Trump y Wall Street
diciembre 4, 2016
El plan Trump visto desde Wall Street
El gobierno de Trump se apresta a lanzar el más drástico recorte de impuestos desde Ronald Reagan.
Los 4 principales indicadores de Wall Street – S&P500, Dow Jones, Nasdaq, Russell 2000– alcanzaron simultáneamente la semana pasada su mayor nivel histórico. Es la primera vez que algo semejante se produce en el siglo XXI. Hay un vuelco masivo a la compra de activos empresarios en los mercados bursátiles norteamericanos. En 4 días, los inversores lanzaron US$27.500 millones en la adquisición de acciones. El Dow Jones alcanzaría 20.000 puntos en 2017, tras 18 años de haber logrado los primeros 10.000.
El dólar ha retomado su carrera alcista y ha obtenido el mayor nivel de los últimos 13 años, debido a que se ha apreciado 43% desde 2008. Las pequeñas compañías –índice Russell 2000– son las más beneficiadas por la combinación de apreciación del dólar y el vuelco de la inversión a los activos. El Russell 2000 ha trepado 12,3% desde el 8 de noviembre, mientras que S&P500 ha crecido sólo 3,1%. El Deutsche Bank sostiene que EE.UU. va a crecer 2,3% en 2017 y 3,5% en 2018, poniendo término a la actual situación depresiva (1,1% anual en el primer semestre de 2016). Es un nivel de expansión nunca alcanzado por EE.UU. en la última década.
También el desempleo puede caer a 4% o menos en 2018 (hoy asciende a 4,7%), un nivel no alcanzado desde el gobierno de Bill Clinton, cuando cayó por debajo de 4%. La OCDE prevé lo siguiente sobre el gobierno de Donald Trump: “No esperamos nada significativo en EE.UU. en los próximos 6 meses, pero en el segundo semestre del año habrá un estímulo fiscal de 0,25% / 0,5% del PBI (inversión en infraestructura) más otro de 1% del producto en 2018 (recorte de impuestos)”.
El gobierno de Trump se apresta a lanzar el más drástico recorte de impuestos desde Ronald Reagan, con una disminución del impuesto a las ganancias corporativas del 35% a 15%, y un tributo de 10% –por una sola vez– para la repatriación de US$ 2,5 billones que las transnacionales estadounidenses tienen en el exterior. La OCDE afirma que el alza del crecimiento de EE.UU. en los próximos 2 años puede extraer a la economía mundial de su actual situación de estancamiento depresivo. EE.UU. es la primera economía del mundo, con un PBI de US$18 billones, seguido por el producto chino, que asciende a US$ 11,4 billones.
La clave del programa de Trump es simple. Consiste en aumentar significativamente y en 2 años la tasa de inversión en capital, y así acelerar el alza de la productividad, que hoy es 0,2% anual, la más baja de la historia norteamericana. Alcanzó a 0,3% en 2015, y a 0,5% en 2014. La productividad secular ha sido 3% por año. La tasa de inversión es hoy 12,9% del PBI, la menor en 7 décadas.
El objetivo de Trump es nítido: lograr que las empresas norteamericanas vuelvan a invertir en EE.UU., para lo cual es preciso que recuperen la competitividad perdida en los últimos 15 años. El cálculo de Wilbur Ross –nuevo secretario de Comercio– es que un alza de 1,5% / 2% de la tasa de inversión puede implicar un aumento de 4,3% en el tamaño del PBI en 10 años, sumado a la creación de 786.000 puestos de trabajo, con salarios que se elevarían 3,6% en ese período.
El plan de infraestructura –US$1 billón en 4 años– tendría un efecto multiplicador de 1,6 veces en el crecimiento del PBI, con la provisión de 3 millones de nuevos empleos de alto nivel salarial, y un alza de la productividad de 0,3% anual. Esto permitiría crear 1 millón de puestos de trabajo adicionales por año.
Ross estima que por cada US$200.000 millones de inversión en infraestructura se crean salarios por US$88.000 millones y aumenta un punto porcentual el PBI. Es probable que el boom registrado en Wall Street sea esta vez una percepción nítida no sólo de los riesgos, sino también de las oportunidades que se abren para EE.UU.
Fuente: Clarín, 04/12/16.
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Steven Mnuchin será el nuevo secretario del Tesoro
noviembre 30, 2016
Donald Trump nomina al ex banquero Steven Mnuchin a la secretaría del Tesoro

El presidente electo Donald Trump nominó al banquero y ex ejecutivo de Goldman Sachs,Steven Mnuchin, como secretario del Tesoro, elevando a una de las personas que se mantuvo fiel a su campaña y quien le ayudó a recaudar fondos durante la campaña presidencial al principal cargo económico del gabinete del gobierno entrante.
Mnuchin, de 53 años, desempeñó un papel tras bambalinas en la campaña de Trump, ayudando a supervisar la creación de una red de pequeños donantes que permitió que la campaña compitiera con éxito contra Hillary Clinton, quien contó con una mayor financiación.
Los profundos lazos de Mnuchin con Wall Street—su padre hizo toda su carrera en Goldman Sachs—lo convierten en una selección tradicional para el puesto del Tesoro, pero al mismo tiempo se trata de una decisión que choca con el mensaje de campaña de Trump, que acusó a las élites económicas y políticas de haber dañado al país. El perfil de Mnuchin como típico hombre del establecimiento, sin embargo, se ajusta mejor al paladar de los miembros republicanos del Senado, que deberán confirmar al candidato.
Mnuchin tiene un historial de haber donado más dinero a los demócratas que a los republicanos en los últimos años. En 2007 donó el máximo permitido de US$2.300 a la precandidatura presidencial de Hillary Clinton; cuando la entonces senadora perdió las elecciones internas demócratas contra Barack Obama, Mnuchin hizo donaciones a la candidatura a presidencial de éste. Mnuchin también ha también donado dinero a varias otras campañas presidenciales demócratas a lo largo de los años, incluyendo las de John Edwards, John Kerry y Al Gore. Sin embargo, apoyó tempranamente la campaña de Trump y asumió el cargo de presidente de finanzas nacionales del ahora presidente electo.
Si es confirmado por el Senado, Mnuchin se unirá a una lista de destacados banqueros que hicieron una transición similar de Wall Street a Washington, incluyendo a dos de sus antiguos jefes en la actividad privada, Henry Paulson y Robert Rubin, ambos altos ejecutivos de Goldman Sachs antes de unirse al gobierno.
—Michael C. Bender, Carol E. Lee y Rebecca Ballhaus contribuyeron a este artículo.
Steven Mnuchin
– Edad: 53 años.
– Este ex banquero de Goldman Sachs trabajó durante seis meses como presidente de finanzas de la campaña presidencial de Donald Trump.
– Antes de ello trabajaba en el departamento de renta fija de Goldman Sachs, de donde era socio desde 1994.
– Su padre, Robert Mnuchin, pasó toda su carrera en Wall Street dentro de Goldman.
Fuente: The Wall Street Journal, 30/11/16.
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Wall Street apuesta a la suba de las tasas de la Fed
noviembre 23, 2016
Wall Street apuesta US$2,1 billones a un aumento de las tasas de la Fed
Por Min Zeng.
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Wall Street nunca tuvo tanta certeza de que las tasas de interés en Estados Unidos están a punto de subir.
Las apuestas de los inversionistas a un aumento de las tasas de corto plazo en el país norteamericano alcanzaron la semana pasada US$2,1 billones, la cifra más alta en el mercado de futuros en eurodólares, batiendo la marca establecida en 2014, dijo Cheng Chen, estratega de tasas estadounidenses de TD Securities, citando datos compilados desde 1993 por la Comisión de Comercio de Futuros de Materias Primas.
Es la señal más reciente del impacto que la elección de Donald Trump en los mercados del mundo. Durante las últimas dos semanas, los inversionistas han tratado de posicionarse para una presidencia de Trump, que creen significará mayor crecimiento, una inflación más alta y una Reserva Federal que estará bajo presión para elevar las tasas de interés de una manera que no se ha visto durante más de una década.
El efecto de la victoria de Trump llevó el lunes a los tres principales índices bursátiles de EE.UU. a su primer récord conjunto desde agosto. El martes, el Promedio Industrial Dow Jones superó la marca de las 19.000 puntos por primera vez en su historia al cerrar en 19.023 unidades. El índice del dólar ICE cerró el martes con un aumento de 0,10%, su undécima alza en las últimas doce jornadas, lo que lo ubica cerca de su mayor nivel desde 2003.
En un repliegue tras la fuerte apreciación registrada durante buena parte de 2016 y reflejando el temor de los inversionistas a que la inflación consuma el valor de su renta fija, los precios de los bonos se desplomaron, llevando el viernes el rendimiento de los bonos del Tesoro a 10 años a 2,335%, frente a 1,867% del día de las elecciones y un máximo de 12 meses. El martes, el rendimiento se ubicó en 2,319%, mientras que el del bono a dos años cerró en 1,095%. Los rendimientos suben cuando los precios de los bonos caen. “Ha sido un cambio radical en los últimos meses”, reconoció James DeMasi,jefe de estrategia de renta fija de Stifel Nicolaus Co. Hace apenas cuatro meses, el rendimiento del bono del Tesoro de EE.UU. a 10 años alcanzó su mínimo histórico de 1,366%, ayudado por una estampida hacia activos de refugio provocada por el voto del Reino Unido a favor de abandonar la Unión Europea.
En ese momento, muchos inversionistas advirtieron que los compradores de bonos soberanos a largo plazo con rendimientos cercanos a cero estaban asumiendo un riesgo significativo al apostar a que la inflación permanecería inactiva durante una década o más. Pero incluso entre los escépticos, pocos esperaban que la situación diera un giro tan rápido.
A última hora del martes, el mercado de futuros de fondos federales asignaba una probabilidad de 94% a un aumento de tasas en la reunión de la Fed de diciembre, según datos de CME Group, muy por encima del 58% de hace dos meses y del 12% de finales de junio.
Con este cambio, las expectativas del mercado se han puesto esencialmente en línea con las proyecciones de la Fed de realizar dos incrementos de tasas en 2017. El riesgo es que las expectativas pueden acelerarse, elevando las tasas de interés y el valor del dólar y complicando los esfuerzos del banco central para que la economía no siga dependiendo del estímulo monetario.
La presidenta de la Fed, Janet Yellen, dijo a legisladores en Washington el jueves que el banco central estadounidense podría actuar “relativamente pronto”. La funcionaria advirtió que postergar durante mucho tiempo un aumento de las tasas podría obligar a la Fed a hacerlo de manera abrupta en el futuro para impedir un sobrecalentamiento de la economía. Pero agregó que el riesgo a corto plazo de quedar rezagado es limitado, y reiteró que el banco central espera aumentar las tasas gradualmente en los próximos años.
Mark Cabana, jefe de estrategia de tasas estadounidenses a corto plazo de Bank of America Merrill Lynch, dijo que los rendimientos de los bonos del gobierno probablemente seguirán aumentando.
Al mismo tiempo, la magnitud de la apuesta a favor de un alza de las tasas está generando algunas preocupaciones considerando la serie de vuelcos en apuestas que alguna vez fueron populares, como las acciones que reparten dividendos, el precio del oro y otros activos que los operadores esperaban que se mantuvieran bajos por más tiempo. Las transacciones muy populares elevan el riesgo de que un giro genere pérdidas desproporcionadas, dicen algunos analistas.
Otros advierten que el fortalecimiento del dólar y el aumento de las tasas en EE.UU. puedan intensificar la restricción de crédito crónica que sufren los mercados emergentes, donde el endeudamiento en dólares se ha disparado desde la crisis financiera. Esto podría impulsar un fuerte retroceso de las acciones, las commodities y otros activos más riesgosos.
“¿Vamos a ver otro episodio como el pánico de China?”, se preguntóBlake Gwinn, estratega de tasas de RBS Securities, refiriéndose a los colapsos del mercado del país asiático en agosto de 2015 y enero de 2016. “Hasta ahora, las cosas parecen estar ordenadas, pero el riesgo está latente”.
Fuente: The Wall Street Journal, 22/11/16.
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Trump y los Tratados de Libre comercio
noviembre 22, 2016
En lugar de aniquilar el Nafta, Trump apuntaría a negociar cambios radicales
El presidente electo despotricó contra el tratado comercial durante la campaña y amenazó con retirar a EE.UU.
Por William Mauldiny David Luhnow.
Donald Trump (derecha), durante su visita en agosto a México, donde se reunió con el presidente Enrique Peña Nieto, en medio de la campaña presidencial.
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En lugar de aniquilar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Nafta, por sus siglas en inglés), Donald Trump y sus asesores parecen dispuestos a lograr cambios sustanciales en las normas que gobiernan el intercambio comercial de Estados Unidos con México y Canadá. Se trata de un esfuerzo que puede ser difícil de negociar y peligroso para la economía regional.
El presidente electo despotricó contra el Nafta durante la campaña y amenazó con retirar a EE.UU. del pacto, pero solamente si México rechaza hacer modificaciones sustanciales.
Trump no ha publicado un documento que exprese su nueva visión del Nafta, pero sus comentarios y los de sus asesores sugieren que quieren grandes cambios. Uno de los más probables es la imposición de aranceles especiales u otras barreras con el fin de reducir el déficit comercial estadounidense con México y de nuevos impuestos que perjudicarían a las empresas de EE.UU. que han trasladado producción al sur de la frontera. Su equipo también podría tratar de eliminar una cláusula del Nafta que permite que las compañías mexicanas y canadienses cuestionen las regulaciones estadounidenses al margen de los tribunales.
Se espera que, poco después de asumir la presidencia, Trump solicite al gobierno examinar las ramificaciones de abandonar el Nafta, según un memorándum del equipo de transición sobre el cual informó el canal de noticias CNN. El documento indicó que disputas de larga data entre los signatarios, como los rótulos de denominación de origen en el caso de la carne y exportaciones coníferas canadienses, pueden ser abordadas en un Nafta revisado.
Hay mucho en juego. EE.UU. importó y exportó un total de US$1,1 billones en mercancías desde y hacia Canadá y México el año pasado, comparado con unos US$700.000 millones con la Unión Europea y US$600.000 millones con China.
Canadá y México están entrelazados con EE.UU. en un complejo sistema de cadenas de suministro y algunos componentes cruzan la frontera más de una vez antes de que el producto final llegue a los consumidores. Un desmantelamiento del Nafta trastornaría numerosos sectores y la principal víctima sería México, que se promueve como una plataforma que ofrece a los fabricantes globales acceso exento de impuestos a EE.UU.
El gobierno mexicano ha manifestado su disposición a actualizar el tratado firmado hace 22 años, incluyendo nuevos capítulos sobre el comercio electrónico y otros aspectos que no existían a mediados de los años 90. México también firmaría un compromiso para prevenir la manipulación de la moneda puesto que tiene un tipo de cambio flotante.
Los funcionarios mexicanos, no obstante, son renuentes a renegociar los aranceles y las cuotas a las exportaciones.
“No nos podemos perder en la discusión antigua sobre la política tradicional arancelaria (…) Es un debate del siglo pasado”, dijo el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, ante un grupo de empresarios hace unos días. La reapertura del Nafta crearía una larga fila de intereses especiales en los tres países tratando de obtener protección, agregó.
Jaime Serra, quien era el secretario de Comercio de México cuando se negoció el Nafta, dijo que medidas como una restricción voluntaria de las exportaciones no debieran formar parte de las negociaciones. Las cuotas a las exportaciones, manifestó, serían el comienzo del proteccionismo puro y sería un autogol para ambos países.
El Nafta, cuya negociación concluyó durante el gobierno de George Bush padre y fue puesto en marcha durante la gestión de Bill Clinton,eliminó los aranceles entre Canadá, EE.UU. y México después de un cierto lapso de tiempo y estableció las reglas del juego para la inversión, el empleo y el medio ambiente.
Trump advirtió en reiteradas ocasiones sobre la imposición de aranceles de dos dígitos sobre las exportaciones de México a EE.UU. como una forma de reducir el déficit comercial, al que el presidente electo atribuye la pérdida de empleos del sector manufacturero. Aunque el Congreso le otorga al presidente la facultad de imponer aranceles de emergencia, estos pueden ser cuestionados ante la Organización Mundial del Comercio (OMC).
Las audaces advertencias de Trump a los socios comerciales podrían ser su postura inicial en negociaciones que podrían terminar con aranceles y otras barreras relativamente bajas al ingreso de productos mexicanos a EE.UU.
Trump y sus asesores parecen tener una fijación con el déficit comercial estadounidense, que el año pasado ascendió a US$61.000 millones solamente con México, y las formas de disminuirlo.
Algunos demócratas y grupos sindicalistas han acogido el uso de medidas más drásticas para reducir el déficit comercial. Los demócratas de la Cámara de Representantes que encabezaron la oposición al Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por sus siglas en inglés), defendido por el presidente Barack Obama,se han mostrado dispuestos a colaborar con Trump para alcanzar lo que consideran una política comercial más equilibrada.
El representante demócrata Brad Sherman, de California, sugiere negociar en el marco del Nafta la opción de imponer aranceles especiales de hasta 4% sobre los bienes mexicanos para reducir el déficit bilateral a US$25.000 millones, excluyendo petróleo y productos agrícolas. “Los buenos vecinos tienen relaciones comerciales equilibradas”, señala.
Aparte de las barreras comerciales tradicionales, casos que llevarán a los tribunales y aranceles, Trump y sus asesores han analizado impuestos especiales sobre bienes manufacturados por empresas estadounidenses que han trasladado su producción fuera de EE.UU.
Entre varios planes tributarios, uno que cuenta con el respaldo de los republicanos de la Cámara de Representantes recaudaría dinero de los bienes importados a EE.UU., similar al impuesto al valor agregado que tienen que pagar los productos estadounidenses en el exterior. La medida podría ser desafiada ante la OMC, pero los asesores de Trump señalan que utilizarán la influencia de Washington en el organismo para cambiar la forma en que se trata el IVA y otros impuestos fronterizos.
Algunos expertos que han seguido de cerca los planes de Trump dicen que es probable que negocie la eliminación de algunas cláusulas del Nafta que se han vuelto impopulares, como el sistema de arbitraje internacional conocido como mecanismo de solución de disputas inversionista-Estado.
El arbitraje, codificado en el capítulo 11 del Nafta, permite que inversionistas de un país demanden a otro gobiernos y obtengan compensación al margen del sistema judicial tradicional cuando sienten que sus derechos han sido violados o su propiedad ha sido confiscada.
Si Trump no logra lo que pretende en las conversaciones, tiene la autoridad como presidente de sacar a EE.UU. del Nafta en cuestión de meses y podría advertir de ello en sus primeros días en la Casa Blanca, dicen abogados. Si EE.UU. abandona el Nafta, el pacto podría ser reemplazado por acuerdos bilaterales. Los asesores de Trump ya han dicho que prefieren estos acuerdos a los multilaterales.
Fuente: The Wall Street Journal, 21/11/16.
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Hacia una Fase nacional de la globalización
noviembre 20, 2016
Fase nacional de la globalización
Por Jorge Castro.
El triunfo de Trump el 8 de noviembre está directamente vinculado al hecho de que una fase de la globalización ha terminado, y la que viene – que tiene sólo dos protagonistas, Estados Unidos y China –, recién comienza a esbozar sus trazos fundamentales.
A partir de 1980, las tecnologías del procesamiento de la información (IT) modificaron radicalmente el costo de las transmisiones – cayeron 20% por año –; y al permitir tomar decisiones estratégicas en tiempo real a escala global, impulsaron el surgimiento de las cadenas globales de producción, núcleo estructural de la globalización capitalista del siglo XXI.
Esta vía abrió a los países asiáticos el proceso de industrialización, ante todo a China; y este desarrollo industrial, impulsado por la inversión de las empresas transnacionales (ETN), rápidamente tuvo un impacto exportador (producción fragmentada + alto porcentaje de insumos importados por unidad de producto).
La combinación de tecnología de punta y los costos laborales más bajos del sistema, otorgó a la producción asiática una competitividad excepcional, y los niveles de rentabilidad más elevados de la historia del capitalismo.
El resultado fue el traslado de la industria trabajo-intensiva de los países avanzados a los emergentes; y esto coincidió con la mudanza que las ETN realizaron a China de su conocimiento más avanzado (gerenciamiento, marketing, diseño, know-how).
Así comenzó a aumentar la escala del valor agregado y la complejidad tecnológica de las exportaciones chinas, mientras surgía una diferencia de productividad de 9 a 1 entre el sector exportador y la industria nacional.
El punto de inflexión en la industrialización asiática – salto cualitativo – se produjo al incorporarse China a la OMC (2001). La fórmula alta tecnología/fuerza de trabajo china adquirió un carácter explosivo. Las exportaciones de la República Popular se duplicaron en valor cada 4 años (+30% anual) y 40% de sus colocaciones en el exterior fueron equipos de capital intensivos en conocimiento.
De esta forma se desplegó la convergencia estructural (alza de la productividad + auge del ingreso per cápita) del capitalismo chino sobre el norteamericano. En este período (2001-2009), China creció 11% anual, el PBI per cápita trepó 9% por año y la productividad se incrementó a un ritmo de 9,2% anual.
El superávit de cuenta corriente chino se transformó en esta etapa en el primero del mundo (11% del PBI/U$S 380.000 millones en 2007), y las reservas treparon a U$S 3,4 billones, triplicando al siguiente en orden de importancia, que es Japón con U$S 1,2 billones.
La convergencia estructural de China se completó en 2009. Coincidió con la crisis financiera internacional de 2008. Allí se produjo el traslado definitivo del eje de la acumulación global del mundo avanzado al emergente (China a la cabeza constituida en categoría propia), y cambió la historia del mundo.
La contrapartida fue que EE. UU. se sumergió en un ruinoso proceso de desindustrialización, con la desaparición virtual de su industria trabajo-intensiva, sumada a la pérdida de 2,6 millones de puestos de trabajo manufactureros y a la emigración – fundamentalmente a México – de gran parte de la industria automovilística.
Ahora surge un nuevo sistema de producción global completamente horizontalizado, donde se compite sólo a través de la innovación y el capital es básicamente intelectual (inteligencia colectiva), mientras que los equipos de producción se vuelcan a la robotización.
Los únicos dos protagonistas – por ahora – del nuevo mecanismo de acumulación se han volcado en esta etapa de transición a una “fase nacional” para procesarlo. Uno lo hace con el liderazgo de Xi Jinping y el otro con Donald Trump.
El 8 de noviembre quizás tenga un significado histórico semejante al de China en la OMC, sólo que a una escala mayor, propia del gigante estadounidense.
Fuente: Clarín, 20/11/16.
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El triunfo de Trump perjudica al Blanqueo de Argentina
noviembre 14, 2016
Trump Presidente afecta al Blanqueo de Argentina
Por
Donald Trump ganó las elecciones de los Estados Unidos basándose en el “Make America great again”. A pesar de tener a todos los medios de comunicación y a una importante mayoría de Hollywood en su contra, de su discurso discriminatorio contra latinos y de su abusiva relación con las mujeres, ganó porque la gente vota con el bolsillo. Anti-globalización significa intentar recuperar los puestos de trabajo que EEUU perdió y exportó al resto del mundo:
En los últimos 25 años los puestos de trabajo de la clase media de Europa y los EEUU fueron destruidos y exportados a Asia. Sumado a esto, en los últimos 40 años el PBI per cápita de los ricos creció dramáticamente y el de la clase media se vio estancado:
El grueso de la población de los EEUU no ha logrado adaptarse a la velocidad del cambio que impone la globalización y el avance tecnológico. Y esto significa hoy una profundización de las diferencias en la distribución del ingreso en todo el mundo. No olvidemos que el capitalismo es un sistema fuertemente darwinista en donde el mejor se queda con todo.
¿Cómo afecta el triunfo de Trump al blanqueo argentino? Disminuye de forma importante la probabilidad de que los EEUU quieran intercambiar información con la Argentina (no olvidemos que el gobierno de Macri apostó todas sus fichas por Hillary Clinton), y disminuye también la probabilidad de que los EEUU se sumen al acuerdo multilateral de la OCDE (el Common Reporting Standard). El objetivo será simple: intensificar, a través del hermetismo, la captación de dinero no declarado del mundo y consolidar aún más la posición de los EEUU como paraíso fiscal del mundo.
Además de anti-globalización, Trump significa menos regulación. Este hecho tuvo un impacto inmediato en dos industrias que celebraron en grande: la bancaria y la farmacéutica.
Bancos
Como consecuencia de la crisis financiera del 2008, los bancos han venido sufriendo una presión regulatoria mucho más estricta por cuenta de la ley Dodd-Frank firmada por Barrack Obama en 2010. Esta ha sido la ley más agresiva desde la Gran Depresión para regular el sistema bancario de Estado Unidos. Justamente fue creada para evitar que casos como los de la burbuja hipotecaria o Lehman Brothers se repitieran.
Trump ha prometido modificar esta ley que limita la flexibilidad operacional e incluye severas provisiones a los bancos. “Dodd-Frank ha hecho que sea imposible que los bancos funcionen. Hace que sea muy difícil para los banqueros prestar dinero para que las personas creen empleos, para que las personas con negocios creen empleos. Esto tiene que parar”, declaró Trump en una entrevista para Reuters en mayo de 2016. Además de esto, menos regulación significará que hacer transferencias bancarias deje de ser una odisea. De rebote, esto también le facilitará la operatividad a las diferentes financieras/cuevas que realicen cable. El costo “de traer dinero de afuera” será más bajo con Trump que con Clinton.
Un día después de las elecciones, los precios de las acciones de algunos de los grandes nombres como J.P Morgan, Wells Fargo, Goldman Sachs y Morgan Stanley cerraron entre un 5% y 7% arriba. La tendencia siguió hasta el cierre del viernes. El movimiento del índice XLF (Sector Financiero) tuvo un gran salto:
Pharma/Biotech
Trump había prometido durante su campaña no tomar acciones para controlar los precios de los medicamentos. En cambio Hillary Clinton había prometido lo contrario. La suba del índice de Amex Biotech Index también ha sido contundente:
Conclusión:
Trump significa un resurgimiento del nacionalismo estadounidense. Su costado antiglobalización hará que busque menor intercambio de información financiera para atraer recursos a los Estados Unidos, en donde promete ofrecer una menor carga regulatoria.
Aquellos que estaban en la duda acerca de cuánto tiempo permanecería EEUU ajeno al intercambio de información internacional, hoy pueden estar seguros de que la cuestión está muy lejos de ser una prioridad para la Casa Blanca.
Fuente: cartafinanciera.com, 13/11/16.
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Carlos Alberto Montaner: Por qué ganó Trump
noviembre 13, 2016
Por qué ganó Trump
Estas son las ocho razones principales por las que Donald Trump salió victorioso, y ninguna tiene que ver con los emails negligentes de Hillary Clinton o con las mentiras que le atribuyen.
Se trata de un multimillonario, habilísimo negociante que jamás ha sido acusado de filantropía, presunto evasor de impuestos, irrespetuoso con las mujeres, a las que atrapa por la entrepierna sin pedirles permiso, y con los discapacitados, de los que se burla, o con los hispanos, o con todo el que se le opone o detesta. Un tipo carente de filtros que dispara desde la cintura sin medir las consecuencias de sus palabras.
Estas son las ocho razones principales, y ninguna tiene que ver con los emails negligentes de Hillary Clinton o con las mentiras que le atribuyen. Las personas no suelen votar por esas causas, de la misma manera que a Trump no lo rechazó algo más de la mitad del electorado por las señoras que lo acusaron de haberlas manoseado. Esas son racionalizaciones del voto, justificaciones cerebrales, pero no las razones ocultas, casi todas vinculadas con cuestiones emocionales o intereses personales.
Primero, votaron por él porque es un macho alfa, como los etólogos clasifican a los líderes de la manada. Trump nació para mandar. Rezuma autoridad. Camina y gesticula como un jefe. Ese don de mando, como se le llamaba antes, se convierte en un sentimiento de seguridad entre los ciudadanos de a pie. Si Estados Unidos no fuera una democracia, lo llamarían «Duce», «Führer» o «Gran Timonel». Pertenece a la estirpe de los grandes caudillos.
Segundo, porque era un personaje famoso procedente de la tele y vivimos en «la civilización del espectáculo», como tituló Mario Vargas Llosa su notable ensayo. Nada atrae más la atención del norteamericano medio que los habitantes destacados de la caja tonta.
Tercero, porque es un magnífico comunicador que genera titulares. «Hablen de mí, aunque sea mal, pero hablen». Está intuitivamente dotado para nutrir a la prensa con la observación aguda, la frase escandalosa o el comentario desafiante. Novecientos periódicos lo atacaron y sólo uno lo defendió. No importa. Lo único que contaba era la celebridad.
Cuarto, porque advirtió que su mejor vivero de electores era la clase trabajadora menos ilustrada de las zonas rurales, frustrada y venida a menos durante el paso de la era industrial a la del conocimiento. Trump le prestó la voz y la llenó de ilusiones.
Quinto, porque supo crear un relato nacionalista de víctimas y victimarios, en el que sus electores eran honrados trabajadores que padecían los atropellos marginadores de la globalización.
Unas veces los chinos eran los victimarios que utilizaban una moneda artificialmente devaluada en la que vendían barato el fruto de su trabajo. Otras, eran los pérfidos mexicanos, que no sólo enviaban a Estados Unidos a su peor gente, violadores y delincuentes, sino que se aprovechaban de la ingenuidad norteamericana para estafar a sus trabajadores en los tratados de libre comercio. Trump, el maestro en el arte de negociar, anularía o reemplazaría esos acuerdos.
Sexto, porque Trump, a sus setenta años, a sus tres mujeres sucesivas y a su familia glamorosa, era la quintaesencia del patriarca exitoso en una sociedad (como casi todas) que no ha superado esa fase de la evolución de la especie.
Es verdad que las mujeres norteamericanas votan y son elegidas desde 1920 (cincuenta años después de que los varones negros pudieron hacerlo), pero a estas alturas del partido, casi un siglo más tarde, ninguna mujer ha llegado a la Casa Blanca y apenas un 5% dirige las grandes empresas del país. Con tetas, no hay jefatura.
Séptimo, porque el machismo y el sexismo, derivados del patriarcado, les exigen a las mujeres un comportamiento diferente al de los hombres. ¿Qué le hubiera sucedido a Hillary si hubiese exhibido una biografía genital como la de Bill Clinton o la de Donald? ¿O si hubiera discutido el tamaño y la profundidad de su vagina, como hizo Trump en relación con su glorioso pene? La hubiesen fusilado al alba.
Octavo, porque los demócratas llevaban ocho años en el gobierno y eso genera fatiga en una parte sustancial del electorado. Barack Obama llegó al poder prometiendo un cambio, mientras Hillary asoció su campaña a la continuidad. Eso no es atractivo. Es verdad que Obama se despedirá de la Casa Blanca con un 54% de simpatía, pero, simultáneamente, un 70% de la sociedad tiene una visión pesimista del futuro y ya se sabe que ese estado anímico conduce a la oposición y a la melancolía. Trump prometía un cambio. Era un salto hacia el pasado, pero era un cambio.
Fuente: infobae.com, 13/11/16.
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Asra Nomani -mujer, musulmana e inmigrante- votó a Trump
noviembre 12, 2016
Es mujer, musulmana e inmigrante, y votó a Donald Trump
El voto silencioso: Asra Nomani, ex periodista del Wall Street Journal, nacida en la India, explica sus razones en una nota publicada en The Washington Post.
WASHINNGTON — «Esta es mi confesión y mi explicación«, dice Asra Q. Nomani, una ex periodista del The Wall Street Journal durante 15 años, musulmana e inmigrante de la India en los Estados Unidos, además de académica, escritora e invitada especial a programas políticos en el prime time de la TV norteamericana. Ni blanca, ni pobre ni poco instruida, ella votó por Donald Trump, en lo que ella misma define como el «voto silencioso» que acompañó al republicano secretamente hasta las urnas y ahora sale a la luz.
En una larga nota en The Washington Post titulada, «I’m a Muslim, a woman and an immigrant. I voted for Trump» (Soy musulmana, una mujer y una inmigrante. Vote por Trump), Nomani, quien vive con su hijo en West Virginia, da las razones de su voto.
«Yo, una musulmana de 51 años, una mujer ‘de color’ inmigrante, soy una de esos votantes silenciosos de Donald Trump. Y no soy una «intolerante», «racista», «chauvinista» o «blanca supremacista», como se los llama a los votantes de Trump, tampoco soy parte de alguna «reacción violenta de los blancos», escribe.
Nomani, que eligió la conservadora Virginia para vivir porque ese estado ayudó a que Barack Obama sea electo como primer presidente negro de EE.UU., sin embargo en el último año, su brújula electoral viró. Se inclinó por Trump.
Y el martes de la elección, poco antes de que cerrarán las mesas, votó por el republicano y su vice Mike Pence.
Cuando Hillary finalmente admitió su derrota, Nomani vio como sus propios amigos tuiteaban la vergüenza que sentían por los «millones de norteamericanos» que comparten el odio, la división y la ignorancia. «Se supone que eso me incluye. Pero no. Ciertamente rechazo la trifecta ‘odio/división/ignorancia’. Estoy a favor de la posición del partido demócrata sobre el aborto y el matrimonio homosexual y el cambio climático. Pero soy una madre soltera que no puede pagar un seguro de salud bajo el sistema de Obamacare. El programa del presidente de hipotecas «HOPE NOW», no me ayudó. El martes, manejé hasta Virginia desde mi barrio en Morgantown (West Virginia), donde veo a la América rural y a los norteamericanos comunes, como yo, que aún pelean para llegar a fin de mes después de ocho años de gobierno de Obama«, escribió.
Pero a Nomani no solo la movió el «efecto» económico. Algo más le molestó. Y fueron las donaciones multimilllonarias de Qatar y Arabia Saudita a la Fundación Clinton.
«Eso mató mi apoyo por Hillary«, dice tras enumerar que no está de acuerdo con el «muro», la charla de vestuario de Trump o la prohibición a los musulmanes, y que sí quiere igual sueldo para las mujeres. «Pero confío en EE.UU. y no compro la exageración política que demoniza a Trump y a sus seguidores».
Nacida en 1965 en Bombay, y considerada a sí misma como una musulmana liberal, que tiene experiencia de primera mano con el extremismo islámico, Nomani se opuso a la decisión de Obama de «bailar» alrededor del ISIS.
«Lo que más me preocupaba era la influencia de la teocracias dictatoriales musulmanas de Qatar y Arabia Saudita en un EE.UU. de Hillary Clinton. Estas dictaduras no son ejemplos relucientes de sociedades progresistas con su fracaso en ofrecer derechos humanos fundamentales y vías para nacionalizar a los inmigrantes de India, los refugiados sirios y a toda la clase de esclavos de facto que viven en esas dictaduras», concluyó. Con esto en la cabeza, Nomani, no dudó y votó por Trump.
Fuente: Clarín, 12/11/16.
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Estados Unidos, Argentina, Trump y Macri
noviembre 10, 2016
También en EE.UU. se cansaron un poco de los progres y el estatismo
Por Guillrmo Kohan.
Contra todos los pronósticos de los encuestadores. Contra el círculo rojo de la mayoría de los medios de comunicación. Contra la voluntad del Papa Francisco. Finalmente se dio el tremendo batacazo en Estados Unidos y ganó Donald Trump, el que no podía ganar. Por poco margen en la cantidad de votos, con el país dividido, muy parecido al triunfo de Mauricio Macri en la Argentina hace casi un año. Así como Cristina Kirchner resultó la madre de la derrota del oficialismo en 2015; también Barack Obama carga desde ayer con el mismo destino. En la última semana de la elección, llamó al electorado a votar por «mi tercer mandato».
Es obvio que las comparaciones son odiosas, y efectivamente hay enormes diferencias entre los colectivos sociales que acompañaron con el voto a Trump el martes en USA, y a Macri hace un año en Argentina. Sobre todo en los sectores de centro izquierda no peronistas, que no solo votaron por el ex presidente de Boca en las presidenciales, sino que también lo acompañaron en la ciudad de Buenos Aires en tanto la alternativa fuera el kirchnerismo. También Trump se beneficio del rechazo y cansancio de amplios sectores del electorado norteamericano a la figura de Barack Obama y lo que representaba: cada vez más impuestos, más regulaciones estatales en la economía, privilegios para las cúpulas sindicales y dirigentes sociales, un falso progresismo que terminó beneficiando con cargos y presupuesto estatal a los dirigentes más que a las minorías oprimidas que supuestamente representan. Y todo a cargo de las empresas y trabajadores del sector privado, que pagan la cuenta con impuestos cada vez más agobiantes.
Conviene apuntar que además de todas las barbaridades que se dijeron en los medios contra el ahora presidente electo, el que ganó el martes fue quien prometió bajar los impuestos a la clase media, a los trabajadores, y a las empresas que dan trabajo. Ganó el que prometió retirar al Estado de las regulaciones cada vez mayores contra la actividad económica.
Hasta Wall Street se comportó finalmente ayer al revés que los pronósticos más alarmistas: los mercados fueron una fiesta al final del día, con gran recuperación de los sectores económicos tradicionales de la economía norteamericana: bancos, laboratorios, construcción, armamentos, telecomunicaciones, entre otros, fueron los que más brillaron en los mercados.
Comenzaron a moderarse las expectativas tan negativas que se habían formulado durante la campaña electoral contra Trump en términos financieros. No parece lógico que un empresario que quiere recuperar el empleo y la actividad de las fábricas en Estados Unidos opte por fortalecer mucho al dólar con las tasas de interés en alza. Sería alentar con atraso cambiario las importaciones de todo el mundo a los Estados Unidos. El último republicano que pisó la Casa Blanca, George Bush Jr., asumió con el dólar a 0,80 contra el euro, y lo devaluó 100% hasta 1,60. La gran Duhalde, pero administrado de a poco.
Más interesante resulta volver la mirada a una realidad que se mencionó hace meses en esta columna, que otra vez parece volver a confirmarse. A Donald Trump, por lo visto, le va mejor en la calle que en la TV. No lo quieren la mayoría de los periodistas y lo detestan la mayoría de los artistas y los intelectuales. No alcanzó el homenaje al progresismo norteamericano que se intentó con el Premio Nobel a Bob Dylan para tumbar a Trump. Igual ganó
Lección interesante para el gobierno de Mauricio Macri, en particular para quienes le recomiendan disfrazarse de progresista para asegurar el apoyo de la opinión pública y no enfrentar al establishment políticamente correcto de los medios y la dirigencia política local. Con ingredientes que colocan el caso más en tono de comedia que de tragedia.
En la carrera por medir quién es más progre y menos empresario en el Gabinete, quedó en falsa escuadra hasta la canciller Susana Malcorra, quien hasta ahora conducía con gran profesionalidad la gestión menos culposa de la era Macri. En política exterior, la gestión Macri no es gradual, es claramente opuesta a lo que venía de la era K. Aún así, y con el resultado puesto, igual la ministra argentina se manifestó en público apenada por la derrota de Hillary. Semejante gafe no se la hubieran perdonado en las Naciones Unidas.
Agenda cargada le toca también a otro de los representantes del ala progre del Gabinete, el ministro Prat Gay, quien también se jugó a fondo por los demócratas, sin medir que ahora tendrá que ir a pedirles su salvación a los republicanos. Necesita que se mantenga el crédito externo tan fluido para financiar el déficit. Y que la administración Trump colabore con la Argentina en las cuestiones de información financiera para garantizar el éxito del blanqueo. Recalculando el camino, actualizando de apuro el GPS.
Fuente: cronista.com, 10/11/16.
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La victoria de Donald Trump
noviembre 9, 2016
Trump gana la presidencia de EE.UU. en un final sorpresivo
El candidato republicano superó las expectativas en las áreas rurales y en algunos condados de clase trabajadora.

La carrera presidencial de Estados Unidos cerró el martes con un final para el infarto que marcó la victoria del republicano Donald Trump frente a su rival demócrata, Hillary Clinton.
Aunque la mayoría de las encuestas mostraron a Clinton con una ventaja hasta el día de las elecciones, Trump superó las expectativas en las áreas rurales y algunos condados de clase trabajadora en muchos estados del país. El republicano consiguió tres grandes triunfos en estados clave: en Ohio, un estado donde su mensaje de populismo económico fue acogido, y en Florida y en Carolina del Norte, dos estados ferozmente disputados por ambos nominados.
Clinton logró victorias en Virginia y Colorado, dos estados reñidos en los que esperaba ganar. Sin embargo, Virginia, el hogar de su candidato a vicepresidente, Tim Kaine, estuvo disputado hasta el final.
Los resultados tan ajustados no fueron proyectados por los sondeos. Las elecciones proporcionaron una oportunidad histórica para los estadounidenses: elegir a la primera mujer presidenta en la historia de EE.UU., que tomaría la batuta del primer presidente afroamericano de la nación, o elegir a un novato político con la promesa de un cambio radical.
El próximo presidente se enfrenta a una nación profundamente dividida. Ambos candidatos fueron vistos negativamente por una mayoría de votantes, según las encuestas. Para muchos, los comicios presidenciales fueron considerados como una elección entre el menor de dos males.
Craig Joerres, de 50 años, de Waukesha, Wisconsin, dijo que necesitaba un whisky antes de votar el martes. “Ha sido una temporada electoral muy estresante”, aseguró. “Ambos tenían mucho odio”. Joerres señaló que votó por Trump para sacudir a Washington.
Liliana Sánchez, de 29 años, dijo que votó por Clinton, en parte, porque se sentía repugnada por Trump.
Unos 130 millones de estadounidenses votaron en la que ha sido una de las elecciones más impredecibles de la historia moderna. En juego no sólo estaba la presidencia, sino una vacante en la Corte Suprema de Justicia, así como el control del Senado.
Hasta mediados de octubre, los dos candidatos y sus aliados gastaron alrededor de US$1.400 millones en operaciones de campaña y publicidad para persuadir a los votantes estadounidenses.
Tanto Clinton como Trump votaron el martes por la mañana en su estado, Nueva York, después de un frenético fin de campaña que abarcó Nuevo Hampshire, Nevada, Florida y Michigan.
La campaña presidencial presentó a los votantes con un contraste de visiones, tanto sobre el estado de la nación como hacia dónde debería dirigirse.
Trump habló de un país en declive, agobiado por la inmigración ilegal, los malos tratados comerciales y las amenazas terroristas. El republicano calificó a Clinton como “corrupta”, pidió recortes de impuestos y prometió revocar la ley de salud del presidente Barack Obama.
El empresario de Nueva York dijo que construiría un muro a lo largo de la frontera entre EE.UU. y México y enviaría a los que viven en EE.UU. sin permiso a sus países de origen.
Aun si no hubiera ganado, Trump habría dejado su propio sello en la historia política. Movilizó a millones de votantes con un contundente desafío al statu quo y dio voz a los agravios económicos y políticos de una clase media norteamericana.
Esos son sentimientos que han estado germinando durante años, pero surgieron con sorprendente fuerza con Trump, que fue desestimado como una celebridad de televisión cuando anunció por primera vez lo que parecía una candidatura quijotesca.
Fuente: The Wall Street Journal, 09/11/16.
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