Dos de cada tres billetes son de 100 pesos

febrero 4, 2015

Para el Guinness: dos de cada tres billetes en circulación son de 100 pesos

Por Javier Blanco.

La insólita situación es consecuencia de la decisión del Gobierno de no emitir papeles de mayor denominación; de esa forma busca no admitir el impacto de la inflación

La obstinada decisión del Gobierno de no emitir billetes de mayor denominación, en un vano intento de tratar de disimular el reflejo que tiene la elevada inflación (ante la evidente pérdida de poder adquisitivo del papel moneda), alcanzó niveles insospechados.

Según cifras que divulgó ayer el Banco Central (BCRA), por estos días ya dos de cada tres billetes en circulación son de $ 100, es decir, el mayor monto posible entre las emisiones vigentes en circulación.

Las otras cinco denominaciones que aún conviven en la calle (los billetes de 2, 5, 10, 20 y 50 pesos) se reparten el tercio restante, lo que ayuda a entender por qué algunos de esos billetes son tan difíciles de hallar o, virtualmente, han desaparecido de los cajeros automáticos.

Los economistas dudan de que exista en otras economías una oferta monetaria tan desbalanceada. «Es una situación insólita que deriva de una obstinación y que traslada problemas al manejo diario de los ciudadanos», sostiene Pedro Rabassa, de Empiria Consultores.

Sabe de qué habla. Por su pasado en el BCRA (estuvo a cargo de la administración de las reservas en la gestión Redrado), fue testigo de cómo «fueron al tacho» varios proyectos para sacar billetes de mayor denominación sólo porque el Poder Ejecutivo los rebotaba. «El último intento serio debe haber sido el de 2010, cuando se quiso emitir de $ 200 aprovechando el Bicentenario», recuerda.

 

 

Parte de esa negativa obedeció a la necesidad de justificar públicamente la estatización de la imprenta Ciccone y, de paso, cubrir las desprolijidades que dejó el desembarco del opaco The Old Fund, en lo que luego se conoció como el «Bodougate».

inflacion y CFKEl seguimiento de las cifras sobre circulación que periódicamente publica el BCRA permite observar que, en el último año, la masa de billetes en circulación creció de 3988,1 a 4747,9 millones de unidades, es decir, 17%.

Pero también revela que 662,3 millones de los 759,8 millones de billetes que se agregaron a la oferta, es decir, el 87,5% de los nuevos billetes que salieron, correspondieron a la mayor denominación posible.

En ese mismo lapso, que va de inicios de febrero de 2014 a la actualidad, dejaron de circular 7,1 millones de billetes de $ 50 y se incrementó sólo marginalmente la circulación del resto de las denominaciones. Por esta razón, la porción de billetes de $ 100 sobre la oferta total creció de 62 a 66% durante el período.

billete-cien-pesosIncluso, por la necesidad de emitir sin pausa para compensar la mayor cantidad de billetes que demanda una economía inflacionaria (y el mayor deterioro físico que deviene de un mayor pase de manos), el Gobierno debió archivar su idea de dar de baja los billetes de $ 100 que llevan la imagen de Julio Argentino Roca para reemplazarlos íntegramente por los de Evita. «Para 2015 habremos completado los reemplazos», se había entusiasmado hace dos años la presidenta de la Casa de Moneda, Katya Daura.

Fuente: La Nación, 04/02/15.

 

 

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Argentina: 100 pesos de hoy rinden como 10 de 1999

noviembre 21, 2014

Voraz inflación: 100 pesos de hoy rinden como 10 de 1999

El poder de compra de un billete de 100 pesos actual equivale al de uno de 10 pesos de 1999 debido a la erosión que sufrió el poder adquisitivo promedio en ese período por la sostenida inflación. El cálculo lo hizo la consultora Ecolatina en un informe difundido ayer en el que afirma que virtualmente se le ha sacado «un cero al poder de compra del peso».

La firma, fundada por el ex ministro Roberto Lavagna y hoy dirigida por su hijo Marco y por Santiago Paz, sostiene que el poder de compra del billete de $ 100 es comparable al que tenía uno de $ 10 hace 15 años, ya que ronda el 10 por ciento.

100-pesos-argentina«En 1999 se necesitaban cerca de $ 60 para comprar una canasta básica alimentaria (CBA), es decir, una sexta parte del billete, mientras que hoy esa canasta cuesta $ 1070 pesos, casi once billetes de 100», insiste, antes de ocuparse de las distorsiones que esta situación provoca, ya que, vale recordarlo, el billete de $ 100 es el de mayor denominación de la moneda local.

Y advierte que «realizar transacciones cotidianas con billetes de bajo poder de compra dificulta las operaciones y genera costos innecesarios a los ciudadanos y las empresas».

Un claro ejemplo de la falta de denominación más grande está en los cajeros automáticos, que hasta hace unos años expendían billetes de 10, 20 y 50 pesos. «Ahora es casi imposible obtener cambio, ya que los bancos prefieren cargar las celdas donde van las unidades, que pueden ser cuatro u ocho por cajero, sólo con billetes de 100 pesos porque, de lo contrario, tienen que estar recargándolos muchas veces en el día».

Según cifras que se manejan en los bancos, la extracción promedio en la Argentina ya supera los 15 billetes, mientras en el resto del mundo es de solamente cuatro. Esto ocurre porque el más grande es el de $ 100 y el Gobierno se niega a imprimir uno de mayor denominación en un intento más de ocultar los costos de convivir con una inflación elevada y persistente.

Un grande que quedó chico

«Un billete de máxima denominación con tan poco poder de compra no sólo es incómodo de usar, sino que también implica un peso sobre las arcas públicas», señala el trabajo. «Desde 2007 hasta hoy se gastaron más de $ 7000 millones (a valor actual) en impresión de billetes y monedas, gasto que podría haber sido mucho menor si tuviéramos billetes mayores», agrega. Por el contrario, lo que el Gobierno hizo fue concentrarse especialmente en billetes de $ 100, al punto de que hoy en día más del 62% de los billetes en circulación ya son de esta denominación.

Al reparar sobre el deterioro en el poder de compra detalla que con $ 100 de ahora se compran sólo $ 6,25 de alimentos y bebidas de hace 14 años; $ 9,52 de indumentaria; $ 10,33 de servicios de educación; $ 11,39 de esparcimiento; $ 11,50, de otros bienes y servicios; $ 12,47 de salud; $ 14,34, en transporte y comunicaciones; $ 14,72 en equipamiento y mantenimiento del Hogar y $ 15,78 en vivienda y servicios básicos (ver infografía).

Fuente: La Nación, 21/11/14.

argentina inflacion 1999 2014

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Argentina: La inflación, un flagelo que ahoga la economía

octubre 7, 2012

Historia repetida: La inflación, un flagelo que ahoga la economía

Por Francisco Jueguen

 

Tras varios años con inflación de dos dígitos, volvió a arrasar en las elecciones con una cantidad de votos nunca antes vista en la historia. Haciendo uso de su legitimidad popular, apenas asumió la presidencia intentó que el modelo transmutara de la expansión al intento de estabilización. Por decreto, se congelaron las subas salariales -lo que produjo un aumento de la conflictividad gremial-, se multiplicaron los acuerdos de precios con empresas, los subsidios y las tarifas congeladas. Surgieron también fuertes campañas estatales contra los «especuladores» con aplicación de multas.

Para corregir desequilibrios externos, sobre todo por la gran cantidad de combustible que debía importar la estatal YPF, el Gobierno buscó seducir al capital extranjero para que invirtiera en la empresa y multiplicó las restricciones a las importaciones. Se echó mano al Banco Central para evitar una brusca devaluación y se administró el tipo de cambio. El Gobierno logró finalmente un superávit comercial. Sin embargo, se registró un desgaste de la autoridad presidencial y el clima social cambió.

«El estado de sitio, el cierre del Congreso, la movilización militar de los gremios, la censura de prensa fueron las medidas que comenzaron a ser discutidas en los círculos de oficiales», completa Juan Carlos Torre para terminar de describir el conjunto de medidas que caracterizaron el segundo mandato de Juan Domingo Perón en 1952. El plan, según explica el reconocido historiador en su libro Ensayos sobre movimiento obrero y peronismo, publicado este año, implicó además un freno del gasto público y una política monetaria más restrictiva, lo que derivó en un retorno al crecimiento económico y una súbita baja de la tasa de inflación. Se pasó, no sin fuertes tensiones sociales, de un 38,8% en 1952 a un 4% en un año.

«Si la inflación fuera de un 25% el país estallaría por los aires», aseguró días atrás la presidenta Cristina Kirchner en la Universidad de Georgetown. La historia la desmiente. Según coinciden ocho economistas consultados por LA NACION, entre 1945 y 1971, durante el denominado período del Stop & Go, el país soportó subas de precios similares a la actual sin el devenir apocalíptico que pronosticara la mandataria.

Sin embargo, es preciso marcar algunas diferencias entre períodos. La inflación fue «moderadamente alta» en ese ciclo y lo es también hoy, pero, en el pasado, la suba de precios fue un signo regional. En la actualidad, sólo afecta -con esas tasas- a la Argentina y Venezuela, y a algunos países africanos. Por otra parte, el crecimiento económico fue más sostenido durante el kirchnerismo y, por lo menos hasta 2011, se había evitado un ajuste y fuertes devaluaciones de la moneda por presiones en la balanza comercial [efecto soja mediante].

Pero apenas comenzado el segundo mandato de la Presidenta, el Gobierno buscó eliminar subsidios a la energía y al transporte para los usuarios, y reclamó por paritarias moderadas. Además, se restringieron el flujo comercial (cepo a las importaciones) y el de capital (cepo cambiario), ambas herramientas de mediados de los 50 cuando la economía era cerrada, para evitar una devaluación por atraso cambiario como consecuencia de una inflación moderada acumulada en años y un aletargamiento del tipo de cambio. «Si hoy el país quiere favorecerse con la globalización por los buenos precios de la soja y la compra de autos de Brasil, pero aplica medidas de los 60, cuando estábamos en Bretton Woods, eso no va a funcionar y, de hecho, no funciona», afirma José Fanelli economista de las universidades de Buenos Aires y San Andrés (UDESA).

El país no va a estallar, pero la experiencia histórica demuestra que la economía se desinfla. En la actualidad, el déficit fiscal acotado, el superávit comercial, el elevado nivel de reservas, buenas cosechas y un contexto internacional afín gracias al alto precio de las commodities y una baja tasa de la Reserva Federal de Estados Unidos sostienen al país. A contramano, la acumulación inercial de una tasa de inflación moderadamente alta en relación con el mundo, sumado a un tipo de cambio atrasado, golpea la competitividad externa e impacta en la actividad y en el empleo. A esto hay que agregar los problemas con los precios relativos.

En este contexto, el cepo cambiario y las restricciones a las importaciones -que implicaron menos insumos para la industria nacional y una caída de su expansión- fueron soluciones de un Gobierno sin credibilidad para el acceso a los mercados de capitales y con una necesidad creciente de dólares para importar energía.

Durante el Stop & Go se registró un promedio de inflación anual de un 25%, según estimó el economista de la UBA afín al kirchnerismo, Mario Rapoport, en su paper «Una revisión histórica de la inflación argentina y de sus causas». Sin embargo, y pese a los pronósticos apocalípticos de la Presidenta para esas tasas, el período tiene férreos defensores oficiales.

«Es una etapa de la historia argentina [1955-1974, según su cita anterior] que desde el punto de vista económico muchos consideramos ejemplar, porque fue la fase en la que más empleo industrial se creó y en la que los asalariados tenían mejores condiciones de vida», afirmó el viceministro de Economía, Axel Kicillof, durante la presentación del presupuesto 2013, haciendo un paralelismo entre ésta y aquella época.

Pero Kicillof negó la crisis en el sector externo, característica de esa época. «La Argentina hoy no tiene un problema de balanza comercial, no lo tiene objetivamente, porque estamos terminando el año arriba de los US$ 10.000 de superávit comercial, cerca de los 12.000 millones», dijo el viceministro. «Hoy no tiene ese problema, pero fue endémico, es lo que los economistas llamaron -no los ortodoxos sino los otros- el problema de Stop & Go de la economía argentina.»

«Mientras la soja subía a US$ 600 destruimos el sector energético», precisa Fanelli. «Pasamos de un superávit energético de US$ 5000 millones hace dos años a un déficit de US$ 6000 millones en la actualidad. Desaparecieron 11.000 millones», afirma el investigador del Centro de Estudios de Estado y Sociedad (Cedes).

Daniel Heymann, profesor del posgrado de Economía de UDESA, ex hombre de la Comisión Económica para América latina y el Caribe (Cepal) y -según sus pares- uno de los hombres que más sabe de inflación, concuerda con que el período del Stop & Go es el que más se acerca al actual en lo referido a la variación de precios. «La más parecida es aquella época», afirma Heymann. «En ese momento, se da la tradicional inflación en todo el Cono Sur de América Latina. Chile, Uruguay, Brasil la sufren, pero también Francia e Italia», agrega. Heymann estima que un régimen estabilizado en una inflación del 20% «no necesariamente estalla», aunque piensa que esas tasas son «atípicas» hoy.

«¿No está equivocada la Presidenta cuando señala que con inflación de un 25 o 26% [la que tenemos] estallaríamos por los aires? ¿No vivió la Argentina en el pasado con esta inflación de mediana intensidad sin estallar [por ejemplo: entre 1945 y 1967, 13 años tuvieron una de entre 17 y 39 por ciento]?», escribió el economista de la Universidad Di Tella Lucas Llach.

No obstante, el experto afirma que la diferencia es que en el pasado se intentaban planes de estabilización que bajaban la inflación y que además sí hubo momentos complicados, como cuando Arturo Frondizi liberó el tipo de cambio en 1959 y la inflación superó 100% por primera vez en la historia argentina. Eduardo Fracchia, profesor del IAE Business School, cita esos programas, que -según dice- fueron clave para que los precios no se espiralizaran. En ese sentido, enumera los planes de Raúl Prebisch (1955), el de estabilización (1962); Adalbert Krieger Vasena (1967) y José Ber Gelbard (1973), en el gobierno de Héctor Cámpora.

El Stop & Go no fue el único período de inflación en el país. A fines del siglo XIX, la emisión desmedida o el endeudamiento en exceso, según se lea a Rapoport o a Roberto Cortés Conde (Udesa), produjo altas tasas de variaciones de precios en la época de los llamados bancos garantidos. Los valores también subieron, pero por causas exógenas en la Primera y Segunda Guerra Mundial. También en los 70, durante el Rodrigazo (1975) o en la hiperinflación del 89, que disparó los precios un 3.079,5 por ciento.

A contramano de lo que repite la Presidenta, tanto Heymann como Fanelli afirman que el crecimiento de la economía no necesariamente implica inflación, algo que es fácilmente verificable si se observan los resultados de los últimos años en varios países de América latina y Asia. «¿Podés crecer con inflación?», se preguntó Heymann. «La experiencia dice que se puede hacer. ¿Ayuda la inflación al crecimiento? No. La inflación, por la imprevisibilidad, complica el crecimiento», explica.

¿Por qué se compró nuevamente una inflación moderada tras los 90? «Porque se recauda cerca de un 2% del PBI con el impuesto inflacionario, el más regresivo que hay, ya que afecta a los pobres. Porque es un impuesto no coparticipable y que no necesita aprobación del Congreso. El Gobierno se financia así», explica Fanelli.

Siguiendo sus reflexiones, hubiera sido clave que algún estudiante de Georgetown o Harvard le hubiera preguntado a la Presidenta si la inflación es condición necesaria para que la economía se expanda o si, en realidad, es bueno crecer con inflación para hacer caja.

INDICIOS QUE REVELAN LO QUE CRISTINA ESCONDE

A pesar de lo que afirmó Cristina Kirchner durante su presentación en la Universidad de Georgetown, su propio Ministerio de Trabajo avala oficialmente que la inflación en el país está más cerca de la que calculan las consultoras privadas que de lo estimado por el INDEC.

Con varias resoluciones publicadas en el Boletín Oficial y firmadas por la secretaria de Trabajo, Noemí Rial, más de una veintena de empresas, entre las que se cuentan importantes automotrices y petroquímicas, aceptaron actualizar entre 2009 y 2011 los salarios de sus trabajadores con relevamientos alternativos al que elabora el organismo oficial. Esos aumentos estuvieron en torno al 25 por ciento y las consultoras avaladas por Trabajo fueron Buenos Aires City, hoy perseguida penalmente por el Gobierno, y CREEBA, una entidad que supo mantener durante años un acuerdo técnico con FIEL.

Más allá de ese detalle, la economía se indexa, no en su totalidad, en torno a un 25 por ciento. Por ejemplo, la consultora Mercer estimó en su último estudio salarial presentado el mes pasado que el promedio de alza de sueldos estimado para este año estará entre un 23% y 27 por ciento. Para el año que viene, los empresarios pronostican un 25 por ciento. No obstante, los legisladores se subieron un 100% el sueldo durante este año.

Las alzas anunciadas por el Gobierno para los jubilados fueron de un 31 por ciento este año, mientras que la Asignación Universal por Hijo (AUH) se actualizó un 25,9 por ciento.

Con poco crecimiento, en tanto, la oferta monetaria está hoy en un 38% anual, mientras que la recaudación por IVA DGI, avanza entre un 25% y 30% anual.

Además, vale recordar las estadísticas de varias provincias (Santa Fe y San Luis), y de las universidades.-

 

TRES DEFINICIONES PARA SABER DE QUÉ SE HABLA

Los dichos en Georgetown

Durante su gira por los Estados Unidos y ante la incómoda pregunta de un alumno de la Universidad de Georgetown sobre la suba de precios, la presidenta Cristina Kirchner afirmó que «si la inflación fuera de 25%, el país estallaría por los aires».

La historia que desmiente

Hubo varios períodos inflacionarios en el país, pero el que más se parece al actual, según los académicos, es el del Stop & Go (1945-1971), cuando la Argentina tuvo una inflación promedio anual de un 25 por ciento. Entonces el país no estalló, pero si hubo ajustes.

La inflación y sus problemas

Según algunas provincias, consultoras privadas y académicos, la inflación anual es hoy de un 25 por ciento. La acumulación de tasas moderadamente altas durante años y un aletargamiento cambiario impactan en la actividad económica y el empleo.

 

NÚMEROS

25%

Es la variación de precios estimada

Las consultoras privadas, algunas provincias y las universidades dicen que ésa es la inflación anual en la Argentina.

 

Fuente: La Nación, 07/10/12.

Argentina y la trampa inflacionaria

julio 2, 2012

Trampa

Por Enrique Szewach

 

A sólo pocos meses de un triunfo electoral rotundo, y a varios años de una nueva renovación presidencial, no parecía razonable, visto desde “afuera” de la política, que fuéramos a asistir a un escenario tan complejo dentro de la interna oficialista.

Los politólogos atribuyen esta situación a la ausencia, al menos por ahora, de un candidato potable para la continuidad del proyecto cristinista, y a la necesidad, por lo tanto, de habilitar, luego de las próximas legislativas y reforma constitucional mediante, nuevos mandatos para la Presidenta, o al menos, esmerilar, desde ahora, las chances de eventuales candidatos alternativos, para que sea ella quién tenga el monopolio de determinar su sucesión.

Pero más allá de las razones políticas que han agitado el escenario argentino de estos días, resulta innegable (afortunadamente para la profesión), que la economía ha provisto una buena excusa para la pelea.

Por un lado, la falta de actualización por inflación del mínimo no imponible y de las escalas del impuesto a las ganancias, y del tope del monto del salario a partir del cual los trabajadores dejan de percibir el salario familiar, le han permitido a Hugo Moyano  convertirse en el líder indiscutido de los asalariados con sueldos altos.

Por el otro, el deterioro de los ingresos fiscales,  derivado de la desaceleración de la economía, junto a la cuasi indexación del gasto público (a la verdadera tasa de inflación), le ha facilitado al gobierno nacional cargar contra la administración Scioli, transfiriéndole fondos discrecionalmente, pero no los suficientes como para solucionar sus problemas y, a la vez, acusándolo de mal administrador.

Curiosamente, Moyano le hace un paro al contenido inflacionario del impuesto a las ganancias, mientras que la Presidenta puede cerrar las cuentas fiscales de la Nación, y jactarse de buena administradora, gracias a la contribución a los ingresos federales, de la porción inflacionaria del impuesto a las ganancias y del uso y abuso de la emisión monetaria y de las reservas internacionales del Banco Central.

Lo que para uno es el problema,  para la otra es la solución.

El impuesto inflacionario que deteriora el poder de compra, al menos de los salarios más elevados, es el mismo que le permite al gobierno central, mantener los subsidios al consumo, pagar los sueldos y jubilaciones en tiempo y forma,  “cerrar las cuentas” y cederle, graciosamente, parte a los gobiernos provinciales.

Pero lo cierto es que el impuesto inflacionario, en los valores actuales, empieza a transformarse en una trampa, y deja de ser un problema/solución.

La Argentina presenta una fuerte distorsión de precios relativos (entre los bienes que se comercializan internacionalmente y los servicios –incluyendo el gasto público y el costo laboral-), por acumulación de diferencias entre el ajuste del tipo de cambio nominal y la tasa de inflación.

Esta distorsión, focalizada sobre todo, pero no solamente, en los precios de la energía, ha deteriorado el saldo del balance comercial y ha incentivado la dolarización de portafolios (por falta de activos indexados en pesos, en el referido contexto de alta inflación). Como respuesta a esta realidad, el gobierno decidió racionar la venta de dólares de las reservas del Banco Central. 

Este racionamiento y su  burocrático esquema de instrumentación, a su vez, generó una brecha cambiaria importante entre el precio del dólar oficial y el “libre”, que también presiona sobre la tasa de inflación.

Asimismo, el racionamiento, al disminuir las importaciones, afecta el nivel de actividad y la recaudación fiscal asociada al comercio exterior y al crecimiento económico.

La menor recaudación, como se mencionara, en un contexto de aumento de gastos a un ritmo parecido a la tasa de inflación, genera un mayor déficit fiscal en la Nación y en las Provincias, lo que obliga a mantener un elevado impuesto inflacionario y a recortar obra pública, o el pago a proveedores del Estado.

Hechos que, a su vez, desaceleran aún más el nivel de actividad, sin reducir la tasa de inflación, incentivando otra ronda de déficit fiscal, impuesto inflacionario, etc. etc.

Por lo tanto, o se sale de la trampa inflacionaria, por las buenas, con un replanteo ordenado de la política fiscal, monetaria y cambiaria, (aprovechando que, tal vez, el “Lotosoja” ayude), o se sale por las malas, con mucho más costos.
Fuente: Perfil, 01/07/12.
Más información: www.szewachnomics.com.ar

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