Márquez, Laje, Massot y Monteverde en Buenos Aires – 13/12/18

diciembre 7, 2018

🇦🇷  🎙️  Márquez, Laje, Massot y Monteverde juntos en una Mesa de diálogo. Jueves 13/12/18, 19 hs. Entrada libre y gratuita. Club Español, Bernardo de Irigoyen 172, Buenos Aires.

Buenos Aires


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Argentina: Los jueces y la noción de guerra

diciembre 16, 2017

Los jueces y la noción de guerra

Por Vicente Massot y Agustín Monteverde.

argentinaNo se requiere ser un contertulio habitual de Miguel Ángel Pichetto para tomar conocimiento de que, en el transcurso de estos años, la cámara alta del Congreso Nacional ha desarrollado una suerte de doctrina propia respecto del desafuero de sus integrantes. A diferencia de la enarbolada por sus primos hermanos de la cámara baja, los senadores consideran que sólo es pertinente dejar a la intemperie a uno de sus pares si éste tuviese una condena firme. Por eso Carlos Menem no ha perdido todavía sus fueros y, por la misma razón, Cristina Fernández podrá dormir tranquila, consciente de que —cualquiera que sean sus diferencias con la bancada del PJ— de momento no le soltarán la mano.

Algo que —no se necesita recordarlo— sabía de antemano el juez Claudio Bonadío cuando decidió lo que es de todos conocido. El magistrado no llegó ayer a Comodoro Py y no es un novato en las lides de la política. Peronista confeso y conocido de Pichetto, no se le escapaba que su pedido iba a dormir el sueño de los justos. ¿Por qué, entonces, no se adelantó un par de días, cuando la viuda de Néstor Kirchner aún no había asumido su cargo y carecía de los fueros que ahora la dejan a cubierto de las inclemencias de la cárcel?  Las conjeturas que se pueden tejer sobre el particular resultan innumerables. Al mismo tiempo, son hoy irrelevantes.

A veces la espectacularidad de una medida, de un determinado acontecimiento o de un escándalo nos hacen perder de vista que los mismos —con toda la importancia que acrediten— son parte de fenómenos, menos rutilantes quizá, pero de mayor trascendencia. La diligencia hecha por Bonadío y la posibilidad —poco probable en el corto plazo— de que la ex–presidente siga los pasos de algunos de sus más conspicuos colaboradores, ha sido, sin duda, la noticia del año. Dicho lo cual, cuanto no debe perderse de vista es algo de más calado que la suerte que eventualmente pueda correr Cristina Fernández. Nos referimos al proceso que viene desarrollándose en estas playas, similar en punto a su naturaleza al Mani Pulite de los italianos y al Lava Jato desenvuelto, sin solución de continuidad, en la vecina República del Brasil.

Nunca antes, en un país tan poco transparente como el nuestro, unos jueces federales que, a su vez, son parte del problema, se habían  involucrado de tal manera en investigar a fondo el sistema de corrupción montado por un gobierno reciente. Nunca antes, en el marco de la democracia, habían sido procesados y detenidos ex–funcionarios, sindicalistas de horca y cuchillo, empresarios de nota, y militantes, como en los pasados dos años. Que Amado Boudou, Carlos Zanini, Julio De Vido, Roberto Baratta, Ricardo Jaime, Lázaro Báez, el Caballo Suárez, el Pata Medina, Luis D’Elía y Miguel Esteche se hallen tras la rejas, era algo literalmente impensable poco tiempo atrás. Para no hablar de Héctor Timerman —que cumple arresto domiciliario— y de lo que pueda ocurrir con la otrora presidente, su hijo Máximo, Cristóbal López, Aníbal Fernández y demás figuras del universo K.

El terremoto —si cabe denominarlo así— excede con creces el destino de  Cristina Fernández. Aunque permanezca en libertad —el escenario, dicho sea de paso, más favorable al macrismo— igual en la Argentina algo cambió para siempre. Montar una asociación ilícita desde el poder, de la forma que lo hizo el kirchnerismo, difícilmente pueda repetirse.      La cadena delictiva que tenía su cabeza en el matrimonio santacruceño y se extendía hasta su chofer particular no sólo ha quedado al descubierto sino que la mayoría de sus integrantes tendrán que dar explicaciones y, casi con seguridad, penar sus culpas en prisión. Que la impunidad de las clases gobernantes —no así la corrupción— se ha quebrado en la Argentina,   es más que una sensación.  Representa una realidad.

Los argumentos expuestos en el pronunciamiento del juez Bonadío, con el propósito de respaldar la acusación de traición a la Patria, fulminada contra Cristina Fernández, y su decisión de dictarle la prisión preventiva y solicitar, por lógica consecuencia, su desafuero, han levantado no sólo críticas provenientes de las filas kirchneristas —que eran de esperar— sino también de sectores nada favorables o complacientes con la administración derrotada en octubre de 2015.

Si se dejan de lado las quejas y acusaciones de los imputados, convencidos de que el estado de derecho ha desaparecido y que ellos resultan las víctimas propiciatorias de un titiritero perverso —Mauricio Macri— cuyas órdenes acata sin pestañar su títere por excelencia —Claudio Bonadio— las impugnaciones no ideológicas se centran en la presunta discrecionalidad de este magistrado.

Conviene ir por partes. El supuesto delito de traición y la prisión preventiva son figuras jurídicas de suyo controvertidas. Pero no han sido sacadas de la galera o inventadas de   la nada. Quien repase desapasionadamente el artículo 319 del Código Procesal Penal caerá en    la cuenta de cuán amplias y subjetivas son las prerrogativas del juez a la hora de justificar una medida por el estilo. Deberá atender a las características del hecho, a la magnitud de la pena que pueda aplicar, a la reincidencia —si la hubiese— y a las condiciones personales del imputado, para estimar la posibilidad de fuga o de obstrucción de justicia. Ello sin contar la vuelta de tuerca que al tema le ha dado la así denominada doctrina Irurzún, de reciente data.

Bonadio da por probado que hubo un pacto espurio con Irán y lo ha considerado una traición a la Patria. Si quedase demostrado que, al margen de sus implicancias económicas, ese tratado implicaba dejar fuera de la lista de Interpol a los funcionarios persas acusados de participar, directa o indirectamente, en el atentado a la AMIA, el cargo hecho a Cristina Fernández  y a los demás implicados, no parece gratuito. Tampoco lo es traer al ruedo la existencia de una guerra.

El mayor del Ejército Argentino, Guillermo Mac Hannaford, en plena contienda del Chaco —donde cruzaron enemistades Bolivia y Paraguay, en 1936— fue acusado de traición a la Patria, procesado y degradado por haber revelado secretos militares a los guaraníes. Que se sepa, nuestro país no intervino en esa guerra. En el mismo orden de cosas, suponer que un acto como la voladura de la mutual judía puede calificarse de terrorista y dar así por clausurada la posibilidad de definirlo como un hecho bélico, es no entender la dimensión de la guerra y la enemistad en el tercer milenio.

Si Irán efectivamente estuvo detrás del atentado a la AMIA, el dato terrorista pasa a ser un simple medio, inscripto en el marco estratégico superior de una guerra. Las guerras,     en nuestro tiempo, no siempre se declaran ni requieren de ejércitos convencionales dispuestos a dar batalla con banderas desplegadas al viento.

Lo que en las semanas por venir deberá evaluar la cámara correspondiente —a la que apelarán, si no lo han hecho ya, los acusados— es si considera o no consistente la categoría bélica y el cargo de traición a la Patria derivado del hecho de que el kirchnerismo habría favorecido la situación jurídica internacional de los responsables del atentado a la AMIA.       Los jueces actuantes, quizá sin cabal conocimiento de la naturaleza del problema, tendrán que resolver sobre una cuestión metajurídica: la guerra.  Tarea nada fácil, por cierto.

Fuente: Massot / Monteverde & Asoc., 12/12/17.


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Cómo lograr la reactivación de la economía argentina

noviembre 23, 2016

Prenderle velas al consumo

Por Vicente Massot y Agustín Monteverde.

argentinaAun cuando la afirmación podría pecar de exagerada, lo cierto es que el gobierno, ante la falta de reactivación de la economía, enfrenta un problema serio al que todavía no le ha encontrado solución. A esta altura, cumplido el primer año de gestión macrista, nadie se anima   a arriesgar un vaticino respecto de cómo pueden evolucionar la producción, el consumo, los servicios y las finanzas públicas desde ahora y hasta principios de octubre próximo. No hay dudas en cuanto a la baja de la inflación —o, al menos, no las había hasta el momento en que el Central decidió ceder a presiones del Ejecutivo para acelerar el descenso de tasas— pero, al propio tiempo, las incertidumbres acerca del crecimiento de la actividad económica pueblan los despachos oficiales. Las luces de alerta se prendieron —tanto en la Casa Rosada como en el Palacio de Hacienda— en atención al hecho de que los brotes verdes se hacen esperar más de la cuenta, la obra pública tarda en poner primera, el consumo no consigue recuperarse ni siquiera con fórceps, y las inversiones extranjeras brillan por su ausencia.

Las interpretaciones que se han esbozado para explicar semejante situación son de las más variadas. Pero está a la vista que el segundo semestre toca a su fin y la recesión, contra la mayoría de los cálculos del oficialismo, demuestra ser más extensa y de mayor envergadura que la imaginada por las autoridades.

Está claro que, en lo que falta para culminar el año en curso, no habrá números halagüeños. En todo caso, si se desea ser optimista, podría apuntarse como crédito para el gobierno la desaceleración de los precios que ofrece lugar a la esperanza de un futuro repunte del poder adquisitivo de la gente. Si existiese la certeza de que el proceso en marcha fuese a dar    sus frutos, a más tardar en el segundo trimestre de 2017, no habría lugar para el nerviosismo. El problema radica en que no hay evidencias al respecto.

Mauricio Macri y Alfonso de Prat–Gay confían en los efectos que podría tener una cosecha salvadora de la campaña agrícola 2016-2017. Estimada en 130 MM ton —15 % superior a la del 2015-2016— la producción total de cereales y oleaginosas —trigo, girasol, maíz y soja— haría las veces de motor, capaz de dar impulso al consumo interno. También confían en el resultado final del blanqueo de efectivo, que superó los U$ 7000 MM. Se descuenta que una parte considerable de lo recaudado se aplicará a la adquisición de inmuebles y de automotores. Demás está decir que el gobierno deberá, en el año electoral venidero, impulsar artificialmente el nivel de actividad. Fogoneará la demanda, financiándola con deuda, en la convicción de que vale la pena asumir el riesgo de incrementar el rojo fiscal a sufrir la recesión.

Para la administración de Cambiemos la recuperación del consumo es de vital importancia. Una encuesta reciente, de carácter cualitativo, refleja algo que no le pasó desapercibido a esos dos fanáticos de esta clase de relevamientos: Marcos Peña y Jaime Duran Barba. En la misma quedó al descubierto que en los sectores más necesitados de la población, e inclusive en una franja muy importante de los segmentos sociales medios y medios-bajos, la merma en la capacidad de consumir preocupa más que la inflación.

La cuenta regresiva que aqueja al gobierno se prolongará hasta agosto o septiembre del año a punto de iniciarse y se relaciona, estrictamente, con los comicios legislativos anunciados para octubre. Cualquiera puede darse cuenta de los vasos comunicantes hallables entre el ánimo de los votantes y el resultado de las elecciones. Como siempre sucede en estas latitudes —y en casi todos los países del mundo— el bienestar económico es un estímulo fundamental para apuntalar en las urnas al oficialismo de turno. Contrario sensu, el malestar conspira inevitablemente en contra de las autoridades que no dan con el remedio indicado a       la hora de enfrentar la recesión, el desempleo, el alza del costo de la vida y otras calamidades por el estilo.

Aunque por elementales razones de prudencia y de estrategia electoral no lo exprese en voz alta, el oficialismo suma a las preocupaciones de índole económica que fueron señaladas antes, la ausencia de candidatos de primer nivel en la provincia de Buenos Aires.   Salta a la vista, en un análisis hecho a mano alzada, que el Frente Renovador, el peronismo ortodoxo y el kirchnerismo se hallan hoy en mejores condiciones que Cambiemos. ¿Por qué? Básicamente en virtud de que los únicos postulantes conocidos que pueden bajar al ruedo, en      el principal distrito del país, no sólo están peleados a muerte entre sí sino que miden mal en      las encuestas. Es un secreto a voces que Elisa Carrió no lo puede ver a Jorge Macri ni en figuritas. A su vez, el primo del presidente y actual intendente de la localidad de Vicente López, si bien no vocea su odio en público, la quiere a Lilita lo más lejos posible de cualquier candidatura en el ámbito bonaerense.

Las diferencias podrían atemperarse en caso de que juntos conformasen una de esas duplas imbatibles. Pero lo contrario parece cierto. La jefa de la Coalición Cívica arrastra voluntades en el interior de la provincia. En cambio, suscita poca adhesión en las dos circunscripciones claves —la primera y la tercera— como para enfrentarse con posibilidades de ganarle a Sergio Massa, Florencio Randazzo y Cristina Kirchner. Imbatible en la capital federal, es una del montón en Buenos Aires. Por su parte, Jorge Macri figura lejos de los candidatos con mayor intención de voto.

Como no podría ser de otra manera, las apuestas del macrismo se encuentran centradas en el desenvolvimiento económico. ¿Quién lo conocía a Antonio Erman González     en la Capital Federal? Riojano de pura cepa, menemista hasta los tuétanos, fallido ministro de Economía nacional, ganó las elecciones de 1993 en la ciudad puerto y sorprendió a muchos. Claro, no había salido airoso del trance en razón de su ascendiente sobre la población porteña. En otras circunstancias, habría hecho un papelón. Pero era el candidato de un fenómeno que,   por primera y única vez en nuestra historia, consiguió sumar los sufragios peronistas y los votos gorilas. El triunfador fue Carlos Menem. Su correligionario resultó apenas un instrumento.

Con arreglo a esa experiencia es que, en las filas de la coalición gobernante, se razona así: con una economía en alza, basta María Eugenia Vidal para ponerse la campaña al hombro y lograr que gane Lilita, Jorge Macri u otro menos conocido. De la misma manera que Raúl Alfonsín transformó a Alejandro Armendáriz en gobernador, en 1983, ¿qué impide pensar que Mauricio y María Eugenia puedan compensar en octubre la flacura de sus candidatos?     Eso, claro, si repunta el consumo, si cesa la recesión y si no crece el desempleo. Para algunos, demasiados si. Para otros, la base de una estrategia electoral.

Fuente: InC, 22/11/16.


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¿Quién protege a Cristina?

octubre 27, 2016

¿Salvar a Cristina?

Por  Vicente Massot y Agustín Monteverde.

CFK

No es materia opinable que al gobierno macrista le conviene la participación de Cristina Fernández y de Daniel Scioli en los comicios legislativos bonaerenses, que habrán de substanciarse en octubre del año próximo. Desde cualquier ángulo que se analice el tema, la presencia de la ex–presidente y del ex–gobernador en las boletas del FPV representaría una ventaja inestimable para los candidatos de Cambiemos en el principal distrito electoral del país. Ahora bien, de lo dicho no se sigue —al menos no necesariamente— que la Casa Rosada haya puesto en marcha una estrategia con el propósito de retrasar las causas judiciales que involucran a la viuda de Kirchner y así dejarla a cubierto de cualquier inclemencia que terminará con ella en la cárcel.

En las últimas semanas, no han sido pocos ni de menor calado los políticos, intelectuales influyentes, periodistas de nota e inclusive empresarios de primer nivel que han voceado su preocupación al respecto. Están los que sostienen, a quien quiera escucharlos, que la maniobra existe y que hubo operadores encargados de sondear el ánimo de dos jueces federales: Claudio Bonadío y Julián Ercolini. Hay otros, en cambio, que no se animan a tanto a la hora de involucrar al oficialismo y sólo apuntan al hecho de la demora, sin hacer referencia a los posibles responsables de la misma.

En realidad, el asunto es parte de la campaña ya lanzada, en correspondencia con las elecciones de octubre de 2017. Se mezclan, a veces de manera intencionada y a veces por ignorancia, cosas diferentes. A un mismo tiempo, se establecen relaciones de causa y efecto como si fuesen verdades reveladas. Por cierto, lo que primero aparece en escena es un espejismo que muchos toman como dogma de fe y convierten en premisa mayor de todo un razonamiento conspirativo: la presunta demora en las causas en donde Cristina Fernández se halla imputada. Pero lo que se da por sentado, debe antes probarse. Y nadie ha demostrado, más allá de duda, que exista una voluntad de la Justicia federal de darle largas a las mencionadas imputaciones. Si estuviésemos en los Estados Unidos el tiempo transcurrido sería sospechoso. En estas playas es lo más normal del mundo.

El segundo dato que pone en tela de juicio la especie echada a correr y ante la cual el macrismo —siempre temeroso del qué dirán— se apuró a salirle al cruce, es el perfil de los dos magistrados arriba nombrados. Es difícil, por no decir impensable que, a esta altura de las investigaciones en las que se hallan comprometidos —con una sociedad sensibilizada como pocas veces en nuestra historia, y con la atención de los principales factores de poder puestos sobre Comodoro Py—, Bonadio y Ercolini se prestasen a ser parte de una jugada espuria por donde se la mire. No tienen nada que ver con algunos de sus pares, como Eduardo Freiler y Sebastián Casanello.

Además, hay un tercer elemento de juicio susceptible de ser tenido muy en cuenta y ponderado en su debida dimensión: la falta de voluntad y de organización por parte del presidente de la Nación para operar en un terreno que desconoce y al que, por momentos, detesta: el judicial. Mauricio Macri se siente inseguro cuando debe lidiar con estos temas y, en buena medida, ésa es la razón en virtud de la cual ha cometido tantos errores. Imaginar que un oficialismo que carece de interlocutor válido ante la Corte Suprema y Comodoro Py vaya a arriesgarse a dar un paso así de osado, es no entender sus limitaciones. Menem o Kirchner no hubiesen dudado un instante en avanzar por ese camino en caso de estar convencidos acerca de la utilidad de la maniobra. Macri se encuentra en sus antípodas.

Hay en todo esto dos hechos incontrovertibles: la demora judicial y la conveniencia del gobierno. La primera —como quedo dicho antes— es algo natural en atención a que muchos juzgados se hallan colapsados. En cuanto respecta a la ventaja que le reportaría al oficialismo la decisión de la Fernández de figurar como candidata a senadora o a diputada el año que viene, es tan obvia que no requiere demostración. La dispersión de las tribus peronistas lleva agua a los molinos de Cambiemos. Sin embargo, de los dos hechos resulta ilegítimo tejer una conspiración de fantasía.

No deja de ser curioso el panorama que se nos presenta. Mientras el kirchnerismo puro y duro se empeña en alertar a la ciudadanía sobre una suerte de complot del gobierno y algunos jueces federales, cuyo propósito sería procesar y mandar a detener a la mujer que siguen reverenciando, en la vereda antikirchnerista se sospecha lo contrario: que en Balcarce 50 anida la intención de salvar a Cristina de las rejas. Unos como otros dan por sabido, como si fuera una suma de 2 + 2, la capacidad omnímoda del macrismo de presionar y torcerle la mano a los magistrados. Estos vendrían a ser una especie de marionetas que los hábiles operadores gubernamentales manejarían a voluntad.

Las cosas no son tan sencillas de resolver ni se desenvuelven en forma lineal. Nada quita que una operación por el estilo pudiese desarrollarse. Todo es posible en un país donde las instituciones son continentes sin contenido. Pero al margen de los beneficios que el oficialismo podría cosechar si todo saliese a pedir de boca, no hubiese filtraciones que dejasen al gobierno y a los jueces en una posición incómoda, y los actores involucrados cumpliesen el papel asignado a la perfección, lo cierto es que hoy nadie está dispuesto a ensayar un plan siquiera parecido al que comentamos.

La pregunta que es inevitable responder no es otra que esta: ¿tan trascendentes resultan los comicios venideros como para justificar una movida de tamaño calado? No se halla en disputa la presidencia; sólo dos gobernaciones de importancia menor se renuevan —Santiago del Estero y Corrientes—; aún triunfando, la coalición oficialista sumaría, apenas, cuatro o cinco senadores más de los que forman hoy su bloque y, por fin, podría aspirar a acrecentar su caudal en la cámara baja en un número cercano a los quince o veinte diputados. No parece, cuanto está en disputa, nada del otro mundo. Por de pronto, ganar o perder en 2017 no supone ganar o perder en los cruciales comicios de 2019. Los Kirchner fueron derrotados en su bastión bonaerense por Francisco De Narváez en 2009. Dos años más tarde Cristina Fernández era reelecta, cosechando más de 50 % de los votos nacionales.

Una última observación: el plan para salvar a la viuda de Kirchner parte de la base de que sería una pieza fundamental en la provincia de Buenos Aires. Pero Cristina Fernández también podría presentarse en Santa Cruz. Conviene no transformar las coincidencias en complots. Esta es la única conclusión válida.

Fuente: Informe de Coyuntura. Massot y Monteverde, 25/10/16.

 

Las Caras de La Historia

abril 2, 2015

Las Caras de La Historia: el nuevo libro de Vicente Massot

“Las Caras de La Historia, de la gran guerra al terrorismo internacional”, así se llama el nuevo libro de Vicente Massot que ya está disponible en Yenny, el Ateneo y las principales librerías de todo el país.

Con su reconocida trayectoria, Vicente Massot presenta este nuevo libro, que reúne una serie de ensayos en los que recorre momentos clave del pasado reciente. Elevando la mirada hacia lo global, el autor profundiza sobre hechos de indiscutida trascendencia, para analizar las motivaciones y la complejidad de los elementos en juego, arriesgar hipótesis y elaborar conclusiones. Así comparte con el lector sus sólidas investigaciones de modo de facilitar una mirada penetrante sobre la historia y pensar sobre los desafíos del nuevo siglo. Los temas tratados, de variada naturaleza, construyen un recorrido original y ameno por hechos y protagonistas con el rigor documental y conceptual de uno de los más agudos y originales autores argentinos contemporáneos.

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