Ingeniería Ambiental: la carrera del futuro

junio 19, 2018

Ingenieros en Ambiente: profesionales indispensables para los tiempos que vienen

Por María Ayzaguer.

Una nota de La Nación revista, publicada el 24 de diciembre de 2000, habla de la primera camada de "ingenieros verdes" del país.
Una nota de La Nación revista, publicada el 24 de diciembre de 2000, habla de la primera camada de «ingenieros verdes» del país.
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Una infancia de vacaciones en la montaña, campamentos, vida al aire libre y una profesora de geografía de secundaria que lo hizo conocer las problemáticas ambientales. Algo de todo eso hizo que a, la hora de pensar qué carrera estudiar, José Fonrouge se interesara por juntar la ciencia con la naturaleza. Pero en 1993 no existía nada similar en el país, por lo que se anotó en Ingeniería industrial, en la Universidad Católica. Aburrido y a poco de comenzar partió a Estados Unidos, donde conoció la ingeniería ambiental, y volvió a su facultad para pedir: «hagan algo con esto». Dos años después, en 1994, abrió en esa institución la primera facultad de ingeniería ambiental del país. José fue parte de la primera camada que egresó en la UCA.

Hoy es el director de medioambiente de Ternium, una empresa siderúrgica del grupo Techint. Su trabajo consiste en velar por el cumplimiento normativo de las operaciones de la compañía: asegurarse de que cumplan con los estándares regulatorios y aplicar mejores prácticas ambientales. «Hacer las cosas mejor», explica.

Según explica Carlos Alberto Sacavini, director actual de la carrera, las empresas productoras de bienes y servicios de todos los rubros demandan, de manera sostenida, estudiantes e ingenieros ambientales, en particular por dos razones esenciales. «En primera instancia, los titulares de los procesos deben cumplir con las obligaciones que devienen del Derecho Ambiental positivo (regulaciones) y, además, el ejercicio de las buenas prácticas de gestión ambiental conduce virtuosamente a mejorar la eficiencia (reducción de pérdidas), lo cual deviene en ahorros y mejora de la competitividad».

Florencia Gonzalez Otharan es directora en ejecutiva en Elm, una consultora que brinda asesoramiento en gestión ambiental e higiene y seguridad en empresas. Divide sus días entre un espacio de coworking en Pilar con visitas a plantas de las empresas a las que asesora. "Hay mucho por hacer"
Florencia Gonzalez Otharan es directora en ejecutiva en Elm, una consultora que brinda asesoramiento en gestión ambiental e higiene y seguridad en empresas. Divide sus días entre un espacio de coworking en Pilar con visitas a plantas de las empresas a las que asesora. «Hay mucho por hacer».
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Para el ingeniero, el requerimiento de ingenieros ambientales se verá incrementado dado que las exigencias legales y la vigilancia por parte de las autoridades de aplicación son, siempre, crecientes.

«Los perfiles de medioambiente son demandables», explica Ignacio Gabancho, director de Spring Professional, consultora de RRHH especializada en ejecutivos, mandos medios y directivos. Y que donde haya una fábrica debería haber un ingeniero en ambiente. Gabancho cree que es una tendencia que va a ir creciendo: «Argentina es un país que debe perfilarse productivamente, creo que va a tener una demanda constante, las compañías van a seguir necesitando la ingería medioambiental».

De 1999 a hoy, surgieron unas diez facultades que ofrecen la carrera de grado. Cinco son estatales y otras cinco privadas, y están distribuidas entre CABA, Buenos Aires, Córdoba, Río Negro y Santa Fe. Si en 1999 entre todas las facultades sumaban 319 estudiantes, en el 2016 – último dato disponible- fueron más de dos mil. Muchas otras facultades ofrecen maestrías en gestión ambiental.

Es el caso del Instituto Tecnológico de Buenis Aires (ITBA), donde funciona un Centro de ingeniería en medio ambiente. Allí docentes, investigadores, e incluso alumnos trabajan en proyectos especialmente enfocados en estudiar la contaminación del agua. Uno de los más recientes elaboró el primer mapa colaborativo de contaminación del agua con arsénico del país.

Sociedades que exigen

«Hoy la sociedad está más informada y se pone cada vez más exigente. Muchas industrias que nacieron en zonas que no estaban pobladas de pronto lo están, y los vecinos exigen, piden información, reclaman. Muchas hoy optan por irse a parques industriales. Hay en las empresas una creciente preocupación real, económica y hasta marketinera por el medioambiente», explica Julio Abel Sola, ingeniero y coordinador de la carrera en la UNTREF.

Cuenta que en esa facultad la carrera surgió en el 2007 como una necesidad de dar respuestas a una demanda que existía: hasta ese momento la mayoría de las carreras eran principalmente de gestión ambiental y faltaban ingenierías. Hoy sucede que las industrias van tomando estudiantes avanzados de ingeniería, y eso hace que los alumnos demoren el egreso. «Después del tercer año ya se empiezan a ubicar en alguna empresa».

Desde un pequeño kiosko a una megaminera

Agustina Belogi, de 26 años, trabaja como responsable de proyectos regulatorios en temas ambientales
Agustina Belogi, de 26 años, trabaja como responsable de proyectos regulatorios en temas ambientales.
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Existen tres posibles salidas laborales para los ingenieros ambientales: el trabajo en empresas , donde las más habituales son petroleras y siderúrgicas; en organismos del estado, donde desarrollan políticas destinadas a controlar el uso y aprovechamiento de los recursos naturales, y en consultoras de medioambiente, que ayudan a las industrias a desarrollar programas que mejoren su desempeño ambiental: evaluar las condiciones de higiene, seguridad y contaminación de ambientes laborales, urbanos e industriales. También pueden desempeñarse como docentes, investigadores o peritos auxiliando a la justicia en la determinación de hechos puedan haber afectado al medio ambiente.

«Desde un pequeño kiosko que en la ciudad de Buenos Aires que necesita tener su certificado de aptitud ambiental a una megaminera, el abanico laboral es muy grande», grafica Agustina Belogi, de 26 años, que trabaja como responsable de proyectos regulatorios en Chaer, una consultora de medioambiente ubicada en Villa Urquiza. Una de las cosas que más disfruta de su trabajo es la variedad de rubros con los que puede interactuar.

Egresada de la UNTREF, cuenta que cuando salió de la facultad no le fue difícil conseguir trabajo, pese a que muchas empresas buscan estudiantes recibidos con muchos años de experiencia laboral, algo difícil de asegurar. Piensa que es esperable que la demanda laboral continue avanzando progresivamente. «A medida que avanza la sociedad, y al irse cada vez especializándose más en el cuidado del ambiente es lógico que haya que ir adoptando prácticas más sustentables».

Más allá de su trabajo privado, Agustina participa de un proyecto de la UNTREF en el que instalan termotanques solares en barrios carenciados. Es un ida y vuelta que cree que corresponde prestar en retribución a la educación pública que recibió. «En agradecimiento a todos, los ingenieros en medioambiente egresados de la universidad pública hoy trabajamos por el medioambiente».

«Hay mucho por hacer»

Florencia Gonzalez Otharan es directora en ejecutiva en Elm, una consultora que brinda asesoramiento en gestión ambiental e higiene y seguridad en empresas. Divide sus días entre un espacio de coworking en Pilar con visitas a plantas de las empresas a las que asesora. Antes trabajó en el estado, donde cuenta entusiasmada se puede trabajar en el desarrollo de políticas públicas que tienen impacto en la población (desde mediciones de aire y agua hasta mapas de ruido y movilidad sustentable).

Lo que más disfruta de su profesión es que fusiona mucho lo técnico con lo social. Cuenta que de a poco se va imponiendo mas la preocupación por el medioambiente en las empresas argentinas. «Las más proactivas, tal vez las empresas grandes, van ocupándose más y ponen el foco mas allá de netamente cumplir con la ley, y después están las que solo quieren las certificaciones. Hay mucho por hacer».

Fuente: La Nación, 18/06/18.


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La importancia de la Universidad

diciembre 14, 2014

Transmitir sabiduría, esa noble tarea de la universidad

Por Juan Carlos de Pablo.

El próximo miércoles 17 se cumplirán 50 años del día en que obtuve el título de licenciado en Economía, en la Universidad Católica Argentina. Como explico en Bodas de oro profesionales: pasión, oficio y dedicación, de economista me «recibí» mucho tiempo después. Estudié economía porque Guillermo Lladó, el contador con quien trabajaba, me lo sugirió; estudié en la UCA porque era católica, vespertina y muy barata.

A propósito de este aniversario, entrevisté al argentino Francisco Emilio Valsecchi (1907-1992), profesor de microeconomía, decano y vicerrector de esa universidad. También enseñó en la UBA. Muy didáctico, sostenía que «los profesores jóvenes enseñan más de lo que saben; los profesores adultos enseñan sólo lo que saben; en tanto que los profesores ancianos sólo enseñan lo que los alumnos necesitan aprender». Entre 1970 y 1972 se desempeñó como embajador argentino ante los Países Bajos. Fue biografiado por María Cecilia Díaz en Francisco Valsecchi: riqueza, hombre y sociedad, publicado en 2014. La economía como disciplina científica, en su honor, fue publicado por Raúl Macchi.

-¿Cómo llegó a la economía?

-Me doctoré en Ciencias Económicas en la Universidad Luigi Bocconi, de Milán. Regresé de Italia para incorporarme a la empresa familiar, pero era 1929 y quebró el negocio, dedicado a la importación. Entonces me volqué a la docencia, al tiempo que me hice cargo del secretariado económico-social de la Acción Católica, para sistematizar y divulgar estudios, normas y reflexiones sobre la cuestión social.

-La UCA no nació de la nada.

-Efectivamente. Muchos de los profesores que usted tuvo nos conocíamos de la Escuela de Economía de los Cursos de Cultura Católica, que dirigí. La UCA abrió sus puertas en 1958, cuando se eliminó el monopolio estatal en materia de educación superior. A propósito: cuando en 1989 me entrevistó en Momento económico, a su camada la felicité por su coraje, porque cuando ingresaron a la universidad todavía nadie se había graduado.

-La UCA arrancó bien artesanal.

-Ocurre con frecuencia. Hacíamos todo a pulmón, dictábamos clases en edificios prestados, etcétera. Quienes hoy concurren a las instalaciones de Puerto Madero no pueden imaginar aquellas carencias. Las cuales, naturalmente, eran suplidas con esfuerzo personal y entusiasmo. Me encanta esa expresión que dice «éramos pobres, pero no lo sabíamos». Los alumnos no se deben dejar impresionar por la «hotelería», la clave de una universidad radica en los profesores, los alumnos, la biblioteca, el laboratorio, etcétera, no en el gimnasio y la cafetería.

-Quienes estudiamos a comienzos de la década de 1960 sufrimos el choque entre los profesores que recién regresaban de estudiar en el exterior, deslumbrados con los gráficos y las ecuaciones, y quienes destacaban la importancia de la historia y las instituciones.

-¿Cómo que sufrieron? Se enriquecieron, querrá decir. En la UCA de entonces, como el resto de las universidades, convivían profesores que tenían diferente preparación, experiencia, etcétera. Esta heterogeneidad a ustedes los tiene que haber nutrido. Luego, en la vida profesional, cada uno reflexionó sobre lo que había visto y leído en la universidad, formando las polémicas parte de los gratos recuerdos, que nunca deberían afectar las relaciones personales.

-Si en 1929 el negocio familiar no hubiera quebrado, tanto la UCA como la UBA se hubieran perdido su valioso aporte docente…

-Los ejercicios de historia contrafáctica siempre hay que tomarlos con pinzas, pero ahora que usted lo plantea, sinceramente no me veo cómodamente instalado en una oficina, organizando la importación y venta de productos. Muy probablemente hubiera comenzado a enseñar, a tiempo parcial, hasta que en algún momento hubiera enfrentado al resto de mi familia, diciéndoles que ellos siguieran con el negocio, que yo me volcaría a la docencia. Y ya que estamos imaginando, cabe pensar que cuando escucharon esto, pensando en el negocio, mis parientes hubieran respirado aliviados.

-Don Francisco, muchas gracias.

Fuente: La Nación, 14/12/14.

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