Cuando el barco se hunde…
Bien se sabe el resto del refrán: las ratas huyen, lo abandonan. No sé si el barco chavista se hundirá, si lo hará por su cuenta o arrastrará al abismo a todo un país. Por lo que veo, su lema es après moi le déluge; o si se prefiere: muera Sansón con todos los filisteos. Para mantenerse a flote, le toca rascar el fondo del barril, intentar una surreal reforma constitucional corporativa, el fascismo del siglo XXI. Sin embargo, una cosa ya es evidente: muchos se están bajando del barco. ¡Corren como diablos! Algunos lo hacen en silencio; pero seamos sinceros, hay silencios que hacen mucho ruido. ¿Alguien sabe si Michael Moore, después de tanto alabar a Hugo Chávez, está filmando un documental sobre la alegría de los venezolanos? ¿Si Ken Loach o Sean Penn proyectan llevar al cine el gran éxito alcanzado por el Ministerio para la Suprema Felicidad del Pueblo, creado por su héroe? ¿Alguien han escuchado el último cuento de Gianni Vattimo sobre las virtudes mágicas del socialismo tropical? ¿O leído la última entrevista de Ignacio Ramonet con Nicolás Maduro con violines de fondo? Por lo menos, el inefable Noam Chomsky no se esconde y actúa: firma protestas contra los abusos de… ¡Mauricio Macri! Gracioso, pero cierto.

El día que Michael Moore le escribió el discurso al Presidente venezolano Hugo Chávez.
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La honestidad intelectual es un bien escaso, algo que ya no sorprende, pero más que llamarse a silencio en la actualidad puede más la incontinencia verbal de aquellos que sienten el deber de justificarse. Y la tendencia más reciente es la que a partir de ahora vamos a escuchar a menudo. ¿De que se trata? Lo pongo en palabras de un político de Podemos que encontré en un congreso académico: «¿Maduro? Es el más antichavista de los antichavistas». La cita es textual. Y como él otros cientos, que pronto serán miles, muchos de ellos ex funcionarios o dirigentes del régimen de Chávez, seguirán la misma consigna: abandonar el barco. Una clara señal de que ya no creen que este pueda enderezarse y no quieren hundirse con él. No hace falta decir que, si se quiere ver el vaso medio lleno, estas son buenas noticias y que son cada vez más los que creen que el chavismo cruzó el límite insuperable. Indicios de que el régimen se desmorona, que está socavado por profundas grietas, que muchos que por años desfilaron disciplinados al compás de su política están ahora buscando rehacerse una virginidad. Es impactante leer la entrevista otorgada al diario El País por el General Rodríguez Torres, peso pesado de los servicios de inteligencia chavista hasta hace tan sólo tres años. Cuando Él todavía estaba vivo, resonaba su voz como un tango; si Lenin no hubiese muerto, retumbaría su eterno gemido. Como si en esa época, cuando el régimen organizaba las milicias que hoy en día reprimen; tomaba el control total del poder judicial, del ejército, del poder electoral, de la educación; cuando inundaba el país con miles de horas de propaganda presidencial en cadena obligatoria, Venezuela fuera una maravillosa democracia, contaminada ahora por Maduro, el malvado de la película.
Visto de esta manera, Nicolás Maduro me da casi lástima. No digo ternura, porque el personaje es demasiado grotesco para provocar sentimentalismo, pero lástima sí, porque el suyo es un destino irónico. Si Venezuela es ahora lo que es, si es un estado fallido en manos de una mafia sin escrúpulos envuelto en viejas y mohosas consignas ideológicas, si la violencia y la miseria se persiguen sin descanso y la anarquía más oscura destruye día tras día los lazos sociales que todavía quedan, si la enorme riqueza acumulada a lo largo de una década ha desaparecido debido a la mezcla explosiva de cleptomanía, amateurismo y megalomanía, si llenándose la boca con la palabra «pueblo» el régimen ha destruido la confianza en las instituciones públicas sin la cual ningún orden social puede mantenerse en pie, la responsabilidad histórica es en primer lugar de Hugo Chávez y de los muchos que lo han aclamado, ovacionado, celebrado. A Maduro, a quien el mismo Chávez lo dio en dote a los venezolanos, le quieren quitar hoy en día el derecho a invocar a quien quería como a un padre. Qué injusticia, pobre Maduro. Es todo tan claro: sus políticas, sus funcionarios, sus instituciones, sus absurdos proyectos de reforma constitucional, su desastroso gobierno económico, sus asesores cubanos, son todos legado de Chávez.
La verdad es que la realidad es bastante prosaica: el chavismo mantendrá una presencia importante en la historia y la política de Venezuela y es justo y deseable que pueda encontrar la forma institucional de vivir democráticamente con las otras almas del país; pero que su régimen fuera desde sus orígenes impregnado por el típico impulso totalitario del populismo latinoamericano, era obvio y predecible para cualquiera que conociese la historia de ese fenómeno. Muchos lo habían dicho y escrito: tenían razón.
Fuente: La Nación, 30/05/17.

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Venezuela, democracia en ruinas y echada a su suerte
Por Dante Caputo.
Ilustración de Horacio Cardo.
Venezuela inició este siglo proclamando su misión de vanguardia del socialismo del siglo XXI. En 1999, Hugo Chávez llegó al gobierno legitimado por el voto democrático y con el poder que le daba la esperanza de sus conciudadanos de ver el final de sus penurias. El chavismo contó con un enorme poder y con una era de bonanza extraordinaria. Poder y recursos, las dos llaves para avanzar hacia los objetivos mayores de un proyecto socialista: crear bienestar para las mayorías sociales y reducir las injusticias sociales. Cuando ese proyecto se torna real, se produce un hecho excepcional en la vida política: las mayorías sociales también son mayorías políticas.
Dieciséis años más tarde, la gran ilusión se transformó en un gran fracaso con una sociedad sufriente, con el estado de derecho arrasado y la dolorosa derrota de no haber sabido cambiar el destino de su nación cuando estaban dadas las condiciones para hacerlo. El socialismo del siglo XXI se transformó en el populismo de siempre, que no es más que impostura de un gobierno popular y estafa social.
Los gobiernos populares tratan de lograr el bienestar de las mayorías sociales. Pero lejos de ser efímero o fugaz, el bienestar debe ser perdurable, ampliándose y, sobre todo, construyendo las condiciones de su propia regeneración. El bienestar debe durar, debe aumentar y debe ser sustentable.El populismo, en cambio, es incapaz de lograr estas tres condiciones. Es efímero, recurre a la demagogia, rápidamente en lugar de ampliar los beneficios del bienestar, los achica, se agota y es incapaz de crear su saga. Este es el ciclo de la estafa tantas veces repetido en América Latina pero que parece olvidarse, quizás porque en nuestros países la ilusión es más fuerte que el recuerdo.
A comienzo de este siglo, la economía venezolana (junto con la argentina) inició una década excepcional debido al aumento de los precios de sus productos de exportación. Esos precios tuvieron un crecimiento notable y sostenido, mientras que los bienes que se importaban no variaban. Conviene observar la evolución de los términos del intercambio para comprender la dimensión de este cambio. Ellos muestran la relación entre los precios de venta de sus exportaciones y los precios pagados por sus importaciones. Esta relación tiene para Venezuela una importancia decisiva (96% de su producto bruto está generado por el petróleo).
El índice es un número que varía respecto a un año tomado como base de la comparación, en este caso el 2000. Si el índice sube de 100 beneficia al país exportador, si cae es desfavorable. Así se comprueba que en el año 1999 el índice fue de 68. Mal año para la economía extractiva de Venezuela. Pero a partir de allí comienzan importantes alteraciones en el comercio mundial. En 2005, el índice fue 154; en 2008 249 para llegar en 2012 a la mejor relación histórica, 262. Nunca la relación entre lo que vendía y lo que compraba Venezuela había sido tan buena, en un país –reitero- donde casi toda la economía depende de esta relación de precios.
El efecto de la bonanza se hizo sentir. Bajaron los índices de pobreza, de indigencia y mejoró la distribución. Por otro lado, dueño del petróleo caro, Chávez comenzó a desempeñar un papel creciente en la región. Como es lógico esta explosión de bonanza regeneró el apoyo político. Mientras esto sucedía no hubo ninguna política para preparar a la economía venezolana para momentos menos fáciles, de manera que cuando se acabó la bonanza también terminó la ilusión del cambio. La economía y la sociedad empezaron a sentir la gravedad de la crisis que ha dominado al país desde entonces. En un trabajo reciente elaborado por el “International Crisis Group,” presentado hace unos días en el Centro Carter, se describe la gravedad de la situación venezolana. En ese informe se señala que el PBI de este año según el Banco Mundial declinará 10 % y que la inflación se ubica en 500 %, estimándose en 1500 para 2017.
El estudio Venebarómetro hecho por las tres mayores universidades del país muestra que 34,4 % de la población se empobreció recientemente. A su vez el sistema de salud está colapsado. La mitad de las salas de operaciones de los hospitales no funciona. La lista de espera para las operaciones alcanza los 100.000 pacientes. La tasa de muertes neonatales se disparó y llega en Caracas a 19 por mil. Mientras tanto, el gobierno rechaza la ayuda médica internacional aduciendo que esconde una forma de intervención extranjera. Con recesión, inflación, escasez de bienes básicos, emergencia sanitaria y alta inseguridad, el populismo venezolano sigue desafiando a propios y extraños. Maduro no muestra signos de empezar una retirada ni de iniciar un diálogo con la oposición, a la que mantiene sometida a sus decisiones autoritarias. Imagínese lector que el Congreso, con mayoría opositora (lejos quedó la legitimidad inicial de Chávez) no logra que sus leyes se apliquen porque el Tribunal Supremo de Justicia las bloquea sistemáticamente. Sin libertad de prensa, sin estado de derecho, con detenciones arbitrarias y represión, de la democracia sólo queda el nombre.
Para completar el cuadro, los órganos que representan la voluntad popular son reemplazados por colectivos militares los que de hecho, junto con Maduro ejercen la conducción del país. Así, el ministro del Poder Popular para la Defensa y comandante estratégico Operacional de la FANB, General en jefe Vladímir Padrino López, se convirtió en un actor estelar en el drama venezolano.
Frente a todo esto, la región, sus gobiernos y sobre todo, sus organizaciones multilaterales, no hacen nada, absolutamente nada. En la OEA, la mayoría de los estados miembros bloqueó la aplicación –promovida por su secretario general- de la Carta Democrática Interamericana. En UNASUR el silencio es sepulcral. Nuestro país mira para otro lado. Lector, todo esto es sencillamente un espanto: el desastre populista, las oportunidades perdidas para la sociedad venezolana, la pérdida de la democracia y las proclamas hipócritas que hablan de su defensa. Cada uno sabrá sacar las conclusiones del impacto que puede tener sobre todos nosotros el hecho de que una democracia se caiga sin que nuestro continente sepa contestar.
—Dante Caputo fue Ministro de Relaciones Exteriores y Culto (1983-1989).
Fuente: Clarín, 12/08/16.

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Por Mary Anastasia O’Grady.
¿Actuó Hugo Chávez como valijero de Irán en su esfuerzo por conseguir tecnología nuclear de Argentina? Esa es la afirmación hecha por tres ex integrantes del círculo íntimo de la dictadura venezolana citados anónimamente en un reportaje de la edición del 14 de marzo de la revista brasileña Veja.
La publicación dice que no reveló el nombre de los desertores, entrevistados en Washington, para proteger a sus familiares en Venezuela. La revista informó, sin embargo, que fueron entrevistados por separado y que cada uno dijo que en enero de 2007 hubo un acuerdo en Caracas entre Chávez y el presidente iraní, Mahmoud Ahmadinejad. Venezuela entregaría dinero iraní a funcionarios argentinos a cambio de dos favores para Teherán.

El primer favor que describieron, según Veja, era que Argentina encubriera el papel de Irán en el atentado terrorista de 1994 contra un centro comunitario judío (conocido por sus siglas en español como AMIA) en Buenos Aires. El segundo favor era que Argentina compartiera “su larga experiencia en reactores nucleares de agua pesada, un sistema anticuado, caro y complicado, pero que permite la obtención de plutonio a partir de uranio natural”.
Fuentes anónimas plantean dudas en cualquier historia noticiosa. Veja, no obstante, es uno de los medios más importantes y de mejor reputación de Brasil, y una tercera persona en quien tengo razones para confiar me ha confirmado que las entrevistas se llevaron a cabo.
Una razón mayor para el escepticismo es que, según Veja, los desertores están hablando con las autoridades estadounidenses acerca de la participación de Venezuela “en el tráfico internacional de estupefacientes y su apoyo al terrorismo”. Esto sugiere que pueden estar buscando protección a cambio de lo que dicen sobre el funcionamiento interno de la dictadura. En otras palabras, tienen la motivación para contar relatos que impresionan.
Sin embargo, nada de lo que informó Veja contradice lo que ya se sabe sobre la relación de Venezuela con Irán, y gran parte de ello se ajusta a lo que el fiscal federal argentino Alberto Nisman informó al acusar formalmente en 2006 a siete clérigos, funcionarios gubernamentales y oficiales militares iraníes de alto rango por el atentado a la AMIA. En enero, Nisman fue encontrado muerto en su apartamento, el día antes de que se presentara a dar testimonio acerca de lo que dijo era un encubrimiento urdido por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y Teherán para sacar del apuro a los iraníes acusados.
Joseph Humire, un analista de seguridad regional con sede en Washington, considera creíble la historia de Veja y la citó el miércoles en un testimonio ante un subcomité conjunto de la Cámara de Representantes sobre el Hemisferio Occidental y Medio Oriente.
Buenos Aires y Teherán tuvieron una relación floreciente en la década de 1980 gracias en parte a la disposición de Argentina de compartir tecnología nuclear con Irán. Cuando Carlos Menem asumió la presidencia en 1989, la política exterior argentina cambió 180 grados a favor de Estados Unidos y sus aliados.
Irán quedó adolorido por ello, según la acusación de Nisman de 2006 contra los iraníes. “Hemos considerado suficientemente probado”, dijo Nisman en aquella acusación, “que ello (el atentado contra la AMIA) obedeció principalmente a la decisión unilateral del gobierno argentino de rescindir los contratos de provisión de material y tecnología nuclear que, años antes, habían sido suscriptos con la República Islámica de Irán”. El mismo informe agrega que en ese período el gobierno iraní consideraba que era crucial desarrollar sus capacidades nucleares.
Los desertores anónimos afirman que entre otros medios para manipular a Argentina a favor de Irán, Venezuela organizó transferencias directas de fondos. En agosto de 2007, cuando los funcionarios de aduanas argentinos descubrieron una maleta con US$ 800.000 no declarados en un avión procedente de Venezuela, la mayoría de los observadores lo atribuyó a los esfuerzos de Chávez por extender su influencia en la región. Sin embargo, uno de los desertores dijo a Veja que el botín fue un regalo de Irán para la campaña presidencial de Cristina Kirchner.
La afirmación en la nota de Veja de que el efectivo se originó en Irán y que un vuelo que unía dos veces al mes a Caracas-Damasco-Teherán entre 2007 y 2010 facilitó su traslado a Venezuela es interesante. La revista señala que el entonces ministro de Relaciones Exteriores de Venezuela, Tareck Zaidan El Aissami Maddah, actual gobernador de Aragua y un pez gordo en el Partido Socialista Unido de Venezuela, jugó un papel clave en la operación de esos vuelos.
Veja informó que ninguno de los tres desertores podía determinar si la tecnología nuclear fue transferida. No obstante, uno de ellos dijo que sabía que Argentina “recibió mucho a través de medios legales” como la compra de bonos argentinos, así como por “medios ilegales —como maletas llenas de efectivo— a cambio de algo que era muy valioso para los iraníes”.
Humire señaló en su testimonio del 18 de marzo ante el Congreso estadounidense que “si esto es cierto, entonces creo que todos hemos subestimado la importancia de América Latina para la República Islámica. Y, por extensión, ya no podemos permitirnos el lujo de divorciar las actividades de Irán en la región de las negociaciones nucleares del P5 + 1”.
Puede que los desertores estén contando un cuento. Sin embargo, tomando en cuenta la práctica previa de Argentina de compartir tecnología nuclear con Irán y los esfuerzos de Teherán para penetrar en América Latina, sería absurdo no tomar sus acusaciones en serio.
Fuente: The Wall Street Journal, 22/03/15.

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Argenzuela: parte II.
Editorial del diario La Nación, 31/08/14.
El gobierno argentino ha sido uno de los mejores discípulos del chavismo en la invención de enemigos internos y externos, y en cómo dividir a la sociedad.
Para ser la mejor alumna, hay que seguir las enseñanzas de la maestra. Si la Argentina aspira a graduarse de Argenzuela, debe aprender de Venezuela a lidiar con la inflación. Y como los precios son renuentes a los buenos modales, por más cuidados que fueran, la presidenta Cristina Kirchner instruyó al secretario de Comercio, Augusto Costa, a que estudiase la nueva ley venezolana de Precios Justos, «para frenar al capitalismo ladrón, tracalero e inmoral». Tal vez subyugado por el calificativo «tracalero», Costa, con el aporte intelectual de Guillermo Moreno y la redacción del viceministro de Justicia, Julián Álvarez, calcó el texto de la norma venezolana, guardando nuestra Constitución en una caja fuerte y esperando la bendición de la agrupación Justicia Legítima.
Según el proyecto del gobierno argentino, las empresas se convertirán en concesionarias precarias de sus organizaciones productivas, ya que el secretario Costa tendrá poder para analizar costos, establecer márgenes, fijar precios, obligar a vender a pérdida, intervenir empresas, multar y disponer clausuras, facultad esta última que en un principio contemplaba hacerlo sin orden judicial alguna, pero que fue excluida del dictamen del Senado.
Hugo Chávez nunca comprendió cómo el kirchnerismo no cooptaba a las Fuerzas Armadas, sobre todo, cuando la inflación, el desabastecimiento y el descontento hacen necesario pergeñar conspiraciones, espiar con inteligencia y controlar a los uniformados. Tardó un poco, pero la sugerencia del pedagogo no cayó en saco roto. Con la designación del general César Milani como jefe del Estado Mayor del Ejército, ambos modelos convergieron en el único punto que los diferenciaba.
Todavía hay distancia entre las dos naciones. El litro de nafta de 95 octanos en Venezuela se regala a menos de dos centavos de dólar, según la cotización oficial de esa moneda contra el bolívar; en la Argentina, en cambio, pese a que, cuando YPF pasó a ser controlada por el Estado, se señaló que uno de los objetivos era que los combustibles fuesen más baratos, el litro de nafta súper promedia el equivalente a 1,40 dólares y sólo en lo que va de 2014 ha subido más del 40 por ciento en moneda local.
Hay, por cierto, otras diferencias. En Venezuela, hay rebelión estudiantil y social, con una represión salvaje y un saldo que hasta ahora supera los cuarenta muertos. Los líderes opositores están presos, aunque para el presidente Nicolás Maduro no hay presos políticos, sino políticos presos. La expulsión arbitraria de la diputada María Corina Machado de la Asamblea Nacional por el presidente del cuerpo, Diosdado Cabello, y el durísimo encarcelamiento del líder de Voluntad Popular, Leopoldo López, en una prisión militar, muestran la realidad de una dictadura de facto. Por ahora, eso no ocurre en la Argentina, pero no se puede desechar la posibilidad de que una interpretación como las que ya se han hecho de la ley antiterrorista pueda llevar las cosas a una situación no deseable.
Cristina Kirchner ha lanzado una ofensiva sobre el sector privado que su marido no hubiese soñado ni menos aún aconsejado. El ministro de Economía, Axel Kicillof, no hubiera durado un instante en el gabinete del ex presidente. Inspirada en el Plan de Desarrollo Endógeno Bolivariano, la mejor discípula aspira a profundizar el «vivir con lo nuestro», versión Orinoco, que en Venezuela provocó el cierre de 4000 empresas, el desabastecimiento completo ?desde leche hasta medicamentos- y una brecha cambiaria del 1200 por ciento.
Por si alguna duda quedara sobre el entusiasmo que despierta en el kirchnerismo ese modelo, hay que recordar que el joven Nicolás Maduro Guerra, que no es otro que el hijo del mismísimo presidente de Venezuela, visitó en los últimos días la Argentina y hasta dio clases sobre las supuestas bondades de la ley de abastecimiento de su país a algunos de los propios legisladores argentinos que pretenden trasplantar aquel plan bolivariano.
Al negarse a cumplir con la sentencia del juez neoyorquino Thomas Griesa, el gobierno argentino ha ido más lejos que la propia Venezuela. Entre su propia gente y Wall Street, nuestro mentor caribeño ha optado por lo segundo, pagándoles a los tenedores de bonos de manera religiosa. Pero con el fuerte cepo cambiario, ha mandado a la quiebra a muchas compañías que necesitaban dólares para importar desde harina hasta papel higiénico. También ha perjudicado a la población, que además de informarse por Twitter sobre los comercios donde puedan encontrarse artículos de primera necesidad, para salir corriendo a buscarlos, ahora deberá registrar sus huellas digitales, como cartas de racionamiento para evitar que las familias compren más del cupo que les será otorgado.
En materia cambiaria, las semejanzas entre uno y otro país son cada vez mayores. Desde hace años, el chavismo impuso un cepo cambiario, que derivó en graves restricciones para salir del país y en un colosal mercado negro, del que se benefician no pocos amigos del poder político.
Como en Venezuela, la prensa independiente de la Argentina viene sufriendo persecuciones administrativas y judiciales, además de cepos publicitarios y toda clase de discriminaciones. Para silenciar a la oposición, el chavismo no renovó la concesión del canal 2 (RCTV) y forzó las ventas de medios independientes como Globovisión y Cadena Capriles a grupos afines al poder político. Entre nosotros, el kirchnerismo intentó hacer algo semejante con la ley de medios audiovisuales. Es cierto que aún no se han impuesto aquí las duras multas que sufrieron algunos medios de comunicación y periodistas venezolanos por el simple hecho de difundir la cotización del dólar en el mercado marginal, algo que se encuentra insólitamente prohibido en aquel país. Sin embargo, podemos sospechar con fundamentos que las leyes de abastecimiento y antiterrorista persiguen claramente igual objetivo.
El kirchnerismo sigue el mismo camino, si se recuerda que el titular de la Unidad de Información Financiera, José Sbattella, puntualizó que la cuestionable ley antiterrorista podría ser aplicada contra el periodismo, como ya se quiso hacer en Santiago del Estero, ayer feudo de los Juárez y hoy de los Zamora. En el mismo sentido, la Presidenta no dudó en descalificar a la prensa y sugerir que le cabrían las sanciones de la norma antiterrorista, por el simple hecho de haber informado algo tan cierto como que una empresa que se declaró en quiebra había dejado en la calle a 400 trabajadores. Al igual que la venezolana, la sociedad argentina enfrenta divisiones, por los efectos de un discurso político sustentado desde las más altas esferas del Gobierno en la confrontación y en la permanente búsqueda de enemigos internos y externos. Se trata de la peor herencia que nos dejará el kirchnerismo.
Tal como señalamos en anteriores editoriales, intelectuales, artistas y hasta miembros de una misma familia evitan encuentros personales para evitar roces que puedan ser provocados por la simple divergencia entre sus opiniones políticas. A partir de la concepción oficial de que los adversarios son enemigos, se han reflotado odios y resentimientos como nunca se vieron en nuestro país desde la recuperación de la democracia. No es ni más ni menos que algo que viene sucediendo en la Venezuela chavista desde hace mucho tiempo.
La baja calidad institucional y la falta de adecuados órganos de control que permitan limitar la corrupción pública hermana a ambos gobiernos. Es probable que algunos funcionarios kirchneristas vean con cierta envidia los progresos del chavismo para domar completamente al Poder Judicial venezolano. Afortunadamente, la presión de la sociedad argentina y la acción de la Corte Suprema impidieron que se convalidaran los más nefastos aspectos de la reforma judicial que aún hoy sigue queriendo imponer el gobierno de Cristina Kirchner.
El camino hacia la Argenzuela autárquica y endógena será muy duro. Si fuese exitoso, la mayor parte de la población vivirá de recursos públicos y sólo una porción reducida se mantendrá en el sector privado. Posiblemente, tejiendo boinas de color rojo, para enviar a nuestro preceptor, en reconocimiento por las valijas recibidas y por tantas enseñanzas aprovechadas por el mejor discípulo en lograr una Argentina minúscula. Una Argenzuela.
Fuente: La Nación, 31/08/14.

Los inversionistas compran deuda venezolana y venden la argentina
Por Prabha Natarajan
NUEVA YORK (Dow Jones) — En un giro de percepciones, los inversionistas ahora prefieren los bonos denominados en dólares de Venezuela a los de Argentina.
Los administradores de fondos y los especuladores esperan con ansias la posibilidad de un cambio político en Venezuela y adquirir la deuda del país. Esperan aprovechar una rápida alza en los precios de estos bonos si un nuevo gobierno reemplaza al enfermo presidente Hugo Chávez.
En tanto, muchos inversionistas han comenzado a vender la deuda argentina por las impredecibles políticas de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, quien ha decidido expropiar a la petrolera YPF SA, una filial de la española Repsol YPF SA.
En cierto sentido, los inversionistas perciben que estos países están estancados en los años 80 y 90, cuando las políticas fuertemente influenciadas por las ideologías y el populismo llevaron a muchos países latinoamericanos a caer en cesación de pagos.
Ninguna de estas naciones corre este riesgo y ambas ofrecen altos rendimientos: más de 600 puntos base sobre el índice general de bonos de mercados emergentes.
Pero en semanas recientes la percepción y las expectativas en torno a ambos países han cambiado de manera tangible. Hay una clara preferencia por Venezuela sobre Argentina.
«Estamos convencidos de que habrá un cambio y Chávez no será el próximo presidente de Venezuela, aunque es difícil saber qué rumbo tomará», dijo Sam Finkelstein de Goldman Sachs Asset Management. Esa, señaló, es la razón para comprar deuda venezolana a largo plazo.
Chávez, quien ha gobernado el país desde 1999, padece un cáncer y sus esporádicas apariciones han generado preocupación sobre su salud y capacidad para gobernar el país. Analistas y observadores del mercado esperan que el 1 julio, cuando se da el inicio oficial a la campaña electoral, haya una señal clara sobre si el mandatario decidirá ir a la reelección.
La ponderación de Argentina en el Índice Global de Bonos de Mercados Emergentes de J.P. Morgan —la referencia para la deuda denominada en dólares que sigue la mayoría de los inversionistas— no registra cambios, lo que refleja la perspectiva neutral para el país. Pero el índice tiene una ponderación superior —o más del promedio— para Venezuela. Ambos países representan 1,3% y 9,5%, respectivamente, del índice en términos de capitalización de mercado, según J.P. Morgan.
Joyce Chang, titular global de mercados emergentes e investigación de crédito en J.P. Morgan, destacó que los inversionistas obtuvieron «cuantiosas ganancias sobre la deuda venezolana en el primer trimestre, pero aún se justifica mantener una alta ponderación venezolana debido a los altos rendimientos».
Por otro lado, la trayectoria de la deuda argentina parece muy clara para los inversionistas.
«Argentina avanzaba por el largo camino de regreso, tras caer en cesación de pagos, para acceder a los mercados internacionales, y ahora a retrocedido varios pasos», señaló Russ Rowley, administrador de cartera en Principal Global Investors.
La semana pasada su fondo comenzó vender sus ya bajas ponderaciones de bonos corporativos y soberanos argentinos.
Aunque los rendimientos argentinos siguen siendo altos y atractivos, Rowley teme una fuga de inversionistas y la imposición de controles por parte del gobierno si la situación empeora.
«No estamos siendo compensados en forma adecuada por estos riesgos», agregó.
«El verdadero riesgo en Argentina es que su patrocinio podría caer; eso ya sucedió en Venezuela», indicó Chang. «La reserva de inversionistas será bastante menor y esto probablemente resultará en una mayor volatilidad».
Sin embargo, algunos inversionistas prefieren esperar que haya más claridad.
«Las cosas están cambiando un poco y se comienza a generar una mayor cautela», expresó Catherine Elmore de Standish Asset Management. «Hay una reevaluación en términos de cuán expuestos estamos a estos países».
Por ejemplo, su fondo iguala la ponderación para la deuda de referencia argentina y venezolana, pero observa de cerca los acontecimientos en este último país y no descarta incrementar su exposición a Venezuela.
Fuente: The Wall Street Journal, 27/04/12.