Autor: #Bajenelgastopublico @hpititiminisky
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febrero 9, 2018
Mientras algunos juzgan de manera injusta a Sarmiento y Roca, del siglo XIX, con los valores del siglo XXI, la clase dirigente argentina del siglo XXI impunemente toma medidas que nos impiden ingresar al siglo XXI, con lo cual miramos al siglo XXI impotentes con la «ñata contra el vidrio», sin entrar.
Cuando uno osa realizar propuestas para modificar esta realidad, saltan quienes dicen que modificar esto es imposible, que siempre fue así y siempre así será porque así lo quieren los que tienen el poder. Una de estas medidas tomadas por la clase dirigente, para beneficio propio y en detrimento del resto de la población, es la creación del Registro Automotor.
El Registro Automotor es un Frankestein, un monopolio privado regulado por el Estado y entregado sin licitación, que depende del Ministerio de Justicia, con poder para cobrar lo que quieran, brindando un servicio pésimo y carísimo, que no existe en ningún lugar civilizado del mundo democrático y capitalista.
Los desafío a usar el buscador de Twitter escribiendo dos palabras: «registro automotor», para que vean el rosario de quejas de la gente común que le toca ir a hacer trámites allí, las sospechas generalizadas sobre cómo fueron adjudicados y la fortuna que tienen que pagar por simples trámites, algunos verdaderamente sinsentido en la era de Internet.
Además, el Registro Automotor, al ser una caja de la política, parece que no existiera frente a los cada vez más rigurosos controles de la AFIP. Este organismo realiza cobros en efectivo, y la AFIP no le exige factura electrónica ni posnet, como le exige a otras actividades comerciales más riesgosas y productivas.
Por ejemplo, para transferir un vehículo usado de $ 30 mil en CABA hay que pagar 16 impuestos diferentes que le harán perder $ 3500. De esta cifra, alrededor de $ 1500 van directo al bolsillo del dueño del Registro Automotor (alrededor del 5% del valor del vehículo).
Impuestos Sellos CABA o ARBA: | $1800 |
Arancel de transferencia: | $300 |
Formulario 08: | $150 |
Certificación de firma: | $210 |
Cédula: | $220 |
Título: | $110 |
Envío de legajo: | $110 |
Formulario 13 (Patentes): | $144 |
Formulario 13a (Alta Impositiva): | $60 |
Formulario 13i (Consulta de infracciones en territorio argentino): | $160 |
Formulario 13s: | $36 |
Formulario 13p (Consulta de deuda de automotor): | $28 |
Deuda por multas: | $15 |
Act. Imp. Rentas: | $90 |
Alt. Imp. por correo: | $20 |
Baja Impositiva: | $70 |
Total: | $ 3500 |
Siglo XXI que encuentra a los países desarrollados simplificándole la vida al ciudadano, es decir, reduciendo la carga administrativa, tratando de hacerla 100% por internet, en caso de haberla, y bajándole la carga impositiva. Y encuentra a la Argentina otra vez perdiendo el tren.
noviembre 7, 2017
Mientras el Gobierno evalúa cómo aclarar y llevar tranquilidad a inversores por el proyectado impuesto a la renta financiera sobre personas físicas, que gravará depósitos a plazos fijos y títulos públicos, este nuevo tributo sigue despertando múltiples dudas y críticas entre no pocos economistas.
Uno de los analistas económicos que con más dureza cuestionó el proyecto fue Agustín Monteverde, quien expresó a LA NACION que, para el Gobierno, «es como apuntarse un tiro al pie con la esperanza de que no le dé en la cabeza». Más aún, señaló: «Es tan desopilante como si un deudor serial saliera a pasar la gorra y cuando alguien le va a dar un billete pretendiera, además, cobrarle un impuesto».
La iniciativa oficial apunta a gravar con un 5% los rendimientos derivados de inversiones en pesos y con un 15% la renta de instrumentos nominados en moneda extranjera. Los ahorristas tributarían por sus ganancias a partir de un monto no imponible de 52.000 pesos anuales.
Tras el debate que se lleve a cabo en el Congreso, se sabrá con certeza si esos tributos se aplicarán sobre la renta nominal o sobre la renta real, descontada la tasa de inflación. También deberá determinarse si estarán gravados los bonos ya emitidos o sólo aquéllos que sean emitidos con posterioridad a la sanción de la ley. En cambio, ya está decidido por el Gobierno que los bonos sujetos a legislación extranjera no serán objeto de este impuesto.
Esta última distinción provocó críticas del economista Carlos Rodríguez, rector de la Universidad del CEMA. «Los Macri boys decían que los contratos debían cumplirse y ahora los rompen con tenedores argentinos de bonos», se quejó. Hacía así referencia a que los títulos públicos ya emitidos tienen en sus contratos condiciones según las cuales no pueden sumar nuevos impuestos a los ya contemplados al momento de ser colocados.
En el mismo sentido, Monteverde sostuvo que gravar ahora instrumentos financieros que cuando salieron al mercado no estaban gravados constituye «una aviesa traición» a muchos de quienes ingresaron en el régimen de sinceramiento fiscal o blanqueo, «a quienes el Estado les decía que si invertían su dinero blanqueado en bonos se evitarían el costo del blanqueo».
Otro interrogante que surge entre distintos economistas y operadores del mercado financiero radica en que, actualmente, muchos títulos públicos cotizan por encima de la par, por lo que quien los adquiera hoy tendrá una tasa interna de retorno (TIR) que será inferior a la tasa de interés anual que paga el Estado por ese bono. Por ejemplo, el Bonar 2024 paga un interés anual del 8,75%, pero su TIR es actualmente del 4,1%. La duda es si, una vez considerado el proyecto de ley en el Congreso, el impuesto a la renta se aplicará sobre la tasa de rentabilidad o sobre la tasa de interés. Si fuera este último caso, el castigo al ahorrista sería mayor.
Desde sectores políticos que siempre han apoyado el impuesto a la renta financiera se ha dicho que su recaudación recaería sobre los más ricos en beneficio del resto de la población. Pero lo cierto es que el sistema financiero juega un rol esencial en cualquier economía, ya que los ahorros de las personas y de las empresas que reciben los bancos y las entidades financieras pueden ser canalizados hacia la inversión productiva, por la vía de créditos. Sin esos ahorros, difícilmente el sistema financiero podría prestarles dinero a otros particulares para la adquisición de viviendas, automóviles o artefactos electrodomésticos, ni a empresas para que financien proyectos industriales o comerciales.
Suena lógico que si se incorpora un impuesto sobre los intereses que por un depósito bancario a plazo fijo recibe un particular, éste exija una tasa de interés más alta que la actual para compensar el nuevo tributo que se le impondrá. Y si suben las tasas de interés para esas colocaciones, las entidades bancarias trasladarían ese incremento a las tasas de los créditos que otorguen.
Lo mismo vale para las colocaciones de Letras del Tesoro (Letes) o de Letras del Banco Central (Lebac), con las que el Estado se financia. Es lógico pensar que para renovar esos instrumentos financieros, los ahorristas solicitarán tasas de interés más elevadas, por lo cual lo que el Estado recaude con el impuesto podría perderlo al tener que pagar tasas mayores. Por eso, el economista Monteverde considera que «pegarle un tiro a las Lebac, que son 1,3 veces la base monetaria, equivaldría a un disparo en la sien más que en un pie».
En síntesis, las dudas que plantea el proyecto de impuesto a la renta financiera podrían sintetizarse de este modo:
¿Puede gravarse la renta financiera sin un ajuste por inflación? ¿No sería esto hacer tributar a los ahorristas sobre ganancias ficticias, como ya se viene haciendo con las empresas, en tanto buena parte de los ingresos están compuestos por un porcentaje inflacionario?
¿Correspondería gravar depósitos a plazo fijo bancarios cuando éstos ni siquiera cubren totalmente al ahorrista de una inflación que actualmente es superior a la tasa de interés?
¿No terminaría el impuesto generando una suba de las tasas de interés de las colocaciones bancarias a plazo fijo, que se trasladaría a los créditos a particulares y al sector productivo?
¿Podría terminar el Estado perdiendo de un bolsillo lo que ingrese por otro bolsillo, al verse forzado a mantener elevadas las tasas de interés de Lebacs para hacer frente a las exigencias de ahorristas que verían reducido su beneficio con el impuesto?
Finalmente, ¿cuán significativa será la recaudación para el Estado por este impuesto a la renta financiera? ¿Estamos ante una cuestión técnica o sólo ante una discusión política, donde el gobierno de Mauricio Macri aspira a pagar con este tributo el precio para que se apruebe el resto de la reforma tributaria en el Congreso y, al mismo tiempo, dejar atrás el mito de que el Presidente sólo gobierna para los ricos?
Fuente: La Nación, 07/11/17.
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agosto 23, 2017
Artículo traducido en forma automática.
Estados Unidos — ¡La estupidez no conoce límites!
Este es casi demasiado ridículo para creer.
Recientemente un nuevo proyecto de ley fue presentado en el piso del Senado de los EE.UU. titulado, agradablemente,
«Lucha contra el Lavado de Dinero, la Financiación del Terrorismo y la Ley de Falsificación de 2017.»
Probablemente ya puede adivinar su contenido.
El dinero es malo.
Bitcoin es malo.
Ahora han ido tan lejos para incluir teléfonos móviles prepago, vales de regalo al por menor, o incluso electrónicos
Cupones: El mal, el mal y el mal.
Estas personas son certificadamente locas.
Entre las disposiciones amplias del proyecto de ley, el gobierno pretende extender ampliamente su autoridad para apoderarse de sus activos a través de la «confiscación de activos civiles».
Las reglas de Confiscación de Activos Civiles permiten al gobierno tomar lo que quieran de usted, sin un juicio o cualquier proceso debido.
Este nuevo proyecto de ley agrega una lista de lavandería de los delitos por los que pueden legalmente aprovechar sus activos … todos los cuales se refieren a lavado de dinero y otros delitos financieros.
Aquí está la cosa, sin embargo: también han ampliado ampliamente en la definición de tales «delitos financieros»,
Incluyendo el fracaso al llenar un formulario si usted está transportando más de $ 10,000 de «instrumentos monetarios».
¿Tienes mucho dinero? Será mejor que le digas al gobierno.
Si no, se autorizan a sí mismos en esta factura para aprovechar no sólo el dinero que no informó, sino TODOS sus activos y cuentas bancarias.
Incluso van tan lejos como para nombrar específicamente «cajas de seguridad» entre los diversos activos que pueden aprovechar si no llenar el formulario.
(Otra razón para considerar el almacenamiento de efectivo, oro y plata en una caja de seguridad en el extranjero.)
Esto es increíble en tantos niveles.
Es una locura comenzar con que estas personas están tan consumidas por el hecho de que alguien tiene $ 10.000 en efectivo.
Pero es incluso más loco que están amenazando con tomar todo lo que usted posee simplemente por no llenar un pedazo de papel, sin ningún tipo de debido proceso.
Ah, y además de penalidades de confiscación de activos civiles, también hay sanciones penales.
Ahora, de acuerdo con la ley actual, pueden encarcelarte por hasta CINCO AÑOS por no llenar el formulario. Cinco años.
Pero al parecer eso no va lo suficientemente lejos como para protegernos contra los hombres malvados en cuevas.
Así que este proyecto de ley pretende duplicar la pena penal a diez años de prisión.
Y si eso no fuera suficiente, este proyecto de ley también les da una nueva autoridad para participar en la vigilancia y las escuchas telefónicas (incluyendo teléfono, correo electrónico, etc.) si tienen incluso un indicio de sospecha de que podría estar transportando exceso de «instrumentos monetarios».
Por lo general, la autoridad de escuchas telefónicas está reservada para los principales delitos como el secuestro, la trata de personas, el delito grave, etc.
Ahora podemos agregar dinero en efectivo a esa lista.
No sólo las agencias de espionaje del gobierno deben preocuparse.
Los bancos en los Estados Unidos ya son espías no remunerados del gobierno, requeridos por la ley para llenar informes de actividad sospechosos sobre sus clientes.
Entonces el Congreso comenzó a ampliar esos requisitos para incluir otros negocios e industrias que podrían entrar en contacto con dinero en efectivo.
Corredores de valores. Casinos. Intercambios de moneda. Distribuidores de metales preciosos. Prestamistas. El correo.
De acuerdo con la ley (sección 5312 del Código de EE.UU. Título 31), las industrias también están obligados a espiar a sus clientes para el gobierno.
Pero bajo este nuevo proyecto de ley, quieren reclutar por la fuerza aún más espías no pagados, incluyendo cualquier negocio que emite o redime NADA que es prepago.
Tarjetas de crédito prepagadas. Teléfonos prepagados. Tarjetas prepagadas de regalo al por menor. Cupones de prepago.
Así, Amazon, que emite y canje tarjetas de regalo prepagadas, será requerido bajo esta factura para presentar informes al gobierno.
Para el caso, TGI Fridays y Chuckee Cheese también se convertirán en espías del gobierno no remunerados, ya que ambos emitir y canjear cupones prepagados.
Verdaderamente, estos senadores han descubierto cómo atacar el corazón de ISIS.
Además, su proyecto de ley quiere tirar de cualquier negocio que «emite» la criptografía bajo el paraguas regulador contra el lavado de dinero.
Aquí es donde estas personas demuestran que no tienen idea de lo que están hablando.
Nadie «emite» Bitcoin. No hay un banco central de Bitcoin. No hay un presidente de Bitcoin que decida por un capricho para aumentar la oferta.
Bitcoin se crea automáticamente cantidades que están predeterminadas por su código. Es un software.
Así que el Senado está esencialmente tratando de obligar al software básico de Bitcoin a cumplir con las regulaciones de lavado de dinero.
Cómo patéticamente desorientado.
El proyecto de ley también intenta lanzar una bomba importante en Bitcoin al incluirla en la lista de instrumentos monetarios que deben ser reportados al entrar o salir de los Estados Unidos.
Tan teóricamente si usted deja los EEUU con más de $ 10,000 en Bitcoin o Éter, usted tendría que confesar este hecho a las autoridades o de otra manera enfrentar las penas mencionadas, es decir, tiempo de prisión, confiscación de activos civiles, etc.
¡Libertad Hooray!
Como puede ver, este proyecto de ley criminaliza o deslegitima las actividades financieras más mundanas e inofensivas, todo bajo el disfraz de mantenernos a salvo.
Por supuesto, nada en este proyecto de ley es mantener a la gente segura.
A ISIS no le importan las formas y penalidades.
Este proyecto de ley no es nada más que otra arma en su actual Guerra contra el Efectivo … y ahora las criptomonedas también.
Artículo por Blacksmith Global Ltd.
Sterling Fisher
Offshore-Manual
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Texto original en inglés:
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noviembre 17, 2016
Los impuestos progresivos están basados en una máxima marxista y destruyen los incentivos al progreso.
Hace cinco años que Juan trabaja en la empresa que admiraba desde chico. Al salir de la facultad, lo primero que hizo fue enviar allí su currículum y felizmente fue seleccionado. Gana un buen salario y siempre se esfuerza para que le vaya mejor. Pone mucho de sí mismo, es comprometido, y busca permanentemente cumplir y superar sus objetivos.
La semana pasada, el supervisor lo llamó a su oficina. Tenía una buena noticia para comunicarle. Luego de las evaluaciones de desempeño y en vistas a una ampliación de sus responsabilidades, le iban a dar un aumento de sueldo. Se trataba de un considerable 29% de suba.
Feliz como estaba y listo para enfrentar sus nuevos desafíos, le contó la novedad a su mujer, Florencia. Ambos festejaron. Justo estaban pensando en construir un nuevo cuarto en su casa de dos ambientes para la llegada de su bebé a mediados del año que viene. Salieron a cenar.
El problema apareció el día del pago. Cuando miró su cuenta bancaria, Juan vio algo que no cerraba. Le habían prometido un 29% de aumento, pero solo había recibido un monto que representaba una suba del 20%.
¿Quién se había quedado con su dinero?
Cuando planteó la situación en Recursos Humanos, comprendió lo que sucedía. Su sueldo bruto había aumentado efectivamente en un 29%, pero también había aumentado el monto de impuestos a pagar por ganancias. Y más que proporcionalmente. Las cuentas ahora no eran las mismas, y Juan y Florencia decidieron posponer la ampliación de su casa.
La situación que acabamos de describir es típica de los sistemas tributarios que se llaman “progresivos”. En dichos sistemas, inspirados en la máxima marxista de “a cada quien según su necesidad y de cada cual según su posibilidad”, el estado cobra más impuestos a quienes más ganan, mientras que a los que menos ganan les cobran tasas más reducidas.
Si se miran las tasas impositivas que se cobra a las personas físicas en Argentina, por ejemplo, veremos que una persona que tiene una ganancia neta anual sujeta a impuestos (es decir, menos los aportes a la seguridad social y las deducciones específicas) de hasta $ 10.000, deberá tributar el 9% más una suma fija. Si ese monto es de hasta $ 20.000, el estado le exigirá un 14% más una suma fija. Si la ganancia neta anual supera los $ 60.000, entonces el estado tomará una suma fija más el 27% del monto, y si el ingreso percibido es de más de $ 120.000 (una persona que cobra $33.000 de mano por mes, por ejemplo), entonces el gobierno se quedará con 35% más un monto fijo de $ 28.500.
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Curiosamente, y a pesar de su nombre, el impuesto “progresivo” castiga el progreso.
Es que en una economía de mercado, los ingresos de cada individuo están determinados por el valor agregado que cada persona le aporta a la sociedad. En términos más concretos, un empresario exitoso es aquel que ofrece mejores productos y servicios a sus conciudadanos y es por eso que sus ingresos son mayores. En un proceso voluntario, la gente elige entregarle su dinero a cambio de los bienes y servicios que el empresario produce.
Dentro de una empresa, el sistema funciona de manera similar. Si un empleado agrega valor, será promovido y ganará un mayor salario. Ese mayor ingreso es el resultado de su buen desempeño laboral, que está en línea con el objetivo de la empresa, que en una economía de mercado es satisfacer las necesidades del consumidor.
Por este motivo, y en línea con lo explicado por Murray Rothbard, “imponer penalidades a los que han servido mejor a los consumidores daña no solo a los productores, sino también a los consumidores”.
El daño a los incentivos que genera el impuesto progresivo a las ganancias puede comprenderse mejor si llevamos el ejemplo al extremo. El extremo de la progresividad fiscal haría que frente a cada suba de los ingresos del individuo en términos brutos, nulo sea el aumento en términos netos.
Por ejemplo, si el impuesto cobrado a una persona que gana $ 10.000 es de 25%, pero cuando pasa a ganar $ 12.000 se le cobrara 37,5%, entonces en términos netos el individuo recibiría siempre $ 7.500.
En este caso, se ve claramente que el incentivo a ganar más dinero se destruirá por completo. Finalmente, nadie tendría ganas de trabajar más y la economía colapsaría.
Una propuesta alternativa es la de cobrar un impuesto de tasa fija, o “flat tax”, que para cada nivel de ingresos tenga una misma tasa. Esto haría que los aumentos del salario bruto sean exactamente iguales a los del salario en mano, mejorando el sistema de incentivos.
Claro que este flat tax debería ser bajo e igual al mínimo de la escala actual, ya que si estuviera por encima penalizaría a todos los que hoy pagan por debajo de ese nivel.
Con un impuesto de tasa fija, quienes más ingresos generen, también aportarán más a las arcas públicas, pero no se les castigará el mejoramiento de su situación personal.
El impuesto a las ganancias de personas físicas será debatido el año que viene en el congreso. Entre otras modificaciones, se debatirá incluir una nueva escala que grave los ingresos más altos con una tasa del 40%.
Esperemos que la iniciativa no prospere. Si hay algo que no necesita este país, ni ningún otro, es seguir castigando a los que quieren progresar. Desde este lugar, vaya el pedido para una refundación completa del concepto de la progresividad, y una profunda baja de la presión impositiva sobre los empresarios y trabajadores.
Fuente: inversor.global, 17/11/16.
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noviembre 16, 2016
Las heladeras no frost -las de mayor tecnología- cuestan en la Argentina casi el triple que en Chile (179% más) o el doble que en Brasil. Con las cíclicas -que todavía tienen 73% del market share local la diferencia es menor. En Chile tienen un precio 28% más económico que en cualquier comercio argentino. En comparación con Brasil, la heladera nacional es un 25% más cara.
La heladera, como toda la producción industrial nacional, sufre con los costos argentinos, pero también aparece hoy bajo la lupa del Gobierno, que exige a los empresarios más competitividad interna mientras -con algunas medidas que impulsan la transformación productiva- se bendice una mayor apertura de la economía.
«La pregunta no es sobre el precio final del producto, sino qué hace el Gobierno para bajar el costo argentino», cuestionó un ejecutivo de una de las firmas fabricantes de heladeras. «Nuestros costos son la mano de obra, los proveedores monopólicos, los impuestos y los fletes. Lo que gastás en fletes en la Argentina no lo gastás en ningún otro lugar», contó.
Por la caída del consumo y una entrada de más heladeras del exterior, los productores locales vieron afectado el empleo. Gafa/Electrolux redujo su plantilla en 80 empleados. Bambi tuvo suspensiones que afectaron hasta 800 trabajadores. Días atrás, el secretario de Industria, Martín Etchegoyen, estuvo reunido con fabricantes de heladeras en Santa Fe (Rosario es un gran polo) y relativizó el impacto de las importaciones. «Es cierto que aumentaron [las importaciones], pero no van a cubrir más del 15% de la demanda total. Y hablamos con ellos en forma permanente», contaron en el Ministerio de Producción. «El sector tiene posibilidades, sin dudas», dijo a LA NACION para responder sobre si será una de las actividades que deberá transformarse o tendrá posibilidades de competir. «Tendrán mercado en heladeras chicas y medianas. En las grandes, doble puerta, es más difícil porque necesitan más escala. Si la demanda levanta, van a andar muy bien. Y hay segmentos donde están trabajando bien, como en las heladeras comerciales», agregaron.
Hoy hay dos grandes multinacionales con producción propia en el mercado: Mabe y Electrolux. Según un análisis de Abeceb sobre el sector, tienen 51% delmarket share. Bricket, Bambi y Pilisar (con perfil pyme) representan el 38%, y Autosal, Saiar, y Calorex (más pequeñas) completan un 11%. Hace poco, Samsumg ingresó en este sector.
Entre 2003 y 2007 el mercado fue un 50% nacional y un 50% importado. Entre 2008 y 2011, casi el 80% fue fabricación nacional. Ese porcentaje se elevó a 93% entre 2013 y 2015. Este año y 2017 no sólo son de caída del consumo (muchos compraron en cuotas y antes de la devaluación), sino de más importaciones.
En el Gobierno proyectan un mercado de 850.000 unidades en 2016 (en el sector dicen que apenas superará los 650.000). En un año la participación de productos importados, según datos oficiales, pasó de 8 al 13%. Se espera que en 2017 sea del 12%. Este año entrarán 115.000 heladeras (20% por stock de DJAI y 31% por productores locales). El resto lo trajeron los retailers. Para Producción, éste no es el problema, sino la caída del consumo, algo que -dicen- se frenó en octubre. En la industria no comparten ese veredicto aún.
179%
Precios comparativos de las heladeras en la región
Es el mayor precio final de una heladera no frost producida en la Argentina en comparación con Chile. Si se mide contra Brasil, el valor promedio local es 100% mayor. El doble.
Fuente: La Nación, 16/11/16.
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octubre 17, 2016
Por Germán Fermo.
«En Peronia hay cinco clases sociales claramente definidas: los ricos, los medios, los pobres, los políticos, y los boludos, o sea, los que bancan con su trabajo a las otras cuatro clases.» Ciudadanos de Peronia: mi artículo de hoy está exclusivamente dedicado a los boludos que habitamos este país y que con nuestro esfuerzo cotidiano somos tributariamente esquilados para bancar al deficitario y corrupto Estado Argentino. El blanqueo que por un lado perdona a quien nunca «garpó» un sólo impuesto, sumado a la intención de taxar a quien vive «en blanco» con el 45% de Ganancias e Impuesto a la Herencia, es otro ejemplo contundente de cómo nuestro Estado se fuma sistemáticamente a quienes generan «riqueza blanca». Un clásico de Peronia: si las cuentas no cierran, esquilá a la oveja pagadora que vive legalmente.
Peronia es un terruño fiscalmente inviable. Uno de los reclamos de quienes votamos por Cambiemos fue: por favor, suplicamos que bajen la presión fiscal, sin embargo, parecería que el gobierno se fuma a su electorado e intenta subirla en vez de bajarla, demostrando nuevamente que en Peronia la ley de gravedad es al revés. Ojalá me equivoque, pero por lo que pude leer en estos días el Gobierno planearía incrementar al 45% la alícuota más alta del Impuesto a las Ganancias aplicable a un nivel de ingresos que lejos convierte a una persona en rica. Si esta decisión la hubiese tomado el kirchnerismo, los economistas chetos del «Pro» que actualmente intentan racionalizar la medida,¿hubieran estado a favor o hubiesen exigido un achicamiento rotundo del gasto, denostando semejante decisión? Desde que soy chiquito, me cuentan que en la economía argentina hay mucho trabajo «en negro», que no tributa impuestos y por lo tanto, en el agregado del país «no se paga tanto Impuesto a las Ganancias porque hay mucho empleo en groncho sin tributar».
¿El «no» al ajuste tarifario implicará un «sí» al esquilamiento del 45%? Si este fuese el caso, hay dos formas de aumentar los ingresos fiscales. Primero: taxás aún más a las pocas ovejas que hoy están «en blanco» pagando toda clase de impuestos, compensando de esta forma, la carencia tributaria que genera el voluptuoso sector «groncho» de la economía. Segundo: dejás en paz a los que viven «en blanco», quienes soportan desde hace años una presión tributaria brutal bancando con creces a un Estado corrupto e ineficiente y vas por los que viven «en negro» taxando a estos últimos, eso sería justo. Traicionando a su propio electorado, sin embargo, parecería que el oficialismo intenta ir por lo «primero» o sea, lo más fácil, taxando nuevamente a la oveja de siempre, aquélla que trabaja y vive «en blanco». Esto lo digo además en el contexto del sinceramiento fiscal: a quien vivió en groncho toda su vida le concedés perdón a bajo costo contándome la sanata de que el mismo se hizo para financiar la «noble causa de los jubilados» bombardeándome además con propagandas berretas por TV que me imagino, se pagan con fondos públicos y al pobre imbécil que vivió en blanco toda su vida lo pensás taxar al 45%, esquilándolo sin derecho a réplica. Me sumo a mucho argentino que escucho y pregunto: yo no voté esto, es injusto y no voy a volver a hacerlo.
Un perverso cambio de signo en el gradualismo de Cambiemos. Un reclamo directamente correlacionado con el anterior se refiere a la súplica electoral de bajar nuestro agobiante gasto público, sin embargo, percibo frustradamente que intentarían subirlo. La mismísima palabra «gradualismo» parecería estar redefiniéndose perversamente en estas últimas semanas. Al principio creí entender que por gradualismo se explicaba algo así como la reducción lenta, temerosa, pero sostenida del gasto público. Pero, de acuerdo a lo que escucho, parecería que el término «gradualismo» está cambiando de signo, ahora en vez de debatir sobre reducciones lentas pero sostenidas del gasto, encuentro, por el contrario, una legión de economistas que racionalizan la necesidad de gastar aún más, ignorando que estamos como estamos precisamente, por haber gastado en exceso durante los últimos 70 años de nuestra existencia deficitaria. El gradualismo «de hoy» mutó entonces a la suba lenta y sostenida del gasto financiado de dos formas: más deuda externa y más impuestos a la pequeña proporción de este país que vive «en blanco».
Cambiemos no se anima a eliminar el componente superfluo del gasto. Obviamente que entiendo la enorme restricción social que existe en esta Peronia con 32% de pobres, aquélla a la que el peronismo quebró fiscalmente durante la gestión anterior. Pero me preocupa percibir que esta restricción tan valedera y cierta se haya convertido en una permanente excusa oficialista no sólo para «no corregir» casi ningún frente fiscal relevante sino para financiar dicha «no corrección» con más impuestos a los pocos privados que bancan actualmente semejante orgía fiscal. Y comparto con ustedes una pregunta que me carcome la capocha: ¿en la Peronia de hoy, no hay espacio para reducir ni en un solo peso el gasto ineficiente, aquél cuya reducción no afectaría a la pobreza?Si mal no recuerdo, este año el Estado giró fondos al fútbol y me pregunto: ¿cuántos ítems ineficientes «como el fútbol» habrá en el presupuesto nacional y provincial cuya eliminación no afectaría a ningún pobre? ¿Me tengo que fumar el cuento chino de que en la Peronia de hoy no se puede reducir el gasto público superfluo, el relacionado a ñoquis y a «quintas» de punteros políticos que usan al Estado como fuente de financiamiento electoral?
Insisto, no me refiero a aquella parte del presupuesto cuya reducción impactaría al 32% de los muchos pobres que lamentablemente produjo el peronismo, eso a esta altura es indiscutible, lo entiendo y acepto resignadamente. ¿Pero no hay un sólo espacio para atacar la parte fiscalmente ineficiente del presupuesto así evitás rompernos la nuca con el 45%? Me pregunto si Cambiemos, una fuerza que me vendió que venía a cambiar a Peronia, no se anima a ir por los ñoquis del presupuesto nacional y provincial y, a cambio, decide utilizar como válvula de ajuste de su inoperancia política otra vez más, a la oveja de siempre, aquélla que protestará por tres días el 45% y al cuarto hará lo que hizo toda su vida: laburar honestamente 14 horas, agachando la cabeza y resignándose a ser un esclavizado y esquilado ente financiador de la corrupción y política argentina.
Los que votamos a Cambiemos también existimos. Queda claro que los combos de políticas populistas del oficialismo intentan seducir a una enorme porción de la sociedad que inherentemente no los quiere, es más, quizá no importa el tamaño del esfuerzo, nunca los votarían. Pero el oficialismo debería tener también muy en cuenta que mucha clase media que los votó y a la que ahora intenta taxar ferozmente (además de Ganancias, no actualización de los límites del Monotributo, por ejemplo), tampoco lo hizo convencida y si a esa porción de la clase media le seguís mojando la oreja con más impuestos, el mapa electoral podría complicarse en más de lo esperado: los que no te votaron quizá nunca lo hagan y quienes sí lo hicimos, quizá dejemos de hacerlo. Con un Impuesto a las Ganancias del 45% les confieso que en las próximas elecciones me voy a preguntar: ¿qué sanata de cambio estoy votando? Voté a un gobierno que me llena de excusas frente a su «no cambio» y por otro lado intenta racionalizar que taxarte al 45% está bien porque en Peronia se pagan pocos impuestos en el agregado y entonces los que viven «en blanco» deben compensar por los que viven «en negro». O que en Peronia debemos converger tributariamente a Noruega aun cuando el Estado me brinde calidad de servicios como en Uganda.
La rebelión de la oveja esquilada. Con todo respeto muchachos de Cambiemos, no los votamos para esto. Qué tal si intentan al menos, un verdadero esfuerzo hacia la eficientización del gasto, o sea, aquella parte del presupuesto que podría ser reducida sin implicancias sociales, pero que obviamente requeriría de enormes costos políticos. ¿Los ñoquis, no son pobres, son ñoquis, que tal si en vez de castigar a la clase media que «vive en blanco» no reducen esa enorme porción del gasto?¿Si no hacen nada de esto, por cuánto más tiempo nos van a poder mirar a la cara y autodenominarse «Cambiemos«? En las elecciones legislativas del año próximo se me va a hacer muy difícil votarlos ¿Y saben qué?: no creo ser el único, creo que este articulo representa a mucho argentino boludo que votó cambio y sin embargo observa: más gasto, más déficit, más deuda, más impuestos y también, más piKetes. Ese argentino que los votó se siente hoy en día, una irrelevante y miserable oveja esquilada. Me despido de esta nota con un sincero abrazo a todas las ovejas de Peronia, aquéllas que mañana mismo en lugar de hacer piKetes y Kilombo, iremos a trabajar honestamente, donando la mitad de nuestro día al corrupto Estado argentino, ese que ni siquiera te brinda seguridad y justicia y ese al que el 50% de carga tributaria ya le parece poco. Cambiemos: ¿no está siendo hora de cambiar algo en serio y dejar la zaraza para otra elección?
Fuente: Infobae, 17/10/16.
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mayo 17, 2015
Por Alberto Medina Méndez.
La hipocresía es moneda corriente y eso ya no es primicia. Esta inadecuada postura cívica aparece, también, en el terreno de la tan mentada «conciencia tributaria». Algunos han tenido hasta el atrevimiento de definirla con cierto sesgo académico, diciendo que es la «interiorización en los individuos de los deberes tributarios fijados por las leyes, para cumplirlos de una manera voluntaria, conociendo que su cumplimiento acarreará un beneficio común para la sociedad en la cual ellos están insertados».
Es un verdadero disparate igualar dos términos que claramente se contradicen. Abonar impuestos no es un acto voluntario, porque la palabra impuesto se refiere a lo forzado, a lo obligado. Si fuera un gesto auténtico, espontaneo, vinculado al deseo genuino, en todo caso, sería una donación.
Como suele pasar en diferentes órdenes de la vida cotidiana, este tipo de justificación retorcida no deja de ser un mero ardid, casi un consuelo, que intenta convertir en aceptable algo que es intrínsecamente malo. Existen, al menos, cuatro grupos bien definidos que utilizan este recurso argumental y pretenden transformarlo en un axioma indiscutible, en un mandato bíblico.
Por un lado están, los recaudadores, los que trabajando de esto preservan la gestión de los organismos de recolección compulsiva de gravámenes. La medida de su eficiencia está directamente relacionada con el monto percibido. Por eso, en las campañas de difusión masiva apelan a esta consigna por ser la menos antipática. «La gente debe pagar sus impuestos porque es el único modo de que el Estado funcione y cuantas más personas lo hagan mucho mejor será para la sociedad», sostienen. A veces inclusive recurren al ruin artilugio del «sorteo» como dispositivo para que unos ciudadanos sean delatores del resto, denunciando así a los que no cumplen.
Otro sector que opera en idéntica dirección es el de la parasitaria estructura estatal. Todos los que viven del Estado, saben que la sangre que fluye por esas venas se nutre de impuestos, emisión monetaria y endeudamiento. En tiempos en el que los dos últimos no son una posibilidad relevante, los impuestos, es decir el dinero detraído de la sociedad en forma coercitiva, posibilita la existencia del empleo estatal y de su cuantía depende, en buena medida, que sus remuneraciones puedan ser mejoradas.
Un tercer espacio lo ocupan los que no pagan casi ningún impuesto o, al menos, no perciben hacerlo. Son trabajadores, subsidiados o desocupados. Sus ingresos son bajos y no son alcanzados por algunos de los voraces impuestos diseñados especialmente para escarmentar a los segmentos más elevados. Ellos reclaman conciencia tributaria como fórmula para aliviar su rencor contra los que más producen. Pretenden igualdad y creen que un sistema tributario que les quita demasiado a los que más disponen, los nivela rápidamente. No saben como aumentar sus propios ingresos y se creen víctimas de este mundo cruel. Este perverso esquema es positivo porque les quita a los demás, a quienes culpan por tener más que ellos.
El último grupo está compuesto por los que pagan MUCHO en impuestos. No contribuyen por convicción, sino porque su actividad no les permite escapatoria. La administración ya ha encontrado el modo eficiente de tenerlos de rehenes. Como no pueden evadir, no admiten ser los únicos tontos y quieren compañía ante semejante abuso. Rendidos frente a la impotencia de estar atrapados por el régimen, apelan desesperadamente a este recurso dialéctico tan pobre como inmoral. En esto, se parecen al grupo anterior. Sus motivaciones surgen del resentimiento y eso no habla bien de ellos. Las garras del sistema los han cooptado y no desean sentirse tan estúpidos, por eso acusan al resto, para que reciban el mismo castigo.
Pagar impuestos no es un acto voluntario. El impuesto implica que el Estado detrae, por la fuerza, una parte demasiado relevante del esfuerzo personal. Nadie paga con satisfacción y alegría. En todo caso lo hace porque no puede evitarlo, porque el esquema se ha diseñado para que no se lleve el producto deseado sin ese «peaje» o bien porque no pagarlo implica un riesgo legal trascendente que se traduce en multas costosas o inclusive prisión.
Esta afirmación general puede verificarse empíricamente a diario. Quien intente refutarla puede dar testimonio personal de ello y hacer hoy mismo el ejercicio pidiendo que le aumenten el precio de un bien y le carguen impuestos no cobrados o hasta dejando un extra, ya no como propina para el individuo que le facilita el producto, sino directamente para el Estado.
Es más, si un individuo cree tan férreamente en la bondad de los impuestos podría pedir a los gobiernos, en cualquiera de sus jurisdicciones, que le facilite un número de cuenta bancaria para depositar allí dinero propio como donación para los «loables» fines para los cuales el Estado destina el dinero.
Después de todo este individuo que defiende la idea de «conciencia tributaria» cree que lo recaudado como tributo no termina en manos del aparato político, la corrupción o el despilfarro tradicional. El recita, a viva voz, que todo eso es para la salud, la educación y la seguridad. Pues bueno, que deposite masivamente sus recursos propios allí, en vez de utilizarlo para su entretenimiento o el consumo suntuario de innecesarios bienes. La inconsistencia ideológica es tan evidente que no admite casi ningún argumento serio que pueda ser tenido en cuenta con cierta sensatez.
Si finalmente se opta por pagar impuestos, asumiéndolo como el «mal menor», si se lo hace porque no se ha encontrado un mejor modo de financiar las «supuestas» necesidades que permiten vivir en comunidad, al menos sería saludable evitarse los retorcidos planteos intelectuales que pretenden justificarlo. No es razonable intentar convertir lo malvado en bondadoso. En todo caso, un poco de resignación ciudadana, puede servir como transición, pero solo para intentar ser más creativos y seguir buscando mecanismos que permitan sustituir este atropello cotidiano por algo superador. Mientras tanto, sería muy conveniente asumir que cuando se habla de impuestos no se dispone de buenas razones que lo respalden. El desafío es pensar como se abandona el pretexto de la conciencia tributaria.
Fuente: www.existeotrocamino.com – 2015
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