fondo.

Mientras Argentina, Venezuela, Bolivia y Ecuador expandieron la inversión pública, las otras economías estimularon la inversión privada. Mientras el primer grupo creó mayor empleo público y expandió los planes sociales, el segundo creó empleo privado. Mientras el primer grupo redujo la deuda pero aceleró la inflación, el segundo grupo redujo la deuda, con estabilidad monetaria. Mientras el primer grupo muestra un crecimiento del gasto público sobre PIB, en el segundo grupo este ratio cae. Mientras el primer grupo nacionaliza empresas privatizadas en la década anterior, el segundo grupo profundiza aquel modelo y mejora las regulaciones.

La crisis global de 2009 golpeó a las economías emergentes latinoamericanas, pero a partir de 2010 el primer grupo se estancó o entró en recesión, mientras el segundo grupo continuó su expansión económica. Los fundamentos de la expansión del segundo grupo, basados en fundamentos “neoliberales” (apertura económica, privatizaciones, baja presión tributaria y bajo gasto público relativo, por ejemplo) deberían abrir un interrogante en quienes creen que este modelo ha fracasado.

Analizar el fugaz “crecimiento económico” argentino (fue más recuperación que crecimiento real) frente a lo genuino y sostenible del modelo que aplicaron los países de la Alianza del Pacífico, nos debería dejar lecciones de por dónde debería ir la política económica de nuestro país y de los países del primer grupo.

De la Alianza del Pacífico a la Alianza Latinoamericana

Mauricio Macri ganó las elecciones em 2015 fundando su campaña en este cambio que resultó lógico para la opinión pública, tras los límites económicos y sociales que enfrentó el populismo.

El cambio propuesto, sin embargo, todavía es lento en insertar a la Argentina al mundo y prácticamente nulo en reducir el gasto público, la presión tributaria y el déficit fiscal.

El excesivo gradualismo impide alcanzar mejor resultados de actividad económica y empleo genuino, pero al menos la Argentina inicia una transición adecuada. Bolivia, Ecuador y Venezuela todavía siguen su rumbo heterodoxo, y eso dejará tristes resultados para su población.

La esperanza está en que poco a poco los países del primer grupo aprovechen las lecciones que en la última década nos ha dejado el segundo grupo, y que la Alianza del Pacífico se convierta en una Alianza Latinoamericana.

Este artículo fue publicado originalmente en El Cronista (Argentina) el 24 de septiembre de 2017.

Fuente: elcato.org


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Por qué estudiar a la Escuela Austriaca de economía

junio 26, 2017

Diez razones para estudiar a la escuela austriaca de economía

Por Jakub Bożydar.

1. Los economistas austriacos tienen por prioridad asegurarse que los teoremas que formulan deriven de axiomas auto-evidentes y construidos de acuerdo a las correctas reglas de deducción lógica. Estas consideraciones son a lo mucho de importancia secundaria para sus colegas del mainstream.

2. Los economistas austriacos tiene por prioridad asegurarse de que las suposiciones sobre las que basan sus teoremas sean cabalmente realistas, esto es, correspondientes al estado del mundo como es. Los economistas del mainstream, por otro lado, admiten que sus hipótesis están basadas deliberadamente en suposiciones falsas.

Ludwig von Mises

Ludwig von Mises

3. Los economistas austriacos tienen por prioridad asegurarse de que los teoremas que formulen expliquen conexiones causales exactas entre los fenómenos económicos, en lugar de deliberadamente ignorar su existencia o importancia acogiéndose a la noción inspirada en la Física de mutua determinación.

4. El registro de predicciones de los Economistas Austriacos es incomparablemente superior al de sus contrapartes del mainstream (ver por ejemplo aquí y aquí).

5. Los teoremas y conclusiones de la Economía Austriaca son perfectamente comprensibles para todo lego inteligente, lo que no puede ser dicho de los embrollos matemáticos de la economía mainstream.

6. En términos de sus puntos de vista metodológicos y objetivos de teoría económica, los economistas austriacos tienen mucho mejores razones que sus colegas del mainstream para ser los herederos y sucesores de los economistas clásicos, como Smith, Hume, Say and Bastiat.

Friedrich von Hayek

Friedrich von Hayek

7. Los economistas austriacos nunca se cansan de enfatizar el estricto carácter neutral desde el punto de vista valorativo de su disciplina. Por consiguiente, al contrario de sus contrapartes del mainstream, nunca presumen que la existencia de una institución ajena al mercado y de carácter involuntaria está justificada, y, con mayor motivo, nunca hacen ninguna “recomendación de política pública” basada en tales presunciones. Por el contrario, confinan su investigación intelectual a investigar los orígenes y resultados lógicos  de varios procesos y fenómenos económicos así como son, y no como les gustaría que sean.

8. Identificar el concepto de preferencia revelada como la piedra angular del análisis económico permite a los economistas austriacos evitar los escollos del conductismo y psicologismo, en los que sus colegas del mainstream no pueden navegar de ninguna manera  principista y metodológicamente robusta.

9. Los economistas austriacos rechazan la hiper-especialización académica y profesional en su disciplina por tanto insisten en la naturaleza holística e integrada de las ciencia económica. En palabras de  F. A. Hayek, “el físico que es solo físico puede todavía ser un físico de primera y un valioso miembro de la sociedad. Pero nadie puede ser un gran economista siendo solo un economista –y estoy tentado a agregar que el economista que es solo un economista probablemente sea una molestia si no un inminente peligro”

10. Los economistas austriacos no pueden esconderse en el seguro refugio del nihilismo epistemológico cuando la lógica de sus argumentos resulta errada. Los economistas del mainstream, por otra parte, cuando los hechos no corresponden a sus hipótesis, pueden siempre sostener que “esta vez las cosas son diferentes”, que es una implicación directa del hecho de que cualquier conjunto de información empírica suficientemente compleja es compatible con un numero de interpretaciones empíricas (pero no lógicas) mutuamente excluyentes.

Fuente: miseshispano.org

Más información:

La Teoría Austríaca del Ciclo Económico de Mises y Hayek

Friedrich von Hayek: Camino de Servidumbre

¿Existe una Economía austriaca de la política?

In Defense of Austrian Economics


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estilo de vida internet

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La era del “Capitalismo de Plataforma”

junio 14, 2015

La era del “capitalismo de plataforma”

El nuevo “capitalismo de plataforma” no difiere tanto de su predecesor. Lo que cambia es quién embolsa el dinero. En el glorificado “capitalismo de plataforma”, el modelo de empresas que compiten por los clientes es reemplazado por otro más participativo y aparentemente más horizontal, en el cual los clientes se contactan directamente entre sí. “Lo que no se dice es que la mayoría de las principales plataformas actuales son monopolios, montados sobre los efectos de red de operar un servicio que se vuelve más valioso cuanta más gente lo utilice”.

Por Evgeny Morozov – Traducción: Susana Manghi.

Casi no pasa día sin que alguna tecnológica proclame que quiere reinventarse como plataforma. En marzo, cuando Corea del Sur prohibió Uber, la compañía de “viajes compartidos”ofreció a los taxis locales usar su plataforma.

Facebook hizo una jugada similar a comienzos de mayo: tras haber tenido problemas con su esfuerzo pseudohumanitario para proveer acceso gratuito a Internet mediante un proyecto llamado internet.org, prometió, también, convertirlo en una plataforma. Ahora, los usuarios de internet.org, en su mayoría pertenecientes al mundo en desarrollo, podrían acceder libremente a aplicaciones no desarrolladas por Facebook.

Hay quien habla de un “capitalismo de plataforma”, una transformación del modo en que se producen, se comparten y se suministran los bienes y servicios. En vez del gastado modelo convencional, de empresas que compiten por los clientes, surge un modelo nuevo, más participativo y aparentemente más horizontal, en el cual los clientes se contactan directamente unos con otros. Con un smartphone en el bolsillo, las personas pueden hacer cosas que antes requerían de una serie de instituciones.

uber logoEsa es la transformación que estamos presenciando en diversos sectores de la economía: las compañías de taxis solían transportar pasajeros, pero Uber conecta a automovilistas con potenciales pasajeros. Los hoteles solían ofrecer servicios de hospitalidad, hoy Airbnb conecta anfitriones con huéspedes. Y la lista continúa: incluso Amazon conecta a los libreros con compradores de libros usados.

Las diferencias con el viejo modelo son fáciles de detectar. Primero, estas empresas tienen valuaciones extraordinarias pero balances sospechosamente flojos: Uber no necesita emplear conductores y Airbnb no necesita ser dueño de casas. En segundo lugar, en vez de ajustarse a un código preciso que explicite los derechos de los clientes y las obligaciones de los proveedores del servicio –la piedra angular del Estado regulador moderno– los operadores de plataformas se basan en el conocimiento generalizado que los participantes tienen del servicio, confiando en que el mercado tarde o temprano castigará a los que se porten mal.

Friedrich von Hayek

Friedrich von Hayek

En la utopía libremercadista de pensadores como Friedrich Hayek –santo patrono de la economía del compartir– nuestra reputación, además, reflejaría lo que otros actores del mercado piensan de nosotros. Así, si uno es un cliente desagradable o un conductor maleducado, todos lo descubrirán pronto, y ya no hacen falta las leyes específicas para vigilar su conducta.

Lo bueno, según Hayek, es que una vez que nuestras normas cambien –lo que se consideraba despreciable hace 50 años hoy sería perfectamente aceptable– nuestras reputaciones reflejarían esos cambios de inmediato. Al contrario, las leyes tardan en ser modificadas.

Pero en realidad, ese mercado de reputaciones perfectamente líquido y dinámico no se ve en ninguna parte. Un reciente juicio en EE.UU. pone de relieve su ausencia. Conductores de Uber fueron acusados de discriminación a personas discapacitadas porque se negaron a subir sus sillas de ruedas al baúl. Se podría pensar que las leyes antidiscriminación que se aplican a los taxis también rigen para Uber. Pero esta startup dice que tiene políticas antidiscriminatorias, y que no es una empresa de taxis, sino una tecnológica, una plataforma.

Aquí, claramente falta un mecanismo de retroalimentación para asistir a los pasajeros discapacitados: para eso sirven las leyes de protección al consumidor.

Mientras que Uber utiliza su condición de plataforma como protección contra acciones legales, Facebook la usa como un artilugio publicitario. Así, hace poco sostuvo que “internet.org” es una “plataforma abierta”. Lo cierto es que es cualquier cosa menos abierta: Facebook sigue decidiendo qué aplicaciones acepta y qué no.

En una cultura obsesionada con la innovación –y la nuestra es un perfecto ejemplo– que Facebook adopte la retórica de la plataforma tiene sentido. Los detractores de internet.org podrían tener razón en cuanto a que el proyecto se ha desviado de los ideales de neutralidad en la Red pero, a la larga, a Facebook le gustaría que creyésemos que eso realmente no importa: una plataforma, al menos en teoría, es un lugar donde ocurre la innovación no planificada ni predecible. ¿Qué más se puede pedir? En una batalla entre la justicia y la innovación, esta última siempre gana.

Pero la propuesta de Uber a los taxistas de Seúl plantea interrogantes verdaderamente interesantes. ¿Qué es lo que la plataforma de Uber ofrece que los taxis tradicionales no puedan obtener en otra parte? Básicamente tres cosas: infraestructura de pagos; infraestructura de identidades para detectar pasajeros no deseados; e infraestructura de sensores, presente en nuestros smartphones, que rastrea la ubicación de vehículo y cliente en tiempo real. Estos aspectos poco tienen que ver con el transporte: son el tipo de prácticas periféricas que las empresas de taxis tradicionales nunca tuvieron en cuenta.

Sin embargo, con la transición a la economía basada en el conocimiento, estos periféricos dejaron de ser periféricos: están en el centro mismo de la prestación. Hoy, cualquier proveedor de un servicio, incluso un proveedor de contenidos, corre el riesgo de convertirse en rehén del operador de la plataforma, la cual, al agregar todos estos periféricos y agilizar la experiencia, pasa repentinamente de la periferia al centro.

Hay una buena razón de por qué tantas plataformas tienen su base en Silicon Valley: los principales periféricos hoy son los datos, los algoritmos y la potencia de los servidores. Y esto explica por qué tantos editores de renombre se asocian con Facebook para que les publique sus historias en una nueva herramienta llamada Instant Articles. La mayoría de ellos no tiene el know-how y la infraestructura para ser tan veloz y versátil como Facebook para presentar los artículos adecuados a la gente adecuada en el momento adecuado.

Pocos sectores podrían no verse afectados por la fiebre de la plataforma. Lo no dicho, sin embargo, es que la mayoría de las principales plataformas actuales son monopolios, montados sobre los e fectos de red de operar un servicio que se vuelve más valioso cuanta más gente lo utilice. Por eso es que pueden acumular tanto poder; Amazon tiene constantes luchas de poder con las editoriales, pero no hay otra Amazon a la que puedan recurrir.

Capitalistas de riesgo como Peter Thiel quieren que creamos que esta condición de monopolio es una característica, no un problema; si estas compañías no fuesen monopolios, jamás tendrían tanto dinero para gastar en innovación.

Pero esto no aborda el interrogante de cuánto poder debemos ceder a estas empresas. Una industria editorial gobernada por Amazon y Facebook podría introducir montones de innovaciones, pero ¿hay alguna garantía de que realmente produciría artículos o libros significativos?

Una forma segura de mantener bajo control a las plataformas es evitar que se apropien de todos los periféricos adyacentes. Asegurarnos de que podemos mover nuestra reputación –así como nuestro historial del explorador y un mapa de nuestros contactos sociales– entre plataformas sería un buen comienzo. También es importante atender a otras partes más técnicas de las nuevas plataformas –desde servicios que pueden verificar nuestra identidad hasta nuevos sistemas de pago o sensores de geolocalización– ya que una infraestructura genuina (que garantice que todos puedan acceder a ella en los mismos términos no discriminatorios) también es muy necesaria.

La mayoría de las plataformas son parasitarias: se alimentan de relaciones sociales y económicas ya existentes. No producen nada por sí solas, reorganizan las piezas desarrolladas por otro. Dadas las enormes –y casi nunca gravadas– ganancias que obtienen esas corporaciones, el mundo del “capitalismo de plataforma”, pese a toda su retórica estimulante, no difiere tanto de su predecesor. Lo único que ha cambiado es quién embolsa el dinero.

(c) The Guardian

Fuente: Clarín, 14/06/15.

Nota: Los artículos  publicados no representan necesariamente la opinión de este sitio web.

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La Teoría Austríaca del Ciclo Económico de Mises y Hayek

marzo 2, 2015

White sobre Guillermo Calvo, sobre la Teoría Austríaca del Ciclo Económico de Mises y Hayek

Por Martín Krause. Publicado el 30/1/15 en: http://bazar.ufm.edu/white-sobre-guillermo-calvo-sobre-la-teoria-austriaca-del-ciclo-economico-de-mises-y-hayek/

En un muy reciente paper, Lawrence White, analiza la consideración reciente de la Teoría Austriaca del Ciclo Económico, en la literatura económica: “Hayek and Contemporary Macroeconomics”, http://ssrn.com/abstract=2553031

Vale la pena todo el artículo para relacionar las teorías macroeconómicas modernas con los aportes que finalmente le dieran a Friedrich von Hayek el premio Nobel. Pero quiere referirme en este caso solamente a un tema puntual, y es la consideración que hace de esta teoría el economista argentino Guillermo Calvo, profesor de la Universidad de Columbia.

Dice White sobre Calvo:

Ludwig von Mises

Ludwig von Mises

“El mismo Calvo, quien originara el mencionado mecanismo de precios rígidos utilizado en los modelos DSGE (dynamic/stochastic/general/equilibrium), muestra una sorprendentemente profunda apreciación de las teorías del ciclo económico de Mises y Hayek. Incluso reconoce una diferencia entre ambos raramente notada. Mises atribuyó consistentemente el inicio del auge a una política inesperadamente expansiva del banco central en búsqueda de reducir la tasa de interés. Llamemos a esto Escenario 1. Hayek agregó dos escenarios alternativos. En el Escenario 2, un nuevo optimismo de los inversores eleva la demanda de fondos prestables, y esto sube la tasa natural de interés, pero el banco central deliberadamente impide que la tasa de mercado suba expandiendo el crédito. En el Escenario 3, en respuesta al mismo tipo de aumento de la demanda de fondos prestables, pero sin el impulso del banco central, el sistema bancario comercial se expande a sí mismo más de lo sostenible. Calvo, correctamente toma al Escenario 1 como representativo de la visión de Mises y con alguna (aunque limitada) justificación, toma al Escenario 3 como representativo de Hayek.”

“En una sección de su trabajo titulada “Errores de política e Información imperfecta: la Teoría Austriaca del Ciclo Económico estaba en el camino correcto”, Calvo destaca el papel de los efectos en los precios relativos de la teoría de Hayek. Juzga al Escenario 3, que asocia con ‘errores de percepción de los banqueros’ como plausible para muchos ciclos económicos, pero al Escenario 1 como más plausible para el ciclo 2002-2007.” Cita a Calvo:

Friedrich von Hayek

Friedrich von Hayek

‘La discusión de Hayek… implica que la expansión crediticia es probable que tenga efectos en los precios relativos no justificados por los fundamentos. Shocks que impactan en los precios relativos son raramente discutidos en los modelos macro cerrados del mainstream. La teoría de Hayek es muy sutil y muestra que aun si un banco central siguiera una política monetaria estable podría no poder prevenir el ciclo económico y, ocasionalmente, episodios cíclicos importantes. Desgraciadamente, Hayek no cuantifica el impacto de los errores de percepción (era filosóficamente reacio a cuantificar el impacto de estos errores según estándares modernos) y aunque encuentro persuasivo su argumento sobre los ciclos económicos regulares, creo que sería exagerado sostener que permiten explicar episodios como el de la crisis subprime, a menos que introduzcamos la mano del banco central, como fuera postulado por Mises. Así que creo que la combinación Hayek/Mises tiene mejores chances de estar cerca del punto – con énfasis en Mises para el episodio actual.’

von mises 02“Calvo también aprecia la advertencia austriaca de que la distorsión de complejas estructuras de producción durante el auge descarta un ‘aterrizaje suave’ después, y limita el poder de los estímulos anti-recesivos para ayudar. Cuando comienza la caída ‘el político no puede saber dónde operar debido a la complejidad de la situación’. Por ello ‘no es difícil concluir que la política contra-cíclica es bastante inefectiva – en el caso afortunado en que no es directamente contra-productiva’.

Calvo, Guillermo. 2013. “The Mayekawa Lecture: Puzzling over the Anatomy of Crises—Liquidity and the Veil of Finance,” Bank of Japan Monetary and Economic Studies (Nov.), pp. 39-63.

martin-krauseMartín Krause es Dr. en Administración, fué Rector y docente de ESEADE y dirigió el Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados (Ciima-Eseade).

Fuente: ESEADE, Febrero 2015.

 

 

 

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In Defense of Austrian Economics

octubre 6, 2014

July 5, 2014 | By Pater Tenebrarum.

First they ignore you, then they ridicule you, then they fight you, and then you win.”  Mahatma Gandhi

Bloomberg Releases an Unqualified Smear – A Good Sign?

economic freedomWe have previously remarked on the extremely poor quality of Bloomberg’s editing, mainly in the context of the site’s ongoing rape of the English language in its headlines. However, the quality of its editing processes has reached a new low when an unqualified and in places truly vile smear of the Austrian School of Economics recently slipped past its editors. Initially we didn’t plan to comment on it, simply because, as the Daily Bell has put it, “one doesn’t even know where to begin”. However, so many people have in the meantime mailed us the piece or a link to it that we feel compelled to address the article in a blog post.

The contributions of the Austrian School to the science of economics are as numerous as they are profound. Carl Menger contributed the theory of marginal utility (Jevons and Walras developed the same idea independently around the same time, so Menger wasn’t the sole originator), and a body of theory on value and prices that corrected many of the most glaring and profound errors of the classical economists. Incidentally, Menger also provided a sound explanation of the origin of money. Eugen von Böhm-Bawerk then followed in his footsteps with a highly advanced theory of interest and capital that inspired generations of successors.

In 1912, an at the time not yet widely known economist and pupil of Böhm-Bawerk by the name of Ludwig von Mises published “Die Theorie des Geldes und der Umlaufsmittel” (The Theory of Money and Credit), which established him overnight as Europe’s foremost monetary theorist. To this day Mises’ book must be regarded as the definitive work on money and credit, a work that has stood the test of time. Mises then published his seminal monograph “Economic Calculation in the Socialist Commonwealth”, which sparked the socialist calculation debate that raged with great intensity until the mid 1940s. Remarkably, the debate is still ongoing, in spite of the fact that Mises’ contentions were never refuted, and in spite of the fact that he has been proved right “in spades” by the economic disintegration of the Soviet command economies in the late 1980s. Two years later, Mises Published “Socialism – an Economic and Sociological Analysis”, which is one of the most profound and encompassing critiques of socialism ever written.

While working on his opus magnum “Nationalökonomie” (1938) – a treatise on economics that became better known in its revised English version as “Human Action” (1949), Mises published numerous articles in journals, many of which dealt with the systematization of the epistemological and methodological problems of economics. These remain a major bone of contention setting the Austrian school apart from other economic schools. Readers won’t be surprised  that we are siding with the view that economics is not a science like physics and that the attempts to make it so have led the entire science astray.

Friedrich A. Hayek, building on the works of Mises, provided outstanding contributions to capital and production theory (e.g. “Prices and Production”, “The Pure Theory of Capital” and numerous articles in economic journals), and later expanded the scope of Austrian theorizing with his writings on the nature of knowledge and entrepreneurship (see e.g. his famous essay “The Use of Knowledge in Society”). Hayek even received a Nobel Prize in Economics in 1974, in one of the few nods the establishment has given to Austrian economics (not that this really matters, we only mention it for the sake of completeness: Hayek’s Nobel lecture “The Pretense of Knowledge” in which he condemned the “scientism” of modern economics  is certainly worth reading though).

Richard von Strigl, one of the few economists who didn’t flee Vienna (but certainly fell silent after the Nazi takeover) as a teacher not only greatly influenced Hayek, Machlup, Haberler,  Morgenstern and many others, but left us with a unique contribution to capital theory with his work “Capital and Production” (1934).

We could continue this list up to the present, but in the interest of brevity, want to only mention Rothbard’s excellent sweeping economic treatise “Man, Economy and State” (1962; in Joseph Salerno’s words “a milestone in the development of sound economic theory, […] that rescued the science from self-destruction”) which presented a systematic and complete theory of production, as well as a unique and important revision of the theory of monopoly.

Well, scratch all that. These people were “infested by alien brain worms” according to the smear published at Bloomberg. The author, one Noah Smith, evidently knows nothing about Austrian economics – and we actually doubt that he really knows anything about other economic schools either. He has certainly never read or understood a single work by an Austrian economist. The whole thing simply reads like an ad hominem attack on supporters of the theory penned by a politically motivated hack. What is especially bizarre is his insinuation that Austrian economics somehow has “antisemitic overtones” – never mind, he says, that Ludwig von Mises and Murray Rothbard, two of the preeminent Austrian scholars were themselves Jews (not the only ones by the way), they’re antisemitic anyway!

We want to reprint the comment of Mr. Vincent Cook in this context (from the comments section at Bloomberg), who notes that an economic theory can hardly be refuted by mere name-calling, and addresses the above point in some detail:

“Mere name-calling doesn’t amount to a refutation of any economic theory, nor does the «guilt-by-association» tactic of linking certain adherents of a given economic theory to their empirical predictions not warranted by the theory itself or to their non-economic views on politics, etc. and claiming that such predictions and views somehow invalidate the theory.

If Mr. (Noah) Smith has any substantial objections to any element of Austrian economic theory that has been written over the past 140+ years, he should make the effort to cite the work in question and identify what specific premises or logical deductions he thinks the the Austrians got wrong. Characteristically Austrian ideas about the proper methodology of economics, about the nature of capital goods markets and interest rates, about the nature of boom/bust cycles, about the impossibility of economic calculation and coordination of decentralized information under central planning, etc. stand or fall on their own merits, not on what some fringe supporter of a political movement puts into a Youtube video.

The Austrian-oriented case for gold and for 100% reserve banking, for example, doesn’t depend on any belief about secret banker plots or about any mechanistic link between money creation and price increases. Rather, it is based on the desirability of preventing destructive boom/bust cycles, of eliminating any long-run risk of hyperinflation, of preventing money and money-substitute creation from becoming a source of political rent-seeking and moral hazard, and of upholding the integrity of the payments system without counterproductive regulatory interventions and bailouts. Mr. Smith’s misrepresentations of the case for gold and for 100% reserve banking are simply irrelevant to the issue at hand.

Mr. (Noah) Smith’s neo-Nazi baiting is particularly scurrilous, as it grossly misrepresents the attitudes that Austrian economists have always had about the Nazi movement. Ludwig von Mises wasn’t simply a Jewish Austrian economist (and one had to flee Vienna ahead of the Anschluss), he also wrote books concerning the ideological development and political growth of militant German nationalism that are still in wide circulation among contemporary Austrian economists and that still strongly inform their understanding of the subject. Indeed, Mises’s 1919 work Nation, State and Economy and his 1944 work Omnipotent Government are must-reads for anyone who wants to understand what went wrong in Germany.

I challenge Mr. Smith and anyone who takes Mr. Smith seriously to read these works and others concerning German history and the Nazis that circulate among Austrian economists (such as Günter Reimann’s  The Vampire Economy). There is not the slightest trace of anti-Semitism in them, and anyone with any sense of honor and decency reviewing this literature will recognize that Mr. Smith owes the entire contemporary Austrian school an apology.”

We doubt that such an apology will be forthcoming, or that Mr. Smith will make the effort to actually read any Austrian economists. Obviously his article was never intended to be a serious critique – it is simply a hit piece. What is interesting about it is mainly that Bloomberg allowed it to be published. We have put Mahatma Gandhi’s famous quote at the beginning of this article for a reason. Before the advent of the internet, it was easy for the establishment to “bury” the Austrian School’s causal-realist approach to economics by simply ignoring it.  Evidently, we have now progressed to somewhere between point 2 and 3 of Gandhi’s list – the ‘ridiculing and fighting’ stage. We can take this as a sign of progress. Ignoring the Austrians is no longer deemed sufficient.

Menger_5Carl Menger, the founder of the Austrian School

(Photo via Wikimedia Commons)

A Few Remarks on Concepts Discussed by Smith

One of our readers who pointed the Bloomberg article out to us remarked that such attacks often occur close to economic and financial turning points. Readers may recall that practically the entire mainstream economic profession woke to a considerable amount of egg on its face after the 2008 crisis, as the vast majority of economists had neither predicted it, nor provided even the slightest warning of the growing imbalances in the economy that eventually led to the bust. One quite prominent economist who got it completely wrong was of course Ben Bernanke, the former Fed chairman. To state that he merely “didn’t see it coming” doesn’t fully describe the enormity of his forecasting errors (see this video). The public not unreasonably began to wonder what economists are actually good for.

In the two years prior to the crisis is was however highly fashionable to ridicule and attack supporters of the Austrian School, who were indeed among the very few economists who actually did predict the crisis – in spite of the fact that they do not regard “prediction” to be among the tasks of economic theory. Prediction is akin to the study of history, a thymological task. Correct economic theory and praxeological reasoning can be helpful with respect to forecasting, in that they help with delineating the constraints of such forecasts. But forecasting as such is basically the job of entrepreneurs and speculators, not that of economists.

An entrepreneur who evinces a sound understanding of Austrian theory is Peter Schiff, who was featured prominently in televised debates on financial markets and the economy as the “token bear” in 2005 to 2007, as a foil for all the other debaters who kept insisting that everything was fine until it could no longer be denied that catastrophe had struck. Again, to say that Schiff was “ridiculed and attacked” in his appearances in those years does not fully convey the viciousness and arrogance some of his opponents displayed (there are two videos on you-tube documenting this – one ‘general video‘ covering a range of appearances and the ‘CNBC edition‘).

This fits with our reader’s observation that such attacks tend to become especially pronounced near turning points. It took the establishment-approved defenders of the central planning statist quo a little while to get their courage up after the collapse of the tech bubble, and when they finally felt confident enough to declare that the printing press had triumphed, the next denouement wasn’t far away. In that sense, the Smith article can be seen as a hint that the current inflationary boom may also be close to meeting its inevitable fate.

economic_forecastProfessional economic forecasting in a nutshell

This brings us to several points raised by Smith which deserve some additional comment. Smith inter alia mentions that Austrian economist Robert Murphy “lost a bet on inflation” with someone. However, economics is not about winning bets, and as noted above, it is not about making predictions either. This is in spite of the fact that the Econometric Society’s original motto was “Science is Prediction”.  As Rothbard points out in Man, Economy and State:

“Praxeology and economics deal with any given ends and with the formal implications of the fact that men have ends and employ means to attain them”

In short, economics is the study of the purposive employment of (scarce) means to attain ends. The formal implications thereof form the basis of economic laws, which have universal, time- and place-invariant validity.

The debate over inflation is apparently Smith’s biggest bug-bear, as he devotes large parts of his screed to the topic. This is perhaps no surprise, as his main concern appears to be the defense of central banking, or putting it in more general terms, the defense of central economic planning by organs of the State.

In the process, he gets all sorts of things wrong. For instance, he alleges that the absence of a sharp rise in consumer prices to date in spite of the Federal Reserve’s relentless money printing caused Austrians to “redefine inflation”. Here is the relevant passage from his article:

“The Austrians’ next defense was to redefine reality. Inflation doesn’t mean a rise in prices, they said – it means an increase in the monetary base. QE wasn’t causing inflation, it was inflation itself. Duh! Now the Austrians were safe — after all, you can define inflation as anything you want. It’s a free country, ain’t it? You can define inflation to be a rare poisonous South American tree frog if you want, and the only consequence will be that people think you’re off your rocker. And so when Austrians tried to redefine the word “inflation” to mean something other than “a rise in prices,” people duly recognized that Austrians were off their rockers.”

We haven’t heard from all those people who allegedly “duly recognized that Austrian’s were off their rockers”, so we are guessing that by “people”, Smith mainly refers to himself. First of all, it should be pointed out that there is a formal mistake in this paragraph, as no Austrian has ever asserted that “increases in the monetary base” constitute inflation. The monetary base consists of two major components, only one of which, namely currency, is part of the money supply. The far greater part of the monetary base nowadays consists of bank reserves, which are explicitly excluded from definitions of the money supply. While they provide the basis for the inflationary pyramiding of credit, they are themselves not “money” (although they can become part of the money supply when they are transformed into currency upon customer withdrawals from demand deposits).

More importantly though, Austrians did not suddenly “redefine the meaning of inflation”. The redefining was done by others, as inflation had always denoted an increase in the supply of money, before its meaning was deliberately changed to mask the chain of cause and effect. In his essay “Inflation and Price Control”, published in 1945, Ludwig von Mises remarked that this redefinition of the term inflation was by no means harmless:

Inflation must result in a general tendency towards rising prices. Those into whose pockets the additional quantity of currency flows are in a position to expand their demand for vendable goods and services. An additional demand must, other things being equal, raise prices. No sophistry and no syllogisms can conjure away this inevitable consequence of inflation.

The semantic revolution which is one of the characteristic features of our day has obscured and confused this fact. The term inflation is used with a new connotation. What people today call inflation is not inflation, i.e., the increase in the quantity of money and money substitutes, but the general rise in commodity prices and wage rates which is the inevitable consequence of inflation. This semantic innovation is by no means harmless.

First of all there is no longer any term available to signify what inflation used to signify. It is impossible to fight an evil which you cannot name. Statesmen and politicians no longer have the opportunity to resort to a terminology accepted and understood by the public when they want to describe the financial policy they are opposed to. They must enter into a detailed analysis and description of this policy with full particulars and minute accounts whenever they want to refer to it, and they must repeat this bothersome procedure in every sentence in which they deal with this subject. As you cannot name the policy increasing the quantity of the circulating medium, it goes on luxuriantly.

The second mischief is that those engaged in futile and hopeless attempts to fight the inevitable consequences of inflation-the rise in prices-are masquerading their endeavors as a fight against inflation. While fighting the symptoms, they pretend to fight the root causes of the evil. And because they do not comprehend the causal relation-between the increase in money in circulation and credit expansion on the one hand and the rise in prices on the other, they practically make things worse.”

(emphasis added)

In addition, it should be mentioned than no Austrian economist has ever asserted that an increase in the supply of money must instantly and definitely lead to rising consumer prices (even if some have said they expected it to happen, there is nothing apodictic about it). In fact, as Mises pointed out in 1912 already, it is futile to even pretend that something like the “general level of prices” can be measured, as the exchange value of money depends on altogether four factors: the supply of money, the demand for money, and the supply of and demand for goods and services.

This is inter alia why the former correct usage of the term inflation is so important. The effects of vast increases in the money supply can be masked by a concomitant increase in productivity and the supply of goods. This is what happened e.g. in the boom of the 1920s – and it seriously misled many economists as well as the central bank at the time, as they were convinced that because consumer prices had not increased, nothing was amiss. As we know today, the boom eventually turned into the Great Depression, so this was a rather  grave error in retrospect. One must surely agree with Mises that the semantic confusion regarding the term inflation is anything but harmless. However, to return to Smith, it wasn’t the Austrians who redefined the term inflation, and they most certainly didn’t do so recently because they are allegedly miffed that CPI has not yet risen much in the face of a 95% increase of the broad US money supply since 2008.

von-MisesLudwig von Mises. It just might be that he knew a little bit more about inflation than Noah Smith

(Photo via Wikimedia Commons)

As an aside, Mises was inter alia concerned about the long term effect of monetary inflation on money’s general purchasing power, because he had experienced several destructive hyper-inflation episodes in his lifetime, and had seen firsthand what enormous economic, social, and political damage the breakdown of monetary systems can cause. However, as Mises and other Austrian economists have never tired to point out, monetary inflation causes a “price revolution” in that it most definitely alters relative prices in the economy, even if consumer prices fail to increase much. This is in fact  the most pernicious effect of inflation, as it is the root cause of the boom-bust cycle, by dint of falsifying economic calculation.

Moreover, contrary to what Smith appears to think, Austrian economists are not particularly concerned about short term fluctuations in the gold price. They would undoubtedly regard a rising gold price as one of inflation’s possible effects, and a warning signal indicating that economic confidence is waning. The Austrian support for employing gold as money is also a bit more differentiated than Smith makes it out to be. The main point Austrians are making is that money should be left to the market. Whether market participants will choose gold or something else is not of central importance, although history certainly suggests that gold would play an important  role in a free market money system.

Lastly, we want to briefly address the 5 points Smith lists at the beginning of his article as the ‘Austrian beliefs’ he intends to denigrate. These are:

“1) Federal Reserve money-printing is a government plot to boost big banks, 2) prices are rising much faster than anyone thinks, 3) real “inflation” means money-printing, not an increase in prices, 4) printing money can never boost the economy, 5) academic economics is a plot to use mathematical mumbo-jumbo to cover up government giveaways to big banks, etc., etc.”

We’re not sure what is meant by “ect., etc”, so we can only address the five points explicitly mentioned.

1. As to the first point, well, check, what else does Smith think Federal Reserve money printing since 2008 was about? Rescuing dairy farmers in Kansas?

2. As to point two, he doesn’t mention which prices, but as noted above, a ‘general price level’ can actually not be calculated, so while measures like CPI may serve as a rough approximation of consumer price trends, they certainly don’t tell the whole story. Since March of 2009, the prices of titles to capital have for instance increased by an average of 190%. This is one of the signs that the above mentioned distortion in relative prices is well underway.

3. We have addressed point three extensively above, as it seems to us it is an especially important one. Just one more remark that has to do both with the second and the third point: there is no way to predict with certainty whether and at what point an increase in the money supply will lead to large and broad-based losses in money’s purchasing power. This depends largely on contingent circumstances. For instance, if the monetary authority abandons the inflationary policy in time, i.e., before the public’s inflation expectations change, it may never happen. We may merely get a sizable economic bust instead. On the other hand, the progression from “lots of money printing” to “inflationary breakdown of the underlying currency system” could be observed several times in history, and what all these historical examples have in common is that there were large time lags between the money supply expansion and the point when the public came to realize that the inflationary policy wouldn’t be stopped and lost confidence in the currency. As Mises wrote on this:

“This first stage of the inflationary process may last for many years. While it lasts, the prices of many goods and services are not yet adjusted to the altered money relation. There are still people in the country who have not yet become aw-are of the fact that they are confronted with a price revolution which will finally result in a considerable rise of all prices, although the extent of this rise will not be the same in the various commodities and services. These people still believe that prices one day will drop. Waiting for this day, they restrict their purchases and concomitantly increase their cash holdings. As long as such ideas are still held by public opinion, it is not yet too late for the government to abandon its inflationary policy. But then finally the masses wake up. They become suddenly aware of the fact that inflation is a deliberate policy and will go on endlessly. A breakdown occurs. The crack-up boom appears. Everybody is anxious to swap his money against «real» goods, no matter whether he needs them or not, no matter how much money he has to pay for them. Within a very short time, within a few weeks or even days, the things which were used as money are no longer used as media of exchange. They become scrap paper. Nobody wants to give away anything against them.”

(emphasis added)

Note that we are not saying that this is what will necessarily happen this time. We merely wish to point out that firstly, it is bound to happen if the inflationary policy is not abandoned in time, and we secondly want to stress the point that there can be very large time lags before the effects of an expansion of the money supply become noticeable in the prices of consumer goods. In short, there is currently no proof whatsoever that these effects won’t appear.

something goodBen Bernanke’s ideas about monetary policy summarized

(Cartoon by Lewis)

4. Point four is one we have discussed extensively in these pages on many previous occasions. Austrians have never said that money printing cannot “boost the economy”, since obviously, money printing is what causes economic booms. Hence, “economic activity” may well increase statistically when the central bank expands the money supply (note that this is not always the case). What we are saying is something entirely different: namely that money printing cannot possibly increase society’s wealth; rather, it tends to achieve the exact opposite. The supply of capital goods cannot be increased by printing money; if it could, Zimbabwe and Venezuela would be rich instead of being economic basket cases. Money printing leads to a false prosperity, as the boom is characterized by malinvestment and consumption of capital. A boom either collapses at some point, or –  if the authorities continue to inflate – the entire underlying currency system will collapse as described above. These are the alternatives – there is no “good outcome”.

5. As to point five, quite a lot of economics nowadays indeed consists of mathematical mumbo-jumbo (mathematics should be banished from economic theorizing in our opinion; it cannot express anything that could not be better expressed verbally. It is merely an attempt to make economics look more “scientific”, but in reality it obfuscates rather than illuminates the topics discussed). As to the idea that many economists are statists, well, what can one say, except: guilty as charged! A free, unhampered market economy would have very little use for the great majority of today’s macro-economists. Many of them are directly or indirectly in the government’s employ and are paid wages far above their market value. It goes without saying that they will never bite the hand that feeds them.

Conclusion

In fact, with regard to the latter point, Austrians are inter alia clearly set apart from other economic schools in one crucial respect, and that is in their unstinting support of the free market. It matters little if this support is solely based on  utilitarian reasoning or if it is also supported by ethical considerations. Clearly though, Austrians are saying that the market economy cannot possibly be improved by government intervention. Their views are also different from those of establishment-approved “free market supporters” such as Milton Friedman, whom Smith mentions approvingly. Friedman supported free markets, except in the context of central banking and money; for some reason, he considered the free market to be inferior in providing a sound monetary system. Given the absolutely central role interest rates and the money and credit supply play in the market economy, one may be excused for harboring doubts about Mr. Friedman’s free market credentials.

Austrian economists are therefore far less likely to find employ in state-supported institutions or to receive research grants from the central bank or similar agencies. One could say that they are actually diminishing their own career prospects in favor of standing up for the truth and their convictions. We can assure readers though that their failure to fall in line with the statism Smith evidently supports is not a sign of alien brain worm infection.

In fact, we are continually surprised by the eagerness with which people like Smith argue that freedom and support of freedom are somehow bad, and that being lorded over by the State is preferable. It is not as if Mr. Smith were a member of the ruling elite (at least we have never heard about him before), so one wonders what he gets out of his statolatry.

 

rothbard-adviceMurray Rothbard dispensing sound advice which Mr. Smith should take to heart.

Source: Acting Man, 2014.

acting man

Friedrich von Hayek: Camino de Servidumbre

marzo 17, 2014

Friedrich von Hayek: Camino de Servidumbre

Vea una Historieta basada libremente en las ideas de Hayek:


Friedrich Hayek

Friedrich August von Hayek (Viena, 8 de mayo de 1899 – Friburgo, 23 de marzo de 1992) fue un filósofo, jurista y economista de la Escuela Austríaca, discípulo de Friedrich von Wieser y de Ludwig von Mises. Ha sido uno de los grandes economistas del siglo XX y es considerado por muchos uno de los padres del liberalismo moderno. Ha sido también uno de los mayores críticos de la economía planificada y socialista, puesto que cree que conducen al totalitarismo y a la ausencia de la libertad para el desarrollo individual, como se sostiene en Camino de servidumbre. Fue galardonado con el Premio Nobel de Economía en 1974.
Su obra, que comprende unos 130 artículos y 25 libros, no se limita únicamente a la ciencia económica, sino que trata desde filosofía política hasta antropología jurídica o historia, y en general todo lo referente a las ciencias sociales.

Vida
Friedrich Hayek nació en 1899 en una familia de intelectuales de Viena, entonces capital del Imperio austrohúngaro. Participó en la Primera Guerra Mundial y al regresar comenzó los estudios de ciencias jurídicas y sociales en la Universidad de Viena, cursó estudios en filosofía, ambas, economía y filosofía, con gran interés y compromiso humano[cita requerida]. Según afirmó él mismo la experiencia de la guerra fue la que le condujo a interesarse por las ciencias sociales, a pesar de que sus influencias familiares le podrían haber conducido más fácilmente hacia las ciencias naturales. En 1921 y 1923 se doctoró en leyes y en política económica.
Durante aquellos años, Hayek, como la mayoría de sus compañeros, era un socialista fabiano que creía en la intervención del estado para mejorar el orden social y no le gustaban las posiciones antisocialistas y liberales de su profesor Ludwig von Mises, destacado economista de la Escuela Austríaca. Pero precisamente fue la lectura de un libro de von Mises, El socialismo, donde hacía una devastadora crítica a esta doctrina lo que le hizo cambiar de posición y lo convirtió en discípulo suyo. Durante cinco años trabajó bajo su dirección en la Abrechnungsamt (Oficina de Cuentas) encargada de desbloquear y cobrar cuentas que otros estados tenían con el gobierno de la recién nacida Austria. En 1927 se convirtió en director del Instituto para el Análisis del Ciclo Económico, creado por ellos dos mismos.
En 1931 (y hasta 1950), gracias a Lionel Robbins, también alumno de von Mises, se fue a Londres donde ocupó una cátedra en la London School of Economics. Durante sus años en Londres tomó una gran notoriedad y fama en el ámbito académico, tanto por sus publicaciones y estudios, como por su rivalidad con Keynes y la beligerancia en contra de sus ideas. Pero durante los años 30, fueron las ideas de Keynes las que se impusieron y también tras la Segunda Guerra Mundial triunfaron gobiernos socialdemócratas o socialistas, con lo que Hayek perdió relevancia y mucha de la fama que había ganado de joven.
Su enfrentamiento comenzó cuando Hayek hizo un escrito desfavorable al libro de Keynes Tratado sobre el dinero y Keynes le replicó. Después, Keynes tomó la iniciativa y pidió a Piero Sraffa que hiciera un informe crítico de la obra Precios y producción de Hayek, que este replicó. Esta situación provocó que todos los más importantes economistas del momento tomaran parte por uno de los dos bandos[cita requerida]. Aunque la posición de Hayek fue la que prevaleció, la controversia no acabó allí. En 1936, con la publicación de la Teoría general, Keynes cambia de posición respecto a su anterior tratado y plantea una teoría completamente nueva. Con esto logró, al menos momentáneamente, que sus tesis fueran las que se impusieran. En respuesta a esta obra Hayek no hizo ninguna reseña, intentando evitar las duras controversias que había hecho surgir anteriormente y suponiendo ante el cambio de forma de pensar de Keynes que su nueva posición no duraría. Obvió la nueva idea keynesiana de los agregados económicos ya que partía de premisas radicalmente diferentes a las suyas. Desarrolló entonces un esbozo de teoría austriaca del ciclo en una obra que se titularía La teoría pura del capital. Dicha obra logró fundamentar la teoría austriaca sobre una completa teoría del capital, pero no terminaba de desarrollar una teoría dinámica del ciclo. Frente a la creciente popularidad del keynesianismo, Hayek confió en que las últimas objeciones de Keynes a su propia teoría influirían en sus herederos y en que sus ideas no llevarían a políticas antiliberales por ser éste mismo social y políticamente liberal, dejando así el problema del ciclo económico austríaco (que implicaría una revisión del paradigma macroeconómico keynesiano) para ser resuelto por otros economistas, cosa que no sucedería durante su tiempo de vida y sólo comenzaría a plantearse mucho tiempo después (véase el intento de resolución ordinal de Roger Garrison y Adrián Ravier).
Después de esto, Hayek dejó las cuestiones técnicas de la economía para dedicarse a temas más filosóficos o sociales. También creó sociedades con tal de difundir sus ideas y oponerse al socialismo, como la Mont Pelerin Society, en 1947.
En 1949 se divorció de su esposa para casarse con un antiguo amor de juventud, lo que motivó que muchos de sus amigos ingleses, como Robbins, lo abandonaran (aunque años más tarde se reconciliaran). Este hecho lo decidió a emigrar a los Estados Unidos, a la Universidad de Chicago, donde no tuvo una muy buena acogida por parte del Departamento de Economía, debido a las grandes diferencias metodológicas de la Escuela Anglosajona con la Escuela Austríaca de la que provenía. Durante estos años, comenzó a tener problemas de salud, sordera y también depresiones que lo alejaron de la vida pública.
En 1962 volvió a Europa, a la Universidad de Friburgo, donde estaría hasta que, al jubilarse en 1969, retornó a su Austria natal, a la Universidad de Salzburgo hasta que se retiró en 1977. En 1974 recibió el Premio Nobel de Economía, compartido con Gunnar Myrdal, por sus trabajos en el campo de la teoría monetaria y las fluctuaciones económicas y los análisis de la interdependencia de la economía, la sociedad y las instituciones. A partir de entonces su salud mejoró y comenzó una gran actividad que lo llevaría a viajar por todo el mundo exponiendo sus ideas.

Murió en 1992 en Friburgo, y fue enterrado en Viena.
Su popularidad actual ha ido creciendo, en particular desde el hundimiento del régimen comunista, del cual, ya en los años treinta había previsto su inevitable degradación por razones económicas básicas. También se opuso al paradigma neoclásico (también conocido como neoclásico-walrasiano), que todavía define hoy en día el mainstream académico. Es contrario también a los economistas liberales partidarios de la teoría del equilibrio general (TEG) como Debreu. Defendió la tesis según la cual un cálculo planificador era imposible sin un mercado (que asigne los precios) y que un sistema económico que no se fundamente en el mercado libre y en la libre concurrencia nunca será óptimo desde el punto de vista de la distribución de recursos. La Universidad Francisco Marroquín lo honró en 1977 con un doctorado Honoris Causa por su aporte a la libertad individual.

Temas recurrentes en su obra

Teorías sobre el ciclo económico

Las contribuciones de Hayek sobre los ciclos económicos se consideran su contribución más importante a la economía, y las hizo durante su juventud. Tomó las bases de su teoría de la obra Teoría del dinero y el crédito de Mises e hizo su propia interpretación del ciclo económico, que fue conocida como Teoría Austriaca del ciclo económico. Podemos considerar como obras más importantes de esta etapa Precios y producción de 1931, que era un compendio de las conferencias que había hecho en la London School of Economics, Beneficios, interés e inversión de 1939 y Teoría pura del capital de 1941.
Hayek explica el origen del ciclo económico a partir del crédito concedido por el banco central y los tipos de interés artificialmente bajos. La expansión del crédito debido a los bajos intereses hace que los empresarios inviertan en proyectos muy arriesgados y en los que nunca hubieran invertido con unos tipos más altos, y provocan una mala coordinación entre producción y consumo e inflación. Primero hay una gran expansión, pero después una gran recesión hasta que vuelve a ajustarse la economía. El proceso sería el siguiente: el alza de precios resultante de una expansión conduce a la caída de los salarios reales, que induce a la substitución de máquinas por mano de obra y una reducción general de los períodos de producción, y en consecuencia los tipos de interés suben, cae la inversión y la economía sufre un descalabro; a la inversa, en una depresión el alza de los salarios reales reactiva la inversión y la mano de obra es reemplazada por maquinaria y los períodos de producción se alargan. Según este argumento, un nivel de consumo al alza a partir de un cierto punto reduce la inversión más que no la aumenta, y viceversa por lo que hace a un nivel de consumo a la baja.

Imposibilidad del socialismo por falta de precios de mercado

El formulador de la idea de que el socialismo no es posible por la inexistencia de precios de mercado fue Mises en un artículo[2] de 1920, que después amplió en 1922 con el libro “El socialismo, un análisis económico y sociológico”, libro que causó una fuerte impresión en un Hayek todavía estudiante. Hayek, desde un principio, puso mucho interés en este tema y desarrolló los argumentos de Mises en diversos artículos durante los años 30. Estos artículos se reunieron en un libro publicado en 1935 y titulado “Planificación económica colectivista: estudios críticos sobre las posibilidades del socialismo”. También podemos destacar “El uso del conocimiento en la sociedad” de 1945 e “Individualismo y orden económico”, que recoge ensayos publicados en 1948.
Los argumentos de sus teorías son que los objetivos del socialismo son sustituir el libre mercado por una economía planificada. Este tipo de economía necesita una institución que elabore un plan central que determine todo lo que se debe producir, institución a la que Hayek llamó Junta Central de Planificación. Esta junta debería tener amplios poderes para intervenir en asuntos económicos, pero el problema sería que cuando esta junta se pusiera a elaborar el plan de producción se encontraría que no tiene ninguna guía o referencia que le indicara qué posibilidades de producción son económicamente factibles, ya que no existirían precios de mercado y sin estos precios no hay guía ni manera de saber lo que se debe producir. Aunque posteriormente este argumento tuvo que refinarse ante la solución de Lange-Lerner que proponía un procedimiento iterativo de dos reglas, por el cual una economía planificada podía alcanzar la misma solución que el libre mercado, a partir de la intervención de una Junta central de planificación.
Según Hayek, los precios de mercado son los transmisores de cantidad de informaciones económicas dispersas y servirían para compartir y sincronizar muchos conocimientos personales; por lo tanto, intentar manipular el mercado conlleva un problema de falta de información. Un intercambio y uso eficiente de los recursos sólo se conseguiría a través del mecanismo de precios. Así pues, esta economía planificada, produciría aquello que aleatoriamente decidiera la junta central, sin que tenga que coincidir necesariamente con la demanda de la población ni con criterios de eficiencia, ya que sería imposible tener en cuenta todas las preferencias de la sociedad. Según Hayek, este era el talón de Aquiles del socialismo.

Contradicción entre economía planificada y libertad individual

Hayek no sólo pensaba que el socialismo y la colectividad comunista implementadas por el estado eran inviables por la falta de precios de mercado; sino que, además, en un plano más filosófico y político, eran incompatibles con la libertad individual, y que, además, estos sistemas, necesariamente, llevaban al establecimiento de régimenes totalitarios, ya que los que llegarían al poder serían siempre los peores elementos de la sociedad. Esas tesis de Hayek pasaron a ser parte del importante debate sobre el cálculo económico en el socialismo entre Hayek de un lado y Oskar Lange y Abba Lerner del otro.
Las críticas de Hayek no iban dirigidas tan sólo hacia los sistemas de economía planificada, sino en general hacia cualquier intervención del estado en la economía, que para él significaba un socialismo progresivo. Hayek desarrolló estos argumentos en Camino de servidumbre, libro publicado en 1944, que le hizo muy popular y que se ha convertido en un clásico. Esta obra la realizó para contraargumentar las opiniones que rezaban que el nazismo era la consecuencia única del pueblo alemán, y la culpa estaba en el «germanismo». Él dijo que el nazismo se había desarrollado como un sistema socialista muy similar al de la URSS, solo que se cambió el elemento de clases por razas, y que esa era la única consecuencia de la evolución del comunismo. Cabe destacar también en este campo, Los fundamentos de la libertad de 1960, considerada una de sus obras maestras.
Hayek argumentaba que sin propiedad privada, se crea una dependencia tan grande del Estado que nos convierte prácticamente en esclavos. El estado debería tener tantos poderes que necesariamente tendría que repercutir en la sociedad. En una sociedad planificada, debe haber alguien que ejerza el poder, que controle el estado. Para imponer unos objetivos comunes a una sociedad, aunque se quiera hacer de manera bienintencionada, es necesario imponer estos objetivos a las personas que no estarán de acuerdo. Para imponerlo, se deberá coaccionar y tomar medidas represivas en caso de que no acepten a la autoridad central, por lo tanto el dirigente se verá obligado a tomar decisiones “desagradables” como el arresto o el asesinato. En consecuencia, los que llegarían al poder serían los que estuvieran dispuestos a tomar estas medidas, y estos serían asesinos y criminales y a partir de aquí estas personas utilizarían el poder para su beneficio personal.

Orden espontáneo del mercado, la ley y la moral

Según Hayek, las instituciones de la sociedad, como las leyes, los mercados o el gobierno, incluso el sistema de precios o el lenguaje, no eran un invento o diseño humano para responder a unas determinadas necesidades, sino que era fruto de un orden espontáneo que consideraba un resultado de la acción humana pero no de su diseño. Así, el ser humano, en un proceso de prueba y error, ha visto como ciertas acciones hechas de forma inconsciente le servían para cierta finalidad. Las acciones que sirven para algo perduran y su combinación también espontánea acaba dando lugar a instituciones humanas, que aparecen sin que el hombre se haya planteado deliberadamente su creación. Es por eso que defendía que no debían haber interferencias en la acción individual espontánea y consideraba que la idea del racionalismo de intentar diseñar conscientemente el mundo era una amenaza para la civilización, ya que esta precisamente había nacido a partir del orden espontáneo.
Dicho de otro modo, Hayek concluirá que el surgimiento y desarrollo de las normas morales que permitieron el surgimiento y crecimiento de sociedades extensas fue producto de un azar evolutivo aún en curso, considerando entonces al orden espontáneo que permite tales sociedades inabarcable para la razón humana, no en el sentido de comprender su funcionamiento, sino en el controlar su dirección, por lo que rechazará todo racionalismo constructivista que pretenda guiar o rehacer racional y completamente tal evolución natural del orden social.
Necesaria sería, para Hayek, la coexistencia de la primitiva moral colectivista propia de los grupos pequeños y muy cohesionados que perviven dentro de la sociedad extensa, con su contraria moral evolutiva individualista que garantiza el funcionamiento y crecimiento exitoso de la sociedad humana extensa. Como un intento de imponer la primera sobre la segunda definirá al socialismo, deduciendo de ello que la búsqueda de tal orden social expresaría una aspiración involutiva o retrógrada y su consecución implicaría la imposibilidad de sustentar la numerosa población humana creciente.
Sobre este tema podríamos destacar los libros El orden sensorial de 1952, libro psicológico donde defiende que la mente humana, igual que el mercado o la sociedad eran fenómenos tan complejos que no se pueden explicar o predecir su funcionamiento; Derecho, legislación y libertad que apareció en tres volúmenes en 1973, 1976 y 1979, donde trata sobre la aparición espontánea de las normas legales y morales, y La fatal arrogancia de 1988, donde atribuye el nacimiento de la civilización a la propiedad privada.

Obras

La teoría monetaria y el ciclo económico, 1929.
Precios y producción, 1931.
Economía y conocimiento, 1936.
La teoría pura del capital, 1941.
Camino de servidumbre, 1944.
Individualismo y orden económico, 1948.
La contrarrevolución de la ciencia. Estudios sobre el abuso de la razón, 1952.
El orden sensorial. Los fundamentos de la psicología teórica, 1952.
El capitalismo y los historiadores, 1954.
Los fundamentos de la libertad, 1960.
Derecho, legislación y libertad, 1973, 1976, 1979. (3 vols.)
La desnacionalización del dinero, 1976.
La fatal arrogancia. Los errores del socialismo, 1988.

Fuente: Wikipedia

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