El fracaso del Socialismo del siglo XXI
junio 21, 2018
El socialismo del siglo XXI: de fracaso en fracaso
Cuando el fallecido Hugo Chávez gobernaba autoritariamente a Venezuela, calificó pomposamente a su experimento económico marxista de: «Socialismo del siglo XXI». Para así tratar de disimular la realidad, desde que la larga y triste experiencia cubana era ya evidentemente aleccionadora para la región toda, mostrando que ese presunto «sistema económico» termina en la postergación de los pueblos que de pronto son sometidos al mismo y en el deterioro manifiesto de sus niveles de vida. Peor aún, también en lo que, en el plano de la política, se ha dado en llamar las «dictaduras constitucionales».
Hoy, la situación económico-social de los tres países de nuestra región que de pronto fueran sumergidos en ese experimento acredita lo señalado. Me refiero a Cuba, Venezuela y Nicaragua.
Todos ellos establecieron, desde el Estado, mecanismos repulsivos de «control social», reñidos frontalmente con la democracia.
Así, transformaron a sus Poderes Judiciales en meros agentes del Poder Ejecutivo, sin independencia real alguna. Gobernaron a través de un partido único, que adormeció -o eliminó- a la oposición y rechazó las disidencias. Y sometieron a las autoridades electorales de sus respectivos países a la voluntad exclusiva del partido gobernante, de modo de transformarlas en instrumentos utilizados descaradamente para tratar de perpetuarse en el poder. Nada de ello tiene color democrático. Más bien, todo lo contrario.
En Venezuela, altos agentes cubanos de inteligencia fueron contratados abiertamente y, en algunos casos, hasta fueron designados como funcionarios públicos, a la vista de todos. Nadie invocó aquello de la «intervención en los asuntos internos de otros Estados». El silencio cómplice de muchos destiñó lamentablemente las pocas críticas aisladas.
Por lo demás, pese a que Venezuela es el país del mundo con las mayores reservas de hidrocarburos, hoy la ineficacia y la perversa actitud ideológica de los funcionarios públicos del país caribeño lo han enterrado en la pobreza, el desabastecimiento, la hiperinflación y en una situación lamentable de corrupción endémica.
No sólo eso, su producción petrolera está en su nivel más bajo de las últimas tres décadas y ya no alcanza siquiera para generar las divisas necesarias para pagar las importaciones requeridas para alimentar a su población, puesto que, insólitamente, Venezuela es -desde hace rato ya- una nación incapaz de alimentarse a sí misma.
A todo lo que se suma que algunas de sus más altas autoridades civiles y militares están siendo internacionalmente investigadas por presuntas violaciones de los derechos humanos de su pueblo y aparentes vinculaciones con el narcotráfico. De allí que se califique a Venezuela de «narco-estado».
Cuba, por su parte, es ya la definición misma de la escasez de prácticamente todo. Incluyendo, por cierto, a la libertad. Su pueblo tiene uno de los niveles de vida más bajos de la región, que supera sólo al de El Salvador. Con medio siglo continuado de marxismo y autoritarismo al hombro, esto hoy ya no sorprende demasiado a nadie. Era, más bien, de esperar. Ante la lamentable situación económica venezolana, la llegada de sus subsidios «fraternales» a Cuba -que comenzaron a pagarse en 1992, hace entonces ya más de dos décadas- se ha sustancialmente evaporado, empeorando repentinamente las cosas.
Nicaragua, que mantuvo una economía donde el sector privado sigue siendo un partícipe clave, también ha visto desaparecer los subsidios venezolanos. Hoy está envuelta en un creciente caos, en medio de las airadas protestas de un pueblo que parece harto de vivir sometido a la voluntad política de Daniel Ortega y de su intrigante y ambiciosa esposa: Rosario Murillo. Esas protestas se han reiterado y extendido, mientras las muertes de decenas de civiles inocentes generadas por la desaprensiva represión policial y por los matones a sueldo de Daniel Ortega siguen creciendo, muy desgraciadamente.
Hablamos, sin embargo, de tres regímenes autoritarios, pero longevos. Cuba lleva casi sesenta años en manos de sus dictadores marxistas. Venezuela, por su parte, ha estado ya nada menos que 19 años sumergida cada vez más en el marxismo, en su versión más torpe y populista. Y Nicaragua, por su parte, ha comenzado a crujir socialmente con alguna sonoridad y es testigo de protestas callejeras que no sólo son enormes sino que, además, son reiteradas. A lo que ahora se suma la aparente disconformidad de sus Fuerzas Armadas, que de pronto es notoria.
Tarde o temprano, las cosas previsiblemente cambiarán en esos tres países. Con sus propios ritmos y caminos. Todos, de un modo u otro, se sacudirán de encima por si mismos el marxismo que los asfixia y paraliza. No obstante, nada luce inminente.
Pero lo cierto es que el «socialismo del siglo XXI» como propuesta ha fracasado visiblemente y los daños que genera y el malestar que ya ha provocado -y sigue provocando- están a la vista de todos.
El actual estado de cosas, por sus consecuencias y por las inevitables tensiones que provoca, difícilmente pueda prolongarse mucho tiempo más. Se cierne entonces sobre todos ellos una temporada de tormentas.
Fuente: La Nación, 21/06/18.
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Nicaragua, un paraíso para los jubilados
junio 20, 2014
Por qué Nicaragua es un paraíso para los jubilados
Por Jim Lynch
Cada nuevo día en esta ciudad de casi 500 años de existencia va acompañado de una sinfonía compuesta por los cantos de los gallos, el ruido de los cascos de los caballos que mueven las carretas y los ladridos de los perros. Mi esposa y yo nos mudamos a Granada, Nicaragua, hace tres años después de vivir dos años en Costa Rica.
Ubicada en la orilla norte del Lago de Nicaragua, Granada es una ciudad llena de calles estrechas y paredes interminables de colores brillantes, algunas de las cuales son centenarias. De vez en cuando aparecen las puertas ocasionales, algunas sofisticadas, y otras sencillas, y al otro lado de ellas puede haber desde un palacio hasta una choza con piso de tierra. A menudo llamada la «Ciudad de las Puertas», Granada es maravillosa para caminar y andar en bicicleta, ya que ofrece restaurantes, tiendas y mercados en todas las calles.
Nuestra decisión de mudarnos a Centroamérica en 2008 estuvo principalmente ligada a la salud. Nos jubilamos cuando ambos habíamos cumplido 62 años, pero Medicare —el programa público de Estados Unidos que cubre gastos médicos para la tercera edad— no está disponible hasta los 65 años. Por lo tanto, decidimos abandonar EE.UU. durante esos años y buscar un sistema de salud bueno y asequible en un entorno nuevo.
Costa Rica ciertamente cumplía con esos requisitos, pero Nicaragua ha resultado ser incluso mejor. Elegimos Granada por su belleza y cercanía al respetado Hospital Metropolitano Vivian Pellas, a unos 45 minutos en las afueras de Managua. El cuidado médico aquí es igual, sino mejor, que lo que teníamos en nuestro estado de origen en Tennessee, y a una fracción del costo.
No tomamos a la ligera nuestro traslado. Al igual que muchos otros, visualizamos al principio a Nicaragua como una zona devastada por la guerra, desolada y peligrosa. La realidad es bastante distinta.
Gente amigable
La lista de hallazgos agradables comenzaría con la gente, entre las personas más afables que hemos conocido. En la mayoría de los casos, los habitantes locales han recibido a los extranjeros, especialmente a los jubilados, con los brazos abiertos. Muchos son conscientes del beneficio que representamos para la economía y toleran nuestros débiles intentos de hablar español. Además, muchos hablan inglés. Por fortuna, el idioma no ha sido un gran problema.
A excepción de la electricidad y la gasolina, los gastos son notablemente bajos. Un buen corte de pelo cuesta unos US$2 y una cena de filet mignon en uno de los restaurantes elegantes sale por cerca de US$10. Los taxis lo pueden llevar de un extremo de la ciudad a otro por US$0,45 (no tenemos auto), y una cerveza fría vale menos de US$1.
Alquilamos un lindo departamento que incluye piscina, un pabellón y un jardín lleno de árboles de frutas. (Hay plátanos, mangos, aguacates, limones y cocos). Nuestro presupuesto mensual —que incluye alquiler, cuentas de servicios públicos, alimentos, medicinas y otros artículos— ronda los US$1.800. Para los que prefieran algo más permanente, hay propiedades fácilmente disponibles para comprar.
Un día típico para nosotros consiste en visitas y comidas con amigos, excursiones a atracciones cercanas, asistencia a varios eventos culturales, juegos de béisbol, paseos a pie o simplemente disfrutar de nuestro hogar.
Regresando a la atención médica, pagamos de nuestro propio bolsillo todos los servicios y medicamentos. Las tarifas ascienden a entre 20% y 30% de lo que serían en EE.UU. Por ejemplo, una cita con nuestro doctor cuesta US$15, y nos da su atención exclusiva por el tiempo necesario. (Incluso hace visitas a domicilio por el mismo precio).
El hospital Vivian Pellas acepta varios planes internacionales de seguro (aunque Medicare no es uno de ellos) y ofrece dos planes de descuento que, dependiendo de la edad del paciente, representan ahorros considerables.
A menudo nos preguntan sobre la seguridad. Usamos nuestro sentido común y nos sentimos cómodos deambulando por las calles de la ciudad a casi cualquier hora. La recomendación general es llevar poco dinero, no usar joyas caras y andar en taxi después de las 9 de la noche. Hasta esa hora, la mayoría de las familias colocan sus mecedoras al lado de las aceras y disfrutan de la brisa nocturna.
El calor
La principal desventaja para nosotros es el calor. Nicaragua tiene dos temporadas, la lluviosa y la seca, y las temperaturas pueden ser sofocantes durante ambas. La época lluviosa empieza a mediados de mayo y se prolonga hasta mediados de diciembre y ofrece poco alivio.
Otro tema a considerar es la pobreza. Solamente Haití es más pobre entre los países de América Latina. Nicaragua tiene una clase baja enorme —probablemente más de la mitad de la población— y el gobierno parece hacer muy poco para ayudar a los pobres. Una buena parte de nuestros fondos de jubilación van a organizaciones locales de beneficencia.
Finalmente, los nicaragüenses son indiferentes a los horarios. Un trabajador que promete llegar al mediodía puede llegar al mediodía. Pero también puede aparecer al día siguiente. O el próximo martes. O nunca. La paciencia es una virtud.No hemos regresado a EE.UU. desde que partimos, pero nuestros amigos nos visitan. Como les decimos: «Vénganse. La cerveza está fría y la puerta siempre abierta».
Lynch vive en Granada, Nicaragua. Le puede escribir a [email protected].
Fuente: The Wall Street Journal, 28/10/13.
La Calle La Calzada y la Catedral de Granada.