Hezbolá es una organización con una red global que ha estado involucrada en diversas actividades políticas, criminales y terroristas durante casi 40 años. La variedad de sus actividades y funciones lo convierte en un caso complejo, generando debates sobre cómo se le puede etiquetar: si se trata de una organización cómplice de Irán en zonas de conflicto, una organización terrorista dirigida principalmente a judíos, un grupo de contrabando que domina las redes globales de contrabando de cigarrillos, un grupo de lavado de dinero o una organización narcotraficante involucrada en el tráfico mundial de cocaína.[1] Fuertemente influenciado por el régimen iraní, el grupo ha extendido su influencia en Oriente Medio, Latinoamérica y Estados Unidos. Tras detallar sus orígenes, recursos financieros y actividades globales, este artículo se centra explícitamente en la participación de Hezbolá en el tráfico de cocaína desde Latinoamérica.[2]
Orígenes y recursos financieros de Hezbolá
Hezbolá se formó durante la guerra civil de quince años del Líbano en 1982. El asentamiento de grupos palestinos a finales de la década de 1970 afectó la demografía del Líbano, y la población sunita creció cada vez más contra los chiítas y los cristianos. El hecho de que estos grupos comenzaran a usar el sur del Líbano como base para atacar a Israel resultó en su ocupación. Además, esos años registraron la discriminación y marginación de la comunidad chiíta bajo el gobierno de la minoría cristiana. Respaldados por el régimen recién establecido en Irán que resultó de la revolución de 1979 que derrocó a la dinastía Pahlavi, los chiítas libaneses tomaron las armas contra la ocupación israelí. El Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI o Pasdaran), un ejército privado fundado por Ruhollah Khomeini, encargado de proteger la Revolución Islámica, proporcionó fondos, entrenó milicias chiítas y ayudó a formar Hezbolá. El grupo llevó sus actividades más allá de las fronteras del Líbano, convirtiéndose en un activo vital para Irán y sirviendo a sus representantes en todo el Medio Oriente.
Muy rápidamente, Hezbolá se convirtió en una organización transnacional y transregional financiada por diversos recursos. Primero, Irán proporciona armas y dinero para la organización. Según los Informes Nacionales sobre Terrorismo 2020 del Departamento de Estado , Hezbolá recibe 700 millones de dólares anuales de Irán.[3] Segundo, el grupo, que no está totalmente sancionado por los países de la UE, recauda millones de dólares de sus leales en Estados Unidos y Europa. Tercero, la extorsión contribuye a los ingresos de Hezbolá, influyendo en los negocios dirigidos por miembros de la diáspora libanesa sobre cuánto deben pagar, Hezbolá construye conexiones con y explota a las comunidades de la diáspora en África y África Latina. Cuarto, la extracción de recursos de empresas comerciales y agrícolas permite a los partidarios de Hezbolá blanquear dinero para la organización. Quinto, los delitos financieros, la explotación del sistema bancario permite a la organización obtener ingresos. Por ejemplo, el Banco Libanés Canadiense lavó cientos de millones de dinero de la droga para Hezbolá, blanqueando a través de bancos en los EE. UU. Por último, Hezbolá está directamente involucrado en actividades criminales, como el tráfico de drogas y el contrabando de cigarrillos, a través de las cuales obtiene enormes cantidades de dinero.[4]
Las redes globales de Hezbolá
Hezbolá es una organización global predominantemente activa en Oriente Medio, Latinoamérica y Estados Unidos. En Oriente Medio , Hezbolá es un partido político musulmán chiita y un grupo militante con sede en el Líbano. Se le conoce como «un Estado dentro del Estado» debido a su extenso aparato de seguridad, organización política y red de servicios sociales.[5] Fuentes del gobierno estadounidense han calificado a Hezbolá como un sustituto, una marioneta y la vanguardia de un movimiento revolucionario de influencia iraní. Es el socio no estatal más esencial y de mayor trayectoria de Irán.[6] Hezbolá trasladó a su personal vital de posiciones centradas en Israel a Irak, Yemen y Siria, actuando como una postura regional de apoyo a los intereses iraníes. Tras el asesinato del comandante de la Fuerza de Cuartel General de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI-QF), el general Qasem Soleimani, Hezbolá ha asumido un papel de liderazgo en la coordinación de las fuerzas chiitas en Oriente Medio.[7]
El grupo ha sido designado como organización terrorista por muchos países, incluyendo Estados Unidos, Argentina y Paraguay, y sigue estando fuertemente involucrado en ataques terroristas en Oriente Medio. La base de datos del Centro de Análisis de Tendencias y Terrorismo Global (GTTAC) registró 44 ataques de Hezbolá en Israel, Líbano y Siria entre 2018 y 2022. El análisis reveló que 18 de estos ataques ocurrieron en Israel y tuvieron como objetivo a agentes fronterizos israelíes, lanzando morteros, cohetes y misiles que impactaron en territorio israelí. En Líbano, el grupo fue autor de 12 ataques en el mismo período, en los que sus miembros abrieron fuego contra las fuerzas del orden, atacaron a partidos políticos rivales, se enfrentaron con residentes sunitas y atacaron a manifestantes y periodistas. En Siria, Hezbolá está bajo el mando estricto del CGRI y su objetivo es mantener el régimen de Bashar al-Assad. El grupo estuvo involucrado en 14 ataques en el mismo período, donde tuvo enfrentamientos armados con militantes de ISIS, saqueó tiendas en Siria y atacó a grupos rebeldes respaldados por Turquía y Rusia, así como a vehículos militares turcos.[8]
La participación de Hezbolá en actividades ilícitas ha aumentado significativamente en las últimas dos décadas. Su participación en las redes de cocaína se ha expandido desde el proyecto Cassandra, una operación de una década de duración lanzada en 2007 con el objetivo de detener el tráfico de drogas del grupo hacia Estados Unidos y Europa.[9] Además de sus actividades delictivas en África Occidental,[10] Europa y[11] Latinoamérica, la organización también cuenta con sólidas redes de narcotráfico en Oriente Medio. Por ejemplo, participa en el tráfico de Captagon en los laboratorios a lo largo de la frontera entre Líbano y Siria.[12] Además, Turquía documentó casos de narcotráfico que demuestran los vínculos de Hezbolá con narcotraficantes turcos.[13]
En Estados Unidos , Hezbolá ha intentado atacar a las fuerzas armadas y policiales estadounidenses. Por ejemplo, en 2018, dos agentes de Hezbolá que planeaban atentados en Michigan y Nueva York fueron arrestados.[14] Además, los casos judiciales demuestran que Hezbolá estaba involucrado en el contrabando de cigarrillos en Estados Unidos. En uno de estos casos, una célula de Hezbolá traficó cigarrillos de Carolina del Norte a Michigan, con el objetivo de generar ingresos a partir de la diferencia en las tasas impositivas sobre los cigarrillos entre ambos estados.[15] En un caso judicial reciente, en abril de 2023, la fiscalía estadounidense acusó a un presunto financista de Hezbolá que intentó evadir las sanciones estadounidenses que se le impusieron. El sospechoso participó en más de 440 millones de dólares en transacciones financieras que violaban las sanciones, incluyendo la importación de bienes a Estados Unidos y la exportación principalmente de diamantes y obras de arte.[16]
Hezbolá en América Latina
La influencia del grupo en Latinoamérica se remonta a la más reciente ola de migración árabe a la región, que coincidió con la Guerra Civil Libanesa. Actualmente, se estima que 18 millones de latinoamericanos tienen ascendencia árabe. La mayor parte de esta población emigró inicialmente a principios del siglo XX, principalmente desde Siria y Líbano. Esta primera ola de migración árabe a Sudamérica se vio impulsada por la libertad de expresión imperante en la región en ese momento y la posibilidad que esta ofrecía a los intelectuales de publicar sus ideas sin censura. De hecho, un número importante de editoriales árabes se establecieron en Brasil, Argentina y otros países latinoamericanos durante estos años, y desempeñaron un papel clave en la difusión de ideas progresistas y la promoción de autores en el mundo árabe.[17]
Para la segunda mitad del siglo XX los factores que impulsaron la migración árabe a Latinoamérica cambiaron de naturaleza y comenzaron a responder a la violencia generada por la Guerra Civil Libanesa (1975-1990) y la consiguiente crisis económica que atravesó el país. En particular, el colapso del sistema educativo impulsó la migración de jóvenes y familias, ya que las familias libanesas tradicionalmente otorgaban gran importancia a la educación.[18] A medida que las familias intentaban reunirse en el extranjero, el creciente número de atentados terroristas en Beirut generó un escrutinio mundial sobre todos los libaneses y, en consecuencia, los trámites de visa y nacionalización se volvieron mucho más difíciles para los migrantes libaneses. Esto impulsó a quienes se habían reubicado temporalmente a buscar nuevas nacionalidades en sus países de acogida, ya sea mediante procesos estándar o mediante fraude. El acceso a la ciudadanía en países latinoamericanos a través de la corrupción es una práctica que continúa ocurriendo en la región, como lo demuestran los recientes escándalos en Colombia y Venezuela.[19] Fue durante este período que tanto Hezbolá como Irán explotaron esta migración de refugiados colocando numerosos agentes con doble ciudadanía y reclutando simpatizantes entre los inmigrantes árabes y musulmanes en el continente americano.
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Los primeros actos terroristas de Hezbolá en América Latina formaron parte de la internacionalización del conflicto árabe-israelí. El primero de ellos fue el atentado contra la embajada de Israel en Buenos Aires en marzo de 1992. El objetivo era vengar la muerte de su líder, Abbas al-Musawi, y su hijo de cinco años, Hussein, quienes murieron en un ataque aéreo israelí el 16 de febrero de 1992, fuera de las fronteras libanesas. Poco más de dos años después, en 1994, se produjo una gran explosión en el centro judío de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), que causó la muerte de 85 personas y heridas a otras 150. La justicia argentina determinó que el ataque fue planeado y financiado por el gobierno de la República Islámica de Irán y perpetrado por el Hezbolá libanés.[20]
Los años siguientes registraron la participación de Hezbolá en actividades terroristas en toda la región. Por ejemplo, en 2014, la policía peruana detuvo a un miembro de un grupo que planeaba un atentado terrorista en Lima. En otra investigación policial, la policía chilena desmanteló un complot terrorista de Hezbolá ese mismo año. En 2017, las fuerzas del orden bolivianas incautaron suficiente material precursor de explosivos para fabricar una bomba de dos toneladas y media en un almacén afiliado a Hezbolá. En 2021, la policía colombiana frustró un plan de Hezbolá para asesinar a un ciudadano israelí y a estadounidenses en venganza por el asesinato en enero del comandante de la Fuerza Quds de Irán, Qasem Soleimani.[21]
Además de sus acciones terroristas, las actividades criminales de Hezbolá en América Latina también se remontan a principios de la década de 1990 y se han concentrado principalmente en la Triple Frontera (TBA) entre Brasil, Argentina y Paraguay .[22] Las agencias de inteligencia oficiales señalan el contrabando, la falsificación de documentos, el lavado de dinero, el contrabando, la piratería de software y música, y el tráfico de armas y drogas, como otras fuentes de financiación en toda la región.[23] Paralelamente, se ha registrado que las actividades de Hezbolá también incluyen la recaudación de fondos y el proselitismo.
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Hezbolá y el tráfico de cocaína
A principios de la década de 2000, los vínculos de Hezbolá se habían extendido por la mayor parte de Latinoamérica y se había registrado su presencia en Paraguay, Venezuela, Ecuador, Perú, Bolivia, Argentina, Brasil y Chile.[24] En ese momento, ante el continuo aumento de la demanda mundial de drogas ilegales, la organización comenzó a considerar el tráfico de cocaína como medio para financiar sus actividades. El primer indicio claro de los vínculos directos de Hezbolá con el narcotráfico se remonta a principios de la década de 2000, cuando las autoridades descubrieron una red internacional de contrabando de cocaína y lavado de dinero, liderada por un financista de Hezbolá llamado Chekry Harb.[25]
Las operaciones de Harb vincularon inicialmente a la Oficina de Envigado de Colombia , grupos paramilitares de derecha y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia ( FARC ), con una red corrupta en el puerto de Aqaba en Jordania y una organización de contrabando que la llevaba por tierra a Siria.[26] Sin embargo, dada la naturaleza fluctuante del mercado internacional de drogas y la consiguiente dinámica cambiante en la etapa de producción, los vínculos de Hezbolá con el tráfico de drogas ilegales desde Colombia mutarían constantemente a lo largo de los años.
Cocaína colombiana incautada por la DEA.
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A principios de la década de 2000, cuando se identificaron las actividades de Harb, el mercado de producción de cocaína en Colombia estaba altamente concentrado en un puñado de organizaciones grandes, bien establecidas y jerárquicas. Sin embargo, como consecuencia de la aplicación de la ley durante las últimas dos décadas, el negocio de fabricación y distribución de cocaína se ha dispersado en una multitud de grupos más pequeños y relativamente independientes que operan horizontalmente, la mayoría de ellos escindidos de los cárteles históricos, e incentivados por la persistencia de la demanda global.
Así, por ejemplo, el Cártel de Medellín surgió de la Oficina de Envigado tras la muerte de Pablo Escobar y posteriormente se dividió en una serie de grupos paramilitares, que a su vez, tras su desmovilización en 2005, se dividieron en una docena de grupos más. Hoy en día, uno de estos grupos, las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC), también conocidas como el Clan del Golfo, es uno de los actores clave en el mercado actual de distribución de cocaína.
En el mismo sentido, la desmovilización de las FARC en 2016 generó una serie de grupos disidentes que pasaron a controlar porciones más pequeñas de las diferentes etapas del negocio de la cocaína en sus zonas de influencia. Se han identificado al menos una docena de estos grupos, conocidos como disidencias de las FARC o Bacrim ( Bandas Criminales ), y aunque actúan de forma independiente, dos facciones principales han surgido en el país mediante alianzas entre ellas: el llamado «Estado Mayor Central», liderado por alias Iván Mordisco, y la facción «Segunda Marquetalia», liderada por alias Iván Márquez.
Paralelamente, el Ejército de Liberación Nacional (ELN), un grupo guerrillero de larga trayectoria, incluido en la Lista de Terroristas del Departamento de Estado, se convirtió en un actor clave en el tráfico de cocaína tras la desmovilización de las FARC y los grupos paramilitares. Actualmente, el ELN controla la gran mayoría de las economías ilegales que existen a lo largo de la frontera que Colombia comparte con Venezuela.
Para hacer frente a este nuevo escenario, Hezbolá ha logrado establecer dos rutas principales para participar en el tráfico internacional de cocaína: una a través de Venezuela, que se hizo disponible después de que Mahmud Ahmadinejad y Hugo Chávez fortalecieran los lazos bilaterales a principios de la década de 2000,[27] y otra a través de la zona de la triple frontera, basada en sus vínculos de larga data con las redes criminales allí.[28] Estas dos rutas vinculan la producción sudamericana con los consumidores europeos que pasan por Siria y Líbano, al tiempo que financian las actividades terroristas de Hezbolá.
Los vínculos de Hezbolá con Venezuela surgieron como consecuencia del acercamiento entre Irán y la nación sudamericana a principios de la década de 2000, y se vieron facilitados en parte por la corrupción generalizada en el sistema migratorio venezolano. En 2012 se identificó una red internacional dedicada a la venta de visas y pasaportes venezolanos desde diferentes embajadas de todo el mundo a ciudadanos de Siria, Líbano, Jordania, Irán e Irak.[29] Estas investigaciones apuntaron a que miembros de Hezbolá adquirían dichos documentos.
La ciudadanía venezolana también fue otorgada con la aprobación de las más altas esferas del gobierno, y en algunos casos benefició directamente a Hezbolá. Este es el caso del conocido como el Clan Nassereddine: un grupo de familiares con doble ciudadanía libanesa y venezolana, que se vinculó estrechamente con la Revolución Bolivariana y participó en numerosas actividades delictivas en apoyo de Hezbolá. Ghazi Atef, el mayor de los hermanos Nassereddine, nació en el Líbano en 1962 y se nacionalizó venezolano en el año 2000. Rápidamente se convirtió en el segundo diplomático de mayor rango de Venezuela en Siria y posteriormente fue nombrado Director de Asuntos Políticos de la Embajada de Venezuela en el Líbano, cargos que utilizó para expandir la influencia de Hezbolá por toda Latinoamérica. Abdallah y Oday, los hermanos menores de Ghazi, eran acusados de dirigir una red de lavado de dinero y un centro de entrenamiento de Hezbolá desde la Isla Margarita.[30]
El gobierno colombiano sostiene que los Nassareddines también estaban involucrados en el tráfico de cocaína y armas, beneficiando tanto a las FARC como a Hezbolá. Informes recientes indican que Ghazif coordinó la logística para el ingreso de un avión de carga libanés lleno de armas a Venezuela, con el fin de intercambiarlas por cocaína proporcionada por las FARC.[31] Esta información fue corroborada durante una acusación formal del Departamento de Justicia contra Adel El Zebayar (ciudadano sirio-venezolano que se desempeñó como congresista venezolano entre 2000 y 2015), en la que se señaló que la participación de Ghazif en esta operación había comenzado en 2009.[32]
Basándose en las redes históricas de contrabando a lo largo de la frontera colombo-venezolana, Hezbolá también ha establecido una red de células operativas para participar en el tráfico ilícito. Uno de los epicentros de este comercio ilegal es la ciudad de Maicao, donde Ali Mohamad Saleh, excombatiente de Hezbolá con vínculos con la Oficina de Envigado, dirigió una operación persistente de tráfico de drogas, armas, contrabando, contrabando de grandes cantidades de dinero y lavado de dinero, cuyas ganancias financiaron a Hezbolá. Ayman Saied Joumaa, un capo de la droga colombo-libanés, también originario de Maicao,[33] dirigió una organización narcotraficante que vinculaba a la Oficina de Envigado en Colombia[34] y a Los Zetas en México[35] con Hezbolá en el Líbano.
Una segunda ruta de cocaína que conecta a Hezbolá con Latinoamérica atraviesa la Triple Frontera Sur (TBA), donde la organización mantiene vínculos tradicionales con las economías criminales existentes. Las condiciones geográficas de esta región han facilitado el comercio ilegal de cocaína durante décadas: al norte, las regiones que suministran la cocaína de mayor pureza; al sur y al este, los puertos que la transportan a los mercados de consumo más rentables. Al igual que en el caso de Maicao, Colombia, familias libanesas mantienen vínculos históricos con el tráfico ilegal transfronterizo en la TBA. Estos vínculos se han convertido en un activo para los objetivos de Hezbolá en el narcotráfico y el lavado de dinero en la región.[36]
Las incautaciones de cocaína en los últimos años indican un aumento en el número de cargamentos de cocaína negra provenientes de los países del TBA. La cocaína negra es el resultado de un proceso químico mediante el cual la sustancia ilegal se convierte en briquetas de carbón vegetal para mezclarla con cargamento legítimo, lo que la convierte en un método muy eficaz para ocultarla y transportarla a través del sistema de comercio internacional. El aumento de las exportaciones de carbón vegetal desde los países del TBA durante los últimos cinco años coincide con la participación de Hezbolá en el envío de cocaína negra, como se muestra en la Figura 1.[37]
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El negocio de exportación de cocaína negra de Hezbolá a través de la TBA aumentó significativamente después de que Hassan Mohsen Mansour, un comerciante de carbón libanés-canadiense con vínculos con Hezbolá que operaba desde Colombia, fuera capturado por las autoridades francesas en 2016 por cargos de tráfico de cocaína negra y lavado de dinero.[38] Esto resultó en la pérdida de contactos corruptos a lo largo de la ruta de tráfico de Hezbolá y la correspondiente necesidad de establecer otra ruta.
Poco después del arresto de Mohsen Mansour, se identificaron por primera vez operaciones de producción de cocaína negra en la Zona de Barreras de Frontera (ZBFT). En 2016, Ali Issa Chamas, narcotraficante libanés, fue arrestado por las autoridades en Ciudad del Este, Paraguay, por estar involucrado en un cargamento de cocaína negra. Chamas reveló posteriormente ante el tribunal que el jefe de la operación residía en Colombia.[39] Tiempo después, en 2018, una estructura criminal compuesta por tres colombianos fue desmantelada mientras se preparaba para enviar un cargamento de estas briquetas a Latakia, un puerto sirio bajo el control nominal del régimen de Asad y utilizado frecuentemente por Hezbolá.[40] Durante los años siguientes, las incautaciones de cocaína negra en la ZBFT han aumentado constantemente, tanto en número como en volumen.[41]
En conclusión, el aumento de la producción de cocaína en Colombia, Perú y Bolivia, junto con el aumento de las exportaciones de carbón vegetal desde Paraguay, Argentina y Brasil, las fronteras tradicionalmente porosas y la débil aplicación de la ley en la Triple Frontera (TBA), sugieren que esta región se ha convertido en un centro de operaciones de cocaína negra, así como en una nueva e importante fuente de financiación para Hezbolá. Las sorprendentes incautaciones de cocaína negra realizadas recientemente en puertos paraguayos respaldan definitivamente esta afirmación.
[2] Muchos consideran que Hezbolá está totalmente controlado por el régimen iraní. Otros cuestionan esta afirmación, preguntándose si tiene objetivos más allá de los de su patrocinador. Levitt (ibid.), por ejemplo, postuló que la tendencia de Hezbolá hacia la delincuencia se debe en parte a que Irán ha reducido su apoyo, lo que genera la necesidad de fuentes de ingresos más diversas.
[12] Baria Alamuddin, “El papel de Hezbolá en el tráfico mundial de drogas: la conexión con África Occidental”. Arab News. 9 de octubre de 2021, https://www.arabnews.com/node/1944626 .
[ 1 4] “Estados patrocinadores del terrorismo: Un análisis de la red global de terrorismo de Irán”. Washington: DC, 115.º Congreso (2017-2018), Comité de Seguridad Nacional de la Cámara de Representantes, Subcomité de Seguridad Nacional de la Cámara de Representantes sobre Contraterrorismo e Inteligencia . 17 de octubre de 2018, https://www.congress.gov/event/115th-congress/house-event/108155/text .
[22] En realidad, existen dos «Áreas de la Triple Frontera (ATF)» en Latinoamérica. La primera, la zona fronteriza en la confluencia de Argentina, Brasil y Paraguay, y la segunda en las fronteras de Chile, Bolivia y Perú. Véase Alma Keshavarz, «Irán y Hezbolá en las Áreas de la Triple Frontera de Latinoamérica: Una Mirada a la «Antigua ATF» y la «Nueva ATF». Small Wars Journal , 12 de noviembre de 2015, https://smallwarsjournal.com/jrnl/art/iran-and-hezbollah-in-the-tri-border-areas-of-latin-america-a-look-at-the-«old-tba»-and-the ; y Robert J. Bunker y John P. Sullivan, «Evolución de los Cárteles: Potenciales y Consecuencias». Crimen Organizado Transnacional . Vol. 4, núm. 2. Verano de 1998: págs. 54-74, https://www.academia.edu/3173100/Cartel_Evolution_Potentials_and_Consequences para un análisis preliminar de la TBA del Sur.
[23] Rex Hudson, “Grupos terroristas y del crimen organizado en la Triple Frontera de Sudamérica”. Washington, D.C.: División de Investigación Federal, Biblioteca del Congreso . Julio de 2003, https://irp.fas.org/cia/product/frd0703.pdf .
[24] Roger F. Noriega y José R. Cárdenas, “La creciente amenaza de Hezbollah en América Latina”. American Enterprise Institute . 2011, http://www.jstor.com/stable/resrep03113 . Véase también, Dardo Lopez-Dolz, “Iran and Hezbollah in The Western Hemisphere”. Washington: DC, 114 h Congress (2015–2017), Declaración ante el Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, Subcomité para el Hemisferio Occidental y Subcomité para Oriente Medio y África del Norte. 18 de marzo de 2011, https://docs.house.gov/meetings/FA/FA07/20150318/103177/HHRG-114-FA07-Wstate-Lpez-DolzD-20150318.pdf .
[33] Jeferson Guarin P., “FARC-Hezbolá: El éxito de los grupos intermediarios entre Venezuela e Irán y su convergencia en las Américas”. Security and Defence Quarterly . Vol. 31, n.º 4. pp. 117-134, https://doi.org/10.35467/sdq/130934 .
[39] Emanuele Ottolenghi, “La lavandería: Las redes de lavado de dinero y narcotráfico de Hezbolá en América Latina ” . Estudios de Seguridad y Política de Medio Oriente n.° 194. Ramat Gan. Israel: Universidad Bar-Ilan, Centro Begin-Sadat de Estudios Estratégicos. Julio de 2021, https://besacenter.org/wp-content/uploads/2021/07/194web.pdf .
─El Dr. Mahmut Cengizes profesor asociado y miembro del cuerpo docente del Centro contra el Terrorismo, el Crimen Transnacional y la Corrupción (TraCCC) y de la Escuela Schar de Política y Gobierno de la Universidad George Mason (GMU). Cuenta con una amplia experiencia internacional de campo, habiendo brindado asistencia en materia de desarrollo de capacidades y capacitación a socios gubernamentales y no gubernamentales en Oriente Medio, Asia y Europa. El Dr. Cengiz es autor de siete libros y numerosos artículos académicos y capítulos de libros que abordan críticamente cuestiones relacionadas con el terrorismo, el crimen transnacional, la financiación del terrorismo y la trata de personas. Su libro de 2024, Murder by Mail ( Asesinato por correo ), en coautoría con Mitchel P. Roth, ofrece un análisis histórico del correo armado, rastreando su desarrollo a lo largo de dos siglos. Colabora regularmente con Small Wars Journal y <iHomeland Security Today . Desde 2018, el Dr. Cengiz ha sido una figura clave en el establecimiento y desarrollo continuo del Centro Global de Tendencias y Análisis del Terrorismo (GTTAC). Además de sus contribuciones a la investigación y a las políticas públicas, el Dr. Cengiz imparte cursos de posgrado sobre terrorismo, política de seguridad estadounidense y narcoterrorismo en la Universidad George Mason. Es miembro de Small Wars Journal–El Centro .
Un informe exclusivo de The Washington Post revela que cientos de mercenarios del autodenominado Ejército Popular Saharaui, brazo armado de los separatistas del Frente Polisario, entrenados por Irán, fueron capturados por el gobierno provisional sirio, después de haber combatido en las filas del exdictador Bashar al-Assad, durante la cruenta guerra civil de Siria.
Soldados sahrawis marchan en un desfile en Tifariti en territorios ocupados del Sahara Occidental.
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La caída del régimen sirio de Bashar al-Assad ha desvelado una de las redes más opacas de la geopolítica regional: la colaboración entre la República Islámica de Irán y el Frente Polisario, grupo separatista saharaui con base en los campamentos de Tinduf (Argelia). Fuentes diplomáticas y de inteligencia revelan que este vínculo va más allá del apoyo político y diplomático, incluyendo entrenamiento militar, tráfico de armas y lazos con redes yihadistas en el Sahel.
Según un informe publicado por The Washington Post, las nuevas autoridades sirias han detenido a centenares de combatientes del Polisario en Alepo y otras regiones del país. Estos milicianos, afirman fuentes occidentales, fueron enviados a Siria por Irán y Argelia, con pasaportes argelinos, y recibieron instrucción en técnicas de combate urbano y uso de drones, en colaboración con asesores militares iraníes.
La información ha sido confirmada por el Frente de Salvación Nacional de Siria, cuyos portavoces señalan que al menos 200 militantes del Polisario fueron desplegados en zonas sensibles como Daraa y Sweida, en bases militares controladas por Teherán. En paralelo, documentos obtenidos en antiguos centros de inteligencia sirios revelan la existencia de entrenamientos conjuntos entre el Polisario y la Guardia Revolucionaria iraní, una fuerza clave en la estrategia militar exterior de Irán.
Respecto a Siria, las relaciones entre la dinastía Al-Assad y el Polisario se remontan a 1978. Desde entonces, Damasco ha brindado apoyo diplomático y logístico a la milicia saharaui. Siria, bajo la dictadura de Bashard al-Assad, era además uno de las pocos estados en el mundo que reconocía a la inexistente República Árabe Saharaui Democrática (RASD).
Los vínculos con Teherán
Marruecos ya había roto relaciones con Irán en 2018, tras denunciar que la milicia libanesa Hezbollah, aliada de Teherán, estaba entrenando a combatientes saharauis en los campamentos de Tinduf. El ministro de Exteriores, Nasser Burita, aseguró contar con “pruebas concluyentes” de que diplomáticos iraníes en Argel actuaban como intermediarios entre Hezbollah y el Polisario, facilitando envíos de armas —incluidos misiles SAM-9 y Strela-3— y cursos de táctica de guerra.
La conexión entre el régimen iraní y la causa saharaui no es nueva, pero sí ha adquirido una dimensión más peligrosa en el contexto actual de tensiones en el norte de África. El rearme del Polisario, sus ataques esporádicos contra posiciones marroquíes en el Sáhara y su papel en zonas de conflicto internacional, han desdibujado las fronteras entre insurgencia local y terrorismo internacional.
Del separatismo al yihadismo
El Frente Polisario asesino a 289 ciudadanos españoles durante las décadas de los años 70 y 80. Los pescadores españoles que faenaban en la zona de El Aaiún o los trabajadores que picaban piedras en las minas de fosfato de Fosbucraá fueron aniquilados en masa. Barcos con toda la tripulación pasada a machete, secuestros, torturas físicas y psicológicas o fusilamientos con ráfagas de ametralladora eran algunas de las desastrosas “postales” que dejaron los terroristas separatistas que nunca fueron debidamente investigadas ni sancionadas, según afirma la Asociación Canaria de Víctimas del Terrorismo (ACAVITE).
Su autodenominado Ejército Popular Saharaui no duda en reclutar y entrenar niños soldados entre la población de los campamentos de Tinduf, tal como pudo comprobar con sus propios ojos, el enviado personal del secretario general de Naciones Unidas, señor Staffan de Mistura.
Uno de los casos más paradigmáticos, registrados recientemente, es el de Adnan Abu Walid al-Sahraoui, antiguo miembro del Polisario y fundador del grupo Estado Islámico en el Gran Sáhara. Desde 2015, al-Sahraoui lideró ataques en Mali, Burkina Faso y Níger, incluidos atentados contra tropas francesas, nigerinas y estadounidenses. Estados Unidos ofrecía cinco millones de dólares por su captura antes de su muerte en 2021.
Fuentes marroquíes y europeas han advertido que los campamentos de Tinduf se han convertido en un “caldo de cultivo” para la radicalización. El propio Mohamed Lamin Buhali, exministro de Defensa de la autoproclamada República Árabe Saharaui Democrática (RASD), admitió en una entrevista al diario ABC la presencia de al menos 25 saharauis en las filas de Al Qaeda y otros grupos salafistas en el Sahel.
Un informe del Instituto Flamenco para la Paz, una prestigiosa institución financiada por la Unión Europea, vincula además al Polisario con el tráfico de armas procedentes del colapso del régimen de Muhammad Gadafi en Libia. Fusiles, lanzacohetes y otros pertrechos fueron redistribuidos por miembros del grupo saharaui, algunos de los cuales combatieron como mercenarios en la guerra civil libia.
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El Congreso de EE UU considera designar al Polisario como grupo terrorista
La escalada de denuncias ha llevado a sectores del Congreso estadounidense a considerar la clasificación oficial del Frente Polisario como organización terrorista extranjera. Joe Wilson, congresista republicano y miembro del Comité de Relaciones Exteriores, ha promovido un proyecto de ley que respalda exclusivamente el plan de autonomía marroquí y denuncia la “conexión directa” del Polisario con Irán y grupos radicales.
“El verdadero camino hacia la paz en la región pasa por una autonomía real bajo soberanía marroquí”, declaró Wilson tras reunirse con el ministro marroquí Nasser Bourita. Según el congresista, el Polisario “amenaza la seguridad del norte de África y de aliados estratégicos como España y Francia”.
España y Europa en alerta
El Ministerio de Defensa español ha advertido en varias ocasiones sobre el riesgo de atentados y secuestros en la región de Tinduf y otras zonas del Sahel. En 2011, tres cooperantes europeos —la madrileña Ainhoa Fernández Rincón, el mallorquín Eric Gonyalons y la italiana Rossella Urru— fueron secuestrados en Rabuni, sede administrativa del Polisario en Argelia, por elementos del grupo en colaboración con Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI). Fueron liberados tras el pago de un rescate que no fue oficialmente cuantificado.
Un informe de la Oficina Europea de Lucha contra el Fraude (OLAF) ya había advertido en 2008 sobre el desvío sistemático de ayuda humanitaria en Tinduf, en colaboración entre altos cargos del Polisario y autoridades argelinas, lo que refleja la economía paralela en que se sustenta parte de la estructura saharaui.
Mauritania sufre la presión separatista
Mauritania, vecina de la zona en conflicto, ha recibido también presiones directas por parte del Polisario. El 23 de noviembre de 2023 se presentó en Nuakchot, una delegación del Frente Polisario encabezada por Mohamed Salem Ould Salek entregó al presidente Mohamed Ould Cheikh El Ghazouani una carta del secretario general del Polisario, Brahim Ghali, en la que advertía que la estabilidad regional dependía del “respeto a las fronteras”. Fuentes diplomáticas interpretan esta misiva como una amenaza velada en caso de que Nuakchot refuerce sus lazos con Rabat.
El Sahara Occidental con 266.000 kilómetros cuadrados, es relativamente grande, pero en su inhóspita tierra solo vive algo más de medio millón de personas. Sin embargo, cuenta con grandes reservas de fosfato y uno de los bancos pesqueros más ricos del mundo.
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¿Hacia una redefinición internacional del Polisario?
El Frente Polisario ha evolucionado, según múltiples informes, desde un movimiento de liberación nacional hacia un grupo terrorista internacional con ramificaciones en el crimen organizado, el yihadismo y las alianzas geopolíticas más controvertidas del mundo árabe. Sus vínculos con Irán, Hezbollah y grupos salafistas en el Sahel ponen en cuestión su legitimidad como representante de la minoría saharaui retenida en Tinduf.
La comunidad internacional, especialmente la Unión Europea y Naciones Unidas, enfrenta ahora el desafío de revisar su postura ante un grupo terrorista que, bajo el amparo de una falsa causa identitaria, participa activamente en redes de desestabilización regional. En este escenario, ignorar la evidencia ya no es una opción.
Por Alejandro Cassaglia. Analista internacional, experto en Terrorismo.
Desde el ataque del 7 de octubre de 2023, Hamás ha desplegado una brutalidad sin precedentes, utilizando el terror no solo como un arma de guerra, sino como un mensaje simbólico para el mundo. Mientras muchos gobiernos y organismos internacionales evitan una condena clara, la realidad de estos crímenes sigue revelando el verdadero rostro del terrorismo
Las armas del terrorismo. El miedo se amplifica través de la pantalla.
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Desde el 7 de octubre de 2023, no dejamos de asombrarnos de la barbarie que ha cometido, y sigue cometiendo el grupo terrorista Hamás, a través de su brazo armado, las llamadas Brigadas Al Qasam, en los días posteriores al ataque en territorio de Estado de Israel, como durante el actual proceso de alto el fuego, y la consecuente entrega de rehenes vivos, como así también cadáveres en los últimos días.
Muchos Estados, como también los organismos internacionales, con las Naciones Unidas a la cabeza, y otras Organizaciones No Gubernamentales, no se expresan al respecto, y hacen de cuenta que nada ha ocurrido, mirando a un costado, y apoyando de manera tácita, y a veces expresa otros, a Hamas detrás de la denominación palestinos, como si todos los palestinos fueran miembros de Hamas.
Pero me quiero detener en detalles que no suelen visibilizarse de manera clara, y es en la simbología del terror que emplean estos criminales contra los civiles, con la consecuente afectación de la psiquis, no solo de las víctimas directas, sino de las víctimas indirectas que somos todos los que observamos sus acciones.
El primer análisis nos lleva a ese ataque que todos vimos aterrados, en territorio israelí. Demostrar toda su capacidad de daño y mostrándolo al mundo a través de los propios teléfonos celulares de sus víctimas. Esa imagen intenta mostrar al mundo que ni todo el poderío militar, en este caso de Israel, “no te puede defender ante nosotros, te vamos a exterminar de la forma más cruel, y ante los ojos de tu familia, tus hijos, tus vecinos”.
Luego de ocurrida la invasión y masacre, intentaron manipular a todos los musulmanes del mundo al afirmar que “no se trataba de un conflicto por tierras, sino que era un conflicto religioso”, afortunadamente ese germen no prosperó y los países islámicos no se expresaron a su favor.
Ahora analicemos toda la operación de intercambio de rehenes, personas inocentes a las cuales se le violaron todos los derechos humanos, por terroristas palestinos encarcelados y condenados por atentados y operaciones contra los ciudadanos israelíes. En la mayoría de los casos, tipos condenados a varias cadenas perpetuas. Algunos de a decenas. Y detrás de esto se esconde una simbología macabra, que es que los rehenes además de ser víctimas de su salvajismo, son considerados “cosas” por ellos, moneda de cambio para liberar a sus adeptos. Es decir, quiero mostrar al mundo que “si no te mato, no te decapito, no te martirizo, es porque sos una cosa que me permite intercambiarte por un compañero de andadas”. Dejando en claro, que todos los terroristas intercambiados y libertados, no se insertarán en la sociedad como buenos ciudadanos, sino que volverán a las filas del Hamás para seguir haciendo su falsa yihad.
Hamás libera a un rehen israelí.
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Otro capítulo aparte es el estado de salud de los rehenes. Si analizamos las fotos de los secuestrados antes y después de su cautiverio, podemos ver el desmejoramiento evidentemente en su salud. Y eso también tiene un viso de simbolismo. Es igual a cuando el Estado Islámico en sus ejecuciones por decapitación, mostraba a la víctima con su traje naranja con vestigios de suciedad, vómitos, defecaciones y otras yerbas, para evidenciar el sufrimiento de estos durante su cautividad, como señal de que, si vas en contra de ellos, “sufrirás hasta tu muerte”. Además de obligárselos a portar carteles con frases amenazantes en idioma árabe, y someterlos a las demostraciones de odio de la multitud y el maltrato de sus captores antes las cámaras.
Finalmente, en estos últimos días, hemos visto demostraciones tremendas. La primera es la entrega de los cadáveres de los niños de la familia Bibas. Creo yo, el máximo de salvajismo que hemos visto, algo que ni el ISIS había realizado pese a su crueldad. Ni habar cuando pudimos acceder al resultado de las necropsias de los menores, que su propio padre dejó que se divulgaran para que el mundo pudiera tener dimensión de la atrocidad de Hamás, que no pienso reproducir en esta nota por respeto al descanso eterno de los niños. Y el otro detalle brutal fue la entrega de otro cadáver de una mujer, en lugar de los restos de la mamá de los pequeños. Eso no fue casual, ni un error de los terroristas. Todo fue calculado y con la intención de socavar en la psiquis de las víctimas, que repito no son solos los cautivos y asesinados, sino todos los que nos somos “ellos”. Prolongando el sufrimiento unas horas más. Todo parte de sus planes canallescos.
Incluso llegaron a imitar a la manipulación psicológica de sus víctimas, al igual que hacía el ISIS, cuando sometía a los que iban a ser decapitados, a repetidos ensayos, con la intención de que no se resistieran a la real ejecución, para mostrar al mundo que nadie puede resistirse al brazo de su “justicia” de terror. Bueno, Hamás copió ese modelo cuando llevaron a dos rehenes y los obligaron a “pasear” en auto por las inmediaciones del lugar de liberación, con una especie de sometimiento psicológico de estas dos personas, para que asistan a una especie de circo romano que ellos montaban con mujeres y niños gritando y exaltados como si se tratara de un triunfo deportivo. Hasta se vio a una mujer en un éxtasis de placer con el hecho de que los niños Bibas habían ingresado vivos a la Franja de Gaza y ahora se los llevaban muertos. Imaginemos, una mujer, que seguramente será madre, pero tiene el cerebro tan lavado y lleno de odio, que festejaba esta situación.
El último punto de análisis y en el cual hicieron gala de sus expresiones de simbología en su propaganda yihadista, fue la entrega de los últimos rehenes. Donde a uno de ellos, preparado previamente, lo mostraron sonriente como si hubiera estado feliz de estar prisionero durante tanto tiempo. Además, le hicieron besar la vincha verde de Hamás, dando a entender que ellos deben ser adorados, amados y respetados, y por último besarle la cabeza a otro de sus captores, en señal de demostración de amor a sus ideales de terror. Nada fue casual. Todo fue ensayado previamente, y obligando a las víctimas a semejante treatralización de sadismo.
Por todo esto, me cuesta entender a quienes no condenan estas atrocidades e incluso respaldan a Hamás.
Terrorismo: Forma violenta de lucha política, mediante la cual se persigue la destrucción del orden establecido o la creación de un clima de terror e inseguridad susceptible de intimidar a los adversarios o a la población en general.
Terroristas en la Red: el modelo de comunicación digital que hace temblar las democracias
Por Javier Lesaca.
Una innovación tecnológica revolucionó la gobernanza mundial a partir del siglo XV. La invención de la imprenta permitió reproducir, difundir y compartir ideas y conocimientos a gran escala. La razón, la ciencia y la perspectiva, que caracterizan la época de la modernidad, comenzaron a abrirse paso de manera global y forjaron movimientos culturales y políticos que transformaron la política y las estructuras de gobierno durante siglos.
Las revoluciones liberales de finales del siglo XVIII –Revolución Francesa e Independencia de Estados Unidos– no pueden entenderse sin la producción y difusión de ideas políticas que permitió la imprenta. Pero, sobre todo, esta innovación tecnológica facilitó la consolidación de un modelo de gobierno que ha permanecido exitoso hasta el siglo XXI: la democracia liberal.
Seis siglos después de la gran revolución tecnológica, social y política que provocó la imprenta, el mundo debate sobre las consecuencias que está generando en la gobernanza la última gran innovación tecnológica: internet y las redes sociales.
Existe la hipótesis generalizada de que un buen uso del potencial de estas nuevas herramientas de comunicación puede contribuir a perfeccionar y consolidar el modelo de democracia liberal. Sin embargo, también se está generalizando el temor de que una mala utilización de estas innovaciones puede acabar erosionando de manera irreversible tanto al modelo liberal de democracia como a la misma figura del estado-nación. Las consecuencias de este último escenario son tan inquietantes como impredecibles.
De momento existe la evidencia de que la irrupción de internet y las redes sociales ha alterado de manera considerable el escenario en el que se conformaba la opinión pública y el debate público, un elemento que según pensadores como Jürgen Habermas es la “piedra angular” de una democracia liberal.
Hasta finales del siglo XX, la opinión pública se formaba mediante la interacción de tres actores perfectamente identificados: instituciones públicas, medios de comunicación y ciudadanos. Igualmente, existía un consenso al afirmar que en el proceso de creación de mensajes hegemónicos entre la opinión pública existía una relación vertical, en la que las instituciones públicas tenían más facilidades para enfocar el debate público y los medios ejercían de mediadores entre los mensajes de la administración y los ciudadanos.
El monopolio del mensaje
La irrupción de internet y de las redes sociales, así como la democratización en el acceso a la tecnología de grabación, edición y difusión de material audiovisual, han provocado que en el siglo XXI estos modelos de configuración de la opinión pública y, por ende, de la propia cohesión de las democracias liberales quedaran obsoletos.
En primer lugar, las instituciones públicas han perdido el monopolio que venían ostentando en la creación de mensajes hegemónicos y, en segundo lugar, los medios ya no juegan el papel de mediadores, puesto que nuevos agentes políticos pueden comunicarse y dialogar de manera directa con los ciudadanos sin la necesidad de tener que pasar por un mediador.
Este nuevo panorama se ha convertido en una gran oportunidad para que grupos violentos y extremistas emprendan de manera sistemática guerras de comunicación para erosionar de manera deliberada la cohesión social de democracias liberales consolidadas.
Al Qaeda y su estrategia de comunicación
Lo cierto es que, casi diez años antes (2005), el actual líder de Al Qaeda, Ayman Al Zawahiri, ya expresó de manera muy clara las expectativas que el nuevo panorama comunicativo estaba generando entre los grupos terroristas: “y yo os digo: estamos en una batalla, y más de la mitad de esta batalla está teniendo lugar en el terreno de los medios de comunicación. Y esa batalla en los medios es una batalla por ganar las mentes y los corazones de los miembros de la Umma”.
Al Qaeda, desde comienzos del siglo XXI puso en marcha una ambiciosa campaña de comunicación digital destinada a elaborar productos de comunicación audiovisual de calidad y personalizados para distintas audiencias que se distribuían de manera directa a sus públicos potenciales a través de páginas web.
Uno de los mejores ejemplos de esta estrategia fue la revista Inspire, lanzada en junio de 2010 con el objetivo de socializar el mensaje de Al Qaeda entre audiencias jóvenes de Estados Unidos, Inglaterra y otros países angloparlantes. El encargado de elaborar y diseñar esta revista fue precisamente un ciudadano estadounidense, con doble nacionalidad yemení, nacido en California el 22 de abril de 1971, Anwar Al Awlaki.
La estrategia de comunicación de Al Qaeda a comienzos del siglo XX permitió a este grupo terrorista comunicar sus mensajes de manera directa a sus audiencias, sin tener que depender del papel mediador de los medios de comunicación. Esto permitía al grupo terrorista no solo marcar la agenda mediática y política, sino también controlar el enfoque con el que sus mensajes impactaban finalmente entre las audiencias. Así, el uso de la tecnología facilitó que un grupo subnacional violento y extremista pudiera competir de manera directa con los estados a la hora de forjar sentimientos de pertenencia y alianzas identitarias que movilizaran a sus públicos objetivos y pudieran generar cambios de comportamiento político.
Sin embargo, la estrategia comunicativa de Al Qaeda planteaba dos importantes limitaciones. El principal obstáculo consistía en que la comunicación de este grupo terrorista era unidireccional. Es decir, los responsables de comunicación de Al Qaeda publicaban su material en internet en sus medios de comunicación propios, pero quedaban a la espera de que, de manera proactiva, los usuarios accedieran a estos contenidos.
Este flujo unidireccional suponía que, en la práctica, solo accedieran a los contenidos elaborados por los terroristas públicos ya familiarizados y previamente influenciados por la dialéctica yihadista. Resultaba muy complicado para los terroristas impactar en nuevas audiencias.
La segunda limitación estaba condicionada por la escasa variedad temática de las narrativas de Al Qaeda, que pivotaban exclusivamente en torno a dos áreas: la justificación de la violencia en base a la interpretación yihadista del Islam; y el victimismo ante una supuesta guerra perpetúa de Occidente contra los musulmanes que, según la dialéctica islamista, se inició con las cruzadas y que se extendería hasta pleno siglo XXI. Esta escasez temática apenas generaba resonancia e interés en audiencias ajenas a este pensamiento, lo que limitaba la expansión ideológica y el reclutamiento en nuevos grupos sociales.
Redes al servicio del terror
La irrupción de Estado Islámico en el año 2014 permitió superar estos retos. Los terroristas de Dáesh lograron afianzar un innovador uso de internet y de las nuevas tecnologías de la comunicación que se ha demostrado de gran eficacia para los intereses de grupos violentos y extremistas y una terrible amenaza en el largo plazo para instituciones públicas y democracias liberales.
El objetivo final de la estrategia de comunicación del Califato digital es el de quebrar la relación de confianza entre los ciudadanos y sus instituciones públicas mediante la construcción y difusión de una narrativa de construcción nacional alternativa en torno a un proyecto político totalitario y extremista.
Un plan en cuatro pasos
Esta propuesta comunicativa está diseñada e implementada en un proceso de cuatro pasos. Son los siguientes:
Detección de las vulnerabilidades sociales y política un estado. Dáesh entendió y analizó correctamente la marginalización social, económica y política en la que se encontraban los ciudadanos suníes de Irak y de Siria en los últimos diez años. Igualmente entendió la crisis de confianza en las instituciones públicas que se estaba produciendo entre las nuevas generaciones de muchos países occidentales.
Crear una narrativa de construcción nacional. Las narrativas del autoproclamado Estado Islámico, a diferencia de Al Qaeda o de otros grupos yihadistas previos, no se centraron exclusivamente en temáticas propias del islamismo, sino que se centraron en explotar las vulnerabilidades sociales, económicas y políticas detectadas entre sus audiencias potenciales y en ofrecer una alternativa política que canalizara y movilizara a decenas de miles de ciudadanos frustrados con sus administraciones públicas.
El análisis de los 1.500 vídeos publicados por el Estado Islámico desde enero de 2014 hasta diciembre de 2018 demuestra que más de la mitad de la narrativa está destinada a construir un nuevo contrato social positivo con sus públicos potenciales. El 22 por ciento de los vídeos explican su capacidad de gobernar y de gestionar servicios públicos y el 31 por ciento son entrevistas con milicianos o ciudadanos suníes que expresan las supuestas bondades de vivir en el Califato.
Creación de una red de medios propios. El Estado Islámico creó desde el año 2014 una red de empresas multimedia que trabajaban de forma coordinada y permitían difundir de manera directa y segmentada sus mensajes a diferentes audiencias. Esta red consistía en una agencia de noticias, una agencia de infografías, una revista en árabe, cuatro revistas en inglés, ruso, francés y turco, una emisora de radio, tres productoras audiovisuales generalistas y treinta cuatro productoras audiovisuales locales.
Automatización de las redes sociales. El último paso de la estrategia de comunicación del Estado Islámico consistió en la difusión de manera masiva de sus productos de comunicación a través de las redes sociales, con el objetivo de impactar en las audiencias potenciales, sin tener que esperar a que estas accedieran de manera proactiva al contenido.
Un estudio pormenorizado sobre la distribución de mensajes en redes sociales de Dáesh realizado con la empresa española Alto Analytics permitió identificar cómo el Califato utiliza para distribuir sus productos de comunicación en Twitter una media de 522 perfiles digitales que generan en torno a 1.700 tuits en aproximadamente dos horas.
Los responsables de comunicación de Dáesh utilizan una media de nueve bots en cada una de sus campañas con el objetivo de lograr el máximo volumen de mensajes en el menor tiempo posible. Asimismo, es muy habitual que estos bots inserten el contenido de las campañas de Dáesh parasitando los principales hastags que son trending topic en aquellas conversaciones donde se encuentran sus audiencias principales.
El Califato digital, aún en activo
Es cierto que el Estado Islámico ha sido derrotado sobre el terreno. Sin embargo, el Califato digital sigue aún activo. Los terroristas siguen siendo capaces de publicar cada mes una media de ocho vídeos, cuatro revistas y más de medio centenar de notas de prensa y comunicados.
Solo en noviembre de 2018 los responsables de comunicación del Califato lograron publicar 853 enlaces con contenido a su material audiovisual en plataformas digitales comerciales disponibles abiertas para ser consultados por cualquier usuario de internet. Un mes después de la publicación de estos enlaces, el 30% permanecían aún disponibles.
La capacidad de resistencia del Califato digital representa un importante reto para la seguridad pero no es el único. Las lecciones aprendidas y el modelo de comunicación digital diseñado por este grupo terrorista han creado escuela. El grupo terrorista islamista sirio, Hayat Tahrir Al Sham, que oficialmente no está alineado ni con Al Qaeda ni con Dáesh, publicó solo durante 2018 un total de 188 campañas de comunicación, mientras que los grupos vinculados con Al Qaeda llegaron a las 146 campañas de comunicación. Gran parte de los contenidos de estos grupos terroristas, especialmente en el caso de Hayat Tahrir Al Sham, está basado en el modelo del Califato destinado a generar un nuevo contrato social con la población suní mediante la comunicación digital y el uso de las nuevas herramientas y tecnologías de la comunicación.
Gobiernos, empresas y sociedad civil afrontan un reto generacional. La tecnología se ha convertido en un arma de doble filo que, en malas manos, se ha probado como una eficaz herramienta para movilizar a decenas de miles de ciudadanos contra la base fundacional del estado-nación y la democracia liberal.
Convertir la verdad en algo vaporoso ya forma parte del ADN de las sociedades occidentales. El caso del impacto de la comunidad islámica en Europa es uno de los más descollantes. Ha vuelto a quedar patente con los atentados de Barcelona del diecisiete de agosto. Hace ya más de una década un antiguo compañero de profesión me decía al respecto “francamente no creo en la mezcolanza euro-musulmana que está teniendo lugar en Europa. Pero quienes hacen y deshacen sí han creído (al menos es lo que han propagado a los cuatro vientos).
Muchos años después Europa occidental es un auténtico campo de minas yihadista para sus ciudadanos y visitantes y quienes denuncian que es cosa del islam son anatemizados sin piedad, ¿porque están faltando a la verdad?,¿o porque la ponen en su boca y eso es peligroso?. Si la verdad cae por su propio peso y se impone con el paso del tiempo ¿por qué hay un intento continuo de disuasión masiva de las posiciones que señalan que el problema del terrorismo procede del Islam?.
Me pregunto (es una ironía) si no estará puesta en marcha toda una estrategia disolvente de la verdad; los medios hablan de terrorismo yihadista y al unísono repiten que no tiene que ver con el Islam, mal empezamos porque resulta que la yihad (o el yihad) procede del Islam. Claro!, no hay una yihad cristiana, ni hinduista, pero sí musulmana: la llamada a la yihad tiene lugar en mezquitas, webs, universidades, organizaciones, o campos de entrenamiento todo ello dentro de una civilización; la islámica.
Cierto que todo el islam no es el problema, pero todo el problema se circunscribe al islam. Bien, vayamos a la primer parte de esa afirmación: pues ésa es la que va a hacer de disolvente de la otra parte; de modo que el aparato oficial aferrándose a que no todo el Islam está involucrado vende el conflicto civilizacional como un drama con dos dimensiones: una humana (las ovejas descarriadas existentes en cualquier rebaño) y otra social (ovejas dejadas de la mano de Europa).
Podemos ocultar nuestras vergüenzas pero vayamos a donde vayamos seguirán presentes. La verdad se esconde ocultando a los culpables u ocultando las respuestas. En el primer caso apenas sirve para ganar un poco de tiempo, en el segundo caso se puede construir un relato paralelo que, aun siendo infame, tenga cierta verosimilitud (oficialismo).
La estrategia para disolver el cariz islámico del terrorismo pasa por una serie de fases o escenas, las cuales pasamos a explicar, permítanme pedirles que se sienten, se abre el telón:
Escena 1: Personificación de los hechos o cosas, que pasan a ser los primeros protagonistas: la difusión estándar del atentado menciona directamente un vehículo, una carga explosiva, o a lo sumo “un ataque”. El protagonista es el ataque o el arma. Pónganse cómodos, la función acaba de comenzar.
Escena 2: Impersonalización de quienes perpetran los atentados. Los titiriteros mediáticos comienzan con una vaga descripción que ha de ser lo más impersonal posible: sexo, edad, complexión etc. Sacando de la ecuación transitoriamente el “quién”, consiguen hacer desaparecer el “porqué” hasta que el resto de la estrategia se ponga en marcha.
Escena 3: Creación de una conciencia unívoca a través de un protocolo muy determinado (minutos de silencio, manifestaciones, velas y todo tipo de simbología y actos) que permita la exaltación de los sentimientos humanitarios por encima de todo. Hay que canalizar convenientemente la zozobra y desviarla hacia el folclore. Es en esta fase cuando empiezan a “conocerse” algunos datos significativos sobre la autoría del atentado, empieza a decirse que puede ser de corte yihadista y aparece algún nombre, pero el vodevil montado por el oficialismo se viste astutamente de drama.
Escena 4: De regreso al vodevil y una vez anestesiado el personal, gracias a un arduo trabajo de piscología de masas, llegó la hora de poner el disolvente sociocultural al problema civilizacional de corte religioso. Llegó el momento de la victimización de los autores y la comunidad (islámica) a la que pertenecen. La nebulosa solidaria de la sociedad, aprovechando la inercia de la ola de sentimentalismo propiciada en la escena tres, llega hasta ellos.
Las exigencias del guion para esta parte de la función son: la discriminación de la sociedad de acogida, la islamofobia, la marginalidad, la falta de ayudas económicas, la no integración en su propia comunidad, la falta de imanes que dominen los preceptos coránicos, la falta de un censo de imanes radicalizados y la necesidad de facilitar las universidades islámicas en el país de turno.
Escena 5: Propaganda antibelicista de la comunidad islámica (que es la que está bajo sospecha) dando prioridad mediática a exiguas minorías que disienten de lo ocurrido. Por ejemplo, llevan a cabo entrevistas a miembros de esa comunidad que respaldan el relato de que el Islam es paz y amor y solo eso.
Se conocen ya los datos más importantes sobre los autores pero en las escenas cuatro y cinco se ha creado un nivel de empatía hacia el enemigo suficiente para que el meollo de la cuestión no sea el meollo sino algo irrelevante (recuerden el abrazo del imán de Rubí con los familiares de una de las víctimas de los atentados de Barcelona).
Con todo tipo de gestos y palabras de fraternidad entre los títeres se acaba la función. Se cierra el telón. Es cierto que la función ha terminado pero déjenme hacer entre bastidores unas precisiones sobre las dos últimas escenas:
a) Se dice que el problema no es del islam pero se inventan soluciones que pasan por el protagonismo de la comunidad islámica, la cual ha de discriminar a los imanes radicales de los moderados. Menudo enredo.
b) La Europa que tiene entre sus prédicas un laicismo radical creciente , abandera la creación de universidades islámicas para un conocimiento mayor (¿alguien puede explicármelo?). Pero los líderes yihadistas no suelen ser analfabetos: Bin Laden fue licenciado con matrícula de honor en la Universidad Rey Abdul Aziz, su sucesor Al Zawahiri se licenció en medicina por la Universidad de El Cairo. Que ilusionismo más deficiente para pagar por esta función.
c) La falta de implicación del país receptor en la integración y el conocimiento del islam también se alega, ¿Qué necesidades de integración tienen otras comunidades religiosas para no emanar corrientes de terrorismo y toda clase de violencia?. Esta parte de la escena por muy ridícula que sea al menos es bufonesca, algo es algo.
d) Para terminar con la crítica de la obra, decir que el hecho de que una parte de los musulmanes no comulgue con el yihadismo no significa que no esté acreditado dentro del Islam, recordemos que no hay una doctrina y magisterio para todos pues el Islam no tiene “su propia Iglesia”, y por eso tenemos en Europa cerca de un 20% de musulmanes susceptibles de radicalizarse. Así que señores titiriteros repasen el argumento que no va a haber quien les compre la entrada para la próxima.
Conclusión de un servidor: transfigurar de manera tan falsaria un problema de índole civilizacional en un problema de índole social resulta patético hasta desde el punto de vista teatral. El disolvente es ideal para las manchas, pero la del Islam en Europa es ya demasiado grande.
—Eduardo Gomez es doctor en ciencias económicas, empresariales y jurídicas por la UPCT (Universidad Politécnica de Cartagena). Profesor de Economía en enseñanza secundaria y de nacionalidad española, natural de Cartagena (Murcia).
Atentados terroristas, ideas destructivas y el constante ataque a los sistemas de economías libres
“En la edad en la que uno florece fueron tierra labrada
para que germinara cualquier fruto.
Y eligieron la peor semilla.”
(GC)
Por Mario Šilar.
La locura de la violencia
Llevo largo tiempo viviendo en Navarra, España. Aprendí a amar esta tierra y sus habitantes. Uno de mis hijos se llama Santiago. Se puede intuir por qué. El pasado jueves 17/08/17 hacia las cinco de la tarde un terrorista de origen marroquí condujo una camioneta que se introdujo en una zona peatonal muy turística, el paseo de Las Ramblas (Barcelona), atropellando masivamente a las personas que paseaban por allí, en un recorrido de casi 600 metros, antes de detenerse por un fallo en el sistema eléctrico del vehículo. Horas después de este ataque, se produjo otro atentado en la localidad costera catalana de Cambrils, a unos 120 kilómetros de la ciudad condal. La célula terrorista estaba integrada por doce miembros. Algunos de ellos encontraron su muerte enfrentándose a las fuerzas policiales al grito de al-lâhu akbar (Alá es el más grande).
Causa gran dolor el sufrimiento de las víctimas inocentes, hasta la fecha son 16 fallecidos y 130 heridos, de 35 nacionalidades distintas y de todas las edades. Hay víctimas del norte y del sur del planeta, de oriente y de occidente; dos de las víctimas fallecidas eran de la Argentina, Silvina y Carmen, al tiempo que dos heridos también son oriundos del país. Pienso en las familias y amigos de todos ellos. ¡Cuánto sufrimiento! Y todo ello fruto de la barbarie irracional de la violencia terrorista.
Pasados poco más de diez días, las noticias no dejan de causar perplejidad. A los presuntos errores de advertencia de las fuerzas y cuerpos de seguridad, principalmente de Cataluña –a cargo de los operativos y de la investigación– y también del estado español, se suma la casi certeza de que el atentado perpetrado fue simplemente un “plan b”. En efecto, los terroristas se vieron obligados a ejecutar un cambio de planes luego de que la casa ocupada, en la que llevaban acumulando y preparando materiales explosivos durante meses, estallara por los aires, quitando la vida a tres de los terroristas, uno de ellos el iman instigador de todo el macabro plan. Las investigaciones realizadas revelan que los planes originales contemplaban el ataque a puntos sensibles y emblemáticos de Barcelona, se estima que la Sagrada Familia era uno de los objetivos inicialmente previstos.
Dolor y perplejidad
Las reacciones y algunas de las manifestaciones de la opinión pública han despertado algo de esa congoja que Unamuno condensó en su “me duele España”. Aunque en la actualidad, probablemente el viejo profesor bilbaíno (salmantino por adopción) sería censurado por haber utilizado un término tan desafortunado…, como dijera un presidente de gobierno hace más de diez años –en una sentencia que se hizo célebre–, “la nación (española) es un concepto discutido y discutible”. Al mismo tiempo, no dejo de tener cierta sensación de extrañeza ante lo que me rodea, como si fuera una especie de observador no del todo participante, una especie de Tocqueville con residencia permanente. Sin embargo, más que centrarme en la crónica de este terrible suceso lo que deseo ofrecer son algunas consideraciones a la luz de esas reacciones expresadas por diversos actores políticos, medios de prensa, redes sociales y parte de la opinión pública. En efecto, a medida que se va conociendo mejor el perfil sociológico de los integrantes de la célula terrorista que perpetró los dos atentados, la perplejidad y el desconcierto siguen aumentando.
Dicho en pocas palabras: el perfil socio-cultural de los jóvenes que cometieron estos atentados rompe con todos los esquemas que el pensamiento único quiere imponer sobre el origen que permite explicar (¿incluso justificar para algunos?) el bestial sinsentido que constituye la violencia terrorista. La información disponible indica que se trata de jóvenes –algunos menores de edad, incluso– que estaban sólidamente integrados en su contexto social; tenían estudios completos y un buen desempeño académico. Todos ellos tenían trabajo –a uno de ellos le esperaba un empleo con contrato indefinido el próximo mes de septiembre, y otro tenía un salario de unos 2000 euros al mes y vivía en una vivienda de protección oficial–; y a tenor de lo que se pudo ver en sus redes sociales, solían viajar, disfrutaban del deporte, y de los pasatiempos propios de la adolescencia. Algunos tenían vehículo propio –uno incluso tuvo tres coches, un BMW entre ellos. Todo esto coincide con los estudios recientes que revelan que casi el 50% de los terroristas en España es de origen autóctono, tratándose de ciudadanos españoles –nacidos principalmente en Ceuta y Melilla– e integrados en su entorno. El porcentaje restante está compuesto principalmente por ciudadanos de origen marroquí, que llevan largo tiempo viviendo en España. La síntesis de todo esto se encuentra en las palabras de Raquel Rull, una educadora social de Ripoll –la ciudad donde vivían los terroristas– que tuvo mucho contacto con estas personas durante su niñez y adolescencia: “Estos chicos eran niños como todos. Como mis hijos, eran niños de Ripoll”. Se trata de personas que en su niñez no sufrieron la violencia de la guerra, no vieron las bombas caer sobre sus cabezas, no tuvieron que huir de un barrio arrasado por causa de los conflictos bélicos ni padecieron el flagelo de la pobreza, el drama del hambre o el desarraigo.
Otros testimonios de amigos, vecinos y conocidos no solo confirman las palabras de la educadora social sino que causan incluso mayor perplejidad, si cabe. Se sabe que los terroristas tenían hermanas trabajando en pizzerías y restaurantes, padres con trabajo y una red social bastante funcional. Otros testimonios dan cuenta de que uno de ellos había vendido su bicicleta pocos días antes del atentado, y que otro había decidido regalar sus botines de fútbol. Algunas entrevistas a compañeros de los terroristas fueron hechas en tiendas de kebab, al hilo de las preguntas los entrevistados bebían cerveza y se liaban algún que otro porro. Unos amigos recordaban que uno de los terroristas había dado una paliza a otro de ellos en los tiempos de escuela secundaria.
Un vecino de Ripoll, Manel López, se había mudado recientemente –junto con su pareja y su hija de cuatro años– a un portal al lado de donde se reunían los jóvenes con el iman, quien habría sido el artífice intelectual e instigador de la masacre. De hecho, a Manel le separaba solo una pared 30 centímetros, de quienes perpetraron los atentados. Podía incluso escucharles, aunque como hablaban en árabe no podía entender el contenido de aquellas charlas. En la entrevista afirma: “no podíamos pensar que se reunían para tramar algo. Creía que eran personas normales, que se juntaban para fumar algún porro o jugar a la Play”. Nunca antes una célula terrorista yihadista había resultado tan cercana y familiar. Algunos amigos notaron algún cambio de comportamiento reciente, producido hace pocos meses; habían dejado de salir por las noches, y quienes lo hacían, dejaron de beber y de fumar.
¿Qué es lo que hemos estado haciendo mal? es la pregunta silenciosa que flota en el aire. La educadora social citada más arriba, tal vez acierta en la diana cuando, algo enigmáticamente, afirma en una especie de proclama para la convivencia pacífica “ni dioses, ni banderas, ni religión”. La integración social parece haber sido efectiva en darles un trabajo pero no una vocación, les dio la posibilidad de acceso a bienes pero no la orientación para incardinarlos bajo un prisma vital más sustantivo. Se les proveyó de canales para la diversión pero parece que no se logró introducirlos en la alegría. Muchos sienten que quienes han cometido estos asesinatos son uno de los nuestros. ¿Qué es lo que ha sucedido para que a pesar de tanto empeño por formar una sociedad sin dioses, ni banderas, ni religión, se terminen formando ciudadanos con trayectorias vitales que encuentran “sentido” en las expresiones patológicas de la divinidad, las banderas y la religión? ¿Qué les lleva a encontrar allí el punto de apoyo para intentar destruir, autodestruyéndose, todo lo que representa la sociedad que les dio cobijo y su temprana identidad? ¿En qué momento los comportamientos algo anómalos pasaron a resultarnos normales y los comportamientos normales, algo anómalos?
Ideas que conducen a la barbarie
Toda esta perplejidad ofrece una arista positiva. En efecto, a las personas no suele gustarnos la incertidumbre y algunos, tal vez por una honestidad inconsciente, se ven impelidos a llevar las convicciones a sus últimas consecuencias. El intento desesperado por reducir la incertidumbre y resolver la perplejidad les impulsa a confesar lo inconfesable. Casi sin quererlo, ponen así blanco sobre negro. En algunos casos ello implica introducirse en otro tipo de barbarie: la barbarie de las ideas que diluyen las diferencias entre la inocencia y la culpa, entre la víctima y el verdugo.
Lamentablemente, a pesar del poco tiempo que ha transcurrido desde el terrible acto de violencia asesina, algunos actores políticos no han dudado en utilizar lo sucedido para avanzar su agenda ideológica, poniendo de manifiesto este otro tipo de barbarie que quiero señalar. ¿Qué es lo que se repite insistentemente, una y otra vez en la mayoría de los medios de comunicación y es defendido más o menos explícitamente por todo el arco ideológico progresista? Se afirma que estos atentados casi nos resultan “merecidos”. Se trata, efectivamente de “la respuesta violenta a una violencia anterior”. ¿A qué violencia se refieren? Se mencionan Irak (siempre Irak, en España), Afghanistán[1], los bombardeos en Siria[2]…, la violencia en la franja de Gaza…, también se señala la venta de armas de España al gobierno saudí y las buenas relaciones entre la corona española y las monarquías de la península arábiga[3]. En última instancia, la violencia del sistema… “No se trata de justificar”, dicen con gesto ampuloso, sino de “comprender” y ver el tema “en toda su amplitud”. Otros aportan incluso una impostada mueca compasiva y señalan que “no se deben olvidar las otras víctimas, los muertos en el atentado X en África, o los fallecidos por causa de la inundación Y, en Asia… ¿qué pasa, acaso las muertes duelen más cuando quienes mueren son occidentales?”. Pasan por alto la lista de países que han tenido víctimas fallecidas y heridas en los atentados. Un auténtico elogio de la impostura…
¿Qué estamos haciendo mal, entonces? La respuesta fácil: el sistema. Estas sociedades libres, materialistas, relativistas, consumistas, que aman la buena vida y que no se preocupan por el cinturón de muerte que rodea a las sociedades opulentas, es para algunos, la causa –“indirecta”, dicen, como para revestir con un barniz de mesura la crueldad de esta idea–, de que existan terroristas yihadistas. Decir que los únicos culpables de los atentados son los terroristas es para ellos afirmar algo vacío, retardatario, implica en el fondo ser funcional al sistema; propio en última instancia de fascistas. Todo esto puede sonar incluso bonito como explicación, para algunos…, si hasta parece que nos permite resolver la perplejidad dándole un aura de análisis global al asunto. Lo cierto es que es perverso. Muy perverso.
En efecto, creo que cubrir lo sucedido bajo un manto de impostada actitud comprensiva aplicado sobre la brutalidad explícita del ataque perpetrado, diciendo de modo amable que “hay una violencia mucho más cruel, que nos rodea aunque no la queramos reconocer”, es moralmente vituperable e intelectualmente execrable. Encima vienen a ser ellos, estos profetas “pacíficos” –del tipo que no mataría ni una mosca–, quienes están llamados a sacarnos la venda de los ojos y explicarnos los males del mundo. Y se quedan tan tranquilos, igualando a la víctima con el victimario. España, y la zona en la que vivo particularmente, tienen larga experiencia en este juego macabro de circunloquios.
Destruir a través de la palabra
Vincent Ostrom, reconocido economista político, esposo de Elinor Ostrom –ganadora del premio Nobel de Economía en 2009– (ambos fallecidos en 2012) afirmaba que “las guerras de palabras pueden destruir civilizaciones”. ¿Qué es lo que ha ocurrido? ¿En qué momento las ideologías políticas en democracia han adquirido formas tan siniestras como para ser capaces de generar tanta ceguera y albergar tanta sinrazón? ¿Cómo pueden personas aparentemente civilizadas, pacíficas y cultas afirmar algo tan deleznable (y potencialmente disparador de la violencia) como que la posibilidad de utilizar 150 kilos de explosivos contra civiles inocentes que se encuentran en un sitio religioso y turístico, como la Sagrada Familia, por ejemplo, puede ser la consecuencia violenta de una violencia mucho mayor y anterior, la que ejercería el sistema de economías medianamente libres y de gobiernos democráticos occidentales? ¿Cuánto odio bajo apariencia de paz y civismo pueden soportar las palabras?
Pocas cosas son peores que un mal diagnóstico de la situación a la hora de intentar la solución de un problema. Aunque pensándolo bien tal vez haya algo peor: ser capaces de reconocer cuál es el diagnóstico correcto y rechazarlo por no ser funcional a la agenda ideológica que se quiere hacer avanzar.
No importa que la ideología no encaje con la realidad. Algunos ahora guardan silencio. Tal vez queda algún mínimo de decoro (¿anhelo que sea decencia?) por el que callan en público lo que no tuvieron miedo de proclamar a los cuatro vientos, cuando los atentados se produjeron a más kilómetros de distancia, en París, Bruselas y Niza. Allí están las hemerotecas, donde encontramos que los alcaldes de Valencia y Zaragoza afirmaron que los atentados de Bruselas fueron fruto de “la violencia que hemos sembrado en Irak”. También las declaraciones iniciales de la cuenta oficial del grupo político Podemos en la localidad de Vallecas, cuando con motivo del atentado en Niza publicó que se trataba de “un accidente de tráfico instrumentalizado como ataque terrorista para difundir miedo”. Podría seguir con la lista.
En cuanto a los atentados de Barcelona y Cambrils tal vez el acto deleznablemente más honesto lo haya llevado a cabo el grupo político catalán “independentista, socialista, ecológicamente sostenible, desligado de las formas de dominación heteropatriarcal, y que aspira a sustituir el modelo socioeconómico capitalista”. Me refiero a la CUP-Capgirem[4]. El comunicado oficial del grupo municipal, el mismo día del primer ataque, afirma lo siguiente:
“Ante la situación de terror vivida hoy en nuestras calles, desde la CUP CAPGIREM Barcelona manifestamos nuestro apoyo y solidaridad con las viandantes que han sido víctimas del atentado y nuestro rechazo frontal a todas las formas de terrorismo fascista fruto de las lógicas internacionales del capitalismo.
Rechazamos, también frontalmente, todas las interpretaciones y actuaciones racistas y clasistas que estos hechos desencadenarán con el objetivo de profundizar los procesos de represión y militarización de la sociedad. Llamamos a la unidad popular, a la solidaridad y a la reflexión colectiva en clave antifascista, anticapitalista e internacionalista.”
La CUP expresa sin medias tintas lo que muchos piensan aunque no encuentran un modo más amigable de expresarlo: el terrorismo islamista[5] (descripción que se intenta evitar en los medios de comunicación españoles) como tal no es una entidad a tener en cuenta. Lo que existe son distintas formas de “terrorismo fascista fruto de las lógicas internacionales del capitalismo”. La clave es ser capaces de ver todo esto desde una “reflexión colectiva en clave antifascista, anticapitalista e internacionalista”. O sea, el actual sistema tiene lógicas tan violentas y crueles que hay personas –las famosas víctimas del sistema– que salen a matar porque no encuentran otra salida.
Más arriba decía que toda esta descripción de la situación, que no debe ser interpretada a la ligera –aunque parezca dantesca y ridícula– es perversa. Muy perversa. Veamos por qué. En efecto, si es “el sistema” el principal ente de violencia, disparador de toda otra violencia, que siempre será meramente reactiva; en la medida en que un ciudadano no se comprometa con sangre, sudor y lágrimas por acabar con este sistema, ¿de qué modo podrá sentirse inocente de los episodios de violencia criminal que pueda llegar a padecer? Dicho de modo más directo: si tú nunca has hecho nada concreto por acabar con el sistema, con las “lógicas internacionales del capitalismo”, no puedes en rigor ni siquiera arrogarte el derecho moral a sentirte víctima o enfadarte por el sufrimiento que generan estos ataques –ya sea que los sufras en primera persona, o que lo sufra un amigo o familiar–. Y el ciudadano que ha visto esta tragedia “desde las gradas” no tendría ni siquiera derecho a mostrar compasión o dolor genuino, si en conciencia no siente que haya luchado con uñas y dientes contra el sistema. Desde esta perspectiva toda compasión y dolor, en el fondo, no son más que residuos afectivos atávicos y egoístas. No es más que el simple miedo cobarde a pensar que esto le pueda ocurrir a uno. Es el deleznable miedo burgués del que quiere seguir viviendo en la opulencia que le ofrece el sistema, mientras mira hacia otro lado respecto de la violencia que su nivel de vida causa en otras partes del globo.
Las injusticias del sistema serían un grito que clama “al cielo” de la utopía y que golpea a la puerta en forma de seres humanos que se inmolan o que utilizan lo que encuentran a mano para ajusticiar a verdugos anónimos, ciudadanos del mundo. El miedo o la compasión que puede sentir el ciudadano medio no es más que la expresión del aferramiento miserable e individualista a la buena vida consumista y materialista, que anida en él.
Pero la perversión de este planteo puede implicar un paso más. En efecto, si uno realmente coincide con este perverso diagnóstico, se encontraría probablemente con que se siente moralmente obligado a contemplar incluso el uso de la violencia (que no será interpretada como violencia inicial sino “legítima defensa”) para “defenderse” de la violencia del sistema económico capitalista-explotador imperante. El colmo de la impostura lo encontramos cuando estas personas se describen a sí mismas como hombres de paz y pacifistas… porque “están en contra de la violencia global del capitalismo”. He escuchado esta frase demasiadas veces ya.
El desprecio hacia las sociedades libres
Decía que me duele España o, a falta de un término menos conflictivo, me duelen los ciudadanos que habitan la península ibérica… parece estar incoándose una vocación de descomposición autodestructiva que puede disparar los odios más viscerales. Se trata de una vivencia que corroe la vida social, la esmerila y diseca… y todo ello aunque no exploten vehículos en los aparcamientos de los supermercados, ni se disparen tiros en la nuca y por la espalda a quien le toque en la víspera. Me duele tanta falta de entendimiento… algunos creen que se nos mata porque no hay suficiente lucha anticapitalista en el mundo, otros –más “moderados”–, porque defendemos sociedades plurales y tolerantes (con la debida carga de laicismo y anticlericalismo en la interpretación que hacen de estos términos), y no importa que los mismos perpetradores se empeñen en proclamar que nos asesinen por el simple hecho de no ser musulmanes (y si caen musulmanes, son apóstatas, por vivir a gusto en Occidente). Nos matan por algo que nadie dice muy alto, porque pareciera que coinciden en no valorarlo. Nos matan porque, a pesar de todos los controles político-gubernamentales, todavía vivimos en sociedades medianamente libres. Demasiado libres a ojos de los yihadistas…. y de los anticapitalistas.
En cierta medida, se puede afirmar que este ejercicio de rivalidad política llevado al paroxismo del intento de aniquilación retórica del enemigo lleva largo tiempo en el ADN de la vida sociopolítica española. No en vano muchos colegas españoles suelen referirse a su país como un país de tendencias “cainitas”. Lo que impacta es la capacidad de subsumir eventos tan dramáticos como las acciones terroristas bajo esta lógica de lucha partisana entre conciudadanos. Nada parece quedar fuera del afán de superioridad moral, que camufla en verdad el resentimiento vital, de buena parte del ala progresista de España.
Es sintomático que las tendencias liberticidas, que se expresan en los más diversos ámbitos de la vida social suele tener en el ataque a la libertad económica que necesita el sistema capitalista, a uno de sus principales enemigos. Si algo resulta claro en las sociedades modernas es que el ataque a un ámbito de la libertad –sea la libertad civil, religiosa, política, cultural o económica–, tarde o temprano, resulta en la amenaza al resto de libertades. Es evidente que no existe la libertad absoluta y que nuestras decisiones siempre están constreñidas por multitud de variables que limitan el ejercicio libre. Sin embargo, este faktum suele ser a menudo utilizado como excusa por parte de las tendencias tecnócratas para avanzar con la ingeniería social sobre la ciudadanía. Las expresiones más radicales del progresismo político, aunque puedan estar equivocadas, son coherentes en su puntuación causal poniendo a las instituciones de libre mercado en el fundamento de todos los males que padecen las sociedades actuales. En verdad, al afirmar esto ponen de manifiesto lo que en realidad piensan. En efecto, las acciones libres vinculadas al ejercicio de la libertad económica es algo que escapa al control gubernamental y necesitan, tarde o temprano, acallar estos espacios de libertad si quieren tener alguna mínima esperanza de instaurar el modelo social que tienen en mente. Por ello, muchos autores señalan la importancia de atender al carácter indivisible de la libertad. De este modo, y sin ánimos de caer en perspectivas reduccionistas, no se puede negar que –dada la complexión de la vida social contemporánea– la corrosión de la libertad económica daña progresivamente el resto de libertades. Y no es casual que quienes más quieren aumentar la cuota de intervención estatal sobre la vida social no dudan en señalar al sistema de libertad económica como el primer enemigo a combatir y pretenden acusarlo de todos los males que padecen las sociedades actuales.
En realidad, el análisis que hace el progresismo radical por el que acusa al sistema de economías libres de ser la base y la causa remota del terrorismo resulta tan confuso y desacertado como peligroso. Esta aproximación se apoya en confundir o pasar por alto la distinción entre una sociedad civil empoderada y con un marco institucional sólido que cobije la libertad religiosa y el sistema contemporáneo prevaleciente en Europa occidental, vinculado a estados de bienestar fuertes y sistemas tecnocráticos de amplia envergadura. Perder de vista esta distinción lleva a que endilguen a esa entelequia que sería el “perverso capitalismo neoliberal” algunos de los males sociales que padecen las comunidades europeas (anomia y fragmentación social, despersonalización, falta de sentido, vacío existencial, etc.) y que bien pueden vincularse a los problemas del Estado de bienestar, que cuando se lleva a niveles desproporcionados contribuye a disparar incentivos perversos en la comunidad: cultura del subsidio, comportamientos free rider, abusos, debilitacion de la cultura del trabajo, daños en la autoestima, cultura del entitlement o “el tengo derecho a”, etc.; todos elementos que constituyen un caldo de cultivo para las tendencias anómicas que suelen estar a la base de muchos de los ciudadanos europeos que terminan integrándose en células yihadistas. Como se señaló más arriba, el sistema del estado de bienestar puede favorecer la provisión de bienes y ayudas, pero es muy cuestionable que sea capaz de generar pertenencia y comunidad. No en vano, varios expertos señalan la falta de pertenencia como uno de los elementos que debe ser abordado, si se pretende comprender el fenómeno de captación terrorista en sociedades avanzadas. Cada vez resulta más claro que la cohabitación o coexistencia pacífica en una sociedad entre distintas culturas no es lo mismo que la integración genuina de la sociedad en torno a una cultura plural.
En última instancia, la defensa de las libertades civiles, y la libertad económica entre ellas, no es un asunto baladí, como si fuera algo propio de burgueses bienpensantes…, se trata casi del último reducto de sensatez vital e institucional desde el que mostrar que puede haber una salida que asegure –siempre de modo falible, y sin utopías– una convivencia genuinamente pacífica y medianamente justa, frente a todo este drama y sinsentido que se está incoando a nuestro alrededor.
El autor agradece los comentarios de Gloria Cruz Latorre, Eugenio Díaz Jausoro y José Cerrone a una versión anterior del texto.
[1] De nada importa que estos escenarios suponían la lucha contra Al Qaeda sea un enemigo declarado en esta cruel competencia por ver quién tiene el monopolio del protagonismo en el terrorismo internacional. Lo importante es usar los argumentos como arma arrojadiza para debilitar al rival político interno.
[2] Se observa aquí un claro indicio de “provincialismo”. En efecto, suele producirse una interpretación de la lacra del terrorismo internacional en clave meramente de política interna. Ello genera toda clase de esperpentos. El argumento anticapitalista-marxista afirma que es la perversa alianza con los Estados Unidos y los países de la OTAN en la postura adoptada contra el régimen de Damasco el que haría a las democracias europeas “merecedoras” de estos atentados. Se pasa por alto que el ISIS es enemigo del régimen de Barhar al-Ásad (Siria) y que, en todo caso, si alguien quisiera tomar represalias por esta alianza no es precisamente el ISIS. Otra referencia que se hace en esta línea es que la venta de armas de España a Arabia Saudita, implica el uso de estas armas por parte de Arabia Saudita en los conflictos que mantiene, por ejemplo, con Yemen. Pero, de nuevo, también se afirma que Arabia Saudita alimenta el terrorismo del ISIS, que también está actuando –de modo funcional con Arabia Saudita– contra la población en Yemen. Nuevamente, si alguien quisiera tomar represalias por la venta de armas a Arabia Saudita, no sería este país ni el ISIS sino los opositores en Yemen, que sufren fruto de la lucha con Arabia Saudita, donde esta usa las armas que ha comprado a España. Como se puede apreciar, el escenario del terrorismo yihadista es mucho más complejo que las simplistas consignas, cegadas por la ideología, que intentan imponer los partidos del ala progresista.
[3] La referencia que se ha hecho desde líneas independentistas y anticapitalistas catalanas a la venta de armas del gobierno español a diversos países del mundo árabe resulta, como mínimo, muy imprecisa. Se ha utilizado estar idea para dar a entender, nuevamente, que parte de la responsabilidad de este drama reside “en el estado español” y no en la propia Cataluña. Sin embargo, Cataluña, es la segunda comunidad que más armas exporta al exterior, lo que supone un 25% de los envíos de armas al exterior que hace el Reino de España. Según el periódico El Español, que recoge datos oficiales de las Cámaras de Comercio y Aduanas, dependientes de la agencia tributaria española, se puede afirmar que “entre los clientes principales de Cataluña se encuentran Estados Unidos(18,1 millones de euros), Francia (2,7 millones), la República del Congo(1,8 millones) o, en cuarto lugar, Arabia Saudí (1,5 millones), que tras los atentados de Cataluña ha protagonizado los mensajes contra el Gobierno o el Rey por sus relaciones con este país.”
[4] Esta agrupación, que juega un rol clave en la actual gobernabilidad de Cataluña cuenta con tres concejales en el ayuntamiento de Barcelona.
[5] Otro aspecto macabro en todo esto es que también se trata de desvincular completamente la deriva violenta de los terroristas con el Islam y las enseñanzas del Coran. No importan lo rigurosos que puedan ser los estudios de auténticos expertos sobre el islam y las religiones, como es el caso de H. Boulad, R. Salam Naaman, S. Khalil Samir SJ o R. Brague, o sobre cómo se forma el fanatismo, como es el caso del filósofo N. Grimaldi. No. El Islam no tiene ninguna autocontradicción y es una religión de paz. Punto. Quien ose mínimamente a cuestionar esto será incinerado en la pira adonde van los islamófobos, nueva etiqueta con que se tacha –junto con la de fascista– a todo aquel que pretenda contradecir el pensamiento único que se pretende imponer en este tema.
Senior Researcher del Instituto Acton Argentina Es Bachiller, Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte “Santo Tomás de Aquino”. Hizo estudios de Posgrado en Organización y Gestión Educativa, en la Universidad Austral. Tiene un Máster en Derecho de la Integración Económica, por la Université Paris I Panthéon-Sorbonne y un Máster en Formación del Profesorado por la UNED (España). Es Diploma de Estudios Avanzados en Filosofía por la Universidad de Navarra.
Amigo latino de terrorista de San Bernardino, ¿también vinculado a Al-Qaeda?
Enrique Márquez Jr. fue identificado como el proveedor de armas de los terroristas de San Bernardino —hoy, mucha más información pesa en su contra.
Enrique Márquez (izq.) de 24 años, y Syed Rizwan Farook, de 28.
Foto: Archivo.
Cuando el gobierno de Estados Unidos entabló una demanda para evitar que la familia de la pareja terrorista de San Bernardino cobrara hasta $275,000 en seguros de vida, reveló más información sobre los nexos con el mundo extremista del islam —no solo de uno de los atacantes, sino de su proveedor de armas.
Enrique Márquez Jr., identificado como el hombre que compró los dos rifles de alto calibre que Syed Farook y su esposa, Tashfeen Malik, utilizaron para matar a 14 personas en San Bernardino, también estuvo involucrado con una banda de yihadistas que operaban en California.
La nueva información fue revelada en las más de 13 páginas de la querella que ahora pesa contra Minnesota Life Insurance y Supplemental Life Insurance.
Según la nueva información, en 2011 Márquez estuvo involucrado con el grupo “California jihadists”, una red de simpatizantes del yidahismo, quienes en 2012 fueron arrestados por intentar viajar a Afghanistan para integrarse a Al-Qaeda (una organización delictiva que practica el islam extremista). Más detalles sobre cómo colaboraba Márquez con este grupo no fueron difundidos.
La querella también indica que después de que Márquez se convirtió al islam en 2007, éste fue introducido a las ideologías radicales del yihadismo por su amigo Farook. Consecutivamente, ambos elaborarían planes para llevar a cabo atentados terroristas en el sur de California, específicamente en el condado de Riverside.
Los atentados jamás se ejecutaron, pero Márquez sí asistió a Farook y Malik en su atentado del pasado diciembre al proveerles las armas de fuego —dos fusiles de de asalto AR-15.
Márquez ahora se encuentra detenido. Son cinco los cargos por los que deberá responder: conspiración para suministrar apoyo material a terroristas, dos cargos por mentir sobre la compra de dos rifles (los que habrían utilizado los atacantes), fraude migratorio y dar falso testimonio en un supuesto matrimonio por conveniencia.
Farook, de nacionalidad estadounidense, y su esposa, Tashfeen Malik, pakistaní, presuntos seguidores del Estado Islámico (ISIS), fallecieron el 2 de diciembre, tras atacar un centro de asistencia para discapacitados en San Bernardino, donde mataron a 14 personas e hirieron a más de 20.
S-11: a catorce años del ataque que cambió al mundo
En la mañana del 11 de septiembre de 2001 el mundo entero vio como Estados Unidos sufría un catastrófico ataque en el corazón financiero de Wall Street. La caída de las “Torres Gemelas” del World Trade Center sorprendió a la población mundial, pero en ese momento pocos imaginaron que estaba naciendo un nuevo estilo de vida moderna, en el que tendría un lugar predominante un concepto poco popularizado hasta entonces: el financiamiento del terrorismo.
Motivados por un patriotismo exacerbado y con la misión de aumentar sus defensas preventivas ante nuevos ataques, las autoridades de Estados Unidos desataron todo su poder militar, económico, diplomático, cultural y legal para crear nuevas estructuras normativas que les permitieran contar con más y mejores recursos contra los grupos terroristas de todo el globo.
Solo 45 días bastaron para que fuese promulgada la Ley Uniendo y Fortaleciendo a América con los Instrumentos Adecuados Necesarios para Interceptar y Obstruir el Terrorismo de 2001, mejor conocida como USA PATRIOT ACT (por sus iniciales del nombre en inglés). Este texto marcó las bases para el establecimiento de muchos procesos de control sobre la sociedad americana (e internacional) y el sector financiero no se escapó de tales medidas, por el contrario terminó convirtiéndose en una de las principales herramientas informativas de las autoridades.
La banca de Estados Unidos tuvo que incorporar en su cumplimiento normativo diversos y complicados procesos para intentar identificar, reportar y congelar bienes asociados a grupos terroristas.
Estas obligaciones fueron paulatinamente extendidas al mundo financiero global y posteriormente al resto de los sectores regulados, convirtiéndose no sólo en estándares internacionales, sino en el espíritu de cientos de leyes, decretos y regulaciones en decenas de naciones.
La detección del financiamiento de actividades terroristas pasó a ser una de las columnas vertebrales de la lucha contra los grupos considerados terroristas en todo el mundo… y en el centro de esa compleja estructura está el personal de los departamentos de cumplimiento de las empresas reguladas.
Los desafíos que surgieron a partir del 11 de septiembre de 2001 son muchos y muy complejos. Todos aquellos que son responsables de luchar en contra del terrorismo -sea como investigadores, expertos en inteligencia trasnacional, reguladores o, simplemente, desde la trinchera lejana de un escritorio en una empresa regulada-, tienen la gran responsabilidad de estar trabajando por un mundo más seguro para todos.
Lavadodinero.com y la Asociación de Especialistas Certificados en Gestión de Riesgos (AECGR) presentan este documento en el que se recopilan las opiniones de reconocidos expertos internacionales, quienes disertan y analizan el impacto generado por los ataques al World Trade Center de 2001 en Latinoamérica, partiendo de dos preguntas básicas:
– ¿Se está haciendo una lucha efectiva contra el financiamiento del terrorismo en Latinoamérica?